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jueves, 22 de octubre de 2015

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, UN SISTEMA INTERNACIONAL EN CONSTANTE CAMBIO,

Después de décadas de guerras e inestabilidad y de las dificultades para estructurar un sistema internacional más justo, capaz de enfrentar los retos que se planteaban a la humanidad, se decide la creación de las Naciones Unidas con la adopción, el 24 de octubre de 1945, de la Carta de la Organización, una suerte de Constitución mundial que regirá desde entonces, aunque no sin dificultades, las relaciones internacionales.

La sociedad internacional es hoy otra y algunos parecen todavía no entenderlo. En el escenario internacional actúan hoy los Estados, la mayoría surgidos de un proceso de descolonización promovido por las Naciones Unidas después de 1945, jurídicamente iguales, aunque económica, social y políticamente diversos. Pero también actúan en este ámbito otras entidades, como las organizaciones internacionales, el Individuo y la sociedad civil organizada, cada vez más influyente en un mundo en constante transformación.
Mucho se ha hecho desde 1945 hasta nuestros días. Avances quizás imperceptibles, objeto de críticas muchas veces no justificadas y en medio de ello, de ese progreso que hace surgir nuevas formas de relación, las Naciones Unidas y el sistema internacional creado entonces.
 En 1945 -y ese es uno de los grandes logros de nuestros tiempos- se proscribe formal y definitivamente el recurso a la fuerza para resolver las controversias internacionales, se confirman normas y se establecen principios fundamentales que van a regular las relaciones entre los Estados con el fin primordial de mantener la paz, promover el pleno respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales y acordar mecanismos para el desarrollo social y económico de los países.
Las Naciones Unidas y el sistema en general han sido eficientes aunque quizás no eficaz en todos los casos y en la forma que todos desearíamos. Su eficacia depende, más que de su eficiencia, de la voluntad política de los Estados que la integran, algunos de los cuales, lamentablemente, convertidos en objetores permanentes que obstaculizan los avances del sistema, desconociendo que los intereses individuales muchas veces perversos, tienen que ser superados por los colectivos, por aquellos que reflejan los intereses de la comunidad internacional en su conjunto.
A setenta años de la creación de la ONU el balance es sin duda positivo. No podría llegarse a una conclusión distinta. Es cierto que la Organización no ha podido superar todos los retos. Los avances son sin embargo evidentes en cuanto a la paz y a la seguridad internacionales, la protección y la promoción de los derechos humanos y la defensa del medio ambiente.
Es cierto que algunas crisis y situaciones de conflicto persisten y que incluso se han agravado, pero también es cierto que sin la presencia y la acción oportuna de las Naciones Unidas, los conflictos internos e internacionales se habrían desbordado y hubieran resultado quizás incontrolables con las graves consecuencias que de ello se deriva.
En materia de derechos humanos, 1945 marca una nueva etapa en la codificación y la formación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Normas y principios fundamentales, reconocidos por la comunidad internacional, moldean hoy de alguna manera la conducta de los Estados en favor del respeto de la vida y de la integridad física de las personas y de su dignidad.
Es cierto que todavía estamos en un mundo caracterizado por la desigualdad y la pobreza, pero la comunidad internacional organizada, es decir, las Naciones Unidas y las instituciones especializadas,  insisten en impulsar políticas y medidas para aliviarlas y superarlas.
No es fácil. Un aparato burocrático inmenso que depende de los acuerdos y los consensos de los Estados Miembros. La eficacia de la Organización dependerá de la voluntad política de los Estados que en definitiva dirigen sus acciones.
No estamos ante un sistema supranacional. Las recomendaciones de los órganos de las Naciones Unidas, con algunas excepciones, entre las cuales las de orden administrativo y funcional, las decisiones adoptadas por el Consejo de Seguridad (Capítulo VII de la Carta) y las decisiones de los tribunales internacionales, no son vinculantes jurídicamente. Sin embargo, los Estados deben acatar de buena fe  las recomendaciones de los órganos internacionales y no argumentar, para eludir sus responsabilidades internacionales, el “respeto de la soberanía”, la “injerencia en los asuntos internos” y  la “independencia”.
El tránsito hacia una verdadera comunidad de intereses exige una interpretación más flexible del concepto “soberanía”. Ese es uno de los mayores retos de la sociedad internacional para garantizar la eficacia de las Naciones Unidas y del sistema internacional en general, ante la necesidad de consolidar una estructura internacional que asegure el progreso económico y social justo y equitativo de todos los países, la paz y al seguridad, el ejercicio pleno de los derechos humanos y de las libertades fundamentales incluido el derecho a vivir en democracia, un derecho humano colectivo hoy consolidado y aceptado por todos como tal.
Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
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jueves, 10 de septiembre de 2015

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, EXPULSIÓN COLECTIVA DE EXTRANJEROS, UN CRIMEN INTERNACIONAL

La situación en la frontera colombo-venezolana (estado Táchira) es absolutamente inadmisible. Nada puede justificar este crimen internacional que afecta a centenares de familia colombianas a las que el régimen, cínicamente, declara responsables del desabastecimiento y la escasez en la región.

Los derechos humanos de los expulsados son pisoteados en forma discriminada, selectiva, en razón de la nacionalidad, en nombre de una fantasiosa guerra económica y de un ataque de la oligarquía colombiana y basada en un estado de excepción sin ningún fundamento jurídico. El régimen de Maduro afirma que la situación en la frontera con Colombia “obedece al desbordamiento” del Estado colombiano “para combatir el paramilitarismo, el narcotráfico” y “promover la desestabilización” de la economía venezolana “mediante el ataque a la moneda, contrabando de combustible y productos de diversa índole”.

Lo cierto es que se violan los derechos humanos de los extranjeros, de los migrantes, de los trabajadores migratorios, de los refugiados. El derecho a la vida y la integridad física y moral, a la propiedad, a la unidad familiar y muchos otros son violados como parte de una política sistemática y generalizada que constituirían un crimen internacional que se agrega a los señalamientos que se han hecho ante la Corte Penal Internacional que tarde o temprano podría  determinar la responsabilidad penal internacional individual de los autores por estos y otros abominables hechos.

La expulsión de extranjeros no puede ser colectiva, como lo establecen las normas de Derecho Internacional consuetudinario. Tampoco puede ser arbitraria. La expulsión debe basarse en una orden administrativa o judicial conforme al derecho interno y al derecho internacional, dentro de un procedimiento justo en el que la persona afectada pueda hacer valer sus derechos. La ilegalidad de una orden hace igualmente ilegal la orden de expulsión. El régimen venezolano no solo discrimina por nacionalidad, sino basado en la condición migratoria de la persona, como lo afirmó insólitamente Jacqueline Faría en días pasados, para quien hay diferencias entre extranjeros en condiciones legales y extranjeros en condiciones ilegales.

