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miércoles, 2 de julio de 2014

PEDRO PALMA, ¿DÓNDE ESTAMOS?

El 12 de abril de 2010 salió publicado en esta columna un artículo titulado “¿Adónde vamos?” En el mismo decía cosas como estas: “Realmente preocupa el rumbo que desde hace un buen tiempo ha tomado la economía venezolana, producto de una política económica errada que ha fracasado en todos los países donde se ha intentado implementar, con el agravante en nuestro caso de una serie de incongruencias que la caracterizan, haciéndola aún más inoperante y negativa.

”El acoso permanente a la empresa privada que se materializa a través de los controles desproporcionados que se le imponen, no solo en materia de precios, sino también en lo referente al tipo de producto y las cantidades que se tienen que producir, así como la forma como esos bienes se tienen que distribuir, en línea con las decisiones caprichosas de algunos  funcionarios, crea un clima muy adverso para el desarrollo de cualquier actividad productiva. Si a ello agregamos las amenazas permanentes de intervención y de confiscación a quienes incumplan esas normas, o se sospeche de ello,  y las decisiones arbitrarias e injustificadas de expropiación, ya no de grandes fundos y empresas, sino también de pequeños negocios, es fácil inferir el poco estímulo para invertir que hoy existe en el país, máxime cuando esos atropellos provienen de un gobierno que lo controla todo, eliminándose cualquier posibilidad de defensa de los derechos de los agraviados, ya que quienes tienen que impartir justicia están allí para defender los intereses de la “revolución”, y no para velar por los derechos de los ciudadanos”.

Más adelante decía: “Los que defienden el proceso argumentan que las acciones contra la empresa privada se justifican, pues con ellas se busca asegurar la autosuficiencia alimentaria del país, y eliminar los vicios de especulación, acaparamiento o desviación de productos al exterior, que crean desabastecimiento y elevación desproporcionada de los precios. Falaces argumentos esos que ya no engañan a nadie. Sobradas son las pruebas de ineficiencia, destrucción y depauperación que las acciones de expropiación han generado, no sólo en el área agrícola y pecuaria, sino también en las de producción de alimentos elaborados y de productos básicos”.

Terminaba ese escrito con el siguiente párrafo: “Los resultados de la política económica no pueden ser más negativos: caídade la producción, desempleo creciente,servicios públicos caóticos, dependencia como nunca  de las importaciones y del volátil negocio petrolero, alta inflación y caída sostenida de la capacidad de compra de los venezolanos. Por ese camino vamos a cualquier sitio, menos a un buen destino”.

Más de cuatro años después de haber escrito esas líneas, la realidad que hoy vivimos demuestra que, desgraciadamente, aquellas apreciaciones y esos temores estaban bien fundamentados. De allí que sea válido que nos preguntemos ¿dónde estamos? Estamos en una situación deplorable,en gran medida producto de los errores y desviaciones de las políticas públicas implementadas por el régimen durante varios lustros. Ello ha generado los múltiples desequilibrios que afectan a la economía, la elevadísima y creciente inflación que depaupera a la población, la escasez y el desabastecimiento, la desenfrenada corrupción, la contracción de la actividad productiva y el deterioro de la calidad de vida. De continuar las cosas como van, y de seguirse ignorando los graves males que nos aquejan sin aplicar los dolorosos pero necesarios e impostergables correctivos, seguiremos cayendo, haciéndose cada vez más difícil y dolorosa la corrección y la reversión de esas adversidades.

No puede continuar la farsa de endilgarle a otros las culpas, desaciertos y falencias del gobierno, quien acusa y amenaza a los supuestos culpables, y a la vez pretende sustentarse en base a unas promesas y a unas “misiones”, que si bien pueden dar algún alivio, en muchos casos se limitan a dádivas que no contribuyen a reducir la pobreza, afianzándose la miseria y la dependencia.

