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miércoles, 17 de diciembre de 2014

PEDRO R. GARCÍA M. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL PETRÓLEO COMO RIQUEZA, Y EL CASI NULO APORTE NUESTRO AL VALOR TRABAJO IV.

PEDRO R. GARCÍA M.
El Cambio tecnológico durante la última parte de la Edad Media, del año 1000 a 1500, los artesanos y los empresarios empezaron a utilizar la fuerza mecánica, primero del agua y después del viento. A partir de entonces la fuerza del agua y el viento fue utilizada en una gran variedad de procesos industriales, incluyendo textiles y manufacturas de hierro, teñido, lavado, serrado, trabajos de metal, molienda y pulido. 

En el siglo XIII se empezó a mostrar interés en la utilización de la fuerza de gases y vapores en expansión, primero para juguetes y luego para armas. Con el cañón que era un motor de combustión interna de un cilindro, nació el antecedente de este dispositivo moderno que utiliza carburante líquido en lugar de sólido. 
La maquinaria y la fuerza mecánica fueron primero utilizadas por la industria lanera inglesa que contiguo con la extracción de mineral fue la primera industria inglesa en proporcionar ejemplos de empresa de gran escala. 
El comercio exterior dio un jalon al surgimiento de políticas económicas nacionales en forma de derechos sobre exportaciones e importaciones. Implantándose reglas nacionales también para el precio de la cerveza y el precio del pan para la protección del consumidor, así como medidas relativas a la moneda y a las condiciones de trabajo. 
El Estatuto de los Trabajadores de 1351 estuvo próximo a establecer tasas máximas de pago, y un acta de 1495 estableció lo que puede considerarse como un mínimo de horas de faena. Se crearon provisiones para declarar ilegales las prácticas monopolísticas. En vista de la prohibición medieval del interés, que ya comentáremos, estas transacciones no asumían la forma de préstamos directos sino de “commenda”, una forma de convenio de asociación bajo la cual el capitalista financiaba la expedición comercial de un marino mercantil. 
El préstamo no podía ser hecho por individuos sino por organizaciones las cuales podían más fácilmente evadir la prohibición de cobrar intereses. En principio, la sociedad estaba organizada en tres clases, el clero que oraba, los guerreros que combatían, y los campesinos que producían, una división a la medida del sueño de Platón. 
Existía sin embargo unida por la idea de una comunidad universal, a la manera pensada por los Estoicos. Esta era una sociedad de creyentes, preocupados profundamente con la salvación y que asignaba con confianza inmutable a la Iglesia el papel mediador entre el hombre y Dios. Fue la Era de la Esperanza. Además de sus funciones espirituales, la clerecía medieval preservó la luz del aprendizaje en la Edad del Oscurantismo, cuando ni siquiera los reyes dominaban el arte de leer y escribir y quien encabezaba al Sacro Imperio Romano firmaba sus documentos trazando líneas que conectaban las letras que formaban su nombre. 
Más aún, la Iglesia fue uno de los grandes poderes de la política medieval y los conflictos entre emperadores, reyes y príncipes de la Iglesia están así reflejados. Las doctrinas económicas de la misma se derivaban de la Biblia, de las enseñanzas de los Padres griegos y latinos de Aristóteles, cuyo prestigio era tan alto en el Siglo XIII que se le llamó “El Filósofo”. Otra influencia importante fueron el Derecho Romano y el Derecho Canónico fundado por la legislación llevada a cabo en Concilios así como por iniciativas de Papas y obispos. Desde el punto de vista económico, la construcción de las imponentes catedrales y edificios de gobierno, que en ocasiones llevó siglos edificar, absorbió una porción substancial de los recursos disponibles y puede haber sido una función económica importante al producir empleo e inducir el gasto. Surgirá entonces la destacada influencia de Santo Tomás de Aquino (1225-74), cuyas doctrinas cubren asuntos tales como la institución de la propiedad privada, para la que establece que su establecimiento este inspirada e interprete la ley natural, y pueda ser normalizada por el gobierno para el bien común, el propietario está bajo el deber de compartir el uso de sus posesiones con otros, y la propiedad comunal se reserva solo para aquellos que desean conducir una vida de perfección, con lo que rehabilita tanto a la propiedad como la reivindicación del hombre de negocios. El Eclesiástico (27:2) enseñaba: “como un clavo se encaja entre las grietas de las piedras, así se encaja el pecado entre el comprar y el vender”, y los Padres enunciaban de manera similar su preocupación acerca de las múltiples tentaciones a que se ve expuesto el comerciante por su actividad. 
San Agustín no cierra totalmente la puerta a la redención del hombre de negocios cuando aprueba la distinción entre el mercader y su actividad: “la avaricia y el fraude son vicios del hombre, no de la actividad, la cual puede ser llevada a cabo sin tales vicios”; el justo precio, se encuentra en la Suma teológica bajo la cuestión “¿puede un hombre vender legítimamente una cosa por más de lo que vale?”. El valor de un bien es su precio justo, y si el precio de venta se desvía de él, el comprador o el vendedor, según el caso, debe restituir. El justo precio era el precio corriente prevaleciente en un lugar dado en un tiempo dado, a determinarse por la estimación de una persona recta. El requerimiento de que el precio sea justo es derivado por Santo Tomás de la regla dorada sobre la naturaleza del intercambio. 
La Escritura manda: “todo lo que quieras que hagan para ti, hazlo tu también para ellos” (Mateo 7:12), por lo que los intercambios han sido instituidos para ventaja común del comprador y el vendedor. No deben ser una carga más para uno que para el otro, y el contrato entre ellos debe estar basado en la igualdad de las cosas. “El valor de una cosa que se pone para uso humano es medido por el precio dado; y para este propósito fue inventado el dinero como se explicó en la Ética. Por tanto, bien sea que el precio exceda el valor de la cosa o recíprocamente, falta la igualdad requerida por la justicia”; la prohibición de la usura, tenida como pecado, asuntos que formaban el núcleo del pensamiento económico medieval en cuanto a la doctrina antigua del interés, derivada de las enseñanzas de los Padres, tiene su confirmación en varios pasajes del Antiguo Testamento y en las palabras de Jesús, citado por Lucas 6:35 “presta libremente, sin esperar nada a cambio”. Carlomagno prohibió la usura por parte de clérigos y laicos. Carlomagno definía la usura en términos tales como, como “pedir a cambio más de lo que se da”. En 1139 el Segundo Concilio de Letrán expresamente prohibió toda usura. Desde entonces canonistas y teólogos dieron creciente atención a la usura interpretándola como una violación a la ley natural y a la justicia o como un pecado de avaricia o falta de caridad. En los escritos contemporáneos de los teólogos las actividades de los banqueros cambiarios fueron identificadas a menudo como usurarias. 
El tratamiento más amplio del cambio bancario puede encontrarse en los escritos de San Antonio, arzobispo de Florencia. Rechaza por usura las transacciones de cambio internacional que involucraban crédito, incluyendo el anticipo de fondos por parte del banquero, pagable en otro lugar y tiempo futuro. Las actividades de los banqueros de depósito y cambio durante la última parte de la Edad Media indican que no existía completo acuerdo entre la doctrina teológica y las prácticas financieras. 
En el Siglo XIX, las autoridades eclesiásticas dieron su aprobación implícita al cobro de intereses, siempre que estuvieran por debajo de las tasas máximas establecidas por las leyes del país. 
Adam Smith condenó toda prohibición legal explícita del interés, pero donde las leyes estipulaban un tipo máximo de interés, él propugnaba el establecimiento de una tasa baja, ligeramente superior al tipo de mercado. Smith favoreció una tasa de interés baja porque esto incrementaría las oportunidades de conseguir que el ahorro se dirigiera a nuevas inversiones más que a contraer deudas. 
Según Keynes, “La destrucción del estímulo hacia la inversión, sustituida por la excesiva preferencia por el dinero en efectivo fue el peor de los males, y el principal impedimento para el crecimiento de la riqueza”. 
Nicolás de Oresme compiló las diferentes corrientes de pensamiento de su época en su libro Origen, Naturaleza, Derecho y Alteraciones de la Moneda en el que reflexiona sobre los desórdenes de que habían sido responsables los reyes franceses al recurrir continuamente a la falsificación o alteración del dinero. 
El papel moneda, que según Goethe fue invención de Mefistófeles, no se usó en Europa durante la Edad Media. El dinero en aquella época esta representado por monedas. La adulteración de la moneda, bien fuera por falta de peso, recorte o mezcla con metal común, no tuvo su origen en los tiempos medievales. La falsificación de la moneda es tan antigua como la moneda misma. La moneda empezó a usarse en el reino de Lydia en Asia Menor en el Siglo VII a.C. Parece que los déspotas orientales no introdujeron la moneda para utilidad del pueblo sino más bien como una forma de obtener ingresos. La gente entregaba metales preciosos al tesoro y recibía a cambio unas monedas cuyo contenido de metal monetario era mucho menor. No parecía que nadie perdiera en tanto las monedas fueron aceptadas para su valor nominal. 
Se practicó la devaluación de la moneda desde tiempo inmemorial, ya que las autoridades monetarias retiraban en ocasiones las monedas para sustituirlas por otras nuevas de menor contenido metálico. En 594 a.C. Solón en Atenas redujo el valor metálico de la moneda ateniense en una cuarta parte. La falsificación y adulteración de la moneda arruinó el dinero romano. (Le daremos término a este tema en otra entrega)
Pedro R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
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martes, 16 de diciembre de 2014

