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jueves, 9 de abril de 2015

ANÍBAL ROMERO, LA GRAN VICTORIA DE HUGO CHÁVEZ

¿Perdió la brújula política la oposición venezolana, o acaso su brújula apunta firmemente en la dirección de apaciguar al régimen chavista y convivir junto al mismo, en lugar de confrontarlo? Formulo la pregunta a raíz de las reacciones opositoras ante la reciente decisión de Washington, dirigida de un lado a precisar de una vez por todas que el régimen venezolano constituye una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, y de otro lado a sancionar de manera específica a un grupo de funcionarios civiles y militares por acciones vinculadas a la violación de derechos humanos, entre otros asuntos.

Antes de abordar mi interrogante debo dejar claro que separo de mis consideraciones a María Corina Machado, Leopoldo López, Antonio Ledezma y otros pocos, cuya inequívoca postura de enfrentamiento al régimen les ubica en un plano propio.

Dos puntos son obvios: en primer término que la decisión de Washington se refiere al régimen que ahora domina a Venezuela, y no a la nación como un todo ni al pueblo venezolano en su conjunto. La redacción ambigua de un documento puede ser utilizada para manipularle con propósitos de propaganda, pero ello no hace desaparecer su sustancia. En segundo lugar, el hecho de que el régimen chavista procure sacar provecho de lo ocurrido no es sorprendente; tales distorsiones son un conocido y esencial componente del arsenal ideológico castrista, heredado de las técnicas de agitación y propaganda que los bolcheviques inventaron y sus discípulos han perfeccionado durante décadas. En todo esto nada hay de nuevo. Lo que sí llama la atención es la reacción de buena parte de la oposición, que se ha visto una vez más colocada a la defensiva por la cruda y patente maniobra del régimen orientada a confundir, desviar la atención y tender otra cortina de humo que esconda la crisis a la que el chavismo ha conducido a Venezuela.

Veamos: a lo largo de diecisiete años el régimen chavista se ha convertido en un factor fundamental de subversión política en América Latina y más allá. Se ha aliado con los Estados forajidos del planeta y con algunos de los más enconados enemigos de Washington, entre ellos Irán, el Irak de Saddam Hussein, Siria, Corea del Norte y Cuba. Ha respaldado igualmente a los grupos palestinos más radicales y expresado sus simpatías (quizás más que eso) hacia grupos extremistas como Hamas, Hezbola, ISIS, y las guerrillas colombianas.

De paso, el régimen chavista se ha asociado con los principales rivales geopolíticos de Washington en el mundo, es decir China y Rusia, y ha adelantado una política sistemática e incesante de lucha contra Estados Unidos en todos los frentes diplomáticos, tanto bilaterales como multilaterales, creando organizaciones paralelas cuya razón de ser y objetivo primordial es atacar y erosionar en lo posible los intereses e iniciativas de Washington en los diversos niveles de acción internacional y tratándose de lo que sea, desde el tema de las armas químicas que emplea Assad en Siria hasta los ensayos nucleares de Kim Jong-un en la península coreana.

Además de lo expuesto, cabe añadir las fundamentadas acusaciones acerca de las oscuras prácticas del régimen en el terreno de las finanzas internacionales, así como el sensible tema del narcotráfico, que de un modo u otro sitúa a la actual Venezuela en el ojo del huracán, en vista de la notoria masa de drogas ilícitas que según reportes confiables se desplaza por nuestro país, usándole como vía de tránsito.

Para nadie es un secreto que el régimen chavista considera a Estados Unidos su peor enemigo, que su política exterior está nítidamente orientada a mantener y agudizar la pugna permanente contra el “Imperio”, que su retórica y actividades se dirigen hacia –y son justificadas por– un implacable rechazo a Washington, la “democracia burguesa”, el capitalismo y todos los esquemas de alianzas estratégicas que Estados Unidos encabeza en el ámbito regional y global.

Entonces, ¿a qué viene tanta alharaca por el hecho de que, tras diecisiete años de soportar los insultos, ofensas, agresiones, embestidas y agravios del régimen, y de aguantar la iracundia y tropelías de nuestros atolondrados revolucionarios, Washington haya decidido poner los puntos sobre las íes y ajustar su postura política y diplomática a la realidad, tal como es? ¿Por qué tanto alboroto a raíz de que Estados Unidos haya finalmente optado por responder ante el palpable proceso de destrucción de la libertad y la democracia en Venezuela y la violación de nuestros derechos, dejando en claro que lo que está pasando en nuestro país constituye sin duda una amenaza a los principios e intereses que el coloso del norte defiende?

