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domingo, 22 de junio de 2014

EMILIO NOUEL, GIORDANI, DESTRUCTOR Y FARSANTE

No sólo es uno de los artífices directos, por su influencia en el finado Chávez, del desastre económico y social que está viviendo Venezuela. Es también un soberano embustero al igual que su adorado mesías, cuando pretende meternos la coba de una supuesta gesta en la que habría participado en su juventud contra el gobierno de Chapita Trujillo.

En una suerte de carta-testamento, el señor Jorge Giordani se desahoga diciendo lo que piensa del gobierno que viene de defenestrarlo. Un gobierno que supuestamente no le hizo caso, que no lo dejó repartir los dólares como él quería. ¡De la que nos salvamos! la situación hubiera sido aún peor, lo que es ya decir mucho.

En su reproche al gobierno militar venezolano, además de hablar de “planificaciones transubstanciales” (¿?????), lo que queda claro es que no lo hace desde la autocrítica o desde la posición del que manifiesta un propósito de enmienda, un arrepentimiento por el mal infligido a la Nación o frente al desbarajuste económico que coadyuvó a generar como gurú del causante principal de toda la crisis que padecemos. No. Lo hace a partir de su fidelidad al proyecto político-ideológico de destrucción nacional que adelantó junto a los que gobernaron con él, de su adhesión al modelo económico aberrante y perverso que ayudó a instaurar. 

Pero de todo lo dicho, lo que más llama la atención es la gran patraña que representa su supuesta participación en la lucha contra el tirano de República Dominicana, Rafael Leonidas Trujillo. Dice Giordani: “continuaré luchando por la independencia de Venezuela y la del continente latinoamericano y caribeño, con la misma constancia que lo he hecho desde que decidí empuñar las armas contra la dictadura oprobiosa de Trujillo, siendo aún estudiante de ingeniería en la Universidad Central de Venezuela, en 1959”.

Los embusteros corren siempre con la mala suerte de que cuando menos lo esperan sale un aguafiestas para ponerlos en evidencia. Y en este caso, será quien escribe estas líneas.

Casualidades de la vida. Un primo, Leopoldo Jiménez Nouel, dominicano, que para aquellas fechas vivía en Caracas y estudiaba en el Liceo Andrés Bello, con el dolor de la familia, decide ir a combatir, este sí, con las armas, a Trujillo. Tenía apenas 17 años pero sus convicciones y el compromiso con la libertad de su país, lo llevó a tal riesgosa aventura.

En Pinar del Rio, Cuba, en la finca Mil Cumbres, recibe el entrenamiento militar. Su comandante era Enrique Jiménez Moya. Desde allí escribirá al cumplir los 18: “celebré mi cumpleaños con jugo de naranja agria, una guitarra y mis compañeros.”

En la expedición a su patria, unos aterrizan en la población de Constanza el 14 de junio de 1959 y otros desembarcan, unos días después, en las playas de Maimón y Estero Hondo. La operación fue gran fracaso. Solo quedaron vivos para contarlo, 3 dominicanos y 2 cubanos. Mi primo ofrendó allí su vida. Fue detenido, fusilado y su cadáver desaparecido.

Venezolanos habían: Edwin Erminy, Juan Cárdenas, Antonio González, José Molina, Oscar Vegas, Rafael Arrechedera, Julio Camacho, Nelson Hernández, Generoso Hernández, Luis Medina, entre otros. Hubo una embarcación que no llegó al destino y regresó a Cuba.

El que revise las listas de los expedicionarios del llamado “Ejército de Liberación Dominicana” no se topará por ninguna parte con el nombre de Giordani. Es más, si hubiera participado, con seguridad, no hubiera sobrevivido al descalabro. Está vivo hoy simplemente porque nunca estuvo en acción. Es sólo una fantasía que se inventó para engañar incautos.

