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sábado, 5 de septiembre de 2015

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, EL POPULISTA


El populista es un ser humano muy particular y despreciable. No tiene empacho alguno en lanzar una larga ristra de promesas que bien sabe no podrá cumplir. Le hace creer a la gente ingenua que tiene en sus manos la solución a todas las calamidades. Más aún, pasa de los dichos a los hechos y nomás se encarama en el coroto, arranca a dar limosnas muy bien maquilladas que hace que todo aquel con necesidad de algún oasis en medio de las penurias sienta que lo que ha recibido es apenas la primera parte, que luego vendrá más. El que recibe no pregunta de dónde viene esa dádiva. Se le suele insinuar que los fondos para eso provienen de lo que, haciendo justicia, se les ha quitado a unos poderosos que lo tenían en el estado de calamidad en que se encontraba.

El populista jamás rinde cuentas. Se coloca por encima de los viles mortales que están bajo su égida, pues él o ella entra en la categoría de semidiós salvador. No se hace problema en declarar que tiene plata pública guardada bajo el colchón. Por donde camina va repartiendo limosnas y besuqueos. Su discurso está plagado de cifras incomprobables. Siempre redondea para arriba.

El populista no gobierna, comanda épicas. Siempre está en campaña. Todo es "histórico", "heroico", "magno". Su narrativa grandilocuente siempre incluye batallas. No tiene ni la menor idea de qué va eso de la gerencia pública. Ni le interesa aprender. Bocazas de profesión, es capaz de dar discursos de horas, sin que ello suponga aporte alguno al acervo intelectual. Es un despilfarrador nato. En realidad jamás ha producido ni un céntimo, pues se las ha arreglado para enchufarse desde temprana edad en los espacios donde el Estado lo mantenga y luego no ha hecho otra cosa que buscar cargos públicos que le sirvan de trampolín. Suele ser encantador en el verbo, lisonjero y adulón. Planifica bien cada gesto y cada frase. De hecho, ensaya frente al espejo. Lo suyo es una permanente puesta en escena; siempre está actuando en un teatro que él o ella llama "gobierno". Le caracteriza la improvisación. Sorprende a sus colaboradores con decisiones inconsultas, de las cuales ellos se enteran cuando escuchan los anuncios. Su inmenso ego no cabe dentro de su cuerpo. En cualquier discurso, la palabra "yo" se repite incesantemente, incluso más que el otro vocablo favorito: "pueblo". Son idólatras de los símbolos patrios y elevan a la categoría de santos a los próceres. Y presentan sus textos como biblias incunables. Revientan la historia y la hacen calzar a sus propios intereses. Usan la legislación para hacer de sus decretos auténticos mandamientos que se deben cumplir a rajatabla, so pena de caer en desgracia y proscripción.

La historia universal está repleta de historias de jefes de Estado y presidentes populistas. Todos sin excepción mintieron con desparpajo, todos sin excepción se erigieron como mesías, todos sin excepción destruyeron a sus países. Todos sedujeron a las personas con vanas promesas, llevaron a la bancarrota a sus naciones y dejaron una estela de obras a medio hacer y de primeras piedras.

En América Latina abundan. Andan de cacería de tontos útiles. Eso es lo que somos para ellos. Parece que necesitáramos que nos mientan. Adictos como somos a las lisonjas, caemos en sus engaños. Y luego nos lamentamos. Cuando ya es tarde. ¿Será que algo aprendimos?

Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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miércoles, 13 de mayo de 2015

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, TERAPIA DE REHABILITACIÓN

Nos dijeron que estudiáramos. Lo hicimos. Que aprendiéramos a pensar. Lo hicimos. Que innováramos. Lo hicimos. Que trabajáramos duro. Lo hicimos. Que tuviéramos fe. La tuvimos. Que lucháramos con ahínco. Lo hicimos. Que fuéramos abiertos de mente. Lo fuimos. Que creyéramos en el país. Creímos. A muchos nos conminaron a alejarnos de la política. Y, craso error, tristemente, obedecimos. Nos instaron a no caer en pérfidas tentaciones. Algunos fuimos inmunes. Otros se dejaron seducir por el dinero fácil y la indecencia. Nos aconsejaron que privara en nosotros la inteligencia y no la ambición insensata. Muchos seguimos ese consejo. Pero el país se nos fue convirtiendo en un pichaque. Los manganzones nos hicieron sentir que habíamos sido estúpidos. Algunos no lucharon por el país. Simplemente lo exprimieron. 

Otros nunca nos resignamos; seguimos trabajando y no nos dejamos vencer.

Cuando cambió la generación y los padres se convirtieron en abuelos y nosotros pasamos a estar a cargo, a los muchachos les dijimos que estudiaran, que se esforzaran, que aprendieran a ser competítivos, que no cometieran nuestros errores, que fueran "glocales" (globalizados pero sin dejar de ser locales).  Todo eso lo hicieron muchos, incluso viendo que otros de sus conocidos o amigos se magnatizaban a costa de transacciones ilegales y muy indecentes. De país moderno con enorme potencial nos tornamos en esto. Sí, esto, ya incalificable e indescriptible. Este mazacote de vulgaridad dirigida por una nueva oligarquía parasitaria para la que la nación es el botín.

Los muchachos son la generación más y mejor preparada que ha tenido Venezuela. La de más talento y capacitación. Se cuentan por cientos de miles los que, espantados por la situación y perspectivas de un país mal gerenciado, mal dirigido y mal liderado, optaron por recoger sus macundales e irse fuera. Algunos tontos afirman que los emigrantes están pasando el trabajo hereje, que su mucha capacitación no les sirve para nada porque allí donde fueron están lavando baños. Ni es así ni con semejante argumento baladí se les va a convencer de volver o se va a disuadir a los que arman planes para irse. La verdad, cruda y dura, es una: los que se han ido están económica y profesionalmente mejor de lo que estaban aquí. Y a salvo de la inseguridad.  Lloran, sí.Echan de menos su país, sus afectos. Y lloramos todos. La nostalgia se nos convirtió en plato cotidiano que servimos en desayuno, almuerzo y cena. Ahora las reuniones familiares, hasta la celebración del día de la madre, ocurren por Skype. Bendita tecnología que nos permite compartir. Pero al dolor personal de ver familias separadas por una diáspora insensata -y ciertamente evitable si tan solo hubiera habido una pizca de inteligencia en el liderazgo gubernamental- a ese dolor se suma el desasosiego de país que va perdiendo a la mejor camada de venezolanos.

De país de inmigrantes hemos mutado en país de emigrantes. Al gobierno no le importa. Es mas, le gusta, le alivia y en Miraflores celebran con güisqui ventipico años importado a dólar 6,30. Mientras más se vayan, mejor, menos quejidos con los que lidiar. Y en medio de todo esto, la absurda paradoja de ver a Venezuela convertida en "espantajóvenes" y a la revolución cubana agonizando. Hollande llevó champagne de Reims para celebrar con Castro la extremaunción.  Y ya veremos cómo en breve se anunciará la visita de Obama a la isla. Todo ello con la bendición del Papa. Mientras tanto, a Miraflores cuando llama le contestan "no llamen, nosotros les llamamos". Hay quienes, carentes del sentido del ridículo y de la más elemental conciencia no les importa andar de papelón en papelón.

