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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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lunes, 17 de noviembre de 2014

MILAGROS SOCORRO, NUNCA MÁS DICTADURA, UNA FOTO UN TEXTO

Fotografía de Leo Matiz. Fundación Fotografía Urbana

Esta imagen de Leo Matiz sintetiza las dos grandes corrientes de eventos puestos en marcha el 23 de enero de 1958, cuando las muchedumbres se echaron a las calles de Caracas (en otras ciudades del país la reacción fue menos eufórica, más prudente) a celebrar y también a desfogar su ira y anhelo de venganza.

Las fotografías de esa histórica fecha muestran momentos de festividad que incluyen arengas de espontáneos líderes populares, pero también horribles episodios de linchamientos contra funcionarios del régimen, siempre los más débiles, como suele suceder. Júbilo y furia. Alegría y saña. Entusiasmo por el futuro que se abre, así como resentimiento por los agravios del pasado.

MILAGROS SOCORRO
En está gráfica parece haber de los dos, pero sobre todo –y es lo más importante– una firme determinación que habrá de perfilar el destino de la república: No más dictadura. Y eso es lo que parece haber en la expresión de los jóvenes captados por el lente del maestro, quienes no integran turbas enardecidas ni agentes de cobro a la temible Seguridad Nacional. Son muchachos del pueblo que reclaman lo fundamental de aquel día, el fin del autoritarismo, un viraje hacia la institucionalidad. La clausura de una era y la inauguración de otra, llena de promesas.

“El 23 de enero de 1958 —escribió José Agustín Catalá, en su libro Hombres y verdugos (1982)— es el punto final de una década trágica, fecunda en ejemplo de sacrificio y virtud, y aleccionadora de los peligros que siempre rodean la vida democrática. La lucha por el imperio de la democracia ha sido en Venezuela tarea de generaciones sucesivas, y en la hora del recuerdo no pueden ignorarse las acciones de quienes en los días oscuros de la tiranía abrieron el camino de la libertad. Esta es la lección que con sus sacrificios escribieron para las generaciones futuras, los héroes caídos en la lucha. Y también con su presencia viva desde la muerte fugaz, están advirtiendo a los nuevos venezolanos que han nacido y crecido bajo el amparo de la libertad y del derecho, que el fracaso del sistema democrático conlleva siempre la pérdida de las libertades y significa el retroceso a tiempos de crueldad, y la dolorosa liquidación del respeto a las dignidad humana”.


Milagros Socorro
socorromilagros@gmail.com
@MilagrosSocorro 

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viernes, 26 de septiembre de 2014

MILAGROS SOCORRO, ENTREVISTA A JESÚS ‘CHÚO’ TORREALBA

Chúo Torrealba dedica a la política ¿el día entero?, ¿casi toda su vida?, pero dice que no milita porque sabe por experiencia que en los partidos se pierde mucho tiempo “en la maraña interna de las organizaciones”.

¿De dónde salió usted?

Vengo del 23 de enero y de Caricuao. Vengo de mis preciosos viejos, Laureano Torrealba y Marina Rodríguez. Papá se vino caminando desde Güiripa a Caracas para hacerse obrero. Hizo mil cosas hasta que fue a parar a la industria metalmecánica. Fue contactado por el Partido Comunista de Venezuela, que alguna vez fue una organización de impecables credenciales democráticas obtenidas en la lucha contra Gómez y Pérez Jiménez, y junto con Acción Democrática eran las fuerzas fundamentales contra las dictaduras. A ese PCV se incorpora Laureano Torrealba, donde llegó a ser secretario sindical nacional y miembro del buró político del PCV, junto a sindicalistas como Eloy Torres, Cruz Villegas y Carlos Arturo Pardo.

Y Marina venía de Aroa. Su padre, mi abuelo, trabajaba en las minas que alguna vez fueron del Libertador. Estuvo allí hasta que las minas dejaron de producir. Entonces se marchó con su familia a Cocorote y allí se dedicó a la agricultura, que no daba lo suficiente para mantener a 11 hijos. Los mayores empezaron a irse a Caracas para trabajar y ayudar a los que venían detrás. Mi madre era la segunda. Vino y consiguió trabajo en la industria textil, concretamente en la Textilera Lanex. Hacía casimires. Allí se hizo defensora de sus compañeras obreras y terminó siendo dirigente sindical. Ahí también es contactada por el PCV y se transforma en dirigente comunista. Soy, pues, hijo de la lucha política, porque en ella se conocieron mis padres y en ella crecí.

¿Cómo resumiría sus años de infancia y primera juventud?

Yo nací en 1958. Clandestinidad, persecución de la Seguridad Nacional. Prisión y exilio de papá. Lo sacaban del país y se regresaba hasta nadando. Mis padres separados por esas circunstancias, se reencuentran al final de la dictadura. Luego vino la errada decisión del PCV de ir a la guerrilla, con la que los dirigentes obreros no estaban de acuerdo, pero que acataron con disciplina. Vuelta a la persecución. Nos mudamos muchas veces. Vivimos en sitios que ni recuerdo, pero sí sé que en Ciudad Bolívar casi morimos mi mamá y yo por el hambre y el calor. Nos dio una anemia que casi nos mata. Terminamos en Valencia, donde mi mamá tenía familia que nos dio apoyo y solidaridad. Vivíamos en uno de los barrios del sur de Valencia, un lugar muy duro, muy precario. En el año 68 regresamos a Caracas, porque el partido movió a papá para que participara en el UPA (Unión Para Avanzar), pero ya ese es otro cuento…

¿Qué le queda de esos años duros?

Un gran respeto por la gente, por lo solidaria que sé que puede ser; por aquel venezolano que decía con orgullo que era pobre pero honrado y que tenía la certeza de que a punta de estudio, esfuerzo y trabajo podía salir adelante. Me dejó una solidaridad a prueba de bomba con los presos políticos. Yo, que recuero lo que era ir a visitar a mi papá en los calabozos de la Digepol, no puedo ver una foto de Simonovis sin estremecerme.

Me queda la certeza de que uno tiene que hacer lo que buenamente cree que tiene que hacer por su país y por lo que cree. No hablo de abstracciones sino de privaciones y de riesgos.

Me queda saber que mi primo Ramón era obrero de la General Motor, con su salario de obrero especializado levantó 9 hijos y el que quiso estudiar lo hizo y el que quiso estudiar en la UCV se graduó. Y muchos pasaron de barrios en el oeste a urbanizaciones este de Caracas. Movilidad social y movilidad urbana del oeste al este. No necesito estudiar Sociología para saber esto. Yo lo viví con mi familia.

Y me queda la certeza de que el cemento que mantiene unida a una familia es el amor. Yo tuve esa estructura. El resentimiento es cemento para mantener unida una pandilla.

Su programa Radar de los Barrios salió de la pantalla cuando la planta que lo transmitía fue adquirida por empresarios de quienes se dice que son miembros de la boliburguesía. ¿Tiene algún comentario para esto?

No. La salida de nuestros programas de la pantalla de Globovisión es una oportunidad para seguir creciendo, para seguir reinventándonos. De hecho, el Radar de los Barrios se está reconvirtiendo para dar paso a dos nuevas estructuras de servicio público: Una Agencia Comunitaria de Noticias y una Universidad Comunitaria, que serán nuestro regalo a Venezuela en el 2014

¿Cómo llega al periodismo?