La Iglesia, la dirigencia política, la comunidad internacional, los gobiernos y las organizaciones internacionales han expresado su preocupación por la gravedad de la situación, lo que desprecia el régimen, acostumbrado a imponerse sin la razón y con la violencia. De manera oficial, el régimen respondió y calificó de “inmoral e hipócrita” el comunicado de la Unión Europea que legítimamente, dada la trascendencia internacional de estas situaciones, hacía un llamado a Venezuela para que se respetasen los derechos de los extranjeros a la vez que declaraba también con razón que “el cierre de la frontera entre Venezuela y Colombia, seguido del desplazamiento forzado, pone en riesgo el conjunto de la situación humanitaria, la seguridad y la estabilidad en la región fronteriza”.

También rechazó otras sugerencias de gobiernos extranjeros, demostrando una vez más su arrogancia y la incapacidad de solucionar las situaciones por la vía del diálogo. La canciller del régimen consideró “injerencista” la posición de Estados Unidos a la vez que le exigió no inmiscuirse en los asuntos bilaterales, desconociendo que esta materia no es más de la exclusiva jurisdicción del Estado venezolano; se trata, como se sabe, de una materia que por su trascendencia se ubica hoy en el ámbito del interés de la comunidad internacional, por lo que todo Estado tiene el derecho de exigir que se respeten las normas de derecho internacional que regulan la protección de los derechos humanos.

En el Consejo Permanente de la OEA el régimen se opuso a la convocatoria que planteaba Colombia para que examinara la situación humanitaria en la zona fronteriza. El resultado desfavoreció a Colombia pero dejó claro que Venezuela perdió apoyo en la región. Catorce países apoyaron a Colombia, mientras solo cuatro le acompañaron y once se abstuvieron, entre los cuales, lamentablemente Brasil, país que pretende erigirse en gendarme de la región e incluso en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y que insiste en acomodarse y no tomar partido ante situaciones tan graves como esta, para acompañar las barbaridades de un régimen cuyo fin está anunciado.

La realidad es que las deportaciones selectivas ordenadas por el presidente Nicolás Maduro son el producto de una enorme irresponsabilidad por parte de un régimen que juega a la confrontación, dentro y fuera, con fines electoreros.

Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@vitoco98

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viernes, 16 de enero de 2015

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, LO POLÍTICO Y LO ECONÓMICO

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO
Los regímenes totalitarios, especialmente los de corte comunista como el de Nicolás  Maduro, jerarquizan  los derechos humanos y otorgan prioridad a los derechos económicos, sociales y culturales sobre  los civiles y políticos o fundamentales. Es más importante para ellos, en un claro recurso a la farsa y a la manipulación que le es propio, “garantizar” el derecho a la alimentación, a una vivienda digna y a la salud que asegurar el ejercicio del derecho a pensar y expresarse libremente, votar o participar en las decisiones políticas del país o  informar o ser informado veraz y oportunamente.
Si bien no se puede hablar de jerarquía de normas en el ámbito de los derechos humanos, debe admitirse que los derechos económicos, sociales y culturales no pueden ejercerse sin que se garanticen antes los civiles y políticos. Los regímenes comunistas ofrecen los primeros para dominar y someter, mientras niegan los segundos.  El régimen madurista no escapa a esta apreciación. Mientras vive de  anuncios y de promesas pisotea de manera grave y sistemática los derechos fundamentales cuando desconoce el derecho a vivir en democracia e impone prácticas totalitarias excluyentes y discriminatorias y persigue y castiga a los opositores.
En 1999 cuando llegó al poder por la vía electoral, el chavismo inició un proceso que desconocía por su propia naturaleza los derechos civiles y políticos, adelantando desde entonces y consolidando más tarde como herramienta principal para la dominación, el secuestro de los medios de información y de comunicación del país poniéndolos en manos del Estado y de algunos agentes vinculados al oficialismo, convirtiéndolos en medios de propaganda. Después y más ahora, tras el apoderamiento de todas las instituciones, incluido el electoral, parcializado, dependiente y deshonesto, además de ilegítimo, para asegurar la continuidad o eternidad en el poder, se persigue, se amedrenta, se procesa y se encarcela arbitrariamente a quienes disienten y protestan pacíficamente, en una suerte de terrorismo de Estado.
Mientras el mundo se solidariza en la lucha contra este mal en todas sus formas y manifestaciones, tras el atentado en Paris contra Charlie Hebdo, Nicolás Maduro, ausente de la realidad, emprende una gira con sus familiares y colaboradores más cercanos, despreciando las más mínimas reglas de austeridad que exige el momento, para hipotecar el país a cambio de algunas migajas chinas que por unos días cubrirán probablemente algunas necesidades de un pueblo empobrecido integralmente.
Poco importa si Maduro regresa con las manos vacías o comprometidas con nuevos créditos e hipotecas que le permita alargar su agonía. Lo que destaca es que regresa decidido a completar el guión y continuar la farsa planteando como único tema la crisis económica, caracterizada por la anunciada e incontrolable caída de los precios del petróleo: la inflación, la improductividad, el aumento de los precios de la gasolina, el disparatado sistema cambiario múltiple, aunque no aborde el tema principal en este contexto, el relativo al modelo económico en el que reposa la crisis que no sufrirá ningún cambio y que se traduce hoy en las colas de la vergüenza que recorren el país, todo ello sin abrir el más mínimo espacio al debate político.
El régimen impone la agenda y el ritmo y deja de lado el tema esencial, la crisis política, cuya solución es un preliminar obligatorio del tratamiento de los otros aspectos de la crisis que afecta a la sociedad y a la economía venezolanas. Se excluye del debate diario y así parecen aceptarlo todos, el golpe de Estado continuado por la reiterada violación de la Constitución Nacional; el camino hacia la transición planteada con razón por muchos; la violación constante de los derechos fundamentales; el acoso a la libertad de expresión y el destino de los secuestrados políticos depositados en las cárceles militares y comunes del Estado, sometidos a las aberrantes prácticas de tortura física y sicológica y a otros tratos inhumanos y degradantes.
Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@VITOCO98

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martes, 30 de diciembre de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, CONTROVERSIAS CON GUYANA

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO
Mientras acorrala a la disidencia y pisotea la Constitución para imponerse adentro, el régimen venezolano descuida sus obligaciones primordiales: la defensa de la soberanía y de la integridad territorial. Lamentablemente, las cuestiones limítrofes, manejadas en función de los intereses y bajo la influencia de otros gobiernos, han dejado de ser prioridad de la política exterior de la República, como lo fueron una vez, durante la democracia. El tratamiento de la controversia planteada en relación con el Esequibo es una muestra de la desidia y la debilidad revolucionaria.

