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viernes, 4 de octubre de 2013
GABRIEL SALVIA, ¿DONDE ESTABAN LOS PACIFISTAS CUANDO SE DENUNCIABAN LAS VIOLACIONES A LOS DDHH EN SIRIA?
domingo, 19 de septiembre de 2010
LA DEMOCRACIA EN CHOQUE, HÉCTOR RICARDO LEIS (TOMADO DE CADAL) CASO BRASIL
En los años 70 y comienzos de los 80 la democracia en América Latina era un bien escaso. En contraste con esto, los años 90 vinieron acompañados por una fuerte ola democrática que involucró a casi todos los países de la región. Las tendencias políticas que, en el pasado, tensionaron a la democracia por la izquierda (vía revoluciones socialistas) y por derecha (vía dictaduras militares) se habían agotado. La política de la región se expresaba ahora a través de elecciones democráticas – aunque con excepciones ejemplares, como el caso de Cuba. La convicción que guiaba los corazones y mentes de los ciudadanos en aquella época era que el ejercicio de la democracia electoral se traduciría automáticamente en democracias consolidadas en todos los aspectos. Las velocidades de esta dinámica en cada país podía ser diferente, pero no existían dudas con respecto a la consolidación de la democracia como destino final.

La primera década del siglo XXI no confirmó aquel optimismo. Lentamente, esa única tendencia de los años 90 se fue desdoblando. Las amenazas a la democracia, que en tiempos anteriores provenían de afuera de sus fronteras, comenzaron a venir desde adentro. La democracia comenzó a tensionarse nuevamente y dos tendencias políticas principales tomaron cuerpo en su interior. Ambas tendencias se presentaron retóricamente como mentoras de la democracia, pero una estableciendo una relación subordinada de la política con la ley y el Estado de Derecho, y la otra apelando al papel del líder o del grupo gobernante como instancia superior a los marcos legales existentes. En rigor, tales tendencias expresan formas intrínsecas del juego político y las democracias consolidadas consiguen, sin mucho esfuerzo, mantener las dos dentro del mismo “plato”.
Pero no es esto lo que se observa en América Latina. Los diversos países de la región aceptan hoy sin restricciones la legitimidad de las elecciones como base de la democracia, pero se observa un choque estratégico entre dos culturas o visiones de la democracia que poco a poco colonizan a los países en un sentido u otro. Aquí no importa tanto la taxonomía que se utilice para distinguir
En la región ya no tenemos procesos convergentes de consolidación democrática, aunque sea con diferentes velocidades. Si fuese así, el futuro democrático estaría garantizado, ya que los países de consolidación más rápida arrastrarían a los más lentos y, al final, todos llegarían. En cierta forma fue eso lo que ocurrió en la Unión Europea, en relación a los países de Europa del Este. En ese contexto no estaba en discusión la visión o dirección de la democracia, sino los tiempos de su consolidación. Pero en nuestro continente tenemos un conflicto entre dos tendencias que se excluyen y van en direcciones opuestas. La democracia perdió el significado unívoco que pareció tener en los años 90.
La experiencia y el pensamiento político occidental muestran claramente que el ejercicio electoral pierde legitimidad democrática si no está firmemente vinculado al Estado de Derecho e inspirado en el espíritu republicano. No existe democracia plena sin el debido equilibrio y respeto mutuo entre los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), sin el control transparente de las prácticas y cuentas del gobierno, sin un sistema político partidario plural y representativo que vigorice el debate público en torno de las principales cuestiones de la agenda, sin libertad de expresión y, por último, sin una ciudadanía que exija el cumplimiento de la ley y oriente su comportamiento electoral por el bien común y no por el simple interés particular o sectorial.