Yo siempre había querido aprender cosas para aprender y comunicar, por eso estudié Historia en el Pedagógico de Caracas. En 1973 me separé del PCV y luego me vinculé al MAD y en 1984 me fui de todo eso. Dejé de respetar lo que estaba haciendo. Entonces, como también cuestionaba que los profesores de izquierda usaran el aula como extensión de sus arengas ideológicas, dejé la cátedra. Y en 1986 entré a la UCV a estudiar Comunicación Social.

Mi primera incursión es en el periodismo institucional. En el 90, un amigo a quien habían nombrado jefe de Publicidad del Censo, me contrata. Este amigo se retira y quedo yo en el cargo. En la entonces llamada Oficina Central de Estadísticas e Informática empecé a interactuar con la data estadística de este país. Me di cuenta de que cosas que yo venía repitiendo eran inexactitudes o meras falsedades. Conozco, por ejemplo, que el porcentaje de población venezolana que tenía acceso a agua potable era superior al 90%, solo superado en la región por Costa Rica. Descubro que la expectativa de vida del venezolano había crecido notablemente, que los niños nacían con mucho más peso y talla y que los viejos morían mucho más tarde que en los años de la dictadura; y comprendí, a la vista de los indicadores, que todo ese incremento no solo en la expectativa sino en la calidad de vida de los venezolanos había ocurrido porque en los tempranos años 60 la democracia venezolana había desarrollado cuatro políticas fundamentales: una política petrolera nacionalista; la política de sustitución de importaciones; la democratización de la educación preservando su calidad; y la política sanitaria, que convirtió a muchos hospitales venezolanos en centros de referencia internacional.

De resto trabajé en publicidad; brindé asesoría comunicacional a proyectos de políticas públicas en diversas áreas; fui asesor comunicacional de un gran ministro de Educación, como lo fue Antonio Luis Cárdenas Colmenter; también presté apoyo comunicacional al proyecto de habilitación integral de barrios, liderado desde el CONAVI por Josefina Baldó y Federico Villanueva.

Desde el año 2005 dirijo y conduzco el Radar de los Barrios por Radio Caracas Radio; desde 2007 y hasta 2013 produzco, dirijo y conduzco su versión en TV; y desde 2009 hasta agosto del 2013 hago lo mismo en Del Dicho Al Hecho. Mantengo una página dominical en el diario La Voz y hacemos activismo ciudadano en el mundo 2.0 a través de nuestro blog y nuestra presencia en Twitter

Desde su perspectiva, ¿qué pasó el 8D, día de las más recientes elecciones municipales?

El 8D el pueblo venezolano insistió en utilizar el arma del hombre libre: el voto como mecanismo para dirimir diferencias y construir convivencia, a pesar de que esta cita electoral se produjo en medio de una inmensa crisis económica y de una ola de violencia social estimulada directamente por el gobierno. A pesar de las brutales provocaciones del oficialismo, -y de los cantos de sirena de reducidos grupitos que dicen que “estos comunistas no salen con votos”-, el pueblo venezolano salió a votar. Una participación del 58 % es muy importante en una elección municipal, en Venezuela y en todas partes. Eso es lo primero que hay que registrar.

Lo segundo es que continuó el descenso electoral del proyecto totalitario: En el 2007 el oficialismo perdió el referendo constitucional; en 2008 perdió muchas de las alcaldías y gobernaciones más importantes; en 2010 perdió en el voto popular en las elecciones parlamentarias; en las presidenciales del 2012, la votación opositora se incrementó en dos millones de votos y redujo a la mitad la ventaja que Chávez le había sacado en las presidenciales anteriores; en las presidenciales del 2013 esa ventaja, de apenas 8 puntos, se redujo prácticamente a cero.

Pues bien, de las elecciones del 8D, el oficialismo sale con menos alcaldías y concejales, mientras la Unidad Democrática emerge con muchas más alcaldías (75, cuando antes controlaba más o menos 50) y muchísimos más concejales (900, antes tenía unos 300). Eso sin contar con que en las alcaldías gobernadas por la oposición vive más del 63% del país…

El comportamiento del liderazgo y del electorado, ¿qué le permite augurar para el futuro inmediato?

El mandato del electorado al país político ha sido claro: Convivan, conversen, pónganse de acuerdo. El 8D el oficialismo se graduó de minoría, pero es una minoría muy grande; también ese día el país no oficialista se graduó de mayoría, pero una mayoría aun no suficientemente cohesionada.

Un país donde el oficialismo tiene el 48% y las fuerzas distintas al oficialismo suman el 52% es una sociedad obligada a entenderse. Así lo confirman muchísimas alcaldías, como las de Barquisimeto y La Victoria, donde el alcalde es de un bloque político y la mayoría de la cámara municipal, de otro. El pueblo les ha dicho: “¡Entiéndase!”. Si el mensaje hubiera sido “¡Mátense!”, no hubiera usado el voto.

Las reacciones del país político han sido hasta ahora de distinto signo: Capriles, la misma madrugada del domingo 8 para el lunes 9, llamó al necesario diálogo nacional en beneficio del pueblo. Por su parte, el bicéfalo liderazgo gobiernero (Maduro-Cabello) ha gastado tiempo, saliva y energía desestimando el logro opositor y tratando de explicar el 8D como un supuesto triunfo oficialista, sin entender que con las victorias ocurre lo mismo que con los chistes: si tienes que explicarlo es porque no funciona.

¿Qué evaluación hace usted de las siguientes figuras: Henrique Capriles Radonski, Nicolás Maduro, Ramón Guillermo Aveledo y le propongo una cuarta figura que sea usted quien la menciones y analice.

Henrique Capriles no solo es el líder formal de una alianza de partidos. También es (sobre todo) el líder afectivo, el referente emocional del partido opositor. Como Jefe de Campaña de la Alternativa Democrática en las municipales, le retuvieron en tierra las avionetas donde viajaba, le bloquearon autopistas y carreteras para que no llegara a su destino, le decomisaron tarimas para que no tuviera desde donde hablarle al pueblo e incluso llegaron al intento de incendio del vehículo donde solía desplazarse… ¡con él adentro! Aun así, logró el resultado de avance que hoy la Venezuela democrática puede inventariar.

Aveledo es la ponderación, la sobriedad, la consistencia, la credibilidad.

Maduro es el desespero, la angustiosa lucha de mantenerse en el poder por el poder mismo, con un horizonte de futuro de horas, días, dispuesto siempre a sacrificar sectores enteros de la población o de la economía si eso resulta para él en unos minutos más en el poder. Es difícil ubicar otra figura interesante de analizar en el ámbito oficialista, ya que es demasiado plano, demasiado uniforme en su escaso peso social y su precariedad política. Quizá no para analizar sino para echar en falta valdría la pena referirse a Alí Rodríguez Araque. Es una gran lástima para el oficialismo que Alí no tenga diez años menos. Es decir, que no tengan activo a un político que sepa leer y escribir, que aun teniendo afinidad con los cubanos tenga con ellos una relación que no sea de subalternidad y sepa que la política es algo más que hacer negocios.

¿Qué es lo que más sobrevalorado en la política venezolana y, por contraste, menos valorado (aún cuando debería tenerse en mayor aprecio)?