El examen de las controversias internacionales supone el examen cuidadoso de las cuestiones sustantivas o de fondo como, en el marco de esta controversia, las reglas de validez de un laudo arbitral y sus causales de nulidad, el valor y el alcance de los actos y de las declaraciones  unilaterales (protestas) e incluso omisiones y sus consecuencias jurídicas y las reglas aplicables al establecimiento de las fronteras. No resultan menos importantes las cuestiones de procedimiento que permiten el funcionamiento de los órganos o medios de solución de controversias.
En días pasados la Canciller de Guyana, en ese último contexto, hizo una declaración inamistosa en la que anuncia un recurso judicial en contra de Venezuela que lejos de favorecer la solución de  la controversia planteada sobre el Esequibo, aleja a las partes que siguen estando vinculadas  por el Acuerdo de Ginebra de 1966,  instrumento que prevé el recurso mutuamente convenido a los diversos  mecanismos de solución enunciados en el artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas. Ignora el gobierno de Guyana con esta declaración, más elaborada que improvisada, su obligación de “buscar soluciones satisfactorias para el arreglo práctico” de la controversia planteando un litigio distinto al derivado del cuestionado laudo arbitral de 1899. Las actuaciones unilaterales de Guyana contrarias a sus compromisos con Venezuela, derivados del Acuerdo de 1966,  no son nuevas ni sorprendentes. La delimitación con Barbados, las concesiones en la fachada del Delta y el intento de extender su plataforma continental a más de 200 millas, sin consultar a Venezuela, muestran un unilateralismo agresivo, decidido e inaceptable del vecino país.
El gobierno de Guyana viola de nuevo, ante la actitud pasiva de un régimen entreguista, el Acuerdo de Ginebra de 1966 al plantear un mecanismo de solución en forma unilateral, desvirtuando expresamente el sentido y el contenido del objeto de la controversia planteada por Venezuela, que tal como se desprende del articulo I del mismo Acuerdo se refiere a “la contención venezolana de que el Laudo Arbitral de 1899 sobre la frontera entre Venezuela y la Guayana Británica es nulo e irrito” y  no a “a la soberanía del bosque y la riqueza mineral del Esequibo” como lo afirma la Canciller.
Independientemente de cualquier apreciación sobre el objeto de la controversia tema que podría  plantear divergencias distintas entre las partes y ubicarse en el espacio de las demandas reconvencionales, el recurso al arreglo judicial, en particular a la Corte Internacional de Justicia, es solo posible en base al consentimiento de las partes involucradas en la misma expresado en forma clara e inequívoca, mediante una declaración unilateral, de conformidad con el articulo 36-2 del Estatuto, lo cual no han hecho ni Venezuela ni Guyana. También podría expresarse el consentimiento en base a una cláusula contenida en un tratado internacional, general o especial, como sería el Pacto de Bogotá (Art.XXXI), del cual ninguno de los dos países es parte; por un acuerdo o compromiso bilateral entre las dos partes en el litigio; mediante declaración unilateral anterior a 1945, hecha en el marco de la Sociedad de Naciones; al aceptar la jurisdicción en las condiciones a que se refiere el artículo 36-5 del mismo Estatuto y, en casos muy particulares, por actos implícitos que signifiquen claramente que el Estado ha aceptado la jurisdicción.
Ni Venezuela ni Guyana, ambos partes en el Estatuto de la Corte, han aceptado la jurisdicción de la Corte mediante una declaración unilateral ni ningún acto que exprese tal consentimiento. Por lo tanto, no hay ninguna posibilidad de que la controversia bilateral que hoy opone a los dos países, definida claramente en el Acuerdo de Ginebra de 1966,  acuerdo que debe ser interpretado de buena fe para asignarle a las expresiones el sentido que las partes en el mismo tuvieron la intención de darle, pueda ser llevada a esta instancia jurisdiccional.
El régimen bolivariano es responsable de la defensa de la soberanía y de la integridad territorial, por lo que debe responder de manera contundente y oportuna la inamistosa declaración del gobierno de Guyana y precisar la posición de la República que envuelve necesariamente a todos los actores nacionales, ignorados torpe y deliberadamente por el poder militar en ejercicio, sector nacional que una vez velaba celosamente por el resguardo de los intereses nacionales. La posición de Venezuela no es exclusividad de quienes detentan hoy el poder. Mucho más allá, este tema es del interés de todos, por lo que la posición de la República debe ser elaborada en forma transparente y consensuada, en la que participen todos los sectores nacionales, por tratarse de una cuestión de Estado, como se hizo en el pasado.
Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@vitoco98

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sábado, 20 de diciembre de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, LA IRA REVOLUCIONARIA

