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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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viernes, 12 de junio de 2015

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, MUCHO DINERO Y POCO BIENESTAR

Iniciemos recordando las funciones del dinero: medio de pago--se puede usar para comprar bienes y servicios--, unidad de cuenta—los precios se expresan en términos de dinero--, depósito de valor—se puede ahorrar para transferir recursos hacia el futuro--; funciones que se engloban en su condición de dinero fiduciario—es aceptado porque la gente tiene la confianza que lo podrá utilizar para comprar--, siendo que cuando pierde su valor ante la presencia de una destructiva inflación incluida la no anticipada (asociada con la incertidumbre), se induce un “desinterés” por tenerlo tal como aconteció durante la hiperinflación alemana cuando alguien olvidó un canasto lleno de billetes y se lo robaron…pero dejaron los billetes al lado.

Ha de señalarse, que la emisión de dinero debe estar respaldada por la producción del país (antes se hacía con oro), ya que en caso contrario esa emisión adquiere la condición de dinero inorgánico herramienta a la cual acuden los gobiernos cuando presentan déficit fiscal y no tienen posibilidad de aumentar los ingresos por la vía tributaria (impuestos); o lo que es lo mismo ¡necesitan dinero y simplemente lo imprimen! Tal accionar, se traduce en inflación como malvada equilibradora y desestimuladora de ese deseo por adquirir productos y servicios ¡que no existen!, en razón de haberse aumentado excesivamente la emisión monetaria sin que medie previamente un incremento en la oferta originando obviamente un exceso de demanda o inflación de demanda—la capacidad de producir se mueve a una velocidad muy inferior a la de la demanda—al extremo que no puede ser atendida haciendo uso de la capacidad de producción que estuviese ociosa; dejando por sentado que cuando la velocidad de crecimiento de la liquidez monetaria (monedas y billetes, depósitos a la vista, de ahorro y a plazo) supera la capacidad de compra se origina una pérdida de valor de la moneda (el bolívar para nuestro caso) como consecuencia de esa inflación. Así expresado, los principales efectos negativos de la inflación podemos resumirlos en que el dinero pierde su poder adquisitivo, el costo nominal de los bienes y servicios aumenta y se hace presente el indeseable (pero obligante) “costo de menú”—ajuste de algunos precios para mantenerlos alineados con la inflación--; en el entendido que la elevación de precios condiciona desfavorablemente y de manera simultánea a los actores socioeconómicos: al consumidor le disminuye la capacidad de compra, le restringe las posibilidades de ahorro y le estimula la desconfianza hacia la moneda hasta inducirle una demanda anticipada (compro ahora o nunca) colocando a la economía en un umbral hiperinflacionario; mientras que al productor le dificulta prever nuevas inversiones ante la contracción del flujo de caja como reacción a unos precios congelados y rezagados con respecto al aumento que experimenta la estructura de costos; aunado al resquebrajamiento de los precios relativos que elimina cualquier forma de comparación y de ¡competencia!.

Resulta conveniente mencionar, que la perversa emisión de recursos para financiar el gasto público (al margen de su pertinencia y eficiencia) y para mantener alto el tipo de cambio indujo que la inflación acumulada 1999-2014 alcanzara un 3.150%, la emisión de dinero inorgánico se moviera en un 9.600% desde un 4% del PIB en 2009-2011 a un 8% en 2012-2014 y la sobrevaluación se situara en un 2.600%; al tiempo que el financiamiento (compra de deuda) del BCV a PDVSA se ubicó a marzo 2015 en Bs 925.000 millones, mientras que la liquidez monetaria a mayo 2015 se ubicó en Bs 2.372.117 MM.

Desafortunadamente para la economía, y especialmente para el bienestar de los venezolanos, el Gobierno continua aumentando el gasto público—sin contar con ingresos ordinarios—provocando un déficit fiscal permanente (¡estructural!) que luego intenta cubrir con emisión de dinero inorgánico invadiendo, por una restricción de su autonomía, una prerrogativa del BCV (¡nunca del Gobierno!) a la luz de recibir bonos gubernamentales (¿?) y pagares de PDVSA (¡!), complementado tanto con endeudamiento interno (pan para hoy hambre para mañana) que a la fecha alcanza un monto superior a los US$ 60 millardos, al igual que haciendo uso de las reservas internacionales (divisas y oro) al extremo de reducirlas al 26/05/15  hasta US$ 17.390 millones (¡70% en oro!) y situarlas al menor nivel alcanzado desde 1997; conformando una “crisis de balanza de pagos” que terminará por derrumbar el régimen cambiario, habida cuenta de mantenerse una paridad fija del tipo de cambio ¡sobrevaluada!—utilizándola como estrategia antinflacionaria (¿?)—que ya resulta insostenible en razón a que el BCV no cuenta con dólares para mantenerla, propiciando de tal forma un contexto de crisis cambiaria que indefectiblemente conducirá a más devaluaciones a menos que se flexibilice y se deje flotar el tipo de cambio (con eliminación progresiva del control de cambio) en un escenario de adelgazamiento del Estado que pase por rescatar la credibilidad en sus intenciones económicas, y muy especialmente que ajuste la oferta monetaria al monto de las reservas internacionales.

Concluimos con una interrogante: ¿hasta cuándo el Gobierno seguirá financiando el déficit fiscal con emisión continua de dinero inorgánico, estimulando la malvada inflación? De nuestra parte inferimos que la economía está a punto de colapsar, y que la ¡¡paciencia del venezolano se agotó!!

Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com         
@jesusalexis2020

08/06/2015 EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, TERCERA VIA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD, NACIONALES, VENEZUELA, NOTICIAS, ENCUESTAS, INTERNACIONAL, ALEMANIA, ESTADOS UNIDOS, ESPAÑA, COLOMBIA, ARGENTINA,

jueves, 28 de mayo de 2015

JOSÉ TORO HARDY, ¿BOLÍVAR FUERTE?


En enero de 1999, cuando el gobierno de Chávez asumió el poder, el dólar "paralelo" costaba Bs 573,86. Abrumado por los problemas y la inflación que desataron las políticas públicas en los años siguientes, el gobierno optó en enero del 2008 por quitarle tres ceros al bolívar. Se trató puramente de un maquillaje contable. No se adoptó ninguna  otro mecanismo capaz de contribuir a fortalecer al ficticiamente llamado "Bolívar Fuerte". El sucesor de aquel dólar paralelo es el dólar libre de hoy, que por costumbre se le sigue llamando dólar paralelo. Para la fecha en que escribo estas líneas el dólar libre o paralelo está en Bs 423,39. Eliminada la ficción de los tres ceros, en realidad estamos hablando de  Bs 423.390,oo de los de antes por 1 dólar. En otras palabras, el dólar paralelo es 738 veces más caro que al asumir el gobierno.

En medio del demencial sistema de cambios diferencial que rige, los alimentos y las medicinas se siguen importando a un tipo de cambio de Bs 6,30 por dólar, otras importaciones menos prioritarias se pagan a 12 y  que el Simadi está  cerca de Bs 200. Pero la realidad es que pareciera que sólo el gobierno tiene acceso a ese dólar a 6,30 y que las otras dos tasas oficiales  brillan por su ausencia, debido a que el gobierno de manera inexplicable carece de dólares suficientes para alimentarlos.

