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jueves, 8 de mayo de 2014

LUIS JOSÉ SEMPRUM, ¿POR QUÉ CAPRILES ATACA A LA SALIDA?

El 5 de febrero pasado, Henrique Capriles criticó a Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma, por convocar a "La Salida". Capriles se justificó diciendo que "nuestra agenda es social... nosotros no creemos ni en salidas violentas ni en salidas por golpes de Estado" (http://tinyurl.com/mqlglae).

Capriles repitió lo mismo el 30 de abril, cuando declaró: "Yo no avalo golpes de Estado, quien plantee una salida sin pasar por un proceso electoral que te explique de qué se trata". Capriles añadió que quienes buscan “salidas rápidas” lo hacen sobre la base de “proyectos personalistas” (http://tinyurl.com/k4su493).

Estas declaraciones extrañaron a muchos venezolanos, que se preguntan ¿Por qué Capriles ataca La Salida? Carlos Blanco, por ejemplo, dijo el pasado lunes en un tuit: “Los que critican La Salida están en su derecho, pero sería bueno que explicaran por qué les parece mejor que Maduro se quede”. Antonio Sánchez García dijo en otro tuit: “Si la MUD se hubiera adherido a La Resistencia, el Gobierno estaría pidiendo cacao, Maduro haciendo sus maletas y Capriles preparado al bate”. Por su parte, Gustavo Coronel escribió un artículo titulado “El grave error de Henrique Capriles”, condenando sus declaraciones contra La Salida (http://tinyurl.com/l33swdu).

En nuestra opinión, Capriles, Aveledo, Henry Ramos, y otros dirigentes de la MUD se oponen a La Salida porque temen que se produzca un golpe militar. “Lo peor que le puede pasar a Venezuela es un golpe de Estado”, dijo Capriles desde Miami el 15 de septiembre de 2013. “No hay golpes buenos y golpes malos, todos los golpes militares son malos”, dijo Ramos Allup sentado en la mesa de diálogo.

Se trata de una posición incomprensible y contradictoria, porque Capriles, Aveledo, Ramos y todos los dirigentes políticos, celebran públicamente el 23 de enero de 1958, fecha en que se conmemora una actuación militar, con apoyo popular, para derrocar una dictadura y restablecer la democracia.

Nadie desea un golpe de Estado, pero lo que todos los venezolanos sí quieren es que los militares cumplan con su deber de salvaguardar la soberanía, mancillada por la ocupación cubana; garantizar la vigencia de la Constitución, violada 177 veces, según documenta el abogado Asdrúbal Aguiar; y proteger los derechos humanos, sobre todo de quienes protestan pacíficamente.

Luis Jose Semprum
l.semprum@gmail.com
@LuisSemprumH

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viernes, 6 de septiembre de 2013

TRINO MÁRQUEZ, UN GOBIERNO SIN LUZ NI ENERGÍA

Si Nicolás Maduro hubiese nacido en la Edad Media, con seguridad habría pertenecido a alguno de los numerosos grupos escolásticos que se formaron durante ese largo período de la humanidad. 
Todos los problemas reales, tan concretos como el acero, el presidente a juro trata de resolverlos de forma nominal, con lugares comunes y organismos con los cuales resulta sencillo formar unas siglas. 

El gigantesco apagón del martes 3 de septiembre fue la materialización del “golpe eléctrico” tramado por la ultraderecha apátrida. Este desaguisado lo lleva a construir entes fantasmales como el “Estado Mayor Eléctrico”, la “Unidad de Inteligencia del Sistema Eléctrico” y la “Misión Eléctrica Venezuela”. Nominalismo del más ramplón. 
La realidad se afronta con fórmulas alquimistas. Los problemas no residen en la infinita incapacidad de un equipo inepto, sino en la perversa intención de unos opositores tan poderosos, y a la vez tan ingenuos, que a pesar de haber triunfado el 14 de abril, se dejaron despojar de la victoria.
La enorme crisis eléctrica que venía anunciándose desde hace ocho años la hemos visto avanzar en capítulos que se repiten cada cierto tiempo con la monotonía de los relojes suizos. Hace cinco años, cuando aún reinaba el caudillo, Caracas y algunas ciudades del interior padecieron dos apagones que paralizaron el metro de la capital y dejaron en la oscuridad a casi la mitad del país. En aquel momento el autócrata, auxiliado por los hermanos Castro, apeló a la peregrina tesis del saboteo. 
Los expertos en la materia demostraron que el sistema eléctrico necesitaba, para seguir operando, de una inversión  de al menos cuatro mil millones de dólares anuales durante un lapso de seis  años, y que mientras esa operación no se efectuara. se mantendrían los problemas en la generación, transmisión y distribución del fluido eléctrico. El caudillo pensó que esos eran presagios de Casandras tropicales. Colocó algunos paños calientes aquí y allá, pero jamás encaró la  crisis con la gravedad que la falla ameritaba. Los problemas se acumularon. Los apagones se repitieron. Caracas, por una decisión estrictamente política, quedó protegida. Se sacrificó a la provincia para evitar el impacto expansivo que produciría la crisis en la capital. Esta estrategia duró un tiempo, pero, como ocurre con los errores gruesos, no podía evitarse indefinidamente que sus consecuencias negativas se produjeran. Ahora estalló la bomba de tiempo: casi toda Venezuela quedó afectaba por la negligencia oficial.
El gobierno no puede descargarse de su responsabilidad acusando a la oposición de un supuesto escamoteo. Este ardid, tramado en asociación con los cubanos, no resiste el menor análisis, ni siquiera para sus propios partidarios. El pueblo chavista durante años ha señalado la deficiencia del servicio eléctrico. Ha dicho que pierde sus neveras, sus televisores y los pocos artefactos electrodomésticos que puede comprar, porque la luz se va a cada rato. Le ha reclamado a las alcaldías y a las gobernaciones indemnizaciones por los daños causados.
Para ese pueblo el argumento de Maduro constituye una burla y un insulto, aunque no una sorpresa. Ya conoce los desbarros de su presidente. Toda la acción de su gobierno es una gran chacota. Maduro va a Guyana, y compromete los intereses nacionales por generaciones. Le dirige una comunicación personal a Obama, y la carta resulta un esperpento que parece escrito por uno de sus peores enemigos. Intenta poner orden en el mercado de divisas y  controlar el dólar paralelo, pero lo que crea es un enredo que ni siquiera sus “economistas” logran descifrar. Trata de detener la inflación y lo que hace es dispararla. Aplica el Plan Patria Segura y al poco tiempo unos guardias nacionales matan a una madre de familia y a una de sus hijas, mientras unos asaltantes de camino roban nada más ni nada menos que a la hija del ministro de Relaciones Interiores, general Miguel Rodríguez Torres, responsable del malhadado plan.
El desprecio al trabajo profesional serio, silencioso y constante,  y el culto a la improvisación y la politización, no podían dar otro resultado que no fuese la chapucería, el desastre total y absoluto. Este es un gobierno miserable que carece de luces y también de energía, no solo porque haya acabado con el fluido eléctrico, sino porque destruyó a Venezuela en todos los espacios sociales y carece de la fuerza y claridad para encontrar la salida.
@trinomarquezc

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