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jueves, 21 de noviembre de 2013

MARIANELLA SALAZAR, CAPÍTULO FINAL

La nefasta tragedia que se cernió sobre Venezuela al caer Hugo Chávez bajo el embrujo mesiánico de los tiranos Castro no podía desaparecer sin un final digno de su decadencia.

La unción de un mandadero como su sucesor puede ser visto desde varias aristas. 

La médica: un paciente en estado terminal, posiblemente víctima de mala práctica médica (ampliamente analizada por múltiples interlocutores no autorizados), intoxicado con invasivos tratamientos, confinado y aislado en Cuba, pudo ser fácilmente manejado para convertirlo en el trágico ejecutor de los designios cubanos, que lograron instalar a uno de sus fieles mandaderos como verdugo final de la patria de Bolívar.

La política: destinar a un civil de formación comunista, sin ascendencia militar, permitiría a los edecanes cubanos mantener su poder cupular castrense y, al mismo tiempo, defenestrar a los grupos de militares del 4-F que, aun siendo los nuevos ricos más corruptos y notables del régimen, son una barrera contra el modelo comunista cubano que los Castro están a punto de instalar definitivamente en Venezuela. 

La profiláctica: colocar a Nicolás Maduro a sabiendas de que su gobierno colapsaría facilita la primera razia generacional dentro del chavismo, para dar paso a la escisión anunciada del PSUV, que generará uno o dos grandes partidos de oposición chavistas, y borrar del mapa a los cascarones que quedan de la cuarta república.

AL DESPEÑADERO

Pelear contra el mercado ha originado una serie de disparates, empezando por la baja de los precios por decreto, que origina un desabastecimiento en todos los inventarios, sin posibilidad de reposición, y la consecuente desaparición del sector comercio, con el agravante del desempleo que se producirá a muy corto plazo.

Pretender regular precios y ganancias de una economía de importación, regida (les guste o no) por un dólar convertido en ilegal, que supera en 1.000% el valor oficial, y negar así el verdadero poder del mercado es una tremenda brutalidad que significará el final de este régimen. ¿Por qué no decretan el valor de la cebolla, que ya ronda los 100 bolívares el kilo; de un cartón de huevos, que pasó la barrera de los 100 bolívares y no son importados?

Crear un modelo económico chavista del siglo XXI, en el cual la regulación de las ganancias y los costos se dicten por decreto, pero, al mismo tiempo, los ingresos de la nación son producto del más salvaje de los mercados, como el del petróleo, es un absurdo que no es ni podrá ser sostenible. ¿O es que Pdvsa va a vender ahora el petróleo a 4 dólares por barril, en lugar de los 100 dólares y así salvar a la humanidad, como reza el Plan de la Patria Revolucionaria? ¡Por favor! 

Caldera gobernó con el barril a 8 dólares y no hay comparación en la calidad de vida que teníamos, y eso que aquel gobierno dio bastante margen para guisos de todo tipo, que comparados con los de hoy parecen guisos a precios justos.

Nicolás Maduro no se da cuenta del triste papel que hace junto con su combo de rapiñas, aplaudido por sus enemigos que lo llevan derechito al matadero, al igual que llevaron a Chávez a creerse inmortal en su borrachera mesiánica, y en lugar de mandarlo a su casa a descansar aceleraron su desaparición física con una campaña electoral a la que nunca debió presentarse, porque le costó la vida.

Maduro no se percata de que los venezolanos no tienen manera, ni con 10 sueldos mínimos, ni aguinaldos de una Navidad decretada en noviembre, de llenar una nevera, así sea de esas chinas que regalan por un voto. Eso es lo que lo tumbará, es el verdadero capítulo final de un traumático período histórico que, incluso, hace tambalear la estabilidad de Cuba, convertida en regente de Venezuela.

@aliasmalula

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lunes, 30 de julio de 2012

ALBERTO MEDINA MÉNDEZ. LA NECESIDAD NO GENERA DERECHOS.

El mundo parece estar protagonizando una comedia. Lo grave de ello es que algunos creen que se trata de lo correcto y han decidido tomarse con seriedad el guion de esta farsa.

