Los días pasan con velocidad. El 7 de octubre está a la vuelta de la esquina y se necesita mantener serenidad y ecuanimidad ante los sucesos terribles que se presentan y de los que nos enteramos.
No es sólo la explosión de Amuay, los muertos en las cárceles, los presos políticos injustamente condenados y aquellos procesados a quienes no se les hace justicia. La muerte de Franklin Brito y la juez Afiuni sometida a maltratos vergonzantes, la inseguridad constante, los damnificados, las inundaciones y la contaminación, entre los muchos males que tenemos que enfrentar.
Sin embargo, resulta de lo más deprimente la falta de ética, el uso y abuso de la politiquería de la que se vanaglorian algunos de los seguidores del oficialismo. Oímos con lástima y pena sobre algunos politiqueros de oficio que han brincado la talanquera (ida y regreso), de acuerdo al momento y la circunstancia, para servir de voceros contra la Unidad Democrática.
Nadie pretende que todos pensemos lo mismo. Ha sido un camino difícil y tortuoso este de lograr esa unidad democrática, manejando la diversidad de formas de pensar, bajo el amplio paraguas de la verdadera democracia, con el objetivo muy claro del amor a la patria y la urgente necesidad de reencontrar el progreso, el desarrollo y la protección de los derechos humanos por la que tanto se ha luchado durante los catorce años de la “revolución bolivariana”, y antes, en los primeros años de la democracia representativa.
Resulta fastidioso reiterar el asunto de la ética marxista, pero es que, cuando ocurren esos hechos vergonzantes, en donde se observa la compra-venta de ideales, de ideología, de posiciones de poder, de cargos, no puedo sino ratificar lo que en innumerables oportunidades he señalado: para los marxistas-leninistas no hay ética, ellos usan con mucha tranquilidad a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”, para envolver en sus maniobras, de todo tipo, a ingenuos, politiqueros y oportunistas.
Vuelvo a la pedagogía: el valor de la dignidad y honorabilidad, si se pierden, el humano deja de ser persona. Sobrevive a duras penas y va cayendo en la sordidez y en una especie de muerte social al que lo lleva la condena ética y moral. A pesar de que el país tiene la memoria frágil, la sanción ética y moral es terrible. Más aun la justicia divina.
Periodista / Prof. universitaria
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