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jueves, 11 de junio de 2015

CESAR GUILLEN CITTERIO, LIBERTAD E IGUALDAD ABSOLUTA-UTOPIA O REALIDAD

Esta paradoja fundamental e inquietante, ha inspirado a través del tiempo los grandes movimientos y conflictos de la humanidad. Sin embargo a pesar de la opinión y del  pensamiento de muchos, la realidad nos ha demostrado que no se puede ser libre e igual totalmente. ¿Por qué?

Porque si hubiera una igualdad total entre todos los hombres, la desigualdad fuera monstruosa. Y esto simplemente porque no todos los hombres somos igualmente fuertes, igualmente inteligentes, ni aptos para muchas de las cosas de la vida en comunidad.

Estas desigualdades establecen de inmediato y sin ninguna libertad, la desigualdad más terrible. Es decir los débiles, los menos inteligentes, los menos aptos, quedarían utilizados y explotados por los más fuertes y capaces para hacer las cosas, es allí en ese momento donde desaparece la igualdad.

Así mismo, al querer implantar un régimen absoluto de igualdad en todos los sentidos, tendríamos que frenar el instinto agresivo, posesivo y ambicioso del hombre (Reyes, caudillos, dictadores) y esto porque el hombre por su naturaleza esencial, tiende a dominar al resto. Y tal conducta, aunque nos sorprenda, ha sido a través de los siglos su  fuerza histórica, para bien o para mal.

Para poder alcanzar esa igualdad absoluta entre los hombres, se requiere entonces la implantación de una dictadura feroz, que no deje el menor resquicio de libertad, porque al haber un pequeño espacio de libertad, resurge entonces de nuevo la desigualdad.

Entonces, la igualdad y la libertad son contradictorias, ¿cómo es esto? La historia está llena de casos en la que las grandes revoluciones que han surgido tomando como bandera a la igualdad absoluta, han degenerado en férreas dictaduras cuya característica principal ha sido, ser las más grandes negadoras de la libertad. La revolución francesa, fue el primer ejemplo práctico en la historia. Algunas de ellas todavía sobreviven en la actualidad.

Los hombres estamos condenados a encontrar un equilibrio social, es decir: del máximo posible de igualdad con el máximo posible de libertad. Nunca podrán existir la libertad e igualdad absolutas al mismo tiempo, ya que se autodestruyen una a la otra. La igualdad civil es todo lo que puede exigir el hombre razonable.

Las sociedades democráticas occidentales son las únicas que a través del tiempo se han planteado una lucha para que se pueda lograr, el que preservando un grado de libertad necesario, se mantenga un grado de igualdad razonable. Esto, con base a las leyes en un marco constitucional verdaderamente Democrático.

Cesar Guillen Citterio
cesarguillencittrerio@gmail.com


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jueves, 6 de febrero de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, LOS INTELECTUALES Y EL SOCIALISMO,

Este es el título de un interesante trabajo de F.A. Hayek, donde da cuenta de esta extraña especie; al principio de su lectura, me chocó el concepto que empleó para describir nuestro gremio de intelectuales, el de: “negociantes de información de segunda mano”, al principio me sentí como un vendedor de alfombres usadas, pero, luego de terminar la lectura, caí en cuenta de que se trataba de una de las más atinadas descripciones de nuestra actividad.
Para Hayek, el intelectual no es un científico, ni un académico, es decir, no es un especialista, es el intermediario entre éstos y las masas, se trata de una persona que entiende poco de mucho, dice Hayek: “El intelectual típico no necesita poseer conocimientos en particular, ni siquiera necesita ser inteligente para realizar su rol de intermediario en la diseminación de las ideas. Lo que lo califica para su trabajo es el amplio margen de temas de los que puede hablar o escribir, y estar en una posición o tener hábitos por medio de los cuales se entera primero de nuevas ideas antes que su público”.
Se trata de una concepción muy diferente, por ejemplo, a la del crítico social y filósofo norteamericano Noam Chomsky, para quien la carga moral es lo principal en un intelectual, tal como lo refiere su consigna: “la responsabilidad de los intelectuales consiste en decir la verdad y revelar el engaño”.
Para el economista y filósofo austríaco, el verdadero poder de los intelectuales no está en el corto plazo, nuestras opiniones tardan en llegar y posicionarse entre el público, pero todos los estudios en que basó su investigación indican, fehacientemente, que los intelectuales manejamos un poder real, que no es otro que formar la opinión pública de las grandes mayorías.
En los trabajos que examinó Hayek sobre el desarrollo del socialismo tanto en Alemania, Inglaterra, Francia, como en los EEUU, la evidencia es contundente, esta élite de intelectuales fueron los que iniciaron el movimiento de opinión a favor de los socialistas, y a la vuelta de varios años este conocimiento llegó a las masas, donde prendió entre los trabajadores.
Este camino es fácilmente observable en el caso de Venezuela, fue una labor constante  de promoción de las ideas socialistas por parte de muchos escritores, cineastas, gente del teatro, locutores, analistas políticos, artistas y personalidades en el mundo de la comunicaciones, quienes difundieron, a partir de los años sesenta, los valores de la violencia social, el odio de clases, la sublimación del guerrillero y del revolucionario como íconos ejemplares, el desprecio por los valores espirituales, el descrédito de una vida de trabajo a favor del delincuente, la burla a la familia y la religión, la campaña de desprecio a la clase empresarial… esa tendencia a favor del socialismo tardó varios años en hacerse patente dentro de las clases populares; cuando llegó su momento, las masas estaban listas para elegir como presidente a un golpista, su candidato salió de la cárcel donde purgaba condena por hechos violentos y, luego de una campaña electoral, coronó con la más alta magistratura del país, apoyado casi unánimemente por todos los sectores.
¿Por qué, se pregunta Hayek, el éxito del socialismo en la opinión pública mundial? Varias son las razones que alega, entre ellas, el socialismo entendió la importancia de los intelectuales y los cortejaba (el caso de la Cuba de Fidel es un claro ejemplo); las ideas del socialismo, basadas en una utopía, invitaban a la especulación y a la crítica gratuita contra los valores establecidos en la sociedad; su falta de rigor hacía atractivas estas ideas proyectadas a futuro, el socialismo ofrecía un paraíso en la tierra sin discutir el cómo se iba a llegar a él, se vendió como una ideología progresista y que venía de hombres de buena voluntad; la propaganda insistió en su carácter científico y en los sólidos conceptos como los del materialismo histórico, la plus valía, y la misma dialéctica marxista, ,que le daban ese toque de “profundidad” que satisfacía a los más cultos.
Pero Hayek dice algo verdaderamente preocupante con respecto a los intelectuales, cuando éstos están a la “pesca” de ideas novedosas, de tendencias, de nuevos conocimientos, para trasmitirlos a su público, por lo general no analizan mucho las sustancia de sus hallazgos, basta con que estén conformes con su propia visión del mundo, con su opinión, para hacerlos parte de su arsenal ideológico y lo transmitan, sin darle muchas vueltas al asunto, muchas veces contribuyendo, sin darse cuenta, a causar un daño mayor en el muro de convicciones de su país.
El autor le concede a los intelectuales la presunción de buena fe; dice de ellos que la mayoría son honestos, puede que algunos se dejen manipular por personas, organizaciones e intereses, pero eso sucede hasta cierto punto, la mayoría de los intelectuales, a pesar de que se ganan la vida produciendo opiniones para grandes medios de comunicación, instituciones del gobierno o ONG’s, poseen, en el fondo, un núcleo central de convicciones que son inalienables, aún en países como el nuestro, donde los intelectuales acostumbran a organizarse en “grupos de opinión”, controlados por personas y editores que intentan imponer una pauta en la opinión pública, a favor de sus intereses, y hacen un frente colegiado, en el entendido de que aumenta su prestigio, seguridad y poder.
En cuanto a la competencia entre un sistema como el capitalista, que defiende y promueve las libertades, y uno como el socialismo, que aboga por la sumisión del ciudadano ante el estado - dice Hayek - el capitalismo tiene las de perder, ya que nadie defiende su libertad salvo cuando está en peligro de perderla, no hay programas de difusión de los valores democráticos sino cuando es ya muy tarde y las cadenas del totalitarismo son impuestas a la fuerza; el socialismo, sin embargo, está en una búsqueda permanente de adeptos, justificando sus carencias de racionalidad y humanismo, con una perenne campaña de ofrecimientos a futuro.
Me atrevería a decir que, desafortunadamente, hoy en día en Venezuela hay una ausencia absoluta de intelectuales de izquierda (los que existen son muy malos, en exceso dogmáticos e ignorantes de las más fundamentales nociones del socialismo, excepto por esas ideas harto primitivas y confusas del Comandante supremo, Hugo Chávez), al punto que el gobierno ha tenido que importarlos de otros países para que vengan a dictar cátedra y a orientar a la masa; esos intelectuales mercenarios, vienen, exponen, cobran y regresan a sus países, dejando a los jóvenes venezolanos más confundidos que como los encontraron.
Pero sí hubo, hasta fecha reciente, una intelectualidad criolla profundamente afectada por los idealismos del socialismo y el pensamiento revolucionario comunista, que influyó con sus obras y opiniones en el país nacional, que difundió el ideario de la esclavitud revolucionaria a todo nivel, resultando, pocas décadas después, en que el pueblo fuera conducido al matadero por una generación de hombres y mujeres que creyeron en la siembra de esos antivalores, e hicieron un buen trabajo para llevarnos hasta las puertas del mismisimo infierno.-
saulgodoy@gmail.com