Pedro Palma
palma.pa1@gmail.com
@palmapedroa

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viernes, 15 de noviembre de 2013

LEONARDO PADRÓN, LA PIÑATA Y EL MAL DE OJO

Se trataba de una niña que cumplía sólo un año. Su primera piñata. Una fiesta que nunca recordará. Esa es una de las nostalgias del ser humano: no hay memoria de nuestros primeros gorjeos. Justo la época en que el resto de la especie nos protege y celebra. 

No recordamos esa época de oro donde nadie practica bullying con nosotros, ni somos pasto de la envidia, la maledicencia o el chisme. Así de relajada andaba gateando la pequeña Camila. Escasamente le dispensaba atención a los regalos que recibía. Camila no supo de los tequeños, la pizza en cuadritos o las bolitas de carne que circulaban sin descanso. No se enteró del afán del mesonero. Ni del estrés de su papá. En rigor, aún no tenía claro el nombre de su madre. El mundo, mientras lo gateas, es mucho más simple. Más allá, los adultos, en plena conciencia de la realidad, se acercaban a una botella de whisky que presidía la barra con una sensación casi mística: ¡Aún existe! ¡Hay whisky! ¡Es 12 años!

La piñata ostentaba dos logros notables: 1) No había estridencias musicales ni payasos perifoneando entusiasmos que pocas veces triunfan. Reinaban el sonido de la voz humana, las risas, los balbuceos infantiles, el apretón de manos. Una límpida celebración. 2) Detalle considerable: la actividad central de los niños era sembrar árboles. Cero colchones inflables. Cero camas elásticas. Solo niños y sus manos abriendo bóvedas en la tierra fresca para esparcir semillas, niños rastrillando surcos, niños colocando abono, niños volcando el primer trago de agua para esas semillas. Ellos no daban crédito: tenían licencia para embarrar sus dedos hasta la gloria. La tierra despedía un olor a novedad.

Al borde de la piscina, los adultos – contaminados de edad, vida y país- desmenuzaban el único tema posible: el caos nacional. En cada conversación los adjetivos respiraban desazón y ansiedad. Especulaciones iban y venían, como si se tratase de un nervioso juego de tenis. Alguien hablaba de colapso inminente. Otro de sacudón. Más allá de exilio urgente. Cuando fui en busca del consabido refill, quedé atascado en una charla dominada por el gracejo de un italiano que, a pesar de tener 40 años en Caracas, estaba atornillado a su acento con una terquedad conmovedora. Discurría sobre la obsesión de los oficialistas por mantenerse en el poder a costa de cualquier descalabro. Recordó un refrán siciliano: “U cumannari  é meghiu ro futtiri”. Lo tradujo al italiano universal: “Comandare é meglio che scopare”: Y, finalmente, la sentencia llegó en notable versión criolla: “Mandar es mejor que tirar”.

Quizás en esa frase está resumida la tragedia que hoy encarnamos y que tantos países -en el manuscrito de la historia- han padecido. La misma idea la colgó el controversial ex secretario de estado norteamericano, Henry Kissinger, que muy ducho era sobre el tema: “El poder es el mayor de los afrodisíacos”. Supongo que si algunos líderes del chavismo pasearan sus ojos por estas líneas asentirían en el acto, con una risotada de aprobación y dentera. Tal vez Chávez hubiera agregado su fe de errata: “Mandar es mejor que vivir”.

El hecho es que estamos atascados – un país entero- en el pantano de los adictos al poder. No saben de economía. Trastabillan sobre asuntos de minería y petróleo. Se saben incompetentes para la gerencia pública. Se electrocutan de ignorancia ante los problemas de energía eléctrica. Intercambian los cargos. Maquillan noticias. Encarcelan a los reporteros gráficos. Y, sobre todo, culpan de la tormenta al que no gobierna el clima. Sobrevendrá el caos, pero jamás abandonarán su droga. El poder es la cocaína más apetitosa del mundo.

Lo más rudo era el contraste: mientras los adultos rumiaban la zozobra de un país desvalijado de futuro, cinco metros más allá, los niños sembraban el destino de unas semillas de menta, albahaca y cebollín.