Así como el valor del petróleo venezolano utiliza como referencia el crudo Brent, a la hora de fijar el precio de muchos bienes en Venezuela, el valor de referencia es el dólar paralelo, es decir, el cuarto tipo de cambio del régimen diferencial. Ese el único dólar al cual tienen acceso los venezolanos -siempre y cuando puedan pagarlo- y por tanto es el que se utiliza para calcular el costo de reposición de los inventarios en el comercio.

Ahora bien, muchos sostienen que no es posible que el valor de este tipo de cambio paralelo lo fije una página WEB en la frontera. Eso no es del todo cierto . El verdadero responsable del valor  de la moneda no es otro que el BCV al imprimir a diario ingentes cantidades de bolívares sin respaldo.

Ese mismo mecanismo perverso de financiar el déficit fiscal a través del Banco Central de Venezuela es el que ha llevado al país a padecer de la más alta inflación del mundo, lo cual a su vez contribuye fuertemente a propiciar la devaluación.

 La autonomía de los bancos centrales tiene una razón de ser. Se ha demostrado hasta la saciedad que cuando las instituciones que emiten moneda se arrodillan frente a los gobiernos, terminan -de una u otra forma- imprimiendo dinero inorgánico para cubrir el déficit fiscal, desatando así una tragedia inflacionaria. Tal situación se torna tanto más grave cuando se trata de gobiernos populistas y dogmáticos que desprecian (o ignoran) hasta los más elementales fundamentos de la economía.

Los bolívares inorgánicos  que imprime el BCV para cubrir el déficit fiscal (y el déficit en el flujo de caja de PDVSA y otras empresas del estado) inevitablemente se incorporan a la masa monetaria y generan  demanda de bienes y servicios. Pero como hay una enorme escasez de esos bienes, el dinero sin respaldo que imprime el Banco Central  -después de impactar severamente el nivel de los precios internos- se desvía  a la compra de dólares paralelos y por lo tanto se crea un sistema vil que se retroalimenta y crece como una bola de nieve.

Y eso nos lleva a una pregunta: ¿cuánto vale en verdad un dólar?

La respuesta no es sencilla. No me voy a referir al valor del dólar implícito ni a ningún otro tecnicismo a los cuales somos propensos los economistas. Al igual que cualquier otro bien, el valor de un dólar es el que la gente esté dispuesta a pagar por él.  "Lo demás es paja"  como dijo Luis Vicente León.

En el fondo es un tema de confianza y de expectativas. Mientras menos confianza haya en el gobierno, más será lo que la gente estará dispuesta a pagar por el dólar. Si el gobierno no es capaz de controlar el déficit fiscal, ni  dejar de imprimir dinero inorgánico, ni de dejar de endeudarse alocadamente,  ni  controlar la inflación, ni de estimular la economía del país, ni abandonar sus ruinosas prácticas populistas, ni controlar la corrupción,  ni subsidiar a otros países, inevitablemente la gente estará dispuesta a pagar cada vez más por el dólar. Casi no hay límites.

Cada vez el gobierno radicaliza más sus errores. Algunos piensan que no son errores sino una estrategia.

Ninguna economía sensata del mundo recurre a sus bancos centrales para financiar el gasto público porque ese es un camino seguro al infierno inflacionario y la destrucción de la moneda.  Pero, después de varias modificaciones de la ley respectiva, el BCV fue tomado por asalto y sus funciones ya no corresponden a las de un Banco Central. Hoy es un brazo más de la revolución, armado con la letal potestad de imprimir dinero inorgánico para financiar el déficit fiscal. El daño a la economía venezolana es abismal. ¡Qué desastre!

José Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy

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martes, 5 de mayo de 2015

NARCISO GUARAMATO PARRA, LIBRE CONVERTIBILIDAD

Si usted toma en sus manos un billete (papel moneda de curso legal) de dos, cinco, diez, veinte cincuenta o cien bolívares, podrá leer la siguiente leyenda: 

“Pagaderos al portador en las oficinas del banco”.

Esta simple frase nos señala dos aspectos vitales de la política monetaria y cambiaria de un país: la primera es que el dinero en circulación está respaldada, ya sea por oro o por divisas (especialmente  el dólar estadounidense) y segundo, que el bolívar puede ser libremente convertido a dólares, con la única condición de que se tengan los bolívares correspondientes según el tipo de cambio vigente.
                                                                                             
En los últimos años en Venezuela, las políticas monetaria y cambiaria aplicadas han socavando estos principios, La moneda nacional ha perdido su respaldo y ya no goza de libre convertibilidad.

La continua emisión de dinero inorgánico causado por el financiamiento del déficit fiscal por parte del Banco Central de Venezuela (BCV)  ha permitido que por ejemplo,  el saldo del dinero en circulación (M1) al cierre de enero de 2015, sea de 2.003.771.892.097 miles de Bs, el cual, con unas reservas internacionales (RI) de 22.538 millones de US$, al cierre del mismo período, llevan al tipo de cambio implícito (TCI) a 88.91 Bs./US$m (TCI = M/RI), tipo de cambio muy superior a las tasas de cambio preferenciales de 6,30 y 12, mayormente utilizados en las transacciones comerciales. Como se puede observar esta gran brecha es tentación para la especulación y solo puede ser reducida mediante un control de la cantidad de  dinero en circulación y/o una devaluación. 

Al ser el TCI mayor al real, nos indica que gran parte del dinero en circulación no tiene respaldo, es decir, si todo el mundo quisiera dólares, el tipo de cambio debería ser mayor a 89 Bs/US$, a tasa de cambio menores no alcanzarían los dólares.
                                                                                             
Al no querer devaluar, ya que esto agregaría una mayor presión inflacionaria, el gobierno tiene que controlar la  venta de las divisas, atentando contra la libre convertibilidad del bolívar, lo cual resulta discriminatorio, ya que no se pueden adquirir las divisas cuando se requieran, sino cuando nos lo permitan. 
                                                                                             
Para poder solventar este problema hay que atacar la causa principal. El financiamiento del déficit. Punto polémico para una administración basada en la inversión social. Hay que controlar el gasto queramos o no.
                                                                                             
Hay que ir  al desmontaje progresivo de los controles. Como se ha dicho en reiteradas ocasiones, esta es una medida coyuntural que ha probado su incapacidad para soportar una política económica dinámica.

No podemos seguir aplazando el trago amargo de unas medidas que son necesarias, cada día que pasa se profundizan los desequilibrios económicos y cuando por fin nos decidamos a corregirlos, serán tan grandes que el costo será impagable.

Narciso Guaramato Parra
nguaramato@gmail.com
@guaramatoparra

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viernes, 17 de abril de 2015

EDDY BARRIOS, EQUILIBREMOS LA ECONOMÍA O VAMOS A LA QUIEBRA, SI YA NO ESTAMOS.