PEDRO R. GARCÍA M., ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL PETRÓLEO COMO RIQUEZA, Y EL CASI NULO APORTE NUESTRO AL VALOR TRABAJO III.

PEDRO R. GARCÍA M
Hoy el Imperio Romano y su pensamiento económico especulativo:

Ubicando algunas pistas…

Siguiendo el curso de la luz del sol, vendrá el Imperio Romano cuyo legado fue prolífico en materia de ideas. La historia de Roma está colmada de dificultades económicas, pero no encontramos pensamiento especulativo acerca de la economía. La educación era estrictamente literaria y retórica, y la ciencia no tenía lugar alguno en el curriculum. La expansión territorial jugó un papel singular en su historia económica. Extendió el mercado, pero a la vez dio surgimiento a nuevos centros de producción que competían con los antiguos. De esta manera el crecimiento del Imperio colocó a la agricultura italiana en una posición inestable, igual que al comercio y la industria. La civilización y la urbanización se ampliaron sobre las provincias conquistadas, pero perdió su posición de liderazgo en el comercio y la industria. Sin embargo la producción continuó floreciendo según el Imperio se desarrollaba y se abrían nuevos mercados. Después del reinado de Adriano (117-138 d.C.) cesó la expansión territorial, por lo que los productores italianos tuvieron que limitarse desde entonces al poder de compra de algunas personas de bienestar relativo en las ciudades y en el creciente número de necesitados urbanos y rurales. La caída del Imperio Romano, uno de los grandes eventos en la historia del mundo, fue acompañada de graves desordenes económicos. Las guerras y las invasiones destruían las propiedades y absorbían la mano de obra. Los impuestos llegaron a ser más y más y eran suplementados por requisiciones y exacciones de todo tipo, con servicio militar y trabajo forzado. La moneda era devaluada y depreciada continuamente, y la inflación se hizo crónica, y galopante. En Egipto, por ejemplo, el precio del trigo se triplicó entre el siglo primero y el tercero d.C., y al final del siglo III su precio era cien mil veces mayor que tres siglos atrás. Este tipo de desordenes reflejan las presiones económicas a que se veía sometido el Imperio por las guerras que mantenía. Roma estableció la ley y el orden dentro de los confines del Imperio pero ejerció poca o ninguna influencia civilizadora sobre las tribus bárbaras más allá de sus fronteras. Hubo necesidad de un nuevo mensaje para ciudad anisar a los invasores y acercarlos a los límites de una comunidad universal. Este nuevo mensaje fue divulgado por el Cristianismo, cuyo auge se traslada con la declinación del Imperio. La nueva civilización que sustituyo a la romana atraería pronto a millones de personas inspirada por una idea nueva, diferente de la sabiduría de los griegos y la legislación de los romanos: el evangelio del amor.
El cristianismo comparte algunos aspectos con las filosofías cínicas, estoica y epicúrea que llegaron a ser tan sobresalientes en Roma. Los ideales de pobreza y ascetismo de los cínicos, la concepción de los estoicos de la ley natural y su aguda distinción entre virtud y vicio, el amor por la humanidad de Epicuro, todos encuentran afinidad, si no su plenitud, en la enseñanza cristiana. Cuando los Doce son enviados a predicar, no se les permite llevar dinero (Mateo 10:9). El joven rico preocupado por la ruta hacia la perfección recibe el consejo de vender sus propiedades y dar el dinero a los pobres (Mateo 19:21; Marcos 10:21; y Lucas 18:22). Puede encontrarse también una indiferencia hacia las consideraciones económicas en la parábola de los trabajadores de la viña, que reciben el mismo salario independientemente de las horas trabajadas (Mateo 20:10), así como en la admonición a Marta, que en lugar de escuchar las enseñanzas de Jesús como lo hace su hermana María, está absorta en el trabajo (Lucas 10:38). Mas aún, ya no con ojeriza hacia las consideraciones económicas sino hostilidad y desaprobación de la riqueza y su búsqueda, se expresan en el Sermón de la Montaña. El tesoro no debe guardarse en esta tierra sino en el Cielo (Mateo 6: 19-20), No hay necesidad de preocuparse de las necesidades de la vida; el Señor mantiene a los pájaros del aire y los lirios de los campos (Mateo 6: 25-34). Y mas expresamente: “Nadie puede servir a dos señores. No se puede servir a Dios y a Mammon” (el dinero) (Mateo 6:24). “¡Cuán difícil es para el rico entrar en el Reino de Dios! es mas fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios” (Marcos 10:23-31).
Puede encontrarse una condenación apasionada del rico en la Epístola de Santiago (hay que leerla para no ser un gran carajo). Varios pasajes de los Hechos de los Apóstoles dan testimonio de la aceptación de los primeros cristianos de las enseñanzas de Jesús. “Todos los creyentes estaban juntos y tenían las cosas en común; y vendieron sus posesiones y bienes y los distribuyeron entre todos, según su necesidad”. “...tenían todo en común... no había entre ellos persona necesitada, porque aquellos que tenían tierras o casas las vendían y entregaban su importe a los apóstoles; y se hacía la distribución de ellos según cada quien necesitara” (Hechos 4:32; 34-35).
Al correr del tiempo, el Cristianismo se extendió en diferentes poblaciones y entre las desiguales clases de sociedad. El arribo del Reino de Dios gradualmente pareció menos próxima de lo que les había sido a los primeros discípulos de Jesús. La vida en este mundo tiene que vivirse y había que desarrollar destrezas para adaptar la carrera de los primeros creyentes con las instituciones sociales y económicas de su ambiente. La esclavitud, la pobreza, y la coexistencia del rico y el pobre eran parte de las mismas. Por ello, la enseñanza de Pablo, reconoce la necesidad de la actividad productiva. “El hombre que no trabaja, que no coma”. Se exhorta a la gente a realizar su labor calladamente y ganarse el propio sustento (2 Tesalonicenses 3: 10-12) con sus propias manos, de manera que puedan demandar el respeto de los extraños y no ser dependientes de nadie (1 Tesalonicenses 4: 11-12). No se condena al rico incondicionalmente pero se le apremia a hacer el bien (1 Timoteo 6: 17-19).
De la riqueza. 
