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jueves, 21 de noviembre de 2013

NICOLAS CACHANOSKY, ALCLARANDO EL TERMINO CAPITALISMO, ECONOMIA PARA TODOS, FUENTE TABANO INFORMA,

TABANO INFORMA


ECONOMÍA PARA TODOS - 14-NOV-13 - ECONOMÍA

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ACLARANDO EL TERMINO “CAPITALISMO”

POR NICOLÁS CACHANOSKY

El 9 de octubre salió en Infobae una nota titulada “Tres décadas y un problema llamado déficit fiscal.” En aquella nota decía que desde la vuelta a la democracia, Argentina tuvo el mismo problema de déficit fiscal, lo que de hecho cambió de década a década fue el método de financiamiento, no el problema de fondo...

EL 25 de octubre Mauro Cristeche (UNLP y UNLaM) comparte una nota crítica a mi comentario en Infobae titulada “Dos siglos de economía Argentina y un problema llamado capitalismo.” Cristeche coincide que el déficit fiscal fue un serio problema, pero sostiene que la nota no es lo suficientemente profunda. El déficit fiscal se debe, argumenta, a la lógica del capitalismo imperante en Argentina en los últimos 200 años.

Si bien envié mis comentarios de respuesta a Infobae pocos días después de la nota de Cristeche, el fallo de la Corte Suprema respecto a la Ley de Medios y otros eventos de la agenda política versus lo puntual de mi respuesta hicieron que, obviamente, mi comentario perdiese relevancia.

No quería dejar de compartir mis reflexiones sobre la nota de Cristeche que copio a continuación.

Aclarando el término “capitalismo”

Hace unas semanas escribí una breve nota titulada “Tres décadas y un problema llamado déficit fiscal.” En aquella ocasión comentaba que desde la vuelta a la democracia la economía Argentina ha sufrido el mismo problema recurrente: déficit fiscal. El punto de mi nota era que los sucesivos gobiernos cambiaron el método de financiar el déficit fiscal, pero no el problema de fondo. Mauro Cristeche comparte una nota crítica en reacción a esta idea. Su argumento es que mi nota no es lo suficientemente profunda, si bien coincide que el déficit fiscal ha sido un problema, argumenta que el motivo de este problema se debe al capitalismo. La nota de Cristeche posee varios puntos que merecen seria consideración. Comentar todos ellos resultaría en una nota innecesariamente larga y tediosa. Prefiero enfocarme en un punto que creo es central en nuestros respectivos puntos de vista: el término capitalismo. Pocos términos sufren de tanta confusión y connotaciones que vician nuestro análisis como la palabra capitalismo.

Hay, a mi juicio, un problema central en la nota de Cristeche: No ofrece una definición del término capitalismo, que es nada menos que su objeto de crítica. Claramente el “capitalismo Suizo o Inglés” es distinto al “Capitalismo Venezolano o Argentino.” No todos los capitalismos ofrecen el mismo resultado y por ello es importante distinguirlos cuidadosamente. Ciertas palabras como “capitalismo” o “liberal” han visto su significado alterado a lo largo de la historia e incluso geográficamente. La palabra “liberal,” por ejemplo, no significa lo mismo en Inglaterra que en Estados Unidos. Por ello han surgido términos como “libertario” para evitar confusiones. Aquí mismo en Argentina, el Partido Liberal Libertario usa la palabra “libertario” justamente para tratar de minimizar mal entendidos. También creo importante mencionar que en mi nota no hago uso del término capitalismo, y sólo tangencialmente menciono el libre mercado. Cristeche me asocia a las “ideas propias de la economía liberal,” de haber definido el término capitalismo se habría dado que cuenta que el uso que hace del mismo no aplica a mi nota.

