Si a los cuidadores de carros que hay en todas las ciudades se les ha colocado un chaleco q dice parquero, se abre una compuerta para que varias tareas que realiza habitualmente la gente pobre también sean reguladas por ordenanzas municipales, y de esta manera la pobreza va a cobrar status de un oficio. Mire lo que son las cosas; la necesidad nos está volviendo muy creativos, pero nos hace perder de vista el porqué hay tantos pobres en el país.
Es fácil criticar a los pobres y pensar en mandarlos al diablo cuando ensucian el parabrisas del auto, ocupan plazas céntricas o cierran el tránsito en una de sus habituales manifestaciones. A muchos ciudadanos les irrita la presencia de los mendigos harapientos, los limpiadores de vidrios en los semáforos, los pirañitas, así como los indígenas hacinados en las cercanías de los terminales de pasajeros.
SE LO CUIDO? |
La pobreza es una realidad producida por nuestro sistema socioeconómico y político. Nadie elige ser pobre al nacer. Las necesidades básicas insatisfechas no las inventaron los habitantes que las padecen. La situación de indigencia no es precisamente un sillón VIP en un recital de Franco de Vita o de Ricardo Montaner. El hambre de miles de niños los impulsa junto a sus padres a salir a la calle a buscar comida como se pueda, incluyendo la mendicidad y el raterismo.
La pobreza es un problema serio que nuestros gobiernos deben enfrentar con medidas de corto y largo plazo. Pero convertir la pobreza en oficio no es una buena idea. Cuidar coches en la calle no es un oficio digno y permanente para un ciudadano decente. Los seres humanos no son parquímetros ni boletas de estacionamiento.
Si entramos en esta onda de colocar chalecos a los cuidadores de carros, lo irán a hacer también con los que hurgan en los pipotes de basura, a las madres con bebés en brazos que piden dinero para remedios, a los muchachos que limpian parabrisas en las esquinas, a los ancianos que piden monedas en cualquier parte, a los minusválidos que mendigan en sillas de ruedas, a los adolescentes y jóvenes que hacen piruetas frente al semáforo, a los indígenas que se adueñan periódicamente de la plaza Bolívar, etc.
Otorgar una credencial de pobre a un marginado social es, de manera indirecta, dar un visto bueno a una estructura social injusta y una patente de permanente a una situación de exclusión social que debería ser transitoria, pues todas las personas, sin excepciones, se merecen un trabajo digno en una sociedad incluyente.
Otorgar una credencial de pobre a un marginado social es, de manera indirecta, dar un visto bueno a una estructura social injusta y una patente de permanente a una situación de exclusión social que debería ser transitoria, pues todas las personas, sin excepciones, se merecen un trabajo digno en una sociedad incluyente.
Los esfuerzos del gobierno, de los municipios y de la sociedad civil en general deben centrarse en tratar de disminuir los niveles de pobreza, sacar a los marginados de su condición de excluidos sociales e incorporarlos, aunque sea lentamente, al sector productivo y a los beneficios del bienestar colectivo.
Poner una etiqueta de “parquero” a una persona es ofender su dignidad, legalizar su marginalidad y disfrazar una situación de injusticia social. Lo correcto sería ayudar a estas personas a que sean alfabetizadas, educadas, capacitadas en un oficio e insertarlas en los procesos de producción de bienes o servicios para que sean ciudadanos de primera y no piezas descartadas y clasificadas buscando adormecer conciencias intranquilas.
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