Cada día alguien nos dice: "mi hijo se va; estoy triste pero feliz". Yo nací y me crié en un país del que nadie quería irse y al que medio mundo quería venir. Ese país no está muerto. Está drogado. Necesita terapia de rehabilitación.

Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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domingo, 19 de abril de 2015

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, LA CLAVE ESTÁ EN LA DECENCIA,

Muchas personas creen que lo opuesto a la corrupción es la honestidad. No es así. Una persona puede no corromperse porque jamás se halle en situación de caer en la tentación. Eso la hace honesta y honrada, no necesariamente decente. La decencia es mucho más exigente. Supone que, incluso confrontada con episodios comprometedores, la persona elige no sucumbir.

Una persona toma un autobús en una calle cualquiera en Copenhague. No hay un funcionario que le revise el ticket o la tarjeta. Ello acarrearía costos que el usuario del servicio vería reflejado en el importe a pagar por el traslado. Pero la gente no hace trampa. Paga el servicio aunque las posibilidades que caiga en un chequeo al azar son mínimas. Paga porque robar para esa persona sería no sólo estúpido sino indecente. Para los daneses la corrupción no es sólo es un delito, es algo ética y moralmente deleznable. Y, además, un costo oculto que sus ciudadanos no están dispuestos a sufragar. Dinamarca es, de acuerdo con diversos reportes que realizan en el mundo reputadas y confiables organizaciones no gubernamentales, uno de los países menos corruptos del planeta. La calidad de vida es de las mejores, con una clase media mayoritaria y sólida y la casi inexistencia de pobres.

En Dinamarca, escándalos como los que vemos cotidianamente en nuestras latitudes latinoamericanas generarían de inmediato que los funcionarios sospechados de corrupción pusieran su cargo a la orden y abrieran sus registros, archivos y cuentas, para revisión profunda. La ciudadanía danesa no aceptaría menos. Pero, por estos lares nuestros hay cuanto menos cinco presidentes que han sido sospechados de corrupción (ellos mismos, sus ministros, sus familiares o sus muy allegados) y ahí están, apoltronados, atornillados en el poder, dando discursos grandilocuentes que sólo hacen más opaca la situación. Y la sociedad se lo cala.

No somos daneses. Esa es la justificación que algunos nos enchufan. Dicen que somos genéticamente corruptos, que lo llevamos en la sangre. Habráse visto tamaña necedad. Una excusa simplona para validar lo inaceptable. La corrupción es carísima; le cuesta a Venezuela vidas, salud, educación, movilidad, bienestar social, parques, ahorros, progreso, equidad, futuro. No es cierto lo que algunos pomposamente afirman, que no es posible ser decente en la administración pública. No sólo es posible sino que no ser decente es costosísimo para el país y los ciudadanos de hoy y del mañana. Porque la corrupción supone restarle a la nación los recursos que requiere para progresar y prosperar con equidad.

La mejor herramienta de la que dispone una sociedad para luchar y vencer a la corrupción es colocar en las posiciones de poder y decisión a decentes. No votar a los corruptos sino más bien botarlos de donde están ensuciando, robando, malversando. Los decentes somos mayoría. Y sin embargo no parece que somos mayoría en los escaños de poder, lo cual es una reverenda paradoja.

Muchos, depresivamente, creen que el asunto no tienen remedio, que los corruptos con su accionar al margen de la ley viven mejor que los decentes. Cuando el que roba en nuestras narices, vive mejor que usted que es decente y trabaja todos los días, ¿cómo se hace para vivir con decencia? En la televisión española repiten sin cesar la declaración de un ciudadano que argumenta que si los que están arriba roban, por qué no han de robar los de abajo. Lo sentencia como una verdad inevitable, como un sino imposible de derrotar, con gestos y palabras que denotan entreguismo.

Si nosotros no corregimos esto, lamento decirlo, un futuro mejor simplemente no es posible. Una parte importante de la sociedad apoya a candidatos corruptos. Les da los votos y los sienta en las butacas desde donde se planifica, se perpetra o se acolita la corrupción. Esa parte de la ciudadanía cree que algún beneficio obtendrá al apoyar a los corruptos. No es así. Los corruptos sólo se benefician a sí mismos. La corrupción, entendámoslo, se devora todo, la corrupción mata. La corrupción es lo opuesto a la decencia.

Así, la gran pregunta es, ¿cómo hacemos para tener dirigentes mejores? La respuesta a esa enorme pregunta la tendremos los ciudadanos el día en el que nos propongamos, de una vez por todas, vivir en una sociedad justa y  mejor, liderada por decentes.


Soledad Morillo Belloso
@solmorillob


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sábado, 18 de abril de 2015

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, ¿PARA QUÉ SIRVE LA ASAMBLEA NACIONAL?

Yo no vivo en una burbuja. Por deformación profesional y por genética ciudadana, estoy en contacto día a día con la Venezuela de verdad. Evito a todo evento caer en el ejercicio de tragarme fantasías de esas necias con las cuales algunos interesados quieren domesticarnos. Veo y observo; oigo y escucho. Y me doy cuenta que la gente normal y corriente ha llegado ya a punto de saturación. No se cala ni un minuto más la sarta de tonterías que escucha de los políticos.

El otro día me escribía con un político e intentaba, creo que con éxito, explicarle lo que concluyo. No tenemos República. Carecemos de los principios elementales republicanos. Y no puede haber democracia, igualdad, progreso, libertad, justicia o futuro si no tenemos República. Si no tenemos República, no somos republicanos. Y si no somos republicanos no podemos ser venezolanos. Si Venezuela no es una República, no es una nación, ni un país, mucho menos una patria. Eso es lo que se ha logrado luego de años de torpe politización de la ciudadanía, de desgraciado ejercicio de retóricas y mentiras repetidas hasta la nausea.

Pero la solución a los problemas creados por la política está paradójicamente en la política. Si la política y los políticos hacen bien su trabajo, pues los ciudadanos pueden dedicarse a hacer su trabajo, que no es hacer política, sino producir bienes y servicios, construir, sembrar, cosechar, hacer familia, educar, etc. Cuando explico esto a las personas con quienes me relaciono por diversas vías, uso un lenguaje sencillo. Al fin y al cabo, sólo quiero explicar, por ejemplo, cuál es la importancia de una Asamblea Nacional Legislativa que realmente haga sus deberes, tal como procede y está mandado por nada menos que la Constitución Nacional. Como yo no soy abogado, uso palabras del común.

El Parlamento Nacional de una República tiene tres funciones, sin orden de importancia: hacer las leyes, revisar y controlar a los poderes del Estado (muy en particular al gobierno) y ser el lugar en el cual se discute el país, el país que tenemos, el país que intentamos tener, el país que podemos y debemos tener y, muy importante, el país que no debemos ser, el país que no debemos tolerar ni admitir.