Algunas décadas después de la muerte de Pablo, el cónsul romano Tito Flavio abrazaba la nueva fe. La actitud hacia el status económico y la propiedad y la cuestión de la salvación de los ricos se convirtieron en premisas que constituían un reto para el pensamiento de los hombres eminentes de la época. Uno de ellos fue Clemente de Alejandría, que vivió en el siglo segundo en una comunidad bien conocida por su riqueza comercial. En uno de sus sermones, conocido por su nombre en latín ¿Quise Dices Salvetur?, ¿quién es el rico que puede salvarse?, Clemente establece el deber cristiano de liberar la mente del rico de la desesperación y le muestra un camino para la salvación. La Escritura, sostiene Clemente, debe ser interpretada en forma más bien alegórica que literaria. Si el joven rico recibe el consejo de vender todas sus propiedades, quiere esto decir que debe rechazar de su mente todo apego a la riqueza y el deseo de ella. Lo que Jesús aconseja no es un acto externo sino un sacrificio en el alma. En sí mismo, no existe mérito alguno en la pobreza. Si todos renunciáramos a la riqueza, sería imposible encontrar las virtudes de liberalidad y caridad (argumento que encontramos ya en Aristóteles). Según Clemente, la riqueza ha sido diseñada como un don de Dios, proporcionada para promover el bienestar humano. Es una herramienta, y como tal, puede ser bien o mal usada. Estos pensamientos, especialmente el énfasis en el uso de la propiedad como criterio de bondad, marcan una actitud doctrinal que alcanzaría preeminencia en los siglos posteriores. En su sentido mas amplio, la imposición de deberes para con Dios y para con otros señores espirituales y temporales sobre aquellos que tienen el derecho de usar algún bien, llegaría a convertirse en un aspecto sobresaliente del sistema económico medieval.
Les seguirán los padres de la Iglesia, Juan Crisóstomo, el más grande de los Padres Griegos; Basilio el Grande, en quien destacaba un espíritu igualitario: “aquel que ama a su prójimo como a si mismo, no habrá de poseer más que su prójimo”; Ambrosio, rechazaba de plano la división de los bienes en públicos y privados. La naturaleza, sostenía, da todos los bienes en común a todos los hombres. Por tanto, la caridad no es un regalo sino que puede ser considera como la materia de un derecho. El pobre recibe lo que realmente es de él; el rico sólo paga una deuda. Jerónimo compartía el punto de vista de Juan Crisóstomo de que el hombre rico o bien es injusto el mismo o es heredero de una persona injusta. Para Jerónimo toda la riqueza aparece manchada de iniquidad: la ganancia de un hombre, insistía, es probable que provenga de la pérdida de otro. Agustín declaró que la riqueza es un don de Dios y un bien, pero no el mayor ni el más alto. Consideraba a la propiedad privada como responsable de varios males disensiones, guerras, injusticias; Agustín dejó bien claro que consideraba la propiedad privada como una creación del estado, un derecho humano más que divino. “Por ley divina, decía, la Tierra y cuanto hay en ella son del Señor. El pobre y el rico están formados del mismo barro; la misma tierra provee para el pobre y para el rico. Por derecho humano, sin embargo, alguien dice, esta tierra es mía, esta casa es mía, este es mi sirviente. Por derecho humano, esto es por derecho de los emperadores. ¿Por qué así? Porque Dios ha distribuido a la humanidad estos derechos humanos a través de reyes y emperadores”. La legitimidad de la propiedad privada a la luz de la doctrina de la ley natural de la propiedad comunitaria fue un problema con el hubieron de luchar los canonistas hasta que fue resuelto por Santo Tomás de Aquino en el siglo trece. La civilización medieval temprana se caracteriza por la continua lucha con los invasores. Estas guerras eran costosas. Equipar solamente a un caballero requería un desembolso equivalente a la compra de veinte bueyes, o el equipo de labranza de diez campesinos. Más aún, se incurría en gastos de importancia en el mantenimiento y reemplazo de caballo para el hidalgo y su escudero. Era posible “financiar” este nuevo tipo de guerra por la imposición del deber militar y otros servicios adecuados sobre los poseedores de la tierra, la que en aquel tiempo constituía la forma de riqueza más importante. Bajo el feudalismo la propiedad de la tierra no era absoluta y divorciada de ciertos deberes como lo había sido en Roma y como vino de vuelta en los tiempos modernos. La propiedad original de la tierra era del rey, el señor todopoderoso. Este donaba grandes parcelas a sus nobles más importantes, quienes podían a su vez designar representantes. Estos nobles y sus lugartenientes no adquirían la propiedad plena de la tierra sino más bien un derecho de uso sobre ella, que tendió a volverse hereditario. Pero que estaba condicionado a la prestación de cierto tipo de servicios, militar, personal, de trabajo, o entrega de los productos. Pero la propiedad feudal no era solamente sujeta de derechos. Era también la base del poder político. Los señores feudales estaban investidos de numerosas funciones gubernamentales, disposición que nacía de la debilidad de las autoridades centrales en tiempos de pobres comunicaciones e inseguridad general. Económicamente la tenencia feudal, especialmente en el norte de Europa, estaba frecuentemente organizada en forma de señoríos, un estado agrícola que tendía a la autosuficiencia, y era trabajado por varios tipos de mano de obra, aldeanos y siervos, los que estaban más bien ligados a la tierra que a la persona del propietario. Se les permitía tener sus propias parcelas, a cambio de las cuales prestaban sus servicios al señor. En Inglaterra el sistema señorial se desintegró antes, entre 1300 y 1500 bajo la influencia de la comercialización de la agricultura que aportó la creación de grandes granjas operadas por propietarios y trabajadores. Un aspecto de esta llamada Revolución Agrícola fue el aislamiento, la colocación de cercas divisorias de las tierras que antes eran utilizadas en común para propósitos de pastoreo o agricultura intensiva  incrementó la productividad agrícola y puso disponible para su venta en el mercado una cantidad mayor de productos de los que el señorío había tenido la capacidad de producir. Es sin embargo un asunto de polémica porque trajo consigo privaciones para que ellos que habían estado dependientes del uso de la tierra común para su supervivencia. En tiempos de Roma, la tierra era trabajada mediante una pala manual. Ahora que la civilización se había trasladado hacia el norte con ricos suelos de aluvión y  empezó a usarse el pesado arado con ruedas, arrastrado por yuntas de bueyes, frecuentemente fuera del alcance del campesino aislado y solo disponible dentro de la organización más amplia del señorío. La introducción del caballo le imprimió mayor velocidad y resistencia permitiendo trabajar el doble de tierra que con bueyes. Junto con el arnés y la herradura se originaron mejoras en el transporte y la comunicación que proporcionaban un servicio más rápido y de bajo costo. Mientras que en tiempos de Roma el acarreo de bienes a granel provocaba que se duplicara su precio cada 100 millas, el movimiento de grano en el Siglo XIII solamente subía su precio en 30% por la misma distancia. Además del arado y del caballo de tiro, la productividad agrícola fue también incrementada por la introducción de la rotación de cosechas en tres campos, el primero dedicado a recolecciones de invierno, el segundo a las de primavera, y el tercero alternado. (Le daremos continuidad en una aproxima entrega)
Pedro R. Garcia M.
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miércoles, 3 de diciembre de 2014

PEDRO R. GARCÍA M., ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL PETRÓLEO COMO RIQUEZA, Y EL CASI NULO APORTE NUESTRO AL VALOR TRABAJO II.

PEDRO R.  GARCÍA M.
El pensamiento económico de la Grecia Clásica.

