sábado, 7 de abril de 2012

FERNANDO OCHOA ANTICH. / FALSIFICAR LA HISTORIA

Los venezolanos de mentalidad democrática han tenido que enfrentar, durante trece años, a un régimen de tendencia autoritaria y prácticas fascistas que ha buscado, por todos los medios, falsificar nuestra historia. No lo ha logrado. Un importante grupo de intelectuales venezolanos se ha opuesto con firmeza. Uno de los esfuerzos más significativos fue la lucha que se dio para evitar la ideologización de nuestro sistema educativo. El régimen tuvo que ceder. Entendió que los padres y representantes de todos los sectores sociales saldrían a la calle a enfrentar cualquier medida que vulnerara la libertad de opinión en el sistema educativo. De todas maneras, el chavismo ha perseverado en su esfuerzo al imponer unos textos en el área social que no se ajustan a la verdad histórica y utilizar su hegemonía comunicacional para presentar una visión parcializada de nuestro pasado reciente. 
Hugo Chávez, en su último mensaje de despedida para regresar a Cuba a continuar tratándose el agresivo cáncer que mina su salud, planteó por una vez más esa visión parcializada de nuestra historia. Mantuvo que de perder las elecciones regresaría a Venezuela un régimen neoliberal como habían sido todos los gobiernos del período democrático. Ese señalamiento es absolutamente falso. Los únicos dos gobiernos que aceptaron, transitoria y relativamente, esa ortodoxia económica fueron los segundos gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, presionados por la inmensa crisis económica que enfrentaron. Los gobiernos democráticos fueron siempre orientados ideológicamente por un pensamiento socialdemócrata o  socialcristiano. La riqueza petrolera condujo al surgimiento de un capitalismo de Estado y  la tesis Cepalista a la política de sustitución de importaciones.
Manuel Caballlero en su libro “Las crisis de la Venezuela contemporánea” resume las causas económicas y políticas que debilitaron nuestra democracia. “Varios factores señalaban la necesidad de una profunda reforma: crecimiento de la deuda pública, debilitamiento del bolívar, permanente inflación, fuga de divisas y presupuestos deficitarios. Ahora bien, todo eso lo magnifica y hace más complicado el “Welfare State”. El Estado se hacía presente no sólo como empresario, sino que a la vez seguía con sus viejas funciones de regulador de la economía. Además, era el agente corrector de los desajustes sociales. Lo cual resolvía, respaldado por los ingresos petroleros, a través de subsidios y controles de precio... Únase a esto una agresiva política social destinada a atacar la pobreza y reducir de esta manera las tensiones sociales”. Una política, sin duda, muy alejada del liberalismo económico.
Otra constante en la prédica chavista ha sido acusar a los gobiernos democráticos de estar al servicio del imperialismo norteamericano y no defender los intereses nacionales. Este ataque lo acompañan con duras críticas a la política petrolera establecida a partir de 1958. La verdad, la única verdad fue que Acción Democrática, durante el gobierno de Rómulo Betancourt, estableció la política de no concesiones e impulsó la creación de la OPEP. Todos los gobiernos democráticos mantuvieron como orientación el nacionalismo petrolero, e incrementaron  progresivamente el impuesto sobre la renta y las regalías a las compañías petroleras. Es imposible olvidar que Rafael Caldera nacionalizó el gas y Carlos Andrés Pérez el petróleo y el hierro. No es verdad que PDVSA estuviese al servicio de la burguesía. Su eficiente gerencia garantizó los altos ingresos nacionales que permitieron la gran transformación nacional de esos años.
Una mentira que se repite mil veces en las filípicas chavistas es el supuesto entreguismo de nuestra política exterior a los intereses norteamericanos. Los gobiernos democráticos siempre tomaron sus decisiones con absoluta independencia y soberanía. Buenos ejemplos son: el respaldo que el gobierno del presidente Herrera le dio a la República Argentina durante la crisis de las Malvinas. Venezuela no sólo concedió apoyo político, sino que  le dio un importante respaldo militar. Otro ejemplo fue la decisión del gobierno del presidente Pérez de reiniciar las relaciones diplomáticas con Cuba. Hubo fuertes presiones de los Estados Unidos. Siempre se le respondió con firmeza y dignidad. Dos buenos ejemplos de defensa de nuestra soberanía territorial fueron: el Acuerdo de Ginebra, que reivindicaba la injusticia del Laudo de París de 1899 y la movilización militar ante la presencia de la corbeta Caldas en el golfo de Venezuela.
El régimen chavista no puede presentar las mismas cuentas. Analicemos brevemente algunas de sus políticas: estoy convencido que cada día son menos los que creen que el autoritarismo chavista tiene algo de socialista. Mucho menos de socialismo democrático. El sistema económico establecido por el chavismo es simplemente un ineficiente capitalismo de Estado, corrupto y despilfarrador. Un aspecto realmente escandaloso es su política petrolera. Su nacionalismo de pacotilla queda al descubierto al  analizar lo que ha significado para Venezuela vender a futuro petróleo a China, el insostenible endeudamiento de PDVSA y el millonario subsidio a los países latinoamericanos El imperialismo no es ni ha sido históricamente sólo el norteamericano. Existe el imperialismo chino, ruso, y por lo que se ve, el cubano. Decir que la política exterior venezolana, en estos tiempos, es soberana es no querer ver  la realidad.
Caracas, 1 de abril de 2012.
fochoaantich@gmail.com.

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