De modo pues, que el señor Giordani, además de ser un demoledor de la economía nacional, es un monumental farsante cuando quiere presentarse como un revolucionario con gesta heroica incluida. En eso se parece mucho a quien lo colocó, irresponsablemente, en un cargo al que nunca debió llegar. Si el aparato propagandístico gubernamental ha querido fraguar una leyenda homérica al “mesías” Chávez, él, Giordani, tampoco podía quedarse atrás.

Emilio Nouel
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV

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martes, 17 de septiembre de 2013

ROBERTO CACHANOSKY, EL POPULISMO ES ESENCIALMENTE INMORAL

Infinidad de veces me han preguntado por qué el gobierno comete las barbaridades económicas que vemos a diario. Por qué Moreno patotea a los empresarios, cierra la economía y otras torpezas más. Por qué desde el BCRA destrozan la moneda. En fin, ¿cuál es la razón de esta política económica destructiva?


Responder a este interrogante no es tan sencillo. Algunos lo explicarán desde la ignorancia y otros por cuestiones de resentimiento. Es posible que haya una mezcla de estos dos factores, pero, aunque parezca mentira, creo que en el fondo hay un problema de razonar la economía. El kircherismo-cristinismo ven el proceso económico como una lucha por la distribución del ingreso. Creen que si un sector tiene ganancias es porque otros salen perdiendo. No entienden que en economía todos pueden salir ganando sin que el Estado se meta a hacer las burradas que hacen ellos todos los días.

Esta visión de la economía como si fuera una guerra queda en evidencia en los discursos oficiales. Nos quieren invadir con productos importados. Tenemos que defender la producción nacional. Los empresarios tienen que moderar sus ganancias. Todo el discurso es en un tono de conflicto, el cual solo es solucionado por la “sabiduría”, “bondad” y “ecuanimidad” de la presidente. Es decir, si algo bueno pasa en la economía es porque ellos son los iluminados que hacen justicia con sus políticas, no porque la gente sea eficiente y competitiva. Sin duda que parte de este discurso puede obedecer al populismo que trata de captar votos diciendo: “gracias a mí, Uds. los marginados, tienen un ingreso mejor”. Y cuando el populismo se complica por falta de recursos para mantener la fiesta de consumo, jamás se va a aceptar los groseros errores cometidos. Todo se limita a denunciar conspiraciones ocultas que vienen a destruir la construcción de un proyecto bondadoso encarnado en una sola persona. Eso es parte del discurso político populista que vaya uno a saber que fundamentos psicológicos tiene.

En rigor la economía no es una guerra donde unos ganan y otros pierden. Sí hay competencia entre empresas para ganarse el favor del consumidor. Esa competencia consiste en invertir para vender los mejores productos a los precios más convenientes para ganarse el favor del consumidor. Para ello se requiere inversión, capacidad de gestión y agregar valor. En ese proceso de inversiones se crean nuevos puestos de trabajo que aumentan la demanda de mano de obra y fuerzan los salarios al alza.

Al mismo tiempo, mientras más se invierte, más unidades se producen (aumenta la productividad), lo cual hace bajar los costos fijos por unidad producida, los bienes y servicios son más abundantes y baratos y mejora el nivel de ingreso de la gente. Pero no porque las empresas ganen menos. Las empresas ganan más porque venden más, a precios más bajos y mejores calidades. Su ganancia está en el volumen. El ejemplo que podemos dar es el de las computadoras. Cada vez tienen mejores procesadores, más capacidad de almacenaje de datos, etc. y los precios bajan o se mantienen. Con la telefonía celular ocurre algo similar. Obviamente estoy hablando del resto del mundo, no de Argentina donde gracias al modelo de sustitución de importaciones los “empresarios”, que en rigor en su mayoría son cortesanos del poder de turno, obtienen privilegios para no competir y perjudicar a los consumidores vendiéndoles productos de baja calidad y a precios más altos que en el resto del mundo. Basta con hacer una simple recorrida por los portales de internet para advertir las notebooks que se venden en EE.UU. y en Argentina, comparando precios y calidades.

