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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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sábado, 7 de marzo de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), UN PAÍS SIN ESTUDIANTES

Kluiverth no se graduará de bachiller. No lo dejaron. Le arrebataron ese y otros sueños de un balazo. Su derecho a vivir quedó tendido en el pavimento, en medio de un charco de sangre y el desespero de quienes intentaron auxiliarlo. A Kluiverth le truncaron las muchachadas, las travesuras, las risas. No le dieron la oportunidad de crecer. Jamás podrá recorrer los pasillos de una universidad, ni unirse de verdad a la protesta de una causa que considerara justa. No asistirá más nunca a sus reuniones de boyscouts, ni jugará beisbol o fútbol o videojuegos o la que pudiera haber sido la distracción de su preferencia. Kluiverth salió del anonimato para llenarnos a todos de dolor y lágrimas. ¡Y esa no tuvo que ser la historia con la que debimos conocerlo! Ese no debió ser su final, ni ser esa su última foto escolar: luciendo la camisa azul del liceo manchada de sangre y su morral, todavía en la espalda, repleto de tareas inconclusas.

Pienso en el dolor de sus padres y no logro atinar palabras de consuelo. No pueden existir, no ante la pérdida de un hijo. Porque debe ser desproporcionado e incuantificable el dolor que produce el asesinato de un hijo…Tantos abrazos, regaños y besos que quedaron sin dar. No, no creo que haya manera de consolar a unos padres que le matan a su muchacho. Porque a Kluiverth lo asesinaron y era un niño. Un niño, de franela azul, forzado a abandonar el aula para siempre…

Igual le ocurrirá a Gerardo: el tricampeón de Kenpo,  apenas dos años mayor que Kluiverth. Sus dieciséis años, su disciplina deportiva, sus clases y sus sueños quedaron cercenados. Lo mataron por no tener celular –se lo habían robado unos días antes de su muerte- y por atreverse a pedirle a los delincuentes que le devolvieran la cédula. Un gesto “de valentía” que le costó la vida. Gerardo no tendrá oportunidad de enorgullecer a Venezuela, a sus padres, a su familia, a sus compañeros de liceo, a sus amigos ni a él mismo, porque le arrebataron la oportunidad de lucirse en un campeonato internacional de Kenpo. Gerardo no seguirá acumulando trofeos y medallas. No se graduará de bachiller, ni viajará por el mundo demostrando sus destrezas. No, a Gerardo tampoco lo dejaron vivir. Al tricampeón de Kenpo hubiéramos querido conocerlo por sus premios y victorias, no por su triste final decidido por unos malditos malandros que actuaron con la impunidad de quienes saben que, contra ellos, jamás imperará la ley. ¿Cuántos más correrán la suerte de Gerardo o de Kluiverth o de los cinco estudiantes que aparecieron ajusticiados recientemente? ¡Nos están matando a nuestros muchachos! ¡Nos están matando a nuestros estudiantes! ¿Cómo no solidarizarse con esos padres que se quedan huérfanos de hijos? ¿Cómo no sentir rabia, dolor e impotencia ante noticias como estas? Están matando a nuestros muchachos y, un país sin jóvenes, un país sin estudiantes ¡es un país que no puede palpitar porque no tiene sangre en las venas!

Ante la escalada de violencia, ante el incremento desbordado de las cifras de criminalidad y asesinatos en Venezuela; pero, sobre todo, ante la incapacidad del gobierno para ponerle fin, pienso –cada vez con más frecuencia- que esa es su estrategia. Que no le ponen freno al hampa, ni a los Colectivos, ni a los Tupamaros ni a la Resolución 8610 porque saben que es el camino más expedito para sembrar el terror y el miedo, y así nadie se atreverá a protestar ni a llevarles la contraria ¿Cuál es la única opción que le queda a los incompetentes para seguir aferrados como parásitos al poder? La violencia, el odio y el irrespeto a la vida, por ahora, a esta gente le ha dado resultados.

Nuestros muchachos, con el arrojo y la invulnerabilidad que da la juventud, han provocado al régimen y sin duda, eso los ha convertido en un estorbo. Quizá el objetivo sea acabar con nuestros estudiantes – ergo, con el futuro- porque sólo embruteciendo al país, el gobierno tendrá la garantía de que estará rodeado de mediocres como ellos. Son demasiados los muchachos que aún hoy permanecen privados de libertad, o con régimen de presentación o, peor aún, que murieron víctimas de la represión excesiva ordenada por un Estado que teme reconocer su fracaso. Razón tiene el historiador Germán Carrera Damas cuando afirma que los jóvenes dan la vida por la democracia, sin haberla conocido.

