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martes, 25 de noviembre de 2014

PEDRO LUIS ECHEVERRIA, ¿CONCILIACIÓN O CONFRONTACIÓN?

PEDRO LUIS ECHEVERRIA
El título de este articulo refleja cabalmente la disyuntiva que vive el país, por estos días. Después de las pasadas elecciones,  el resultado electoral indica que la Venezuela de hoy  es  un país dividido gobernado por una pretensión hegemónica, que ignora a los millones de ciudadanos que no sufragaron a  favor y que pretende imponer un modelo de sociedad radical  en la cual una mayoría circunstancial y fuertemente cuestionada en su legitimidad política, trata de rechazar, prescindir y desconocer a la nueva  diversidad del país que surgió de esos comicios y que alcanza  a casi el  50 % del electorado. El gobierno no logró alcanzar en ese evento electoral la mayoría aplastante que pretendía y ahora amenaza a la disidencia con la posibilidad de tratar de imponer, por otras vías, lo que no pudo lograr en las urnas electorales, a pesar de las perversas artimañas que utilizó  para tal fin.

El debate sin duda está sobre la mesa, pues la pretendida  radicalización del modelo gubernamental, entendido como proceso, no puede dar lugar a improvisaciones de nuestra parte, ya que son muchos los actores e intereses que están en juego. Por ello, este es un tema que no se puede ignorar y  debe discutirse en todos los escenarios posibles y con la inclusión de la mayor parte de sectores sociales, donde  se exponga la visión de cada uno para procurar un consenso real vinculante que refleje la complejidad de la sociedad que se enfrenta al proceso y el peso de nuestras razones para oponernos a tan descabellada pretensión. Los odios ideológicos, los recelos y el miedo, deben ser excluidos de nuestro talante, hay que trabajar en la construcción de un nuevo consenso social de respeto a los derechos humanos y reconocimiento del disenso, promoviendo la comprensión mutua, la tolerancia, el  respeto y posibilidades de desarrollo.

La convivencia nacional  se ha visto deteriorada por discursos gubernamentales que ensalzan la violencia, la separación y un camino de destrucción de la realidad político-social. No debemos permitirlo porque lo que se impone en esta coyuntura es  un proceso continuo de reconstrucción del tejido social y de instituciones legítimas y legales constituidas bajo un orden democrático estable. Es obligar al gobierno, con la fuerza que nos confiere nuestra férrea unidad, a entrar en un diálogo abierto, para hacer frente a la violencia política que se ha hecho presente  y proyectar con bases sólidas un futuro viable para todos. No es posible pensar en el avance de un proceso de desarrollo sustentable cuando  no se reconoce la diversidad política. Entonces, las libertades  e institucionalidad democrática alcanzadas se mostrarán insuficientes para abordar los problemas estructurales de fondo.  Hay  nuevos líderes regionales que llaman a la búsqueda  de soluciones expeditas sin correlato de parte del gobierno y comienzan a pasar nuevamente a primer plano las heridas nunca cicatrizadas de los anteriores enfrentamientos. La reconciliación parece ser nuestra única salida como país.

Promover una reconciliación supone por tanto: a) la edificación institucional de la democracia y el estado de derecho, b) el poder contar con instituciones políticas y judiciales respetadas y creíbles para la administración y solución de conflictos por vías no violentas, c) el haber llegado a un consenso sobre lo que no es aceptable promover y los medios que resulta inaceptable emplear para proteger los intereses propios, por legítimos que sean. Asimismo,  el reconocimiento de la dignidad y el estatus de las  personas y grupos políticos disidentes y la aceptación gubernamental que  son  merecedores del pleno respeto y goce de sus derechos.

Pedro Luis Echeverria
pedroluis.echeverria33@gmail.com
@PLEcheverria

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domingo, 6 de mayo de 2012

MACKY ARENAS, ¿CONCILIACIÓN?