Se ha dicho que “excepto por las fuerzas ciegas de la naturaleza, nada mueve a este mundo que no sea de origen griego”. Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones hace referencia a Pitágoras, Demócrito, Epicuro, Platón y Aristóteles. Malthus basaba sus trabajos en los trabajos de Platón y Aristóteles. Mill tradujo notas para cuatro diálogos de Platón. Carlos Marx escribió su tesis doctoral sobre la filosofía natural de Demócrito y Epicuro.
Siendo tan rico el legado de los griegos, no es sorprendente encontrar paralelismo entre las ideas griegas y el pensamiento económico desarrollado 2000 años después. El pensamiento económico de los antiguos Hebreos está representado en los mandatos morales de la Biblia. El de los griegos se encuentra en las discusiones de los filósofos. La Biblia se dirige a la gente en general. Por otro lado, el público de los pensadores griegos es un grupo más selecto compuesto primariamente de una élite bien educada. Mientras que el pensamiento económico de la Biblia está inspirado en impulsos religiosos, el pensamiento económico de los grandes pensadores griegos se desarrolló principalmente en conexión con sus ideas políticas.
La Ciudad-Estado Griega.
El escenario de la vida griega era la polis, o ciudad estado, que floreció sobre todo en Atenas. Los griegos eran excesivamente celosos de su participación en la vida política, aún en quebranto de su trabajo productivo. Mucho de éste era efectuado por esclavos y por residentes extranjeros sin los cuales el sistema no hubiera tenido la capacidad de producir el superávit necesario para mantener a tantos políticos.
Ubicando algunas pistas…
Cuatro eventos en la historia económica Griega.
Acontecimientos que destacan en la historia económica griega antigua que habrían de producir profundos efectos en la estructura de la ciudad-estado.
El primero fue la adopción del alfabeto fenicio en el siglo IX A.c. La disponibilidad de la palabra escrita fue un factor altamente significativo en el desarrollo del comercio y en la colocación de las clases económicas.
El segundo evento fue la fundación de colonias griegas alrededor del Mediterráneo y el Mar Negro al final del siglo VIII a.C. Las colonias, independientes políticamente de su ciudad fundadora, se convirtieron en socios comerciales de la última, intercambiando esclavos, granos, y otros artículos.
El tercer evento fue la invención de la moneda acuñada en Lydia, Asia Menor, en el siglo VII a.C., que pronto se extendió a toda Grecia. La introducción de la moneda marca el fin de una era en la que la riqueza se tenía principalmente en tierras, ganado, aceite u otros productos que, o bien eran perecederos o no podían acumularse sin límite. La acuñación de moneda fue un estímulo para la acumulación de riqueza.
El cuarto evento, que ocurrió casi en forma paralela a la aparición de la moneda fue el nacimiento del crédito con interés. El interés probablemente tuvo su origen en los antiguos préstamos de ganado o grano, en los que la naturaleza produce un rendimiento.
Desarrollo económico.
La promoción del comercio y la empresa parece haber ensanchado la brecha entre ricos y pobres en la ciudad-estado, entre grandes terratenientes y pequeños propietarios, y entre las antiguas clases aristocráticas y las nuevas clases adineradas. Existían además otros factores que impedían un desarrollo económico. El crecimiento de la población daba lugar a la emigración más que a un crecimiento de la producción. La esclavitud impedía el desarrollo económico debido a la falta de motivación y capacidad del esclavo y porque bloqueaba a buena parte de la población, tal como trabajadores libres, un reclamo por un mejor nivel de vida. La empresa era pequeña y era mantenida por propietarios de tierras, artesanos, comerciantes y tenderos. La guerra era una actividad económica importante porque producía esclavos y tributos a pagar por el derrotado. No existía desempleo, ni siquiera el término existe en la lengua griega, pero su antónimo, el monopolio, era conocido, practicado y desaprobado.
Las reformas de Solon.
Políticamente Grecia alcanza su madurez con Solón. Sus muchas reformas incluyeron también medidas económicas como la cancelación de todas las hipotecas y deudas en las que el deudor hubiera otorgado su persona como garantía, la liberación de todos aquellos esclavizados por razón de deudas, la abolición de la esclavitud por deudas, una limitación al tamaño de las propiedades, y la prohibición de la exportación de productos, excepto el aceite. Las reformas económicas de Solón implicaron una gran bonanza para los pequeños propietarios y los trabajadores sin tierras ya que otorgaban una medida de protección contra la pérdida de la tierra o de la libertad. La prohibición de las exportaciones tenía como objeto evitar la escasez y aumento de precio de los granos en la ciudad.
No  hablaré de los filósofos griegos, porque algunos les hemos dado un repaso a sus aportes al pensamiento. Bien sabemos que Pitágoras, “promovió el estudio de los números, sacándolos de la pura actividad mercantil”, introdujo el sistema de pesos y medidas entre los griegos y sus ideas sirvieron también para el enfoque matemático de la teoría del justo cambio propuesta más tarde por Aristóteles. Ni de otros pensadores presocráticos como Heráclito que pensaba que “la guerra es la madre de todas las cosas”, una idea que ha sido interpretada en el sentido de la lucha entre fuerzas opuestas que genera balance, equilibrio o un orden armonioso; Demócrito con su teoría del valor económico, diciendo que la misma cosa es buena y cierta para todos los hombres, pero su gusto difiere de uno a otro y por tanto que las cosas mas agradables se vuelven desagradables si no prevalece la moderación, con lo que anticipó la noción de la utilidad decreciente y la transformación de los bienes en estorbo cuando se alcanza un nivel de saturación y de su intención de atacar el problema económico de la escasez por el lado de la demanda, o que incluso que la defensa que hace Aristóteles de la propiedad privada esté inspirada en las ideas de Demócrito; o de Platón, el primer comunista elites co que establece una distinción entre la riqueza heredada y la adquirida, por cuanto aquellos que han forjado su propia fortuna están mucho más ligados a ella que otras personas: su riqueza no solamente le es útil, sino que es algo que es su creación, rechazando respecto a la justicia que conforme a su pensamiento es la del contrato social que sostiene que la conducta de todos los individuos está limitada por el interés de todos, o estableciendo la división de los bienes en tres categorías: una clase consiste de placeres y satisfacciones inocuas que recibimos por sí mismas, y que no tienen consecuencias posteriores que la satisfacción del momento. Otra clase está formada por objetivos que en sí mismos son una carga y que no son buscados por sí mismos sino por las consecuencias deseables de sus resultados, tal como realizar el propio trabajo. La tercera y más elevada de las clases está formada por aquellas cosas que son buenas por sí mismas y por sus consecuencias, como el conocimiento y la salud, como aportando uno de sus conceptos centrales, la división del trabajo, que será de importancia suma en la historia del pensamiento económico, al punto que dos mil años después sería la piedra angular del sistema económico propuesto por Adam Smith, aunque existan diferencias en sus enfoques porque para Platón el hecho más importante es la desigualdad humana, que da lugar a la especialización, que en él, se produce la justicia si cada quien se dedica a la ocupación para la que la naturaleza le ha dotado mejor. Es de notar el punto de vista de Platón, de que “todas las guerras se hacen para obtener dinero” (Felón, 66c), por ello la necesidad de contar con una fuerza militar capaz de resistir la agresión, hecho que la lleva a postular el bi clasismo: así a la clase de productores (agricultores, artesanos, comerciantes, tenderos, etc.) que son los gobernados, le suma una segunda clase, la clase gobernante diferenciando en ella a dos subgrupos, los soldados y aquellos que se encuentran en el vértice de la pirámide, los filósofos. Las tres clases de productores, soldados, y filósofos reflejan el punto de vista de Platón respecto a la mente y el alma humana, la que divide en tres partes, “una que procura, otra que lucha, y otra que piensa”. Tal orden armonioso de la sociedad constituye la justicia. Para permitir a los filósofos el obtener y mantener el poder del estado, Platón propone que influyan sobre la población por medio de mentiras “nobles” o “medicinales” en relación a su origen divino y el linaje inferior de las demás clases y por ende, debe liberárseles de la carga de la propiedad privada y la familia a fin de que puedan dedicar sus vidas a los asuntos para los cuales les ha equipado mejor la naturaleza, estableciendo para estas clases una comunidad de propiedad, así como de mujeres. Esto quiere decir que las clases superiores no habitarán en casas privadas sino que vivirán juntos y compartirán alimentos comunes. 
