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viernes, 23 de enero de 2015

YONNY GALINDO, MEDITACIONES MAÑANERAS PARA LOS MALOS TIEMPOS

         Como quiera que, en estos malogrados tiempos que vivimos, siguen siendo duelos y quebrantos el diario menú de los venezolanos, me permití reescribirles estas meditaciones mañaneras que encontré en mi memorística máquina de pensar y teclear.


         Avancemos en pensamiento y en acciones de vida. Claro, primero hace falta que nos veamos a sí mismos, bucear en nuestras interioridades para explorar esas zonas donde, debajo de las solapas de la indignación, se alojan sentimientos de arraigo y de pertenencia, de arrojo y atrevimiento. Vamos a sacarlos a la superficie y manifestarlos en el día a día. Con ellos y desde ellos, como propiciación, aceleremos la marcha de nuestros ritmos de vida. Lo contrario es estar siempre en rezago rumiando desconsuelos, frustraciones y, lo que es peor, destilando odio.
         Venezuela no está en estado catatónico, ni tampoco va en un andar lento, no, por el contrario, hay un desplazamiento vertiginoso de los acontecimientos, yo diría más bien que vivimos en vórtice de acontecimientos insospechados, tanto en lo político como en otros órdenes de la vida. Son muy acelerados los movimientos. Cada día nos sorprende algo nuevo, para mal, es verdad, pero tienen esos acontecimientos algo bueno y es que nunca entran en el orden de lo acabado. Hay en ellos un sentido de incompletud. Así los siento.
         Esa sensación de cosa inacabada, de orden en desorden, de armazón que quiebra, de tubería en fuga, de certeza en incertidumbre, de cismas y sismos,  es lo que me permite avizorar cambios en todos los órdenes de la vida republicana. Ahora bien, todo ese orden movible lleva consigo la participación de muchos, pero no necesariamente de quien esto escribe o de quien esto lee, no. Pudieran darse todos esos quiebres, fugas, hundimientos, escisiones y movimie ntos telúricos sin que los haya empujado nuestra voluntad y acción, y eso sería bien triste. El rezago no es una opción.
            Que nos encuentren haciendo y trabajando en lo que creo; que nos encuentren en relación con el mundo, con el otro, con el ser que soy,  porque de lo contrario seguiremos en clave de queja y de llanto, pero no ese llanto catártico que limpia y purifica, en lo absoluto, sino el que reciente y hace odiar, mortal para la vida y para el hacer humano. Entonces, no dejemos que nuestras almas se extrañen en esta tierra de gracia, que no nos invada el  desconsuelo por el duelo o por la escasez y las carencias económicas; que no nos escasee la voluntad. Alcemos mirada y vuelo para actuar en correspondencia, como que si el mundo no puede cambiar sin mí. Claro, también hace falta un laxante para que la voluntad salga de ese estreñimiento que acumula dejadez, flojera, escepticismo, conformismo y paro de decir toda esa ristra de cosas que guindan en almas que viven más para odiar que para amar y ser.
         Mis meditaciones mañaneras, oraciones y conversaciones con Cristo, Nuestro Señor, me sacan esperanzas, ganas y agradecimientos por la vida, por el amor, por la paz. Medito sobre este país en trance de destrucción, pero no destruido, en trance de apocamiento, pero no acabado, en trance de opacidades, pero aún no entenebrecido, en fin, medito por la Venezuela que puedo construir desde mi casa como primera referencia de vida; desde mi escuela, pero no la del ocaso sino la de la aurora; desde mi comunidad como hábitat de existencia relacional con mis congéneres, desde mi ciudad como espacio de habitabilidad y educabilidad en permanente construcción.
                   Es desde estas meditaciones mañaneras, entre Rosarios, oraciones y diálogos con el Señor, que me provocó escribirles este canto de esperanza por la vida buena y por la patria buena. 
Yonny Galindo
yonnydg@gmail.com
@yonnydg

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martes, 28 de octubre de 2014

YONNY GALINDO, UNA EDUCACIÓN PROGRESISTA (II), TRIBUNA DE LA DISIDENCIA

            En Venezuela muchas cosas están por hacerse y en el campo de la educación aún más. En ese sentido, continúo con esto de una educación progresista porque es una forma de contribuir con ideas a las propuestas para la mejor Venezuela que debemos forjar para las generaciones venideras. 