Pero el gobierno no ve la competencia como un proceso por el cual los empresarios deben invertir y competir para ganarse el favor del consumidor. Por el contrario, consideran que la competencia no funciona y la producción, los precios de venta, los salarios y lo que tiene que producirse depende de una mente iluminada para ser exitosa. Hoy es Moreno el supuesto “iluminado” como en otro momento, con otros modales, fueron Grinspun, Gelbard y tantos otros ministros de economía que consideraban que solo la “bondad” de los gobernantes lograba mejorar el ingreso de la gente frente a la avaricia de los empresarios, al tiempo que esa “avaricia” empresaria es alimentada cerrando la competencia a los bienes importados. Una razonamiento realmente para psiquiatras.

Dentro de este pensamiento autoritario en materia económica, que es una especie de iluminismo económico y monopolio de la bondad de los políticos, no hay lugar para entender que la competencia es un proceso de descubrimiento. Descubrir qué demanda la gente, qué precios está dispuesta a pagar por cada mercadería y qué calidades exige. Por eso el populismo económico inhibe la capacidad de innovación de la gente y los “empresarios” millonarios son, en su mayorista, simples lobbistas que hacen fortunas con negociados turbios gracias a sus influencias con los corruptos funcionarios. Es en este punto en que el intervencionismo deja de ser ineficiente para transformarse en esencialmente inmoral porque los beneficios empresariales no nacen de satisfacer las necesidades de la gente, sino de esquilmar los bolsillos de los consumidores. Y como para esquilmarlos necesitan el visto bueno de los funcionarios públicos, ese acuerdo se transforma enorme corrupción donde la riqueza surge de expoliar a la gente mediante pactos corruptos.

Pero como los populistas no son tontos, entonces empiezan a redistribuir ingresos en forma forzada para tratar de calmar a las masas tirándoles migajas de aumentos de sueldos para calmarlas, mientras funcionarios y pseudo empresarios pesan bolsos de dinero.

Desde el punto de vista estrictamente económico la tan denostada economía de mercado es más eficiente que el populismo y el intervencionismo porque para poder progresar el sistema exige que inevitablemente el empresario tenga que hacer progresar a los trabajadores con mejores sueldos y condiciones laborales, al tiempo que también hacen progresar a los consumidores porque éstos solo les compraran si producen algún bien de buena calidad y a precio competitivo. No es por benevolencia que ganan plata los empresarios en una economía de mercado, sino por esforzarse para obtener el favor de los consumidores. A diferencia del intervencionismo populista en que se acumulan fortunas sin invertir y expoliando a consumidores y trabajadores, conformándolos con migajas que “bondadosamente” les otorga el autócrata de turno.

Pero además de ser más eficiente la economía de mercado, su gran diferencia con el intervencionismo es que está basada en principios morales y éticos en que nadie se apropia de lo que no le corresponde. No se usa al Estado y a sus funcionarios para que, con el monopolio de la fuerza, se desplume a trabajadores y consumidores. No se hace de la corrupción una forma de construcción política en que las voluntades se compran.

Por eso, y para ir finalizando, el drama de los pueblos es que cuando se instala el populismo, se van cambiando los valores de la sociedad, donde la cooperación pacífica y voluntaria entre las personas es dejada de lado y se impone la prepotencia, el robo legalizado, la corrupción y el vivir a costa de otra como forma de vida.

Como se ve, no estamos hablando solo de eficiencia económica cuando hablamos de capitalismo versus populismo. Estamos diciendo que la economía de mercado es un imperativo moral frente a la inmoralidad del populismo intervencionista, dado que en este último imperan la corrupción y el saqueo. La decencia, la honestidad en la función pública y la transparencia en los actos de gobierno no son la esencia del populismo. Por eso el populismo no solo es ineficiente como organización económica, sino que es fundamentalmente inmoral porque su funcionamiento así lo requiere.

@RCachanosky
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