BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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sábado, 30 de agosto de 2014

SIMÓN GARCÍA, LUCHAR BIEN PARA SER ALTERNATIVA, AQUÍ OPINAN

A veces la política aparenta ser el medio para intentar que lo posible se haga imposible. Según los saberes de antes, las situaciones de crisis económica tienden a generar un fortalecimiento de la oposición. Pero entre nosotros, aunque el descontento no cesa de crecer, la oposición proyecta una imagen de debilidad.

BARAJAR DE NUEVO
Esta suspensión de la tendencia esperada refleja una conducta que en vez de volcarse hacia las nuevas inconformidades con vocación de crecer fuera de sus comarcas, se satisface con manotearse el ombligo.

La oposición no se nutre del malestar general de la sociedad porque no tiene ni un discurso, ni una estrategia, ni una práctica para lograrlo.

En esta grave carencia pesa la acentuada internalización de la cultura de la polarización que hace ver todo encuentro como una rendición. Se invita a venir a quien piensa distinto, sin reconocer lo que hay de válido en sus diferencias, lo que ellas pueden aportar a una visión común. Se habilita la vieja lógica según la cual quien se nos une debe subordinar sus intereses a nuestros planes.

Es cierto que en la percepción de una división de la MUD ha influido el forcejeo por el liderazgo iniciado precipitadamente por Leopoldo López y que las fuerzas que él simboliza, con motivos aceptables y consecuencias indeseables, se han abierto con una política maximalista que cifra en la calle una victoria fulminante. Sin embargo, los esfuerzos de Capriles y de los partidos que promueven la primacía de la acumulación de fuerzas y del trabajo social, tampoco pareciera que están saliendo, fuera de su zona de confort, a comunicarse con las luchas reales y con quienes están abandonando a Maduro por sus fracasos.

Pero hay un país mayoritario que se resiste a soportar el deterioro cotidiano de la vida, incluyendo la base popular del chavismo que, sacando sus barbas del remojo, ha comenzado a manifestar su rechazo a las políticas gubernamentales.

Pero este descontento no debe evolucionar en paralelo, espantado por un discurso que asimila su protesta a la convocatoria de una Asamblea Constituyente o a la amenaza de una pérdida de beneficios conquistados por obra del actual poder. La unidad de los partidos de oposición es el medio para lograr el fin de unir a todos los venezolanos. Esta unidad de segundo piso requiere una identidad, superior al patriotismo de partido, que sea formulada con aportes plurales y capaz de rendir ventajas a un fortalecimiento, no sólo electoral, de los partidos que ninguno de ellos puede obtener por sí mismo.

La constitución en proceso de una alternativa basada en una mayoría y un liderazgo plural va a determinar el tipo de escenario y las características de una transición para superar la crisis.
Hay que luchar bien y con eficacia. Los delirios insurreccionales y las ofertas que eluden la protección de las luchas y su traducción en un sistema descentralizado de articulación voluntaria y organización más permanentes están demás porque distraen del esfuerzo principal y dan pretextos para fortalecer internamente a los sectores radicales y justificar hacia afuera su acción represiva.

No hay tiempo para seguirle el jueguito al gobierno, reproduciendo su esquema de que en un lado están todos los buenos y en el otro, todos los malos. Hay que hacer otro barajo.

Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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martes, 29 de julio de 2014

SIMÓN GARCÍA, LOS LABERINTOS DE LA TRANSICIÓN

La transición es una procesión que avanza y retrocede en el seno del gobierno y su partido. Allí, todos parecen concordar en buscar medidas que alivien el calvario del país, pero no todos apoyan la idea de un viraje. Se considerará como posibilidad en la medida que se incremente el miedo cupular a que un mayor agravamiento de la crisis les pase una factura definitiva.

En la hora chiquita hay quienes sostienen que la corrección de ciertas medidas económicas, implica profundizar, en otras áreas, la disposición a marchar hacia el socialismo. Definen como existencial el esfuerzo sin tregua para reducir y liquidar a la oposición, entendida por tal cualquier actitud crítica o la expresión de malestar con las posturas gubernamentales. Es decir, el país.