En la política venezolana esta muy sobrevalorada la “viveza”, el confundir la histeria con la historia y la creencia de que el desplante, el hablar golpeao o la gerencia de marketing sustituye el necesario conocimiento del país. Hay un problema de formación gravísimo. Antes los partidos eran escuelas de política, de alguna manera escuelas de ciudadanía. Hoy, el PSUV tiene una visión tan extranjera, tan antinacional de ese proceso, que los “intelectuales” que lo asesoran son alquilados en España; el Frente Francisco de Miranda forma sus activistas en Cuba y el proyecto de una Escuela de Cuadros lo están gestando en alianza con China. En la oposición, aunque los problemas son de otra naturaleza, también son severos: los antiguos partidos, venidos a menos, ya no forman de manera sistemática a sus cuadros; las organizaciones políticas emergentes, más franquicias que partidos verdaderos, ven la política más como una carrera en la que hay que tener suerte y conexiones que un apostolado que exige formación y entrega. Por eso, antes un político podía corromperse en décadas. Ahora lo hacen en meses.

A partir de lo que usted ha visto desde el Radar de los Barrios, ¿qué quieren los venezolanos?

Este es un país mucho más homogéneo de lo que cabe suponer desde las atalayas de la polarización. Chavistas, opositores e independientes quieren un país que funcione, justo, solidario, inclusivo. Unos y otros quieren una Venezuela donde los precios no suban por el ascensor mientras los sueldos se arrastran por las escaleras; donde los hijos tengan iguales o mayores oportunidades que las que tuvieron sus padres y no al revés; donde la gente pueda vivir su vida en vez de temer por su vida.

Hace 15 años, cuando usted le preguntaba a una madre en el barrio qué quería para su hijo, ella declaraba su aspiración de que su hijo fuera médico, ingeniero o abogado. Ante esa pregunta, una madre en ese mismo barrio lo más probable es que responda: “Que no me lo maten”.

Desde 1999 hasta el año 2006, buena parte del país creyó que ese país anhelado era posible siguiendo la prédica de un líder carismático. Ese líder construyó una fórmula que durante mucho tiempo le funcionó: colonizar el Estado y ponerlo a su servicio, mientras enviaba a las empobrecidas mayorías un mensaje que mezclaba la gratificación simbólica con la material, proporción que variaba según la proximidad de una contienda electoral.

A partir de 2006 esa formula ha venido decayendo, y el oficialismo pasó de traficante de esperanzas a dispensador de excusas. Tras la desaparición física de Chávez, el país sigue esperando del oficialismo (ahora sin carisma, sin dinero y sin unidad de comando) lo que se le ofreció en 1998: Nada más y nada menos que redención social. Pero ahora en el “balcón del pueblo” no está quien inspiraba confianza, sino quien genera duda. Chávez representaba un sueño. Maduro, un pantalla plana…

¿Podría usted hacer un retrato robot del nuevo liderazgo necesario en Venezuela?


El nuevo liderazgo venezolano tiene que estar casado con los pobres: la pobreza en Venezuela no es incidental sino mayoritaria, no es casual sino estructural. Siete de cada diez venezolanos vive en espacios económicamente deprimidos y socialmente segregados. Si ese nuevo liderazgo quiere ser democrático, debe pensar-con, actuar-con y generar resultados-para esa mayoría. Si ese nuevo liderazgo quiere ser poder y no solamente acceder al gobierno, debe ser progresista: un proyecto político democrático, para ser exitoso, debe estar referido al centro político de la sociedad.

Y ese centro no es una categoría geográfica, un supuesto punto equidistante entre dos extremos. Es una categoría social, política y cultural, es ese espacio donde la mayoría del país se encuentra y se reconoce. En Venezuela, desde los años 40 del siglo XX y con mucha mas fuerza desde finales de los 90, el centro político del país esta asociado a los valores y principios de la centro izquierda, del “progresismo”, de la justicia social.

Ese nuevo liderazgo debe ser, finalmente, ético (no santurrón). Se trata de que el líder exprese en su testimonio de vida lo que su discurso propone. Congruencia de pensar, decir y hacer. Así es, a mi juicio, el nuevo liderazgo que puede vencer en la presente circunstancia y construir una Venezuela económicamente productiva, socialmente justa y políticamente democrática.

Milagros Socorro
socorromilagros@gmail.com
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martes, 8 de abril de 2014

MILAGROS SOCORRO, EN LA OSCURIDAD

Esta columna comenzó la primera semana de abril de 2012. Hace, pues, exactamente 12 años que circula con la única excepción de la semana siguiente al fallecimiento de mi padre, en 2004. Fuera de eso, jamás he dejado de escribirla.

Su preparación, aún cuando la escribiera en el límite de la entrega, me ocupaba mucho tiempo. Casi todo el tiempo. Leer mucha prensa, escuchar a los que saben, pensar, tomar notas, consultar libros y hemerotecas, llamar expertos para que me ayudaran a perfilar mis visiones.
Fue más que un trabajo, un hábito, un afán de tiempo completo; y, muy probablemente, un empeño superior a mis posibilidades (lo que se infiere del esfuerzo que siempre supuso para mí). Pero el caso es que cada semana tenía una perspectiva de la realidad venezolana, un aspecto que consideraba digno de analizar, una mentira que me sentía en el deber de desmontar y denunciar, una hegemonía que enfrentar, una perversidad que desenmascarar.
Ya no es así. Desde hace días no logro ver qué es lo que está pasando. No sé quién gobierna en Venezuela ni con qué proyecto. Lo único que tengo claro es que hay unos criminales que se han hecho de formidables fortunas y hacen todo para conservarlas y acrecentarlas. También es diáfano que a los ricos de Chávez se suman los de Maduro y Cilia Flores, que vienen locos de avidez a llenar sus arcas. El ejemplo de los tiempos de Chávez, quien ofreció la república a los buitres que se arrojaron sobre ella para despresarla a dentelladas y repartírsela, estimula a los recién llegados que quieren su parte del botín y se arrojan sobre él salivando.
En ese constante reacomodo de las fuerzas participan los capos revolucionarios, los militares y los jefe cubanos. Pero más que eso, no veo.
Es posible que en Venezuela se haya acabado la política y, por tanto, el análisis es imposible: sería como proponerse un zoológico de dinosaurios.
Lo que sí es seguro es que en nuestro pobre país mandan unas fuerzas que desconocemos –o, al menos, yo ignoro del todo- porque se ocultan voluntariamente, porque necesitan de las sombras para obrar, porque dada su naturaleza criminal no trabajan sino en el misterio. Y es posible que Venezuela no sea más que el escenario aterido de un conflicto geo-político, donde los venezolanos no somos sino parte del paisaje, daños colaterales.
No lo sé. Lo intuyo, lo sospecho y, peor, lo temo.
Es evidente también que esos bultos movedizos cuyo contorno me es elusivo se caracterizan por su degradación moral. Es la impronta de Chávez, un lisiado del alma, sin escrúpulos y sin límites en su desenfreno de corrupción, violación de las leyes y entrega del país al ocupante y a quien quiera venir a desgarrarlo. Pero ya eso lo he dicho. Más grave aún: ya eso es sabido. Por todos. No hay nadie en Venezuela y en el mundo que ignore la estela de destrucción de Chávez y sus cómplices. No se necesita columnistas que digan eso.
Ya hemos dicho también que, para tener preeminencia en el chavismo, es preciso brindarse al sacrificio ético: si quieres hincarle el colmillo a la entraña palpitante de Venezuela, debes ponerte en cuatro patas y ofrecer el espinazo moral para que te lo partan. Solo así podrás participar del banquete que desmedra a la patria.
En suma, dije lo que podía cuando veía con claridad (o creía hacerlo, que para el caso es igual, puesto jamás escribí una línea que no fuera dictada por la buena fe, cátedra que evidencia mi modesta hacienda y pasar). Ya no veo. Percibo la lobreguez, que es distinto.
Esta incapacidad para detectar con nitidez qué es lo que está pasando y para dónde va mi pobre país, coincide con los cambios en el periódico que me hizo el honor de contratarme hace 12 años, iniciativa que agradezco por siempre a Sergio Dahbar. En este momento, como se ha visto, no tengo papel en El Nacional.
Guardo las cartas de los lectores, coral de generosidad y cariño, que muchas veces me sostuvo en momentos de persecución y amenazas (frente que manejo muy mal por mi falta de militancia partidista, actividad que tiempla el espíritu, y mi horror a la violencia. También conservo el puñadito de insultos de algunos amigos, porque creo que pueden ser data interesante para una historia de la intolerancia).
Agradezco el apoyo de Ana María Matute, jefe de las páginas de Opinión o algo así, a quien hice llegar mi columna por no sé cuántos años, así como la primorosa dedicación de Flor Cortez, quien corrigió mis columnas y algunas veces se tomó la molestia de llamarme para hacer ver un error y enmendarlo. 
Ha llegado el momento de despedirme de este espacio. Ya no puedo analizar el país. Trataré de narrarlo.
Milagros Socorro
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miércoles, 26 de marzo de 2014

