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jueves, 1 de octubre de 2015

GABRIELA POUSA, ELECCIONES 2015 EN ARGENTINA: NO TODO ES LO MISMO, DESDE ARGENTINA

Nada sucede y todo está sucediendo…, esa es la ambigüedad que caracteriza a este escenario preelectoral. Como nunca antes, un gobierno elegido por el pueblo ha cometido tantos errores. Podría hacerse una larga lista de hechos aberrantes que sepultarían cualquier posibilidad de permanencia kirchnerista.Cristina tiene razón: “No fue magia” fue ineficiencia, robo, descaro y horror. Sin embargo, esto es Argentina y nada parece mover el amperímetro de manera significativa. No.

Ni la muerte del fiscal Nisman, ni las inundaciones fruto de la falta de obra realizada, ni la seguidilla obscena de la cadena nacional lograron definir la elección en los sondeos y estudios de opinión. Claro que una cosa es lo que se dice a un encuestador y otra muy distinta puede ser lo que se hace luego en el cuarto oscuro. De dobleces y falsedades sabemos demasiado los argentinos. Nadie votó a Carlos Menem, nadie votó a Cristina Kirchner pero ambos terminaron siendo presidentes…


Es muy probable que estemos debatiéndonos entre la apatía que nos ha dejado un sinfín de desilusiones, y el “todos son iguales” que como slogan político acarrea alto peligro. No todos son iguales. Ninguno es Jesucristo pero algunos son Judas vendiendo por monedas la dignidad y la decencia. De todos modos, que el candidato oficialista encabece las encuestas habla peor de la sociedad que la dirigencia. ¿Qué película estamos viendo?

No cabe duda que el árbol no deja ver el bosque, y las doce cuotas para la tecnología, que cuesta tres veces lo que cuesta afuera, idiotiza. Ni siquiera altera ya ver las pruebas que involucran a un candidato con el narcotrafico, todo se ha naturalizado hasta dejarnos paralizados frente al más grande de los escándalos. Se ha impuesto una cultura zombie donde se acepta cualquier cosa, y es así como estamos viviendo un clima social enrarecido donde todo es lo mismo, y hasta lo más vulgar es tomado como un “hecho artístico”.

Lo que antaño era vandalismo, un graffiti en la entrada de una vivienda, hoy lleva el mote de “arte callejero”, lo que hace suponer que un borracho ensuciando una pared, en Argentina, es un artista. Rebatir semejante dislate nos sitúa inmediatamente en la vereda del resentido que no comprende que los tiempos han cambiado. Habría que explicar que el paso del tiempo es admirable en el progreso, no en la decadencia o en la aceptación ciega de lo que venga.

En este trance de tener que aceptar lo inaceptable, aparece Daniel Scioli como candidato potable por el solo hecho de no haber gritado en un debate. Ahora bien, el problema es que no debate, no que no haya gritado… Ahí es donde la gente pierde el foco y pifia a la hora de sopesar pro y contra de los presidenciables.

Lo mismo sucede con Sergio Massa cuando muestra sus “pilotos de tormenta” y aparece medio ex gabinete kirchnerista asegurando que otorgarán el 82% móvil a los jubilados, aumento a los docentes, etc. ¿Cómo creerles si, ayer no más, cuando eran gobierno todo lo que hoy ofrecen lo negaban? Si se confía en Massa o en Alberto Fernández, el gran censor y manipulador de medios del kirchnerismo, el problema no son ellos sino el pueblo. Massa es de algún modo el Martín Lousteau de esta elección.

No pidamos a los dirigentes que hagan lo que debe hacer la gente porque una cosa es la política y otra muy distinta la ciudadanía. La brecha entre ambas no es nueva y es tan real que se la palpa incluso en la temática que desvela a unos y a otros.

Mientras los políticos sopesan qué imagen dar y con quién sacarse una foto, los ciudadanos están pendientes de que los chicos lleguen sanos y salvos de salir un sábado, por poner un ejemplo cualquiera. Hay una labor intrínseca que compete a los dirigentes, y otra muy distinta que debe ser llevada a cabo por la gente. Los primeros deben ofrecer salidas a este laberinto de decadencias, y los segundos deben hacer memoria y separar la paja del trigo para que el voto no nos etiquete lisa y llanamente como idiotas.