La importancia que Platón da al requerimiento de que las clases superiores deban tener sólo una propiedad comunitaria queda de relieve en su discusión de las causas responsables de la degeneración del estado ideal. Tal degeneración puede presentarse principalmente como resultado de la operación de factores económicos. Las clases gobernantes se corromperán al adquirir un gusto por el dinero y las posesiones, y la clase productora, cuyos miembros por su misma naturaleza ya tienen tal gusto, no tendrán deseo de acceder a la posición de gobernantes si esta excluye la acumulación de riqueza. En su conjunto Platón distinguió cinco clases de gobierno: el aristocrático de la comunidad ideal gobernada por los mejores, y cuatro formas degeneradas: timocracia a gobierno de los soldados, oligarquía o plutocracia, gobierno de los ricos; democracia; y despotismo. 
Si el soldado usurpa el poder, el libertinaje subsecuente, envidias y rivalidades, son estimulados por la posesión de tierras, casas, y otros tipos de propiedad. En la escala de valores del público la riqueza alcanza un valor preponderante, reemplazando al conocimiento y la virtud. Al reflejar este cambio en valuación, se requieren calificaciones de riqueza para el ejercicio del poder político, el cual es tomado por los ricos, estableciéndose la plutocracia. Así el estado queda dividido en ricos y pobres, con las dos clases antagónicas. Las filas de los pobres se verán engrosadas por ricos empobrecidos inevitablemente y, finalmente, las clases depauperadas se rebelarán, y al ganar los pobres se establece la democracia. Entonces el deseo imposible de satisfacer por la riqueza pierde su lugar como el bien mas alto y es reemplazado por un también imposible de satisfacer anhelo por una libertad irrestricta. 
A Platón le disgusta este arreglo social en el que todo mundo es libre de hablar y actuar como le parezca, aunque tiene que admitir que una constitución social bajo la cual cada quien puede desarrollar al máximo sus capacidades puede resultar el mejor. Eventualmente, la lucha económica traerá el fin de la democracia, tal como ha destruido otras formas de gobierno. En esta situación se presenta un campeón del pueblo. Este se transforma en un déspota porque es incapaz de mantenerse en el poder por medios distintos del terror, haciendo la guerra igualmente a los ricos, a los que persigue como enemigos del pueblo, y a los hombres de coraje y razón, que le detestan; tampoco hablaré de Aristóteles cuyos escritos cubren la totalidad del tramo del conocimiento humano, su creencia en la desigualdad básica entre los seres humanos, por lo que propone una reglamentación estricta y severa de la sociedad, y en su solución al problema económico pone más énfasis en la mejora moral que en la reglamentación, ya que según él, las personas pueden cambiar por un medio ambiente adecuado, por instituciones adecuadas, y por el poder de persuasión, y si se convierten en mejores hombres, entonces el problema de la escasez de bienes materiales se vuelve menos opresivo. Expresa una forma de pensar en la que define que “desde la hora de nuestro nacimiento, algunos están marcados para la sumisión, otros para gobernar”, arguyendo que el amo puede prever por el ejercicio de su mente; el esclavo puede con su cuerpo dar efecto a tal previsión, por lo que el  término griego economía significa literalmente “administración de la casa”, que la primera tiene la función de usar, que se distingue fundamentalmente de este el “arte de la adquisición”, que tiene la función de proporcionar, identificando en ellas a las naturales, que son aquellas relacionadas funcionalmente con la satisfacción de las necesidades y así producen una riqueza limitada en cantidad por el propósito que sirve, la satisfacción y enfoca los diferentes métodos de adquisición que corresponden a diferentes maneras de vida, que son cinco, que se pueden presentar en su forma pura o combinada: pastoreo, agricultura, pesca, cacería y, sorprendentemente, piratería, que al menos debemos de recordar lo que acontecía en los mares de su época, así como la rapacidad de ingleses, holandeses y franceses durante el largo período colonial y en el de hoy con las metamorfosis que conocemos como las invasiones militares a los países para robar sus recursos naturales de importancia y la actitud de la justicia estadounidense respecto a los llamados fondos buitres. Para Aristóteles la práctica de estas artes de adquisición producen lo que la naturaleza ha proveído para el hombre - verdadera riqueza que es limitada en cantidad por las necesidades del hogar y de la ciudad. “La vida es acción, no producción”. Aristóteles discute otras formas de ejercitar el arte de la adquisición no natural. Los ejercicios no naturales del arte de la adquisición, por otro lado, persiguen la ganancia monetaria, y la riqueza que rinden es potencialmente ilimitada, ya que la acumulación de riqueza se vuelve un fin en sí misma más que como un medio -la satisfacción de las necesidades que pondría un límite a tal acumulación. Añade Aristóteles que tal riqueza no conoce límites porque el deseo de las personas por bienes materiales tampoco tiene límite. Es lo que en palabras más acordes de este tiempo llamamos voracidad. Aristóteles hace una importante distinción entre uso e intercambio, lo que mas tarde ampliaría para distinguir entre valor de uso y valor de cambio, argumentando que el uso verdadero y adecuado de las cosas es la satisfacción de las necesidades naturales. En sus propias palabras, “es mas necesario limitar la población que la propiedad”. La negligencia en este sentido es inevitablemente causa de pobreza y “la pobreza es madre de la revolución y del crimen”. “Sería mas importante igualar los deseos de la gente que sus propiedades”. Esto podría lograrse con la ayuda de la educación; pero una educación que tuviera en cuenta las diferencias individuales más que una que ofreciera el mismo programa para todos. Mas aún, la desigualdad económica, aunque es una causa importante del disgusto social, no es la única causa. La desigualdad de cargo o prestigio son también importantes, pero operan de manera distinta: las masas son incitadas a la revolución por una desigual distribución de la propiedad, mientras que la élite es incitada de igual manera por una desigual distribución de cargos y prestigio. No todos los crímenes son causados por la ambición, especialmente los grandes: “los hombres no se vuelven tiranos para no sufrir frío”. Por tanto, el factor económico, aunque importante, no es el único que opera en la historia. Después de este vendrá Diógenes, el fundador de los Cínicos, que buscaban “liberarse de la ambición”, no produciendo bienes, sino extinguiendo el deseo y renunciando a las posesiones y establecieron el estándar del mínimo, para demostrar que la vida puede ser vivida bajo las más humildes y miserables circunstancias; bajo la Stoa o Pórtico de Atenas, Zenón fundará la escuela de los estoicos que enseñaban que existía sólo un bien, la virtud, y que su práctica sola asegura la felicidad, por lo que para ellos la virtud significaba una conducta libre de emociones y pasiones, cuyo rechazo traería al individuo una serenidad de mente que ningún evento externo podría perturbar. Las ideas de los estoicos pasaron a la posteridad gracias al Derecho Romano, que recogió el concepto de ley natural, implicando por ésta todas las razones que gobiernan este mundo y reflejan la naturaleza de las cosas. La ley natural vino a ser usada como la piedra de toque para probar las leyes del derecho positivo. 
Le seguirá Epicuro quién sugiere: “Si deseas hacer rica a una persona, no le des mas dinero, sino disminuye su ambición”. Los deseos los divide en tres categorías: Los deseos básicos que son naturales y necesarios, otros naturales pero no necesarios, y otros más ni naturales ni necesarios. Sólo los deseos naturales y sólo aquellos que no sean dañinos merecen satisfacción y aconseja a sus seguidores conformarse con muy poco en todas las circunstancias. Más bien predica la satisfacción con lo poco si no hay suficiente.
Pedro R. Garcia M.
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domingo, 30 de noviembre de 2014

