Las
dictaduras apuestan a tener una conciencia esclava en los pueblos del país que
dominan. Pero si la misma no es herencia de ancestros larvarios, la fabrican y
la imponen. Las dictaduras necesitan que cada individuo de la sociedad sea
esclavo de sus necesidades básicas. Sobre todo, al pretender saciarlas, estas
le supongan espejismos de libertad que habrán de perpetuar su condición de
esclavo y mendigo.
Mucho más, para que cada individuo agradezca a la dictadura
las eventuales migajas, caracterizándolo como servil y miserable. En la escasez
material, el cuerpo es protagonista de la existencia; mientras el alimento del
alma es desterrado fuera de la muralla.
El hambre y el dolor físico son activos
que las dictaduras acicalan en banquetes de promesas. Crean misiones de salud
para propagar la enfermedad, no para evitarla. Al convertir el alimento en
imposible, lo transforman en objeto mítico a guardar o esconder hasta de la
misma hambre. Las pulsiones primitivas desatan sus serpientes. Matar y violar
es la cumbre de las necesidades no satisfechas. En ese espectro delirante, la
imposición de la idea y la imagen de un salvador, o Mesías, profundiza más la
degradación humana.
Por ello, todo dictador y toda dictadura quieren abolir la
política. Desterrarla a muerte. Porque la verdadera política es más que la
representación ideológica del ser, es su suprema ontología.
Mas,
no siempre el sojuzgamiento y la esclavitud logran torcer el alma rebelde del
ser humano. En períodos de esclavitud, la esperanza persiste en aquellos que
luchan por volar alto. Las dictaduras olvidan que individuo o pueblo sometido a
penurias y vejámenes, puede existir el corazón de un volcán, que habrá de
erupcionar, cuando las orillas del río se junten. En la conducta vencida, una
rebelión de proporciones inimaginables podría estar fraguándose y estallar de
manera violenta o quizá pacífica.
Predicciones y cálculos se hacen añicos.
Entonces, no habrá ejército ni servicio de Inteligencia que pueda contenerla.
La fecha de ese magno evento, es misterio que
vuelve paranoico a dictadores, haciéndoles temblar de pánico en los
pasillos de la madrugada. La propia inducción a vivir de manera disociada en el
orden psicológico, beneficia al monstruo de la dictadura, pero queda expuesta
ante el despertar lento y caudaloso de una poderosa conciencia política que
podría dar al traste con ella. La
peligrosa situación límite también expone al poder. Toda dictadura
apuesta al absoluto creyendo construir la plenitud. Es su más garrafal error
cognitivo.
Benito
Mussolini no pensó que el pueblo italiano arrancaría la piel que lo
aprisionaba, una vez iniciada la liberación de Europa por parte del ejército
aliado. Curzio Malaparte, con precisa inteligencia narrativa, en su novela La
Piel, expuso ese proceso de transmutación y desollamiento, que la degradación
fascista parecía haber destruido con su indeleble tatuaje de hierro. El Vesubio
hizo erupción como emblema del destino subterráneo del pueblo napolitano. El
ejército norteamericano quedó asombrado, de que en esa desnudez primera de la
libertad, el pueblo napolitano celebraba
su liberación, y la burla ganada por aquellos soldados que la encarnaban en
burdeles y playas de Amalfi, como si en ese acto de irreverencia e inusual
lucidez -que prodiga el final de una tragedia o una ópera-, Nápoles, el pueblo
que gusta cantar su irredenta nostalgia, había tomado la determinación de no
necesitar, nunca más, de dominadores ni libertadores. El ejército norteamericano
no comprendió esta asunción vital, al convertirse en décadas posteriores, en ejército de
ocupación con la antorcha de la libertad.
En
Venezuela irrumpe una rebelión, superando a la propia palabra que la designa.
El colectivo junto al ciudadano, es confrontado en esta hora meridiana. En su
cúspide, la conciencia deja de ser una estrechez. El gobierno ingenia
estrategias para contener la voz de su líder fundamental, Henrique Capriles
Radonski. Los dinosaurios de La Habana temen a este huracán. Perder más de
trece mil millones de dólares anuales, significa la extinción definitiva de la
dictadura castrista. El Gobierno defenestra a un diputado y compra a su
suplente, para imponer una Ley Habilitante. Desata el populismo con furor
díscolo. Ya no asegura alimento, sino electrodomésticos. Aunque no sabe cómo
garantizar el funcionamiento de estos ante el colapso eléctrico. Al mismo
tiempo, Irán abandona a la revolución bolivariana al pactar con el Grupo 5+1,
en Ginebra. El Gobierno al no sentirse seguro con su poder de fango, tambalea.
Largas colas, que ya parecieran ser la de aquellos espectadores asistiendo a la
ejecución de sus verdugos, lo llenan de horror. Lo fantástico tiene un ancla
profunda en lo real.
Para una dictadura, una elección siempre habrá de constituirse en una posibilidad mortal, así recurra al fraude sistemático.
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