La Asamblea Nacional actualmente está dominada por la revolución bonita. Tienen los votos suficientes para hacer lo que le venga en gana. Pero contrariamente a lo que pueda parecer, el gobierno no controla a la AN. Es exactamente al revés; la AN manda sobre el gobierno y sobre todos los otros poderes. El gran cacique en Venezuela no es Nicolás Maduro; es Diosdado Cabello, un diputado que por cierto no fue elegido nominalmente sino en las listas del PSUV y que, en las formas y los hechos, es el hombre más poderoso de Venezuela. Cuando se le otorgó a Nicolás Maduro el triunfo en las elecciones presidenciales sin el recuento voto a voto que la situación de cuasi empate exigía por elemental lógica, Maduro firmó su acta de sumisión. Se produjo entonces la paradoja de que un hombre que había perdido la reelección de la gobernación de Miranda y que había arribado al cargo de diputado por ante la Asamblea Nacional, porque había conseguido estar en la lista de los candidatos en una posición salidora, se convirtiera en el verdadero jefe de Estado y mandatario del país. Chávez no lo había escogido para ser su sucesor porque desconfiaba de él y tal desconfianza le había quedado patente a partir de varios gestos de Cabello en momentos complicados de la revolución, vg, los sucesos de abril de 2002 cuando ojitos lindos se escondió en una guarida de la cual sólo salió cuando el hoy tan detestado Baduell le garantizó que a Chávez lo restablecerían en el poder en cuestión de horas.

Las elecciones de medio término marcarán el futuro de Maduro. En todo sentido. Y el sendero que tiene por delante no es de pétalos de rosas. Si la revolución continúa con el mandato de Diosdado en la AN, Maduro pasará cada día de lo que le resta del período presidencial caminando sobre la cuerda floja, dependiendo de lo que Cabello quiera y decida. Es decir, Nicolás permanecerá sobreviviendo en su actual sumisión. Y la sumisión de Maduro es también la sumisión del país. La única manera entonces de tener República es liberar a la Asamblea Nacional del yugo de Diosdado Cabello y sus fichas.

Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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viernes, 4 de julio de 2014

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, LA IMPORTANCIA DE UNA PLANCHA

Medio año pasó. Y Maduro sigue extraviado, sin tener ni la menor idea de cómo es eso de gobernar.

Si uno cae en un camino, dice la más elemental lógica que o se cambia la senda o se la arregla antes de intentar cruzarla de nuevo. Porque dicta la sensatez que, de lo contrario, se caerá de nuevo.

PLANCHA DE PELO ROJA ROJITA
Es una verdad a medias que Nicolás Maduro no es responsable sino de lo ocurrido desde su toma de posesión luego de las elecciones presidenciales realizadas en abril de 2013. Al fin y al cabo, previamente Maduro fue miembro de la Asamblea Constituyente por el MVR, diputado a la Asamblea Nacional por el MVR, presidente de la Asamblea Nacional, Canciller, vicepresidente de la República, presidente encargado, candidato a presidente por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y otras fuerzas, hasta llegar finalmente a la poltrona de Miraflores. Y no hay que dejar por fuera el que siempre ha sido alto directivo del partido del gobierno. Así que lavarse las manos como Poncio Pilatos no es una opción aceptable. Maduro es, para ponerlo en blanco y negro, corresponsable por lo anterior y responsable por lo actual.

Es cierto que mientras el finado estaba en la Presidencia nadie podía ni rechistarle una decisión, so pena de salir despedido como corcho e' limonada directo a las catacumbas de la revolución y sin derecho a pataleo. Ese señor manejaba con igual destreza la zanahoria y el garrote. También es cierto que ese llamado liderazgo que exhibía el finado no se le ve por ninguna parte al actual titular. A veces me da por pensar que el finado era como Tito, que durante décadas mantuvo la unidad en Yugoslavia pero que a su muerte ese pegoste se esfumó y todo acabó disolviéndose. Tito, así como el finado, era como una pega loca. Unía tanto el apego como el desprecio.

Igual, no cabe hoy en Venezuela la repartición de culpas. Maduro es el presidente y es por ende el responsable de todo este desastre que está ocurriendo. Las cartas desgraciadas no lo alivian. Por cierto, lo hunden más. Porque nada de lo que se dice en esas misivas infortunadas era desconocido por Maduro. La debacle fue advertida suficientemente y él, pudiendo, nada hizo para evitar la maraña de barbaridades e idioteces cometidas. Seguir manteniendo el patético tren ministerial confirma que Maduro carece del poder necesario para cambiar el estado de las cosas.
 Mejor ejemplo que Jesse Chacón al frente del despelote eléctrico, no hay. 

Ese señor se mofa del país, y del Presidente, sin que le tiemble la voz. Y ahí esta, atornillado al cargo. Cada vez que se va la luz (en Margarita ocurre todos los días), pienso lo mismo, que todo cambiaría en segundos si en Miraflores no hubiera planta eléctrica de emergencia y misia Cilia no pudiese usar su plancha de pelo. Ahí a la señora le daría un ataque de histeria que le costaría el puesto a Jesse. Pero él se asegura que a la primera combatiente no le falte la electricidad nunca.

Medio año ya pasó. Y Maduro sigue extraviado, sin tener ni la menor idea de cómo es eso de gobernar.

Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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lunes, 18 de noviembre de 2013

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, MARIONETAS QUE DESPIERTAN,

Una población que ha caído en la trampa de señalar con el dedo acusador a culpables convenientes

A diario leo la prensa nacional y regional. Paseo la mirada también por las páginas de los periódicos de otras latitudes y los cables de las agencias internacionales. El escrutinio da para una gruesa obra de Ionesco. Dentro de nuestras fronteras, los medios tratan de burlar la censura para poder informar a sus lectores. Pero el miedo a la represalia gubernamental puede más que el afán de hacer periodismo serio, profesional, oportuno, veraz. 

Afuera somos vistos como un pueblo patético que le sigue el juego a un gobierno que ha decidido hacer del caos y la barbarie su estrategia y táctica. Dentro y fuera lucimos como una nación derrotada, sorprendida en su buena fe, sumida en el más patológico absurdo.

Recurro a la psicología. Vuelvo a mis libros, a la voz que desde los consultorios, los divanes y las academias lleva años de años tratando de entender y explicar fenómenos como el que vivimos. Me tropiezo con aquel esquema de tres puntas, ese que plantea que las sociedades en crisis se bambolean como muñequitos porfiaos entre los arquetipos, los prototipos y los estereotipos. Buscando respuestas sin tener muy claras cuáles son las preguntas importantes. 

En un enloquecido extravío que responde a intenciones de liderazgo malsano. Con una población que ha caído en la trampa de señalar con el dedo acusador a culpables convenientes y que celebra como en festival de ebrios cuando unos que se creen dioses les obsequian la oportunidad de justificar y validar el resentimiento y el odio. Y recuerdo también haber estudiado que en las crisis sociales, los estereotipos, los prototipos y los arquetipos terminan metidos en el mismo saco del mago de turno para así confundir a placer a la audiencia del espectáculo.

