¡VOTAR
CON EL SUDOR DE TU FRENTE!
Este
narrador votará si es que hay elecciones el 8-D. Lo hará por los candidatos
escogidos en el marco de la Mesa de la Unidad e invita a sus lectores a votar.
Hay otros escenarios posibles pero quien esto escribe no está en condiciones de
asignarles probabilidad. Éstos son: un posible Caracazo versión siglo XXI, un
pronunciamiento militar institucional, la implosión del régimen por el desastre
económico o una pugna mortal entre las facciones y mafias que están movilizadas
por el cristalino principio de "agarrando aunque sea fallo". También
puede ser una combinación. Usted puede escoger el que le guste y a lo mejor
acierta.
Para
las fuerzas democráticas las elecciones próximas están asediadas por una
contradicción que pudiera resolverse, pero no se ha resuelto. Ésta consiste en
que se afirmó que el 14 de abril hubo fraude; que Nicolás Maduro no ganó las
elecciones y que, en consecuencia es ilegítimo. Este fraude habría sido
responsabilidad, por autoría o complicidad, del Consejo Nacional Electoral.
Inmediatamente surgió el dilema de cómo concurrir a unas nuevas elecciones si
ninguna de las artimañas es corregida. La respuesta de la dirección opositora
ha sido confusa y dispareja, y aunque de acuerdo a los estudios de opinión
pareciera que la mayoría democrática se dispone a votar, existe una franja que
se decanta por la abstención; fenómeno, por cierto, que también afecta en
diferente grado al oficialismo.
No
pocos han escogido hacerse los locos frente al dilema con la tesis de que eso
es clavo pasado. Afirman que Maduro ejerce la presidencia y no tiene sentido
discutir frente a lo que es un hecho más o menos comprobable. Ha de recordarse
que los autócratas, dictadores y caudillos pueden ejercer el poder pero
coadyuva a su reemplazo el que la sociedad democrática no les reconozca
legitimidad. El general Pérez Jiménez fue Presidente de la República por cinco
años, sin embargo las fuerzas democráticas siempre lo declararon usurpador, lo
que contribuyó a la clamorosa legitimidad de su caída.
La
contradicción entre el fraude del 14-A y volver a elecciones con el mismo CNE
se puede superar en la medida en que se convierta el 8-D en una palanca para el
reemplazo constitucional de Maduro y la apertura de una nueva fase de la
transición hacia la democracia. Aunque no se admita presentarlo de este modo,
lo cierto es que lo que puede movilizar más al pueblo opositor es la convicción
del resultado electoral de diciembre puede contribuir, en medio del caos
nacional existente, a promover la salida pacífica del poder de quien lo usurpa.
Para que estas elecciones puedan cumplir ese papel sería indispensable también
colocar al CNE en su lugar: no es el árbitro con su corazoncito simpatizante
del oficialismo sino la torva máquina que lo ha sostenido mediante el
ventajismo y el fraude.
Por
ejemplo, sin duda hay que reelegir a Antonio Ledezma; pero, más que elegir un
administrador es votar por un símbolo de resistencia que ha sido despojado de
manera ilegal y abusiva de competencias, oficinas y recursos. Votar por Ledezma
es votar contra Maduro e incidentalmente en contra del candidato que lo
representa. Tal visión es válida para todos los candidatos democráticos y es lo
que debe llevar a privilegiar votar por los que tienen más apoyo, los cuales
tendencialmente son los escogidos (bien o mal, mejores o peores) en el marco de
la MUD. Esta organización ha sido instrumento para organizar la participación
electoral democrática y lo ha hecho con corrección; no es un instrumento de
dirección para todos los momentos y eventos porque no fue concebida así ni
tiene fuerza para transformarse en lo que no es su diseño, pero para las
elecciones es el mecanismo existente.
LAS
RAZONES DE LOS ABSTENCIONISTAS.
Ante
quienes se despelucan porque hay abstencionistas es oportuno recordar que la
abstención es una conducta electoral. Ha sido empleada en muchas oportunidades
en el mundo y también en Venezuela. Entre nosotros fue empleada por la
izquierda insurreccional en la década de 1960; Chávez le coqueteó después que
la democracia ya medio patuleca lo sacó de la cárcel; la oposición democrática
llamó a la abstención en 2005 y Rómulo Betancourt, el 22 de septiembre de 1952,
declaró el propósito abstencionista de AD porque las "elecciones para
Asamblea Constituyente que anuncia la dictadura venezolana serán una
farsa", aunque al final el propio partido se rebeló frente a esas
instrucciones.
Cabe
recordar que la abstención de 2005 fue de un 83% del padrón electoral y allí
hubo unidad por arriba y por abajo con contadas excepciones. En ese entonces
tuvo sentido porque se vivía bajo la idea de que era posible eyectar a Chávez
del poder, como ocurrió en 2002, y parecía viable una insurrección después de
tan formidable demostración. Fue una apuesta riesgosa porque sin un intento de
cambiar el gobierno sólo quedaría, como quedó, una Asamblea Nacional roja y...
ninguna insurrección.
Desde
entonces se ha impuesto una política de participación electoral que ha
significado victorias como en el Referéndum de 2007, las elecciones
parlamentarias de 2010, y la elección presidencial de 2013, estafada por el
gobierno; también han ocurrido derrotas como en el referéndum de 2009, las
elecciones presidenciales de 2012 (que dicen que se perdieron) y las elecciones
de gobernadores también de 2012. Los dirigentes opositores reclaman, con
razones, que los éxitos electorales les son atribuibles. Y aquí hay que
detenerse un momento. Cierto que tienen méritos al haber respondido al clamor
de la unidad y construido mecanismos para facilitarla, pero esos mismos méritos
les impiden echarle la culpa a los que quieren abstenerse por querer hacerlo.
Los que dicen que van a abstenerse por razones políticas, siendo de oposición,
son víctimas del desencanto, de la idea de que "no hay salida
electoral", que los dirigentes "ganaron y no cobraron", que no
se lucha por condiciones electorales decentes, y de que esto se lo llevó quien
lo trajo. Por lo tanto, no se le puede echar el muerto sólo a los potenciales
abstencionistas sin revisar por qué no se les inspira para participar y votar,
o por qué no resulta atractivo el mensaje que se les ha enviado. Es posible que
si se plantean las próximas elecciones como un hito para el reemplazo
constitucional del régimen, se genere el entusiasmo necesario para que esa
mayoría que ya varias veces ha existido sea abrumadora y se convierta en el
punto de partida de la partida del hombre sin partida. Así, otro gallo
cantaría.
El
país se deshilacha en manos de la abulia ideológica, de las mafias cubanas, del
crimen, el narco y la inercia. Cada proceso marcha por su lado: los cívicos en
la calle, los militares en los cuarteles y los electorales en la campaña. Cada
cual tiene sus jefes y sus estrategias, pero este último -el electoral- está a
la mano con alguna titilante certeza.
www.tiempodepalabra.com
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@carlosblancog
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