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viernes, 26 de julio de 2013

GABRIEL BORAGINA ©, LA INJUSTA "JUSTICIA SOCIAL"

Quienes levantan las banderas de la "justicia social", sin saberlo están haciendo un llamado a un mundo cada vez más y más injusto. 


El lector se preguntará sorprendido ¿cómo es posible esto? Por empezar, digamos que quienes defienden la "justicia social" no saben en rigor de qué es lo que están hablando. Primeramente hagamos unas consideraciones semánticas, para luego introducirnos en algunas cuestiones más de fondo.

El profesor A. Benegas Lynch (h) explica:

"El premio Nobel en Economía Friedrich A. Hayek se ha referido extensamente a Comte y a sus seguidores (1952/1979: 321 y ss.) pero, en su última obra, debido a todos los malos entendidos y galimatías utilizados principalmente por la corriente de pensamiento marxista en torno a la palabra “sociedad”, este autor la sustituye por la expresión “orden extendido” (1988: 6 y 113) y, además, agrega que el adjetivo “social” a continuación de cualquier sustantivo lo convierte en su antónimo (ib.: 114-119). 

Dejando de lado las buenas intenciones con que muchas veces se han acuñado ciertas expresiones y las sanas tradiciones en las que aparecieron, piénsese en la expresión "justicia social" que, en el mejor de los casos, constituye un pleonasmo mayúsculo puesto que la justicia no es vegetal, mineral ni animal y, en el peor, contradice la clásica definición de Ulpiano de “dar a cada uno lo suyo” para transformarse en sacar a unos lo que les pertenece para dar a otros lo que no les pertenece."[1]

A esto se refería Frédéric Bastiat cuando utilizaba la frase expoliación legal, con lo que podemos completar la idea, diciendo que la "justicia social" es el nombre con el cual se consuma la expoliación legal, la que asimismo se transforma en su resultado inmediato. La "justicia social" es la antítesis de la justicia misma, ya que faculta a los gobiernos a despojar impunemente a unos lo que en justicia les pertenece, para darles a otros lo que en justicia no les pertenece. Agreguemos que no obstante, este es el sistema que impera en la mayor parte del mundo.

El mismo Hayek citado por el Dr. A. Benegas Lynch (h) dice en otra parte:

"La interpretación errónea del orden del mercado, como una economía que puede y debe satisfacer necesidades diversas en un cierto orden de prioridad, aparece especialmente en los esfuerzos de las políticas destinadas a corregir los precios e ingresos, en función de lo que se denomina "justicia social". 

Cualquiera sea el significado que los filósofos sociales hayan atribuido a este concepto, en la práctica de la política económica éste ha implicado siempre la protección de ciertos grupos, para evitar que éstos desciendan necesariamente de la posición material absoluta o relativa que han disfrutado durante cierto tiempo. No obstante, éste no es un principio sobre cuya base se puede actuar en forma general, sin destruir con ello los fundamentos del orden del mercado. No sólo el incremento continuo, sino que en ciertas circunstancias aun la mera mantención del nivel existente de ingresos, depende de la adaptación a ciertos cambios imprevisibles. Esto implica necesariamente que la cuota relativa y, quizás también la absoluta, de algunos deberá reducirse, aunque éstos no sean responsables en manera alguna de su reducción."[2]

La "justicia social" -nos dice aquí Friedrich A. von Hayek- es un instrumento del proteccionismo económico (no el único, desde luego), ya sea que la protección se dirija a unos grupos o a otros. Pueden englobarse entre estos mecanismos diversos instrumentos, tales como los subsidios, transferencias directas y otras prebendas. Ora destinados a personas particulares –por ejemplo, empresarios- ora a organizaciones, sean estas sindicatos, empresas, asociaciones, sociedades, etc.  Y añade que, intentar sostener la "justicia social" demolerá -a la larga o a la corta- el orden del mercado. Señalando que, tanto el incremento como el mantenimiento del nivel de ingresos han de depender, necesariamente, de los cambios propios que se dan dentro del ámbito del orden de mercado.

Si introducimos el nefasto "principio" de la "justicia social", impedimos no sólo el crecimiento de los ingresos, sino incluso su mantención en el punto en el que se encuentran a la fecha de la aplicación de ese eslogan mal llamado de "justicia".

Y agrega, seguidamente, como la "justicia social" empeorará las condiciones laborales de las personas que trabajan o desean hacerlo:

"Una de las paradojas del mundo actual es que los países comunistas están probablemente más libres de la pesadilla de la "justicia social" y, a la vez, más dispuestos que los países capitalistas a dejar recaer el peso en aquellos para quienes el desarrollo ha sido desfavorable. Para ciertos países occidentales, al menos, la situación no parece tener remedio, precisamente, porque la ideología que domina sus políticas hace imposibles los cambios que son necesarios para que la condición de la clase trabajadora se eleve lo suficientemente rápido como para provocar la desaparición de esta ideología."[3]

La "justicia social" es una formidable excusa que tienen los populismos y sus megalómanos cabecillas para embaucar a la gente de buena fe y engañar a incautos de todo tipo. Pero, al mismo tiempo y desde un punto de vista económico, simboliza la antítesis de lo que los mal llamados "progresistas" (que no son sino los representantes del verdadero atraso y pobreza mayúsculas de todos los pueblos donde gobiernan) intentan "defender" cuando se llenan la boca con dicha fórmula "bonita" y se hacen pasar por "justicieros sociales" cuando no son más que fenomenales farsantes y simples asaltantes encaramados desde el poder del estado-nación, detrás del cual se escudan para cometer sus fechorías impunemente.