                                               ***

Aquí todo el mundo tiene su episodio. El dueño de la casa donde la piñata transcurría me narró minuciosamente la situación que debió sortear para estar allí, en la serenidad de ese jardín donde su nieta gateaba. Dos años atrás, a sus suegros los visitó la muerte. Primero el esposo. Luego ella. Pocos meses de diferencia. El hijo que allí quedaba no soportó la pesadumbre y un día salió por la puerta, pasó doble llave y se fue. En la nevera quedaron una jarra con jugo de naranja, 250 gramos de queso paisa, media docena de huevos, una bandeja de jamón, papas, cebolla, y algo de zanahoria. Como quien va a volver en pocas horas. Pero no pudo. Fue a buscar valor a algún lado. Y se tardó demasiado.

Cuando quiso volver, entendió que en este país el luto no puede andar con regodeos. La llave no encajaba en la cerradura. Peor aún, un carro ajeno ocupaba su garaje. Más allá, ondeaba una hamaca desconocida. Era inobjetable: su casa había sido invadida. Algún vecino se lo había advertido y él no terminaba de creerlo. Rondó la casa durante varios días hasta que una tarde vio llegar al furtivo inquilino. Lo abordó, lo interrogó, lo inquirió. Qué hacía en la casa de sus padres. El hombre, de notable desaliño, le mostró un documento de propiedad a su nombre. Una argucia legal que lo dejó mudo. Los invasores suelen estar bien asesorados. Habló con sus abogados y entendió que el litigio podía durar años y el resultado ser adverso. Entonces optó por devolverle la jugada al usurpador. Un sábado digno de playa llegó con un cerrajero y una troupé de amigos y familiares. Cortó candados. Puso otros. Cambió cerraduras. Estrenó llaves. Y luego de un largo recorrido de estupor ante tanto trasto ajeno y tanta propiedad hurtada, se quedó a vivir en su viejo espacio donde tantas veces fue hijo, adolescente y adulto. Era su casa de toda la vida. El invasor lo llamó. Quiso negociar. Pidió 200 mil Bs la primera semana. Luego 50 mil y finalmente, ya resignado, en la tercera semana urgía 5 mil Bs. El dueño tuvo el arresto de decirle que él con invasores no negociaba. Durante un mes la residencia fue torpedeada por amenazas y latas de atún que hicieron estallar todos los vidrios. Se quedó sin ventanas, pero con casa. Una verdadera batalla de resistencia.

En eso andan muchos venezolanos, resistiendo, a pesar de tanto ultraje y anarquía. A pesar de la piñata de dinero que llueve inescrupulosamente sobre tantos marxistas de nuevo cuño y la severa cirugía ideológica ocurrida en las aves de rapiña de siempre. Mientras tanto, el país se nos va por el desagüe.

                                               ***

Días atrás me tocó viajar a Maracaibo. Ya sabemos que la expresión “era un viaje relámpago” entró en desuso. O en todo caso, sirve para asomar un chiste cruel. El viaje era de 24 horas. Salir a las 9 de la mañana para un evento que se realizaría a las 8 de la noche no sirvió de mucho. Una vez más, el desastre de las líneas aéreas nacionales se encargó de que un vuelo que dura 50 minutos terminara ocupando 11 horas de mi vida. Éramos una multitud cansada, humillada. El empleado de la aerolínea razonó el caos: “De una flota de 17 aviones, solo 4 están volando. El resto está esperando la asignación de dólares para ser reparados, comprar repuestos, equipos, provisiones”. El dólar se ha convertido en nuestro patíbulo. Allí todo desemboca: el pan de jamón, los remedios, un par de zapatos, los juguetes. “A este país le quedó grande la letra del himno nacional”, gruñó un pasajero recordando la primera frase de la canción patria: “Gloria al bravo pueblo“. Todos los pasajeros nos convertimos en un callado rictus de vergüenza.