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martes, 30 de julio de 2013

LUIS GARCIA MORA, AL LIMITE, LES ESTALLO LA UTOPIA, ENCUESTA CONSULTORES 21 JUNIO 2013

Preocupa lo acelerado de la situación. La encuesta de Consultores 21 del mes de junio registra de manera preocupante cómo durante los dos primeros trimestres de este 2013 una onda de pesimismo (sí: de desilusión, de desesperanza) se está acelerando en el ánimo nacional.
Para más de 61% de los venezolanos las cosas en general están yendo mal. Y la percepción del futuro, tanto personal como global, es la de una caída en barrena. Para más de la mitad de los encuestados en los próximos seis meses esto será algo peor o mucho peor que ahora.
Más del 87% no consigue actualmente con facilidad los productos que quieren comprar, considerando al gobierno y a Maduro como los culpables directos de esta fuga hacia la nada. Algo que está obligando a algunos a preguntarse cómo salimos de esta mezcla de depresión con desesperanza.
Porque es un hecho: sólo se puede construir desde el optimismo. Y la gente no siente (no sentimos) que haya una alternativa de poder que le permita (nos permita) conectar con un proyecto político de largo aliento.
Todos se preguntan cuándo y cómo vamos a resolver.  Y si rasgamos la aburrida retórica oficial, como lo haría ayer un experto económico serio, no sabemos con propiedad si están o no los dólares, por ejemplo. Porque, si los tuvieran, ¿entonces por qué el Gobierno está ofertando hacia arriba?
Los niveles de precios se acercan con la misma aceleración negativa al 40%. Cuando lo rebase (según se explica) existe la probabilidad de que vuelen aún más alto, para terminar distorsionándose por completo. Es decir: que no sepamos por ejemplo cuánto cuesta un apartamento o una soda, lo que implicaría el más violento deterioro del piche salario de los venezolanos.
Y si es así —y el Gobierno lo sabe—, ¿por qué juegan con fuego?
Como se sabe, estos meses son decisivos. Tienen que abrir el dólar permuta ya. El ciclo de las importaciones está entre 5 y 6 meses, cuando antes era cada 3 meses. ¿Cuánto más va a esperar el Gobierno?
Vienen meses de gastos extraordinarios, sin resolverse el tema de la inflación ni la escasez. Y el poder les está pesando una tonelada. Vemos cómo la Asamblea Nacional aprobó una bola de plata de ingresos para unas empresas básicas horadadas. Hundidas. Superquebradas. En una economía que (lo sabe hasta el gato) está para el ajuste.
Chávez (que en paz descanse), en una Venezuela con una Constitución que obligaba —u obliga— a unas elecciones casi anuales, articuló su ciclo electoral con otro ciclo de políticas económicas, por lo que en cada elección disparaba el gasto público sin control, así que ahora tenemos un país con bajos ingresos, escasez altísima y un costo de vida que escala con uñas y dientes la hiperinflación.
¿Qué pasa? Terminaremos por preguntarnos en un futuro próximo, en relación con Venezuela, como Vargas Llosa lo hizo en Conversación en La catedral: ¿En qué momento se había jodido el Perú? Y nos responderemos: “Allá, por los años del loco, que avanzaba resueltamente entre cabras que campanilleaban, como el Consejero de La Guerra del Fin del Mundo, con unos ojos que ardían con fuego perpetuo”.
Y quemó el país.
Lo despalilló.
Saltando entre las llamas de gozo.
¿Cómo paramos?
Nadie (me decía un amigo) muestra alguna capacidad de poner a la gente a soñar. Y eso enfría las mochilas. No hay “un poquito más”. Todos sabemos que esto se jodió. Que, por ejemplo, después de más de veinte planes de seguridad en catorce años, estos tipos no sirven para resolver esto. ¿Pero cómo paramos?
¿Cómo detenemos este tren que va hacia el abismo?
Martin Luther King fue portador de un sueño: “I have a dream”, dijo. Pero, ¿y nosotros? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuánto tiempo podemos estar entre la depresión y la desesperación? ¿Veinte años? Así estuvieron los españoles con Franco. Así están los cubanos con Fidel. Y los matrimonios malos. Hace falta una imagen de fuerza. Y eso es lo que le falta a la dirigencia de la oposición. A la política. Una síntesis de cómo vamos a vivir.
Después de la frase de Jaua del papel toilette, “¿Ustedes quieren patria o papel para limpiarse?”, ¿qué añadir?
¿Hasta qué nivel de truculencia hay que llegar?
Pero al menos tienen su sueño. Disparatado. Loco. Sin conciliación ni gobernabilidad. Sin comida. Sin luz. Sin petróleo (prácticamente se acaba de conocer la ruina de la expansión de la industria petrolera).
A la intemperie.
Al chavismo le estalló la utopía.
Cráteres
- Y, del otro lado, ¿a la oposición? Uno diría (modestamente), que hay que pasar con urgencia de la desesperanza a la esperanza. En el bipartidismo se ganaban elecciones así. Sólo decían “Luis Herrera no funciona” y ¡tan! Ganaba AD. “Que Lusinchi esto…” y ganaba Copei. Casi con un movimiento mecánico. Sin imágenes. Como diría aquél: todo movimiento político debe acompañarse de intelectuales, de músicos, de artistas. Son los únicos que puede darle imágenes. “Estos líderes nuestros tienen que vincularse con la cultura”. Las letras. La música. La poesía. A la dirigencia joven de Venezuela le hace falta narrativa. Poesía. Música. Todas las imágenes salen de ahí. No todo es estar en forma, correr, hacer gimnasia. “Tienes que saber quien es Tony Judt. Entender un verso de Montejo. Haberse tomado un café con Rafael Cadenas”.
- Neruda hablaba de sus reuniones con Pompidou, y Malraux con De Gaulle. Carlos Fuentes siempre recordaba la noche en que él y Gabo escucharon a Bill Clinton recitar de memoria pasajes enteros de Faulkner. Demostró que había leído el Quijote y por qué Marco Aurelio era su autor de cabecera. Esto es fundamental. No es sólo preparar maquinarias para ir a elecciones. Tiene que haber un sustrato. Como dice el amigo sabio, “Sólo se puede construir desde el optimismo”.
- Consultores 21. Evaluación del nivel de agrado de algunas personalidades. (Preguntas cerradas, una a una) Lectura nacional, sin filtrar por quiénes conocen. Chávez 52%. Henrique Capriles 48,4%. Leopoldo López 46,2%. Nicolás Maduro 44,5%. Elías Jaua 43,3%. Julio Borges 39,9%. José Vicente 37,9%. Diosdado Cabello 36,7%. Ramón Guillermo Aveledo 32,5%. ¡Uhmmm! 