Y acá referimos a la clase media por sobre todo, pues sería injusto pedirle al indigente de el Chaco (que vimos que no tiene una cama ni para acostar a un bebé, ni una cebolla para la sopa) que se ocupe de hacer memoria o de entender la brutalidad del clientelismo que para ellos es la posibilidad de dar de comer a sus hijos.

Algún día la política entendida como “mantenimiento de la pobreza” para el uso proselitista debería entrar en la categoría de los delitos de lesa humanidad, pero estamos culminando un gobierno que solo otorgó derechos a los victimarios… Hemos llegado a tal punto que un terrorista de los 70′ es ovacionado o se le premia con un cargo.

El regreso a la normalidad llevara décadas pero hay que empezar a desandar el camino porque de lo contrario, cuando menos nos demos cuenta estaremos debatiéndonos entre unitarios o federales, habiendo descartado la civilización y optado por la barbarie.

No todo es lo mismo, no todos son iguales.

Gabriela Pousa
gabrielapousa@yahoo.com
@gabrielapousa
‏@ElIndependent

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lunes, 20 de mayo de 2013

GABRIELA POUSA, -¿ARGENTINA SE MERECE A CRISTINA?

La desorientación más absoluta es hoy la característica intrínseca de la escena política. El grado de desconcierto es atípico. Todo cuanto acontece tiene ribetes desopilantes. Cada discurso de la Presidente es un unipersonal digno de ser llevado, en el verano, a la costa o a Carlos Paz.
Es sabido que hasta los funcionarios más  aviesos, los que la aplauden denodadamente, escuchan dislocadas a las palabras de las ideas, y al relato de los hechos. ¿Por qué entonces asienten y rinden pleitesía una y mil veces? Por la misma razón, por la cual la sociedad se mantiene en silencio, haciendo catarsis en redes sociales o refunfuñando dentro de cuatro paredes. Cinco letras nos unen irremediablemente: Miedo.
Mientras unos se preguntan cómo salir ilesos del laberinto en que se metieron, aun siendo responsables de ello; los otros, es decir nosotros, nos interrogamos acerca de cómo y cuándo termina todo esto. Y posiblemente algo de responsabilidad nos quepa, aunque no lo aceptemos. En síntesis, podría decirse que, de un modo u otro, todos estamos siendo cómplices del gobierno. Sí, suena duro y feo.
En este contexto, Cristina Kirchner avanzó y seguirá avanzando, gozando de los aplausos de unos y de los silencios del resto, aunque sólo le quede por avasallar las libertades individuales, tarea que ha comenzado de un tiempo a esta parte. ¿Por qué puede hacer esto? La respuesta es deleznable pero es más simple de lo que parece: el pueblo se lo permitió y se lo sigue permitiendo.
En El Hombre Rebelde, Albert Camus sostenía que callarse es dejar creer que no se juzga ni se desea nada. La desesperación juzga y desea todo en general, pero nada en particular, y por ello deviene fácilmente en silencio. Lo furtivo y efímero del último blandir de las cacerolas ha demostrado con claridad esto.
El pueblo argentino es reflejo de sus gobernantes. No cree en nada, por lo tanto nada tiene sentido, no afirma valor alguno. Todo es posible pero nada tiene importancia. Hasta la maldad y la virtud son azar o capricho. La acción es reemplazada por el diletantismo, y así la vida se convierte en una espera.
En este ámbito, nada es verdadero ni falso, ni bueno ni malo. Y si acaso adjetivamos algo en el instante en que acontece, el adjetivo caerá por inercia en horas apenas. Un ejemplo: la confiscación de fondos de las AFJP causo estupor, pero ya pasó. La vida sigue como un mar sometido, indiferente a cualquier corriente. Si la apatía resta valor, no tiene sentido ser honesto, o no, basta con ser el más fuerte.
Esto sucede en la Argentina. Cristina tiene un gran andamiaje comunicacional, y una habilidad indiscutible para hallar artilugios que sumen a su intención: perpetuarse. Necesita como nunca a la sociedad apática, anestesiada, entretenida con nimiedades, debatiendo si Daniel Scioli hace bien en enfrentarla, o si Tinelli ganó audiencia en su franja horaria.
De espera en espera -decía Epicuro- consumimos nuestra vida, y nos morimos todos en la costumbre, en la rutina.
