El resultado
electoral de las elecciones aunque nos entristezca no debe sorprendernos; meses
antes del proceso hemos visto un país desbordando de manera irresponsable de
derroche, sin ningún plan de crecimiento. Regalos a diestra y siniestra del
portamonedas de PDVSA, creando expectativas con promesas y más promesas
solamente con el objetivo de comprar los votos. Más el chantaje ejercido sobre
todos los venezolanos inscritos en las misiones.
Al lado de ello, el mayor
atropello de comunicación y publicidad por parte del Estado, que haya ejercido
gobierno venezolano alguno, como se puede esperar de un país donde la única
protección jurídica que existe, es aquella que sirve al ventajismo del partido
de Gobierno.
Aunado al hecho de
que colocó a su disposición los recursos de las gobernaciones y los ministerios
que controla. Campaña en la cual las amenazas fueron la norma, apoyada en el
hecho cierto de las sanciones que han sufrido los opositores en el pasado.
Muchos de los votantes estaban convencidos que los que no sufragaran por el
Presidente podrían sufrir represalias.
Evidentemente en un
país donde el mayor empleador es el Estado, es fácil imaginar las presiones que
sufrieron los empleados públicos, quienes se sintieron amenazados.
Con este resultado,
las elecciones quien las perdió fue Venezuela. El tesoro nacional seguirá
siendo utilizado para resolver problemas extranjeros, para aumentar la
dependencia al PSUVE y enriquecer la boliburguesía.
Un fraude electoral,
no consiste solamente en robar los votos, comienza desde que se violan las
leyes que garanticen un proceso justo y equitativo, cuando se nombra un Consejo
Nacional Electoral “a dedo”, integrado por una mayoría del partido de Gobierno
y completamente parcializado. Se inicia también cuando no se brindan las
condiciones electorales para realizar unas elecciones transparentes y cuando se
elabora un registro electoral lleno de falsos electores.
En todo caso los
resultados electorales demuestran al mundo que existe una oposición en
Venezuela y que la misma posee un proyecto democrático; que existen partidos
políticos de oposición que se consolidaron en ese proceso electoral. El
concierto internacional de naciones no puede seguir escurriendo su
responsabilidad frente a la otra mitad del país.
De lo que se trata
ahora es de tener claro cuáles son las razones para continuar, para alcanzar la
Venezuela que aspiramos, democrática y libre, de acabar con esta pesadilla, de
encontrar un camino hacia la paz, a través de los votos y no de las amenazas,
un camino para alcanzar el país donde se quiten las máscaras, un país donde se
“juegue limpio”. El compromiso es con la patria y es desde hoy que debemos
asumirlo.
O continuamos por el
país o lo perdemos como lo perdieron los cubanos hace 50 años. Continuar con un
discurso para todos, un discurso de tolerancia y de reunificación.
El Presidente Chávez
nunca ha entendido que el desafió al que se enfrenta necesita de grandes
respuestas, que estas tienen que ser producto de un consenso; se ha equivocado
al querer imponer un tipo de sociedad que la mayoría de los venezolanos no
quieren; se confundió desde el principio cuando comenzó a considerar a sus
adversarios como enemigos, se ha creído dueño de todo, usa del poder y de los
ingresos del estado como si fueran su patrimonio personal, encabezando el
proceso de corrupción más grande que conoce la historia democrática de
Venezuela, no quiere ser el presidente de todos los venezolanos, sino de una
fracción y todo terminara porque el mismo pueblo que lo eligió terminará por
decidirse por la paz y la reconciliación.
Existen muchas
razones para continuar luchando y lograr que se produzca un cambio en el estilo
de gerencia que implementa el Presidente y con el cual polariza la sociedad
venezolana. Yo personalmente lo hago, porque no quiero finalizar mi vida en el
exilio, porque no quiero que los venezolanos tengan que hacer colas con una
tarjeta de racionamiento para poder comprar sus alimentos, porque creo en una
prensa libre y no en una que solo transmita los discursos de un viejo dictador
barbudo, porque no quiero un país con periodistas y escritores detenidos,
aislados o torturados, porque no quiero un país con las cárceles llenas de
presos políticos, porque no creo que los venezolanos tengan que ser pobres en
un país tan rico.
Rechazo la idea que
Chávez haga de Venezuela un Estado que empobrece a los que pretende defender,
sumisos frente a la dependencia del erario público. Esa es la razón por la
cual, el objetivo de sus misiones no busca crear soluciones sociales
definitivas o programas de desarrollo. Sólo buscan aumentar la dependencia al
Estado, con la ilusión de un bienestar inmediato.
Continuaré
oponiéndome porque no quiero aceptar que miembros de este Gobierno continúen
robando millones de dólares que colocan en el extranjero, porque no quiero ver
alcaldes presos o exilados como perseguidos políticos, porque no quiero que
liberen a los asesinos del puente Laguno y culpen a inocentes que defendieron a
los ciudadanos, ni que tampoco liberen al que disparó en la Plaza Altamira.
Tampoco deseo que en
el futuro artistas, músicos o bailarines se vean obligados a solicitar asilo
político como sucede con el Ballet Nacional de Cuba, cada vez que viaja; porque
no quiero que persigan a los estudiantes venezolanos; porque deseo evitar que
en Venezuela después de tumbar la esfinge de Cristóbal Colon, se erijan plazas
y monumentos a Saddam Hussein, a Tirofijo o El Chacal representados con las muy
malas esculturas de una conocida señora, rauda para encontrar una excusa y
vender uno de “sus mamotretos”, que la influencia de su marido, hacía comprar
en las instituciones del Estado.
Además porque creo en
el aparato productivo, en la inversión extranjera, en nuestros profesores y
estudiantes, en nuestros médicos, artistas y científicos; en nuestros juristas,
en nuestros petroleros, en nuestra marina mercante, en nuestros obreros, en
nuestra sociedad civil, en el pueblo venezolano, tan perseguido y maltratado.
La lista es amplia,
pero no exhaustiva; es apenas un enunciado de todas las razones que cada uno de
los venezolanos puede esgrimir; quizás la podría resumir un ciudadano
venezolano: “Deseo un país en el que libremente pueda decir que no estoy de
acuerdo con el régimen, sin que por ello corra el riesgo de ser acusado de
terrorista, traidor a la patria y enemigo de la Nación, por parte del propio
Presidente de la República. Porque sabemos, que en su Gobierno, siempre habrá
un juez o un policía que él puede presionar, a fin de convertir mi opinión en
un delito”.
nelsoncastellano@hotmail.com
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