aguilaluis_7@hotmail.com

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domingo, 24 de marzo de 2013

NELSON MAICA C., CUAL LUZ

01.    ¿Qué influye en nosotros, los venezolanos, para situarnos en la historia, para relacionar nuestras expectativas hacia el futuro, nuestras tradiciones y nuestras iniciativas en el presente?
02.    ¿Lo hemos pensado, analizado, revisado a plazos? ¿Por qué? Sí, hay que analizarlo. Hay que pensarlo. Hay que imaginarlo. Hay que tomar conciencia. Solos y colectivamente.
03.    Seguramente una parte responderá que influye: la ideología; otra, la utopía; y, una tercera: eso es tema de los educadores, politólogos, sociólogos, etnólogos, filósofos, poetas, pensadores, etc., de la fe; de una revelación; del espíritu. Hay más.
04.    No es fácil, tampoco plantearlo. Es conflictivo. Es polémico. Hasta peyorativo para algunos. Pero hay que hacerlo porque nos conviene entender la función que cumple dentro de nuestra imaginación personal y colectiva.
05.    Se usan con cierta facilidad los términos ideología y utopía, sobre todo para polemizar, para describir. Cada uno de ellos presenta, al menos, dos aspectos, positivos y negativos.
06.    La mayoría de las veces nos contentamos con definir la ideología como: a. el conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, una sociedad o una época; b. una doctrina filosófica centrada en el estudio del origen de las ideas; c. cosmovisión; d. la ciencia que estudia las ideas y las relaciones entre los signos que la expresan; e. conjunto de ideas cuya relación con la realidad es menos importante que su objetivo (evitar que los oprimidos perciban su estado de opresión); f. una herramienta de control social para despojar al ser humano de su libertad, transformándolo en parte de una masa manipulable; g. como un proceso de distorsiones y disimulos mediante los cuales nos ocultamos, por ejemplo, de nuestra posición de clase, de nuestro modo de pertenencia a los diversos grupos de los que participamos. Usted, seguramente, tiene una.
07.    O sea, algunas veces, la hacemos parecer como una artimaña social, como un sueño protector de nuestro estatus social.
08.    De la utopía, diversas veces decimos, que es una evasión de lo real, una suerte de ciencia ficción enredada con la política. Rechazamos la disciplina de los proyectos utópicos y su logística. Se le toma, también, como una forma de soñar sin tomar en cuenta las condiciones con relación a la situación actual.
09.    Ideología y utopía forman parte del ideario, de la imaginación social; tienen funciones y significados distintos. ¿Se relacionan? Sería interesante investigar.
10.    Ideología. ¿Es una simulación, un disimulo? En Alemania, Francia, allí se uso mucho el término ideología. K Marx (escritos económicos políticos), la ideología alemana. En Francia, Etienne Bonnot de Condillac y sus seguidores.
11.    La ideología era un análisis de las ideas formadas por el espíritu del hombre.
12.    Para Napoleón Bonaparte los “ideólogos” constituían una amenaza para el orden social e hizo popular esa forma peyorativa del término: “ideólogos”.
13.    K Mark escogió una metáfora para definir ideología. La metáfora de la inversión de la imagen en una cámara oscura de fotografía. La primera función de la ideología es producir una imagen invertida de la realidad. Así la entendía Marx. Además tenía aplicación y uso.
14.    La aplicación la tomo de Ludwig Andreas Feuerbach, 1804-1872, alemán, filosofo, antropólogo, biólogo, critico de la religión, considerado el padre del humanismo ateo. Su materialismo crítico tuvo gran efecto en Marx, Stiner (Johann Kaspar Schmidt), Bakunin (Mikhail Alexandrovich Bakunin), F Engels, etc., en todo el denominado materialismo histórico.
15.    Selecciono a la religión como elemento distorsionador, disimulador de la realidad. Seguiremos.
Tips:
•        Si buscan y/o quieren un culpable deberían empezar por la isla gulag y sus carceleros.
•        Los cristianos entierran a sus muertos.
•        “Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas (las leyes que tenían que cumplir los demás, ellos no). Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí (Maestro, Maestro). Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis, vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando (no reciben ni dejan que otros reciban La Palabra de Jesús). ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor "condenación". ¡Ay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros "hijos del infierno", "fariseos hipócritas", "hijos del infierno”,” dos veces hijos del infierno". Que decís: Si alguno jura por el templo no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato (aparentan ser buenos), pero por dentro estáis llenos de robo e injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio. ¡Ay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, (aparentan ser buenos) mas por dentro están llenos de huesos de muerto y de toda inmundicia (sus intenciones son perversas). Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡engendro de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación" (Mt. 23, 1-36). ¿Son, además, fariseos o lo que es lo mismo hipócritas?
•        Pensadores del siglo XX: THEODOR ADORNO, 1903-1969, (Theodor Ludwig Wiesengrund Adorno), nació en Fráncfort, Alemania y murió en Viège, Suiza, fue un filósofo que también escribió sobre sociología, psicología y musicología. Se le considera uno de los máximos representantes de la Escuela de Fráncfort y de la teoría crítica de inspiración marxista. Doctor en filosofía en la Universidad Johann Wolfgang Goethe. En 1925 fue alumno del compositor Alban Berg en Viena. En el año 1933 viaja a Gran Bretaña y también Alemania; allí adoptó el apellido de soltera de su madre, Adorno, para firmar unos artículos en los que aplicaba los conceptos marxistas a la filosofía y la música. En 1938 se translada a Estados Unidos, donde trabaja con Max Horkheimer en la elaboración de Dialektik der Aufklärung (Dialéctica de la Razón, 1947). Adorno y Horkheimer regresaron a Alemania en 1949 y enseñaron en Frankfurt desde 1951. A diferencia de Horkheimer, Adorno siguió trabajando en el tema de la división de clases en un libro titulado “Mínima Moralia” (1951), una explicación al colapso de la civilización europea durante la II Guerra Mundial, en Jargon der Eigentlichkeit (Jerga de autenticidad, 1964), critica al filósofo pro-nazi Martin. Falleció el 6 de agosto de 1969. Adorno entrelaza estrechamente la investigación filosófica con la sociología y psicología y declara que se inspira en Hegel, Marx y Freud. Pero, por un lado, se refiere a Hegel para insistir en el absolutismo de la razón y en el carácter negativo o dialéctico de la misma razón, ignorando o desconociendo la identidad positiva de realidad y racionalidad que es la tesis fundamental de Hegel. La influencia de Adorno se debe a los conceptos que elaboró en unión con Horkheimer como el de 'razón instrumental', que habla de la corrupción de los ideales de la Ilustración bajo los actuales sistemas de dominio; 'la cultura industrial', que transforma obras de arte en objetos al servicio de la comodidad; y 'la personalidad autoritaria' de los conformistas, que prefieren obedecer órdenes antes que afrontar y superar las dificultades cotidianas.
•        Parece que escasean, por ahora, las divisas, insumos de todo tipo y naturaleza, la materia gris y el valor republicano.
•        ¿Repetimos la historia: Exclama Musiu Pancho: “¡Bochinche, bochinche, esta gente no sabe hacer sino bochinche”!?
•        ¡Inexplicable! ¡Insólito! ¿Se ha dado cuenta la manera, la forma, como la oposición le hace propaganda al oficialismo? Observe y lo notara. ¿Cuántas y de cual manera lo cita a cada momento?
•        Declaración universal sobre la democracia adoptada por el Consejo Interparlamentario en su 161º sesión. El Cairo. Egipto. Septiembre de 1997: 6. “La democracia es inseparable de los derechos enunciados en los instrumentos internacionales mencionados en el preámbulo. Por consiguiente, esos derechos deben aplicarse de modo efectivo y su ejercicio correcto ha de estar acompañado de responsabilidades individuales y colectivas”
 “Ninguna nación fue destruida jamás por el comercio”, Benjamín Franklin.
nelsonmaica@gmail.com