MILAGROS SOCORRO, UN GRAN MOMENTO DE CARLOS VECCHIO


Llevo varias horas revisando la prensa y las redes sociales. Quiero saber qué pasó con Carlos Vecchio tras su sorpresiva aparición en la tarima de la marcha de Caracas de este sábado, otra jornada de asesinatos, violación a los derechos humanos, detenciones ilegales, secuestro de periodistas y torturas que perpetra el régimen en su intento desesperado de acabar con las protestas por la vía de la represión y el crimen. 


La intervención del coordinador político de Voluntad Popular, sobre quien pesa una orden de detención, no fue solo un acto de coraje y atrevimiento, sino de inteligencia y nobleza.

Vecchio abrió su discurso con un saludo al movimiento estudiantil; e inmediatamente hizo un “humilde” reconocimiento “a la Mesa de la Unidad Democrática y a los partidos políticos” nucleados en esa coalición política. 

Esta manera de iniciar su breve alocución fue oportuna, generosa, propia de quien ejerce el liderazgo con ánimo pedagógico y maduro. En el solazo de la tarde caraqueña y en el apretujamiento de la muy concurrida manifestación, esas palabras fueron emocionantes. Vecchio es hombre de unidad. Y eso es mucho en esta hora.

El mensaje que fue a transmitir, burlando la persecución, fue asimismo hermoso y diáfano: "Esta lucha no es de pueblo contra pueblo sino del pueblo que sufre contra la cúpula del poder. Queremos vivir y morir libres en esta tierra. Venezuela vale la pena y aquí nadie se rinde".

Aludió a su partido con orgullo y afecto, otro acierto. Y acusó a los cabecillas del régimen: "Quienes hoy nos gobiernan ya no defienden los intereses genuinos y legítimos de la población, sino sus riquezas y privilegios”.

Ya hacia al final sugirió que en tiempos difíciles, debemos preguntarnos qué tuvieron en mente los libertadores de la patria para rescatar la dignidad del pueblo, y tener un país libre."Nos corre la sangre de Bolívar, Sucre, Luisa Cáceres de Arismendi, Leonardo Ruiz, Pompeyo y tantos venezolanos que dieron su vida y la siguen dando para que nosotros vivamos libre ¡Venezuela vale la pena!”.

Yo estuve allí. No lejos de la tarima, siguiendo la intervención de Vecchio por los altoparlantes (como había escuchado las de Antonio Ledezma y Andrés Velásquez, muy enérgicas y articuladas, naturalmente). Pero la de Vecchio me conmovió en cada frase. Por su sobriedad, su pertinencia e insisto por su gran generosidad, que en la actual circunstancia es un valor muy apreciable.

Me llamó la atención los nombres que vinieron a la mente de Vecchio mientras se dirigía a la multitud congregada en El Rosal. Los tres últimos sufrieron presidio político y, por cierto, sobrevivieron a él. Luisa Cáceres marcharía al exilio donde tuvo larga vida y prolífica familia. Pompeyo Márquez, quien rebasa los 90 y entregó algunos de ellos a la cárcel que castiga al hombre justo, ha sido maestro de muchas generaciones de venezolanos, ejemplo de periodismo, ciudadanía, valentía, honestidad y coherencia. Pero Leonardo Ruiz Pineda murió tres años después de salir de la cárcel. Era más joven que Carlos Vecchio, que ya es mucho decir. El dirigente de Voluntad Popular tiene 43 años y Ruiz Pineda fue asesinado a los 36.

Fue muy significativo que Vecchio, en su audaz paréntesis de la clandestinidad, pronunciara el nombre del tachirense en la vibrante tarde de Chacao como quien suelta un pájaro. Fue un acto de probidad, un pequeño adelanto de justicia, que mucho agradecemos los venezolanos abrumados de iniquidad.

Es posible que Vecchio en La Carraca esté leyendo los textos de Ruiz Pineda (no hay, por cierto, que estar preso o escondido para abrevar de la alta prosa del de Rubio, que era un escritor delicioso), porque, a pesar de que su alocución del sábado fue muy corta, hubo ocasión para coincidir con el andino. En el prólogo al ‘Libro negro, Venezuela bajo el signo del terror’, aparecido el mes de la muerte de Ruiz Pineda, este escribió: “Este libro es un fragmento de una negra historia venezolana, testimonio de conmoción violenta de la República, escrito en un alto de la batalla entre la nación que reclama libertades y la camarilla que usurpó su soberanía. (…) Este libro ofrece los testimonios de esa pugna, de la violencia criminal de un régimen sin normas éticas y políticas y de la voluntad de sacrificio de quienes se enfrentan a él”.

Muy coincidente con la imputación de Vecchio a los malandros que nos gobiernan con el ojo puesto más en los caudales que le han rebanado a la República que en el sagrado interés de esta.

Y cuando propuso que nos pusiéramos en la mente de nuestros mayores para discernir qué los orientó al rescate de la patria, es Ruiz Pineda quien da la respuesta: lo que siempre ha venido a salvar a Venezuela de la abominación (de la violencia criminal de un régimen sin normas éticas y políticas) es la voluntad de sacrificio de quienes se le enfrentan.

Vecchio se creció en el tablado donde rescató por un momento a Ruiz Pineda del páramo del olvido. Y Venezuela ganó un líder, auténtico, sobrio y valiente.

Milagros Socorro
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lunes, 24 de marzo de 2014

MILAGROS SOCORRO, POR QUÉ HABLAN DE GOLPE

En reciente entrevista el catedrático norteamericano Scott Mainwaring, experto en política de América Latina, dijo que estaba muy pesimista con respecto al futuro de Venezuela, cuyos escenarios posibles, al parecer del experto, están en manos de las fuerzas armadas. “O bien el Ejército como un bloque acaba derribando a Maduro como una forma de intentar salvar la ‘revolución chavista’ o bien una fracción del ejército toma la decisión de acabar con el actual gobierno”.

