A propósito del asilo otorgado a
Julián Assange por Ecuador haciendo uso del derecho soberano que le asiste que
recibir en su territorio a quien considere que merece su protección, vale la
pena hacer algunas reflexiones.
La figura del asilo es tan
vieja como las relaciones entre los estados, sus orígenes se remontan a la
protección que las iglesias otorgaban a los perseguidos y que una vez dentro
del templo las autoridades civiles o militares, respetando la autoridad
eclesiástica, en la mayor parte de los casos les permitían quedarse allí sin
ser perturbados. En nuestra región, ha sido una institución respetada, valorada
y aceptada. Tiene antecedentes remotos. En 1928, la Convención sobre Asilo
firmada en la Habana en la Sexta Conferencia Internacional Americana, y
posteriormente la Convención de Montevideo sobre asilo político de 1933.
La evolución del derecho
americano llevó a que en la Décima Conferencia Interamericana celebrada en
Caracas se adoptara la Convención de Asilo Territorial en 1954, ésta, contiene
los principios y fundamentos que los estados del hemisferio han aplicado para
otorgar o negar las solicitudes de asilo. Algunos países respetuosos del
derecho, la han acatado y puesto en práctica, especialmente para otorgar la
protección y otros la han ignorado u omitido al negar los salvoconductos o
intentar ingresar a delegaciones diplomáticas para sacar por la fuerza a los
perseguidos.
Basta recordar el caso del
asalto que los cubanos hicieron en 1981 a la embajada de Ecuador en La Habana
obviando la “inviolabilidad de las sedes diplomáticas”, esa misma que hoy
pregonan para Ecuador en Gran Bretaña y que debe respetarse conforme lo ordena
la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares de 1961.
Ejemplos de asilo
controversiales abundan en Latinoamérica. En 1950, Víctor Raúl Haya de la Torre
se asiló en la embajada de Colombia en Perú y esta nación aplicando el artículo
2 de la Convención de La Habana lo otorgó Las autoridades peruanas, se negaron
a concederle el salvoconducto para abandonar el país, por lo que tuvo que
permanecer en la legación durante 5 años.
Venezuela, se convirtió en el
receptor de perseguidos actuado con la debida reciprocidad en virtud de los
cientos de venezolanos que durante las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez
fueron acogidos y recibieron asilo fuera de nuestro territorio. Por ello,
resulta paradójico que después de 54 años seamos nuevamente exportadores de
ciudadanos solicitando protección y asilo.
Un caso que evidencia la
incoherencia de la diplomacia oficialista frente al caso Assange, es el asilo
de Nixón Moreno, quien se refugió en la Nunciatura Apostólica de Caracas La
Santa Sede le concedió el asilo político y la protección hasta enviarlo a un
tercer país dado su imposibilidad de mantenerlo en Roma por las especiales
características que internacionalmente posee el Vaticano. Las autoridades
venezolanas no sólo le negaron el salvoconducto sino que amenazaron con sacarlo
a la fuerza de la legación. Finalmente, Moreno se fugó hacia Perú.
El asilo a Assange es
controversial, Ecuador tiene derecho a calificarlo y en consecuencia brindarle
su apoyo. Ahora bien, siendo el asilado el paladín de la libertad de expresión
se protege en un estado que amenaza, persigue, sanciona y obliga a emigrar a
los propietarios de medios de comunicación. Un asilado no puede hablar sobre su
caso y no debe participar en actividades políticas en el territorio del estado
que lo protege, vale decir, está condenado al silencio. No al silencio de
cualquiera, sino de un ciudadano que hizo de la filtración de documentos y la
libertad de información universal una cruzada.
Ecuador pasó de la arrogancia
al exigirle a Gran Bretaña el otorgamiento del salvoconducto con base a la
Convención de Caracas omitiendo que Londres no hace parte de la misma, a la
negociación y a la búsqueda de mecanismos alternativos. Gran Bretaña puede
negarse como lo hizo Perú y Venezuela y Assange deberá permanecer en la
embajada por tiempo indefinido.
Los casos narrados, ponen de
manifiesto el lenguaje maniqueo y la doble moral con la que actúan los
albistas. Que demanden respeto a Gran Bretaña para que esta no irrumpa en la
embajada conforme a la Convención de Viena, es correcto, pero que se rasguen
las vestiduras y amenacen al imperio, con acciones contundentes no solo es
risible, sino profundamente hipócrita pues le niegan a los suyos el derecho que
exigen para otros. Y termina uno preguntándose ¿Qué hubiera pasado si Assange
en vez de asilarse en la embajada de Ecuador lo hubiera hecho en las de China o
Rusia? ¿Estarían amenazándolos como a Gran Bretaña? ¿O es que esos dos imperios
si son buenos? Saque usted sus propias conclusiones.
@matebe
matebe63@gmail.com
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Gracias por publicarlo, un abrazo. María Teresa Belandria
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