Pero el viraje, al menos en política económica, ya comenzó en Londres con los anuncios del vicepresidente económico ante representantes del mundo financiero. La salida de Giordani es otro signo del abandono de la visión ortodoxa en sectores de la cúpula roja. A Fedecámaras se le está sugiriendo que acepte una propuesta de cooperación sin mirar hacia los derechos y las libertades. Un injerto del modelo chino, tropicalizado y sin las condiciones de China.

Por todo ello el viraje económico parece inevitable, mientras que la transición es discutible. Una que provenga enteramente de la voluntad del gobierno tiene la dificultad de que el presidente Maduro carece de la fuerza para imponerla en el PSUV y a que titubea ante su necesidad de evitar nuevas pérdidas de apoyo en el país y cederle banderas a sus rivales internos. ¿A quién aparte de él le conviene promoverla?
Cabello, capitán en la banda contraria, ya se anotó un punto al boicotearle abiertamente a Maduro el diálogo con la oposición.

Pero el viraje económico puede abrirle las puertas a una transición más redonda, aunque todavía esta perspectiva esté rodeada de incertidumbres sobre su forma de iniciarse, modalidad, duración y desenlaces. Por los momentos, la gente está comenzando a reaccionar ante las consecuencias, cada vez más insoportables del doble fracaso de la gestión Maduro y el modelo Chávez.

Así Maduro sea él mismo un poder vacío, es el rostro y la expresión de un régimen que lo sostiene y al cual él debe sostener. Las circunstancias lo obligan a ejercerse si pretende perfilar su liderazgo y si está convencido de que la transición es su carta salvadora. Sabe que si no actúa perderá mucho. Ya, ni en su propio campo le admiten la inhibición ante la ruina y la implosión del país.

También sabe que los pasos oficiales no bastan. Las fuertes medidas económicas exigen algún grado de consentimiento de los principales actores institucionales y políticos del país, incluyendo a la oposición. Así que inicialmente el gobierno intentará que otros compartan la carga a cambio de nada, aunque el agua al cuello suele volver lúcidos a los obcecados.

La oposición también sabe que toda transición supone una redistribución del poder entre los actores antagónicos, la formulación de nuevas reglas institucionales y una relegitimación que estará condicionada por mostrar capacidad para resolver los problemas, voluntad de unificación del país y formulación de cambios económicos, institucionales y políticos. No puede contentarse con una transición de repostería.

El tema de la transición es una oportunidad para comunicarle nuevamente a la sociedad los aspectos alternativos que califican a la oposición y para acompañar sistemáticamente a los más débiles en sus luchas y a toda la población frente al paquete de ajustes que el gobierno quiere hacerle tragar al país sin compensaciones. Tiene que movilizar sus fuerzas y presionar por aquello que necesita conquistar.

Para ello, los partidos deben entender que la lucha por el liderazgo no es un asunto de tirar una parada ni de competencias por quien aparece como el más radical. La verdadera lucha consiste en estar, eficaz y constantente, con la gente. La oposición tiene los líderes y los partidos para hacerlo, pero ¿podra hacerla unida?

Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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jueves, 24 de julio de 2014

SIMÓN GARCÍA, LUCHAS Y TRANSICIONES, AQUÍ OPINAN


La transición es una procesión que avanza y retrocede en el seno del gobierno y su partido. Allí, todos parecen concordar en buscar medidas que alivien el calvario del país, pero no todos apoyan la idea de un viraje. Se considerará como posibilidad en la medida que se incremente el miedo cupular a que un mayor agravamiento de la crisis les pase una factura definitiva.

