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martes, 11 de agosto de 2015

JOSE ERNESTO PONS BRIÑEZ, ENCUENTROS Y DESENCUENTROS EN LA GUAJIRA

Una vez asistido en calidad de ponente al II Encuentro Binacional de Saberes en la Universidad Uniguajira donde se trataron los temas de Desarrollo Social y Económico en América Latina; logramos con exactitud entender las realidades de la Guajira tanto colombiana y en contraste, la venezolana. Pueblos que luchan por su encuentro en el marco de su identidad étnica, cultural, social y económica, para así lograr la solución de tantos problemas en los que yacen sumergidos desde hace muchas décadas.

Si bien la compleja red de factores que conforman estas realidades, sumamos la ineficiencia de los Estados en dar respuestas y concretar planes para desarrollar realmente estos territorios, en cambio, han sido víctimas del paternalismos de Estado, el asistencialismo crónico y la dádiva como muestra de generosidad, obviando así, sus verdaderos derechos sociales en el marco de Colombia y Venezuela. Lo cual, conlleva a muchos ciudadanos a dudar de las buenas intenciones y ver en todo lo que se realice, un “vil” negocio de los jefes de turno.

Revisando los esfuerzos de ambos países en ofrecer las oportunidades a estos pueblos y sus encuentros; han servido para mostrar más sus desaciertos en tales prácticas; pasando por quienes creen ser la solución de los problemas hoy, son evidentes los problemas que han generado en su participación. Los desencuentros deberán de convertirse para estos pueblos como la señal de buscar en nuevos derroteros e iniciativas y donde se garanticen los encuentros en esta amalgama de colores y tamices que representan la Guajira Colombo-Venezolana.

Un punto de coincidencia es entender que en esta compleja realidad, la necesidad de actores, instituciones, personalidades y en general, de participantes; deberá ser parte del conjunto de factores que viven en esta hermosa región latinoamericana. Por otro lado, el rol de las universidades que proporcionen la objetividad y los juicios más imparciales, acompañados por el “deber ser” de la academia, el conocimiento y la gran capacidad de consensuar sin mezquindad en las soluciones que requieren un juicio de valor o propuesta técnica.

Además de lo señalado, estamos ante retos protagónicos de la sociedad en general, la participación y entender el engranaje bajo pautas metodológicas, permitirán consolidar los resultados ante la presencia de las estructuras de los estados de Colombia y Venezuela, que irán a ese encuentro a normalizar y acceder a la iniciativa social de ambas Guajiras. Sin ser protagónicos en la evolución.

Una vez entendido el rol ciudadano en esta búsqueda de soluciones, estarán planteadas las metas a corto, mediano y largo plazo que requieren procesos de tal magnitud. Mientras no se decida a hacer nada, el “Macondo” guajiro de ambos lados seguirá en el infortunio de la limosna gubernamental o la dádiva de sectores que solo buscan mantenerse en ese rol. Es además preciso conocer lo que hay y crecer con la suma de voluntades que se requieren para tan gigantesca empresa. Por una Guajira d todos.

Jose Ernesto Pons Briñez
joseponschene@hotmail.com
@joseponsb

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domingo, 13 de julio de 2014

CARLOS BLANCO, OBERTURA 1814-2014, TIEMPO DE PALABRA


JOSE TOMAS BOVES
Habrá que agradecer a los patriotas de 1814 que no oyeran a los que decían que, ante el avance de Boves y los demás carniceros que lo acompañaban, había que renunciar a la independencia del imperio español. Si los acontecimientos se vieran en la exclusiva perspectiva de un instante, el de ese 1814, alguien podría haber dicho que el objetivo no se había logrado y que, por tanto, había que abandonarlo y seguir en la conservación de los derechos de Fernando VII. Similar situación le ocurrió a Chávez en 1992: los objetivos no se habían conseguido, "por ahora" y ya se sabe que el hombre no cejó hasta alcanzarlos.