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO
Los seudo revolucionarios criollos suelen enardecerse cuando desde afuera y con seriedad, como lo han hecho gobiernos y órganos internacionales, se les exige el cese de sus arbitrariedades, especialmente en relación con la violación de los derechos humanos. Paradójicamente, los que hoy mandan en el país se sienten con derecho de agredir a gobiernos y personalidades extranjeras como lo hiciera Maduro por cadena nacional, hace apenas unos días, al calificar de “asesino” al ex Presidente español, Aznar.
En días pasados Estados Unidos adoptó una serie de sanciones unilaterales de aplicación selectiva en contra de ciudadanos y funcionarios vinculados al régimen, supuestamente relacionados con la violación grave, sistemática y generalizada de los derechos humanos en el país. Las reacciones ante ello fueron inmediatas como lo muestran las destempladas declaraciones de Maduro, Cabello, Jaua, la Fiscal General y la Defensora del Pueblo.
Lo revolucionarios criollos en su afán de engañar a los venezolanos ignoran deliberadamente la realidad del sentido y el alcance de tales medidas unilaterales por lo que es oportuno hacer algunas precisiones al respecto. Las medidas unilaterales pueden ser legales e ilegales en función de su conformidad con el Derecho Internacional. Así, se consideran ilegales las medidas o sanciones unilaterales contrarias a las normas jurídicas internas del Estado que las formula o al Derecho Internacional, como sería  el caso de las sanciones impuestas a Irán y Libia (Ley D’Amato-Kennedy  de 1996) o a Cuba, también  por los Estados Unidos (Ley Helms-Burton de 1996), que han sido consideradas, por la doctrina internacional y por la comunidad internacional representada en la Asamblea General de Naciones Unidas, contrarias al Derecho Internacional por constituir una ley nacional de aplicación extraterritorial que impone obligaciones a un tercer Estado sin su consentimiento. No deja de ser menos ilegal la amenaza de imponer medidas unilaterales, para lograr un objetivo perverso como habría sido el caso de las medidas anunciadas en julio de este año por Venezuela para lograr la liberación de un ciudadano requerido por la justicia de los Estados Unidos por la presunta vinculación con el narcotráfico, que se habrían traducido, como podemos recordar, en el “deterioro de los nexos diplomáticos” como lo señaló en su oportunidad el representante de la Cancillería Calixto García e incluso en un bloqueo a la Isla de Aruba, como lo asegurara entonces el Fiscal de Aruba, Peter Blank (The Wall Street Journal del 28 de julio de 2014).
Distintamente, otras medidas o sanciones unilaterales pueden ser legales si se conforman a las normas como, por ejemplo,  las adoptadas por el Consejo de Seguridad en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas en caso de amenaza a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión (Art.41 de la Carta) que pueden ir acompañadas de intervención militar colectiva (Art.42 de la Carta) con base, desde luego, en una decisión del Consejo de Seguridad.
El Estado puede adoptar medidas unilaterales legales también cuando responde a la violación de una obligación contractual, lo que se podría plantear en el ámbito comercial, aunque las normas de la OMC prohíben hoy la adopción de medidas unilaterales en ese contexto, a favor de un complejo sistema obligatorio de arreglo de diferencias entre los Estados Miembros. Otras veces se adoptan justificadas  medidas unilaterales por razones políticas, en resguardo de intereses colectivos como serían las adoptadas por los Estados Unidos y la Unión Europea en relación con Irán, que complementan las acordadas por el Consejo de Seguridad (Res.1929), por su política nuclear contraria al Derecho Internacional; contra Rusia, por Estados Unidos y la Unión Europea, tras la intervención en Ucrania.
Decir que las medidas adoptadas legítimamente por los Estados Unidos son “injerencia en nuestros asuntos internos” o “atentados contra nuestra soberanía o la del pueblo venezolano” es una falacia; pues, lejos de eso, se trata de medidas selectivas que responden  a intereses de la comunidad internacional, al buscar sancionar a presuntos responsables de la realización de crímenes  internacionales que ni siquiera han sido objeto de investigación por los órganos internos de justicia. Se trata en pocas palabras, lo que es absolutamente valido en las relaciones internacionales de hoy, de medidas encaminadas a modificar las políticas de un gobierno que contrarían las normas de derecho internacional, más grave aun en el contexto de los derechos humanos. De manera que no podemos confundir las sanciones de una u otra naturaleza: unas ilegales que afectan la soberanía de los Estados por su alcance extraterritorial y otras legales, de aplicación selectiva y de alcance interno que responden a los intereses de la comunidad internacional.
Es lamentable que el apoyo a los venezolanos, un pueblo solidario históricamente, provenga sólo del “criticado imperio” y no de otros países que como Chile, Argentina o Brasil sufrieron atrocidades de esta naturaleza en el pasado. Los gobiernos de la región han dejado al cuestionado imperio que responda aisladamente, en ejercicio de una especie de actio popularis  que le es propia, en defensa de los intereses de la comunidad internacional representados en los derechos humanos  que, como hemos dicho, no son más de la exclusiva  jurisdicción  nacional sino que interesan a todos.
Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@VITOCO98                                                                                                                         

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domingo, 2 de noviembre de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, LA TORTURA Y LOS TRATOS INHUMANOS Y DEGRADANTES

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO
En Brasil la presidenta reelecta anuncia cambios importantes ante la necesidad de superar la politización y el enfrentamiento entre dos mitades del país, para lograr los consensos necesarios y avanzar en los planes de desarrollo y crecimiento. De la manera más insólita, el régimen de Maduro, acorralado por su ineficiencia y una corrupción sin precedentes, que le ubica en zonas de impopularidad peligrosas inferiores al 35%, que pueden significar una desestabilización política y una confrontación no deseada, insiste en perseguir y castigar a quienes rechazan el disparatado proyecto político, contradictorio  y desubicado, que se pretende imponer a los venezolanos y que no es más que la simple expresión de un oscuro  militarismo.

Las declaraciones de Maduro y sus Ministros, del teniente Cabello, de la Fiscal y de los diputados que al unísono siguen el guion establecido y ordenado desde La Habana, confirman la postura de un régimen que desprecia los acercamientos para pacificar el país y solucionar los enormes problemas que afectan a los venezolanos, principalmente, a los más necesitados que en algún momento fueron la “razón de ser” de la mal llamada revolución bolivariana.
El régimen viola sistemáticamente los derechos económicos y sociales de los ciudadanos al imponer medidas y controles absurdos e ilegales que impiden su pleno disfrute, mecanismo perverso bien estructurado para empobrecer y dominar. También viola descaradamente los derechos civiles y políticos, al establecer como política de Estado la persecución o apartheid político, la confiscación de los espacios mediáticos, el aniquilamiento progresivo de la libertad de expresión y del derecho a la información.  También desconoce el legítimo derecho de la inmensa mayoría de los venezolanos a su autodeterminación como pueblo; el derecho a vivir en paz y en democracia, esgrimidos con frecuencia afuera en su falso discurso.
En días pasados, ante el reiterado silencio cómplice de  la Fiscal, de la Defensora del Pueblo y de las autoridades de una de las cárceles políticas del país,  se conocieron los actos de tortura y otros tratos inhumanos y degradantes infligidos por sus verdugos en Ramo Verde a Leopoldo López, Enzo Scarano, Daniel Ceballos y Salvatore Luchesse, detenidos arbitrariamente po protestar, por expresarse, por disentir y condenar la barbarie.
No sólo estamos ante actos que constituyen el crimen de tortura, sancionado por las Convenciones y demás instrumentos internacionales adoptados por la comunidad internacional, sino ante un crimen más grave aún, sancionado  por el Derecho Internacional Penal: el crimen de lesa humanidad, crimen que choca con la consciencia humana que abre el ejercicio de la jurisdicción penal universal por tribunales nacionales de algunos Estados y la competencia de la Corte Penal Internacional.
Los actos de tortura física y mental en contra de estos presos políticos no son hechos aislados, tampoco individualizados,  menos esporádicos, atribuibles a funcionarios de segundo rango, simples ejecutores de las órdenes superiores. Estamos ante actos por los que se infligen a una persona dolores o sufrimientos graves para castigar a la disidencia, en ejercicio claro de una política represiva estructurada y sistemática. Actos crueles que responden a dos criterios que determinan el crimen de lesa humanidad por los que algunos tendrán que rendir cuenta a la justicia en su oportunidad: la generalidad y la sistematicidad.
Con esto se abulta el expediente abierto a todos aquellos que han cometido o participado de cualquier manera en la realización de estos odiosos crímenes y se abre el camino a la justicia que persigue la erradicación definitiva de la impunidad por tales conductas y a la prevención para que ellos no se cometan más en el futuro, en ninguna parte.
Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@VITOCO98