El más elemental conocimiento de la ciencia económica nos indica que las cuentas públicas nacionales deben ser y estar equilibradas. Según cita atribuida a Marco Tulio Cicerón expresada por el sabio hace 2.064 años:
"El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado." Año 55 A.C.
Marco Tulio Cicerón fue un escritor, político y orador romano. De brillante carrera política, especialmente conocido como el orador más elocuente de Roma y como hombre de letras y, parece ser, que hace 2.064 años ya conocía la fórmula para que la economía de un país funcionara. Ya en el año 55 A.C. Cicerón sentaba las bases para que Roma no se fuera a la quiebra o default, como se le dice ahora. En default caemos cuando no podemos hacer frente a los compromisos (ej.: Pago de deudas) y estamos morosos y buscando dinero fresco como locos, en préstamos que los países se niegan a darnos porque no confían en nuestra capacidad productiva. No contamos con un buen concepto, como puede ser el de riesgo país, entre nuestros pares. En el caso de Venezuela esta eventualidad ya quedó como profecía auto cumplida; es decir, como un “Deja vu”, o como la película “Volver al futuro”.

Un detalle, para nada de soslayar, es que algunos países donde los alegres indios “ta` baratos” de nuevo cuño revolucionario y hasta la oposición habían venido visitando para dedicarse al deporte del “raspadito” y no precisamente de la hebilla, al parecer están pegando el grito en el cielo, porque las cantidades de raspaditas han llegado a un punto tal, que ya empiezan a afectar negativamente ese equilibrio fundamental entre las corrientes de Bienes y Servicios y la Monetaria, que debe exhibir una economía sana, y ya les está incidiendo en su inflación.

Ya Panamá lo había alertado a Venezuela en octubre del año pasado, cuando le transmitió información de que de los 1.500 millones de dólares que los  presuntos empresarios venezolanos le exigían al gobierno que les asignase para pagar consumos o importaciones presuntamente solicitadas a la zona del canal, ésta le comunicaba  al gobierno panameño que sólo tenían facturas correctas, correspondientes a unos 900 mil millones y que el resto era “inflado” o de sobrefacturaciones burdas y muy boliburguesas.

Recientemente leímos una noticia donde se decía que México estaría desnudando a los turistas venezolanos que llegan y salen, y sometiéndolos a controles más estrictos, como exigirles la comprobación física de los gastos que tratarían de “cuadrar”. Muchos desprevenidos de la ciencia económica alegan que esos vendedores manitos sí que son tontos, porque se estarían ganando facilito su diez por ciento de comisión, o de mordida, por cada raspadita.

La inflación resultante de éstas, aparentemente inocentes transacciones y que podrían ser consideradas por el distraído como una ventaja para el país receptor de dichos dólares, estriba en que, si bien el comerciante del país visitado ingresa dinero a sus cuentas, no estarían sacando del plato correspondiente a la oferta, el equivalente en mercaderías; las que se quedan en sus anaqueles y por tanto el circulante aumenta sin que haya contrapeso; es decir, la oferta sigue siendo la misma, mientras el circulante aumenta y eso, al final de cuentas es, simple y llanamente, inflación de los precios. La oferta y la demanda deberían siempre estar en equilibrio. El precio resultante esta en donde las dos curvas se cruzan.

En los odiosos países capitalistas avanzados aprendieron a buscar este equilibrio mediante una formula directa y, en consecuencia, muy favorable, como es la de fomentar y estimular el aparato productivo para producir mayor cantidad de bienes y servicios, pero en otros, auto proclamados socialistas, se recurre teorías indirectas o de corte monetaristas, de manipular la corriente monetaria, muy propia de lo que en Venezuela se achacaba a los llamados economistas “Chicago Boys” de los 40 años neoliberales y puntofijistas. Maniobras según las cuales, se intenta de manera indirecta alcanzar este equilibrio sacando circulante del mercado, para contrarrestar lo que se ha venido haciendo - aún con mayor énfasis desde 1999 - en Venezuela, de emitir dinero inorgánico (sin respaldo de mayor producción, o producción equivalente de bienes). Eso sucedió por haber decretado sucesivos aumentos de los salarios, aumentos sin lógica económica de ninguna especie, pero sí de política barata, de demagogia y populismo, sin dejar de mencionar de clientelismo político.

Se recurre a estas prácticas monetaristas de urgencia, en la ilusión de que la alta demanda final (DF) creada, abra cuentas de ahorro, compre bonos de la deuda, etc., cuyo efecto final es sacar dinero del circulante. Pero, la gente escasamente tiene para consumir, lo poco que se encuentra en los súper. Es decir, es un dinero sin poder adquisitivo.

Estamos en una situación bien difícil,  en la que si bien hay dinero en la calle, no hay artículos que comprar, al tiempo que hay altísima inflación, una tormenta perfecta de desabastecimiento por estancamiento del aparato productivo, no por acaparamiento como nos desean hacer creer o porque Obama sea el culpable, y de inflación simultaneas, o ESTANFLACIÓN. 

Las medidas monetaristas  sea que metan o saquen circulante, afectan al  debido juego entre la oferta y la demanda, y son retoques que sólo ameritan de un plumazo o de un verbo eufórico en un mitin de maniobra de control de averías ante una situación de baja de la popularidad; mientras que, poner a producir más y mejor, a bajo costo, la economía es más difícil. O sea, hacernos más eficientes. No hablamos solamente de aumento de la producción sino de productividad, que como sabemos es producir más a menor costo. Para ello el modelo debe ser otro, no el del actual régimen.

No es tampoco que aboguemos por recurrir al expediente de reducir costos botando gente de sus cargos para bajar la nómina y los consecuentes pasivos laborales, sino dando facilidades a los empresarios privados nacionales para que obtengan las divisas para pagar sus importaciones de materias primas y seduciendo al empresario extranjero a colocar dinero fresco o inversión privada internacional, para producir en este país, con lo cual se crean empleos en nuestra economía. Cuando se importa se incrementa el empleo en esos países y no en el nuestro. Cuando se aumenta la producción nacional para consumir internamente una parte y exportar el excedente, se crean empleos en el nuestro.

Lo mismo se logra si se seduce al empresario venezolano a repatriar sus dineros que tienen en bancos extranjeros. No me refiero al que se obtuvo con el cohecho y la corrupción, sino al resultante de sus ahorros en monedas fuertes producidos en buena lid, por la venta de sus productos, y que se corresponde con estrategias de seguridad que toma cualquier empresario. Tampoco me refiero al funcionario que colocó dineros de la cosa pública en bancos extranjeros, a nombre personal.

No en balde se habla del concepto de pleno empleo y éste no sólo se refiere a creación de nuevos puestos de trabajo, sino al pleno uso de todas las capacidades, o de los factores productivos de una economía (como son TIERRA, CAPITAL y TRABAJO) para producir más y mejor, o de manera optimizada.

Exijo a la oposición y al gobierno, como a todos los venezolanos, a tomar en cuenta estos conceptos y actuar en consecuencia.