PEDRO R GARCÍA M., ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL PETRÓLEO COMO RIQUEZA, Y EL CASI NULO APORTE NUESTRO AL VALOR TRABAJO

“Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté”.(Coronel Miguel de Cervantes Saavedra Don Quijote de la Mancha).

PEDRO R GARCÍA M.,
El aceite de la “roca” en el mundo antiguo:
Los griegos lo conocían. Homero (Siglo VIII a.C.) en la Ilíada refiere que “los troyanos arrojaron sobre el rápido navío un fuego incansable tras el cual se extendían unas llamas que no podían extinguir”. Se refiere al Fuego Griego. El padre de la historia, Herodoto de Halicarnaso (484 y 425 a.C.), en su obra Nueve libros de la historia habla “del aceite negro y maloliente que los persas extraían de los pozos con sal y asfalto”. Luego, Alejandro Magno (356 a 323 a.C.) refiere que sus enviados han hallado asfalto en Mesopotamia. Diodoro (Siglo I, a.C.), refiriéndose a Babilonia, afirmaba: “Aunque en Babilonia se han producido gran cantidad de milagros increíbles, no hay nada como la gran cantidad de asfalto que se encuentra allí”. Plutarco (46-120 d.C.) apunta haber sabido de emanaciones en Ecbátana y en su biografía de Alejandro (en Vidas paralelas) refiere que el héroe recibía masajes con nafta, lo que le provocaba “desahogo y diversión”.
En la India se guardan referencias todavía más antiguas de la existencia de afloramientos, cuyo líquido viscoso era usado en las construcciones para juntar ladrillos, alrededor de 3.000 años antes de Cristo. En China y Japón también se recogen referencias sobre el Aceite de Piedra. En Indonesia, el petróleo era conocido y hasta objeto de presentes del rey de Sumatra al emperador chino, como ocurrió en 971. En Birmania era frecuente el uso del petróleo, al que llamaban “agua que hiede”.
En la Biblia, en el Antiguo Testamento y en el Segundo Libro de los Macabeos hay una referencia precisa a un “líquido espeso” que fue rociado sobre la leña y prendió la fogata y, por supuesto, no se trataba de agua sino de un líquido negro, viscoso y de olor repugnante. En el libro del Génesis, capítulo ocho, se refiere que Noé utilizó petróleo para impermeabilizar el Arca donde salvó a los animales del diluvio universal. En el capítulo 11 del
mismo libro se hallan referencias al uso de petróleo para las juntas de ladrillos en la construcción de la Torre de Babel.
Pero de todas las referencias antiguas la más lejana es la de Asiria y Babilonia (4000 a.C.), donde se utilizaba el Aceite de Piedra para cala- fatear las embarcaciones, mientras en Egipto se usaba para mantener engrasadas las pieles y, también, en el proceso de momificación de los cadáveres. De hecho, en la tablilla XI del poema épico de Gilgamesh (2650 a.C.), cuando se relata el diluvio ya se menciona el betún para el calafateo del Arca: “Seis “sar” (medidas) de betún eché en el horno, Gen 6,14; Tres “sar” de asfalto [también] eché en el interior, Tres “sar” de aceite los portadores de cestas transportaron, Aparte de un “sar” de aceite que la calafateadura consumió, y los dos “sar” de aceite [que] el barquero estibó”. De modo que en la antigüedad el petróleo era usado para estimular el fuego, para alumbrar, para aliviar y curar dolencias. Plinio (23-79 d.C.) llega a establecer hasta 30 utilidades terapéuticas, teniéndosele como la panacea universal. Afirma: “Corta hemorragias, cicatriza heridas, trata las cataratas, sirve como linimento para la gota, cura el dolor de muelas, cura el catarro crónico, alivia la fatiga al respirar, corta la diarrea, corrige los desgarros musculares y alivia el reumatismo y la fiebre”. También fue usado para mantener las antorchas encendidas, lo que le daba una supremacía guerrera a quien lo utilizaba en las contiendas. Sobre todo a partir del siglo VII, cuando los bizantinos lo utilizaron como Oleum incendiarium (Fuego Griego). Esto consistía en una combinación de petróleo con cal que al colisionar con lo húmedo estallaba en llamas. De allí que los bizantinos lo dispararan puesto en la punta de sus flechas o como una suerte de granadas. El Fuego Griego era considerado un secreto de Estado, ya que le atribuía una supremacía notable a quien sabía utilizarlo. De hecho, Constantino logra salvar a Constantinopla de la flota musulmana de Moaviah al usar el Fuego Griego, con el que pudo poner a raya a los invasores. De allí en adelante la supremacía bizantina sobre los mares se funda en esta herramienta.
Ubicando algunas pistas…
En estos días no he podido evitar centrar la atención en algunas plumillas de retaguardia sobre el controvertido tema del petróleo y uno de sus derivados más sensibles la gasolina, cuyos puntos de vistas profusamente nos llegan al correo electrónico y en cuyos autores puede observarse la aviesa intencionalidad política, que turba considerablemente cualquier orientación seria y responsable. Su sola lógica de exposición llenaría de tribulación a hombres como Leonardo Ruiz Pineda o Alberto Carnevalli o Antonio Pinto Salinas, Alberto Adriani, que fueron hombres íntegros, de una honestidad intelectual lindante con los más altos valores de la especie humana, que se expusieron, a riesgo de sus vidas, en la defensa de los ideales que habían abrazado desde aquellos momentos de la convicción juvenil de luchar.
La mayoría de esos artículos son una falsificación burda, y quiero aprovechar para una intermisión,  sin ingresar en el terreno escabroso de las babiecadas dónde se desdoblan diariamente quienes se arrogan esa visión anacrónica, que contamina a la nueva derecha e incluso al centro que le es más cercano, hacerlo solo nos trasladaría a la permisiva actitud del cretinismo, de quienes en este agónico lapso, permanecen anclados inalterablemente en la obsesión que les paraliza viendo al mundo como si fuera la punta de su nariz, y con ello evitando la incontestable muestra de irresponsabilidad, como lo es no pugnar por constituirse en opción, que  resiste indefectiblemente la asunción de riesgos, pero que le evitarían el contagio de esa perversidad que dan los influjos de sus placeres solitarios imaginativos, tan en boga en esos círculos abanderados del atraso tendido y de la impostura histórica; me disculpan que al intentar señalar algunas temáticas sobre el álgido tema del aumento de la gasolina, no podemos circunscribirnos solo a el sin abordar antecedentes de nuestro oro negro, ya que persisten en el permisivo empeño de vendernos como guías a un tipo de “tecnócratas” ejemplo: un expresidente de Pdvsa (expulsado de Colombia por falsificación de cifras) y a un flamante exministro de Energía y Minas rey del mercado spot,  punto de vista que solo permite demostrar que en temas de Estado como este en algunos sectores sigue primando la chatura intelectual.