En la hora chiquita hay quienes sostienen que la corrección de ciertas medidas económicas, implica profundizar, en otras áreas, la disposición a marchar hacia el socialismo. Definen como existencial el esfuerzo sin tregua para reducir y liquidar a la oposición, entendida por tal cualquier actitud crítica o la expresión de malestar con las posturas gubernamentales. Es decir, el país.

Pero el viraje, al menos en política económica, ya comenzó en Londres con los anuncios del vicepresidente económico ante representantes del mundo financiero. La salida de Giordani es otro signo del abandono de la visión ortodoxa en sectores de la cúpula roja. A Fedecámaras se le está sugiriendo que acepte una propuesta de cooperación sin mirar hacia los derechos y las libertades. Un injerto del modelo chino, tropicalizado y sin las condiciones de China. 

Por todo ello el viraje económico parece inevitable, mientras que la transición es discutible. Una que provenga enteramente de la voluntad del gobierno tiene la dificultad de que el presidente Maduro carece de la fuerza para imponerla en el PSUV y a que titubea ante su necesidad de evitar nuevas pérdidas de apoyo en el país y cederle banderas a sus rivales internos. ¿A quién aparte de él le conviene promoverla?

Cabello, capitán en la banda contraria, ya se anotó un punto al boicotearle abiertamente a Maduro el diálogo con la oposición.

Pero el viraje económico puede abrirle las puertas a una transición más redonda, aunque todavía esta perspectiva esté  rodeada de incertidumbres sobre su forma de iniciarse, modalidad, duración y desenlaces. Por los momentos, la gente está comenzando a reaccionar ante las consecuencias, cada vez más insoportables del doble fracaso de la gestión Maduro y el modelo Chávez.

Así Maduro sea él mismo un poder vacío, es el rostro y la expresión de un régimen que lo sostiene y al cual él debe sostener.  Las circunstancias lo obligan a ejercerse si pretende perfilar su liderazgo y si está convencido de que la transición es su carta salvadora. Sabe que si no actúa perderá mucho. Ya, ni en su propio campo le admiten la inhibición ante la ruina y la implosión del país.

También sabe que los pasos oficiales no bastan. Las fuertes medidas económicas exigen algún grado de consentimiento de los principales actores institucionales y políticos del país, incluyendo a la oposición. Así que inicialmente el gobierno intentará que otros compartan la carga a cambio de nada, aunque el agua al cuello suele volver lúcidos a los obcecados.

La oposición también sabe que toda transición supone una redistribución del poder entre los actores antagónicos, la formulación de nuevas reglas institucionales y una relegitimación que estará condicionada por mostrar capacidad para resolver los problemas, voluntad de unificación del país y formulación de cambios económicos, institucionales y políticos. No puede contentarse con una transición de repostería.

El tema de la transición es una oportunidad para comunicarle nuevamente a la sociedad  los aspectos alternativos que califican a la oposición y para acompañar sistemáticamente a los más débiles en sus luchas y a toda la población frente al paquete de ajustes que el gobierno quiere hacerle tragar al país sin compensaciones. Tiene que movilizar sus fuerzas y presionar por aquello que necesita conquistar.

Para ello, los partidos deben entender que la lucha por el liderazgo no es un asunto de tirar una parada ni de competencias por quien aparece como el más radical. La verdadera lucha consiste en estar, eficaz y constantente, con la gente. La oposición tiene los líderes y los partidos para hacerlo, pero ¿podra hacerla unida? 


Simon Garcia
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martes, 21 de enero de 2014

SIMÓN GARCÍA, EL CONSEJO DE EPICTETO

El esclavo Epicteto, cuyo poder de reflexión lo convirtió en un filósofo de Roma, afirmaba que "siempre y en todo momento debemos hacer lo que de nosotros depende, permaneciendo firmes y tranquilos respecto a lo demás".

Sería conveniente seguir el consejo de Epicteto y ocuparnos durante el 2014 en mejorar la situación en la que se encuentran nuestras propias fuerzas, fortalecer la conexión con organizaciones populares que están intentando reconstruirse, contribuir a la aproximación entre los venezolanos y acompañar las variadas manifestaciones de protesta social y de luchas por vivir mejor.