Cabe reflexionar sobre dos temas que se enlazan acá: por una parte, no sabemos qué ingredientes adicionales, aparte del catálogo de fechorías ya señaladas anteriormente, qué locuras suplementarias, qué otros desmanes ha cometido el régimen chavista dentro y fuera de nuestras fronteras, impulsado por sus sueños de enfrentamiento épico y planetario contra el “Imperio”. No sabemos, en otras palabras, si Washington conoce verdades que nosotros ignoramos, relativas a las actividades del régimen chavista en diversos ámbitos internacionales en alianza con gobiernos, grupos, organizaciones e individuos a quienes Occidente ha colocado en las listas de indeseables o de enemigos declarados por sus vínculos con el terrorismo, la proliferación nuclear, los fraudes financieros, el narcotráfico y el lavado de dinero. No sabemos, en síntesis, qué otros elementos puede haber tras la decisión estadounidense de establecer que el régimen chavista constituye una amenaza a su seguridad nacional. Pero no sería extraño que tales elementos adicionales e incriminatorios existan.

Todo esto, en segundo lugar, debería haber hecho entender a la oposición venezolana el impacto disuasivo de la decisión de Washington, y su significado para una lucha que prosigue y seguramente aún producirá numerosos vaivenes.

Uno se asombra, por tanto, al constatar que numerosos dirigentes y comentaristas  de oposición, y figuras que incluyen hasta al cardenal de la Iglesia Católica, no solamente califican de “inoportuna” la decisión soberana del gobierno estadounidense, sino que –lo que es todavía más absurdo– se ponen del lado del régimen que ha llevado a Venezuela al abismo, interpretando lo hecho por Washington como una especie de afrenta a nuestro país, en lugar de asumir la acción estadounidense como lo que sin duda es: una reacción perfectamente explicable ante un gobierno hostil, y un instrumento disuasivo para minimizar y contener el rumbo represivo que claramente ha tomado el régimen chavista, ante el creciente malestar que genera su delirio.

Después de diecisiete años de abandono a la oposición por parte de la comunidad internacional en general e interamericana en particular, y luego de incontables solicitudes de apoyo desde el bando democrático a la lucha por la libertad en Venezuela, finalmente Washington hizo algo, tan solo para recibir a cambio las críticas de una oposición extraviada, que jamás ha entendido o querido entender la naturaleza del régimen chavista.

La claudicación ideológica de la oposición venezolana ha alcanzado su punto culminante estos pasados días, poniendo de manifiesto que Hugo Chávez logró una gran victoria en medio de sus abusos, disparates y desafueros, quizás su más importante y significativa victoria en lo que concierne al incierto porvenir de Venezuela. Chávez convirtió a casi todos los políticos en sus imitadores y “clones” ideológicos, un tanto atenuados quizás, pero en esencia colocados sobre el terreno del populismo de izquierda y del pueril patrioterismo antiyanqui, característicos del ancestral complejo de inferioridad latinoamericano ante Estados Unidos. Chávez movió a todo el país hacia la izquierda, hacia el universo ideológico de lo que Von Mises llamó la “mentalidad anticapitalista”, y con ello logró que la oposición no represente una opción en esencia diferente, sino  más bien una versión mitigada de su socialismo atávico y empobrecedor. En síntesis, en Venezuela (casi) todos somos de izquierda (aunque me excluyo en lo personal), socialistas y antiimperialistas, a pesar de que algunos se cubran con ropajes de centro-izquierda u otros eufemismos semejantes, que a la postre desembocan en lo mismo.

Hacia el futuro, si es que el régimen se degrada mediante un proceso de desgaste, a nuestro país le espera una mediocre pugna entre una izquierda radical, ya sembrada a largo plazo por el chavismo, y otra izquierda pragmática pero también comprometida con el populismo “progresista” que nos ha conducido al foso en que nos encontramos, y que es y será siempre incapaz de sacarnos del atraso.

En función de lo expuesto previamente, puedo ahora dar respuesta a la interrogante planteada al comienzo: la oposición venezolana no ha perdido la brújula, pues su brújula política es la del de apaciguamiento y la convivencia con el régimen chavista. No busca reemplazarlo sino acomodarse al mismo y ajustarse a sus parámetros. No aspira a confrontarlo a objeto de abrir a este país en desgracia una ruta de libertad y prosperidad verdadera y perdurable. Lo que busca la oposición es medrar, evadiendo la verdad.

