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martes, 28 de octubre de 2014

NELSON ACOSTA ESPINOSA, AD Y EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

Una cierta polémica se ha venido desarrollando en torno a la calificación que merece el régimen actual En este debate han participado un calificado grupo de articulistas y conocidos académicos. El eje central de la discusión ha sido dilucidar el carácter de este proceso, determinar si su orientación es marxista, fidelista, bolivariana, democrática, participativa, populista, bonapartista o una combinación de todas estas características.

En forma sucinta, mi hipótesis apunta a señalar que el "proceso" pudiera ser caracterizado como la expresión terminal y violenta de un particular arreglo político que pudiéramos denominar como petro democracia rentista. Ojo, La Gran Venezuela de Carlos Andrés Pérez y el socialismo del siglo XXI constituyen los puntos de partida y llegada de este petro arreglo político que ha caracterizado nuestra historia reciente. En este sentido, es bueno recalcarlo, aún estamos atrapados en esta lógica que definió el pasado siglo y que extiende hasta la actualidad. Oído al tambor, los predicadores golosos del electoralismo táctico, en especial los que hace vida en la MUD:

¿Cuál fue los el rasgo característico de esta configuración política? ¿Carlos Andrés y Hugo Rafael fueron expresiones del mismo dispositivo económico, político y, lo que es más importante, simbólico? ¿Estamos en presencia de la clausura de ese ciclo histórico? O, por el contrario, al igual que en el pasado reciente ¿se quiere cambiar para que todo permanezca igual? Veamos.

El común denominador que enlaza la Gran Venezuela con el socialismo del siglo XXI ha sido la necesidad de maximizar la renta petrolera para financiar el gasto público. Su rasgo definitorio ha sido la vocación distribucionista de estos ingresos a través de un sinnúmero de proyectos, programas o misiones diseñadas para asistir a la población y supuestamente elevar su calidad de vida. Programas carlosandresistas como la fabricación del carro popular, la fábrica de tractores, la planta de pulpa de papel, fortalecimiento de las industrias básicas, nacionalización del petróleo, desarrollo endógeno, mercadeo de productos agrícolas, corporaciones regionales de desarrollo, etc. en la actualidad han sido resucitados y, al igual que en la Gran Venezuela, constituyen la punta de lanza de una concepción del desarrollo que no ha podido dar respuesta apropiada a los graves problemas que confronta la población del país.

Sin embargo, bueno es resaltar, la existencia de un punto de quiebre entre estas dos Venezuela. Me refiero a la ruptura de la premisa sobre la cual se asentó el juego político democrático. Esta lógica pudiéramos denominarla como de la diferencia. Es decir, ella permitió la construcción de un espacio político donde los diversos rasgos que definían a los actores sociales eran reconocidos. Ser blanco, mestizo, oriental, llanero, católico, propietario, campesino, copeyano, magallanero, negro, alfabeta, caraquita, indio, iletrado, adeco, urbano, etc. constituían realidades valederas por sí mismas. En otras palabras, la democracia desarrollo un espacio en el cual la existencia real y simbólica de estas identidades fue reconocida y afirmada. Lográndose, así, arbitrar los antagonismos que generaban la coexistencia plural de estas discrepancias. Restituirla, significa salir al paso a la homogeneidad revolucionaria y no caer en la tentación polarizadora.

La referencia a Carlos Andrés Pérez y la comparación con Hugo Chávez tiene un propósito ilustrativo. Ambos presidentes pertenecen al mismo ciclo histórico. El segundo simboliza la clausura del dispositivo económico y político que inició el primero.

Lo nuevo, amigo lector, es el federalismo. Y Aquí coincido con "los gochos" debemos encaminarnos hacia el Estado Federal de poder descentralizado.

Sin lugar a dudas, la política es así.

Nelson Acosta
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64

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miércoles, 16 de octubre de 2013

NELSON ACOSTA ESPINOSA, LA RELIGION POPULISTA,

El presidente Maduro inició la búsqueda de una quinta ley habilitante. A lo largo de estos quince años, bueno es recordarlo, el poder legislativo ha "habilitado" al ejecutivo en cuatro ocasiones. Bien, el martes 8 de octubre anunció que solicitará poderes especiales para legislar contra la corrupción y combatir la "guerra económica". Invitó al pueblo venezolano a "batallar sin descanso hasta lograr extirpar este mal de raíz". 