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jueves, 23 de octubre de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, RECOMENDACIONES VINCULANTES

Hace unas semanas el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de las Naciones Unidas, uno de los procedimientos creados por el Consejo de Derechos Humanos, adoptó una recomendación en la que “insta” al Gobierno venezolano a liberar a Leopoldo López detenido arbitrariamente desde febrero de 2014, en violación del artículo 9 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948,del artículo 9-1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y de los principios más elementales que regulan la libertad y la dignidad de la persona. 

Simplemente, y esa es la base de la arbitrariedad, por haber ejercido los derechos que le confieren los instrumentos internacionales y la Constitución de la República.

Un llamado que ha motivado comentarios diversos, unos acertados, ciertamente; otros  sin sentido y varios malintencionados como los emitidos, por supuesto, por las autoridades del régimen que niegan una vez más el valor y la importancia de las recomendaciones de los órganos internacionales encargados de velar por el respeto de los derechos en el mundo, a los que muchos en el pasado, en el país y en la región, recurrieron para lograr la protección de sus derechos en épocas de dictadura y de arbitrariedades, no muy distintas a las que vive hoy Venezuela, en lamentable soledad.

Los órganos de derechos humanos –Grupos o Comisiones-  adoptan resoluciones que en principio no serían vinculantes desde el punto de vista jurídico, como sería el caso del Grupo de Trabajo citado o de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el ámbito regional.

Pero negarle este carácter  y su valor y obligatoriedad a esas recomendaciones contraría el sentido de las normas del Derecho Internacional de los Derechos Humanos que buscan proteger a la persona de los desmanes y los atropellos de los regímenes que, como el venezolano, desprecian la integridad física y los derechos de los ciudadanos, también el orden jurídico y las reglas de convivencia.

Las recomendaciones de los órganos internacionales de derechos humanos deben obligar jurídicamente, por su objeto (individuo) y sus fines (protección de la vida y de la integridad física y moral) por lo que los Estados deberían respetarlas y ejecutarlas sin dilación. Ante el argumento restrictivo y perverso de regímenes inescrupulosos que tratan de esconder la realidad de los derechos humanos en sus países, a estas recomendaciones hay que otorgarles hoy mas que nunca un carácter vinculante en base al principio del “valor útil”, expresión jurídica establecida en el Derecho Internacional y reconocida por los tribunales internacionales, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en particular, al referirse a las medidas cautelares adoptadas provisionalmente, mientras se adopta una decisión sobre el fondo.

Pero los regímenes retrógrados, esos  que van contra la corriente universal, rechazan toda interpretación que favorezca el ejercicio pleno de los derechos humanos y la vida en democracia. Ese es el error que al final los conduce a la desaparición y al desprecio, aunque no al olvido. La Fiscal opina, como es habitual, sin fundamento y en el marco de una política orquestada o sistemática de Estado. La Defensora del Pueblo una vez más ausente, incumpliendo sus obligaciones ante las injusticias y las arbitrariedades del régimen. Ignoran ambas, como otros jerarcas, que con su actitud –acciones y omisiones- se hacen cómplices de los crímenes de Derecho Internacional que se cometen en el país en estos tiempos oscuros, que  serán conocidos y sancionados por la justicia nacional o internacional, en su oportunidad.

Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
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miércoles, 15 de octubre de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, UN RÉGIMEN DESUBICADO

La sociedad internacional es hoy muy distinta a la de 1945. 
Un cambio cuantitativo, por el acceso de los nuevos Estados producto de un proceso de descolonización en la década de los 60 y del nacimiento de otros derivados de la escisión y la unificación, especialmente en Europa. 
Un cambio cualitativo por el surgimiento de nuevos sujetos y actores internacionales: las Organizaciones Internacionales y el Individuo, pero también la sociedad civil, organizada en gran parte en organizaciones no gubernamentales que juegan un papel cada vez más relevante en la adopción de las decisiones internacionales y en la formación y elaboración del Derecho Internacional
Las relaciones internacionales son distintas también. Los sujetos y los actores se mueven hoy en un mundo globalizado en el que la ciencia y la tecnología, especialmente las relacionadas con les medios de comunicación, les dan una dinámica  muy particular. Ya no hablamos de cooperación internacional en el sentido simple de la expresión. Los intereses individuales ceden ante los de la comunidad internacional que se forma y se consolida cada vez más. Los cambios en la sociedad internacional y en las relaciones internacionales inciden en la transformación del Derecho Internacional que se adapta constantemente a esas realidades. Nuevos conceptos, como patrimonio común de la humanidad, comunidad internacional, solidaridad, crímenes contra la humanidad surgen y se afianzan. Principios fundamentales que evolucionan y ceden ante los intereses colectivos, como el de la soberanía que no es más una coraza para que gobiernos irresponsables actúen arbitrariamente dentro de los Estados. Surge un orden público internacional en el que se insertan normas objetivas que deben respetarse imperativamente a favor de los intereses comunes. Surge en definitiva una solidaridad necesaria para enfrentar los mayores retos.
Estamos en un mundo que cambia constantemente y los Estados deben adaptarse a esa realidad. Los gobiernos responsables han elaborado una agenda internacional que destaca los derechos humanos, todo lo relacionado con la persona,  su vida, su integridad, sus derechos fundamentales, con la democracia como derecho individual y colectivo; la paz y la seguridad, la lucha contra el terrorismo y los otros crímenes internacionales, para erradicarlos definitivamente; y, la protección del medio ambiente, que garantiza el espacio físico en el que vivirán las nuevas generaciones. Desconocerlo seria ir contra la corriente y ubicarse en el grupo de objetores que niegan los avances de la libertad y del progreso en dignidad.
Es probable que Venezuela, si logra los dos tercios de los votos en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en elección que tendrá lugar el 16 de octubre, obtenga un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad. Ya lo tuvo antes, representada dignamente por gobiernos democráticos, respetuosos de las normas de convivencia.
Las políticas internas del régimen bolivariano, especialmente en materia de derechos humanos y democracia no le acreditan para tal responsabilidad; tampoco sus acciones externas, coincidentes con los regímenes forajidos. El apoyo a las dictaduras de Siria, Cuba, Corea del Norte; a la agresión de Rusia a Ucrania;  las relaciones y sostén a grupos terroristas de la región y de fuera; y su persistente manía injerencista y de confrontación  muestran debilidades que permiten prever el papel que jugara en la lucha contra el terrorismo y por la paz y la seguridad internacionales.
Venezuela en el Consejo de Seguridad será la piedra en el zapato de la comunidad internacional. No puede ser de otra forma si aceptamos que la política exterior es una prolongación de las políticas internas. Recurrirán al azufre para oponerse a las decisiones sensatas y complacer a sus seguidores trasnochados, en sus políticas superadas por odiosas e inefectivas.
El mundo va por solo un camino. El de paz y la estabilidad, el del progreso, el del respeto de los derechos y las libertades fundamentales y el régimen venezolano no parece ir en esa dirección que exige una solidaridad real y autentica  y no “acomodos solidarios” basados en postulados ideológicos obsoletos, con fines políticos perversos, los mismos que han mantenido  a los Castro en Cuba y han hecho posible la aniquilación de un pueblo,  hundido en la miseria desde hace más de cincuenta años.

Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@VITOCO98

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lunes, 18 de agosto de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, LAS IRRESPONSABILIDADES DEL RÉGIMEN

La destrucción del país es una lamentable realidad que recoge el excelente libro coordinado por José Curiel: “Del Pacto de Punto Fijo al Pacto de La Habana” en el que se muestran los logros de la democracia entre 1958 y1998; y el desastre chavista desde entonces, basado en la mentira y el odio. 

De un país pujante, en pleno desarrollo, a un país empobrecido, acabado y dividido, en el que domina el cuartel y el irrespeto a la persona, una corrupción sin precedentes y una impunidad  que abre el camino a la comisión de crímenes y delitos de todo tipo, producto de una irresponsabilidad total de quienes hoy manejan el país.

Hacia afuera, como prolongación de las nefastas políticas nacionales, el régimen muestra también la mayor irresponsabilidad, lo que se refleja en el tratamiento que ha dado a dos temas de sumo interés, uno esencialmente político: la crisis en Gaza; y otro fundamentalmente jurídico, la reclamación del territorio esequibo.

En el primer caso, la posición asumida es deplorable y torpe más si se considera la pretensión de Venezuela de ingresar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El apoyo irrestricto a grupos terroristas palestinos, lejos de contribuir con la estabilidad en el Medio Oriente aumenta las tensiones. Es inconcebible e inaceptable apoyar a grupos que plantean “aniquilar”  el Estado de Israel. Es un error apoyar el terrorismo internacional y sus prácticas, especialmente, en este contexto, con el alistamiento de niños y su uso como escudos en objetivos militares, para responsabilizar a Israel de la muerte de civiles inocentes. 

Más errático y perverso aun resulta traer niños palestinos, sin programa, improvisadamente, sólo con fines políticos, violación clara de todas las normas internacionales relacionadas con la protección de los niños.

El caso de la reclamación del territorio esequibo es igualmente patético. Un tema de Estado como lo vieron con la mayor seriedad los gobiernos democráticos hasta 1998, convertido hoy en un tema de gobierno y de partido por los aventureros e improvisados que tienen la responsabilidad de proteger los intereses nacionales y defender la soberanía y la  integridad territorial.

El régimen ha manejado de la manera mas irresponsable este tema. En secreto. De forma misteriosa, quizás para adaptarse a los intereses cubanos. Se separa a los expertos conocedores del tema, se asumen posturas sin consulta nacional  y se nombra facilitador a un funcionario ausente que  desconoce todos los aspectos del tema.

Lo relativo a los comportamientos, acciones e inacciones del Estado; y a las declaraciones unilaterales es quizás uno de los más complejos.

No ha habido siempre respuestas oficiales oportunas ni suficientes a algunas acciones de Guyana; un silencio inconveniente que puede traducirse en ciertas condiciones en aquiescencia y más allá en aceptación o en reconocimiento de una situación determinada. También se habrían formulado declaraciones que no necesariamente producen efectos jurídicos. 

El Derecho Internacional exige ciertas condiciones que se resumen en la intención, la capacidad del funcionario, la publicidad y la claridad lo que no responde a la realidad de estas actuaciones.

La torpeza del régimen no puede llevarnos a conclusiones ligeras contrarias al interés nacional. Sería impropio de los formadores de la doctrina internacional en el país otorgar un valor jurídico a esos actos atribuibles al Estado por la irresponsabilidad de los encargados de ejecutar la política exterior y fortalecer así las tesis de Guyana.

Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@VITOCO98

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miércoles, 6 de agosto de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, INMUNIDAD E IMPUNIDAD

La liberación del exjefe de inteligencia de Hugo Chávez pone en tela de juicio los mecanismos internacionales en materia penal para combatir el narcotráfico.

La detención el pasado 23 de julio en Aruba (Antillas Neerlandesas) del exjefe de inteligencia del régimen de Hugo Chávez en Venezuela y su posterior liberación, tres días mas tarde, por disposición del Gobierno de los Países Bajos, pone en tela de juicio los mecanismos de cooperación internacional en materia penal, esenciales para combatir los crímenes de mayor trascendencia internacional, como el narcotráfico.

Independientemente de las cuestiones de fondo, es decir, si el señor Carvajal es o no responsable de los hechos que se le imputan y por los cuales Estados Unidos solicita su captura, existe una solicitud de detención por un Estado que ha iniciado una investigación, lo que genera obligaciones de otros Estados basadas en un tratado de extradición en vigor; en instrumentos internacionales que obligan al Estado territorial a cooperar, como la Convención de las Naciones Unidas de 1988 contra el tráfico ilícito de estupefacientes y en la obligación aut dedere aut judicare (se extradita o se juzga) básica en la lucha contra la impunidad, establecida y recogida en la Carta de la ONU, en la Declaración de Principios referente a las relaciones de amistad y de cooperación entre los Estados y, entre muchos otros, en el Estatuto de la Corte Penal Internacional.