Anibal Romero
aromeroarticulos@yahoo.com

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miércoles, 13 de junio de 2012

ALBERTO FRANCESCHI: LA GRAN VICTORIA QUE JOSÉ VICENTE QUIERE ARRUINAR

Leopoldo López declaró que éramos UN MILLON, otros calcularon 800.000. Nadie dirá nunca la cifra exacta, pero es la movilización más grande desde las monumentales concentraciones que nos reunían por Rosales y contra la Reforma a la Constitución.

Más aún, como marcha que fue reuniéndose desde muchos puntos de partida, solo hay precedentes en los días del Paro o del memorable abril de 2002.

Es un hecho, que para la inmensa mayoría basta con un mínimo de simbolismo, una cara y una certeza de reunirnos para una gran jornada unitaria que aspire un cambio de rumbo, para que se produzca un fenómeno político-social de amplia repercusión como lo ha sido la inscripción de la candidatura de Capriles.

No me caben dudas sobre admitir, que mediante toda clase de presiones y seducciones, el chavismo también reunió una gran concentración para la inscripción, al parecer hasta septiembre, del candidato pre difunto. Digo hasta días antes del 7 porque será en ese momento cuando lo sustituirá, según se deduce, su delfín o delfina, escogido o escogida, para tratar de hacerlo o hacerlaelegir el propio 7 de Octubre y exigir entonces absoluta legitimidad ,por todo el periodo que viene, contando, eso sí, con la venia, aceptación, resignación, o como quiera designarse, el someterse como nos exige José Vicente a la cadena de miles de trampas y ventajismos que irán en escalada hasta los escrutinios, para imponer a troche y moche la continuidad de esta piltrafa de régimen.

A mí no me cabe duda, más aun con la marcha y concentración de ayer 10 de Junio, que se obtendrá una gran victoria el 7-O.

Mi punto es el de siempre, ese día el problema no es solo ganar sino que debemos ganar con una ventaja tal que obligue al gobierno a admitir el triunfo de Capriles, so riesgo de hacer estallar, ese día, las instituciones que tienen 14 años manoseándolas con toda clase de subordinaciones fraudulentas y en especial a las FFAA. Con una diferencia pequeña el gobierno dirá que son ellos los ganadores y tendrían chance de imponer su disciplina política a las FFAA para hacer tragar ese fraude.

Dicho en criollo, si ganamos ampliamente podemos pronosticar, con absoluta seguridad, que el chavismo pretenderá desconocer ese triunfo, quedando entonces por resolverse las incógnitas de un obligado pronunciamiento militar, para imponerle al gobierno aceptar su derrota, si y solo si nuestra dirección, en este caso la MUD y el propio candidato, no se dejan madrugar y menos aun tolerarse cualquier vacilación… y sobre ello nadie puede prejuzgar sino hasta ver los acontecimientos.

El chavismo se ha dado a la tarea de exigir en múltiples ocasiones, que de una vez se pronuncie el candidato y la MUD, sobre que aceptaremos el resultado del 7 de octubre, como si esta vez fuera mucho más difícil imponernos lo que ellos llaman desde ahora esos resultados, que en lenguaje chavista es sinónimo de continuidad de ellos en el poder.

De nuevo José Vicente Rangel insiste en que debe hacerse una especie de declaración solemne sobre este punto y creo que es perfectamente posible pronunciarse en ese sentido, si antes ellos aceptan modificar de inmediato la composición agresivamente roja del CNE y se haga una exhaustiva revisión del Registro electoral fraudulento, amén de desmantelar otros ventajismos obscenos, que constituyen amenazas reales de montajes y pillerías contra el candidato del campo opositor.

Luego de la gran victoria política que para todos nosotros significó la inscripción de la candidatura Capriles, es momento para insistir, más que nunca, en la tarjeta única de la unidad y si ya esto se hizo irreversible por conductas opuestas a vernos todos tras la sigla de esa tarjeta única, entonces creo que debemos cerrar filas por millones para defender el sufragar por la TARJETA UNITARIA que ya reúne una decena o mas de organizaciones postulantes.

Una frase que recoge ese sentimiento de millones, fue pronunciado por Enrique Salas Feo Gobernador de Carabobo, cuando sumó su partido Proyecto Venezuela a la tarjeta unitaria:

“no es el momento de los partidos, es la hora de una Venezuela unida”

Alberto Franceschi Gonzalez

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