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sábado, 28 de noviembre de 2009

LA ESTRATEGIA SOCIALISTA EN AMÉRICA, HUGO J. BYRNE

“Una onza de sudor previene un galón de sangre” General George S. Patton Jr.

Sin entrar en definiciones rigurosas, la estrategia es un plan que se diseña para conseguir algo. Ese algo puede ser la culminación satisfactoria de un negocio lucrativo, el triunfo en una guerra o batalla, o los medios adecuados para influenciar al prójimo La aplicación de una estrategia en la vida humana es infinita. No debe confundirse con táctica, que es el método de aplicar una estrategia.

En política la estrategia es el plan general para obtener el poder y utilizarlo para avanzar una agenda específica. La izquierda totalitaria en América sólo obtuvo muchas más derrotas que victorias cuando su estrategia para la obtención del poder se basaba casi exclusivamente en la violencia, o cuando sus objetivos eran abiertamente definidos ante un público que aunque ignorante, sabía que el resultado de la suma de dos más dos es cuatro y nó dieciséis.

Aún en los casos históricos en que el poder político fuera obtenido por los totalitarios usando violencia como en Cuba, los verdaderos objetivos fueron ocultados ostensiblemente del escrutinio popular hasta que todos los resortes del poder político fueran férreamente controlados. La máscara de benevolencia se desvaneció de súbito cuando el régimen alcanzara los medios de dominio total por medio del terror.

Durante las décadas sesenta, setenta y ochenta, la subversión comunista fue fundamentalmente derrotada en diversos países de Centro y Suramérica, como Guatemala, El Salvador, Bolivia, Venezuela y Argentina. La elección del izquierdista Salvador Allende en Chile, al frente de una frágil coalición marxista en 1970, culminó en un golpe de estado militar tres años después. Sin embargo, la elección de Allende barrió al fin con el mito de que el izquierdismo totalitario no puede llegar al poder por vías legales. La excepción de la regla fue Nicaragua, donde la guerrilla obtuvo una victoria temporal, en gran parte gracias a la muy activa cooperación de Washington. Nótese que cuando esa cooperación cesara en los años 80 y de hecho se convirtiera en semiactiva hostilidad, el globo sandinista se desinfló con increíble rapidez.

Todo eso cambió de súbito con la elección del ex Teniente Coronel y ex golpista Hugo Chávez Frías a la presidencia de Venezuela en 1998. La estrategia electoral de Chávez consistía en populismo crudo, pero al principio sin apelar por el marxismo totalitario. Al presente, aunque aún no todas las actividades civiles han sido suprimidas, se hace obvio el establecimiento de una virtual dictadura populista que concentra todo el poder real en la rama ejecutiva del estado, confisca sin compensación el patrimonio ajeno, trata de acallar toda protesta y oficialmente se declara socialista y castrista. Nadie puede predecir el futuro con exactitud, en este caso por la irracionalidad en el discurso chavista, pero las apuestas aún favorecen a que el “macaco llanero” conservará el poder en el futuro inmediato a pesar de las crecientes dificultades que encaran los venezolanos como consecuencia directa de su desastroso régimen.

Curiosamente, la presente tímida y replegante estrategia militar de Obama parece haberse endurecido un adarme en el caso de Chávez y sus diferencias con el gobierno de Colombia. En apariencias Washington está algo preocupado por ese diferendo surgido por la evidente complicidad entre Chávez y su cliente Correa con las guerrillas de la droga en la más populosa nación de habla hispana de Sudamérica, con la cual tanto Venezuela como Ecuador comparten fronteras porosas y extensas.

La alianza entre Estados Unidos y Colombia había sufrido obvio menoscabo por la oposición de Obama y su Congreso demócrata a confirmar el Tratado de Libre Comercio con Bogotá, cediendo a la presión de sus promotores en los poderosos sindicatos obreros. Eso quizás haya influenciado para que se aprobara el convenio sobre uso de bases militares colombianas por soldados norteamericanos y unidades anti-drogas en esta evidente y justificada extensión del Plan Colombia.

No cabe duda de que el gobierno colombiano es el único en Suramérica que aún mantiene una confiable alianza con Estados Unidos. Esa situación de desventaja para Norteamérica podría desaparecer si, como indican todas las encuestas, el candidato conservador obtiene el triunfo en las próximas elecciones de Chile. Esa nación y Colombia son posibles aliados que podrían restablecer un formidable contrapeso al expansionismo chavista en el sur del Hemisferio.

Para que ese escenario se materialice, Washington tendría que renunciar a su presente voluntad de cambiar el papel que Norteamérica siempre asumió ante el mundo y la historia. La comunidad de naciones queda huérfana cuando Estados Unidos demuestra desear convertirse en otra nación más entre el concierto humano universal. La lideratura de Estados Unidos ha sido y aún es una herramienta insustituíble para la libertad y seguridad de todos en el futuro inmediato. En suma, ese liderazgo es vital al progreso humano.

Ante la última estrategia del ruinoso socialismo nacida de los estratos más atrasados, reaccionarios y obscurantistas del Continente, pedir excusas por nuestra prosperidad y por el sacrificio en que esta nación ha incurrido para preservar la libertad ajena no es actuar con cordura.