El Gobierno de los Países Bajos habría incurrido lamentablemente en apreciaciones infundadas e interesadas para dar salida política a un tema jurídico y de suma relevancia internacional, dadas las características del supuesto delito por el que se imputa a Carvajal. En relación con ello, las autoridades de Aruba consideraron con razón que Carvajal no tenía ninguna inmunidad derivada de su cargo y menos por ser el titular y portador de un pasaporte diplomático, contrariamente a la posición de Venezuela que exigía su liberación por disfrutar, según el Gobierno de Caracas, de inmunidad diplomática aunque no de inmunidad consular, lo cual fue aceptado ulteriormente por La Haya, aparentemente por presiones de Caracas.

La Convención de Relaciones Diplomáticas de 1961 inaplicable en este caso, pese a la referencia hecha por Caracas, establece una serie de inmunidades a título personal al funcionario diplomático; mientras que las inmunidades contempladas en la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 1963, se otorgan en base a un criterio funcional previéndose incluso excepciones importantes cuando se trata de “delitos graves” en los que estaría incurso el funcionario de que se trate lo que no es el caso en la Convención de 1961.

La lucha contra la impunidad por crímenes internacionales debe responder a un esfuerzo colectivo de la comunidad internacional

En este asunto el señor Carvajal, tal como lo habrían afirmado la Fiscalía y el Tribunal encargado del caso en Aruba, no disfrutaba de inmunidades diplomáticas, tampoco consulares pues el procedimiento de su acreditación no habría concluido; tampoco cabía una aceptación provisional como lo establece la Convención que en cualquier caso tendría que haber sido notificada antes de la detención, lo que finalmente argumenta el Gobierno de La Haya para justificar la extensión de inmunidades a Carvajal y eludir su obligación de luchar contra la impunidad por la realización de crímenes de trascendencia internacional, como el narcotráfico.

Países Bajos habría desvirtuado el sentido y el alcance del régimen de Viena, al adoptar una decisión política que contraría las obligaciones que le imponen los distintos textos internacional y el Derecho Internacional consuetudinario derivada del principio aut dedere aut judicare.

La lucha contra la impunidad por crímenes internacionales que ofenden la dignidad y que ponen en peligro la paz y la seguridad internacionales como el narcotráfico debe responder a un esfuerzo colectivo de la comunidad internacional en el que deben prevalecer los intereses comunes. En este caso, independientemente de la presunta responsabilidad de Carvajal, Países Bajos habría asumido una posición política inconveniente que erosiona el sistema de cooperación internacional para combatir la impunidad por la realización de estos crímenes, lo que traerá, sin duda, serias consecuencias internacionales. La decisión de Países Bajos crea un precedente muy grave al otorgar por razones meramente políticas un tratamiento diplomático a un funcionario consular, incluso posterior a los hechos, lo que le agrava aún mas; y, por otra parte, por haber dado prioridad de manera interesada a normas de importancia secundaria en perjuicio de la necesaria lucha para erradicar la impunidad por la realización de crímenes de esta naturaleza todo lo cual deja un sabor amargo por ser La Haya, precisamente, la capital de la justicia internacional.

La liberación de Carvajal mediante una entrega incondicionada podría incluso constituir un hecho internacionalmente ilícito lo que generaría la responsabilidad internacional de Países Bajos, si así lo plantease Estados Unidos, por la violación del Tratado bilateral de Extradición o un Estado parte de la Convención de las Naciones Unidas de 1988.

Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
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miércoles, 12 de marzo de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, UN GOLPE A LOS PUEBLOS DE LA REGIÓN

En perfecta complicidad con el régimen opresor venezolano, los gobiernos de la región, al adoptar la Declaración del 8 de marzo de 2014, destruyen los postulados de la Carta de la OEA y los instrumentos relativos a los derechos humanos y la democracia, como la Declaración de Derechos Humanos de 1948 y la Carta Democrática Interamericana, también la Convención sobre Derechos Humanos de 1969 y un sinnúmero de resoluciones adoptadas sobre la materia.
Los mandatarios de turno en la región ignoran  el desarrollo del Derecho Internacional, la evolución de las relaciones internacionales y de la sociedad internacional, que coloca materias de interés  colectivo, como el respeto y la promoción  de los derechos humanos, por encima de los ordenamientos jurídicos de los Estados, así como la nueva concepción en virtud de ello, del principio de  “soberanía” que cede necesariamente ante materias que se colocan en el ámbito del interés de la humanidad. Un retroceso lamentable para una región que ha estado siempre a la vanguardia en la formación y en el desarrollo del Derecho Internacional.
Los gobiernos de turno de la región ignoraron el mandato que se les dio en 1948 cuando se aprobó la Carta de la OEA, su instrumento constitutivo, de actuar en nombre de los pueblos de la región. 
La “solidaridad”  a la que se refiere la Declaración considera solamente al gobierno venezolano, mientras desprecia el sentimiento del pueblo venezolano. Se habla de “solidaridad” pero no es precisamente a la que se refieren quienes elaboraron la Carta, cuando aseguraron  que “… el sentido genuino de la solidaridad americana y de la buena vecindad no puede ser otro que el de consolidar en este Continente, dentro del marco de las instituciones democráticas, un régimen de libertad individual y de justicia social, fundado en el respeto de los derechos esenciales del hombre”. Dice además la Carta que  la “solidaridad de los Estados americanos y los altos fines que con ella se persiguen, requieren la organización política de los mismos sobre la base del ejercicio efectivo de la democracia representativa”.
 Los gobiernos de turno introducen desequilibrios graves que minan la credibilidad del texto, al rechazar la injerencia en los asuntos internos de los Estados y apoyar abiertamente  “al gobierno democráticamente electo de Venezuela” en el proceso de diálogo y  paz que se sabe está invadido de malas intenciones; y cuando condena “toda forma de violencia e intolerancia” en el país, desconociendo también deliberadamente que la verdadera violencia, su promoción y ejecución corresponde exclusivamente al régimen, lo que se infiere de las declaraciones incriminatorias del mismo Nicolás Maduro y de sus allegados. Incurren además en expresiones sin fundamento para justificar el texto, al hacer “un llamado a todos los sectores” para que respeten los derechos humanos, ignorando deliberadamente que solo el Estado y sus representantes pueden ser responsables por los actos que suponen tal violación. Además se omite el origen de la crisis en el país al no hacer referencia a las “protestas pacificas” y a la “represión”  y las formas aceptadas por altos funcionarios, la Ministra de la Defensa cuando justifica los excesos policiales y la Defensora del Pueblo que interpreta la tortura y le asigna valores diferentes.
Resulta curioso y lamentable que al tratar el tema de la democracia se dejasen de lado referencias fundamentales, intrínsecas al concepto. No expresan en efecto los representantes de los gobiernos de turno que “la promoción y protección de los derechos humanos es condición fundamental para la existencia de una sociedad democrática”; y, que son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, “el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho…”;. Menos aun que uno de los componentes fundamentales del ejercicio de la democracia es “el respeto por los derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa” todo ello ausente en un examen serio e imparcial de la realidad venezolana.
En la Carta de la OEA se habla de “democracia representativa” como condición para la estabilidad, la paz y el desarrollo regional;  sin embargo, el texto se aleja de ese mandato pues una verdadera promoción habría debido contener referencias más claras y contundentes acerca del concepto que exige del gobierno de que se trate, no solamente su origen, sino el ejercicio democrático, que el régimen de Maduro ha abandonado al violar flagrantemente la Constitución Nacional y el respeto de los derechos humanos, antes de febrero de 2014; y después, por la represión brutal sistemática, clara e inequívoca que ha desatado en contra de las manifestaciones pacíficas. La democracia es, sin duda alguna, como se precisa en la Carta Democrática, “… indispensable para el ejercicio efectivo de las libertades fundamentales y los derechos humanos…” y eso parece producir cierta alergia a quienes hoy habitan en las casa de gobierno de la región.
Es lamentable también que esos mandatarios no hayan considerado el enfoque preventivo, necesario a la solución de las crisis internas e internacionales. Temerosos o cuidadosos  los gobiernos de la región hacen un llamado sesgado e incoherente a la “paz en el país” a la vez que expresan una extraña solidaridad, pero no plantean ningún control para verificar su cumplimiento, lo que contradice la esencia misma de una resolución o declaración mediante la cual se planea “un programa de acción” para resolver la crisis que se niegan a reconocer.
Sin duda, quienes gobiernan hoy la región interpretan de manera interesada y perversa los principios y normas que fundamentan el funcionamiento del sistema regional, sea por intereses menores, políticos o económicos; o en la búsqueda del establecimiento en la región de un sistema político, económico y social contrario a la esencia misma de los derechos humanos y que además, es evidente que la mayoría de los pueblos de la región rechaza.
Se ha establecido un precedente peligroso, poco favorable al desarrollo integral de la región. Los gobiernos de turno, simplemente, dieron un golpe de Estado a los pueblos de  la región y a la Organización, desprotegidos lamentablemente  por la Carta Democrática Interamericana, lo que no debería dejar de preocupar a los pueblos de los otros países que en algún momento puedan enfrentar situaciones de violencia de Estado como la que atraviesa hoy Venezuela.
Víctor Rodríguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@vitoco98