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viernes, 27 de enero de 2012

MURRAY ROTHBARD: SEIS MITOS SOBRE EL LIBERTARIANISMO

El libertarianismo es la corriente política de más auge hoy en América. Antes de juzgarla y evaluarla, es de vital importancia dilucidar precisamente en qué consiste la doctrina y, más en concreto, en qué no consiste. Es especialmente relevante aclarar unos cuantos malentendidos que la mayoría de gente tiene acerca del libertarianismo, en particular los conservadores. En este ensayo enumeraré y analizaré críticamente los mitos más comunes en relación con el libertarianismo. Cuando nos hayamos deshecho de éstos, entonces la gente será capaz de discutir sobre el libertarianismo sin fábulas, mitos y malentendidos, y tratar con éste tal y como corresponde: de acuerdo con sus verdaderos méritos y deméritos.

Mito #1: Los libertarianos creen que cada individuo es un átomo aislado, herméticamente sellado, actuando en un vacío sin influenciarse con los demás.
Ésta es una acusación habitual, pero harto curiosa. En toda una vida de lector de literatura libertariana no me he topado con un solo teórico o autor que sostuviera algo parecido a esta posición. La única posible excepción es el fanático Max Stirner, un alemán individualista de mediados del siglo XIX quien, sin embargo, tuvo una repercusión mínima en el libertarianismo de su tiempo y posterior. Además, la explícita filosofía “la fuerza hace el derecho” de Stirner y su rechazo de todo principio moral incluyendo los derechos individuales, tenidos por “fantasmas mentales”, dudosamente le acreditan como libertariano en cualquier sentido. Aparte de Stirner no hay nadie con una opinión siquiera remotamente similar a la que sugiere esta acusación.
Los libertarianos son metodológica y políticamente individualistas, desde luego. Ellos creen que sólo los individuos piensan, valoran y eligen. Creen que cada individuo tiene derecho a la propiedad sobre su cuerpo, libre de interferencias coercitivas. Pero ningún individualista niega que la gente se influencia mutuamente de forma constante en sus objetivos, en sus valores, en sus iniciativas y en sus ocupaciones. Como Friedrich A. Hayek mencionó en su notable artículo “The Non-Sequitur of the ‘Dependence Effect’”, el asalto de John Kenneth Galbraith a la economía de libre mercado en su best-seller “The Affluent Society” se cimentaba en esta premisa: la economía asume que cada individuo llega a su escala de valores de un modo totalmente independiente, sin estar sujeto a la influencia de nadie más.
Por el contrario, como responde Hayek, todos saben que la mayoría de gente no produce sus propios valores, sino que es instigada a adoptarlos de otras personas.1 Ningún individualista o libertariano niega que la gente se influencie mutuamente todo el tiempo, y por supuesto no hay nada de nocivo en este ineludible proceso. A lo que los libertarianos se oponen no es a la persuasión voluntaria, sino a la imposición coercitiva de valores mediante el uso de la fuerza y el poder policial. Los libertarianos no están en modo alguno en contra de la cooperación voluntaria y la colaboración entre individuos; sólo en contra de la obligatoria pseudo-cooperación impuesta por el Estado.
Mito #2: Los libertarianos son libertinos: son hedonistas que anhelan estilos de vida alternativos.
Este mito ha sido planteado recientemente por Irving Kristol, quien identifica la ética libertariana con el hedonismo y asevera que los libertarianos “veneran el catálogo de Sears Roebuck y todos los estilos de vida alternativa que la afluencia capitalista permite elegir al individuo”.2 El hecho es que el libertarianismo no es ni pretende ser una completa guía moral o ascética, sino sólo una teoría política, esto es, el importante subconjunto de la teoría moral que versa sobre el uso legítimo de la violencia en la vida social. La teoría política se refiere a aquello que es apropiado o inapropiado que el gobierno haga, y el gobierno se distingue de cualquier otro grupo social como la institución de la violencia organizada. El libertarianismo sostiene que el único papel legítimo de la violencia es la defensa de la persona y su propiedad contra la agresión, que cualquier uso de la violencia que vaya más allá de esta legítima defensa resulta agresiva en sí misma, injusta y criminal. El libertarianismo, por tanto, es una teoría que afirma que cada individuo debe estar libre invasiones violentas, debe tener derecho para hacer lo que quiera excepto agredir a otra persona o la propiedad ajena. Lo que haga una persona con su vida es esencial y de suma importancia, pero es simplemente irrelevante para el libertarianismo.
Luego no debe sorprender que haya libertarianos que sean de hecho hedonistas y devotos de estilos de vida alternativos, y que haya también libertarianos que sean firmes adherentes de la moralidad burguesa convencional o religiosa. Hay libertarianos libertinos y hay libertarianos vinculados firmemente a la disciplina de la ley natural o religiosa. Hay otros libertarianos que no tienen ninguna teoría moral en absoluto aparte del imperativo de la no-violación de derechos. Esto es así porque el libertarianismo per se no pregona ninguna teoría moral general o personal. El libertarianismo no ofrece un estilo de vida; ofrece libertad, para que cada persona sea libre de adoptar y actuar de acuerdo con sus propios valores y principios morales. Los libertarianos convienen con Lord Acton en que “la libertad es fin político más alto”, pero no necesariamente el fin más alto en la escala de valores de cada uno.
No hay ninguna duda acerca del hecho, sin embargo, de que el subgrupo de libertarianos que son economistas pro-mercado tienden a mostrarse complacidos cuando el libre mercado dispensa más posibilidades de elección a los consumidores, elevando así su nivel de vida. Incuestionablemente, la idea de que la prosperidad es mejor que la miseria absoluta es una proposición moral, y nos conduce al ámbito de la teoría moral general, pero no es una proposición por la que crea que deba disculparme.
Mito #3: Los libertarianos no creen en los principios morales; se limitan al análisis de costes-beneficios asumiendo que el hombre es siempre racional.