Voy a entender por capitalismo el poner en práctica los principios del liberalismo clásico. Es decir, tanto ciudadanos, como empresas y hasta el mismo gobierno se encuentran en igualdad de condiciones ante una ley que protege la libertad individual y la propiedad privada. No hay privilegios ni para “capitalistas,” ni para la “clase obrera,” ni para el “gobierno.” No creo que esta sea una interpretación torcida del término capitalismo, es lo que tienen en mente los filósofos y pensadores que más han contribuido a esta tradición como John Locke, Wilhelm von Humboldt, Adam Smith, Ludwig von Mises, Friedrich A. von Hayek, Milton Friedman, James Buchanan, Karl Popper y Robert Nozick entre muchos otros. Es decir, una cosa es la existencia de “bienes de capital” y otra cosa es el “marco institucional” bajo el cual se organiza la sociedad. El término “capitalismo” hace referencia al libre uso de bienes de capital bajo instituciones de libre mercado, no a la mera presencia de bienes de capital. Las instituciones son importantes porque definen los incentivos de los agente económicos. Los incentivos pueden llevar a tener crecimiento y desarrollo de largo plazo o a sufrir crisis recurrentes. Corea del Norte y Corea del Sur poseen la misma historia, lenguaje y cultura pero se diferencian en sus instituciones. Si las instituciones no fuesen importantes la calidad de vida en ambos países no serían blanco y negro. Bajo esta concepción no toda sociedad donde hay capitalistas es “capitalismo.” Reconozco que puede no ser la única definición del término capitalismo, pero una crítica al capitalismo como liberalismo económico tiene que hacer uso de esta definición.

Mi interpretación del uso que hace Cristeche del término capitalismo es que una sociedad es capitalista siempre y cuando haya capitalistas y bienes de capital independientemente del marco institucional. El capitalismo en su concepción clásica, sin embargo, no es sólo la presencia de jure de propiedad privada, es también la presencia de facto (marco institucional.) No alcanza con ser dueño en los papeles de los factores de producción si uno no es libre de usarlos. Aquella sociedad donde el empresario es “dueño” de su empresa pero su proyecto es dirigido por el gobierno a través de leyes y regulaciones es “capitalismo intervenido (o un tipo de socialismo)”, no un “capitalismo como aplicación de los principios del libre mercado.” Es muy difícil catalogar al Kirchnerismo como un modelo predominantemente capitalista. Nótese que no estoy argumentando sobre la conveniencia o no de aplicar los principios de libre mercado, simplemente estoy definiendo el término “capitalismo” a fin de hacer un diagnóstico más preciso de los problemas económicos de Argentina.

Hay, entonces, por lo menos dos capitalismos, el de libre mercado por un lado y el intervenido como el capitalismo de amigos o capitalismo corrupto (crony capitalism) por el otro. Podemos llamarlos “Capitalismo tipo I” y “Capitalismo tipo II” respectivamente para evitar las connotaciones asociadas a las palabras liberalismo o socialismo. Si aun así no podemos dejar de lado todas las connotaciones asociadas al término capitalismo, entonces podemos pensar en “Orden socio-económico I” y “Orden socio-económico II.” Coincido con Cristeche que el Capitalsimo tipo II es un problema, pero no por ello concluyo que el problema en  Argentina ha sido el Capitalismo tipo I. Es que no pudo serlo por el simple hecho de que no se aplicó. ¿En qué momento desde 1930 en adelante, cuando Argentina comienza a desviarse del resto de los países más ricos del mundo, fue Argentina un país genuinamente liberal? Se podrán identificar ciertas épocas con políticas llamadas neoliberales, pero más allá de su efectiva aplicación, es importante recordar que “neoliberalismo” no es lo mismo que “libre mercado.”

Cuando Cristeche sostiene que el crecimiento del estado se debe a la “relación capitalista,” esto describe el problema del Capitalismo tipo II, donde el empresariado busca el favor del gobierno para no tener que ganarse el peso del consumidor en libre competencia, pero se encuentra en directa oposición con el Capitalismo tipo I, donde el rol del estado es justamente evitar estos privilegios. Es un non sequitur criticar aquello a lo que el Capitalismo tipo I se opone por los vicios presentes en el Capitalismo tipo II. Entiendo cómo se pueden asociar al populismo (un tipo de Capitalismo tipo II) con déficit fiscales, pero asociarlo al capitalismo de libre mercado es el resultado de una confusión terminológica por usar un término sin definir como herramienta de crítica a un marco institucional específico. Nada impide que uno entienda por capitalismo la presencia de capitalistas y bienes de capital indistintamente del marco institucional, pero entonces ya no es válido asociar las ideas de mi nota a “las propias de la economía liberal” y luego utilizar el término capitalismo como herramienta de crítica. El argumento se resume a lo siguiente: el mercado intervenido (Capitalismo tipo II) no funciona, por lo tanto el libre mercado (Capitalismo tipo I) no funciona. El problema queda claro si en la nota de Cristeche reemplazamos la palabra “capitalismo” por “libre mercado.” Uno de sus pasajes ofrece un buen ejemplo: “No hay política más libre mercado que la recurrencia al déficit fiscal.” ¿Desde cuándo la recurrencia de déficits fiscales es rasgo distinto del libre mercado?

