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miércoles, 27 de julio de 2011

JOSÉ TORO HARDY: ...AL TERCER DÍA RESUCITÓ ENTRE LOS MUERTOS

¿Quién sustituiría al comandante presidente?

¿Cómo podría mantenerse la revolución?...

Existen algunos líderes que despertaron en la población un fervor que rayaba en el fanatismo religioso. Eso sin duda lo lograron Hitler, Mussolini o Mao. Todos pudieron hipnotizar al pueblo con encendidos discursos en los cuales tensaban las fibras más íntimas, exacerban los temores más recónditos y despertaban los odios más profundos. Un torbellino de sensaciones se apoderaba de las masas que caían como idiotizadas frente a la palabra del líder, quien pasaba a ser percibido como una suerte de semidiós.

También Latinoamérica ha contado con este tipo de dirigentes que fueron capaces de subyugar con su palabra a los habitantes de sus naciones. Ejemplos sobran y, por sólo mencionar unos pocos, podemos referirnos a Perón y a Evita Perón en la Argentina, a Velasco Alvarado en Perú y a Fidel Castro en Cuba. Con excepción de Evita, todos fueron militares, todos fueron dictadores y todos participaron en golpes de Estado o alcanzaron el poder por la vía de las armas. Todos tuvieron las mismas características comunes: el militarismo y el populismo.

Como antes se mencionó, fueron percibidos en el imaginario popular como una suerte de semidioses; sin embargo, ninguno alcanzó el estatus final de dios, por la sencilla razón de que ninguno logró regresar de la muerte. ¿Se imaginan los lectores a una Evita que -curada hipotéticamente en Cuba de su grave enfermedad- hubiese podido encabezar nuevamente alguna de aquellas gigantescas manifestaciones ante sus "queridos descamisados" desde el balcón de la Casa Rosada en Buenos Aires?

Quizás el líder que más ha profundizado en el potencial político de una resurrección ha sido Fidel Castro. De hecho en 1997 desapareció de la palestra pública y puso a correr el rumor de que había enfermado gravemente e incluso de que había fallecido. La tensión alcanzó niveles inusitados. En los círculos diplomáticos se cruzaban toda suerte de versiones, en tanto que la prensa internacional se hacía eco de informaciones que en muchos casos eran sembradas. Todos decían tener una fuente creíble que aseguraba que estaba grave o que había muerto o que estaba incapacitado. El malestar era tal que muchos pensaban que de un momento a otro se produciría algún evento que iba a cambiar el curso de la historia; sin embargo, nadie dentro del país se atrevía a asomar la cabeza por temor a que se la cortaran. Incluso dentro de la alta jerarquía del partido, no sabían lo que ocurría. Las especulaciones de todo tipo estaban a la orden del día. ¿Quién sustituiría al comandante presidente? ¿Cómo podría mantenerse la revolución? ¿Soltarían a los presos políticos? ¿Qué harían otros gobiernos? ¿Continuaría el socialismo?

Pero finalmente todo se trataba de una patraña cuidadosamente orquestada por el propio Fidel para profundizar tanto el desconcierto de los ciudadanos como su control sobre los cubanos, que venían atravesando por gravísimas dificultades y enormes carencias durante el llamado "período especial" -caracterizado por una larga crisis económica- que se había iniciado en 1991 a raíz del colapso de la URSS.

Así, no al tercer día, pero sí a la tercera semana -el 1 de setiembre de 1997- Fidel hizo su reaparición. En una rueda de prensa celebrada en La Habana, se rió ante los periodistas y les declaró: -

"Todos tenemos que morir. Algún día pasa". Después -en tono jocoso- agregó: -"Cuando realmente ocurra, a las autoridades cubanas les será difícil convencer al pueblo de que es cierto".

Fidel había simulado una resurrección. No hacía otra cosa que tratar de exaltar un sentimiento popular, una suerte de fe de cuasi religiosa, capaz de mantenerlo en el poder para siempre.

Parodiando a Pascal, quien refiriéndose al amor afirmó: "El corazón tiene sus razones que la razón no comprende", se podría alegar lo mismo con respecto a la fe.

La razón no puede comprender que un político que ha causado tanto daño a su país pueda conservar todavía un importante apoyo popular. Sólo ese sentimiento de fe cuasi religiosa lo explica. Ahora bien, ¿qué ocurriría con el imaginario popular si, tal como se narra en el Evangelio de San Pablo, ... "desciende a los infiernos y al tercer día resucita entre los muertos ... "?