A juicio de este observador, no hay otra perspectiva para Venezuela. Y no es el único que tiene esta percepción. El chavismo, con Maduro a la cabeza, lleva semanas insistiendo en que las protestas que se han desbocado por todo el país son un golpe de Estado continuado (como si los golpes de Estado se produjeran por cuotas y pudieran ser asestados por civiles que en las calles portan pancartas y lanzan piedras ala  Guardia Nacional y los escuadrones de la muerte). A esta tesis de la asonada a pedacitos se ha sumado cierta prensa que en la mañana reseña con timidez las violaciones del régimen a los derechos humanos y en la tarde intentan justificarlo con remiendos de consignas gastadas.
El profesor Mainwaring asegura que “la movilización ciudadana en las calles, por sí misma, no va a provocar que Maduro renuncie”, pero prevé que “sí puede provocar mayor represión o facilitar algo el diálogo”. Esto último es la clave del asunto. Cuando comenzó este ciclo de protestas, el Gobierno actuaba como si fuera una monarquía absolutista, que no debía dar cuentas a nadie, ni tenía controles ni escrutinios, ni límites para sus desmanes y francos actos criminales.
La Mesa de la Unidad Democrática se debatía entre dos posiciones, defendidas respectivamente por Henrique Capriles y Leopoldo López/María Corina Machado. La primera apuntaba a que debía desplegarse un trabajo político para configurar una mayoría que garantizara el cambio de gobierno por la vía institucional; y que era el momento de no distraer al país, de manera que el Gobierno quedara solo con su fracaso, sin que nada distrajera las culpas que se le achacarían.
Machado y Leopoldo creían, en cambio, que era preciso dar cauce al inmenso malestar de esa oposición acallada, humillada y perseguida; y que, precisamente porque el Gobierno estaría debilitado por la debacle económica, era el momento de crearle una crisis para obligarlo a negociar.
Luis Miquilena había declarado, en entrevista con Roberto Giusti, del 26 de enero de este año, que debía atenderse “el reclamo popular de una lucha sin cuartel". Los hechos le dieron la razón. Muy buena parte del país quería manifestar su descontento; y lo ha hecho de la manera más terca y valiente.
En esas declaraciones, Miquilena previó que “Cuando hay 100 mil personas levantando banderas reivindicativas puede acudirse, incluso, al camino del entendimiento y del diálogo”. Y dejó muy claro que no se refería “al diálogo entre el amo y el siervo, que fue el caso con los alcaldes, una vergüenza porque no hubo una posición viril y reveladora de la determinación de lucha que debe animar a la oposición”.
Dos meses después de publicada esa entrevista, hemos visto cientos de miles de personas levantando las banderas reivindicativas de las que hablaba Miquilena. También hemos sido testigos de la oprobiosa represión del régimen, que ya es conocido en el mundo por su talante sanguinario y torturador. Pero todavía no hemos visto un verdadero diálogo, que según Luis Miquilena, es el “que se da cuando las fuerzas se pueden parangonar y van a las conversaciones en ciertas condiciones de igualdad. No con una debilidad que impide, ni siquiera, pensar en la posibilidad de un acuerdo porque éste, al final, no serviría para nada”.
Por eso se habla de golpe de Estado. Porque, pese a su debilidad o quizá debido a ella, el Gobierno apuesta a la represión como única forma de acabar con las protestas (pese a la evidencia de que más las estimula). Y habla de diálogo al tiempo que ofende y amenaza. Por eso Mainwaring dice que “en la actual coyuntura la clave se encuentra en el papel que cumplan las Fuerzas Armadas”, porque el régimen no acepta interlocutores sino colaboracionistas.
Se prevé un golpe de Estado porque los Castro creen que con eso afianzarán su poder sobre Venezuela. Quizá porque han comprobado que Maduro no sirvió a sus fines y que es un babieca atravesado en sus objetivos.
Si hubiera una verdadera disposición al diálogo, que pasa por la liberación de los presos políticos y la apertura al nombramiento de autoridades confiables en las instituciones, juego no estaría tan trancado y no se hablaría de golpe de Estado.
Pero la orden es aplastar la cabeza del oponente venezolano y eso no lo van a poder hacer.
Milagros Socorro
socorromilagros@gmail.com
@MilagrosSocorro

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martes, 18 de marzo de 2014

MILAGROS SOCORRO, ALLÁ VA EL NUEVO DIOS, CORRAN

Cada cierto tiempo aparece en Venezuela un nuevo ídolo. El periodo es más amplio según la jerarquía que vaya a ocupar en el templo; por ejemplo, entre Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez, imanes de adoración colectiva, pasaron varias décadas. No así entre deidades menores, cuya aparición se registra en lapsos más cortos.
En las últimas semanas hemos sido testigos de varias fulguraciones de devoción súbita en el campo de la política. Todos tienen en común la irrupción repentina, aun cuando tuvieran dilatadas carreras en su particular especialidad, pero el punto es que de pronto asoman a la arena pública e inmediatamente concitan el frenesí. Muchas veces, el fanatismo express que despiertan estas estrellas fugaces a veces no tiene nada que ver con ellos mismos, es decir, no son responsables del pasajero fervor del que son objeto, no lo han buscado ni están especialmente interesados en ingresar a la olvidadiza farándula venezolana. Otros sí, claro; y, de hecho, viven de eso. El punto es que el fenómeno describe más a los feligreses, siempre anhelantes de un tótem, que a la persona a la que invisten con esta categoría.
Otra categoría del donjuanismo religioso venezolano es que la nueva reverencia pasa por abominar de todo lo precedente. No importa si el amado desechado haya hecho enormes esfuerzos para cumplir con el mandato que recibiera de las masas, enfrentándose a riesgos sin límite y a ruindades indescriptibles. Nada de eso cuenta. Todo lo que haya hecho el dios pasado a retiro es basurita de sacapuntas. Solo el caribe de estreno es gente.
Los militares siempre están en el tope de la pasión. Nada iguala su sex appeal. Mucho más si son dados a gestos teatrales, que, además, involucren armas. Cada vez que aparece un oficial gesticulante, le salen huestes que se secan las manos a toda prisa y dejan los oficios botados para ir a jalearlo. Lo adoran por un tiempo y luego se devuelven a sus casas, “decepcionados”, “entregados a una nueva desilusión”, pero pendientes al asomo de un pronto sustituto.
En febrero de este año se empezó a hablar de un tal “profeta”. Los que no estamos en nada llegamos a marzo sin percibir al tipo en el radar ni detenernos a guglearlo. Pensamos, quizá, que sería un personaje de un video viral o de alguna tonadilla humorística. Ni nos molestamos en preguntar. Pero la referencia persistió. Resultó que se trata de Reinaldo Dos Santos, el “Profeta de América”, un aventurero brasileño que se las da de vidente.
El 26 de febrero, el sacamuelas “predijo” que a Maduro le quedaban “de cuatro a cinco días en el poder debido a la ola de protestas que vive su gobierno desde el pasado 12 de febrero”. Y agregó que, para que la profecía se cumpliera, los manifestantes debían mantenerse en las calles. Bastaba, lo dijo con todas sus letras, que las calles estuvieran cerradas por cuatro días “y el régimen cae”.
Del 26 de febrero en adelante, el “profeta” se encaramó en lo alto de los altares con agilidad de cabra montesa. Su nombre destellaba en los “chats de madres” como fiador de que los niños no debían ir al colegio. Tal era el temblor que la sola mención del embaucador despertaba en las devotas que los mensajes estaban plagados de faltas de ortografía. Qué norma se va a respetar cuando se cita a un adorado.
Incluso gente que ha concluido el bachillerato lo tenía por referencia. “No escuche a la falsa oposición”, mandó el Rasputín de a locha. Y a cuenta de eso, hirvió la fanaticada.
No había sido, por cierto, la “oposición de verdad” quien descubrió al “profeta”. En 2013, él mismo dijo que la madre de Chávez se había consultado con él, y mostró una foto donde la señora aparece acurrucándose contra él. No sería de extrañar que fuera otra mentira y la foto un montaje, dada su trayectoria. Pero el caso es que ni la interesada ni ningún vocero de la familia desmintió al charlatán.
El caso es que aparecido el timador, el ritual pasó por escarnecer de Ramón Guillermo Aveledo, quien amaneció convertido en el borrego que debía sacrificarse en el ara del santón. Para qué necesitaba el país la Mesa de la Unidad Democrática ni ningún espacio simbólico de avenimiento de las diversas corrientes que aspiran a sustituir a la dictadura del siglo XXI. Más aún, para qué necesitamos a los políticos, mucho menos a los partidos, las militancias, la organización y los debates internos, si lo tenemos a él, que sí es adivino y sí resuelve esto en un dos por tres.
Se cumplió largamente el plazo. Y el “profeta”, ve, chico, estaba hablando paja. No es de esperar que le hayan concedido una prórroga porque los adoradores instantáneos también muy rápidamente se descorazonan.
Además, es posible que ya lo hayan olvidado, porque desembarcó en La Guaira Fernando Del Rincón, un periodista experimentado, muy serio, que no tiene nada que ver con los tiradores de paradas que suelen hechizar a los feligreses de quita y pon. Pero ya lo hemos dicho, en muchas ocasiones los íconos no tienen culpa del delirio a su paso.
Y, como ya lo hemos visto –y lo volveremos a ver, eso seguro–, no basta con echarle incienso al brillante, diligente y corajudo reportero de CNN. Es preciso denostar de los periodistas locales, muchos de los cuales hasta ayer firmaban autógrafos en las marchas. Ahora son “vendidos”, “tienen bozal de arepa” y “no hacen lo que Fernandito sí hace por nosotros”. Se disipó la memoria de los reporteros tragando los gases lacrimógenos de Chávez y Maduro; perseguidos; detenidos; sus equipos robados por policías y guardias nacionales; con inmensas dificultades para hacer su trabajo, porque el régimen cerró las fuentes de información; desempleados, porque el régimen confiscó los medios; presionados, porque el boliburgués de turno llega con una lista de vetados; mal pagados, porque la economía está destruida y porque los empleadores no son capaces de proveer de seguridad al trabajador de los medios; atrapados en el chantaje de la dictadura y de los empleadores; agotados por excesivas horas de trabajo y de traslados, y sin posibilidad de continuar los estudios, que es el anhelo de muchos, de la mayoría; aterrados por la posibilidad de quedarse sin trabajo y no poder emplearse nuevamente, porque el mercado laboral está terriblemente restringido para los periodistas (y no somos ingenieros o técnicos petroleros, que muchos países reclutan para fortalecer sus industrias).