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sábado, 1 de febrero de 2014

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, AUTODETERMINACIÓN Y NO INJERENCIA

El derecho a la autodeterminación de los pueblos abrió el camino a la transformación más importante de la sociedad internacional, mas a partir de 1960, cuando se codificó en la Declaración sobre la Independencia de los países y pueblos coloniales (Res.1514 XV de la Asamblea de la ONU) que permitió el ingreso a la sociedad internacional de decenas de países  sometidos hasta entonces al poder colonial.
Los países tienen derecho a luchar por su independencia, incluso armada y, más allá, conforme a una interpretación más amplia del principio, todos los Estados tienen derecho a escoger su sistema político, económico y social y de decidir su destino como nación. La comunidad internacional, ante situaciones de colonialismo, puede actuar y en forma legítima, apoyar los movimientos para que los pueblos afectados  por el yugo colonial logren su independencia, lo que no puede traducirse como la violación de otro principio fundamental, el de no injerencia en los asuntos internos de los otros Estados que prohíbe a los Estados intervenir, de cualquier manera, en la política interna de otro.
El principio es a veces objeto de manipulación por regímenes inescrupulosos que buscan su aplicación, más que para avanzar en la construcción de una sociedad internacional más libre y justa, para imponer sus nefastos proyectos en otros países.
La comunidad internacional puede legítimamente intervenir ante las situaciones de colonización y de violación de los derechos de los pueblos, como lo hiciera a través de los órganos internacionales, en las décadas de los 60y los 70 cuando se luchaba por la independencia de los países y pueblos coloniales y contra el apartheid. No puede, sin embargo, ningún Estado u organización internacional intervenir en los asuntos internos de los Estados, salvo cuando se trate de situaciones de interés de la humanidad, es decir, ante la violación de normas superiores, en especial, las relativas a la protección los derechos humanos y del medio ambiente, materias que hoy se extraen de las jurisdicciones internas y se ubican el espacio de interés común.
El tema del derecho a la autodeterminación es tan complejo como sensible, lo que obliga en diplomacia a la mayor discreción. En días pasados Maduro retoma el tema de la “independencia” de Puerto Rico al anunciar su planteamiento en la reunión de la CELAC que se inicia hoy en La Habana, con el fin de retar al imperio y de complacer a algunos afuera, aunque más a corrientes internas radicales que se oponen en sus propias filas a su liderazgo, que por convicciones propias.
El llamado de Maduro a la “independencia de Puerto Rico” o  la “simple”  invitación a participar en la CELAC, constituye una intromisión en los asuntos internos de los Estados Unidos. No debe ignorar Maduro que  más  del 95 por ciento de los puertorriqueños rechaza la independencia, promovida todavía por un pequeño grupo de izquierdosos desubicados, sostenido por regímenes irrespetuosos de las normas internacionales, que ven en la independencia de Puerto Rico un paso más en la “cubanización” de la región. Nadie plantea hoy con seriedad la independencia de un pueblo que por voluntad propia ha preferido mantener el estatuto de Estado Libre Asociado que goza de cierta autonomía y que ofrece a los puertorriqueños el respeto de sus tradiciones culturales que hacen de la Isla una nación con una particular identidad nacional. Independientemente de las bondades o no que se derivan del estatuto de Estado Libre Asociado e incluso del estatuto de Estado de la Unión, la otra opción planteada, esa es la decisión de los puertorriqueños y todos deben respetarla.
El planteamiento de Maduro podría autorizar a otros Estados a promover la independencia de algún Estado o dependencia administrativa venezolana o de cualquier otro Estado, lo que sería gravísimo. El llamado de Maduro nos hace reflexionar además sobre el derecho que tenemos los venezolanos de escoger nuestro sistema político, económico y social y de decidir nuestro destino, sin la imposición de un modelo totalitario rechazado por la mayoría, ni el sometimiento a potencias extranjeras llamadas a regentar nuestra vida política y administrativa.
El ejercicio del derecho a la autodeterminación abre el camino al disfrute pleno de un derecho humano inalienable de origen colectivo, el derecho de los pueblos a vivir en democracia, sistema que conlleva en sí mismo el derecho a elegir libremente nuestro destino como nación.
Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com

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