Entre tantas afirmaciones falaces de las que acostumbran a proponernos a diario, el populismo, hace décadas consiguió engendrar una frase, de la que los líderes demagógicos del presente se han apropiado. Otros sectores se sumaron a esa prédica al no poder imponer su comunismo por las vías ortodoxas, es decir las más violentas, esas que recomendaban sus mentores. En ese esquema, estos últimos optaron por ese camino más amigable con las democracias actuales.

Aquella máxima que rezaba “donde existe una necesidad, nace un derecho” dio paso a una serie de teorías por las cuales, un ciudadano, que tuviera una necesidad, cualquiera fuera ella, debía ser satisfecho en su demanda.

Así las cosas se declararon derechos de todos, el de alimentarse, la salud, la educación, el trabajo y la vivienda, entre otros. En vez de establecerse que tenemos derecho a esforzarnos para tener acceso a cada uno de esos bienes, se impulsó, demagógicamente, enunciar esta especie de jubileo general, por el que todos los ciudadanos tenemos derecho a ello, por el solo hecho de residir en una nación.

La palabra derecho, en este perverso juego que nos plantean estos ingenieros en el uso del dinero ajeno y poseedores de una mente privilegiada capaz de establecer a quienes quitarle recursos para dárselos a otros, fue utilizada despiadadamente para instalar una nueva idea, tan inmoral como operativamente inaplicable.

Bajo esta mirada, si un ciudadano precisa trabajo, pues el estado, haciendo uso de sus recursos, debería brindárselo. Lo mismo vale para la educación, la salud o la vivienda. Todas esas, y otras más son OBLIGACIONES del estado, y de su gobierno de turno, que debe hacer todo lo pertinente para satisfacer esas necesidades “mínimas” a sus ciudadanos.

Con la oscuridad conceptual tan habitual con la que se deleitan los reyes de la demagogia, no sabemos muy bien que sería satisfacer esas necesidades.  Es decir cuando se habla de alimentación, no sabemos con qué cantidad y calidad de comestibles, cada ciudadano estaría conforme respecto de sus necesidades en este rubro. Lo propio podríamos decir de su educación, es decir hasta que nivel requiere, o si eso incluye eventualmente su formación universitaria o las disciplinas complementarias como idiomas, técnicas especiales, o porque no un título superior de posgrado.

Después de todo, la palabra necesidad es ambigua, y subjetiva, y depende de quien la exprese, de su mirada personal sobre lo que necesita. Alguien podría necesitar viajar al extranjero para tomarse unas vacaciones, después de un esforzado año de trabajo, o bien otros podría precisar de una casa con lugar para tres vehículos.

Claro está que los detentadores del poder, y sus ideólogos funcionales dirán que esa es una exageración, porque después de todo ellos, sí, ellos y solo ellos, determinaran que es una necesidad y que no lo es.

Es que ya nos tienen acostumbrados a pensar por todos, y decidir por los demás, estableciendo que es lo correcto y que no. Siempre es bueno recordar que se trata de mentes brillantes, de verdaderos iluminados, de gente con un coeficiente intelectual superior, lo que los hace elegibles para gobernarnos y  conducir nuestras empobrecidas inteligencias individuales que precisan de orientadores a quienes seguir como rebaño.

En este esquema, ellos determinarán que es compatible con una necesidad y establecerán cuando un ciudadano tiene derecho a eso que reclama y cuando, ellos, si, ellos y solo ellos definirán que no.

Cuando lo determinen, en ese caso, se ocuparán de financiar desde el Estado, lo que consideran es una necesidad de vivienda, alimentaria, educativa o de salud.

Lo harán, claro está, detrayendo recursos del sector privado via impuestos, emisión monetaria o endeudamiento estatal, para pasarle la cuenta a todos los que trabajan por los demás.

Haciendo una hipótesis, ya no tan descabellada en estos tiempos, podríamos afirmar que si en una sociedad solo generaran riqueza el 50 % de los ciudadanos, o cualquier otro porcentaje menor o superior, eso significaría que esa porción de la sociedad tendrá que solventar sus propias necesidades y, por via de la creencia generalizada que se ha instalado entre nosotros de que una necesidad genera derechos, también pagará la alimentación, educación, trabajo o salud o lo que sea de los que no tienen esos recursos a su alcance.