Igual puede argumentarse de "la salida" que tanto temblor causa. Se planteó al país que había que reemplazar el régimen actual de manera constitucional y lo más pronto que fuese posible, para lo cual se propusieron asambleas ciudadanas que discutieran los métodos (renuncia de Maduro, constituyente, referendos consultivo y revocatorio, etc.) que pudieran conducir a unas nuevas elecciones presidenciales anticipadas, con un CNE decente. 


El hecho de que todavía no se haya logrado el objetivo, en 6 meses, no quiere decir que no sea correcto plantearlo ni que no se pueda lograr en un futuro relativamente inmediato, ante el colapso ya obvio del régimen. En el marco de la reconstrucción de la unidad opositora la forma, la táctica, los modos, pueden y deben variar, pero ya se admite -de acuerdo con el padre Luis Ugalde- que es una irresponsabilidad pretender que la actual situación continúe hasta las próximas elecciones de 2019.


No se puede obviar la secuencia histórica. Hubo cuatro hechos no conectados inicialmente entre sí que crearon las condiciones para el estallido de las firmes manifestaciones de descontento nacional: la protesta estudiantil de enero en Táchira y Mérida, el llamado a "la salida" realizado el 2 de febrero, la manifestación convocada por los dirigentes estudiantiles para el 12 de febrero -apoyada por toda la dirección política democrática, incluida la MUD- y lo que ocurrió después de terminar la manifestación de ese día, cuando agentes asesinaron a dos ciudadanos. Esta conjunción imprevista de circunstancias determinó que se descorriera el velo del malestar y estallara ese majestuoso levantamiento, principalmente de la juventud, en los primeros meses de 2014. 


¿Errores? Sin duda los hay. Pero, jamás se pueden atribuir las muertes generadas por la represión a los opositores que apoyaron las protestas, enmarcadas como están en inalienables derechos ciudadanos. Hubo un despertar al terrible costo de muertes, heridos y presos generadas por la represión de lo que solo pocos dudan en calificar de dictadura. Se movilizó la opinión internacional y emergieron liderazgos. El diálogo finalmente frustrado se presentó como una tenue posibilidad bajo el estímulo de esas protestas, porque la comunidad internacional, alarmada ante la represión oficial, se movilizó.

La protesta ocurrió en el marco de una fragmentación de lo que había sido la unidad opositora. A la crisis de la calle se añadió el debate, muchas veces áspero y agrio, dentro de los demócratas. Sin embargo, puede decirse que hoy en todos los sectores de la oposición hay una voluntad de entendimiento y reestructuración unitaria que, sin duda, debe llevar a ajustes y rectificaciones por parte de todos.

LA OPINIÓN PÚBLICA.


Alfredo Keller es un respetable estudioso de la opinión pública. Realizó una encuesta el segundo trimestre del año, cuyo trabajo de campo ocupó la segunda quincena del mes de mayo. Es una encuesta de cobertura nacional urbana rural de 1200 casos. Allí este estudio detectó un deterioro del régimen mientras se desarrollaron las protestas:

1. La crisis generalizada ha acentuado el tono de la demanda de cambios. Si hace un año (marzo 2013) 73% de la población creía que era necesario hacer cambios en el país, ahora tenemos 79%. Este crecimiento no es relevante como sí lo es el tono de la demanda pues de 33% que aspiraba a que esos cambios fueran "radicales" hemos pasado a 55%; esto es, un crecimiento en la intensidad de los cambios de 22%.

2. Para mayo de este año 48% dijo que lo que hay que cambiar es al gobierno mismo mientras que 46% decía que lo que hay que cambiar son las políticas a las que se le atribuye la crisis. De esta manera, 94% de los venezolanos coincide en que las cosas no son como debieran ser y eso es, prácticamente, todo el mundo, incluyendo a buena parte del chavismo.

3. El 55% de los venezolanos cree que no basta con cambiar los líderes sino que es necesario cambiar también el modelo del sistema político y económico.


4. Para lograr estos cambios necesarios 43% admite que no basta esperar a unas próximas elecciones sino que es necesario hacer exigencias y protestas de calle, indicador que muestra el elevado grado de legitimación de los eventos que han ocurrido en el país desde febrero. En este sentido, solo 13% dice de manera espontánea que el objetivo de la protesta es el de crear un caos o un colapso en el país, siendo ésta una respuesta típica del chavismo más radical.