Así, el estereotipo, esa falsa imagen, no fundamentada científicamente, más pasional que racional, con que se pretende definir, tipificar y caracterizar a la generalidad de los individuos de un conglomerado y que tiene que ver más con falsedades que con cualidades morales o de personalidad, se zambulle en el mismo pozo con el prototipo, el más perfecto ejemplar y modelo de una virtud, el héroe, aunque no siempre responda a una serie de "cualidades" o "virtudes" positivas y puede tratarse de formas de actuar negativas, es decir, del antihéroe. Y en medio de este reventón de vanas pasionalidades, espeluznantes de suyo, está el arquetipo, ese que es el símbolo que se convierte en un de símbolo universal a ser imitado y que alude al hecho de que los seres humanos compartimos una serie de experiencias, en el curso de nuestra evolución, que han quedado, por naturaleza colectiva, incorporadas en la memoria de la humanidad como patrones positivos.

En esta vorágine los estereotipos vencen a los arquetipos. Triunfan. Nos toman de su cuenta, nos revuelcan en un marasmo de iniquidades mal vestidas de justicia y comprensión social. Sólo que los que compraron este sueño pronto despertarán para percatarse que no era un sueño bonito, era una terrible pesadilla de la que aceptaron ser marionetas. 

Y entonces, aunque muchos tendrán que mentir para no mostrar al descampado la vergüenza y la culpa, el error y el horror ya se habrán instalado en la historia de cada cual que alejándose de la civilidad aceptó ser un salvaje revolucionario. Y los hijos y nietos o imitarán el comportamiento de sus antecesores y se "salvajizarán", o, los despreciarán y negarán, con lo cual se habrá roto la cadena familiar. De cualquier modo, el daño ya está hecho.

soledadmorillobelloso@gmail.com

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domingo, 13 de octubre de 2013

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, LA INUTILIDAD DE LA CULPA, LOS MEXICANOS HAN REFLEXIONADO Y AHORA ENTIENDEN QUÉ LES PASÓ Y POR QUÉ LES PASÓ LO QUE LES PASÓ, CASO MEXICO

Me devoro Chapultepec, una novela histórica que se desarrolla en el México de Maximiliano y Carlota. El autor nos pasea con lujo de detalles mundanos y sin pacaterías por los pensamientos y sentimientos de las gentes de esa época en un país en el que confluían buenos y malos quehaceres, intrigas y sinceridades y sentires intermedios. Es una narrativa basada en culpas repartidas.

Hallo similitud entre esa narración y la época nacional y personal que me toca vivir. Mi existencia transcurre entre mi rabia hostil y la convicción del arraigo que es como el imperdible que uno se coloca en una camisa cuando se ha perdido un botón y no se tiene a la mano hilo y aguja. Soy pasional. No tengo tiempo ni ganas para culpas y golpes de pecho. Prefiero arriesgarme a transitar caminos desconocidos que quedarme estancada en un pozo de comodidades.

Casi todo el s.XX, en México privó la diatriba sobre cuánto se le debía a los pueblos originarios por la matanza y vejamen de los que fueron objeto. El asunto era tan espeso que el 12 de octubre la conmemoración que ocurría era un acto casi ceremonial de "aventarle jitomates" a la estatua de Colón en el Paseo de la Reforma en la imponente Ciudad de México. En 1992, con ocasión de la feria mundial de Sevilla, ilustres intelectuales hispanoamericanos se dieron a la tarea de repensar los hechos. De allí surgió una reconsideración más inteligente en el concepto. Se dejó al fin de hablar del "descubrimiento de América" para nominar el asunto como lo que realmente fue: el "encuentro de dos mundos".

El ejercicio de los intelectuales fue mucho más allá de los sucesos de la conquista y se sumergieron en los siglos posteriores. Zambullidos en lo hondo y descartado el fango de los estereotipos, les pareció imprescindible sumar visiones distintas a las propias de herederos e invitaron a académicos no hispanoamericanos a integrarse a la notable reflexión. El resultado fue asombroso. Los que creían ser dueños de la razón al inculpar entendían qué había conducido a ciertas acciones. Los que habían cargado con pesadas culpas se percataron que el hombre es él y sus circunstancias, como bien esgrimía Ortega y Gasset. Concluyeron que no se puede cambiar lo pasado, pero sí aprender de la historia.

Estoy en contra de haber bautizado al 12 de octubre como Día de la Resistencia Indígena. Es una memez, un gesto populista masajeador de las emociones que no agrega a la compresión y nada aporta al aprendizaje y el progreso.

Maximiliano y Carlota no pudieron intuir en su infancia que la vida les deparaba la corona de México. Tras los hechos que los colocaron en tan extraña circunstancia subyacía la ambición de Napoleón III, su ansia de expandir su imperio con espacios en la ya emancipada América.

Tres potencias

Benito Juárez era un liberal, un ser reposado y profundo. En su carácter de presidente, había declarado nula la deuda externa. Como cabe imaginar, ello irritó a las tres potencias acreedoras: Inglaterra, Francia y España. Los tres países se unieron para firmar el "pacto de Londres", según el cual un ejército plurinacional convencería a México de cancelar la deuda. España e Inglaterra habían concertado obtener el control de las lucrativas aduanas mexicanas para hacerse de su dinero. Napoleón III vio la oportunidad para crecer. Así, fue Francia la que inicio las actividades bélicas.

Allende el océano, en Europa, poderosos mexicanos conservadores consideraban que la vuelta a un sistema monárquico resultaría bueno para México. Se dieron entonces a la tarea de buscar un príncipe. Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, promovió a Maximiliano, archiduque de Austria y hermano del emperador Francisco José.

Prendado

Maximiliano era un hombre apacible, bien educado, culto, de pensamiento liberal. Nacido noble en Schönbrunn el 6 de julio de 1832, para la fecha de su designación para posta en México contaba 31 años. Marino de carrera, había viajado por toda Europa y el norte de África. Y había navegado hasta Brasil y quedó prendado del nuevo mundo. Como embajador en Francia, había adquirido conocimientos en el arte de la diplomacia. En un viaje a Bruselas, conoció a Carlota, hija de Leopoldo I y Luisa de Orleáns. Ella tenía apenas 17 años. Eso no lo detuvo para solicitar su mano.

Para 1857 Maximiliano era gobernador de Lombardo Veneto. Si bien ansiaba reinar, Carlota lo persuadió de aceptar la corona que se le ofrecía. Maximiliano aceptó bajo una condición: que la petición fuere expresa y por escrito. A cambio, renunció a aspirar a la corona de Austria y suscribió el tratado de Miramar con Napoleón III, en el cual éste se comprometía en proveerle un ejército apertrechado de unos 20 mil hombres. Maximiliano se obligaba a cancelar la deuda que México había contraído con Francia y que había sido desconocida. Debía además cubrir los expendios vinculados a la guerra en los que había incurrido Francia.

