“...debemos considerar si hay sólo una forma de gobierno o muchas, y si son muchas, qué son, cuántas son, y cuáles son las diferencias entre ellas.” Aristóteles
En
las ciencias políticas ya es una especie de ley tácita que cualquier gobierno
se hunde en la ineficiencia cuando se centra en la satisfacción de electorados
diferentes, cuyos valores y exigencias son distintos, ya que se pretende
arropar a todos con clichés únicos.
Esta
presión es la que ha llevado al castromadurismo a reiterar su ramillete de
promesas, generalmente beneficiando a un grupo a expensas de otros. Mientras
tales favoritismos ilógicos suceden, no hay capacidad para la prioridad que es
mantener el orden, y se genera la inseguridad monumental que hoy nos rodea,
donde los ciudadanos no duermen tranquilos y andan por las calles
aterrorizados, en guardia ante la desesperación de ataques desaforados.
El
castrocomunismo no abandona o descarta sus errores, los consolida y repite, los
sigue manteniendo, los incrementa, los expande, los vuelve ilimitados, botando
el dinero estúpidamente.
Al asumirlo todo, todo se gangrena; y sigue creyendo
que todo se compra con dinero. También hemos comprendido los venezolanos que el
gasto descocado del gobierno ha empeorado las cosas. Y las ha empeorado en su
incapacidad para proteger a los pobres y oprimidos, que es lo más triste. Como
el fanatismo hace presa de la ignorancia, el castrmadurismo no atiende a las
zonas de pobreza suministrando empleos, alcantarillados, agua potable,
transporte, escuelas, para así mantener viva la esperanza de una vida decente.
Lo que ahí hay en cuanto a estas materias es lo que se hizo antes, con algunos
pequeños detalles nuevos que tampoco han incrementado este fin.
Con
verborradia y slogans no se modifican las condiciones sociales de los pobres.
En esto, el fracaso del castrocomunismo ha sido uniformemente desalentador; de
hecho, ha superado todos los fracasos de gobiernos anteriores.
En
peores condiciones ahora, lo que ya eran condiciones de existencia escasa se
han transformado en habitaciones del crimen, dominadas por el miedo, vándalos,
suciedad. Los pobres se han vuelto más pobres, más desaventajados para valerse
por sí mismos, ya que hasta los pocos favorecidos “con carnet” y subsidios
personales asumen una dependencia que los paraliza y los deja sin energías para
la lucha. A pesar del chorro de dólares petroleros y la succión exacerbada por
vía de los impuestos, no hay redistribución idónea del ingreso ni se fomenta la
justicia y la igualdad económica.
El
propósito original de los impuestos, que era favorecer a los pobres con los
aportes de los ricos, está sirviendo en el fascismo castromadurista para el
traspaso de los recursos ecomómicos hacia nuevos ricos; es una redistribución
que no está determinada por la productividad. Porque otra verdad comprobada hoy
es que más productividad genera menos desigualdad. El igualitarismo del
castromadurismo trabaja por una nomenclatura ínfima que se reserva toda clase
de privilegios, dándose a sí misma el nivel de vida e ingresos de los muy
ricos. De ahí la inflación que expropia a la clase media y destruye la
productividad. Los impuestos que pagamos los venezolanos generan todo tipo de
efectos catastróficos, sociales y económicos.
El
castromadurismo, en su afán de succionar ilimitadamente a los venezolanos para
aumentar sus rentas, desvía el flujo de ingresos de los gastos productivos
hacia el gasto público improductivo, perjudicando gravemente a la economía. El
aumento de las rentas del fisco deprime y produce la llamada “estanflación”,
porque el gasto público del castrocomunismo fascista es una amenaza, una
piratería fiscalista que va abriendo las puertas para una rebelión tributaria,
una provocación para que la gente no trabaje y haga trampas, en retribución a
las trampas que hace el gobierno. La “economía roja” se hace una “economía
gris”, monumentalmente peor que la del capitalismo.
La
succión permanente y creciente, conjuntamente con la pésima distribución de los
recursos, están minando la cohesión moral de la sociedad y produciendo un
veneno político, el cinismo de la verdad única, la incitación a la dependencia
absoluta del gobierno, esa “cubazuela” de la bancarrota donde los bienes de
abajo sólo sirven para el lujo y los muy bien provistos privilegiados de
arriba, que invierten la pirámide de la lengua para afuera, siendo tan sólo
dignos del aplastamiento que los espera.
La
amenaza de un gobierno que no admite límites en sus actividades
desnaturalizadas es evidencia de su incapacidad para generar cualquier tipo de
cambio social. La vorágine en los billetes es más que un síntoma, es una rapiña
que justifica la incredulidad que generan sus promesas reencauchadas.
Ya
los “estados gastadores” son una fea verruga de inconsciencia, ya que sus
presupuestos y decisiones pasan por encima de los recursos disponibles para la
idoneidad social y sólo obedecen a los deseos infinitos de apropiación
lujuriosa, donde la voracidad sólo alcanza para pavonearse y regodearse –sólo
ellos- en la titilante alfombra roja que tampoco fue de su hechura.
Alberto
Rodriguez Barrera
albrobar@gmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.