Hemos comprobado que competir con el Estado es una versión corregida y aumentada del enfrentamiento entre David y Goliat. También hemos constatado las dificultades para eludir las transferencias de la estrategia oficialista a nuestra acción política: polarización; capitalismo/socialismo como principal disyuntiva; enfrentamiento supuestamente clasista; falsificación ideológica de la historia nacional o preponderancia de un exitoso relato para difundir como revolución una involución general del país.

No ha sido fácil, sin tener los medios prácticos ni contar con una relativa igualdad jurídica, mantener una resistencia democrática a un poder hostil a todo lo que no le es sumiso y dedicado a destruir todo lo que pueda ser un obstáculo para perpetuarse en el poder.

En distintos momentos y episodios de esta larga y fluctuante confrontación con el sistema autoritario se ha demostrado que aún existen reservas democráticas suficientes para llegar a formar una mayoría nueva, estable y plural. Son millones los venezolanos que han decidido persistir en sus luchas por una sociedad mejor.

Ellos están abriendo caminos hacia un país de todos. Son los indoblegables.

Pero incluso ellos necesitan alicientes y refuerzos a su confianza. Es una gente que requiere ser informada y también incorporada a los debates sobre el camino que hay que seguir. Son numerosos los temas que deben ser abordados dentro de la oposición para dejar de creerse el ombligo del mundo.

Discutir para innovar el lenguaje, los argumentos, las propuestas, los objetivos, formas de lucha, prioridades.

Sin volver a revisar, con propósito de cambio, los elementos que hacen alternativa una acción política y sin definir la caracterización de la visión progresista que promovemos, no vamos a hacer nada distinto a lo que ya hemos hecho.

Para descifrar la sociedad descontenta y para que el sistema de poder no se salga con las suyas acosándonos con el mismo guión, hay que dedicar un tiempo a repensarnos. 

Seguir el consejo de Epicteto no es fugarse de la dinámica política real sino dejar de responderle al poder con un juego de sombras. Especialmente cuando la agenda de oposición va a surgir, cada vez más, de los mecanismos de defensa de la sociedad ante las crisis que genera el gobierno.

@garciasim

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lunes, 22 de julio de 2013

SIMÓN GARCÍA, CAPRILES Y LA ESTRATEGIA

La ruta de buenos sucesos para la oposición, que comenzó con las primarias, ha tomado la significación de una proeza. En seis meses logró descontar una ventaja de 11 puntos, obligó al Estado a desnudar su ventajismo y marcó con una acusación de ilegitimidad la proclamación presidencial.

Esa sucinta descripción de extraordinario desempeño frente a un Estado neototalitario, brinda suficientes motivos para fundamentar el optimismo de la voluntad. En la sociedad venezolana de hoy, al margen de la predecisión que la CSJ no encuentra cómo justificar, existe una cerrada lucha por la mayoría. Aunque no sea un dato inmutable, porque todavía una parte de la población oscila entre ambos polos, las tendencias indican que la disputa se está resolviendo a favor de las fuerzas democráticas de cambio.

Ganando el juego, la prioridad consiste en preservar e incrementar las fuerzas para luchar mejor por ampliar las ventajas. Pero las buenas rachas conllevan el riesgo de las malas apuestas. La inestabilidad en el lado gubernamental, reflejada en los desesperados esfuerzos para recuperarla, alienta el peligroso espejismo de las salidas no democráticas. Un final indeseable que aceleraría la caída de Venezuela en el peor de los mundos posibles.

Pero las tentaciones del diablo son dulces. Gente que siente que se llegó al límite de lo admisible, quiere dejar la razón a un lado y abortar resultados. Menospreciando la persistente resistencia social al régimen, se lamentan o denuncian un supuesto conformismo popular. En su prisa levantan injustas y ofensivas comparaciones con Brasil y Egipto con la consecuencia de restarle pertinencia al camino que, paso a paso, estamos recorriendo y desacreditar el potencial de éxito simbolizado en Capriles y en la MUD.