Y de paso no olvidemos que, en todo caso, por ser Dios, Cristo tuvo la potestad de elegir a su sucesor en la tierra:
 "Eres, Pedro, y sobre esta piedra erigiré mi iglesia ... a ti te daré las llaves del reino de los cielos" (Mateo 16 13-20).

pepetoroh@gmail.com
@josetorohardy

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jueves, 7 de julio de 2011

VÍCTOR RODRÍGUEZ C:. LA SUCESIÓN Y LA TRANSICIÓN

Un período posterior a Chávez, más cierto ahora para los fieles seguidores del líder, hace surgir además las razonables preocupaciones de tantos que han actuado fuera de la ley

No hay dudas acerca de la alteración que causa en el país, e incluso fuera, la enfermedad de Chávez, tratada con urgencia en La Habana, afortunadamente para él, sin necesidad de una autorización judicial ni de traslados con chalecos antibalas, como les ocurre a los olvidados presos políticos en Venezuela: los comisarios de la PM, Peña Esclusa y la jueza Afiuni, entre otros.

Una situación médica que será manipulada y aprovechada con astucia por Chávez, siguiendo el patrón del dictador cubano, Fidel Castro, quien a pesar de todo tuvo que dejar el poder y facilitar la "sucesión" en la isla. La relación de la enfermedad de Chávez con el "malvado imperialismo" no faltará, como lo hizo ver el lerdo y dependiente Evo Morales, en su última declaración sobre el tema, desde Buenos Aires.

Independientemente de la gravedad de la enfermedad y de su autenticidad, la ausencia de Chávez abre espacios importantes. Por una parte, se abre la "sucesión" oficialista, al estilo de las monarquías europeas. Por la otra, se asoma el cambio que favorece el orden y la democracia en el país, es decir, la estabilidad. A la vez, se confirma el inicio de un período de transición en el que las fuerzas políticas y sociales van a jugar un papel importante, especialmente los partidos de oposición que deberán presentar una propuesta electoral sólida, pero sobre todo creíble y atractiva que permita la mayor solidaridad a su alrededor y garantice el triunfo electoral en diciembre de 2012 o antes, si las circunstancias así lo exigen.

En las filas oficialistas, cada vez más disminuidas, pese a las manifestaciones públicas orquestadas que aparentan un clamor popular como las misas y reuniones montadas en iglesias y palacios, la sucesión crea problemas serios en el seno del PSUV y sus aliados.

Algunos se mantienen callados ante la incertidumbre sobre si Chávez regresa al país a ejercer sus funciones o si se mantendrá al margen del poder formal; e, incluso, si la salud le permitirá presentarse a las elecciones presidenciales.

Las indecisiones y el misterio complican las cosas y abren el apetito dentro de las filas oficialistas, sobre todo en quienes desde hace tiempo piensan en la posibilidad de un chavismo sin Chávez.

El estulto parte médico de Soto Rojas; las adulantes expresiones de amor del simplón Jaua y del poder militar representado por Rangel Silva; las sonrisas del sandio Izarra; las incitaciones y llamados al odio del hermano mayor, Adán, y las irresponsables y groseras declaraciones violatorias de la ética del momificado José Vicente Rangel, quien afirma que "Chávez volverá cuando le dé la gana", muestran la torpeza y la manipulación, las contradicciones y la insinceridad, pero sobre todo la pobreza de la dirigencia chavista.

Un período posterior a Chávez, más cierto ahora para los fieles seguidores del líder, hace surgir además las razonables preocupaciones de tantos que han actuado fuera de la ley y que temen con razón afrontar la justicia; de aquellos que han abusado del poder y causado daños irreparables a la vida y a la propiedad; de los que se han enriquecido descaradamente o quienes han destruido el Estado y despilfarrado los dineros del pueblo venezolano, Pdvsa, un ejemplo clarísimo.

Del lado de la oposición, evidentemente, la separación de Chávez de la Presidencia, aunque la ejerza ilegalmente desde La Habana, ante los ojos de todos, dentro y de la comparsa de beneficiarios fuera, con las consecuencias que de ello se derivan, tiene también importantes efectos. Los precandidatos saben que Chávez y su proyecto comunista serán derrotados en diciembre de 2012 o antes, y, con más razón, cualquier "sucesor" aunque goce del respaldo de un Chávez disminuido física y políticamente. El hermano Adán, incitador a revueltas públicas para defender lo indefendible, también sería derrotado. Si en Cuba Raúl, el hermano del dictador, fue declarado "sucesor" sin mayores problemas, en Venezuela la corona no goza de la misma fortaleza.

La transición se abrirá. El orden se impondrá. La justicia prevalecerá. La reconciliación se logrará, después.


vitoco98@hotmail.com

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