Observando, por ejemplo, a la democracia realmente existente en países como Costa Rica, Chile o Uruguay, por un lado, y en países como Venezuela, Argentina o Ecuador, por el otro, se comprueba que, en la última década, el continente se ha sumergido en un proceso de creciente diferenciación, donde a pesar de que todos los países realicen elecciones periódicas, algunos avanzan en la dirección del Estado de Derecho, y otros en el de la personalización de la política y en la consiguiente apropiación de aparatos del Estado por parte de grupos de apoyo del gobierno.
Y Brasil – que como potencia emergente regional tendría el poder para desequilibrar definitivamente la balanza de la democracia en la región – ¿está consolidando su democracia? Esta es la pregunta más importante que el último año del Gobierno Lula y la reciente campaña electoral pusieron en evidencia. La paradoja que vive hoy Brasil es asombrosa. En la medida en que el consenso interno actual parece reducir al régimen democrático a un simple ejercicio electoral, la mayoría del pueblo está siendo llevada a concluir que vive en el mejor de los mundos posibles, al mismo tiempo que pierde la capacidad para percibir y reprobar los reiterados ataques al Estado de Derecho que ejecutan sus propios gobernantes.
La tremenda personalización de la política realizada por el Presidente Lula en los últimos tiempos introdujo a Brasil en una tendencia cuyo resultado final es imprevisible, pero que ciertamente implica una retirada en relación a los anhelos de una democracia plena manifestados en los años 80 y 90. La decadencia de la democracia ocurre exactamente en el momento en que la ciudadanía empobrece su espíritu republicano a tal punto que deja de percibir el anti-republicanismo de sus elites políticas. O, en otras palabras, cuando el gobierno no respeta los derechos de la oposición y pretende su perpetuación en el poder a cualquier costo sin que la sociedad civil consiga reaccionar.
Si hay algo que caracteriza a la tendencia democrática republicana en el siglo XXI es su voluntad de evitar la tentación de reemplazar a las instituciones por los hombres. La otra tendencia, inaugurada en la región por países como Venezuela, Argentina y Ecuador, y a la cual Brasil puede sumarse en poco tiempo, trivializa esa perpetuación como una consecuencia necesaria de su personalización de la política.
Héctor Ricardo Leis es Analista del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) y Profesor de Ciencia Política de la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil.
Traducción de Ana Bovino.
viernes, 6 de agosto de 2010
CUANDO LOS TAMBORES DE GUERRA DESAFINAN, CARLOS MALAMUD
(Infolatam) Con suma tristeza el presidente Chávez le confesaba a Elías Jaua, su vicepresidente, que estaba revisando los planes de guerra de su país ante el estallido de un posible conflicto bélico con Colombia. La tristeza de Chávez podría deberse también a la suspensión de su viaje a Cuba para participar en los festejos del 26 de julio y encontrarse nuevamente con el ya repuesto, aunque sumamente avejentado, Fidel Castro.

Si bien la revisión estratégica se hizo casi en secreto, para no alarmar al país, el estado de ánimo y los planes guerreristas del mandatario bolivariano fueron propalados a todo el territorio nacional en una entrevista televisada. Más allá de lo anómalo que resulta que la persona a cargo del Ejecutivo se haga cargo de estas tareas prebélicas y no el Estado Mayor, habría que preguntarse por las posibilidades que tiene el actual conflicto bilateral de convertirse en una guerra abierta entre Colombia y Venezuela.
En los últimos días los tambores de guerra, que resuenan sólo de un lado de la frontera, han sido acompañados de movilizaciones unilaterales de tropas y armamento al potencial foco de conflicto. También por denuncias de violaciones del espacio aéreo por un helicóptero colombiano o movimientos de navíos y aviones estadounidenses cerca del territorio venezolano.
Los ecos de los tambores bélicos dejan traslucir insultos de grueso calibre. Poco después de anunciar, por dignidad, la ruptura de relaciones con Colombia, Chávez se refirió a la situación bilateral en los siguientes términos: “A una guerra con Colombia habría que ir llorando, pero habría que ir. Hago responsable al presidente Uribe, enfermo de odio, porque él se va caminando al basurero de la historia, para allá va directo. Ficha del imperio yanqui, terminó aislado en este continente”.