Eddy Barrios
eddybarrios@gmail.com
@eddybarrios2

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miércoles, 4 de febrero de 2015

CHARITO ROJAS, EL ESPANTO DE ALLENDE

Al adoptar una posición la cobardía se pregunta: ¿Será segura? La conveniencia se pregunta: ¿Será lo político? Y la vanidad se pregunta: ¿Será popular? Pero la conciencia se pregunta: ¿Será lo correcto? Porque la medida última del hombre no es dónde se ubica en momentos de conveniencia sino dónde se ubica en momentos de desafíos, crisis y controversias. Martin Luther King (1929-1968), pastor bautista norteamericano, defensor de los derechos civiles
La historia es un péndulo que repite circunstancias, que asemeja personajes y que sirve para orientar el rumbo de episodios similares. La historia ha marcado el camino de muchos líderes que toman guía de experiencias del pasado… y usualmente con buenos resultados. Otros en cambio, no aprenden a valorar los vectores que la historia ofrece y la falta de estudio e interés hacen que tropiecen con la misma piedra sin escarmentar. Pongamos un ejemplo:
 “El pueblo se encontró por primera vez con suficiente dinero para cubrir sus necesidades básicas y comprar algunas cosas que siempre deseó, pero no podía hacerlo, porque los almacenes estaban casi vacíos. Había comenzado el desabastecimiento, que llegó a ser una pesadilla colectiva. Las mujeres se levantaban al amanecer para pararse en las interminables colas donde podían adquirir un escuálido pollo, media docena de pañales o papel higiénico. El betún para lustrar zapatos, las agujas y el café pasaron a ser artículos de lujo que se regalaban envueltos en papel de fantasía para los cumpleaños. Se produjo la angustia de la escasez, el país estaba sacudido por oleadas de rumores contradictorios que alertaban a la población sobre los productos que iban a faltar y la gente compraba lo que hubiera, sin medida, para prevenir el futuro. Se paraban en las colas sin saber lo que se estaba vendiendo, sólo para no dejar pasar la oportunidad de comprar algo, aunque no lo necesitaran. Surgieron profesionales de las colas, que por una suma razonable guardaban el puesto a otros, los vendedores de golosinas que aprovechaban el tumulto para colocar sus chucherías y los que alquilaban mantas para las largas colas nocturnas. Se desató el mercado negro. La policía trató de impedirlo, pero era como una peste que se metía por todos lados y por mucho que revisaran los carros y detuvieran a los que portaban bultos sospechosos no lo podían evitar”.
Parece un retrato del calvario venezolano, pero no lo es. Se trata de la descripción que hace la novelista Isabel Allende en su novela de 1982 “La Casa de Los Espíritus” de la situación de Chile al momento del derrocamiento de su tío Salvador Allende.
Y el Presidente Maduro, en una interpretación superficial de la igualdad de las circunstancias, se comparó: “La burguesía está pretendiendo hacer contra mí la misma guerra que hizo contra Salvador Allende”. Nada más inexacto. Si bien Chile vivió la misma escasez que ahora sufre Venezuela, lo cual fue el detonante que eyectó al presidente en el golpe de estado, lo cierto es que Chile tenía una situación económica muy diferente a la nuestra.
Allende trató de cambiar la tímida economía chilena en un sistema socialista, con la misma receta asesorada por el castrismo: confiscación de tierras, expropiación de fábricas, ruina de los comercios, interpretaciones arbitrarias de la constitución que desesperaron a una oposición que no encontraba como regresar el país a cauces democráticos. La inflación en Chile fue de 350% en el último año de Allende y las protestas con cacerolazos de amas de casa y trabajadores comenzaron a sucederse, socavando las bases populares del gobierno. Con las empresas estatales en pérdida, era clara la destrucción de la economía.
Allende estuvo sólo 3 años en el poder y no tenía respaldo económico para sustentar el inmenso costo del cambio hacia una improductiva economía comunista. Se enfrentó al Congreso, que conservó su independencia y también al poder judicial, e intentó anularlos a ambos en el rumbo que tomaba el país. La violencia callejera se instaló en las calles y grupos armados de ultra-izquierda declaraban que se preparaban para una guerra civil. Con este disgusto popular y los mecanismos constitucionales abortados, las fuerzas armadas actuaron, demostrando que Allende no tenía poder alguno sobre ellas. Pese a que teorías de conspiración señalan que Allende fue asesinado supuestamente por un agente de la CIA, todas las experticias forenses realizadas hasta hace poco demuestran un suicidio. Sus últimas palabras dejan en claro que prefirió morir antes que fracasar.
Con los mismos caóticos resultados chilenos, lo de Venezuela es un modelo económico incalificable (una simbiosis de comunismo con personalismo, totalitarismo e ignorancia de las leyes del mercado) que ha tenido el atroz resultado de haber extinguido un país petrolero para convertirlo en un nido de bachacos.
Quince años de revolución, más de 2 millones de hectáreas confiscadas, 236 empresas expropiadas, control de cambio por 12 años, control de precios por 10, reducción drástica de producción del petróleo, primer recurso nacional. Si a eso se le suma la carga de odio, división, pésima educación, carencia total de respeto, elementos que en inyección letal han sido inoculados a un pueblo de poca preparación, tenemos en la licuadora elementos suficientes para explicar el colapso actual de Venezuela.
Los revolucionarios han forzado la barra constitucional hasta quebrarla con tal de quedarse eternamente en el poder. Esta situación ha llegado ya a su cénit, con las mismas consecuencias económicas que en Chile, pero con el aditamento del la violación a los derechos humanos. Salvador Allende era un hombre instruido, un médico de gran educación que debe estar revolcándose en la tumba al ver la patanería con que ha sido tratado su compatriota Sebastián Piñera, ex presidente de Chile, y Andrés Pastrana, ex Presidente de Colombia, cuando al acudir en día de visita a Ramo Verde a ver al dirigente Leopoldo López, les impidió la entrada una trulla de guardias que alegaban que tenían órdenes “de arriba”.
A nadie se le ocurrió que dejándoles entrar, el gobierno se quitaba el estigma de tener a López aislado y vejado como un preso político. Allende les hubiera brindado té y galletitas, aunque el preso siguiera preso.
Este increíble gesto de torpeza política, precedido por los insultos del presidente, que los trató de golpistas y hasta de narcotraficantes (confundiendo cual es su costumbre, a Pastrana con Samper), ha provocado reacción de las cancillerías chilena y colombiana. En especial de esta última, cuando finaliza su comunicado expresando su deseo de que Leopoldo López “esté pronto en libertad”. La respuesta de la cancillería venezolana seguramente fue escrita por su titular, quien no se caracteriza precisamente por sus buenos modales, con la amenaza de revolcar nuevamente las relaciones diplomáticas con los vecinos.
La torta diplomática, con consecuencias nefastas para la ya golpeada imagen del régimen madurista, ocurre en el peor momento, casi sincronizado con el bombazo de la deserción del presunto jefe de escolta de Diosdado Cabello, un militar que ahora es testigo protegido de la DEA, que en su canto involucra al Presidente de la AN con el cartel de los soles, denunciado mil veces “a soto voce” desde hace por lo menos diez años.
La viajadera de Maduro tiene nerviosos a los militares, que a estas alturas no saben si estos disparatados e inoportunos tours del presidente son un ensayo para quedarse por esos mundos y que otro resuelva el problema venezolano, o es que le está cargando la mano a Arreaza y al resto de su gobierno para acusarles de no saber gobernar en su ausencia. Mil razones pueden esgrimirse para la insólita ausencia presidencial, pero lo alarmante es que ante la seria acusación de narcoestado, el gobierno prefiere ponerse “rodilla en tierra” con Diosdado, antes que ordenar una investigación que demuestre que no es cómplice de delincuentes y a la vez aclare definitivamente y castigue a los involucrados en el escándalo.
Aquí hay varias cabezas en juego y las acciones en progreso pueden tornarse peligrosas no sólo para los implicados sino también para la estabilidad de un país que vive un dramático desabastecimiento en medio de feroz inflación.
Como dice el proverbio chino: “El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él”.
Charito Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas

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viernes, 13 de junio de 2014

TONY CAMILLI, DONDE ESTA EL BOLIVAR FUERTE

Para pagar una pequeña compra en la panadería los venezolanos deben tener un fajo de billetes en la cartera porque la escalada de los precios ha sido tal que la pieza de mayor denominación, la de 100 bolívares con el rostro de Simón Bolívar, no alcanza para cancelar medio kilo de queso.