5. No es de extrañar, por tanto, que 65% esté justificando las protestas de calle; justificación que comparte 95% de quienes se dicen opositores, 79% de independientes o neutrales y 29% de chavistas que, indiscutiblemente, también sufren la crisis.


6. Es evidente que la protesta ha bajado su intensidad en comparación con febrero y marzo pasados. No obstante, hay 39% de los ciudadanos (75% entre los opositores) que creen que las protestas deben mantenerse como medida de presión ante el Gobierno; especialmente porque 44% cree que el diálogo no conduce a nada (65% entre opositores, 36% entre neutrales y 29% entre chavistas).

7. Finalmente, sobre el tema de la violencia, la gran mayoría de los venezolanos (62%) responsabiliza al oficialismo de ser el causante de los muertos y heridos mientras que solo 25% lo atribuye a la oposición.

RECONSTRUCCIÓN.


Ni las luchas sociales ni la unidad se diseñan en laboratorios. Parece paradójico, pero no lo es: la exigencia unitaria emerge cuando existe división o fragmentación. La unidad no es un sólido bloque de metal sino un flujo constituido por miríadas de encuentros y desencuentros; hay unidad cuando prevalecen los primeros y no la hay cuando prevalecen los segundos. Ha ocurrido muchas veces en esta larga lucha. Ahora se impone un nuevo momento unitario, todos los factores están conscientes de la gravedad del momento, y trabajan en esta dirección. Hay iniciativas que se discuten entre todos los partidos y organizaciones de la sociedad civil. Existe ánimo convergente. Hay conciencia del derrumbe y las fuerzas democráticas tienen que estar unidas para la transición. Transición que será posible y pacífica con la participación de dirigentes de ambas aceras del conflicto.

Twitter @carlosblancog

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martes, 8 de julio de 2014

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA, ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

A  Luis Ugalde, SJ

Obvia afirmar que comparto y aplaudo la valiente afirmación de Luis Ugalde, a quien aprecio y admiro, acerca de la imperiosa y vital necesidad que tenemos quienes amamos a Venezuela y deseamos lo mejor para ella y sus hijos – nuestros hijos - de salir de Nicolás Maduro y su infame gobierno cuanto antes. Ese cuanto antes afirma una urgencia paulina, visto que el imperativo de implantar el reino de Dios sobre la tierra no puede ni debe ser postergado ad aeternum. La felicidad de los venezolanos es una categoría moral y una exigencia que no admite dilaciones. Construir la paz y la solidaridad y la concordia entre sus ciudadanos tan pronto como nos sea posible, sobre bases tan sólidas que imposibiliten recaídas futuras en la barbarie.

           
Es un imperativo como para ilustrar e iluminar a nuestras dirigencias, tentadas desde siempre a la improvisación, el inmediatismo, la incuria. Y a la peor de todas sus perversiones: la pusilanimidad ante las adversidades, el desvío ante el enfrentamiento contra nuestras taras y males. La fácil disposición a la connivencia, el acomodo, la transa, rehuir las grandes decisiones y postergarlas para más adelante, a ver si entre tanto se han resuelto por si solas. Todo lo cual encuentra perfecta cohabitación con el electoralismo. Si fuera por dichos liderazgos, a esperar las elecciones de diciembre de 2015 y a las presidenciales de diciembre de 2019. Y a las que tengan lugar al llegar las calendas griegas. Alguna vez, en algún proceso electoral, ganaran los buenos y perderán los malos.