Maximiliano y Carlota arribaron a México en plena primavera, el 28 de mayo de 1864. Los conservadores dominaban buena parte del territorio y el interinato estaba a cargo de una junta regente. De inmediato fue coronado. Designó en posiciones clave en su gobierno a liberales moderados. Eso le costó caro. La reprimenda de los jerarcas de la Iglesia y de las cúpulas conservadores no se hizo esperar. Maximiliano los ignoró y allí comenzó a gestarse un soterrado desavenimiento. Los problemas no acabaron allí. El intrigante Bazaine, en comando de las tropas francesas, lo tildó de pésimo manejador de las finanzas públicas. El archiduque se percató que el comandante nada hacía para aplacar los aires de rebelión.

Conciliar

Maximiliano pensó sinceramente que Juárez estaba vencido y que lo mejor era conciliar. Pero Bazaine dictaminó que quienes no se rindieran incondicionalmente serían aprehendidos y condenados a muerte. Tamaña ofensa imposibilitó las conversaciones y a Juárez le resultó cuesta arriba concertar la paz. En diciembre de 1866, un Maximiliano angustiado vio cómo las tropas francesas embarcaban rumbo a Europa. Quedó solo y el pacto de Miramar se volvió papel mojado.

Entonces Juárez recuperó vigor y comenzó a avanzar. Maximiliano quiso renunciar al trono. Pero Carlota se opuso y viajó a Francia para procurar de Napoleón un nuevo apoyo. Cuando éste se negó, Carlota quiso obtener la buena pro del Papa pero, usando subterfugios, los franceses la habían declarado legalmente loca. Con semejante dictamen, fue enclaustrada en el castillo de Bouchot, sin contacto alguno con el mundo exterior.

Con los pocos apoyos que le restaban, Maximiliano organizó un ejército. Pero Mariano Escobedo mandaba en el norte, Porfirio Díaz estaba sólido en el sur y Ramón Corona controlaba las zonas del oeste. Maximiliano se fue a Querétaro. Escobedo sitió la ciudad y lo capturó. Un consejo de guerra lo condenó a muerte y su vida acabó el 19 de junio de 1867 frente a un pelotón de fusilamiento en el Cerro de las Campanas. Dos meses más tarde, sus restos fueron llevados a Austria y enterrados en el panteón de los Capuchinos. Juárez nunca se reunió con él. Juárez, prominente baluarte de la historia mexicana, fue visto por años como un fracasado.

La historia mexicana abunda en culpas y malos entendidos. Los mexicanos han reflexionado y ahora entienden qué les pasó y por qué les pasó lo que les pasó. Mucha sangre y sufrimiento les costó entender que la razón nunca está de un solo lado.


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martes, 20 de agosto de 2013

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, ULTIMAS PALABRAS

¿Ha pensado usted en sus funerales? ¿Se ha paseado usted por el hecho de su imposibilidad de opinar y decidir qué debe hacerse con sus restos una vez que usted haya cruzado el páramo? ¿Tiene usted escrita su última voluntad?

El asunto parece lúgubre. Pero resulta que si usted no ha dejado claras indicaciones, sus familiares y deudos harán lo que les plazca y puede ser que ello no sea de su agrado. Así, a pesar que no me aqueja mal de morir (o al menos ningún matasanos me lo ha detectado) y que estoy lo suficientemente joven como para esperar poder transitar por la vida unos cuantos años más (a menos que mi dulce marido tenga pensado tomar alguna acción para “difuntearme”), tengo una cierta obsesión con respecto a cómo se habrán de llevar a cabo mis funerales y otros detalles relacionados. Al fin y al cabo, la única condición necesaria para morir es estar vivo. Y yo lo estoy.

He visto muchos disparates en estos tiempos, desde obituarios en los que al sepelio invitan personas que ya tienen el oficio de difuntos o han sido redactados con insufribles errores ortográficos o gramaticales, hasta despelotes y zafarranchos para cumplir con algo de elegancia y propiedad con los ritos funerarios.

Entonces, he decidido preparar mi sepelio. Tengo hecho mi testamento, pagado el seguro funerario, establecido que seré cremada y que mis cenizas irán a parar a un lugar determinado y escritos mi obituario y epitafio. Tengo definido hasta un regalito de salida. Lo siento pero no confío ni en mi marido ni en mis hermanas, cuñados y sobrinos. Puede darles por pichirrear, bajo la premisa de “da igual”. No, no da igual, no me va a dar igual.

Mi padre decía que los funerales y los obituarios -y epitafios- son reveladores de lo que fue el finado en vida, de si generó amores, de si deja más deudas que deudos y de cuánto pesa la cuenta bancaria que lega el difunto. No es cierta la sentencia según la cual “no hay muerto malo”. Qué va. Como caiga uno en manos de personas que le tuvieron inquina, el sepelio puede acabar siendo un bodrio. Y uno, ahí, tieso, metido en un cajón, sin poder hacer nada para remediar el desaguisado.

Tengo escogida la urna, el traje que me van a poner, las flores que quiero y la oración que deberá rezar un cura, de preferencia jesuita, con el debido respeto a las demás congregaciones. Espero que alguna de mis lindas sobrinas tenga la gentileza de maquillarme y que exijan al funerario que me ponga la cara sonreída. Y por el amor de Dios, que no se les olvide ponerme zarcillos.

Detestaría pensar que alguien pueda decidir que mi funeral sea uno solemne y aburrido, así que tengo escogida la música y el condumio. Tengo escrito mi obituario y estoy a punto incluso de redactar una elegía, no vaya a ser que a alguien se le ocurra un discurso lastimero de esos que ponen a la gente a bostezar. De nuevo, no confío ni en mi marido ni hermanos para ello. Moriría de nuevo si alguien tuviera la infeliz idea de evitar chistes y chascarrillos y cayera en un ataque de cursilería. Nada de ayayayes y uyuyuyes. Nada de cánticos plañideros. Al fin y al cabo, buena parte de mi vida la he dedicado al humor. Pretendo que la gente salga de mi sepelio diciendo que estuvo buenísimo y que es una lástima que no pueda repetirse.

A mi padre lo recuerdo revisando cada día la prensa en la sección correspondiente y marcando y recortando aquellas notas necrológicas que llamaban su atención. De él aprendí a concurrir a cementerios en cada ciudad que visito y a fijarme en los epitafios. Cuando tuve edad suficiente para comprender que aquello no era un ejercicio morboso, me sumé al asunto de llevar un archivo de asuntos funerarios sobresalientes.

De epitafios y obituarios podría escribirse un extenso tratado. Algunos tomaron el asunto del deceso como lo que es, un paso inevitable. Otros dramatizaron el tema. Listo a seguir algunos magníficos epitafios. Espero los disfruten tanto como yo.

El epitafio de Molière, escrito por él mismo, reza así: “Aquí yace Molière el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace muy bien.” En la lápida en la tumba de Groucho Marx se puede leer: “Disculpen que no me levante.”