Creo que el nuevo Vice-Ministerio haría mucho por mi Felicidad Suprema si lograra que el señor Maduro viajara durante un mes entero, como cualquier venezolano promedio, a través de los aeropuertos nacionales. Lo quiero ver descubriendo que a su vuelo le rodaron la hora de salida, perdiendo su cita con Arias Cárdenas, corriendo de una puerta de embarque a la otra, buscando dónde sentarse para esperar 6 horas,  luchando con 20 pasajeros por un enchufe donde cargar su celular, sentado en el suelo, comiendo mal, con el coxis astillado, allí, junticos, él, Pérez Pirela y etcéteras del cinismo revolucionario. La solicitud ha sido formulada, señor Viceministro de la Felicidad. Pendiente quedo.

                                               ***

Ya en Maracaibo, luego del evento, un simpatiquísimo maracucho (perdonen la redundancia) me invitó a comer. El reloj rayaba la medianoche. Me asomó una lista de manjares altisonantes y retadores: agüita de sapo, patacones y tumbarranchos. Era un hombre de una barriga prominente. Contó que había sufrido un infarto y cuatro paros respiratorios. Yo aun no entendía cómo alguien, con tamaño prontuario en su salud, nos conducía hacia los explosivos comederos de la calle 67. Nos explicó que era atleta: practicaba full contact, skating y nado sincronizado. Todos observamos su monumental abdomen. Hizo la aclaratoria: “Lo que pasa es que a mí me echaron mal de ojo en la barriga”.

Carcajadas aparte, su salida resultó un ejemplo de cómo aquí todos escamoteamos nuestras responsabilidades. El gobierno suele ser muy prolijo al respecto. Le falta decir que a este país le echó mal de ojo un apátrida “pelucón” con poderes especiales cultivados en un sótano de la Casa Blanca. Que los apagones, el desabastecimiento, la brutal inflación, las protestas y los muertos de la inseguridad son un gigantesco mal de ojo patrocinado por la trilogía del mal. Basta hacerse el loco. Transferir responsabilidades. 

Aquí millones de personas sucumbieron de emoción ante un teniente coronel que asumió la culpa de un golpe de estado fracasado. Lo convirtieron en héroe. Más nunca volvió a asumir ninguna culpa. Ni él ni sus herederos.

                                ***

Frente a los ojos de los venezolanos se balancea una gigantesca piñata de petróleo desde la explotación del pozo Zumaque 1 en Mene Grande, hace 99 años. Los invitados al festín de dólares que genera el oro negro siempre han sido muy pocos. Hoy la rebatiña continúa, solo que los convidados no son los mismos. Ahora acostumbran vestir una franela roja, con unos ojos pintados en ella. Unos ojos que, según sus fanáticos, perseguían el horizonte de nuestra felicidad colectiva. Pero tales ojos privilegiaron esa adictiva golosina que es el poder. 

Eso es hoy lo único que le  importa a sus discípulos, ser dueños del país, mientras una madre anónima compra por 10 Bs. dos cucharadas de leche en polvo en un rincón fangoso de la patria.

@PadronLeonardo

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lunes, 4 de noviembre de 2013

EGILDO LUJAN NAVA, LA EMPRESA PRIVADA NO ES UNA SOMBRA, FORMATO DEL FUTURO…

En Venezuela, la empresa privada no es cuento ni es una sombra.

Una parte importante del contingente estructural de la producción primaria, industrial, comercial y financiera que no ha podido ser destruida durante la avanzada que emprendió en contra suya la actual administración hace poco más de diez años, ha podido sobrevivir.

Y, para reconcomio gubernamental, hoy no sólo da la cara para atender, aun con fuerzas menguadas y hasta deficiencias tecnológicas, parte importante de cierta demanda permanentemente creciente de los consumidores. Sino que, además, a partir de una sofisticación gerencial que se mueve entre controles, restricciones, persecuciones, acosos, agresiones, inspecciones, multas y decomisos, entre otros, es capaz de hacer posible que la productividad – en parte- compense la imposibilidad de alcanzar una rentabilidad lícita, honrosa, legítima para evitar cierres, reducciones productivas. 0, además, la necesaria migración hacia países donde la renta, precisamente, no es sinónimo de antipopular pillaje organizado.