Ya entendemos lo que hacía medio gobierno en La Habana, no tanto visitar al enfermo, no tanto brindar con mojitos por su recuperación ni entregarle cuentas. Más bien recibir instrucciones para blindar a este nuevo gobierno instalado en el Consejo de Estado, a fin de pasar el Jordán sin mayores contratiempos

El gobierno –cubano- necesitaba plantear una alternativa al triple desafío del momento, a saber, la enfermedad del presidente -una novela por capítulos sin guionista convincente-, las elecciones encima –que con todo y CEN no dejan de ser un panorama inquietante- y las lupas internacionales puestas sobre los cantautores que han contado al mundo, cual astillas del mismo palo, lo que todos acá sabíamos, que penosamente nos hemos convertido en un narco-Estado. 

Ante la inminencia de una transición obligada, se adelantaron a crear la suya propia, un Consejo de Estado que, bajo la apariencia de figuras de segundo piso, pone al frente del gobierno al hombre que, junto a Rodríguez Araque y fuera éste del juego, es el operador político más confiable que tiene La Habana. Nada de eso permite pensar que se trate de una operación dirigida hacia la conciliación.

Matan varios pájaros de un tiro. Desenredan esa especie de nudo oscuro en que se había convertido la sucesión. Alejan el peligro de poner la delicada coyuntura –cada vez más explosiva- en manos tan incompetentes como las de los segundones que permanecen al frente pero sin mando real alguno. 

Por si alguna junta militar o cívico-militar estuviera en ciernes, ya existe el Consejo de Estado, la verdadera transición chavista, para bloquearle el paso y entretener los ánimos con arrestos conciliadores. Crearon el andamiaje con el que la oposición se verá obligada a negociar. 

La ausencia del presidente –que puede ser prolongada- se resuelve sin entregar al Vice ni mover piezas y todo continúa sin alteraciones. Los intereses de Cuba siguen protegidos. Se mantiene la impunidad interna, al menos durante un largo “por ahora”. Difunden la sensación – ya comprada por algunos- de estar avanzando hacia una transición conducida por “izquierdistas civilizados” y, para hábil remate, Rangel cumple su sempiterna ambición de ser Presidente, aunque que sólo lo haya logrado por la intervención del dedo extranjero. A fin de cuentas, para ellos, las elecciones son extravagancias de la oposición.

Ya entendemos lo que hacía medio gobierno en La Habana, no tanto visitar al enfermo, no tanto brindar con mojitos por su recuperación ni entregarle cuentas. Más bien recibir instrucciones para blindar a este nuevo gobierno instalado en el Consejo de Estado, a fin de pasar el Jordán sin mayores contratiempos. 

¿Logrará La Habana seguir con la manguangua? ¿Cómo hasta ahora, seguirá campeando la impunidad en este país? ¿Continuará la complicidad internacional, a pesar de la información de que disponen, ahora avalada públicamente por revolucionarios confesos? Por los momentos, estamos entretenidos con un nuevo juguete, el Consejo de Estado, ocupados en imaginar escenarios, medir consecuencias y, sobre todo dedicados a diseccionar los curriculums, harto conocidos, de cada uno de sus integrantes…como si ignoráramos quienes son, qué han hecho, cuánto deben y qué esperar de ellos.

La conciliación se propicia, no se impone desde instancias a su vez impuestas. 

La conciliación será una realidad porque nunca ha dejado de ser un anhelo del pueblo venezolano. Pero dudamos que discurra a través de ese Consejo de Estado. 

No apartemos los ojos de las elecciones, de la defensa del voto y de los mecanismos de presión de la sociedad civil, así nos pongan su mejor cara. 

No importa cuánta oposición reciba guiños de ojo y hasta los devuelva. Estamos en momentos sumamente delicados para la República y, objetivamente, no hay nada que haga pensar en que este paso facilitará las cosas. 

Junto a esa designación, Fidel Castro amenazaba con ríos de sangre en Venezuela, el muy enfermo Chávez con salir de la CIDH y el gobierno nos agredía con dos leyes, la LOT y la represiva (delincuencia y terrorismo), cuya gravedad aún no merece la atención debida.-


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