Chávez, en defensa de la dignidad y la soberanía nacional, estaría dispuesto a pagar cualquier precio frente a las agresiones foráneas. Pero, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar realmente? Todo indica que la enésima apelación a las pulsiones nacionalistas venezolanas está directamente relacionada con las elecciones parlamentarias de septiembre próximo. A diferencia de lo ocurrido en 2005, cuando la oposición se hizo el harakiri político y se abstuvo de participar, entregando el control total del parlamento, en 2010 las cosas han cambiado. La oposición va prácticamente unida en la gran parte del país. Si bien hay que poner en cuarentena sus posibilidades de éxito por la ilimitada disponibilidad de recursos (económicos, mediáticos y de todo tipo) a disposición del oficialismo, la persecución de connotados líderes opositores (algunos en la cárcel, otros en el exilio), y el nuevo sistema electoral que sesga los resultados en beneficio de los candidatos del gobierno, el solo hecho de la competencia electoral es una amenaza para el proyecto bolivariano.
Para movilizar a los suyos Chávez necesita batir ardorosamente los tambores de guerra (y también exhumar a Bolívar). El general Perón decía “todo en su medida y armoniosamente”, una idea aplicable en este caso, no sea que la guerra finalmente estalle. Y si estalla la guerra el futuro de Chávez y de su proyecto “revolucionario” estará en el aire. Ante la presencia de ejércitos occidentales en zonas de conflicto es frecuente escuchar la pregunta: ¿cuántos muertos (estadounidenses, británicos, franceses, españoles o de cualquier origen) es capaz de aguantar la opinión pública?
La misma reflexión cabría hacerla para el caso venezolano. Una cosa es movilizar a la reserva (con armas descargadas, eso sí, no sea que alguien dispare para donde no debe) o jugar con el concepto de “pueblo en armas” y otra es ir a la guerra de verdad. No es lo mismo sujetar a los militares venezolanos con valiosas prebendas, corrupción y control férreo de los servicios de inteligencia con presencia cubana, que convencer a los mismos militares de que estamos frente a una guerra justa. ¿Cuál es la capacidad de aguante de unos y otros? De ahí que no haya demasiado margen, más allá de los imprevisibles que también pueden ocurrir en un escenario como éste, para que el conflicto escale a una guerra bilateral o regional.
El entorno regional tampoco ayuda la deriva belicista, como prueba el fracaso de los cancilleres de Unasur a la hora de resolver el entuerto. El humor negro del presidente Lula, que calificó el conflicto como “una cuestión personal” de Uribe y Chávez, prácticamente no fue reído por nadie. Es más, en esta ocasión Colombia ha estado menos aislada que cuando se discutió la cesión colombiana a Estados Unidos de una serie de instalaciones militares. Prueba del fracaso estrepitoso de Unasur es que Néstor Kirchner, el teórico y casi siempre ausente Secretario General de la organización, ni siquiera se molestó en acudir a la cita.
Dicen que para bailar el tango hacen falta dos. Colombia no quiere, pero más allá de su retórica marcial y del batir de los tambores de guerra, es bastante probable que Venezuela tampoco. De ahí que sólo queda cruzar los dedos hasta las elecciones del próximo 26 de septiembre, esperando que nada se desboque ni se salga de madre. Sólo después podrán sentarse las bases para que el diálogo entre Juan Manuel Santos, el nuevo presidente colombiano, y Hugo Chávez adquiera algo de sustancia.