Es paradójica esta declaración. Pretende combatir lo que su modelo económico y sus políticas públicas  han creado a lo largo de estos últimos quince años.  Pareciera, entonces, que el presidente  va a "batallar sin descanso" contra sus propias políticas y ministros. ¿Sería Merente un victima propiciatoria?

Esta visión, desde luego, no es compartida por los enchufados que diseñan las políticas del gobierno. Estos analistas profesan una religión populista. Un marco de creencias que les impide tomar decisiones que contradigan las verdades económicas contenidas en su recetario macroeconómico. Resulta sorprendente como repiten recetas económicas que ya han sido practicadas si éxito en otros países.

Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards, en su libro, Macroeconomía del populismo en América Latina, explican las distintas fases que atraviesan estas políticas hasta llegar al colapso final. Ilustran su argumentación con los ejemplos de Chile de Allende y Perú de Alan García. Si bien fueron realidades políticas distintas, ambas experiencias compartieron el mismo marco de creencias macroeconómicas. Estos autores afirman que el modelo populista es una reacción contra las experiencias monetaristas. Distinguen cuatro fases. No se asuste amigo lector. Ciertamente no voy a describirlas, ni pienso atiborrar este escrito con argumentos sofisticados de teoría macro económica. Si me interesa resaltar que hoy, en el país,  estamos experimentado la última de estas etapas. Sus rasgos económicos más gruesos son los siguientes: aceleración extrema de la inflación, fuga de capitales, desmonetización de la economía, déficit presupuestario, escasez, desempleo, corrupción generalizada. El salario declina y se debe "a un hecho sencillo: el capital puede atravesar las fronteras, pero los trabajadores no". Desde luego, todos conocemos el desenlace político de ambas situaciones. Golpe de estado y represión masiva.

Hay un aspecto que deseo subrayar. ¿Cómo explicar esa repetición de errores y estrategias económicas mal concebidas? ¿Podría atribuirse a una falta de "memoria" de  las élites políticas oficialistas? ¿Incapacidad? ¿O, serán estas estrategias subsidiarias de un determinado marco cognitivo? Esta última interrogante precisa un aspecto vital para comprender la imposibilidad del populismo socialista de dar marcha atrás: la dimensión cognitiva de sus políticas públicas. Este es un tema que es ineludible abordar en el contexto de la formulación de un pensamiento progresista.

Veamos. Esta religión populista se encuentra anclada al interior de un mapa cognitivo, de una visión del mundo. Esta perspectiva proporciona los principios que orientan su acción pública y su práctica política. En conjunto conforman un sistema estructurado de instrumentos conceptuales y analíticos. En breve un aparato ideológico. Este sistema de creencias los condena inexorablemente a una marcha sin retorno posible. Retroceder o propiciar un viraje, significaría la descomposición y la pérdida del poder político. Esta cartografía, entendámoslo, no es susceptible de modificaciones. Aquí reside la tragedia de la revolución socialista del siglo XXI y los peligros que acechan a nuestra precaria democracia.

En fin,  esta macroeconomía del populismo se encuentra articulada, igualmente,  a una práctica política específica. Cuyas características sobresalientes son, por ejemplo, autoritarismo centralista, uso faccioso de la administración pública y la demonización del adversario. Es evidente, entonces, que el federalismo (discursivo, económico y político) constituye la alternativa política a esta religión populista. Sin embargo, hasta ahora esta opción no es percibida así por el bloque opositor. Lo cual añade fragilidad a la situación política que confronta el país. Son peligrosos los tiempos que se avecinan.

En su intervención en la Asamblea Nacional el pasado martes, el Presidente Maduro intentó motivar a su público con una sobre actuación dramática. Sin embargo, hay que señalarlo, Nicolás no es un buen actor, no ha podido superar las actuaciones del difunto presidente Chávez. En su incompetencia discursiva sólo logró reemplazar la lucha de clases por la lucha de frases.

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martes, 13 de agosto de 2013

NELSON ACOSTA ESPINOSA, POLITICOS SIN RELATO

De nuevo los venezolanos ejercitaremos nuestra voluntad política en las venideras elecciones municipales. En el marco de este acontecimiento, la prensa diaria informa sobre las dificultades que han enfrentado los dos bloques que medirán fuerza en estos próximos comicios. Apuros estos que no son de naturaleza doctrinaria. Apuntan, más bien, a contingencias de carácter electoralistas. Los del gobierno, por ejemplo, intentan aplacar una cierta resistencia de sus bases que se encuentran descontentas por la forma como seleccionaron los candidatos. 