         En este enervado ambiente de crispación, de rabias, de colas, carencias, de empobrecida vida, forcejeos verbales, indignaciones, violencia institucional, y pare de decir, los que piensan y opinan por estos medios deben ver distinto. 
          Tener una mirada de horizontes históricos, desde ella escrutar el mundo con sentido de trascendencia, porque quedarse en la anécdota, en los recetarios de lo que otros han diagnosticado, en los decires de otros, es no atreverse a pensar. Y Creo que algo de eso está pasando en la clase política e intelectual del país. Entonces, queridos amigos oficiantes de la práctica política, opinadores y escribientes, como lector de Neruda les digo que hagan suyo esto de “para pensar he nacido”.
         No se trata, tampoco, de mucha ilustración, de mucho saber epistémico, no, de lo que se trata es de pensar con la conciencia y voluntad de que se lo  hace para transformar, pero es también ser, al mismo tiempo, sujeto que sostiene con su testimonio y acción de vida ese pensamiento. Dicho de otro modo, más conciencia que ilustración y más voluntad que palabras. Siguiendo al apóstol Santiago: “Una fe sin obras muere solita”.
         A guisa de qué todo esto si vas a escribir de la educación progresista, se pregunta impaciente, mi lector, bueno, esto viene a cuento de que la educación debe forjar voluntades para lo intelectual y práctico que completen armónicamente virtudes éticas y dianoéticas, siguiendo la tradición aristotélica que le transmitió el filósofo a su hijo Nicómaco.
         Una educación progresista debe estar en correspondencia con preceptos constitucionales y con la actuación de quienes dirigen la sociedad en los distintos ámbitos de participación pública y privada, porque ella no se forja desde una Estado docente sino desde una sociedad educadora. Esa es una gran diferencia con la educación que actualmente se concibe desde este poder totalitario. Los que propiciamos una educación progresista, la asumimos involucrados todos en ella, en tanto que a nadie que viva en esta patria le puede ser ajena la educación.
         Son virtudes las que hay que buscar que afloren en la construcción de conocimiento en las aulas, y estas son posibles trasversarlas si se logra configurar una formación que articule el ejercicio, la costumbre y el hábito con el pensamiento. Para los griegos de la época clásica era combinar “phrónesis” (prudencia) y “sophía (sabiduría).
         Combinar progreso económico con progreso humano, de eso se trata. La productividad, la iniciativa individual y la competitividad no están reñidas con las virtudes morales y éticas del ser. Tan malo como el individualismo y mercantilizar toda acción humana es también igual de malo no reconocer nuestras diferencias individuales, nuestras capacidades y características personales para potenciarlas y convertirlas en oportunidades de desarrollo personal que lleva consigo, por vía de las virtudes de relacionamiento social, el desarrollo y progreso social. Esto guarda correspondencia con la idea del ser en relación con el otro.
Entender esto y asumirlo como pensamiento y práctica de vida es demasiado importante, porque nos asegura que no desoven serpientes en nuestra sociedad. En esta que tenemos hoy, hace quince años, desovaron.
         A ver si me explico: lo que actualmente tenemos como gobierno y su soporte institucional se fue gestando en el seno de la sociedad, desde hace algunos años; el veneno del resentimiento por el otro entró por tener “las venas abiertas”
                                                                
Yonny Galindo
yonnydg@gmail.com
@yonnydg

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jueves, 23 de octubre de 2014

YONNY GALINDO, UNA EDUCACIÓN PROGRESISTA, TRIBUNA DE LA DISIDENCIA

         Una educación para ser progresista debe tener al educando como centro de su actividad pedagógica y debe concebir al estudiante libre, autónomo y facultado para ser formado como ser humano en relación, y al mismo tiempo instruirlo en  competencias técnicas, científicas y humanísticas.

         En una educación progresista importa mucho la familia, en ese sentido ella es aliada permanente del proceso educativo, y para que pueda cumplir ese cometido debe el Estado haberle garantizado sus necesidades básicas de calidad de vida. En caso contrario y de estar en deuda con esa familia, desde la escuela debe incorporar políticas públicas de asistencia directa a la familia necesitada.

         De igual modo el estudiante tiene que recibir directamente los beneficios sociales y económicos que le permitan mantenerse en el sistema educativo: seguridad, salud, higiene, vestuario, alimentación y útiles escolares son de los beneficios que tiene que recibir un estudiante inmediatamente al formar parte de la matrícula escolar.
         El progreso tiene que traducirse en calidad de vida para cada ser que vaya a  la escuela, al igual que cada una de las familias de esos muchachos deben recibir atención y servicios de calidad. Así tiene que funcionar un sistema educativo en un Estado progresista, cumpliendo con aquello de que la patria es el hombre y no una entidad abstracta, concebida y manejada por un Estado a la que los habitantes tienen que padecerla y actuar en permanente sacrificio para sostenerla. No, ese concepto de Estado espartano, de prepararme para la defensa de la patria, no es sostenible en una educación progresista. 
En mi buena preparación ciudadana, como persona, alcanzando competencias en lo artesanal, en lo técnico-instrumental, en lo humanístico y en lo científico va implícita la defensa de la patria. En mi formación para emprender libremente iniciativas propias va implícita la defensa de la soberanía de la patria, porque insisto, la patria es el hombre y no un grupo hegemónico de poder.
         El sentido de patria en una educación progresista es la que encarnan cada uno de los seres que pueblan el territorio. De tal manera que la patria no podrá estar bien si hay un solo ser que la pueble que viva en condiciones de precariedad. Esos seres que un Estado progresista prepara y forma han sido elevados a la categoría de personas, de ciudadanos, autónomos, libres e independientes. La soberanía de la patria reside en ellos, porque la educación progresista los ha emancipado para ejercer su ciudadanía, con capacidad para actuar en todos los escenarios de vida que corresponda actuar.
         Una educación progresista está sustentada en una pedagogía de la participación, del involucramiento, donde al ser se le forme para estar en constante relación con sus semejantes, con sentido de equidad y de igualdad. De esa forma es que puedes preparar sujetos autónomos, participativos y protagónicos de su propio saber.
         Ahora bien, en una educación progresista son los mejores los que deben estar en una gerencia educativa y en la acción pedagógica de la escuela. Son los mejores los que deben estar en las etapas iniciales del sistema educativo, porque es desde esos primeros años que empieza la formación del ser. Lo bueno que se haga en esa etapa de la vida abona para las subsiguientes.
         Por supuesto que la infraestructura, los espacios, la arquitectura, todo ello concebido para el uso y el goce de la estancia escolar. Hacer de la escuela un espacio para que el saber se goce construyéndolo y se enriquezca compartiéndolo. Una educación progresista se concibe para formarnos en el conocimiento de mí mismo y en mi relación con el otro, porque el progreso económico para que sea sustentable debe pasar primero por el progreso del ser en cuanto ser.

Yonny Galindo
yonnydg@gmail.com
@yonnydg

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