La pérdida en la capacidad de compra del dinero es tal que ese billete, llamado a ser el símbolo de una "economía fuerte" y que al momento de su lanzamiento en 2008 solo se utilizaba en contadas operaciones, hoy es de uso frecuente y el Banco Central lo fabrica en cantidades industriales.

En los primeros cuatro meses de este año el BCV puso en circulación 65,1 millones de nuevos billetes de cien bolívares, una cifra que supera en 100% a la del mismo lapso de 2013 y en 452% a la de 2012.

Los trastornos en los que puede caer una economía donde el billete de mayor denominación vale muy poco preocupan al Banco Central que ya ha recibido informes elaborados por firmas extranjeras donde le advierten que en vista del acelerado incremento de los precios, durante los próximos cinco años, será necesario elaborar piezas de doscientos, quinientos y mil bolívares.

De lo contrario, a la vuelta de dos años los billetes de cien bolívares representarán más de la mitad de las piezas en circulación y se requerirá una cantidad inmanejable de billetes para ir al abasto, la tintorería o el supermercado.

En abril 26% de los billetes en circulación eran de cien bolívares y siete años atrás solo representaban 4%, una tendencia meteórica.

Los expertos en el tema monetario también han recomendado eliminar los billetes de dos y cinco bolívares y sustituirlos por monedas o en su defecto comenzar a elaborarlos con sustrato de polímero para prevenir el deterioro de las piezas porque en vista de que crece la velocidad de circulación del dinero, serán empleados en más transacciones durante el mismo período de tiempo.

Si bien el pago con tarjetas de débito podría ser una opción para postergar la emisión de billetes de elevada denominación, en Venezuela estos instrumentos aún requieren de mayor masificación para alcanzar a las zonas populares donde la mayoría de los comercios no posee puntos de venta, aparte de que al cierre de junio del año pasado, de acuerdo con un estudio de la Superintendencia de Bancos, 36 de cada 100 venezolanos mayores de edad no tiene una cuenta bancaria.

El directorio del Banco Central ha mantenido oculto el reporte de inflación donde los técnicos registran que entre abril de 2013 y abril de este año la inflación experimenta un salto de 61,5%, y nada hace pensar que la tendencia al alza de los precios perderá impulso porque no hay buenas noticias desde el lado de la demanda, la oferta y el costo del dólar.

Sumergido en un desequilibrio donde el gasto supera el ingreso por exportaciones petroleras y el pago de impuestos, el gobierno de Nicolás Maduro le pide al Banco Central que imprima bolívares sin respaldo. El resultado es que más billetes detrás de pocos productos se traducen en un incesante aumento de precios.

La oferta no puede acompañar a la demanda inflada por la inyección de bolívares porque en medio del estancamiento de la producción petrolera, la entrega de barriles con descuento a países aliados y un tipo de cambio artificialmente barato que dispara las solicitudes de dólares, el Gobierno recortó la entrega de divisas a un sector muy importante de la manufactura que sufre por la falta de materia prima.

La cantidad de automóviles ensamblados en los primeros cinco meses de este año es 85% inferior a la del mismo lapso de 2013 y la industria química que elabora materiales esenciales para la actividad de un gran número de empresas como tintas, gas refrigerante, pegamentos, resinas, pinturas y aceites lubricantes sufrió un descenso de 50% en la producción.

Al mismo tiempo el precio de los productos importados aumenta velozmente porque la demanda de dólares se ha hecho insostenible y cada vez son más los sectores que dejan de recibir divisas al tipo de cambio preferencial de 6,30 bolívares y deben acudir al Sicad I y II donde el dólar se cotiza a 10 y 49.

Antonio Camilli
tonycamillis@gmail.com
@antoniocamilli

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domingo, 11 de mayo de 2014

PEDRO PALMA: ADVERSIDAD ECONÓMICA

Los comportamientos de una serie de variables económicas fundamentales de Venezuela durante el año 2013, recientemente publicados por el BCV, demuestran que estábamos en lo cierto cuando a comienzos de ese año advertimos en esta misma columna que los manejos de la cuestión económica que se esperaban “generarían mayores presiones inflacionarias y restringirían el nivel de actividad económica, pudiéndose producir circunstancias de estancamiento o de recesión. Todo ello se reflejaría negativamente sobre la población, produciéndose mermas en la capacidad de compra, y desmejoramiento de las condiciones de trabajo.”

Lo que advertimos en los primeros días de enero del año pasado se cumplió a cabalidad. La inflación, medida por la variación del índice nacional de precios al consumidor entre diciembre de 2012 y diciembre de 2013, se ubicó en 56,2%, nivel substancialmente mayor que el 20,1% del año precedente.

En el caso de los alimentos la situación fue mucho más grave, ya que, de acuerdo a lo reportado por el instituto emisor,  los precios de esos rubros aumentaron 75,8% en el período analizado, haciendo que la mayor presión inflacionaria recayera sobre el segmento de menores ingresos de la población, cuyos miembros tiene que destinar un mayor porcentaje de su exiguo presupuesto familiar a la adquisición de esos productos fundamentales.

El nivel de actividad económica también mostró un comportamiento adverso, ya que el crecimiento del PIB real fue tan sólo 1,3%, lo cual implicó una contracción en términos per cápita. Más aún, cuando se analizan los crecimientos de las producciones sectoriales, se obvia que el nivel de actividad de los sectores transables, es decir, aquellos que producen bienes que pueden ser objeto de comercio internacional, tales como la manufactura, la minería y la agricultura, experimentaron importantes contracciones, particularmente en el caso de los sectores industriales productores de alimentos y de otros bienes de consumo.

Del lado de la demanda se observó un comportamiento disímil, ya que la inversión bruta fija experimentó una contracción del 9%, mientras que el consumo privado creció 4,7%, esto último debido, en buena medida, a la enorme expansión monetaria que produjo el dislocado gasto público, y el financiamiento irrestricto de buena parte del mismo por el BCV a través de la creación masiva de dinero inorgánico sin respaldo.

Como es fácil inferir, un crecimiento importante de la demanda, en este caso del consumo privado, y una contracción de la producción interna de bienes, genera escasez y presiones alcistas de los precios, máxime cuando el volumen de las importaciones también experimentó una importante contracción, calculada por el BCV en un 9,7%.