            Pues ni hablamos de atajos ni de caprichos voluntaristas: hablamos, como lo hiciera Paulo en su Epístola a los Romanos, “del tiempo que resta”. Hablamos de urgencias. Sobreponiéndonos a las inmensas dificultades que entraña enfrentar  no a un régimen que reclama por una transición, como el de Franco tras su muerte o el de Pinochet, ya cumplidas las tareas de resolución de la crisis que lo invocaran. Hablamos de la necesidad de enfrentar “cuanto antes”, en “ el tiempo que resta” a un régimen encaminado por su propia dialéctica a devastar a nuestro país, a nuestra sociedad, a nuestras costumbres, a la totalidad de nuestra forma de existencia: la democracia. Una diferencia capital, irreparable entre la transición del post franquismo a la democracia de consensos, que encontrara en el Rey Juan Carlos un factor dinámico insuperable y en los partidos a unos magníficos aliados, lúcidos y voluntariosos unidos tras la causa común; o de la superación de la dictadura pinochetista, que se había convertido al final de su mandato constitucional - alcanzado el grado de desarrollo que la misma dictadura había propiciado y favorecido mediante la modernización del Estado y todas sus estructuras concomitantes – en un estorbo para ese mismo desarrollo modernizador.

            Tanto la España franquista como el Chile pinochetista sufrieron profundos cambios, que prepararon la infraestructura material y social para una forma de vida superior, estrictamente apegada a preceptos constitucionales. La democracia se hizo, en ambos regímenes, una necesidad insoslayable. Lo cual fue perfectamente comprendido por las élites, en ambos países. Razón por la cual coadyuvaron a la transición. Y, entre todos, la hicieron posible. Sin un factor aterrador y amenazante que dispusiera de todos los poderes y no mostrara la menor disposición a la capitulación. Pues de capitular, pierde el poder, pierde las riquezas, pierde el sostén que le brinda y le permite sobrevivir a la tiranía cubana. Una burusa…

            La razón es de orden estructural: ni Franco ni Pinochet pretendieron lo que Lenin, Mao y Fidel Castro llevaron a la práctica y Chávez intentara hasta más allá de su muerte: la destrucción total de sus sistemas de convivencia sociopolítica para construir el comunismo. Muy por el contrario, Franco y Pinochet establecieron la dictadura comisarial para impedirlo. Una vez cumplido el propósito, perdieron toda vigencia histórica.

            Nada, absolutamente nada que ver con un régimen como el chavista, ahora en manos de Nicolás Maduro, Cuba y las Fuerzas Armadas. Salir de ellos es un imperativo categórico  ineludible, pues su propósito es hacer tierra arrasada de nuestra forma de existencia, la democracia. Ni la muerte – Franco – ni la obsolecencia – Pinochet – juegan en su desfavor. Harán cuanto esté de su parte por imponer su régimen tiránico, así cada día que pasa le sea más adverso y su propósito más lejano.

            Por ello: cuanto antes no significa sentarse a esperar por conversaciones como los pactos de la Moncloa o un Plebiscito como el que terminó por aventar a Pinochet. Nada más lejos de nuestra realidad real. Salir cuanto antes significa unir fuerzas para provocar un profundo cambio sociopolítico, alterar radicalmente la correlación de fuerzas, restablecer el ritmo avasallador de la Revolución de Febrero y adquirir una sumatoria de fuerzas críticas que impongan por los hechos lo que ningún diálogo de buena voluntad hará posible: el desalojo. Como lo ha vivido el país en una innoble y aviesa jugada del régimen, confabulado con los países dominados por el Foro de Sao Paulo, fiel aliado del castrocomunismo, el diálogo ha sido una traición a las aspiraciones populares por implantar en Venezuela un régimen democrático, próspero, legítimo, justo, solidario.

            La realidad, lo sabemos desde Hegel, vive una permanente contradicción entre lo que es – das Sein – y lo que debe ser – das Sollen. Venezuela cabalga a lomos de esa contradicción. Soñar es aspirar a hacer realidad lo que la propia realidad reclama por su existencia. Ya existe como anhelo, como aspiración, como motivo de lucha.  Como memoria viva y actuante. Lo contrario, perseverar en lo que es y caer rendido a los pies de la Omnipotencia de la maldad, es alimentar la pesadilla. Y entre un sueño y una pesadilla, la elección cae por su propio peso.
     