En fin, dejo esta lista cuando apenas la estoy empezando. Bastaría analizar someramente las evidencias para comprobar no solo que los periodistas venezolanos han cumplido con su trabajo contra dificultades monumentales, sino que el gremio se encuentra entre los que han hecho contribuciones más relevantes para mantener un atisbo de institucionalidad en Venezuela; y, por cierto, para dejar abiertas unas mínimas ventanas al disenso y a la crítica, cuya obliteración no acarrea sino violencia y confrontación. Todo eso, igual que el resto del pueblo venezolano, con salarios miserables y la negación de una prosperidad a futuro.
Todo eso se lo llevan por delante los proteicos fieles. Finalmente, es una conspiración contra los laicos, en palabras de George Bernard Shaw. Un prolongado empeño en abatir todo lo que suponga brega a largo plazo, pacto con la realidad, talante de adultos. Se trata de curar el cáncer con menjurjes.
Milagros Socorro
socorromilagros@gmail.com
@MilagrosSocorro

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miércoles, 12 de marzo de 2014

MILAGROS SOCORRO, EL TENIENTE Y LAS PREGUNTAS

Era un asunto obligado. En cuanto se tuviera ocasión, era preciso preguntarle a Diosdado Cabello, por la orden que, según dijo el gobernador de Carabobo, daría el presidente de la Asamblea Nacional a las UBCH.

Esto fue lo que escribió en Twitter Francisco Ameliach: “UBCH a prepararse para el contraataque fulminante. Diosdado dará la orden #GringosYFascistasRespeten”.
Si usted se presenta como periodista, tiene delante a Diosdado Cabello y no le plantea este asunto, significa que: 1) usted no es periodista;  2) usted actúa de mala fe y procura encubrir una componenda que debería ser aclarada a la sociedad; o 3) usted evita escrutar a los poderosos, lo que implica que usted está defraudando a las audiencias, cuyas incógnitas usted está obligado a dar curso.
Como Andreína Flores es periodista, en cuanto tuvo ocasión le formuló al teniente Cabello la interrogante obligada. Y, en vez de responder como es su deber, Cabello se dejó ganar por la ira y repitió el libreto de Chávez: “esa pregunta te la mandaron a hacer”.
Con tantos años expuesto a la opinión pública, Cabello no ha tenido una asociación piadosa que le explique cómo funcionan las preguntas de los periodistas. Los reporteros parten de lo sabido para indagar en lo que no se sabe (y que debe ser conocido, puesto que es del interés colectivo). Ejemplo: se sabe que Ameliach lo señaló de ser el jefe de las UBCH; y aseguró que esperan la orden de “Diosdado” para proceder a un “contraataque fulminante”. Dado que también se sabe que el blanco de ese eventual ataque no es mocho, se concluye que una iniciativa tal podría desencadenar una tragedia. Esto es lo que se tiene por cierto. Falta averiguar si es cierto que el teniente Cabello tiene el poder que se le atribuye, si estaría dispuesto a dar la orden y cuáles serían los alcances de ese mandato.
Estas preguntas pueden ser hechas por cualquier reportero medianamente informado y mínimamente coherente con su oficio, pero también pueden ser indicadas por su jefe de Información, cargo que está en el deber de orientar la política editorial del medio.
Por ese camino, los cuestionarios de los periodistas están integrados por asuntos que nosotros mismos jerarquizamos, más otros que nos sugieren nuestros jefes, colegas e incluso las fuentes especializadas a las que en muchas ocasiones consultamos para que nos orienten con respecto a la materia a tratar con el entrevistado.
De manera que cuando el teniente Cabello trató de hostigar a la periodista Flores repitiendo la cantinela de Chávez (según la cual los periodistas carecían de criterio y había un factor oculto que ponía palabras en su boca), y diciéndole que a ella la habían “mandado a hacer esa pregunta”, revelaba ignorancia y, algo peor, incurría en lo que los psicólogos llaman “proyección”, al señalar en Flores lo que hacía él: al finalizar el día en que Raúl Castro estuvo en Venezuela, Maduro mandó a los colectivos a agredir a los manifestantes y el propio Cabello recrudeció su discurso, de habitual soez y agresivo.
Para cerrar la idea, es completamente legítimo que un periodista exponga en una rueda de prensa la agenda noticiosa del medio para el que trabaja. Pero es digno de abominación el funcionario venezolano que proceda según le hayan mandado a hacer sus jefes extranjeros.
Como en otras ocasiones, quedó en evidencia que el teniente Cabello optaba por una pataleta, no fuera a ser que le hicieran las preguntas que los periodistas venezolanos tenemos atascadas en el gañote. Por ejemplo: ¿cuándo se va a disculpar con la familia de Alejandro Márquez, ingeniero fallecido luego de recibir una golpiza de la GN, a quien señaló de ser un sicario contratado para matar a Maduro?
¿Por qué sus compañeros de partido lo señalan a cada rato de haber hecho una fortuna a expensas del Estado? ¿Es cierto que usted tiene un avión privado?
¿Cómo es el negociado que, presuntamente, usted tiene con cierta actriz, con quien monta espectáculos de escasa calidad y pasa la factura a instituciones del Estado, con precios como si se tratara de Lope de Vega redivivo?
¿Es verdad que Vielma Mora dio las declaraciones que luego trató de negar –y que inculpaban a Maduro en la represión- por su influencia directa?
Para no exponerse a estos y otros requerimientos, que tarde o temprano deberá encarar, cedió a la soberbia y volteó hacia la “periodista” del Sibci, que siempre está ahí disponible para proponerle que se extienda acerca de las andanzas de los apátridas.
Milagros Socorro
socorromilagros@gmail.com
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jueves, 6 de marzo de 2014

MILAGROS SOCORRO, PERO, ¿EN VERDAD NO SE TAMBALEA?

