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sábado, 22 de agosto de 2015

OMAR GONZALEZ MORENO, EL EFECTO DESCUARTIZADOR

El abominable crimen de Liana Hergueta, la mujer de 53 años que fue inmovilizada con un shock eléctrico, violada, asesinada por asfixia y luego descuartizada en pedazos; concentra todo el odio, la avaricia, el sadismo y la crueldad que solo los psicópatas son capaces de cometer. Pero más grave aún es la pretensión del régimen de Nicolás Maduro y su grupete de sacarle rédito político a ese horrible suceso atribuyéndole la responsabilidad del asesinato de esta señora, que nada tenía que ver con política, a la oposición democrática venezolana.

    Cuando comenzaron a circular a través de los medios de comunicación que controla el gobierno las versiones según las cuales esos perversos homicidas estaban relacionados con importantes dirigentes de la oposición, no faltó quien recordara a la tristemente célebre Irma Ilse Ida Grese, una de las más crueles y famosas criminales nazi , quien poco antes de morir en la horca confesó: “Comenzábamos a descuartizar y desmembrar a mujeres para luego abandonar sus restos en la calle y después echarle toda la culpa a nuestros enemigos políticos, con el propósito de lograr que la ciudadanía se volviera en su contra. Siempre confiábamos que el pueblo era suficientemente tonto y estúpido para creernos”.

    Nos resistimos a creer que en la locura de la agonía de este régimen se esté apelando a la receta de Grese, la supervisora de prisioneros en los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau, Bergen-Belsen y Ravensbrück, en la Alemania de Hitler,  a quien  apodaban   "La bestia", "La cancerbera" o simplemente "La perra" por los prisioneros de estos campos de exterminio a causa de su comportamiento sádico y cruel; para perseguir a la disidencia política venezolana.

    Lo dudamos, incluso, tras conocer que los presuntos asesinos de Liana Hergueta, lo detenidos  José Rafael Pérez Venta, Carlos Trejo  y  Samuel Sánchez, son o fueron militantes del Psuv y que  se habían infiltrados en las filas de importantes partidos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD),  con el deliberado propósito de servir de “patriotas cooperantes”, como pomposamente denominan  los partidarios del gobierno a los soplones o sapos que realizan el sucio trabajo de espiar o sabotear las actividades de sus adversarios políticos.

    Más bien creemos que el móvil de este horrendo homicidio fue la avaricia de apoderarse del millón 340 mil bolívares que había depositado  la señora  Liana Hergueta a uno de estos delincuentes por la compra de cinco mil dólares, que nunca le llegaron entregar, en medio de esta desquiciada economía que sufrimos en Venezuela. Es decir,  un robo más, otra estafa,  una cifra adicional en las estadísticas de delitos que diariamente ocurren en este país destruido por el modelo castro comunista.

    Sin embargo lo que no debemos hacer es quedarnos de brazos cruzados, silbando en la lomita, ante tan graves fechorías, ante tanta maldad, ni mucho menos ante la ocurrencia del régimen de querer achacarle a la oposición democrática venezolana crímenes de tal naturaleza. Eso hay que contrarrestarlo con valentía y determinación.

    El régimen, como se sabe, ha utilizado ese mismo expediente de manipular graves delitos, como supuestos intentos de magnicidios, terrorismo, paramilitarismo, vandalismo y crímenes horrendos para perseguir  a la disidencia venezolana, algunos de cuyos líderes están presos, inhabilitados o en el exilio precisamente por estas causas.

   Así sucedió con el asesinato con un carro-bomba del fiscal  Danilo Anderson, el secuestro y asesinato de los hermanos Faddoul, el  secuestro y asesinato Filippo Sindoni, el crimen de seis estudiantes de la Universidad Santa María en el barrio Kennedy de Caracas, el Tiroteo con muertes múltiples y heridos en Plaza Altamira por Joao Gouveia, el homicidio del diputado Robert Serra y su asistente María Herrera; el fallido intento de incendio de la sede de la Fiscalía General de la República durante las protestas del año 214, entre otros, que fueron manipulados por el régimen para perseguir a conocidos opositores.

   Eso es lo que se conoce en el ambiente político venezolano como el “efecto descuartizador” que lo único que pretende es desbaratar, sacar del camino,  despedazar sin escrúpulos de ninguna naturaleza a los disidentes, vinculándolos con hechos que provocan repulsión en la ciudadanía, sin que exista la menor evidencia que los vincule.

    De manera, que así  como ayer usaron casos como el Danilo Anderson, Joao Gouveia o  Robert Serra y los otros para perseguir a quienes les estorban para continuar con el saqueo de las riquezas del país, hoy le tocó el turno a la señora Liana Hergueta; víctimas por partida doble de la violencia estimulada desde el más alto gobierno.