Se podrá decir que se encuentra en la lógica de la dinámica de un sistema capitalista que las clases obreras sean oprimidas frente al capital y que el estado termina siendo cómplice del capital en este proceso. O algún argumento similar por el cual la distinción entre estos dos capitalismos es ficticia. ¿Pero no es acaso esta colusión entre capitalistas y gobierno a lo que los liberales (Capitalistas tipo I) tanto se oponen? No hace falta buscar pasajes escondidos, los autores arriba mencionados y tantos otros han escrito ríos de tinta al respecto. El mismo Adam Smith, padre de la economía de la mano invisible, es también conocido por advertir sobre el peligro que empresarios y capitalistas imponían sobre la sociedad al buscar el favor del gobierno para operar bajo un Capitalismo tipo II (proteccionismo) y poner en riesgo el libre mercado. El liberalismo nada tiene que ver con el favoritismo empresarial.

Coincido con Cristeche que los déficits fiscales no caen del cielo, pero no es menos cierto que el equilibrio fiscal es responsabilidad de la clase política y es en ellos en donde cae una responsabilidad mayúscula. La clase política no puede poner la firma en un presupuesto deficitario y luego culpar a un tercero cuando la crisis fiscal viene a cobrarse el déficit. Cristeche da fin a su comentario parafraseando mi propia nota diciendo que “el problema tiene nombre y apellido: se llama capitalismo.” Siendo más precisos, el problema tiene nombre y apellido, se llama “Capitalismo tipo II,” que no es como los autores más reconocidos en el tema conciben este término. Disiento con Cristeche que la causa sea el capitalismo a secas, creo que “populismo” sería un término más apropiado para referirse al origen de los problemas que truncan el destino de un país con tanto potencial.

Este es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"



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miércoles, 27 de febrero de 2013

NICOLAS CACHANOSKY, ¿ES EL LIBERALISMO UNA MALA PALABRA?, ECONOMIA PARA TODOS, DESDE ARGENTINA,



Economía para todos - 26-Feb-13 - Opinión


¿Es el liberalismo una mala palabra?
 
por Nicolás Cachanosky


En una reciente nota en el diario Clarín, Juan Manuel Agüero (Fundación Naumann) sostiene que el liberalismo debe dejar de sonar a esa mala palabra que se asocia como la causa de todos los males, y que uno debe tener cuidado de no confundir las ideas del liberalismo con el uso político del término. Ezequiel Adamovsky (UBA, CONICET) responde también en Clarín diciendo que lo del “liberalismo no es ‘mala prensa’: es una reputación bien ganada.” Sin embargo, Adamovsky no parece seguir la sugerencia de Agüero de separar las ideas del liberalismo de su uso político. Creo que hay dos problemas fundamentales en la nota de Adamovsky, uno relacionado al supuesto desinterés del liberalismo por la desigualdad y el segundo la asociación que hace entre liberalismo y gobiernos de facto o “intervenciones que ‘corrijan’ el curso mediante la violencia y la arbitrariedad.”

La distinción entre las ideas liberales y su uso en la arena política es fundamental. Posiblemente haya pocas palabras con significados tan diversos como “liberalismo.” Es bien sabido que esta palabra tiene significados distintos en Inglaterra, en Europa Continental, en Estados Unidos y también en Argentina. Tampoco es menos cierto que el
término liberal ha cambiado de significado a los largo de los años. Así como varios Marxistas no consideran a casos como el de la Unión Soviética, Cuba o China comunista como verdaderos casos de Marxismo, las propuestas llamadas “liberales” desde la arena política pocas veces tienen algo que ver con las ideas del liberalismo. Por este motivo el término “liberalismo clásico” (lo que Agüero tiene en mente en su nota) se presta a menos confusiones. Dado que Adamovsky no define el término liberal, asumo que en su repuesta a Agüero también tiene en mente al liberalismo clásico en lugar de responder críticamente haciendo uso de un significado alternativo. ¿Es cierto entonces, como afirma Adamosvky, que al liberalismo (clásico) no le importa la desigualdad y que tiene su reputación bien ganada?