Todo lo anterior se reflejó negativamente sobre la población, la cual sufrió una severa contracción en la capacidad de compra de los ingresos que percibe.

En efecto, de acuerdo al índice de remuneraciones publicado por el BCV, en 2013 el poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores cayó 5,8% con respecto al año precedente, ya que el aumento de aquellas remuneraciones fue menos intenso que el incremento de los precios. Esto, combinado con las restricciones a la generación de empleo debido a la recesión y a la menor inversión, explican el deterioro sufrido por el sector laboral.

Como ya lo dijimos en nuestro primer artículo de 2014, en el que como ya es costumbre presentamos nuestras predicciones para el año que recién comenzaba, todo parece indicar que en el presente año sufriremos las mismas adversidades que en 2013, o incluso las padeceremos con mayor intensidad, ya que las distorsiones creadas por las erradas políticas del pasado, o las acciones tendentes a corregir los graves desequilibrios que esas políticas han ocasionado, nos condenarán a padecer mayor inflación, recesión y deterioro de la calidad de vida.

Pedro Palma
@palmapedroa.

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sábado, 3 de mayo de 2014

ALEX VALLENILLA, UNA TAPA DE UN FRASCO VALE MÁS QUE UN BOLÍVAR

Maduro ha estafado al pueblo con 30% de salario mínimo

Es demagógico que en las actuales circunstancias económicas tanto del lado del Ejecutivo, como del sector de oposición agrupado en la MUD, se hable de incremento de salario mínimo. Con lo que hace hoy el castrocomunismo con nuestra moneda, es una estafa al pueblo y directamente a los pobres, quienes no acumulan riqueza ni se protegen de los efectos inflacionarios sino que sólo consumen.

Se recuerda el caso de la Operación Bernhard en la Segunda Guerra Mundial, cuando el coronel de las SS Bernhard Krüger falsificaba la libra, para provocar inflación en la economía de Inglaterra. Fue tal la operación que en un banco de Londres se hizo un depósito, se solicitó que se probara si el dinero era falso y este pasó la prueba. Inglaterra tuvo que cambiar las series de sus billetes al final.

En Venezuela, Nelson Merentes puede ser considerado el “Krüger latino”. En Venezuela hay una operación de impresión de dinero de manera descarada por el Banco Central de Venezuela, una excesiva emisión de dinero que ha destrozado los salarios, las empresas, al mismo gobierno, llevando al país a una de sus peores crisis conocidas en los últimos 80 a 100 años.

Nicolás se ha burlado del pueblo con el aumento del salario mínimo en 30%, cuando hay un país que en los últimos 12 meses todos los precios avanzaron entre 250% y 300%. El Ejecutivo lanzó una tasa de dólar (Sicad 2) con aumento de casi 700% contra el dólar oficial en el Cencoex, saque sus cuentas.

Esto es deliberadamente una estafa. Imprimen dinero para financiar el déficit del gobierno, ese mismo dinero produce la inflación que se tiene y con el mismo dinero ya devaluado, aplican un aumento pírrico que sencillamente genera más pobreza en el país.

Ellos mismos lo han dicho: “Nunca antes el venezolano había tenido tanto dinero”. Por supuesto, si lo imprimen de manera irresponsable y lo inyectan a la economía.

En una economía en que no hay productos porque destruyeron la capacidad productivas de las empresas, ¿Hace falta más dinero? No. Los venezolanos no harán nada con ese 30%, por un lado porque no compensa el avance de los precios de todo y por otro porque sencillamente no hay qué comprar.

Trabajadores y empresarios han debido unir esfuerzos para obligar a Nicolás a volver a la “tripartita”, aquella que se reunía para debatir sobre los salarios. No es más dinero inorgánico lo que va a resolver esta crisis en la que transita el país. Se necesita más oferta de bienes y servicios, pero con la política económica del modelo que dirige Maduro, eso es casi imposible hacerlo.

El dinero es un medio de compra, que sirve para el intercambio de bienes y servicios, creados por los medios de producción, si no hay bienes y servicios, el dinero se vuelve inservible, por eso una tapa de aluminio de un frasco de un envase de vidrio de 200 gramos, vale 150% más que un bolívar.

Hoy muchos trabajadores, públicos y privados, deberían estar cantando loas, “¡Así!, ¡Así!, ¡Así es que nos estafan!”, “¡Así!, ¡Así!, ¡Así es que nos estafan!”, “¡Así!, ¡Así!, ¡Así es que nos estafan!”.

Alex Vallenilla
alexvallenilla@gmail.com
@alexvallenilla
CNP16478

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lunes, 7 de abril de 2014

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, LA ILUSIÓN MONETARIA DEL VENEZOLANO.

El estado de ánimo de la sociedad está íntimamente vinculado a la evolución de la economía real, y a la percepción sobre el comportamiento “nominal” del dinero y su cambio “real” lo cual conforma una ilusión monetaria si tal acción se desarrolla en un escenario inflacionario; siendo que la mayor ilusión se genera cuando el Gobierno crea en los ciudadanos una sensación de “bonanza real”  mediante un aumento persistente de la liquidez monetaria, cuyo efecto pronto desaparece ante inelásticas respuestas del aparato productivo en su función generadora de la oferta, y ante fallas en la política de importaciones como alternativa complementaria de la oferta doméstica. 

Pensaba Marx que la Realidad Social imperante a
nuestro alrededor, en concreto las condiciones
 de Vida Material, son las que determinan
nuestra conciencia.
Es de señalar que la inflación es la principal destructora de las expectativas favorables  que se generan al producirse, por ejemplo, un incremento de sueldos ( y de pensiones y jubilaciones) que en un primer momento se traduce en un estimulo al consumo de bienes y servicios (esperanza por comprar más que antes), en razón de tener “más dinero en el bolsillo” lo cual en la práctica se convierte en un efecto irreal ya que la erosión inflacionaria reduce el poder adquisitivo en un grado mayor que la mejora de los ingresos; o lo que es lo mismo, al restarle el efecto inflacionario al incremento salarial, el aumento efectivo de los sueldos resulta muy reducido o incluso negativo habida cuenta que dichos incrementos salariales son administrativamente escalonados  mientras que la inflación es día a día con el consecuente deterioro del poder adquisitivo real.

En un escenario inflacionario (como es el caso venezolano) emerge el endeudamiento como otro tipo de ilusión monetaria, ya que la gente piensa que va a ganar más en el futuro y por tanto adelanta las compras mediante operaciones de crédito (superior al 60%); hecho que se perfila con mayor intensidad cuando una familia no tiene capacidad de ahorro y más del 70% de sus ingresos los destina al consumo de alimentos. Ha de destacarse que la ilusión monetaria tiene un negativo efecto no sólo para los consumidores, sino para la economía en general ya que al incrementarse la demanda como consecuencia de un aumento en los ingresos de los consumidores sin la existencia de una oferta para satisfacer esa mayor demanda, la obviedad demuestra que se producen nuevos incrementos de precios dados por la escasez reduciendo aun más el poder adquisitivo del “atormentado” consumidor. Tal “ajuste de precios por inflación” es económicamente injusto y  socialmente  desigual ya que castiga con mayor intensidad a las clases sociales más desprotegidas, lo cual impulsa hacia nuevos errores de política gubernamental como el mantener artificialmente bajo los precios (soslayando la inflación de costos y la inercial) que más temprano que tarde tendrán que ajustarse a la luz de la inflación acumulada y reprimida dentro de la estructura de costos de las empresas; a menos que el Gobierno tenga la ilusión  que los trabajadores acepten una caída del salario real.