Este mito está desde luego relacionado con la precedente acusación de hedonismo, y en parte puede responderse en la misma línea. Hay libertarianos, particularmente los economistas de la escuela de Chicago, que rechazan la libertad y los derechos individuales como principios morales, y en su lugar intentan llegar a conclusiones de política pública sopesando presuntos costes y beneficios sociales.
En primer lugar, la mayoría de libertarianos son “subjetivistas” en economía, esto es, creen que las utilidades y los costes de los distintos individuos no pueden ser sumados o mesurados. Por tanto, el concepto mismo de costes y beneficios sociales es ilegítimo. Pero, más importante, la mayoría de libertarianos fundamentan su postura en principios morales, en la convicción en los derechos naturales de cada individuo sobre su persona o propiedad. Ellos creen entonces en la absoluta inmoralidad de la violencia agresiva, de la invasión de los derechos sobre la propia persona y propiedad, independientemente de qué individuo o grupo ejerce dicha violencia.
Lejos de ser inmorales, los libertarianos simplemente aplican una ética humana universal al gobierno del mismo modo que cualquier otro aplicaría esta ética a cada persona o institución social. En concreto, como he apuntado antes, el libertarianismo en tanto que filosofía política que versa sobre el uso legítimo de la violencia, toma la ética universal a la que la mayoría de nosotros nos acogemos y la aplica llanamente al gobierno. Los libertarianos no hacen ninguna excepción a la regla de oro y no dejan ninguna laguna moral, no aplican ninguna vara de medir distinta al gobierno. Es decir, los libertarianos creen que un asesinato es un asesinato y que no deviene santificado por razones de estado si es perpetrado por el gobierno. Nosotros creemos que el robo es un robo y que no queda legitimado porque una organización de ladrones decida llamarlo “impuestos”. Nosotros creemos que la esclavitud es esclavitud incluso si la institución que la ejerce la denomina “servicio militar”. En síntesis, la clave en la teoría libertariana es que no concede excepción alguna al gobierno en su ética universal.
Por tanto, lejos de ser indiferentes u hostiles a los principios morales, los libertarianos los consuman siendo el único grupo dispuesto a extender estos principios por todo el espectro hasta al gobierno mismo. 3
Es cierto que los libertarianos permitirían a cada individuo elegir sus valores y actuar acorde con ellos, y reconocerían en suma a cada individuo el derecho a ser moral o inmoral según su juicio particular. El libetarianismo se opone firmemente a la imposición de todo credo moral a cualquier persona o grupo mediante el uso de la violencia – excepto, por supuesto, la prohibición moral de la violencia agresiva en sí misma. Pero debemos percatarnos de que ninguna acción puede considerarse virtuosa a menos que sea emprendida en libertad, habiendo consentido voluntariamente la persona. Como dijera Frank Meyer:
“No puede forzarse a los hombres a ser libres, ni puede forzárseles a ser virtuosos. Hasta cierto punto, es verdad, pueden ser obligados a actuar como si fueran virtuosos. Pero la virtud es el fruto de la libertad bien empleada. Y ningún acto, en la medida en que sea coaccionado, puede implicar virtud – o vicio”4.
Si una persona es obligada por la fuerza o la amenaza de la misma a llevar a cabo una determinada acción, entonces ésta ya no supone una elección moral por su parte. La moralidad de una acción sólo puede ser el resultado de una decisión libremente adoptada; una acción difícilmente puede tildarse de moral si uno la acomete a punta de pistola. Imponer las acciones morales o prohibir la acciones inmorales, por tanto, no fomenta la moral o la virtud. Por el contrario, la coerción atrofia la moralidad porque priva al individuo de la libertad para ser moral o inmoral, y entonces necesariamente despoja a la gente de la posibilidad de ser virtuosa. Paradójicamente, pues, la moral obligatoria nos sustrae la oportunidad misma de actuar moralmente.
Es además especialmente grotesco dejar la salvaguarda de la moralidad en manos del aparato estatal, es decir, ni más ni menos que la organización de policías, gendarmes y soldados. Poner al Estado a cargo de los principios morales equivale a poner al zorro al cuidado del gallinero. Prescindiendo de otras consideraciones, los responsables de la violencia organizada en la sociedad jamás se han distinguido por su superior estatura moral o por la rectitud con la que sostienen los principios morales.
Mito #4: El libertarianismo es ateísta y materialista, y desdeña la dimensión espiritual de la vida.
No hay ninguna conexión necesaria entre las adscripción al libertarianismo y la posición religiosa de cada uno. Es verdad que muchos si no la mayoría de los libertarianos en la actualidad son ateos, pero esto tiene que ver con el hecho de que la mayoría de los intelectuales, de la mayoría de credos políticos, son ateos también. Hay muchos libertarianos que son ateos, judíos o cristianos. Entre los liberales clásicos precursores del libertarianismo moderno en una época más religiosa que ésta encontramos una miríada de cristianos: desde John Lilburne, Roger Williams, Anne Hutchinson y John Locke en el siglo XVII hasta Cobden y Bright, Fréderic Bastiat y los liberales franceses del laissez-faire y el gran Lord Acton.
Los libertarianos creen que la libertad es un derecho inserto en una ley natural sobre lo que es adecuado para la humanidad, en conformidad con la naturaleza del hombre. De dónde emanan este conjunto de leyes naturales, si son puramente naturales o fueron prescritas por un creador, es una cuestión ontológica importante pero irrelevante desde el punto de vista de la filosofía política o social. Como el padre Thomas Davitt señaló:
“Si la palabra ‘natural’ significa algo en absoluto se refiere a la naturaleza del hombre, y en conjunción con la palabra ‘ley’, ‘natural’ remite al orden que es manifestado por las inclinaciones de la naturaleza humana y nada más. Por tanto, tomada en sí misma, no hay nada de religioso o teológico en la ‘Ley Natural’ de Aquino”5.
O, como d’Entrèves escribió en el siglo XVII aludiendo al jurista protestante holandés Hugo Grotius:
“La definición de ley natural [de Grotius] no tiene nada de revolucionaria. Cuando mantiene que la ley natural es el cuerpo de normas que el hombre es capaz de descubrir mediante el uso de su razón, no hace otra cosa que reafirmar la noción escolástica de una fundamentación racional de la ética. De hecho, su intención es más bien la de restaurar esta noción debilitada por el augustianismo radical de ciertas corrientes protestantes de pensamiento. Cuando asevera que estas normas son válidas en sí mismas, independientemente de que Dios las dispusiera, repite el aserto que ya fue proclamado por algunos de los escolásticos…”6