Fuente: Infolatam
CADAL
viernes, 18 de septiembre de 2009
UNASUR: DE BARILOCHE A QUITO PASANDO POR BRASILIA, PABLO DÍAZ DE BRITO, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2009, FUENTE CADAL
Jorge Taiana reporta sobre la reunión de cancilleres y ministros de Defensa de la Unasur en Quito de este martes: “Hubo amplio acuerdo entre 11 miembros y poca flexibilidad por parte de Colombia". Y sigue: “Hubo un gran esfuerzo y se trabajó mucho en la construcción de confianza y consenso”. “Todos ofrecimos flexibilidad, todos contribuimos, pero, en verdad hubo muy poca flexibilidad del lado de Colombia”. El boliviano Choquehuanca fue mucho más frontal, y ni hablar de Hugo Chávez, que ya ve una Colombia "aislada" y con un pie afuera de la Unasur.

Dejando de lado el aspecto retórico -que sin embargo no es nada menor- en el caso Unasur-bases se desnuda un episodio de tipo geopolítico-militar. Desde Palanquero y Apiay, los aviones de espía electrónica de Estados Unidos van a reunir la misma inteligencia sobre las FARC y demás narcos que reunían desde Manta, la base que tenían en Ecuador y que Correa ordenó cerrar. Pero que haya hasta siete bases habilitadas, solamente puede significar que los Estados Unidos planean aumentar sustancialmente estas actividades, con perdón por la perogrullada.
Y aquí lo de la lucha al narco comienza a sonar a poco. Resulta fácil imaginar a los analistas de la CIA construyendo hipótesis en las que Uribe se ve asediado por sus vecinos. Algo de eso ya ocurrió en marzo-abril 2008 (el episodio Reyes). Ahí tal vez sonó una alarma en Washington, cuando Correa y Chávez movilizaron tropas a la frontera. Lo que se ha dicho sobre los C-17 bajando con los marines es, en cambio, pura fantasía tropical. Pero por otro lado Estados Unidos mantiene, desde la era Rumsfeld, un número creciente de brigadas de despliegue rápido. Tener pistas en Sudamérica aptas para su uso es lógico y esperable, desde el punto de vista de un planificador militar del Pentágono. Un punto importante fue que el Departamento del gobierno de Estados Unidos armó estos acuerdos, vía Comando Sur. Ahora bien, que un planificador militar haga estos planes de por sí no significa nada. Estados Unidos tiene acuerdos similares -los llamados FOL- con otros 60 países y esto no implica riesgo de “invasión yanqui” de esos 60 países o de sus vecinos, como es bastante obvio.
Pero sí esta claro que habrá más colaboración y flujo de información sensible a partir de la actividad en las siete bases, o una parte de ellas. Cuando el episodio Reyes, se dijo que ahí había un caso claro de comunidad de inteligencia bilateral, y es muy posible que así haya sido. La pregunta es, nuevamente, por qué semejante aumento ahora. Si se trataba de reemplazar a Manta bastaba con algo similar. Presumiblemente en estos años ha existido una demanda creciente de este tipo de actividad por parte de los mandos militares colombianos y de los asesores estadounidenses del Plan Colombia. Vistos los excelentes resultados en el redimensionamiento de las Farc, los asisten sus buenas razones.
En cuanto a Brasil, es algo así como el tercero excluido. Que hizo saber que el asunto no le gustaba nada y señaló la Amazonia como área en peligro. En la reacción brasileña deben verse una suma de factores: mostrarse “antiimperialista” ante la platea regional para que los bolivarianos no lo corran por izquierda en un tema que lo afecta directamente, y la preocupación propiamente dicha por la movida militar, que al parecer existe. Pero Brasil acaba de anunciar un ambicioso plan de rearme de la mano de Francia. Que incluye, no uno, sino dos submarinos a propulsión nuclear (el primero antes de 2020 y el segundo inmediatamente después). Y nadie ha llamado a una reunión de emergencia de la Unasur ante esta jugada claramente unilateral y armamentista de Brasil. Hay acá dos pesos y dos medidas, claramente.
Sobre el resultado final de la cumbre de Bariloche, sobre aquel documento, se destacó mucho que no menciona explícitamente el tema de las bases. Pero además, en Bariloche se decidió hacer la cumbre de cancilleres y ministros de Defensa que acaba de fracasar en Quito y que debía aprobar la exigibilidad de la inspección recíproca de bases militares de los países miembros.