Esa sobreviviente empresa privada venezolana, desde luego, es la misma que, por sobre  desmedidas campañas propagandísticas y el efecto de leyes concebidas para debilitarlas paulatinamente, y golpear moralmente a propietarios y gerentes, todavía genera poco más del 70% de las fuentes formales de trabajo en el país;  aporta esfuerzo y riqueza productiva relevante en la estructuración del Producto Interno Bruto. Pero, además, es aquella que, con la participación decidida de los trabajadores que no han aceptado ser convertidos en apéndice sumiso y obediente del objetivo primigenio de la misma fuerza ideológica empeñada en hacer del Estado centro motor del país y esencia nodriza del venezolano, ocupa los primeros lugares de toda encuesta que pregunte en dónde cree usted que está la solución a sus problemas de abastecimiento y  empleo.

A la empresa privada, la sociedad no le atribuye responsabilidad predominante en las causas de la inflación, de la escasez, del desabastecimiento, de la inseguridad, de la violencia, de las deficiencias en los servicios de: electricidad, agua potable, salud y educación pública, comunicaciones básicas. Tampoco en la anarquía reinante en el comportamiento de parte importante de la población que, al amparo del padrinazgo de quienes dicen hacerlo todo en nombre del pueblo y para el pueblo, permiten, justifican, respaldan desde las sombras, toleran, amparan y premian con permisividad e impunidad.

Es verdad, hay una importante expresión individualizada –y también organizada- de un llamado “empresariado patriota” que ha sido convertido, poco a poco, en la vitrina del supuesto avance de la nueva economía venezolana; es decir, de aquella que ha podido construir capital, fortalecer capital, disfrutar de exoneraciones y compensaciones por sus “servicios a la Patria”. Pero, curiosamente, también es sobreviviente a su manera, de entre todos los intentos que se iniciaron –con abundante capital por delante- para desarrollar desde cultivos organopónicos, siembras sobre terrazas de inmuebles urbanos, gallineros verticales, cooperativas, empresas de propiedad de cualquier tipo que no guarde parentesco capitalista, hasta promotoras empresariales en países distintos y liderados por gobiernos “amigos”.

Las otras, las de las expropiaciones, las de las tierras “rescatadas” y convertidas en propiedad gubernamental por motivos de “utilidad social” o “utilidad pública”, las invadidas por la fuerza “popular” o ministerial con “pistola al cinto”, esas, no son precisamente modelo de aquello que, por años, se estuvo mercadeado como un  modelo de lo ideal en el medio de un “socialismo revolucionario”. Ellas, de acuerdo a la opinión de quienes -siendo aún nuevos administradores- insisten en la prédica del porqué ya no son propiedad de sus legítimos propietarios -que, por lo demás, tampoco han recibido el pago que les corresponde por ley- hoy están siendo sujeto y objeto de “intervenciones”; bien porque dejaron de producir en el medio de un festín de millones de bolívares que no resultaron suficientes para semejante proeza, o porque  su propios trabajadores se han percatado que, para ellos, el sueño se convirtió en pesadilla y en un motivo cómodo, fácil, sabroso para el enriquecimiento ilícito de muchos de los ungidos para llevar a cabo la nueva obra, desde posiciones gerenciales enemistadas con la meritocracia.

Focalizadas en el nombre y la  identidad pública de algunas de las organizaciones gremiales de mayor trayectoria y prestigio en el país, como es el caso de Fedecámaras, Consecomercio y de Venamcham,  a las empresas y a los empresarios privados hoy se les responsabiliza de ser los financistas, activistas y, por supuesto, agentes dedicados a tiempo completo a liderar una supuesta “guerra económica”, entre cuyos componentes más sobresalientes se identifica a un conjunto de supuestos sabotajes, que incluyen acaparamiento y especulación de bienes de consumo masivo, principalmente alimentos, artículos de limpieza y de higiene personal; curiosamente, de todos los que no pueden producirse, distribuirse y venderse sin el consentimiento estricto  y vigilante del propio Gobierno, ya que desde hace diez años, unos, dos años otros, dependen de un ya obsoleto e infuncional control de precios y de un sistema de “alcabalización” burocratizada.