Venezuela presenta un alarmante exceso de dinero en circulación (liquidez monetaria) que en mucho no se traduce en producción de bienes y servicios, muy por el contrario se “compensa el desequilibrio” mediante la inflación al desestimular el deseo de comprar ante la elevación de precios. Tal situación se visualiza con claridad al observar que el porcentaje de exportaciones del sector privado apenas supera el 2% del total exportado por el sector público (98%), donde el sector petrolero representa un 95%, que a la postre facilita configurar una economía de puertos (la mayoría de la oferta domestica es importada) y ratifica nuestra condición de país rentista, situación que ha generado en los últimos 15 años ingresos fiscales por un monto superior a los USA$ 1,3 billones (millones de millones) para un promedio anual de USA$ 72 millardos, quedando suficientemente claro que el dinero por sí mismo no genera riqueza material ni bienestar social.  Resulta de sumo interés indicar que en el lapso 2003-2013 las reservas internacionales se incrementaron en apenas un 9,7%, mientras que durante el mismo lapso la liquidez monetaria creció en ¡¡ 2.980% !! , y durante el periodo 1997-2013 el crecimiento acumulado mostró un ¡¡ 10.480% !!, y en lo atinente al 2012-2013 aumentó en un 69% hasta ubicar el circulante monetario para enero 2014 en más de 1,5 billones de bolívares, fundamentalmente inducido por el financiamiento del BCV a distintos entes del sector público, así como por el alto nivel de gasto público que para 2014 se sitúa en un monto superior a los 665.000 millones de bolívares, el cual es cubierto en gran proporción con dinero inorgánico.

A tenor de lo expuesto, se puede concluir sobre la necesidad de reducir el exceso de liquidez como condición básica para instrumentar algún tipo de política antiinflacionaria. De igual modo, y situándonos en el campo de la obviedad, ha de quedar claro  que las políticas basadas en un estimulo a la demanda (con intenciones soterradas en materia electoral) sólo induce una “ilusión de crecimiento económico y de bienestar”, ya que el crecimiento económico real (condición indispensable para el desarrollo sustentable) es motorizado mediante políticas que impulsan la oferta, a la luz del aumento sistemático de la producción interna y no asumiendo una sumisión hacia las importaciones.

Jesús Alexis González     
Jagp611@gmail.com
@jagp611

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martes, 4 de marzo de 2014

GABRIEL BORAGINA, ECONOMÍA Y POPULARIDAD POLÍTICA

La economía tiene sus propios instrumentos para medir la popularidad política de un gobierno. Mecanismos -a mi juicio- mucho más precisos y confiables que los más conocidos (que son las tan famosas encuestas o sondeos de opinión).
Por "popularidad" entendernos aquí el grado de aceptación, apoyo o consenso del que goza un determinado gobierno en un país. Utilizaremos -en lo que sigue- todos estos vocablos como sinónimos.
La economía estudia la acción humana como tal, sin interesarle los motivos o razones por los cuales las personas actúan en cierto sentido y no en otro. Analiza el comportamiento concreto de los individuos, ya sea en una dirección o en otra diferente, y saca conclusiones a la luz de las categorías a priori implicadas en dicha acción.
Teniendo pues como base dicha acción humana, el estudio analítico de ciertas variables observadas con cuidado a lo largo de un periodo determinado, permite conocer -con una aproximación bastante exacta- el grado de aceptación o de rechazo de las políticas implementadas por un gobierno, y por lo tanto, el nivel de su popularidad o impopularidad.
La ventaja de medir la popularidad de un gobierno por medio de las herramientas que nos ofrece la economía, es que posibilita hacer un seguimiento casi día a día de aquella, y nos brinda una lectura mucho más fiel que el resultado de las elecciones políticas, que se dan muy espaciadamente cada dos o más años.
Algunos indicadores son extremadamente reveladores. Por ejemplo, una alta tasa de evasión fiscal muestra a las claras un elevado rechazo popular de las medidas fiscales adoptadas por el gobierno y viceversa.
Otro tanto sucede con el aumento de los precios de los bienes de consumo y de capital, ya que suelen exteriorizar insuficiencia de la oferta de los mismos, derivada generalmente de la falta de inversiones, la cual -esta última- es, la mayoría de las veces, consecuencia de fallas institucionales (la más típica de todas la inseguridad jurídica, generada por ataques del gobierno a la institución base de cualquier economía: la propiedad privada).
La inflación también tiene mucho que ver con el fenómeno anterior. Para no perder popularidad (o para recuperar la popularidad perdida) los gobiernos suelen acudir al acrecentamiento del gasto público. Para financiarlo, el gobierno sólo puede hacerlo a través de tres instrumentos: impuestos, empréstitos e inflación. Si todos estos parámetros no cesan de aumentar, ello implica que el gobierno está luchando para no perder popularidad (o para recuperar la perdida) como dijimos. El conjunto de estas medidas -adoptadas generalmente en forma simultánea- ocasiona incrementos y distorsiones continuos en los precios, y a la larga o a la corta, extiende la impopularidad del gobierno que echa mano de las mismas. Si vemos que estas variables se salen de cauce, podemos concluir sin demasiado margen de error, que el gobierno viene en picada en materia de popularidad.
Otro ejemplo es la llamada fuga de capitales, que denota pérdida de confianza en el gobierno de cuyo país los capitales huyen a paso firme. El hecho tiene estrecha relación con las violaciones reiteradas a la propiedad privada por parte de los gobernantes, las que –naturalmente- ocasionan la denominada inseguridad jurídica, y que -a su turno- provoca la salida de los capitales (grandes o pequeños) a lugares más confiables. Aquí debemos incluir las migraciones de mano de obra ("capital" humano o fuerza laboral indistintamente). Si el gobierno gozara de mayoritaria popularidad, esto obviamente no sucedería.
"Ahora, año tras año, el gobierno expropia más de 40 por ciento de los ingresos de los productores privados, lo que hace que incluso la carga económica impuesta a los esclavos y siervos parezca moderada en comparación. El oro y la plata han sido reemplazados por dinero de papel fabricado por el gobierno, y a los estadounidenses se les roba continuamente su dinero a través de la inflación. El significado de la propiedad privada, alguna vez aparentemente claro y fijo, se ha convertido en oscuro, flexible y fluido. De hecho, cada detalle de la vida privada, la propiedad, el comercio y la contratación está regulado y re-regulado por una creciente montaña de leyes de papel (la legislación). Con el aumento de la legislación, se ha creado cada vez más inseguridad jurídica y riesgos morales, y el caos ha sustituido a la ley y al orden."[1]
Si tal es la situación en los EEUU, hay que tener en consideración que en el resto del mundo es muchísimo peor (especialmente si pensamos en Sudamérica, África, Asia y Oceanía), lo que hace que las migraciones, tanto de capital como de mano de obra, se desplacen hacia el país del norte. Pero por otro lado, es innegable que existen diferencias relativas entre los distintos gobiernos, aun dentro de un mismo país, y que los gobernados no son siempre ajenos a las medidas que la cita anterior menciona.
La popularidad de un gobierno decrece en relación directamente proporcional al perjuicio económico que sus disposiciones van provocando en cada uno de los habitantes del país bajo su esfera de jurisdicción. Superado cierto punto crítico, la popularidad cae a cero.
Como es sabido, todos los sucesos económicos no se dan ni se encuentran en "compartimentos estancos", ni son absolutamente independientes el uno del otro, sino que responden a relaciones causales que los vincula a unos con otros, ya sea de forma mediata o inmediata. De tal suerte que, de no adoptarse las correcciones en el rumbo de una o más variables fuera de control, mas tarde o más temprano tendrá su repercusión en una o más de las restantes distintas a la primera.
Estos indicadores económicos son mucho más claros y más fidedignos que las interminables y aburridas peroratas de los políticos delante de micrófonos hablando "maravillas" de ellos mismos sin cesar, a la que nos tienen acostumbrados.
 [1] Hans-Hermann Hoppe. "Sobre la Imposibilidad de un Gobierno Limitado y Perspectivas de una Segunda Revolución en América". Artículo publicado en el Blog del Instituto Mises - Articulo Diario – Junio 28 de 2008, Pág. 7
Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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miércoles, 26 de febrero de 2014