El libertarianismo ha sido acusado de ignorar la naturaleza espiritual del hombre. Pero uno fácilmente puede llegar al libertarianismo desde posiciones religiosas o cristianas: enfatizando la importancia del individuo, de su libre voluntad, de sus derechos naturales y de su propiedad privada. Uno puede igualmente llegar al libertarianismo mediante una aproximación secular a los derechos naturales, con la convicción de que el hombre puede alcanzar la comprensión racional de la ley natural.
Atendiendo a la historia, además, no está claro en absoluto que la religión sea un fundamento más sólido del libertarianismo que la ley natural secular. Como Karl Wittfogel nos recuerda en su Oriental Despotism, la unión del trono y el altar ha sido una constante durante décadas que ha facilitado el imperio del despotismo en la sociedad7. Históricamente, la unión de la Iglesia y el Estado ha sido en muchos casos una coalición mutuamente alentadora de la tiranía. El Estado se servía de la Iglesia para santificar sus actos y llamar a la obediencia de su mando, presuntamente sancionado por Dios, y la Iglesia se servía del Estado para obtener ingresos y privilegios. Los Anabaptistas colectivizaron y tiranizaron Münster en nombre de la religión cristiana8. Y, más cerca de nuestro siglo, el socialismo cristiano y el evangelio social jugaron un importante papel en la marcha hacia el estatismo, y el proceder condescendiente de la Iglesia Ortodoxa en la Rusia soviética habla por sí mismo. Algunos obispos católicos en Latinoamérica han proclamado que la única vía hacía el reino de los cielos pasa por el marxismo, y si quisiera ser grosero diría que el reverendo Jim Jones, además de considerarse un leninista, se presentó a sí mismo como la reencarnación de Jesús.
Por otra parte, ahora que el socialismo ha fracasado de un modo manifiesto, política y económicamente, sus valedores han recurrido a la “moral” y a la “espiritualidad” como último argumento en pro de su causa. El socialista Robert Heilbroner, arguyendo que el socialismo debe ser coactivo y tiene que imponer una “moral colectiva” a la sociedad, opina que: “La cultura burguesa está centrada en los logros materiales del individuo. La cultura socialista debe centrarse en sus logros morales o espirituales”. Lo curioso es que esta tesis de Heilbroner fue elogiada por el escritor conservador y religioso de National Review Dale Vree, que dijo:
“Heilbroner está… diciendo lo que muchos colaboradores del NR han dicho en el último cuarto de siglo: no puedes tener libertad y virtud al mismo tiempo. Tomad nota, tradicionalistas. A pesar de su terminología disonante, Heilbroner está interesado en lo mismo que vosotros: la virtud9.
Vree también está fascinado con la visión de Heilbroner de que una cultura socialista “promueva la primacía de la colectividad” antes que la “primacía del individuo”. Cita a Heilbroner con relación a los logros “morales y espirituales” bajo socialismo en oposición a los burgueses logros “materiales”, y añade acertadamente: “contiene un timbre tradicionalista esta afirmación”. Vree prosigue aplaudiendo el ataque de Heilbroner al capitalismo por no tener “ningún sentido de ‘lo correcto’” y permitir a los “adultos que consienten” hacer aquello que les plazca. En contraste con este retrato de la libertad y la diversidad tolerada, Vree escribe: “Heilbroner dice seductoramente que debido a que la sociedad socialista debe tener un sentido de ‘lo correcto’, no todo estará permitido”. Para Vree, es imposible “tener colectivismo económico junto con individualismo cultural”, y por tanto él está inclinado hacia un nueva fusión socialista-tradicionalista – hacia un colectivismo omnicompresivo.
Cabe apuntar aquí que el socialismo deviene especialmente despótico cuando reemplaza los incentivos “económicos” o “materiales” por los incentivos pretendidamente “morales” o “espirituales”, cuando aparenta promover una indefinible “calidad de vida” antes que la prosperidad económica. Si las remuneraciones son ajustadas a la productividad hay considerablemente más libertad así como estándares de vida más altos. Pero si se fundamentan en la devoción altruista a la madre patria socialista, la devoción tiene que ser regularmente reforzada a golpe de látigo. Un creciente énfasis en los incentivos materiales del individuo suponen ineluctablemente un mayor acento en la propiedad privada y en la preservación de lo que uno gana, y trae consigo una libertad personal superior, como atestigua Yugoslavia en las últimas décadas en contraste con la Rusia soviética. El despotismo más horrible en la faz de la Tierra en los años recientes ha sido sin duda el de Pol Pot en Camboya, donde el “materialismo” fue hasta tal punto desterrado que el dinero fue abolido por el régimen. Habiendo suprimido el dinero y la propiedad privada, cada individuo era totalmente dependiente de las cartillas de racionamiento de subsistencia del Estado y la vida no era sino un completo infierno. Debemos ser prudentes, pues, antes de despreciar los objetivos o incentivos “meramente materiales”.
El cargo de “materialismo” dirigido contra el libre mercado ignora el hecho de que cada acción envuelve la transformación de objetos materiales mediante el uso de la energía humana conforme a ideas y propósitos sostenidos por los actores. Es inaceptable separar lo “mental” o lo “espiritual” de lo “material”. En todas las grandes obras de arte, extraordinarias emanaciones del espíritu humano, se han empleado objetos materiales: ya fueran lienzos, pinceles y pintura, papel e instrumentos musicales, o la construcción de bloques y materia primas para las iglesias. No hay ninguna escisión real entre lo “espiritual” y lo “material” y por tanto cualquier despotismo sobre aquello material sojuzgará también aquello espiritual.
Jean-Jacques Rousseau 
Mito #5: Los libertarianos son utópicos que creen que toda la gente es buena por naturaleza y que por tanto el control del Estado es innecesario.
Los conservadores tienden a añadir que, puesto que el hombre es vil por naturaleza parcial o totalmente, se hace precisa una severa regulación estatal de la sociedad.
