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jueves, 6 de febrero de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, LOS INTELECTUALES Y EL SOCIALISMO,

Este es el título de un interesante trabajo de F.A. Hayek, donde da cuenta de esta extraña especie; al principio de su lectura, me chocó el concepto que empleó para describir nuestro gremio de intelectuales, el de: “negociantes de información de segunda mano”, al principio me sentí como un vendedor de alfombres usadas, pero, luego de terminar la lectura, caí en cuenta de que se trataba de una de las más atinadas descripciones de nuestra actividad.
Para Hayek, el intelectual no es un científico, ni un académico, es decir, no es un especialista, es el intermediario entre éstos y las masas, se trata de una persona que entiende poco de mucho, dice Hayek: “El intelectual típico no necesita poseer conocimientos en particular, ni siquiera necesita ser inteligente para realizar su rol de intermediario en la diseminación de las ideas. Lo que lo califica para su trabajo es el amplio margen de temas de los que puede hablar o escribir, y estar en una posición o tener hábitos por medio de los cuales se entera primero de nuevas ideas antes que su público”.
Se trata de una concepción muy diferente, por ejemplo, a la del crítico social y filósofo norteamericano Noam Chomsky, para quien la carga moral es lo principal en un intelectual, tal como lo refiere su consigna: “la responsabilidad de los intelectuales consiste en decir la verdad y revelar el engaño”.
Para el economista y filósofo austríaco, el verdadero poder de los intelectuales no está en el corto plazo, nuestras opiniones tardan en llegar y posicionarse entre el público, pero todos los estudios en que basó su investigación indican, fehacientemente, que los intelectuales manejamos un poder real, que no es otro que formar la opinión pública de las grandes mayorías.
En los trabajos que examinó Hayek sobre el desarrollo del socialismo tanto en Alemania, Inglaterra, Francia, como en los EEUU, la evidencia es contundente, esta élite de intelectuales fueron los que iniciaron el movimiento de opinión a favor de los socialistas, y a la vuelta de varios años este conocimiento llegó a las masas, donde prendió entre los trabajadores.
Este camino es fácilmente observable en el caso de Venezuela, fue una labor constante  de promoción de las ideas socialistas por parte de muchos escritores, cineastas, gente del teatro, locutores, analistas políticos, artistas y personalidades en el mundo de la comunicaciones, quienes difundieron, a partir de los años sesenta, los valores de la violencia social, el odio de clases, la sublimación del guerrillero y del revolucionario como íconos ejemplares, el desprecio por los valores espirituales, el descrédito de una vida de trabajo a favor del delincuente, la burla a la familia y la religión, la campaña de desprecio a la clase empresarial… esa tendencia a favor del socialismo tardó varios años en hacerse patente dentro de las clases populares; cuando llegó su momento, las masas estaban listas para elegir como presidente a un golpista, su candidato salió de la cárcel donde purgaba condena por hechos violentos y, luego de una campaña electoral, coronó con la más alta magistratura del país, apoyado casi unánimemente por todos los sectores.
¿Por qué, se pregunta Hayek, el éxito del socialismo en la opinión pública mundial? Varias son las razones que alega, entre ellas, el socialismo entendió la importancia de los intelectuales y los cortejaba (el caso de la Cuba de Fidel es un claro ejemplo); las ideas del socialismo, basadas en una utopía, invitaban a la especulación y a la crítica gratuita contra los valores establecidos en la sociedad; su falta de rigor hacía atractivas estas ideas proyectadas a futuro, el socialismo ofrecía un paraíso en la tierra sin discutir el cómo se iba a llegar a él, se vendió como una ideología progresista y que venía de hombres de buena voluntad; la propaganda insistió en su carácter científico y en los sólidos conceptos como los del materialismo histórico, la plus valía, y la misma dialéctica marxista, ,que le daban ese toque de “profundidad” que satisfacía a los más cultos.
Pero Hayek dice algo verdaderamente preocupante con respecto a los intelectuales, cuando éstos están a la “pesca” de ideas novedosas, de tendencias, de nuevos conocimientos, para trasmitirlos a su público, por lo general no analizan mucho las sustancia de sus hallazgos, basta con que estén conformes con su propia visión del mundo, con su opinión, para hacerlos parte de su arsenal ideológico y lo transmitan, sin darle muchas vueltas al asunto, muchas veces contribuyendo, sin darse cuenta, a causar un daño mayor en el muro de convicciones de su país.
El autor le concede a los intelectuales la presunción de buena fe; dice de ellos que la mayoría son honestos, puede que algunos se dejen manipular por personas, organizaciones e intereses, pero eso sucede hasta cierto punto, la mayoría de los intelectuales, a pesar de que se ganan la vida produciendo opiniones para grandes medios de comunicación, instituciones del gobierno o ONG’s, poseen, en el fondo, un núcleo central de convicciones que son inalienables, aún en países como el nuestro, donde los intelectuales acostumbran a organizarse en “grupos de opinión”, controlados por personas y editores que intentan imponer una pauta en la opinión pública, a favor de sus intereses, y hacen un frente colegiado, en el entendido de que aumenta su prestigio, seguridad y poder.
En cuanto a la competencia entre un sistema como el capitalista, que defiende y promueve las libertades, y uno como el socialismo, que aboga por la sumisión del ciudadano ante el estado - dice Hayek - el capitalismo tiene las de perder, ya que nadie defiende su libertad salvo cuando está en peligro de perderla, no hay programas de difusión de los valores democráticos sino cuando es ya muy tarde y las cadenas del totalitarismo son impuestas a la fuerza; el socialismo, sin embargo, está en una búsqueda permanente de adeptos, justificando sus carencias de racionalidad y humanismo, con una perenne campaña de ofrecimientos a futuro.
Me atrevería a decir que, desafortunadamente, hoy en día en Venezuela hay una ausencia absoluta de intelectuales de izquierda (los que existen son muy malos, en exceso dogmáticos e ignorantes de las más fundamentales nociones del socialismo, excepto por esas ideas harto primitivas y confusas del Comandante supremo, Hugo Chávez), al punto que el gobierno ha tenido que importarlos de otros países para que vengan a dictar cátedra y a orientar a la masa; esos intelectuales mercenarios, vienen, exponen, cobran y regresan a sus países, dejando a los jóvenes venezolanos más confundidos que como los encontraron.
Pero sí hubo, hasta fecha reciente, una intelectualidad criolla profundamente afectada por los idealismos del socialismo y el pensamiento revolucionario comunista, que influyó con sus obras y opiniones en el país nacional, que difundió el ideario de la esclavitud revolucionaria a todo nivel, resultando, pocas décadas después, en que el pueblo fuera conducido al matadero por una generación de hombres y mujeres que creyeron en la siembra de esos antivalores, e hicieron un buen trabajo para llevarnos hasta las puertas del mismisimo infierno.-
saulgodoy@gmail.com

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