En el cementerio de La Almudena de Madrid, en la tumba de un ciudadano del común puede leerse: “Aquí estoy con lo puesto, y no pago los impuestos.” En una tumba en el cementerio de San José en Granada puede leerse: “Por aguantarme un peo aquí me veo.” El gran Miguel de Unamuno escribió personalmente su epitafio: “Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo.” En un cementerio en el estado de Minnesota en EEUU: ‘Fallecido por la voluntad de Dios y mediante la ayuda de un médico imbécil.’

Consta en mi archivos un epitafio que anoté pero que no tuve la previsión de anotar dónde está y de quién es: “Yace aquí un hombre que en vida hizo mucho bien y mucho mal... todo el bien que hizo lo hizo mal y todo el mal que hizo lo hizo bien”.En la tumba de Orson Welles: “No es que yo fuera superior. Es que los demás eran inferiores.” En una lápida en California se lee: “Aquí yace Jane Smith, esposa de Thomas Smith, marmolista. Este monumento fue erigido por su esposo en memoria suya y como modelo. Sólo cuesta trescientos dólares.”

En un cementerio en Ávila en España: “Aquí yace Isabelita, que por ser tan buena y no querer, se fue para la otra vida con muy poquito placer.” “Que conste que no quería.”. Así reza la lápida de una tumba en Sevilla.

Los hay en verso, como éste que puede leerse en un cementerio en Chile: “Aquí yaces / Y haces bien / Tú descansas / Y yo también.” Shakespeare escribió su epitafio, que dice así: “Buen amigo, por Jesús, abstente / de cavar el polvo aquí encerrado. / Bendito sea el hombre que respete estas piedras / y maldito el que remueva mis huesos.”

El Marqués de Sade dejó para su tumba la siguientes frase: "Si no viví más, fue porque no me dio tiempo". En la lápida de Martin Luther King se lee: "Libre al fin. Libre al fin. Gracias Dios Todopoderoso. Soy libre al fin".  John Wayne estipuló que en su lápida se escribiera: "Feo, fuerte y formal".

“RIP, RIP, ¡HURRA!”. ¿Les gusta? Es el epitafio que Groucho Marx escribió para la tumba de su suegra. “Llame fuerte, como para despertar a un muerto”. Epitafio de Jean Eustache (escrito en la puerta de la habitación del hotel en la que se pegó un tiro). “Murió vivo”. Es el epitafio de Antonio Gala. “Esto es lo que le pasa a los chicos malos”. Epitafio de Alfred Hitchcock (lo escribió pero no fue colocado).

“Desapareció en combate, apareció aquí”. Epitafio del coronel Francis Chartres.  “Parece que se ha ido, pero no se ha ido”. Epitafio de Cantinflas. “Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga”. Epitafio de Johann Sebastian Bach. “Estuve borracho muchos años, luego morí”. Epitafio de Francis Scott Fitzgerald.

“Estoy listo para encontrarme con mi creador. Si mi creador está listo para encontrarse conmigo es otra cosa”. Epitafio de Winston Churchill. “Si alguien va a mi funeral con una cara larga, nunca le hablaré de nuevo”. Epitafio de Stan Laurel.“Cuando naciste reían todos y sólo tú gemías, procura que al morir sean todos los que lloren y sólo tú el que rías”. Epitafio de una tumba en el cementerio de la Almudena de Madrid.

“Aquí descansa Pancrazio Juvenales, buen esposo, buen padre, pésimo electricista”. “Gustava Gumersinda Gutiérrez Guzmán. Recuerdo de todos tus hijos (menos Ricardo que no dio nada)”.“Aquí descansa mi querida esposa. Señor, recíbela con la misma alegría con que yo te la mando”. “Aquí yace mi mujer, fría como siempre”. “Aquí yace uno en contra de su voluntad”. “Mi esposo me olvidó al mes de fallecida”. Epitafio en un cementerio en Sevilla. “Estos días se me hacen eternos”. Ese lo vi en el cementerio de Recoleta en Buenos Aires.

 “Ya sabía yo que esto acabaría mal”. “Aquí yaces y yaces bien, tú descansas y yo también”. Epitafio en la tumba de una suegra. “Vivió mientras estuvo vivo”. Epitafio en una lápida en un cementerio en España. “Que conste que yo no quería”.Este lo leí en internet. “No grite, que estoy muerto no sordo”. Genial. Epitafio de un quejón: “A ver, ¿qué tenía Lázaro que no tenga yo?”. De un ateo arrepentido: “Dios, nunca creí en ti ¡pero te juro que me arrepiento!”.

El mío dirá algo así como: “Tráiganme flores que seguro he muerto de mal de amores¨ o “La escribidora cambió el sitio de su escritorio, pero sigue escribiendo”.

smorillobelloso@gmail.com

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sábado, 20 de julio de 2013

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, EL GOBIERNO DE LOS SILENCIOS

En la reciente entrega del Premio Municipal de Periodismo, el presidente del Concejo Municipal de El Hatillo, José Gregorio Fuentes, dijo cosas así: “Ejercer el periodismo es un acto de libertad. Como tal, supone que la sociedad entera lo estime en su más alta valía. La sociedad tiene todo el derecho a saber. Y también todo el derecho a criticar…”
Y dijo más: “Pero en Venezuela a la sociedad que vigila, que critica y que tiene derecho a exigir, el Gobierno nacional la ofende, la persigue, le dice que es una vendida a bajos intereses. Muy en particular al gobierno nacional le disgusta que los periodistas no le sigan la corriente. Le molesta que haya periodistas cumpliendo bien su trabajo, investigando, informando, analizando. Porque cuando los periodistas hacen su trabajo, el gobierno nacional siente que le quitan los velos con los que muchas veces pretende maquillar una realidad cruda y feroz. Pues bien, la labor de los periodistas es decir la verdad, la verdad que se ve y sobre todo la que está escondida o tapada…”
Y agregó: “Claro, el gobierno quiere silenciar a los periodistas que no le alaban. Y como no lo logra, pues se le crispan los nervios, se enfurece. Como no le place el mensaje, pues decide que hay que acabar con los mensajeros. Aunque parezca una contradicción o una paradoja, a pesar de ser éste un gobierno que habla mucho, es el gobierno de los silencios.”
Las palabras del edil sirven como introito a un breve análisis sobre lo que está ocurriendo con Nelson Bocaranda. Esto no es nuevo. Es de hecho un exabrupto más que se suma a los muchísimos episodios de salvajismo gubernamental que contabilizamos en estos ya casi tres lustros. Es bueno que la sociedad sepa que todos los días, mañana, tarde y noche, sin siquiera respetar los días de guardar, los periodistas y los medios que nos hospedan profesionalmente somos vilipendiados, insultados, atacados, amenazados, perseguidos. Todos los días se intenta comprarnos. Supongo que algunos sucumben ante los embates o se dejan seducir por los atractivos de una vida fácil y cómoda. Pero la mayoría nos negamos a dejarnos domesticar. Un gobierno verdaderamente democrático, honrado y capaz encuentra que los periodistas somos sus mejores aliados pues nuestro trabajo sirve para, como al cáncer, diagnosticar a tiempo los males y curarlos. Pero no. Para mister Danger nosotros somos enemigos a muerte, objetivos de guerra. A como dé lugar la meta es destruirnos.
El propósito con esta nueva arremetida no es tan sólo silenciar a Nelson sino, con premeditación y alevosía y recurriendo a todo el poder de un estado maléfico, usarlo como ejemplo de lo que puede pasarle a cualquier periodista que se atreva a descorrer los velos con los cuales el gobierno tapa las muchas barrabasadas que comete a diario, la monstruosa e inmunda corrupción que impunemente permea por todas partes, la destrucción del aparato productivo con bastardos intereses, la conculcación sistemática de los derechos de los ciudadanos, quienes son al fin de cuentas para quienes los periodistas trabajamos. Quieren exhibir la cabeza de Nelson atravesada por una lanza y, como en las guerras barbáricas, ponerla en la plaza pública como advertencia. Entiéndase bien, no es Nelson; es todo lo que significa Nelson, a saber, (y vuelvo a citar a José Gregorio Fuentes, presidente del Concejo municipal hatillano), es “el uso del periodismo independiente como instrumento fundamental para hacer una sociedad más honesta y progresista”.
Venezuela está infectada hasta los tuétanos. Está siendo carcomida. Y sólo los ciudadanos podemos desinfectarla, lavarla y ponerla de pie. Pero a no confundirnos ni llamarnos a engaños, esto no va a ocurrir por generación espontánea. Hay que militar en la democracia para defenderla y construirla. Muchas cosas se han perdido y no son recuperables. Y no tiene caso sentarse a lloriquear como plañideras de oficio. Tiene sí todo el sentido del mundo usar nuevos ladrillos para un nuevo edificio. Yo no me rindo. ¿Y usted?
smorillobelloso@gmail.com
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sábado, 29 de junio de 2013