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LAS CINCO CLAVES DE LA PRESIDENCIAL CHILENA DEL 2009, PATRICIO NAVIA, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2009, FUENTE CADAL
La encuesta del Centro de Estudios Públicos, cuya base de datos está públicamente disponible permite algunas conclusiones más profundas que los ya comentados titulares: Piñera 37, Frei 27 y Enríquez Ominami (ME-O) 18 en el total; 37-28-17 entre los inscritos.
APROBACIÓN A BACHELET

Piñera concentra la votación de los que desaprueban el desempeño de la presidenta Bachelet. Frei gana entre los que aprueban y ME-O obtiene más votos también entre los que aprueban. Pero Piñera logra la mitad de sus votos entre los que aprueban a Bachelet. La aprobación presidencial trasciende las fronteras ideológicas.
EJE IZQUIERDA-DERECHA

Aunque la identificación con partidos y coaliciones es débil, la mayoría de los chilenos se posiciona cómodamente en una escala política en el eje izquierda derecha. Sólo uno de cada cuatro rechaza identificarse en esa escala de 1 a 10. El resto mayoritariamente se ubica en posiciones moderadas (entre 4 y 6), aunque no quieran definirse de centro cuando se les pregunta específicamente por centro, izquierda y derecha. Seis de cada diez chilenos se considera moderado. Si Piñera gana entre los votantes que se identifican hacia la derecha en el plano ideológico, Frei y ME-O compiten voto a voto entre los que se ubican a la izquierda. Pero entre aquellos en el centro de la escala, Frei y Piñera aparecen empatados y ME-O consigue su mejor votación. Los votantes moderados decidirán hacia donde se cargará la balanza en enero. Sea quien sea enfrente a Piñera en esa segunda vuelta, los
izquierdistas lo preferirán al candidato aliancista. Piñera tiene en el bolsillo el voto derechista en segunda vuelta. Pero el que logre atraer a los moderados que en primera vuelta hayan apoyado al que termine tercero se quedará finalmente con la victoria en enero.
HOMBRES-MUJERES
Piñera le lleva 15 puntos de ventaja a Frei entre los hombres, pero sólo 3 puntos entre mujeres. A ME-O le va algo mejor entre las mujeres también. Piñera necesitará atraer más votos de mujeres, especialmente en segunda vuelta, y especialmente entre las mujeres de menos ingresos. Si quieren llegar a La Moneda, ME-O y Frei deben mejorar su votación entre hombres, especialmente ME-O.
LUCHA DE CLASES

Si solo votara la elite, Piñera gana en primera vuelta, y Frei terminaría tercero. Frei es más competitivo entre los sectores de menos ingresos, especialmente en mujeres de clase baja y media baja. Si Frei no penetra en la clase media, difícilmente podrá volver a La Moneda. ME-O tiene problemas de género más que de clase. Le va mejor entre los hombres de clase baja que entre hombres de más ingresos. Pero su mejor votación está en las mujeres de clase alta y clase media. Si logra ampliar su apoyo en hombres de clase media y mujeres de clase media baja, será un candidato altamente competitivo.
LAS EDADES
Piñera arrasa entre hombres jóvenes y adultos. Pero entre todos los adultos mayores y mujeres adultas, Frei es muy competitivo. ME-O es mucho más popular entre los jóvenes, pero inmensamente impopular entre los hombres de la tercera edad. Si Piñera no mejora su votación entre la gente mayor, tendrá problemas para llegar a La Moneda. En términos de edad, Frei y ME-O se comportan de forma opuesta. Donde uno es fuerte, el otro es débil. Compiten con Piñera en distintos grupos etáreos, pero ambos deben aprender las fortalezas del otro para aspirar a ser un rival poderoso a Piñera en segunda vuelta.
CUESTIÓN ESTRATÉGICA