Bueno, de eso se trata. En ese tipo de sociedades vivimos, y a eso nos están arrastrando con sus creencias no solo erróneas, sino perversamente inmorales.

Que quede claro que cuando las cuentas vienen mal y los recursos públicos no alcanzan, los partidos políticos que defienden a rajatabla estos principios son los mismos que se ocupan de relativizar estos supuestos derechos que tanto difunden, pero de ninguna manera les faltarán dineros públicos para la próxima campaña electoral que les permita retener poder. Esa es su lógica. Así funcionan.

La sociedad debe saber el precio que paga por repetir las perversas ideas de quienes difunden falacias que solo les convienen en tanto les permite manejar la caja arbitrariamente, bajo el paraguas de la sensibilidad social y la ayuda al prójimo, siempre con dinero ajeno, de los que producen, de los que trabajan, a quienes además de saquear, atacan ideológicamente por pertenecer a un supuesto circulo social diferente.

Ese es el juego intelectual que nos proponen. Nada nuevo bajo el sol. El problema no es lo que proponen, sino la mansedumbre con la que muchos de los esquilmados terminan apoyando esas consignas por vergüenza social, resignación ciudadana, o inclusive adulación sin reflexión. Es tiempo de revisar esta idea desde su origen. No sea cosa que la repitamos sin pensarla y sea una de las tantas premisas que nos llevan a acompañar políticas equivocadas. Definitivamente, la necesidad NO genera derechos.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com
skype: amedinamendez

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domingo, 22 de abril de 2012

EMILIO J. CARDENAS / EL POPULISMO DESTRUYE LAS EMPRESAS DEL ESTADO / CASO PDVSA / DESDE ARGENTINA

Río Negro - 21-Abr-12 - Opinión
Los resultados de la gestión pública de la empresa petrolera estatal venezolana, PDVSA, poseedora (fundamentalmente como consecuencia de lo que podríamos llamar "suerte" geológica) de una de las reservas petroleras más importantes del mundo, es un ejemplo meridianamente claro de cómo el "Estado-administrador", cuando está infectado por el populismo, es capaz de destrozar o demoler una empresa que hasta ese momento no sólo era viable sino exitosa.

Ocurre que en los últimos cuatro años, PDVSA aumentó la nómina total de su personal en un 27%. Esto es la consecuencia de las nacionalizaciones, de la conformación de toda suerte de empresas mixtas y de la participación de PDVSA en empresas de distinto tipo que muy poco o nada tienen que ver con su objeto social primigenio.

Para este año se anuncian más contrataciones, para así favorecer –en un año electoral– a amigos y correligionarios con el "regalo vitalicio" de ser "empleado público" y estar entonces exento de las contingencias que son típicas del mercado laboral real: el privado. Las que todos aquellos que nos ganamos el pan fuera del sector público enfrentamos diariamente.

En rigor, los gastos operativos de PDVSA, en su conjunto, han también aumentado fuertemente. De un año a otro, si comparamos las cifras del balance del 2011 con las del 2010 de esa empresa, al aumento ha sido nada menos que un impresionante 29%. La ineficiencia de la gestión empresaria de la petrolera es absolutamente notoria, según queda visto.

El crecimiento de la nómina del personal, como cabía sospechar, no fue acompañado, ni de cerca, por el aumento correlativo de la producción de hidrocarburos. En rigor, ésta ha caído. La productividad se ha deteriorado, consecuentemente.

En el 2007, PDVSA extraía en total unos 3,1 millones de barriles de crudo diarios. Al cierre del 2011, esa cifra había descendido a unos 2,9 millones de barriles diarios, los que, además, se utilizan –en alguna medida– para subsidiar con ellos la economía de Cuba y las de otros aliados políticos de Hugo Chávez, cubriendo "prioridades políticas" que ciertamente son absolutamente extrañas a la gestión empresaria misma de la empresa petrolera. Y, más aún, hasta los intereses nacionales venezolanos. Una pena para Venezuela, como país y para su sufrida sociedad.

(*) Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
http://www.rionegro.com.ar/diario/el-populismo-destruye-las-empresas-del-estado-860433-9539-nota.aspx
Este es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"

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