En primer lugar, que al liberalismo clásico no le importa la desigualdad es erróneo. Guste o no, no se puede garantizar la igualdad en todos los planos del mundo en que nos toca vivir. No es una falla del liberalismo clásico no poder solucionar lo imposible. Sólo se puede garantizar igualdad económica renunciando a la igualdad ante la ley y libertades civiles e individuales. Sólo quitando a quien más tiene para dar a quien menos tiene se pueden igualar las condiciones económicas. Es claro que bajo este esquema algunos tienen más derechos sobre su propiedad que otros. El sugestivo título de Adamovsky bien podría reescribirse como “Al anti-liberalismo no le importa la desigualdad ante la ley.” Es cercenar las libertades individuales y renunciar a la igualdad ante la ley lo que es un “enemigo del gobierno del pueblo”, no el liberalismo clásico. Lamentablemente no se puede garantizar la igualdad económica y la igualdad ante la ley al mismo tiempo.

No es que al liberalismo clásico no le preocupe la desigualdad, sino que (1) no considera a toda desigualdad injusta ni (2) considera a toda igualdad justa. De haber igualdad ante la ley, donde todos los actores económica enfrentan las mismas reglas de juego, sin beneficios para nadie, seguramente habrá desigualdad económica. No todos pueden
cantar como Pavarotti, no todos poseen la habilidad deportiva de Messi, ni todos la visión y capacidad empresaria de un Jeff Bezos o un Steve Jobs. Pero estas desigualdades no responden a las arbitrariedades de la ley o a favores políticos, sino al premio que el consumidor da a quien mejor satisface sus necesidades y gustos. Es una desigualdad que además de premiar a los más eficientes al momento de satisfacer las necesidades de los individuos, promueve el crecimiento y desarrollo económico. ¿Para que esforzarse si mi desigualdad se va a repartir entre quienes no se esfuerzan? No por nada se dice que bajo los esquemas que promueven la igualdad económica lo que en definitiva
se redistribuye es la pobreza, no la riqueza. Excepto el soberano todos son igual de pobres. El foco del liberalismo clásico no es la desigualdad, es la injusticia. De poco sirve una sociedad donde son todos igual de pobres y con falta de libertades individuales y civiles gracias al uso de la fuerza del estado. El rol del estado no es distribuir el producto del trabajo de unos hacia los bolsillos de otro en aras de preocuparse por la igualdad, el rol del estado es mantener
la ley y el orden y hacer cumplir los contratos.

En segundo lugar, equiparar al liberalismo clásico con regímenes autoritarios o de facto denota la dificultad para separar las ideas del liberalismo clásico con actores políticos que hacen un mal uso del término “liberal.” ¿Realmente Adamovsky cree que regímenes autoritarios o de facto se encontraban en las propuestas de reconocidos liberales clásicos como Adam Smith, David Hume, Wilhelm von Humborld, Milton Friedman, Ludwig von Mises o Friedrich A. von Hayek? Justamente la idea del liberalismo clásico es limitar los gobiernos autoritarios y garantizar libertades individuales. ¿Acaso garantizar igualdad económica no requiere de un estado autoritario?

¿No es esa la misma actitud autoritaria que Adamovsky objeta al liberalismo clásico? No es precisamente en la naturaleza del liberalismo clásico donde se encuentran los regímenes dictatoriales. Adam Smith, por ejemplo, se oponía a los acuerdos que los capitalistas hacían con el gobierno para obtener favores políticos en lugar de
tener que ganarse el favor del consumidor. Esta no parecer ser la actitud de intervenir en el mercado para corregir el curso mediante la fuerza. Hayek estaba a favor de un fondo social para ayudar a los sectores más necesitados de la sociedad. Milton Friedman favorecía una política de subsidio a la demanda de educación. Mises estaba de acuerdo con subsidiar ciertas actividades artísticas como la ópera, etc. Actitudes difíciles de encuadrar en alguien a quien se supone que no le importa la desigualdad y el destino de los sectores menos pudientes.

La opinión que la reputación del liberalismo clásico está bien ganada es un contraste difícil de asociar al liberalismo clásico cuando se está dispuesto a separar el mal uso político del término y ver lo que efectivamente sus pensadores más destacados tenían que decir sobre este tema. Si hay algo a lo que el liberalismo clásico se opone, es las objetables prácticas descriptas en la nota de Adamovsky.


Este es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"



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