Pero si curioso es que tales presuntos hechos propios de la llamada “guerra económica” sea dirigida inteligentemente por fabricantes y comercializadores, mucho más lo es que a tales activistas, se les insista en llamar a sumarse a los esfuerzos que el país desea emprender para dejar de ser lo que determina el comportamiento del precio por barril al que se vende el petróleo fuera de la frontera nacional. Porque, a juicio de los que arengan a los interesados –reales o potenciales- hay que salir a la conquista de los mercados internacionales. ¿Cómo?. ¿Cuándo?. Algún día, pero si es pronto, mucho mejor. Es decir, te acuso porque me interesa acusarte; te llamo, porque necesito que me ayudes con lo que no soy capaz de convertir en un bien final competitivo.

En Venezuela, hay vocación por y para el emprendimiento. Lo dicen expertos venezolanos y foráneos. Pero en el país, definitivamente, no hay una cultura gubernamental dirigida a estimular la conversión del sueño emprendedor en una empresa como bien acabado, llamado a ser perfeccionado y exitoso. Tan cierta es esa limitante, que cualquier pretensión emprendedora, amén de la importancia de la participación del capital semilla, como lo destaca el informe Doing Busines del Banco Mundial, debe someterse a un promedio de 144 días de trámites, contra 36 que se dedican en el resto del Continente y apenas 11 en países desarrollados.

Por supuesto, no se puede aspirar a que en Venezuela la tramitología se asemeje a la de un país desarrollado, porque Venezuela no es un país desarrollado. Aunque lo extraño es que sus gobernantes insistan en destruir aquello que fue un sueño de emprendedores en décadas lejanas, y en impedir que nuevos sueños sean la respuesta productiva a la demanda del futuro. ¿Porque es más importante importar?. ¿Porque no conviene que la eficiencia privada continúe desnudando la inoperancia, incompetencia e ineficiencia del llamado Estado empresario?.

Importar no es malo per se. Lo malo es cuando se convierte en un capricho, se acomete como un propósito ideológico, y se le presenta como un acto glorioso, emblema de cierto tipo de soberanía que no entienden propios y extraños.

La presencia y funcionalidad de la empresa privada en el país, sin duda alguna, legitima políticamente a una forma de gobernar que se autodenomina  democrática, que dice creer y respetar el ejercicio del derecho de propiedad.  Es decir, siempre será necesario que, políticamente hablando, existan vestigios de empresa privada, de propiedad particular, de Democracia. Y eso, que es causa permanente de diálogos, debates y hasta de habladurías genéricas entre venezolanos, sin embargo, otros más pragmáticos -¿o románticos?- lo consideran la base sustentadora de una eventual alianza entre las fuerzas productivas del Estado y del sector privado. ¿Ingenuidad en el mar del paroxismo?. Quizás.

En todo caso, lo cierto es que en la Venezuela de finales del 2013, escasa de divisas y huérfana de un entorno jurídico y político confiable, así de como de un basamento definido sobre los objetivos económicos que guarden identidad con los caminos que transitan los países que insisten en prosperar y conquistar espacios en el ámbito de la globalidad, la empresa privada no es cuento ni es una sombra.