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, ¿ALGO QUE CELEBRAR?

Cuando a María Eugenia, en su primer día de clases en la Escuela de Comunicación Social, le preguntaron qué opinaba de la libertad de expresión, su primera reacción fue fruncir el ceño. ¿Podría poner en peligro su futuro como estudiante universitario si respondía lo que en realidad pensaba? A sus dieciocho años recién cumplidos, no se sentía tan poderosa como para enfrentar una tragedia de esa magnitud. 

Optó pues por balbucear un lugar común: "la libertad es necesaria para el desarrollo de los pueblos". Es decir, dijo lo menos comprometedor que pudo encontrar en su repertorio de frases hechas. Así, en su primer día en el recinto universitario, María Eugenia, pasó agachada.

Cuando muchos años después - siendo ya un Comunicador Social en ejercicio y con unos cuantos años de experiencia a cuestas -  María Eugenia escuchó al presidente de la república vociferar en contra de los medios y  recordó su primer día de clases en la universidad, evocó aquel día en que pasó agachada. - 

El profesor ha debido reprobarme ese día, porque no hay peor pecado para un comunicador que hacerse la vista gorda o decir sólo lo que le permita salvarse de recriminaciones de poderosos.

Tuvieron que pasar muchos años para que María Eugenia entendiera la trascendencia de la libertad de expresión. Tuvo que trabajar mucho para finalmente comprender que en la mayor parte de las oportunidades, cuando los gobernantes ciegos por el poder vituperan y abusan de su condición, terminan constriñendo el escenario, so trilladísima excusa de 'hay que poner orden'. Nada tan útil como un nutrido inventario de excusas y justificaciones para los desmanes y atropellos. El paso de las amenazas a las acciones es sólo una cuestión de provocaciones y antojos.

Muchos suelen  hablar de la libertad de prensa como de un valor irreductible, que están dispuestos a defender  a capa y espada, ... siempre y cuando la prensa diga lo que gusta a sus sentidos, lo que sus paladares perciben como gustoso.  Algunos desean  que los periodistas, articulistas, columnistas y analistas sean sus traductores, una suerte de fantoches, de muñecos de buena pluma, de buena voz, de buena pinta, que existen para denostar de sus adversarios y adularlos en sus acciones. Cuando eso no sucede, ah, entonces, ese señor o señora recibe toda suerte de ataques, que impepinablemente incluyen acusaciones de violar la "objetividad inherente a todo comunicador".

Luego de ya unos cuantos años en el oficio de comunicar, y con unas cuantas canas y arrugas abordo de este cuerpo menudo y esta cabeza rizada, esos ataques me resultan insípidos, por decir lo menos. Me resbalan por la pendiente de la indiferencia. La señora libertad de prensa es un derecho irrenunciable. Es hija predilecta de la señora libertad de expresión y nieta de la señora libertad de pensamiento. Tres generaciones de Libertad, tres señoras que no pasan agachadas.

Y cualquiera que piense que una sociedad puede progresar sin libertad, debe de una vez por todas mudarse a un presidio, pues no es sino un prisionero de sus propias simplezas y limitaciones intelectuales. Al resto, quienes no nos sentimos dueños de la verdad, quienes no creemos que exista una única y universal verdad, quienes nos negamos a convertirnos en eunucos sociales, cualquier barrera nos sabe a involución, a más de lo mismo, a retraso cultural, a sociedad de cangrejos que caminan para atrás.

Hay muchas cosas que escucho o leo o veo que no son de mi agrado, pero estoy dispuesta a hacer todo lo que esté a mi alcance para que siempre haya espacio para ellas. 

Se trata de Libertad, la abuela, la madre, la nieta, sin apellidos ni cortapisas. Y soy tan liberal, amigo lector, tan y tan liberal, que hasta creo que tiene que haber un espacio para todos, incluso para algunos gobernantes que con demasiada frecuencia son tan arrogantes, que suelen perder la oportunidad de quedarse callados.