GABRIEL S. BORAGINA. EL PODER Y LOS PRECIOS

En el interminable debate "inflación-control de precios" siempre se perfilan dos versiones claramente definidas: la del gobierno -por un lado- y la de los empresarios, productores y comerciantes (en adelante EPC) -por el otro- por las cuales se atribuyen distintos "culpables" del aumento de los precios. En realidad, el segundo grupo (EPC) se divide -a su vez- en dos subgrupos: uno que acusa al gobierno de la inflación y el otro que acusa a otros EPC de la misma (este subgrupo parece más numeroso que el anterior).
Todos los mencionados anteriormente concuerdan -sin embargo- en que la inflación es un mal y que debe ser suprimido, o por lo menos reducido. También coinciden -en general- en que la inflación es "el aumento generalizado de los precios" (lo que es un error).
Un gobierno se caracteriza por detentar el poder político, y en ese poder encuentra la base de su legitimación como gobierno. Ahora bien, posicionados momentáneamente en el punto de vista del gobierno, si este no se considera responsable de la inflación e insiste que son los EPC los causantes de ella, se supone que debería tener el poder suficiente como para suprimirla o reducirla ("para eso" es gobierno según los estatistas) en el caso que los EPC se negaran a bajar los precios por su propia cuenta. Es más, en realidad, el supuesto implica que debería haber tenido el poder de evitar que la inflación apareciera en escena.
Siempre analizando el caso desde esta óptica (estatista), si la inflación no pudo ser sorteada, apareció y se mantiene, es evidente que el gobierno no tuvo el alegado poder de impedirla, reducirla o suprimirla. Si el gobierno no tiene ese poder, o -si lo tiene- no lo ejerce, no queda duda que es falso que tenga ese poder que dice poseer. El poder -a su turno-, se basa en el presunto "consenso" de los gobernados. Si no tiene poder significa que no tiene ese consenso. Ergo, si no tiene poder para bajar los precios (o al menos frenar que sigan subiendo) es porque carece de tal consenso.
Entonces ¿para qué nos sirve un gobierno que carece de poder para algo tan en apariencia "sencillo" como es inmovilizar los precios? Y si tuvo ese poder antes, y ahora no lo ejerce es porque lo ha perdido y ya no lo tiene. Conclusión: el gobierno es impopular (por haber perdido el consenso para ejercer su poder).
Aquellos que se posicionan en la falsa teoría de que los "acuerdos de precios" serían "cumplidos" simplemente porque lo pide o lo exhorta el gobierno, admiten indirectamente -y sin casi quererlo- que el gobierno carece de poder para detener el aumento de precios (porque depende de que los empresarios, productores y comerciantes -EPC- "deseen" cumplir con aquellos acuerdos). El verdadero "poder" del gobierno sale a luz cuando los acuerdos de precios son "violados" y el gobierno no puede hacer nada por imposibilitarlo.
Si contener la suba de precios dependiera exclusiva y sencillamente de un acuerdo voluntario entre los EPC ¿para qué se necesita al gobierno como "parte" de ese pacto? Los empresarios se habrían puesto de concierto antes entre ellos. Ergo: no es esa la razón por la cual los precios suben.
Si los "especuladores" (como gusta llamarlos el gobierno) logran aumentar siempre los precios sin que el gobierno pueda hacer nada para conjurarlo (más que acusar de ello a esos "especuladores") es evidente que no tiene ningún poder para evitarlo. Y un gobierno sin poder (sin consenso) no es gobierno alguno. Significa que ese "gobierno" no está gobernando nada en rigor. Lo que en esa situación -en los hechos y desde el propio punto de vista del "argumento" estatista- estarían gobernando son aquellos denominados "especuladores". Y si los "especuladores" son los que "gobiernan" eso no significa otra cosa que el fracaso del gobierno político (formal) por pérdida de consenso (pasado a los "especuladores"). Porque, dado que no se puede gobernar sin el apoyo del pueblo, si los que realmente "gobiernan" son los "especuladores" es porque son ellos los que tienen el verdadero apoyo del pueblo (consenso) y no lo tiene el gobierno formal. Ergo –nuevamente- quiere decir que el gobierno es impopular.
Hasta aquí, el análisis suponiéndonos posicionados en la propia "versión" del gobierno acerca de "quién" seria "el culpable" por la inflación. Desde el propio punto de vista del gobierno se llega a la conclusión de que el gobierno no sirve para nada, porque no tendría (ni tiene) el poder (por falta de consenso) de evitar un mal social como es la inflación. Ya que significaría que los EPC tienen más poder que el gobierno, por lo que el gobierno debería renunciar e irse, ya que un gobierno sin poder por falta de consenso ha perdido legitimidad y fácticamente no está gobernando nada y a nadie. No cambia esta conclusión suponer que la inflación es un problema grave o leve. Lo que analizamos aquí es el poder (o la falta de él) del gobierno.
Por supuesto que sabemos que la inflación es siempre causada por el mismo gobierno, y jamás es originada ni por los EPC ni por los "especuladores". Estos son víctimas de la inflación y no victimarios. Y el único poder real que si, posee el gobierno, es el de dejar de causar inflación, de donde se deduce que ningún gobierno puede (ni pudo) nunca "controlar" ni "congelar" precio alguno (salvo por muy breve lapso), pero si poseyó y posee un poder que no suele ejercer: el de evitar la creación primaria y secundaria de dinero, que es la verdadera y única causa del fenómeno inflacionario.
Desde nuestro propio punto de vista, si un gobierno no puede dejar de crear dinero fiduciario (que es un mal social) es que ha "perdido" ese poder, porque -en rigor- lo ha cambiado por otro: el poder de enriquecerse a costa de la sociedad, ya que la inflación es un impuesto encubierto, que pagamos todos, menos los gobernantes que se prosperan a costa del pueblo mediante la inflación.
Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com

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