Esta es una opinión muy común acerca de los libertarianos, si bien es difícil identificar la fuente de semejante malentendido. Rousseau, el locus classicus de la idea de que el hombre es bueno pero es corrompido por sus instituciones no era precisamente un libertariano. Aparte de algunos escritos románticos de unos pocos anarco-comunistas, que en ningún caso consideraría libertarianos, no conozco a un solo autor libertariano o liberal clásico que haya defendido esta postura. Por el contrario, la mayoría de escritores libertarianos sostiene que el hombre es una mezcla de bondad y maldad y que lo importante para las instituciones sociales es fomentar lo primero y mitigar lo segundo. El Estado es la única institución social capaz de extraer sus ingresos y su riqueza mediante coerción; todos los demás deben obtener sus rentas o bien vendiendo un producto o servicio a sus clientes o bien recibiendo una donación voluntaria. Y el Estado es la única institución social que puede emplear sus ingresos provinentes del robo organizado para intentar controlar y regular la vida y la propiedad de la gente. Por tanto, la institución del Estado establece un canal socialmente legitimado y santificado para que las personas malvadas cometan sus fechorías, emprendan el robo organizado y manejen poderes dictatoriales. El estatismo, así pues, alienta la maldad, o como mínimo los aspectos criminales de la naturaleza humana.
Como Frank H. Knight mordazmente resalta: “La probabilidad de que los titulares del poder sean individuos que detestan su posesión y su ejercicio es análoga a la probabilidad de que una persona de corazón extremadamente benévolo devenga el patrono de una plantación de esclavos”10.
Una sociedad libre, por el hecho de no instituir un canal legitimado para el robo y la tiranía, desalienta las tendencias criminales de la naturaleza humana y aviva aquéllas que son pacíficas y voluntarias. La libertad y el libre mercado desincentivan la agresión y la compulsión y fomentan la armonía y el beneficio mutuo del intercambio voluntario, en la esfera económica, social y cultural.
Puesto que un sistema de libertad promovería la voluntariedad y desalentaría la criminalidad, además de deponer el único canal legitimado de crimen y agresión, cabe esperar que una sociedad libre padeciera de hecho menos violencia criminal y agresiones de las que padecemos actualmente, aunque no hay razón alguna para asumir que desaparecerían por completo. Esto no es utópico, sino una implicación de sentido común del cambio de lo que socialmente se tiene por legítimo y del cambio de la estructura de premio y castigo en la sociedad.
Podemos aproximarnos a nuestra tesis desde otro ángulo. Si todos los hombres fueran buenos y ninguna tuviera tendencias criminales, entonces no habría ninguna necesidad de un Estado, tal y como conceden los conservadores. Pero si por otro lado todos los hombres son malvados, entonces el caso a favor del Estado es igualmente débil, pues ¿por qué tiene uno que asumir que aquellos hombres que componen el gobierno y retienen todas las armas y el poder para coaccionar a los demás están mágicamente exentos de la maldad que afecta a todas las otras personas que se hallan fuera del gobierno?
Tom Paine, un libertariano clásico a menudo considerado ingenuamente optimista acerca de la naturaleza humana, rebate el argumento conservador de la maldad humana en pro del Estado fuerte como sigue:
“si toda la naturaleza humana fuera corrupta, estaría infundado fortalecer la corrupción instituyendo una sucesión de reyes, a quienes debiera rendirse obediencia aun cuando fueran siempre tan viles…” Paine añadió que “ningún hombre desde el principio de los tiempos ha merecido que se le confiase el poder sobre todos los demás”11.
Y como el libertariano F.A. Harper escribió una vez:
“De acuerdo con el principio de que la autoridad política debe imponerse en proporción a la maldad del hombre, tendremos entonces una sociedad en la cual se demandará una autoridad política completa sobre todos los asuntos humanos… Un hombre gobernará a todos. ¿Pero quién ejercerá de dictador? Quienquiera que sea el elegido para el trono con seguridad será una persona enteramente malvada, puesto que todos los hombres lo son. Y esta sociedad será entonces regida por un dictador absolutamente malvado en posesión de todo el poder político. ¿Y cómo, en nombre de la lógica, puede emanar de ahí algo que no sea pura maldad? ¿Cómo puede ser esto mejor que el que no haya autoridad política alguna en la sociedad?”12
Por último, como hemos visto, puesto que los hombres son en realidad una mezcla de virtud y maldad, un régimen de libertad sirve para alentar la virtud y desalentar la maldad, al menos en el sentido de que la voluntariedad y lo mutuamente beneficioso es bueno y lo criminal es malo. En ninguna teoría de la naturaleza humana, por tanto, ya establezca que el hombre es bueno, malo, o una combinación de ambos, se justifica el estatismo. En el curso de negar que es un conservador, el liberal clásico Friedrich Hayek apuntó:
“El principal mérito del individualismo [que Adam Smith y sus contemporáneos defendieron] es que es un sistema bajo el cual los hombres malvados pueden hacer menos daño. Es un sistema social que no depende para su funcionamiento de que encontremos hombres buenos que lo dirijan, o de que todos los hombres devengan más buenos de lo que son ahora, sino que toma al hombre en su variedad y complejidad dada…”[13]
Es importante señalar qué es lo que diferencia a los libertarianos de los utópicos en el sentido peyorativo. El libertarianismo no se propone remodelar la naturaleza humana. Uno de los objetivos centrales del socialismo fue crear, lo cual en la práctica supone emplear métodos totalitarios, un Hombre Socialista Nuevo, un individuo cuyo primer fin fuera trabajar diligente y altruistamente por la colectividad. El libertarianismo es una filosofía política que dice: dada cualquier naturaleza humana, la libertad es el único sistema político moral y el más efectivo. Obviamente, el libertarianismo – como los demás sistemas sociales – funcionará mejor cuanto más pacíficos y menos agresivos sean los individuos y menos criminales haya. Y los libertarianos, como la mayoría de la otra gente, querrían alcanzar un mundo donde más personas fueran “buenas” y menos criminales hubiera. Pero esta no es la doctrina del libertarianismo per se, que dice que cualesquiera sea la composición de la naturaleza humana en un momento dado, la libertad es lo más deseable.