Entonces, vistos estos hechos, no quedan dudas de que la muerte es la política del Estado. No podemos llegar a una conclusión distinta o más sana cuando las cifras no mienten: 126 niños y adolescentes murieron en manos de cuerpos de seguridad en 2014, según el estudio realizado por Cecodap. Cuando el odio se siembra desde las aulas y las alturas del gobierno, no se pueden esperar resultados distintos, sino un escenario patético sembrado de muertes. Cuesta comprender el desprecio por la vida que tiene esta gente. Con ellos en el poder, nos encaminamos a un exterminio como sociedad porque la muerte y la sangre son sus banderas y sus consignas. Este régimen no cree en los principios democráticos, mucho menos en el respeto a la vida.

Jose Omingo Blanco (Mingo)
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viernes, 8 de noviembre de 2013

GERMAN CABRERA, EL PROLETARIADO Y LA REVOLUCIÓN

Fíjense lo que son las cosas: una de las características más destacadas de la pomposa Revolución Bolivariana, la misma que cacarea Urbi et Orbi su novísimo y creativo Socialismo del Siglo XXI, es su desprecio absoluto por el proletariado.
Flagrante y sorprendente contradicción ésta, ya que el marxismo, como todos sabemos, considera a la clase trabajadora (carente de medios de producción y vendedora de su fuerza de trabajo), como la predestinada para organizarse y ser el germen de la Revolución Socialista, el ariete que se llevará por delante no sólo a los explotadores sino también al capitalismo como sistema económico y político.
Pero resulta que, una vez amos del poder, los autodenominados revolucionarios, portadores de la antorcha de la verdad absoluta, razonan de la siguiente manera: ahora somos gobierno, el gobierno es La Revolución, La Revolución es la única llave hacia una Luminosa Nueva sociedad, y el Estado Burgués, que despedazaremos paulatinamente, es ahora propiedad del gobierno, o mejor dicho Gobierno y Estado son la misma cosa. De este razonamiento cerrado deriva una conclusión inobjetable: contra La Revolución nada es aceptable, por lo tanto el gobierno y el Estado, ahora revolucionarios son inobjetables. De esta primera conclusión deriva una segunda: quien enfrente al Estado-Gobierno estará enfrentando a La Revolución, por lo tanto será un Traidor a La Patria, un fascista, un parásito.
Impecable.
Armado con este bagaje elemental el Estado-Gobierno-Revolucionario no tolerará disensos.
Pero resulta que una Revolución no se hace de un día para otro. De hecho un Gran Ministro del Santo Proceso acaba de afirmar que necesitan 50 años de gobierno para corregir errores. Y mientras tanto tienen que lidiar con las malas costumbres aprendidas por el proletariado durante muchos años de democracia, es decir las malas costumbres de sindicalizarse, de exigir contratos colectivos, mejoras salariales, seguridad social, todos asuntos que El Proceso considera desviaciones burguesas.
Eso se transforma en un gran problema para un Estado-Gobierno-Patrono macrocéfalo y clientelar que ha crecido exponencialmente engordando su nómina hasta el infinito con el objeto de contar con una masa de empleados públicos temerosos que le aseguren su voto.
Con el patrono privado el asunto se le hace fácil, le amenaza, lo multa, lo expropia, o le crea sindicatos oficialistas que le hagan la vida imposible.
Pero ¿cómo debe actuar  el Patrono Revolución contra  el “enemigo en casa”?
Muy simple, se actúa como contra todo “contrarrevolucionario”: se mete preso al sindicalista respondón, o se le somete a los juicios infinitos y arbitrarios de un Poder Judicial abyecto, se le niega reconocimiento a los sindicatos libres, se les pone a competir con sindicatos oficiales financiados con el dinero del Estado, se amenaza a los trabajadores con despido o retiro de beneficios si no aceptan la contratación estipulada unilateralmente por el Gobierno, por La Revolución.
Y hete aquí una Revolución sin proletariado.
Así como también es, de paso, una Revolución sin estudiantes.
¿Cómo nos mantendremos en el poder?, se pregunta el liderazgo iluminado.
Bueno nos queda el lumpen, se responde, y para ponerlo a nuestro servicio tenemos una metodología infalible.
Pero eso será tema del próximo artículo.
german_cabrera_t@yahoo.es                 

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