Hace unos días Eduardo Fernández, presidente del Ifedec y ex candidato a la presidencia de la República, aseguró en un programa de radio que el “Gobierno no se está tambaleando, ni conviene que se tambalee y mucho menos que se caiga”. Curiosas declaraciones, proviniendo de una figura que no integra el elenco oficialista ni tiene por qué repetir la cartilla.

Que el gobierno no se tambalea es asunto que solo los hechos podrán establecer. No hay duda de que enfrenta un conjunto de factores adversos del que solo un gobierno muy sólido podría salir airoso: protestas en las principales ciudades del país, una crisis económica que se agrava por horas, inflación (“una de las más altas del mundo”, dijo Fernández en la misma intervención radial), desabastecimiento (“¿Por qué debemos hacer colas para el mercado y cuando llegamos no hay nada? Eso no pasa en ninguna parte y hasta está dejando de pasar en Cuba”, puntualizó) e inseguridad.

A esto debemos agregar la circunstancia de que el presidente de la República tiene ¿al lado?, ¿detrás?, ¿encima?, una especie de tutor que se toma atribuciones que no le corresponden, quitándoselas a la Presidencia; que se ha erigido en interlocutor de los militares, dándole un rodeo a la Presidencia; y que marca constantemente la pauta política del gobierno, como si el presidente fuera una figura decorativa, un pelele a quien se corrige en público y cuyo parecer no le interesa a nadie. Ciertamente, si el gobierno no se tambalea, la debilidad de Maduro sí es evidente. Habría que preguntarle a Eduardo Fernández a qué se refiere cuando asegura que el gobierno no está vacilante (porque podría ser que se refiera a que el gobierno podría persistir sin Maduro, como si este fuera una parte aburrida del cuento, que puede suprimirse sin que la historia registre mayores saltos).

Otra cosa, muy distinta, es que no convenga que el gobierno se tambalee y termine de caer. Vista su intransigencia frente a sus desatinos en materia económica, vista su terquedad en persistir por la senda que nos ha llevado al desastre, visto el cinismo con el que empezó a hablar de “guerra económica” cuando ya se avizoraba la debacle que hoy vivimos y que amenaza con profundizarse en las próximas semanas… En fin, visto el atolladero al que nos condujo el gobierno con sus disparates, su soberbia y su descomunal corrupción, ¿qué es lo que conviene?

Los 12 puntos propuestos por Lorenzo Mendoza, presidente ejecutivo de Empresas Polar, a la Comisión de la Verdad Económica, constituyen un retrato clarísimo de la calamitosa situación de Venezuela. El documento no se propone explicitar lo que está mal hecho sino lo que debe hacerse bien. Pero cada ítem alude a un paso en el proceso de destrucción de la economía nacional. Ninguno de esos puntos serían necesarios –en realidad, urgentes- si no fuera porque hemos padecido 15 años de devastación obrada por un sistema obsoleto, retrógrado y no pocas veces improvisado, que, además, solamente el año pasado se permitió “desviar”

$20.000 millones que fueron robados al Estado con la connivencia de los más altos jerarcas del poder.

Si el gobierno aplica las recomendaciones de los empresarios, aún cuando no lo hiciera en bloque sino parcialmente, iría a contravía de su propio modelo. Si el gobierno quiere dar un frenazo antes de caer en el abismo, tendría que acatar esas medidas, que no son sino un irrefutable compendio de sensatez y sentido común, pero si lo hace ya sería otro gobierno.

En esta ocasión, no pueden zafarse del aprieto con providencias diseñadas para aportar oxígeno temporal o con disposiciones cosméticas para destrancar el embrollo. Las dificultades económicas son de tal magnitud que deberán instrumentarse acciones permanentes, contrarias a la plataforma ideológica en la que se sustenta el gobierno.

Si esto fuera poco, esas medidas deberán ser implementadas por un gobierno sanguinario, violador de los derechos humanos. Los testimonios de las víctimas, sus familiares y abogados son estremecedores.

Nada de esto puede continuar por mucho tiempo. Ni el destrozo de la economía. Ni la represión, tortura, detención ilegal y asesinato de los manifestantes. Ni el expolio descarado a las arcas de la República.

Tampoco dejaremos de protestar, hemos asumido esta tarea como un deber y un destino.

Frente a esta realidad, el gobierno solo tiene dos opciones: obstinarse en su descalabro o hacer grandes cambios. En ambos casos será otro.

socorromilagros@gmail.com
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lunes, 24 de febrero de 2014

MILAGROS SOCORRO: HUMILLACIÓN Y CANSANCIO

 “VENEZUELA EN LA ERA DE LA HUMILLACIÓN SISTEMÁTICA..”

■ En febrero de 2004 ya mi padre tenía un diagnóstico preocupante. Linfoma No-Hodgking. Sin embargo, tanto él como mi madre habían firmado en Maracaibo para convocar el Referéndum Revocatorio Presidencial.

Ese mes muchas firmas fueron invalidadas porque, según aseguró el entonces diputado por MVR, Luis Tascón, las actas estaban llenas de “firmas planas”. Aludía a las planas que hacen los escolares, esa insistencia en una misma oración que se reitera sin introducir cambios. Según Tascón, la oposición había perpetrado “un fraude masivo a la nación” fotocopiando planillas en vez de recolectar auténticas firmas que reflejaran la voluntad del electorado.

Tras una apelación al TSJ, la Corte estableció la validez de 800 mil firmas (300 mil más de las necesarias para llamar al referéndum), pero una semana después el mismo tribunal se desdijo. No sería este el último retraso. Con diversas excusas, el referéndum se seguiría posponiendo. En mayo de 2004, muchos firmantes cuyas rúbricas estaban cuestionadas, concurrimos a lo que el CNE llamó “reparo”. Volvimos a firmar, conscientes, desde luego, de que ya lo habíamos hecho y que nadie había firmado por nosotros.

Mi esposo y yo fuimos al Reafirmazo en Caracas. Pero mis padres, cuyas firmas también fueron invalidadas de manera arbitraria, no pudieron repetirlas porque ya habían dejado su ciudad. Mi padre había venido a Caracas a vivir sus últimos días.

No me importó demasiado regresar al centro de votación para contribuir con una firma al sagrado deber de desalojar al nefasto gobernante por una ruta constitucional. Pero que la hermosa letra de mi padre fuera descartada como “plana” por gentes de aquella calaña, que jugaran con mis padres, tratándolos de estafadores, me resultaba de una violencia intolerable.