Este es un tema que seguramente todos  recordaran, en el pensum que tuvimos que aprobar en el bachillerato, la materia económica nos la daban bajo la denominación de Geografía Económica de Venezuela. Y tenían mucha razón los formuladores del pensum, porque el petróleo es, como lo fueron en el pasado otras fuentes de energía que le precedieron, el producto globalizado por excelencia, como sigue siendo actualmente. Es esa misma materia en sus clases, nuestros docentes, que eran excelentes pedagógicamente, nos explicaban que Venezuela importaba para la refinería de Curazao, el petróleo liviano árabe a fin de procesar el nuestro, por su alto contenido de cuantioso azufre, y poder obtener una gasolina de Standard internacional. Hoy me alarmo cuando aparecen  en la prensa titulares que enfatizan que “Venezuela por primera vez en su historia importa petróleo”. La única explicación es que con toda probabilidad ese tipo de información proviene de periodistas o “analistas” que o bien fueron formados en los colegios privados dónde se les excluye de la verdad, o porque han obtenido sus borlas universitarias en los incontables Institutos universitarios públicos y privados, que no superan ser un deficiente sexto año de bachillerato). No estar al corriente que esa tecnocracia petrolera que muchos definían como “meritócratas” robándole la autoría del término a Renny Ottolina quien acuñó legítimamente fortunas precisamente del negocio de la importación de petróleos livianos para el procesamiento del criollo. Quien le interese el tema lo puede profundizar en los añejos trabajos expuestos y publicados por Hugo Pérez La Salvia, a quien no le profeso fervor político, o de Pedro Miguel Páreles o de Rubén Sader Pérez.
Una responsable formulación de fondo del tema con ocasión de la previsible caída de los precios petroleros y el aumento de la gasolina debe ajustarse a trazar los distintos escenarios que confluyen sobre una visión de Estado.
Por ejemplo, en prima facie se debería proponer un acuerdo mínimo en torno al lenguaje que se utilizaría para una perspectiva del debate en el mediano y largo plazo. Yo como ciudadano de a pie voy a hacer algunos comentarios:
Las fuentes de la civilización occidental: La Biblia.
Se ha dicho que la Historia es un campo de estudio en el que es necesario apelar al principio. Si hemos de buscar los antecedentes del pensamiento económico deberemos remontarnos a la prehistoria. Encontramos indicaciones de él durante las Eras de Piedra, Bronce y Hierro. Ya 3000 a.C. prosperaba una civilización en la India que rivalizaría con las de Egipto y Babilonia. Todas ellas han desaparecido. Subsiste apenas un leve eslabón entre sus sistemas de valores y sus logros con los de “nuestra civilización occidental”.
La llamada Civilización Occidental no tiene su origen no en la antigua India, Babilonia o Egipto sino más bien en los hebreos de los tiempos bíblicos desde las ciudades-estado sumerias, ubicadas en el actual Irak, de la cual emigró Abraham en busca de Canaán y en los Griegos de la Edad Clásica. De los hebreos se ha heredado a las Tres Religiones monoteístas de alcance mundial, así como la ley moral que poseemos son de estricta herencia hebraica. De Grecia tenemos ese legado que nos inspiró el amor por la belleza y la búsqueda de la sabiduría. Con los griegos empieza la era lógica del hombre, esto es, su emancipación de la magia y la astrología, que marca también el surgimiento de la individualidad y el pensamiento ético, es decir, de esa revolución del pensamiento que aún en este momento apelamos.
Pensamiento económico en la Biblia:
Muchos pasajes de la Biblia confirman el valor de una buena vida. Dios promete a los hijos de Israel la abundancia en la tierra que mana leche y miel y nadie sufrirá necesidad (Deuteronomio 3:8, 15:4). Surge el principio moral “Ama a tu prójimo como a ti mismo” dando nacimiento a razón moral que toma en cuenta tanto nuestro interés como el de los demás.
Existen numerosas provisiones para la protección de los pobres que mandan realizar actos de caridad así como provisiones para proteger al hombre que trabaja, el patrón no le debe negar su salario al término de la jornada (Levítico 19:13). La jornada del mismo no debe requerir un alto número de horas, aún cuando se pague un salario alto. Un artesano empleado por sus habilidades no debe ser sujeto a labores distintas de las de su profesión.
El sábado: 
La piedra angular de la legislación social bíblica es la institución del sábado, el día de descanso semanal para el patrón, sus trabajadores, esclavos y extranjeros. Esta institución no tiene paralelo en las civilizaciones griega, romana o más antiguas.
La esclavitud:
Otro aspecto distintivo de la legislación bíblica requiere la liberación periódica de los esclavos de raza israelita. No deberán estar sujetos por más de seis años, debiendo ser liberados al séptimo y proporcionársele liberalmente comida y otros bienes para que pueda iniciar una vida nueva (Deuteronomio 15:12). El esclavo israelita escapado no debe ser devuelto a su amo sino que podrá vivir sin ser molestado, provisión que se interpreta como primer paso en la abolición de la esclavitud (Deuteronomio 23:16; Jeremías 34:8-22; Levítico 25:39). Otras provisiones prohibían al amo tratar al esclavo con violencia. Contrasta esto con las instituciones de Roma. Si un esclavo es muerto por la violencia de su amo, este es a su vez reo de muerte (Éxodo. 21:20,26).
El año sabático.
El año sabático, en el que ha de liberarse a los esclavos, tenía una significación adicional. Era también el año en que debían cancelarse todas las deudas (Deuteronomio 15:2) y debía permitirse a los pobres comer de la tierra ajena (Éxodo 23:10).
El año jubilar.
Los derechos del propietario de la tierra, ya limitados por el año sabático, lo era aún más por la institución del año jubilar, el que establecía la liberación de la tierra después de 50 años (Levítico. 25:13). Estas provisiones tendían a impedir la concentración de la tierra por latifundistas, si bien tal concentración de propiedad se daba con frecuencia (Isaías 5: y Miqueas 2:2).
Las instituciones del año sabático y el año jubilar pueden ser interpretadas como instrumentos para aliviar periódicamente las tensiones sociales.
Protección del débil.
El individuo económicamente débil era protegido por provisiones de las cuales la liberación de las deudas en el año sabático era sólo una. Bajo las condiciones económicas primitivas se contraían compromisos frecuentemente sólo para el consumo, más que para efectos productivos, lo que colocaba al moroso en una posición de negociación débil. La Biblia toma en cuenta esta posibilidad declarando ilegales los préstamos con interés en estos casos (Deuteronomio 23:20).
El trabajo.
La Biblia coloca un énfasis especial para la dignidad y el valor del trabajo humano. Más que una condenación, el trabajo es considerado como una bendición (Proverbios 10:16), y la dignidad del humano se deriva del trabajo de Dios mismo, realizado por el hombre. Contrasta esto con Platón, que consideraba el empleo y las artes manuales como denigrantes. (Volveremos sobre el tema).
Es posible licenciarse en ciencias económicas en Estados Unidos y, a la vez que se aprende un montón de teoría económica, y no aprender nada de economía. (Douglas Down)
Pedro R. Garcia M.
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sábado, 13 de septiembre de 2014

