No son mentirillas blancas. Nunca lo han sido. Desde antes de
arribar al poder, la mentira ya era la esencia de su liderazgo. Chávez ha mentido
siempre en abundancia y sin sonrojo. En su caso nunca hubo engaños pequeños o
insignificantes: la preparación del golpe que comandó le exigió una gran
destreza para desenvolverse entre las sombras y las máscaras. Nada distinto
podía haberse engendrado de aquellas andanzas clandestinas, de las cuales solo
se sobrevive trabando un cuidadoso compromiso con la farsa y el disimulo.
Hoy, muchos años después de su aventura cuartelaria, todo sigue
el curso turbio y sinuoso en el que transcurría la conspiración febrerista. En
los márgenes de las fanfarrias propagandísticas del "proceso", las
cosas más importantes se manejan en medio de susurros: desde las sagradas
finanzas públicas, hasta la enfermedad del Presidente, cuya gravedad se
resguarda con el mismo celo con que se enmascaraba la conjura contra la
democracia de Punto Fijo.
Chávez y su revolución han asumido que la política es el lugar privilegiado
de la mentira, el simulacro y la impostura. No es exagerado decir que Venezuela
toda es una gigantesca escenografía y que los venezolanos, felices con sus
espejitos, han sido reducidos al rol de "usuarias y usuarios" pasivos
del teleculebrón nacional.
La trama de la novela es una hilera de fraudes ornamentados, a
la cual se le ha añadido el misterio de una enfermedad y la terquedad reeleccionista
de un protagonista empeñado en darse unas exequias doradas, aunque en el
intento se tiznen peligrosamente las páginas siguientes del devenir venezolano.
Los guionistas de esta telenovela preñada de ocultamientos y camuflajes,
son los mismos que han escrito un sinnúmero de "conquistas históricas",
fabricadas en cartón-piedra y anime; los mismos que – a fuerza de falacias
maquilladas - han recreado la ficción de un país bien encaminado, que desciende
dichoso por su turbulento despeñadero.
En la Venezuela de hoy todo es una estafa bien embalada con las
pompas de un glosario en el que las grandilocuencias revolucionarias abundan para
desnaturalizar las verdades del barranco nacional.
Hasta aquí hemos llegado, cargando ahora con un Presidente que
miente sobre sus limitaciones para gobernar, después un trayecto rodeado de invenciones
y engaños: el mayor de ellos, el del "empoderamiento popular", cuyo
aparente lustre compite con el tamaño de la patraña que esconde... Ya sabíamos
que nada bueno saldría de este relato en el que el gentilicio venezolano ha
resultado humillado y corrompido hasta sus huesos... Es eso lo que nos ha
ocurrido, aunque la enciclopedia bolivariana, en plan de adoctrinamiento, hable
de la liberación de los oprimidos... Llegó la hora de decir ¡basta!
argelia.rios@gmail.com
@Argeliarios
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