El 12 de noviembre de 2004, durante el célebre Taller de Alto Nivel, en Fuerte Tiuna, Chávez confesaría que “una encuestadora internacional” había confirmado, “a mitad del 2003”, que si el referéndum hubiera sido en ese momento, lo hubiera perdido. Fue entonces cuando crearon las misiones, empezando por la Misión Identidad. Y dijo Chávez: “Si no hubiéramos hecho la cedulación, ¡ay Dios mío! Yo creo que hasta el referéndum revocatorio lo hubiéramos perdido. Empecé a pedirle apoyo a Fidel y me dijo: ‘Si algo sé yo es de eso, cuenta con todo mi apoyo’”.

Era evidente, pues, que todos aquellas demoras habían sido un ardid para evitar que se cumpliera el vaticinio. En el camino, mi padre murió, en agosto de 2004, unos días después del referéndum, que ya, con tantas trampas y dilaciones, no era más que un simulacro.

En aquella alocución en Fuerte Tiuna, Chávez anunció que había dispuesto “la continuación de la ofensiva, para impedir que se reorganicen [los opositores], hablando en términos militares, y si se reorganizaran: para atacarlos y hostigarlos sin descanso”.

Ya se había instaurado en Venezuela la era de la humillación sistemática a los opositores. El régimen de los insultos diarios, las amenazas, las confiscaciones; la obscena corrupción y el dispendio de los recursos de Venezuela en regalos a países de economías fracasadas; la conformación de grupos paramilitares al servicio del Estado, que les garantiza impunidad y promoción como “operadores ideológicos”, al tiempo que son usados como fuerzas de choque contra la disidencia; el secuestro de los poderes, del CNE, la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, la Contraloría; los ataques a las universidades, a la iglesia, a los partidos políticos, a los gremios no controlados por el régimen; el escarnio público de figuras de la oposición, a través de los medios de comunicación del Estado; Tibisay Lucena celebrando el 4 de febrero; Juan Carlos Loyo burlándose de un agonizante Franklin Brito; militares coreando consignas partidistas; cubanos en los centros neurálgicos de las decisiones; diputados de oposición golpeados en el hemiciclo; paramilitares y guerrilleros colombianos campeando por las fronteras, matando, secuestrando, extorsionando… Ha sido demasiado. Y estamos cansados.

Es posible que los estudiantes hayan salido a protestar con esa preocupante valentía, porque han visto cómo detienen, torturan y matan a sus compañeros. Porque están hartos de que sus centros de estudios sean arenas del hampa. Porque no ven futuro en su propio país, donde no hay buenos empleos ni oportunidades de desarrollo. Porque no quieren que la vida se les vaya en una cola para comprar comida o para recibir dádivas de un régimen autoritario.

Pero es muy probable que haya otra motivación profunda: han visto demasiadas humillaciones a sus padres, sus maestros, sus mayores. Un espectáculo de espantosa contemplación. Que no quieren para ellos. No quieren para nadie. No quieren para Venezuela.

Y están demasiado cansados ya de verlo.

Milagros Socorro
@MilagrosSocorro

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martes, 4 de febrero de 2014

MILAGROS SOCORRO, ES ILEGÍTIMO

Si nos quedaba alguna duda, ya ha sido disipada: en Venezuela no hay el más mínimo margen de diálogo entre el régimen autoritario y la oposición democrática.

Lo escribo con dolor y angustia: he sostenido muchas veces que solo el avenimiento le ahorrará sangre a Venezuela y crispación a un pueblo ya largamente castigado. Pero, como ha dicho Luis Miquilena en reciente entrevista, a propósito de la vigencia de los imperativos del 23 de enero de 1958, no puede hablarse de diálogo cuando se alude al entrecortado intercambio entre amo y siervo.
Mucho menos, cuando se trata de “dialogar” con quien se ha propuesto la destrucción no solo del país, que ya es dolor continuo, sino de todos quienes nos oponemos a él; a quienes abominamos de Chávez, el gran demoledor; a quienes les hemos echado en cara su alcahuetería frente al ocupante extranjero… en fin, a quienes denunciamos que nuestro país está gobernado por mafias que han conducido al país al actual, flagrante, desastre. Pero no solo quienes se muestran activos en la oposición a la ruina de Venezuela son objetivo de aniquilamiento, también los tibios, los que se han acomodado (y cada cierto tiempo sueltan frasecitas de oportunismo), quien no se arrastre y de continuas muestras de sumisión. Todos somos blanco del plan de exterminio.
No otra cosa puede inferirse de los hechos, ya muchas veces reiterados. Y nada distinto puede concluirse cuando se oye a Maduro asegurar que la oposición tiene planes de "pagar con drogas la conducta de algunas bandas delictivas". Incluso en el océano de declaraciones viles y cobardes, tanto de Chávez como de sus perniciosas secuelas, esta destaca por su bajeza. Y peligrosidad.
Nada es tan grave en la actual circunstancia de Venezuela como señalar a un grupo de azuzar la violencia hamponil, que tantas vidas ha cobrado y que ha desparramado ese pavor que hace tan dura la vida venezolana.
Si el presidente acusa a un individuo o grupo de una acción tan abyecta como estimular las bandas delictivas, pagándoles, además, con droga (un modus operandi, por cierto, habitual entre sus amiguitos de las FARC), debe tener indicios muy sólidos, nombres muy comprobados y una investigación solvente que lo respalde. Si no es así, él mismo es un criminal.
Porque es un crimen acusar a más de la mitad del país de semejante ignominia, sin otro propósito que el de asesinar moralmente a quien se le opone; sin más idea que la de destrozar al adversario y, mediante la calumnia, hacerlo blanco del odio y la eventual retaliación de unas víctimas del hampa que lloran doblemente: la pérdida del ser querido y la impunidad.
Si la declaración de Maduro carece de sustento y fue proferida solo para arrojar sobre los demócratas la jauría de la venganza, estamos frente a un criminal que no puede ejercer la más alta magistratura de la república; y que se hace más ilegítimo en la medida en que despliega sus bajos móviles.
El Estado que el chavismo controla (o media en el control que ejerce La Habana) tiene en sus manos todos los cuerpos policiales y todos los organismos de inteligencia. No hay ningún otro responsable de la inseguridad ciudadana que nos ha puesto en lugar primado del ranking mundial de la violencia.
La perversa declaración, hecha por Maduro el domingo 26 de enero, debe encontrar patrocinio en la realidad. Debe tener un soporte minucioso. Y debe justificarla pronto. Mientras no lo haga, todo venezolano que sea identificado como opositor al régimen puede ser diana de ataques movidos por una acusación gravísima, que, proveniente del presidente (aún cuando haya sido puesto en ese cargo por las manipulaciones del CNE, como tenemos muchas razones para pensar), lo es mucho más.
A Maduro solo le queda demostrar que su imputación tiene bases serias (y no que se trató de una treta para manipular a sus seguidores y un complot para dañar arteramente a sus opositores). Si no lo hace, quedará claro que no hay el más mínimo resquicio para el diálogo; y que estamos librados al más cruel de los arbitrios.
Un minuto antes de arrojar la onerosa incriminación, Maduro se refirió a la oposición democrática de Venezuela como “ultraderecha montana”. No sabemos cuál es la idea que el supremo ignorante tiene de la palabra “montana”, pero el desvarío nos deja ver que el hombre de los muchos padres repite nociones sin saber siquiera cómo se pronuncian o qué nombran.
El dislate confirma que no habla solo. Alguien lo dirige. Alguien que está tan lejos, -en una isla de indolencia, quizá-, a quien no le importan las consecuencias que tendrá la obliteración del diálogo en Venezuela. Alguien a quien no le horroriza ver a Venezuela sumida en la confrontación violenta. Alguien que nada pierde cuando la patria sea finalmente reducida a un montón de cenizas.

Milagros Socorro
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