PEDRO R GARCÍA, ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA RAÍZ DE LA CRISIS ECONÓMICA ACTUAL. PUNTO DE QUIEBRE

Ubicando algunas pistas…

Es oportuno el debate para traer algunos testimonios referentes a la situación económica del país al inicio del siglo pasado. 

Es importante destacar que hay una carta escrita el 24 de enero de 1900 por el doctor Carlos Bruzual Serra, natural de Cumaná, quién fuera uno de los exitosos abogados, considerado uno de los más hábiles litigantes y de sólida formación como legista de Caracas, quién fuera ministro de Obras Públicas, Fomento, y Hacienda y Crédito Público durante la presidencia del General Joaquín Crespo; precisamente,  ocupando este último cargo, y con el apoyo irrestricto de Jacinta Parejo, esposa de Crespo, en 1897, fue candidato presidencial en el partido liberal amarillo, donde, pese a lo que significaba ese respaldo de mucho peso, se terminará escogiendo a Ignacio Andrade. 

Este hecho lo llevará a ser ministro plenipotenciario de Venezuela en Francia y Alemania entre 1898-1900. Estando en París, en doctor Bruzual Serra dirigirá una carta a Cipriano Castro, en la que resalta la situación agrícola del país, la necesidad de diversificar la producción y desarrollar las pequeñas industrias, condiciones básicas para limitar la dependencia de los países industrializados, de las grandes potencias con su política imperialista, de manera similar a lo que hicieron posteriormente con respecto al petróleo, lucrándose con nuestros frutos de manera inmoderada, al tiempo que amenazaban con represalias si hubiésemos osado aumentar los precios de exportación. Como aún sucede en nuestros días, los venezolanos aún dependemos del exterior para nuestro consumo interno, tal como acontecía en 1900 con el café y en nuestros días con el petróleo. Una excelente referencia para juzgar a nuestros sucesivos gobiernos en cuanto a su eficiencia y eficacia para desterrar ese mal congénito que es la “Agricultura de Puertos” la cual disfruta de carta de ciudadanía por un larguísimo período que ha desembocado sin cambios en el  presente. En esa esquela señalaba Bruzual Serra lo siguiente:

… que el café representa hoy para nosotros la principal si no la única riqueza. Hemos tenido y tenemos, pues, todo nuestro bienestar cifrado en el precio de un solo fruto. Esto por sí sólo es un gran peligro que, desgraciadamente, hemos visto convertido en verdadera calamidad por más de una ocasión, cada vez que el fruto ha sufrido una notable baja. Es evidente que las crisis económicas no sucederían tan frecuentemente, si Venezuela contase con otros productos que viniesen a equilibrar las bajas del café. Nuestro café vale en Havre 55 francos el saco de 100 kilogramos, pero ese saco paga en Francia por derecho de importación 156 francos, esto es, tres veces lo que vale el café puesto en Havre. Y ese enorme impuesto viene rigiendo en Francia después de la guerra franco-alemana de 1870 hasta la fecha, sin que los países principales productores de café, como Brasil, Venezuela, Centro América y Colombia, se hayan puesto de acuerdo para llegar a un acuerdo razonable con la Francia, tendiente a modificar esa tarifa escandalosa. Así es la verdad, que nosotros compremos al extranjero mantequilla, queso, pescados conservados, jamón, frutas en su jugo, en fin, conservas, confituras de todo género, y lo que es más grave aún, hasta maíz y caraotas. Es decir: importamos el desayuno, el almuerzo y la comida, y enviamos por ello al extranjero una suma respetable en oro, oro que tanto necesita el país.

Castro está muy consciente que la descripción que le ha hecho Bruzual Serra es de capital importancia: ella impera como preocupación  en el estamento político y económico; la descripción es muy similar a la que sostuvo uno de los testigos presenciales de ese momento, Delfín Aguilera, quién  señaló en su testimonial lo siguiente:

La Venezuela agrícola de esta fecha no produce más que la de 1808, ni sus cultivadores saben más que los de aquella fecha, y en esto ven muchos el verdadero origen de nuestro atraso.

El texto que antecede  ofrece una visión de la situación agrícola del país y en su estado innegable. Para acometer seriamente una política para alcanzar el logro de satisfacer la necesidad de diversificar la producción y desarrollar las pequeñas industrias, condiciones básicas para limitar la dependencia de los países industrializados, era obligado contar con una clase productora, la de los grandes propietarios de la tierra, cuya expresión política era el Partido Liberal Amarillo, que representaba la disgregación feudal, acorde con la ideología y los intereses de la clase terrateniente venezolana, que había venido ejerciendo el poder desde 1864 en virtud del triunfo de la Guerra de la Federación hasta el advenimiento del Partido Liberal Restaurador de Cipriano Castro.

La población del país estaba estimada en aproximadamente un poco más de 2.300.000 habitantes, de los cuales 150.000 lo representaban los propietarios de la tierra, en su mayoría de medianos propietarios, es decir, los campesinos ricos, llamados hacendados, que no alcanzaban el rango de grandes señores de la tierra (verdaderos latifundistas) que sólo estaban representados por una ínfima minoría, entre los que estaban, Páez, Guzmán Blanco, Joaquín Crespo y buena parte de quienes como ellos lograron alcanzar esta posición utilizando el poder político para apropiarse de las tierras; y 2.150.000 los preteridos. De esta población total, 300.000 vivían en pueblos y ciudades, es decir, era la expresión de la población urbana y más de 2.000.000 vivían en el campo, dedicados a labores agrícolas y pecuarias.

Veamos cómo se nos mostraban esos hacendados en la Venezuela de este tiempo. Aguilera señala en primer término que ellos eran “la primera persona después de nadie”, ignorantes de la técnica agrícola y de administración de empresas, con una dieta barata acostumbrada que se había impuesto en la mesa de los venezolanos, bien en las haciendas o en las ciudades, constituida por un poco de carne, arroz blanco, caraotas negras, algunos tubérculos cocidos y como postre alguna fruta, aunque solían comer de manera abundante, la mala alimentación que se suministraban los propietarios de la tierra, irremisiblemente los conducía a la desnutrición, al punto de que Aguilera deja constancia que era proverbial “que cuando algún venezolano pudiente realizaba un viaje de salud a Europa, y allá se hacía reconocer por algún médico, éste le decía después del largo examen: “Usted lo que tiene es hambre: aliméntese mejor”. Sin duda alguna este no es el cuadro que puede caracterizar a un estrato social elevado y poderoso, sino expresión de las limitaciones propias de las clases rurales medianas que representaban a los campesinos ricos. Además, Aguilera reseña su calidad de vida mediante la siguiente expresión:

Aparte de esto, se dan casos de verse el hacendado pudiente en calzoncillos y guardacamisa o tocana, cuando no se permite el lujo de un liqui-lique arrastrando sus alpargatas en chancletas, mientras la señora, desgreñada y sucia, hurga el fogón, y los chiquillos sarnosos y hambrientos, moquean sobre el puchero. Pero esos detalles y algunos otros en nada influyen sobre el espíritu caballeresco y medieval de los hidalgos criollos, los cuales conservan el derecho de pernada sobre las doncellas del peonaje. Referir aventuras de esta laya es una de las más frecuentes y deliciosas manifestaciones que de un refinado gusto, cultura y moralidad suelen dar los explotadores de la gente campesina. En alguna hacienda de alta categoría podrá encontrarse un ejemplar de alguna mala novela galante, pero será muy difícil encontrar un ejemplar de un periódico como la América Científica.

El cuadro anterior nos da un diagnóstico aproximado de estos productores, además, agregará Aguilera que

Al hacendado no se le debe ninguna iniciativa para modificar el medio en que vive: ahogado e incapacitado por la ignorancia propia o por la ajena, o por ambas, y por la maligna indiferencia o desidia de cuantos se acogen a su sombra, está condenado a ver consumirse o desaparecer cuanto no atiende por sí mismo.

La otra clase social del campo, la clase campesina o trabajador agrícola, perteneciente al más bajo estrato de la estructura social venezolana, que conoceremos como el peón, un trabajador no calificado que laboraban la tierra en los grandes latifundios y en las faenas de producción del café y cacao, estaba sometida al aboletamiento y el sistema de pago con fichas, que la condenaba a trabajar enfeudado de por vida en la hacienda del señor, sometido bajo la doble condición de semi-siervos y semi-asalariados, de enfeudamiento, es descrita en el testimonio de Aguilera de la manera que sigue:

El Partido Liberal acabó con la esclavitud, según nosotros los liberales y con la libertad según otros.  Dejando esta cuestión a los partidos a cuyas querellas debemos la primacía de la espada, símbolo de las desdichas nacionales, sólo diremos por ahora que el peón venezolano está hoy en peores condiciones que cuando la esclavitud legal. El salario del peón rara vez pasa de dos bolívares diarios, que hacen quince pesos mensuales, suma que recibe generalmente en efectos cuyo valor lleva un recargo leonino; y tanto es esto así que para recomendar el valor de una hacienda no se dice cuánto de su cosecha, sino: la pulpería produce tanto. Toda querella entre él y su patrono se decide en contra suya. El peón se compra por medio de lo que se le fía, se le presta o se le adelanta con usura, y para el cumplimiento del pacto el que lo explota cuenta con las facilidades que le brinda el comisario en cuyo nombramiento influye. Hay hombres especiales para la caza de peones que pretenden eludir, con el cambio de domicilio o de avecindamiento, el pago de sus deudas.  (Volveremos sobre el tema).

Pedro R. Garcia M.
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