El diablo sabe que no le queda mucho tiempo. Se aparece en diversas formas, pretendiendo seducirnos con lo que es, para mantenernos atado al infierno. Dios nos insta a imponer su reino entre los hombres de buena voluntad hic et nunc, aquí y ahora. Es el tiempo mesiánico. “Cada tiempo es la hora mesiánica (totum illud tempus diem vel horam ese) y lo mesiánico no es el fin cronológico del tiempo – como nos lo contrabandearan HEGEL Y MARX – , sino el presente como exigencia de cumplimiento, como aquello que se pone “a modo de final” (licet non in eo tempore finis, in eo tamen titulo futurum est” (Ticonio). Dios nos conmina desde la vida, muerte y resurrección de Jesucristo a ser felices hoy. No mañana. Es el tiempo mesiánico de nuestros apóstoles. Es el tiempo que resta.

Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
‏@Sangarccs

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viernes, 23 de marzo de 2012

EMILIO NOUEL V: LOS INTERMINABLES DESENCUENTROS MERCOSURIANOS

Como quiera que nos han metido en el berenjenal que es Mercosur sin consultar a los venezolanos, y  sabemos que no por razones económico-comerciales de interés para nuestro país, sino por motivos políticos o geopolíticos del gobierno de turno, no está de más recordar de vez en cuando cómo están marchando las cosas allí, para saber a qué nos someteríamos en la eventualidad de un ingreso definitivo.
Está claro que aún no somos miembros de pleno derecho de ese bloque de integración hasta tanto el senado paraguayo no ratifique el Protocolo de Adhesión, lo que esperamos no haga hasta que el nuevo gobierno venezolano resuelva lo conducente a una renegociación de aquel instrumento mientras ponemos la casa en orden. Es lo menos que podemos pedir a los parlamentarios de aquel país que han mantenido en suspenso ese ingreso, alegando motivos justificados que agradecemos los demócratas venezolanos.
Las dificultades que experimenta nuestra economía, el estado lamentable del aparato productivo público y privado ocasionado por políticas económicas desastrosas, nos obliga a caminar con pies de plomo en lo que a compromisos comerciales internacionales se refiere, sobre todo, en un entorno político y social nacional que después de las elecciones de Octubre próximo será agitado por el calado de las cambios que habrán de ponerse en práctica.
Pero que no se interprete que ese caminar cauteloso y provisional de la nueva administración significa recaer en políticas proteccionistas anacrónicas, ni mucho menos cerrarnos al mundo.
En ése experimento integracionista suramericano de relevancia hemisférica denominado Mercosur, no es oro todo lo que allí brilla. El incremento de las corrientes comerciales entre sus miembros es un gran avance respecto de la situación anterior al Tratado de Asunción, sin dejar de mencionar otros logros también significativos en otros campos.
Sin embargo, aunque son de esperarse como naturales los desencuentros en todo proceso de este tipo, las reiteradas controversias por los mismos temas, las crónicas quejas de los pequeños y los lamentos por la precariedad institucional presentes en este régimen comercial, no parecen aminorar sino aumentar con el tiempo. Estas divergencias crecientes que deterioran las relaciones internas, amenazan con neutralizar o suprimir los logros obtenidos.
En efecto, los retrocesos respecto de los compromisos jurídicos de integración de las 4 economías que fundaron Mercosur, son cada vez más frecuentes.
Un mecanismo esencial, sine qua non, en todo proyecto que pretenda crear un espacio económico único, lo constituye la eliminación progresiva de los obstáculos al comercio recíproco con base en unas reglas que se cumplan.
Reinstalar las barreras comerciales eliminadas, subir aranceles consolidados, imponer de nuevo licencias de importación, cupos o establecer nuevas trabas, representan acciones de retorno de cara los logros de liberación comercial alcanzados en fases anteriores.
Eso no tiene otro nombre sino proteccionismo redivivo.