Por Hugo J. Byrne
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viernes, 3 de julio de 2009

¿RESISTIRÁ HONDURAS?, GRUPO DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS (GEES), MADRID, LIBERTAD DIGITAL, MADRID1 DE JULIO DE 2009

La Constitución de Honduras establece taxativamente el límite de cuatro años para los presidentes hondureños.


Más aún: sabiamente, prohíbe reformar la Constitución para cambiar este límite temporal. Además, como toda constitución, tiene mecanismos para ser reformada. La reforma no es facultad del presidente, sino del Congreso, que es quien tiene la potestad para convocar un referéndum, vía Asamblea Constituyente. Zelaya, siguiendo la estrategia de Chávez o Morales, buscó la ruptura constitucional desde dentro. Con una doble ilegalidad: primero reformando la Constitución allí donde está prohibido hacerlo, en lo relativo al límite de su propio mandato. Y segundo, hacerlo él, cuando no tiene la potestad para ello.


Pese a todo, con el apoyo de Hugo Chávez, ha estado trabajando últimamente en lo que es un ataque directo al ordenamiento constitucional hondureño. Es la primera conclusión de lo que ocurre en Honduras: el origen está en el golpe que, desde dentro del sistema, buscó dar Zelaya contra las instituciones democráticas.


Todas las instituciones democráticas habían advertido que el referéndum era ilegal, oponiéndose. Cuando decimos todas, decimos todas: El Congreso, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, la Procuraduría General de la República o el fiscal general del Estado declararon ilegal el referéndum, al igual que el Partido Liberal, al que pertenece Zelaya. Pese a todo, éste ha continuado con su iniciativa. Así, segunda conclusión: Zelaya está enfrentado a todas las instituciones democráticas hondureñas, sin excepción.


En tercer lugar, Zelaya contaba y cuenta con el apoyo de Hugo Chávez, que no es poco. El petrotirano venezolano envió las papeletas para el referéndum a Honduras, cuya Fiscalía General, en buena lógica, las requisó. Pero Chávez y Zelaya están haciendo algo más: aplicar los métodos bolivarianos en Honduras. Chávez y Ortega ya habían enviado "asesores" a Tegucigalpa. Siguiendo los usos y costumbres chavistas, Zelaya movilizó a los suyos, que entraron en las dependencias militares donde se custodiaban las requisadas papeletas, llevándoselas. Busca organizar unas milicias callejeras a imagen y semejanza de las chavistas, para presionar a las instituciones hondureñas desde dentro y desestabilizar la democracia. En cuarto lugar, el ejército acató una orden de la Justicia, avalada por el Parlamento y el resto de instituciones democráticas.


Es cierto que las formas –la salida de Zelaya de noche, en pijama, para ponerlo en un avión con destino a Costa Rica– no son las más edificantes. Es cierto que podría haber sido simplemente destituido o detenido. Pero también es cierto que la presencia de Zelaya en Tegucigalpa hubiera supuesto –y lo supondrá el jueves si cumple la amenaza de volver– un factor de inestabilidad en las calles, donde los suyos ya generan disturbios. Pero lo fundamental es que el ejército actuó siguiendo las órdenes de las instituciones democráticas. No hay ni asomo de un golpe militar, sino de medida drástica tomada por las instituciones legítimas.


En quinto lugar, el comportamiento de las instituciones de Honduras ha sido y es democrático. Cumpliendo las órdenes legítimas, el Ejército destituyó a Zelaya, y siguiendo lo previsto en la Constitución, fue sustituido temporalmente por Roberto Micheletti, presidente del Congreso. En sesión parlamentaria, éste fue ratificado hasta la prevista celebración de nuevas elecciones en noviembre. No ha habido violencia de ningún tipo, ni limitación de las garantías legales, más allá de lo puntual en momentos puntuales, siempre según el ordenamiento constitucional. Ni se ha cambiado el ordenamiento jurídico, ni ningún tipo de ley. En sexto lugar, Zelaya consumará o no el golpe de acuerdo con las reacciones internacionales. De un lado están las instituciones democráticas hondureñas, que por ahora se mantienen unidas: de otro, el conspirador Zelaya y sus patrocinadores, Chávez y Ortega, cargados de petróleo, dólares y malas intenciones. Zelaya ya ha amenazado con volver el jueves y movilizar a todos los partidarios que pueda en las calles, con la amenaza de sembrar de violencia el país para forzar a las instituciones. Desgraciadamente, la reacción de la comunidad internacional ha supuesto un duro golpe para la democracia hondureña.


Desde Obama –que ha hecho del abandono a los demócratas que hay por el mundo su principal seña diplomática–, al progresismo europeo –que siempre ha preferido una dictadura izquierdista a una democracia parlamentaria–, todos han tomado partido por el eje chavista. El caso más enfermizo es el de Moratinos, siempre dispuesto a echar una mano a los déspotas del mundo, en cualquier continente. Por nuestra parte, sólo podemos lamentar la soledad de las instituciones democráticas en aquel país, abandonadas a su suerte por buena parte de la comunidad internacional mientras sus enemigos las acosan.


¿Resistirá Honduras? Si cede a la presión exterior, el chavismo comenzará a roer las instituciones hondureñas, que caerán en la órbita de Venezuela y que se deslizarán hacia una dictadura. Por el bien de la democracia, la libertad y los derechos humanos, esperemos que Zelaya pierda y Honduras resista.


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