Mito #6: Los libertarianos creen que cada persona conoce mejor sus propios intereses.
Del mismo modo que la acusación precedente sugería que los libertarianos creen que todos los hombres son perfectamente buenos, este mito les acusa de creer que todos son perfectamente sabios. Pero como esto no es cierto con respecto a mucha gente, se dice, el Estado debe intervenir.
Pero los libertarianos no asumimos la perfecta sabiduría del hombre más de lo que asumimos su perfecta bondad. Hay algo de sentido común en la afirmación de que la mayoría de los hombres conoce mejor que cualquier otro sus propias necesidades e intereses. Pero no se asume en absoluto que todos siempre conocen mejor sus intereses. El libertarianismo propugna que cada uno debe tener el derecho a perseguir sus propios fines como estime oportuno. Lo que se defiende es el derecho a actuar libremente, no la necesaria sensatez de dicha acción.
Es cierto también, no obstante, que el libre mercado – en contraste con el gobierno – ha articulado mecanismos que permiten a las personas acudir a expertos que pueden aconsejar sensatamente acerca de cómo alcanzar los fines propios de la mejor manera posible. Como hemos visto antes, los individuos libres no están separados los unos de los otros. En el libre mercado cualquier individuo, si tiene dudas sobre sus verdaderos intereses, es libre de contratar o consultar a un experto que le ofrezca consejo en base a su conocimiento presumiblemente superior. El individuo puede contratar a este experto y, en el libre mercado, testar continuamente su competencia y su utilidad. Las personas en el mercado, por tanto, pueden patrocinar aquellos expertos cuyos consejos estimen más provechosos. Los buenos doctores, abogados o arquitectos serán recompensados en el libre mercado, mientras que los malos tenderán a ser desplazados. Pero cuando el gobierno interviene, el experto del gobierno obtiene sus ingresos mediante la coacción sobre los contribuyentes. No hay ninguna fórmula de mercado para testar su éxito informando a la gene de sus verdaderos intereses. Sólo necesita tener habilidad para adquirir el apoyo político de la maquinaria coercitiva del Estado.
Por tanto, el experto privado tenderá a florecer en proporción a su habilidad, mientras que el experto del gobierno florecerá en proporción a su destreza en obtener prebendas políticas. Además, el experto del gobierno no será más virtuoso que el privado; su única superioridad radica en el arte de conseguir favores de aquellos que retienen el poder político. Pero una diferencia crucial entre ambos es que el experto privado tiene todos los incentivos para velar por sus clientes o pacientes, obrando del mejor modo posible. El experto del gobierno carece por completo de semejantes incentivos; él obtiene sus ingresos de todos modos. Luego el libre mercado tenderá a satisfacer mejor al consumidor.
Espero que este artículo haya contribuido a limpiar el libertarianismo de mitos y malentendidos. Los conservadores y todos los demás deben ser educadamente advertidos de que los libertarianos no creemos que los hombres son buenos por naturaleza, ni que todos están perfectamente informados acerca de sus propios intereses, ni que cada individuo es un átomo aislado y herméticamente sellado. Los libertarianos no son necesariamente libertinos o hedonistas, ni son necesariamente ateos; y los libertarianos enfáticamente creen en principios morales. Dejemos ahora que cada uno de nosotros se disponga a examinar el libertarianismo tal cual es, sin temor ni partidismos. Yo estoy seguro de que, allí donde este examen tenga lugar, el libertarianismo gozará de un auge impresionante en el número de sus seguidores.
Traducido por Albert Esplugas Boter
Editado por Daniel Duarte
Este artículo, publicado inicialmente en Modern Age, 24, 1 (Invierno 1980), pág. 9-15, como “Mito y verdad acerca del libertaranismo”*, está basado en una ponencia presentada en abril de 1979 en el congreso nacional de la Philadephia Society de Chicago. El tema del encuentro fue “Conservadurismo y Libertarianismo”. (Puede leerse el original en LewRockwell.com).
[1] John Kenneth Galbraith, The Affluent Society (Boston: Houghton Mifflin, 1958); F. A. Hayek, “The Non-Sequitur of the ‘Dependence Effect,’” Southern Economic Journal (Abril, 1961), pp. 346-48.
[2] Irving Kristol, “No Cheers for the Profit Motive,” Wall Street Journal (Feb. 21, 1979).
[3] Para un llamamiento a aplicar estándares éticos universales al gobierno, véase Pitirim A. Sorokin and Walter A. Lunden, Power and Morality: Who Shall Guard the Guardians? (Boston: Porter Sargent, 1959), pp. 16-30.
[4] Frank S. Meyer, In Defense of Freedom: A Conservative Credo (Chicago: Henry Regnery, 1962), p. 66.
[5] Thomas E. Davitt, S.J., “St. Thomas Aquinas and the Natural Law,” in Arthur L. Harding, ed., Origins of the Natural Law Tradition (Dallas, Tex: Southern Methodist University Press, 1954), p. 39
[6] A. P d’Entrèves, Natural Law (London: Hutchinson University Library, 1951), pp. 51-52.
[7] Karl Wittfogel, Oriental Despotism (New Haven: Yale University Press, 1957), esp. pp. 87-100.
[8] Acerca de esto y otras sectas cristianas totalitarias, véase Norman Cohn, Pursuit of the Millenium (Fairlawn, N.J.: Essential Books, 1957).
[9] Dale Vree, “Against Socialist Fusionism,” National Review (Diciembre 8, 1978), p. 1547. El artículo de Heilbroner se publicó en Dissent, Verano 1978. Más sobre el artículo de Vree en Murray N. Rothbard, “Statism, Left, Right, and Center,” Libertarian Review (Enero 1979), pp. 14-15.
[10] Journal of Political Economy (Diciembre 1938), p. 869. Citado en Friedrich A. Hayek, The Road to Serfdom (Chicago: University of Chicago Press, 1944), p. 152.
[11] “The Forester’s Letters, III,”(orig. in Pennsylvania Journal, Apr. 24, 1776), en The Writings of Thomas Paine (ed. M. D. Conway, New York: G. P. Putnam’s Sons, 1906), I, 149-150.
[12] F. A. Harper, “Try This On Your Friends”, Faith and Freedom (January, 1955), p. 19.
[13] F. A. Hayek, Individualism and Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948), enfatizado en el curso de su “Why I Am Not a Conservative,” The Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960), p. 529.
11 JUNIO 2011 PUBLICADO POR: DANIEL via orden voluntario

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