Se reclama el hecho que su cogollo no apostó por dirigente comunales y, en alcaldías emblemáticas, escogió personalidades provenientes del mundo de la farándula. La oposición, por su parte, ha confrontado dificultades parecidas y se han presentado algunas “deserciones” como la que protagoniza el joven Antonio Ecarri Angola. Este dirigente competirá, fuera de la mesa de la unidad, como candidato a la alcaldía del Municipio Libertador. Por su parte el MAS ha manifestado su decisión de participar con tarjeta y candidatos propios.

En cierto sentido estas refriegas expresan una carencia fundamental: la ausencia de un relato político convincente. El del oficialismo luce agotado y la oposición presenta aprietos para elaborar una estructura narrativa alternativa que comunique verosímilmente sus ideas, logros y sueños.

Vamos a detenernos, brevemente, en analizar el caso de la oposición. Es palpable que esta opción enfrenta una circunstancia electoral apropiada. Las elecciones municipales ofrecen una excelente oportunidad para que los ciudadanos perciban que el proyecto democrático avanza y progresa. Pero para que ello sea así, sería necesario elaborar un relato que emocione y convenza a sus electores.

Ahora bien, ¿Cuál relato¿ ¿Dónde obtener las fuentes para su construcción? ¿En qué consistiría su naturaleza alternativa? Veamos. En principio no vale cualquier relato. Se requiere uno que combine acertadamente hechos, sentimientos, valores los cuales movilizarían las pasiones, los miedos y los deseos de las personas. Es imprescindible tocar la intimidad más arcaica del ciudadano. Estamos hablando de un relato político que debe trascender las promesas electorales y las fantasías de gestión. Más que la figura de un gerente, se requiere la de un narrador. Su formato lo proporcionaría la estructura narrativa de los cuentos populares, las historias míticas y los relatos bíblicos. Cada una de ellas suministraría las materias primas sobre las cuales se puede edificar las conexiones con el electorado y construir, de esta forma, la esperanza en el futuro.

Desde luego estas macro narrativas por si solas no son suficientes. Es indispensable articularlas a situaciones reales que tengan potencialidad de interpelar a la ciudadanía. De la historia de cada entidad, por ejemplo, se podría extraer los elementos que dotarían de verosimilitud a una narración. 

En Carabobo un relato exitoso sería aquel que apele a los héroes civiles de este estado: Fernando Peñalver, Miguel Peña, Jose Rafael Pocaterra, Vicente Gerbasi, Alejo Zuloaga, Miguel José Sanz, Arturo Michelena, Antonio Herrera Toro, etc. A partir de estos y otros datos se podría construir un frame que oponga al militarismo oficial la civilidad republicana. Y ésta nació en Valencia.

En este estado se ha probado, con éxito, experiencias que apuntan a lo señalado. El primer gobierno de Henrique Salas Römer, por ejemplo, invocó a determinaciones históricas propias de esta región. Igualmente, ensayó la construcción de un léxico político alternativo al dominante: vecinos, alegría, ciudadanos, Valencia tierra de lo posible, etc. Temas nacionales fueron enmarcados en esta lógica regional y, así, se le dió un caracter general a la experiencia descentralizadora que se experimentó en Carabobo en los años que gobernó Salas Römer. Desafortunadamente no ha habido continuidad en esta línea narrativa.

En fin, no se debe olvidar que las sociedades se construyen a través de relatos que les dotan de sentido, explicando cuál fue su pasado, el por qué de su presente y cómo será su futuro. El reto político actual puede visualizarse como la necesidad de construir una utopía que dote de una nueva identidad y motivaciones compartidas a los venezolanos. Y esta meta se logra mediante el uso de símbolos, historias y expresiones culturales que enfaticen una narración que de cuenta de nuestra civilidad republicana en contraposición al militarismo socialista del siglo XXI.

Esta nueva utopía ha de ser capaz de re-enmarcar los temas críticos que el relato de la modernidad democrática no pudo dar una respuesta apropiada.

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