Lo asombroso no es que el oficialismo siga manipulando al pueblo con ficciones y circos: Tecnópolis es ejemplo de ello. Lo viene haciendo hace 9 años. Lo asombroso es que, desde el momento en que la sociedad toma conciencia de que ese tipo de entretenimiento es una herramienta del poder, para mantener el status quo, y el gatopardismo, no haya un rechazo generalizado a consumirlo.
Cristina Kirchner puede no saber de economía pero sabe de manipulación, y esta es la cicuta de los argentinos. Bebida a conciencia supone un estado más grave de lo que se piensa.
¿Por qué esta inclinación por gobiernos indignos? Es muy difícil aceptar algún grado de culpa en todo esto. El "yo no la voté" sirve como atenuante para redimirnos a nosotros mismos, pero no soluciona ni evita que vuelva a repetirse una elección, sin apatía frente a lo elegido.
A esta altura se preguntarán qué es lo que se puede hacer. Rebelarse.No tomando como rebelión el concepto vacuo de desorden, caos y disgregación, sino todo lo contrario: expresándose, perdiendo el miedo a diferenciarse, dejando de esconderse detrás de seudónimos o apodos que sirven de coraza pero no aportan ninguna savia.
Jugarse no es pararse frente al delincuente y decir "-aquí estoy máteme", pero tampoco es esconder la identidad por temor a una inspección impositiva. ¿No nos da un poco de vergüenza que así sea?
Si los argentinos manifestamos temor a la visita de la AFIP , dejemos entonces de quejarnos por quienes detentan el mando. Ellos han logrado su cometido. Ganaron.
Este análisis trae a colación una nota que escribí sobre por qué Cristina es la Presidente que Argentina debe tener hoy día. Y es que si acaso no es justo aducir que "cada pueblo tiene el gobierno que se merece", hay sí que admitir que cada país está demostrando tener un presidente que es reflejo de su gente.
Ya no se elige a los mejores sino a los semejantes, aunque tengan rasgos más grotescos comparados con el grueso del pueblo. Hay coherencia en que Pepe Mujica conquistara Uruguay; Evo Morales a Bolivia; Lula y Dilma a Brasil; Piñera a Chile, y Merkel a los alemanes. La hipótesis es polémica pero no parece ser incierta. ¿Qué sucede con Hugo Chávez?- se interrogó a José Mujica. Su respuesta fue contundente: "Para Venezuela está bien" Del mismo modo, si se interroga por Cristina Kirchner se podrá decir que, para esta Argentina, está bien. ¿Alguien se atreve a sostener lo contrario? ¿Y por qué?
Narcisista, pagada de sí misma, ególatra, caprichosa, intolerante, no parece muy distinta al argentino promedio. Desde luego las generalizaciones son odiosas, pero es dable confesar que representa al conjunto social con una exactitud difícil de negar. ¿O no se embelesó la clase media con las cuotas para plasmas, mientras se desmantelaban las instituciones básicas? Y dentro de las clases bajas, ¿no hay muchos que prefieren el plan social a trabajar, y tener la netbook regalada?
Una sociedad que se desgarra las vestiduras apenas 48 ó 72 horas por una seguidilla de crímenes aberrantes y cuando llega el fin de semana,no recuerda nada más; una sociedad que saca las cacerolas y sin que cambie un ápice, las guarda. En definitiva, una sociedad que prioriza el bolsillo antes que la vida, no dista considerablemente de parecerse a quién encarna el Ejecutivo Nacional. A engañarse a otra parte. El espejo delata.
¿Qué podría hacer un Domingo Sarmiento en esta Argentina actual? Sarmiento existió cuando los argentinos preferían la civilización a la barbarie; y al progreso se llegaba de mano de la educación, no de un electrodoméstico.
Nos igualamos fatalmente a la Presidente.  Ella incumple leyes, nosotros rompemos reglas. Ella no escucha al otro, nosotros tampoco. Pretender que cambie es como exigirle a un argentino que deje de ser ostentoso,individualista o pedante. Si nosotros echamos la culpa a otros del gobierno que tenemos, ¿por qué Cristina Fernández se haría cargo de su ineficiencia constante?
"No nos ahogamos por falta de oxígeno, sino por falta de capacidad en los pulmones" La cita es de Franz Kafka. Y a buen entendedor pocas palabras.
Gabriela Pousa
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