Y tan real e inobjetable es dicho reconocimiento y aseveración, que saber que Empresas Polar y Nestlé Venezuela -expresiones de riesgos financieros criollo e internacional- deciden acometer nuevas inversiones y apostar por el futuro de la economía nacional, aviva nuevos sueños de aquellos emprendores que perseveran en sus propuestas de estar dispuestos a actuar. Pero no para resistir y sobrevivir, sino en obediencia a esa convicción de la economía de avanzada en pleno Siglo XXI: los países sólo prosperan, cuando se plantean alcanzarlo a partir del desarrollo de una empresa privada afianzada en principios de libertad, como en su propia capacidad de acometer riesgos financieros, gerenciales y tecnológicos para competir y cumplir con su rol social de satisfacer necesidades de la población consumidora


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lunes, 22 de octubre de 2012

MARÍA ANTONIETA ANGARITA SERGENT, MATAR O EDUCAR. RESISTENCIA DEMOCRÁTICA

Lo que se vio en la calle durante la campaña electoral no fue lo que se reflejó el 7 de octubre en la elección presidencial venezolana, son muchas las irregularidades y denuncias que al estilo de goteo de grifo, si se comprobaran todas, podrían producir un desbordamiento como el que se anuncia en el lago de Valencia del Estado Carabobo. 

Hay que tener temple y sangre fría porque esto no es un juego con reglas claras y cartas abiertas sobre la mesa. Hay una Venezuela ruda, muy ruda e implacable, hay un lindero ético en el que está en juego la línea de valores y ese filo es el que hace la diferencia. 

El acoso ideológico y político presente en Venezuela quizás tenga su origen en el que se vive en las escuelas. Vemos como el fortachón se burla indecentemente del débil, sin piedad ni principios, cómo se rodea de rufianes para secundar sus fechorías y utilizar todo a su alcance para empoderarse sobre el débil. Sin embargo el débil soporta, y escoge fortalecerse y empoderarse o hundirse en el desánimo y el descuento, dependiendo del valor que tenga de sí mismo, tomará sus decisiones trascendentales.

Se logró consolidar y mostrar al mundo identidad y unidad como oposición democrática, eso sí. A pesar de esta derrota aceptada, quiérase o no, no se puede ni se deben perder los espacios, hay que salir del aturdimiento, de los juicios y culpas y arrancar con más fuerza, no hay otro camino... Desde la simple  y sensata perspectiva de un educador, ante tanta impotencia, podría decirse: o mato y entro en el sistema instalado o educo para resistir, inspirar y producir futuro sostenible, es una decisión ética.
En momentos como estos, es cuando la educación tanto en el hogar como en la escuela, debe enfocarse en los referentes familiares, históricos, sociales y espirituales. EL 12 de octubre recordamos la llegada de Colón a América, ahora renombrado “Día de la Resistencia Indígena”. 
Frente a los actuales eventos, como referente histórico entonces declaro el 12 de octubre de 2012, Día de la Resistencia Democrática en Venezuela. El espíritu de nuestros indígenas se despierta impetuoso en cada uno de los 6499.575 ciudadanos que defendieron y defenderán la democracia y el respeto entre los venezolanos. 
Recordemos también a los jóvenes venezolanos del 28, que lucharon contra la dictadura gomecista, recordemos a tantos venezolanos que a partir de entonces han trabajado por la democracia y muchos otro más en toda nuestra historia. Interpretemos con astucia y discernimiento los tiempos históricos.
En el marco espiritual, la figura de un hombre llamado Jesús se hace permanentemente visible desde los paradigmas aprendidos en el hogar. Este Señor fue clavado en una cruz por sus ideas, sus seguidores sintieron que todo había acabado pero en realidad  fue en ese momento cuando comenzó su obra de trascendencia. Si EL con sus doce inspiradores principales logró sembrar un ideal que hoy después de 2012 años aun sigue vivo, también aquí lo podremos hacer y resistiremos para defender las ideas de libertad que 6499.575 personas expresaron con su voto.
Fortalezcamos el espíritu,  el enemigo no es chiquito, por el contrario, es implacable, audaz, insensible y agresivo y lo que no debemos olvidar jamás, ¡ojo!, los que lo siguen son tan venezolanos como nosotros. Nos necesitamos para seguir luchando por nuestros hijos, nietos, hermanos, padres, amigos, digámosle que no los abandonaremos, que los amamos infinitamente, que para eso estamos aquí, vamos, "el amor salva todos los obstáculos", ¡a activar endorfinas, perspicacia y razón!
antonieta05@gmail.com

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