Omar Gonzalez Moreno
gonzalezmoreno.omar@gmail.com
@omargonzalez6

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jueves, 6 de agosto de 2015

OMAR GONZALEZ MORENO, EL HOLOCAUSTO VENEZOLANO

No soy clarividente, pero creo que lo que sucede actualmente en Venezuela se parece mucho a lo ocurrido en 1933 durante el apogeo de Joseph Stalin,  cuando el régimen comunista soviético impuso una hambruna contra el pueblo ucraniano provocando la muerte de millones de personas, en lo que se conoce como “El Holodomor”.

   Las coincidencias son demasiadas claras como para obviarlas y no me refiero solo al parecido físico entre Joseph Stalin y Nicolás Maduro. Los archivos secretos desclasificados tras la desintegración de la Unión Soviética develan que “El Holodomor” –que en ucraniano significa hambruna- fue un acto intencional de exterminio en contra de esa nación en venganza por la resistencia de su pueblo a someterse al poder del bigotudo tirano. ¿Y si así fuera en Venezuela?
   En aquella época, Stalin decidió implantar una nuevo modelo socioeconómico en Ucrania, igual que ahora lo hace Maduro en Venezuela, a través de una radical transformación de sus estructuras, a la cual el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética llamó la Gran Colectivización y en Venezuela el PSUV bautizó con el pomposo nombre del Plan de la Patria. Ambos son fundamentalmente una guerra en contra del modelo tradicional de las economías de estos países.
   Tanto en Ucrania como en Venezuela el proyecto contemplaba la expropiación de las fábricas, tierras, cosechas, ganado y maquinarias. Luego la regulación de la producción, comercialización y distribución de alimentos y otros bienes. Finalmente el control absoluto de la actividad productiva y un estricto dominio político sobre los campesinos, trabajadores y profesionales, previa eliminación de la clase media y pudiente de esas sociedades.
   En Ucrania y Venezuela, guardando “por ahora” las proporciones, el resultado fue una terrible hambruna que algunos denominaron genocidio y otros holocausto, a pesar de que ambas naciones tenían previamente suficientes recursos no sólo para alimentar a toda su población, sino incluso para exportar.
  Falta por determinar si las motivaciones del mandatario venezolano son las mismas que tuvo  el dictador soviético.  Stalin quería aplastar toda resistencia, así como castigar y ampliar el control sobre los ucranianos. En Venezuela Maduro pudiera provocarlo por incapacidad o por órdenes de Cuba en venganza ante la derrota militar que sufrieron los castristas cuando quisieron invadir nuestra nación por Machurucuto en 1967. Pero el resultado es el mismo: una población acribillada de gritos y plegarias inútiles pidiendo comida, medicinas y demás bienes y servicios.
   Sea como sea, la hambruna como acto deliberado de asesinato en masa, como el que aplicaron en Ucrania e iría en camino de aplicarse en Venezuela, es un genocidio, un holocausto; es decir, un delito internacional que no prescribe, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra. Así  lo establece tanto  la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948 como el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI) de 1998                                                                                                                                 
   Se calcula que la gran hambruna de 1933 en Ucrania (El Holodomor) costó entre 7 y 10 millones de víctimas inocentes y se convirtió en una gran tragedia para toda la humanidad.  Una catástrofe que  no debe repetirse en ninguna otra parte del mundo y mucho menos en nuestro querida Venezuela. No podemos ni debemos permitirlo. Todavía hay tiempo de detenerlo. Pero hay síntomas preocupantes. La oleada de saqueos en los estados Bolívar, Monagas, Sucre, entre otros, donde incluso se han registrado asesinatos, es evidencia que el país está al borde de convertirse en un polvorín por la crítica combinación de escasez de productos básicos y una galopante inflación.
   “El Holodomor” de Ucrania  debió convertirse en una seria advertencia para todos los  gobernantes del planeta, como el de Venezuela, por ejemplo, acerca de las terribles consecuencias que son capaces de generar imposiciones de modelos similares a la colectivización forzada de la economía y la sociedad, así la llamen pomposamente Plan de la Patria.
El 6 de diciembre de 2015, fecha fijada para las elecciones parlamentarias en nuestro país, representa una extraordinaria oportunidad para frenar en seco esta locura. Una cita histórica que podría evitar otro Holodomor, genocidio u holocausto. Un muro de contención infranqueable que interrumpa definitivamente el avance de esos modelos que han traído tantas desgracias en todos los países en los que se ha intentado imponer.
  Sólo nos resta gritar, desde esta tribuna de opinión, cuando todavía hay tiempo y los zamuros no han descendido a picotazos sobre las piltrafas: ¡Que así sea!... ¡Por Dios!... ¡Que así sea!
Omar González Moreno
programamardefondo@hotmail.com
@omargonzalez6

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