Y no es que planteemos un desdén por los cambios de circunstancias o situaciones excepcionales, o seamos dogmáticos sobre ciertos principios, pero hay algunos de éstos que no pueden abandonarse y/o relegarse sin dañar la naturaleza misma del sistema al cual sirven. Si hay un principio que ha demostrado su utilidad y eficacia en materia de integración –y que lo digan los europeos- es el de la irreversibilidad de ciertos compromisos sustantivos, aunque -es verdad- en los últimos tiempos estemos presenciando intentos de derivas contrarias.
Un bloque comercial en el que se produzcan reculadas contumaces como las que vemos en Mercosur, dice mucho de las inconsistencias del proceso integrador y de la débil voluntad y convencimiento integracionista de los gobiernos de los países que participan.
En recientes días, nuevamente es el gobierno argentino el que pone la nota discordante con sus medias proteccionistas. Se está acusando a ese país, con razón, de “avasallar contra la letra y el espíritu de la integración regional”. Se habla de una situación de “extrema gravedad” y hasta se dice que Mercosur está en su peor momento. 
Paraguayos y uruguayos echan el grito al cielo por enésima vez. La Unión Industrial Paraguaya (UIP) denuncia  que las exportaciones a Argentina cayeron en un 70% en lo que va del año como consecuencia de las medidas ilegales tomadas por este país.
Por su parte, Danilo Astori, Vicepresidente de Uruguay, señala que “Hasta ahora Argentina ha desconocido por completo el Tratado de Asunción y Uruguay lo ha cumplido fielmente (…) Hay una contradicción flagrante entre tener una zona de libre comercio y medidas que dificultan el acceso de los bienes y servicios al mercado ampliado. La carencia de coordinación en políticas económicas nos lleva a que haya países como Argentina que elijan permanentemente instrumentos que dificultan los accesos".  
Asimismo, el  ministro de Agricultura brasileño, Jorge Mendes Ribeiro, ha declarado que la mayores restricciones impuestas por Argentina “están incomodando mucho y de forma visible” a los países que integran a Mercosur, y pide acabar con las rivalidades. Los exportadores brasileños de carne piden a la Presidente Rouseff que actúe con firmeza para reanudar el flujo exportador. 
No debe olvidarse que hace un tiempo Brasil violaba normas mercosurianas y de la OMC al imponer restricciones a los lácteos procedentes de Uruguay.
En el caso más reciente de Argentina, estas trabas están afectando incluso al consumidor argentino que se ve privado de encontrar en su mercado autopartes, electrónicos, ropa, electrodomésticos, alimentos, grifería, neumáticos o lozas importadas.
¿De qué integración estamos hablando entonces en Mercosur? ¿Es la política poco seria del “como vaya viniendo vamos viendo”? ¿Este es el ejemplo que se pretende  proyectar a UNASUR o CELAC?
Si la integración de la “Patria grande latinoamericana” va a depender de estos líderes que hacen todo lo contrario de lo que deben hacer, no nos extrañe que aquella no se haya podido dar y que difícilmente se concrete algún día.
Y ésta apreciación ya se hace desde fuera del hemisferio.
“Ilusión óptica, pura vocinglería, nula eficacia”, apunta un banquero desde Europa en relación con Mercosur.
Y no es sólo desde el otro lado del charco que se dicen estas cosas. El ex presidente de Uruguay, Julio M. Sanguinetti, hace tiempo ha llamado la atención sobre lo mismo, y recientemente dijo: "No podemos seguir mendigando lo que ya está escrito en el Mercosur (…) ¿Por qué tenemos que estar reclamando la posibilidad de exportación dentro de la región? "
Especialistas y observadores hemos subrayado el papel preponderante de la retórica sobre los resultados efectivos de la integración; sin olvidar las inconsecuencias o infracciones con las reglas de juego establecidas.
¿Cómo se puede ser optimista con la integración de nuestras naciones cuando vemos estas conductas incongruentes que conducen a situaciones que se creían solventadas?
Pues bien, que pongan las bardas en remojo los que tienen ojos y oídos. Razón tienen algunos chilenos al decir, a la chita callando, que Mercosur no es serio, y que a Chile con ser miembro asociado de ese tratado le basta.
¿Es una opción conveniente para Venezuela ese bloque comercial?
Por ahora, sin duda que no.
emilio.nouel@gmail.com

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