Donde impera la "justicia social" observamos que campea la corrupción, el latrocinio, la venalidad, la pobreza y la miseria más indignante para cualquier persona de bien.

[1]Alberto Benegas Lynch (h). "Una refutación al materialismo filosófico y al determinismo físico". Revista de Economía y Derecho. Lima, 6(22), Otoño 2009. Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, UPC. pág. 3
[2] Friedrich A. von Hayek. "La competencia como proceso de descubrimiento". pág. 10

[3] Friedrich A. von Hayek "La competencia..." op. cit. pág. 11

gabriel.boragina@gmail.com

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viernes, 25 de enero de 2013

ADOLFO R. TAYLHARDAT, COCHEZ

Como Ex - Embajador que soy, personalmente considero que la desautorización y posterior destitución del Embajador de Panamá ante la OEA, Ricardo Cochez fue una decisión infortunada e injusta.

No conozco personalmente al Embajador Cochez, pero leo sus artículos en este mismo diario, admiro su condición de demócrata a toda prueba y, sobre todo, valoro altamente su solidaridad con la democracia venezolana en los momentos difíciles que atraviesa el país.
Su intervención en el Consejo Permanente de la OEA (CPOEA) fue un discurso de gran altura, oportuno, breve y muy objetivo. Cuando se refirió expresamente a Venezuela o al repitiente, lo hizo con mucho respeto. Una intervención impecable que no planteaba nada que pudiera haber dado motivo para que lo desautorizaran y destituyeran.
En su al Presidente Martinelli del 18 de enero, Cochez rechaza la afirmación de su Cancillería según la cual el discurso fue “improvisado y sin consulta”. El Embajador responde señalando que durante su desempeño en la OEA nunca recibió instrucciones ni directrices de ninguna especie y que al parecer su Cancillería no tenía tiempo para discutir su trabajo, que nunca lo había hecho y que siempre hubo una “muy marcada falta de instrucciones y guías”
Debo decir que su caso no es único. Pido disculpas por referirme a mí mismo pero durante mi desempeño como Embajador raras veces recibí instrucciones de mi Cancillería y mis informes aparentemente también pasaban directamente al archivo apenas se recibían. Tuve que actuar, como Cochez, guiado “por mi mejor criterio democrático y los mejores intereses del país”. Mis instrucciones y guias permanentes estaban en la Constitución Nacional.
Cochez es víctima del neo-colonialismo y el neo-imperialismo cubano-venezolano. Estos dos países se vanaglorian de ser anti-imperialistas pero sus conductas reflejan el más rancio imperialismo reinante en el mundo durante el siglo XX. Vuelvo a pedir disculpas por referirme a mí mismo, pero vienen al caso dos experiencias de presión imperialista que me tocó vivir. Siendo Embajador ante la ONU en Ginebra y Representante de Venezuela en la Comisión de Derechos Humanos (CDHNU), una noche me visitó en mi residencia mi colega cubano, el Embajador Lechuga acompañado de Raúl Roa hijo, a la sazón representante de Cuba en la CDHNU. Pretendieron presionarme para que apoyara la posición cubana e impedir que las NNUU siguieran ocupándose de los derechos humanos en Cuba. Les respondí: “yo me atengo a las instrucciones que recibo de mi gobierno”, las cuales nunca recibí y mantuve la tradicional posición venezolana de abstención en ese tema. La otra experiencia fue con el Representante de los Estados Unidos quien no solo intentó presionarme verbalmente sino que llegó al extremo de entregarme una nota según la cual el gobierno venezolano se había comprometido a apoyar la posición norteamericana,  lo cual era mentira. Mi respuesta fue la misma que di a los cubanos. Además remití  la carta a mi Cancillería, la cual no solo me respaldó sino que me dio instrucciones de darla por no recibida” y denunciar en la CDHNU la indecorosa actitud del representante norteamericano.
En su carta al Presidente Martinelli Cochez le recrimina que su gobierno se deje ”amedrentar por las críticas y amenazas de Venezuela”, con lo cual denuncia que gobierno se somete a las presiones neo imperialistas y neocolonialistas del régimen venezolano.  Nuestras denuncias de esa política habían caído en saco roto. La voz autorizada y valiente de Cochez ha hecho trascender la denuncia hasta más allá de nuestro continente.
Es triste constatar cómo el bozal de petróleo mantiene a los gobiernos de la región indiferentes con lo que ocurre en nuestro país. En la sesión del CPOEA. Salvo Canadá y los Estados Unidos, los únicos que intervinieron para negar las violaciones de la Constitución en Venezuela fueron los sempiternos adulantes y beneficiarios de la munificencia del “comandante”. El resto no se atrevió a abrir la boca para no desencadenar las iras del Júpiter criollo.
No puedo dejar de referirme, aunque sea brevemente, a la pobre y ridícula actuación de Chávezton en la sesión del CPOEA. Con un aire de prepotencia, superioridad y desprecio hacia sus colegas comenzó autodefiniéndose como “político, diplomático y caballero”. Si para él ser político consiste en haber dado un salto mortal de fanático social-cristiano copeyano a fanático chavista marxista-leninista esa auto-calificación le sienta perfectamente.  Si para él ser diplomático consiste en tener la habilidad de acumular las funciones de Embajador en la OEA, Diputado en el Parlamento Latinoamericano, facilitador en las negociaciones del gobierno colombiano con las FARC y otras que no recuerdo en este momento, se equivoca, porque diplomacia no es policamburismo. Finalmente, su caballerosidad la demostró con agresiones verbales contra el Embajador Cochez y con el lenguaje procaz empleado en su discurso.

adolfotaylhardat@gmail.com

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