Soledad Morillo ‏
@solmorillob

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lunes, 13 de mayo de 2013

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, LA TREGUA

Quizás la palabra “diálogo” le eriza la piel a muchos, considerando la historia que hemos vivido en los últimos catorce años en los que ese vocablo fue usado con frecuencia pero sin que el gobierno lo honrara. Todos recordamos bien el desastre de los conversatorios y las mesas de acuerdos y negociaciones, instrumentos que acabaron siendo trampajaulas y redes para atrapar nuestra decencia y buenos deseos y democráticas intenciones
Pero, para entender bien el asunto, quien irrespeta a la larga termina perdiendo más que el irrespetado, aun cuando no lo parezca.
Nicolás tiene que promover una tregua. No le queda de otra. Porque así como va lleva las de perder. Tiene que entender que si mantiene activados los agentes de perturbación y acoso, si persiste en su verbo ofensivo y denigrante, si insiste en una política de confrontación, si continúa ofendiendo a cuanto menos la mitad de la población, su situación será cada vez más tambaleante.
Abrió demasiados frentes (dentro y fuera de las fronteras) y sus abanderados no le están resultando en lo absoluto eficientes. Lo están hundiendo en un lodazal. En una circunstancia como la que existe y que no se puede tapar con discursitos y cuñas mal hechas, la única válvula para liberar tensiones es cambiar este funesto “mientrastanto” por un mucho más inteligente “entretanto”.
El sabe –y si no lo sabe toca que lo vaya sabiendo- que la oposición tiene una agenda que no va a abandonar. Que el camino escogido no es el de los rutilantes gritos sino uno más difícil pero harto más sólido: el de las impugnaciones, las defensas legales de los miles de penalizados por el delito de disentir, la develación de la verdad y el concierto de cacerolas.
Nicolás sabe que sus errores (y de sus apoyadores) le han costado ya mucha popularidad. El ve encuestas. Sabe que sus números van palo abajo y que su gobernabilidad se va desmoronando cual casa construida con bloques de arena.
Entonces, un frenazo en el modo de tregua es su única oportunidad que quedar más o menos bien en todo este melodrama.
Claro, esto exige ciertos gestos, por ejemplo, demostrar que tiene liderazgo y dar la orden de sacar del juego a personajes como el gordo feroz ese que atacó a Julio Borges y a la catira platinada que literalmente agarró por los moños a Ma. Corina y le escachapó la nariz.
Tiene que ordenarle a Diosdado que se deje de comportamientos atrabiliarios. Eso de andar exigiéndole a los diputados rendirle pleitesía para aceptar dar el derecho de palabra es una tremebunda pachotada, un expediente impresentable.
Y tiene que ponerle preparo a cuatro personajes que le están poniendo el caldo muy morao´: el “yernísimo” Arreaza, el frustrado Jaua, bola de billar Rodríguez y el enloquecido Villegas, a cual peor.
Si Nicolás no acepta promover una tregua, hará cada vez más evidente su condición de perdedor. Hasta sus mismos votantes ponen hoy en duda su triunfo. Piensan que aquí hubo manos peludas que parieron votos ilegales. Y eso les disgusta, porque una cosa hay que entender, que a los chavistas les gusta ganar y restregarle en la cara a los opositores un triunfo por paliza, con catarata de votos, no una partida amañada con un “pa´que cuadre”.
Si Nicolás no pone orden en esta borrachera, todo se le irá poniendo color de hormiga amazónica en celo y esto terminará en que hasta en las casas rojas rojitas en todo el país sonarán las cacerolas.
smorillobelloso@gmail.com

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jueves, 2 de mayo de 2013

SOLEDAD MORILLO BELLOSO, VESTIDA PARA MENTIR

En una muy infeliz puesta en escena, para la cual se maquilló la cara profesionalmente y se trajeó con un vestido tipo ponquecito glaseado de color rosa varias tallas más pequeño de lo que la más elemental consideración recomendaba, la señora grabó su mensaje a la Nación.
No halló dentro de sí el mínimo respeto por los ciudadanos y por sí misma para cuanto menos hablar en vivo y en directo, como la gravedad de la situación lo ameritaba. Palabra por palabra fue siguiendo un guión varias veces ensayado. Cambios de cámara, iluminacion y la misma composicion del set pusieron de relieve que el asunto fue realizado por profesionales en la materia actoral. Una producción, empero, demasiado larga y rococó para acabar diciendo lo que ya se sabía que iba a decir: que el CNE sólo acepta una revisión  chimba que por diseño no es una auditoría, dado que es más lo que permite taparear  que las muchas irregularidades que  se conseguiría detectar.
Está claro que el comando Simón Bolívar no puede aceptar participar en esta farsa. Es obvio que Henrique Capriles no puede aprobar esta nueva sinverguenzura. Pero, más importante aún, no puede el enorme conglomerado de electores prestarse a ser la lavadora de esta estafa a nuestra Venezuela.
El salario multimillonario -aderezado por magnas prebendas- que puntualmente le pagamos los venezolanos no le ha alcanzado a la señora para hacerse de la altura moral que exige el cargo. Los seres humanos carentes de dignidad suelen irrespetar la dignidad ajena.   No importa cuantos ceros ingresen en su cuenta corriente, lo que la legitimidad no da, la legalidad no presta.
Hay un caso que viene como anillo al dedo para ilustrar lo que puede ocurrir en todo este desaguisado del CNE negando la posibilidad de una verdadera auditoría e impidiendo el acceso a los cuadernos, en los cuales juntó con el sai esta agazapado el bojote. Me refiero al monstruoso escándalo político suscitado por la revelación de actividades ilegales de la administración Nixon durante la campaña electoral de 1972 en Estados Unidos.
Corría el mes de junio de 1972.  Cinco hombres que habían penetrado para espiar al Comité Nacional Demócrata en el hotel Watergate en Washington fueron arrestados. Luego de muchas piruetas  judiciales la implicación de Nixon se fue haciendo cada vez más evidente. El 30 de abril de 1973, Nixon aceptó parcialmente la responsabilidad del gobierno y destituyó a varios funcionarios implicados. Pero ahí no término el asunto.
La existencia de cintas magnetofónicas incriminatorias y la negativa a ponerlas a disposición de la justicia llevaron a un duro enfrentamiento entre los poderes ejecutivo y judicial. La opinión pública forzó finalmente a la entrega de esas cintas. Se develó que una fue alterada y que dos habían desaparecido. Eso hizo que la situación se complicara aún más.
Crecientes evidencias sobre la culpabilidad de Nixon y de altos funcionarios llevaron a que se iniciaran los procedimientos del  juicio al presidente (el impeachment). En agosto de 1974 el reguero era de tal magnitud que a Nixon no le quedó de otra que entregar las transcripciones de tres cintas, en las que quedaba claro su implicación en el encubrimiento del escándalo. La evidencia del gigantesco fiasco hizo que Nixon perdiera sus apoyos en el Congreso y que el electorado, incluso ese que lo había apoyado mayoritariamente con el voto, lo viera como un delincuente. El 8 de agosto Nixon renunció. Gerald Ford, vicepresidente, se juramentó como presidente.
En el mejor de los casos, cuatro de las cinco máximas autoridades del CNE están encubriendo delitos.  Han convertido al organismo electoral en un lupanar de la más baja ralea. Todo el proceso comicial está teñido de sospechas. Cuando algo huele mal, hay que descubrir donde esta lo podrido.  Las dudas han permeado incluso hasta en el universo de electores que dieron su voto a Nicolas. De allí que la impugnación parcial o total es inevitable.
Como bien apunta Capriles, "esta lucha es pacífica, difícil y demanda una alta dosis de persistencia, organización y disciplina. Es indispensable seguir el camino que marca la constitución y agotar todos los recursos legales necesarios". 
El proceso será largo y plagado de conchas de mango. Seguramente habremos de enfrentar todo tipo de obstáculos. Pretenderán eclipsar todas nuestras acciones. Se burlarán una y otra vez. Pero será nuestra perseverancia lo que nos permitirá adecentar nuestra democracia.
smorillobelloso@gmail.com

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