Venimos de regreso de nuestra plaza Tahrir. Hace una década pudimos verificar, en medio de enormes movilizaciones populares, que las insurgencias no se decretan.

También que las exaltaciones a tomar el cielo por asalto conducen a laberintos sin salida, sencillamente porque carecen de plan A.

No es que falten ganas o la suficiente indignación para tomar la calle, sino que cuando crece un estallido social, cotidiano y fragmentario, no se pueden manipular esas protestas para cambiar su naturaleza reivindicativa por una elucubrada finalidad tumbagobierno. Las causas no se entregan por impaciencia.

No hay ambigüedad posible respecto al objetivo trascendente de una sociedad más justa y más libre que rompa con los populismos democráticos o totalitarios ni sobre las variantes democráticas, no exclusivamente electorales, disponibles para alcanzarla. Capriles y la MUD expresan a la Venezuela que es posible conquistar por medios pacíficos y constitucionales.

Es una aspiración problemática y que requiere un examen crítico continuo. Exige un debate plural, que se nutra de distintos puntos de vista que hagan más inteligente y eficaz a la estrategia democrática. Una discusión que abarque asuntos disimiles, desde identificar los aspectos en los cuales pueden tener razón los millones de seguidores del oficialismo hasta los esfuerzos por dilucidar los contenidos y alcances de un nuevo pensamiento progresista.

Se trata de formular y llevar a cabo juntos una estrategia de acciones de largo aliento para llenar los requisitos que el siglo XXI le pide a Venezuela para comenzar a ser un país viable. Y hasta ahora, esa estrategia, es la que está en progreso con Capriles.

@garciasim



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domingo, 16 de septiembre de 2012

SIMÓN GARCÍA, ¿QUIÉN DIJO MIEDO?

El uso político del miedo es incompatible con la democracia. No es una emoción cívica, como podrían serlo la esperanza, la generosidad o la bondad. El miedo desfigura el sentido de la realidad: obstruye la capacidad de análisis del candidato que está abajo y bloquea la racionalidad de sus acompañantes.
El uso electoral del miedo es un elemento de campaña defensiva. Pero es de los cartuchos al alcance de los perdedores. No busca ganar votos sino restar apoyos, desmovilizar o neutralizar el avance de Capriles.
A medida que baja la cuenta regresiva sube el desesperado pavor en la cueva del saliente. El desconcierto y el manotazo instintivo para aferrarse al poder abren un boquete del que brotará lo peor del contrahecho corazón oficialista: se intensificarán provocaciones, intimidaciones y amenazas. A menos que los fabricantes de campaña negra recobren la mesura.
La tentación estará allí mientras el único objetivo, la obsesión y el todo del saliente sea intentar satanizar y enlodar la figura de un Capriles que se impone como un verdadero fenómeno electoral. Ojalá que no haya que esperar al inevitable final, cuando al candidato del gobierno no le quedará más que desahogarse con sus pataletas y entregar el puesto que se proponía conservar por más tiempo que Fidel Castro.
SERÁ INÚTIL
Pero hasta ahora el miedo no les ha funcionado. No es fácil intimidar a un pueblo que se atrevió a establecer un récord mundial de ostentación democrática en las primarias realizadas para seleccionar al candidato de la unidad.
La gente también sabe que el gobierno, como lo ha hecho con sus promesas, no podrá cumplir sus amenazas. Primero porque seguirá fiel a su ya insoportable ineficacia. Segundo porque mandará menos que militar retirado.
Existe una explicación adicional. Alguien dijo que la prudencia es el temor de los sabios. Por eso es frecuente confundir una con el otro. Pero agazapar la decisión tomada, hacerla invisible para el poder opresivo no es miedo sino un acto de astucia popular.
VENTAJISMO Y VANDALISMO
También el gobierno debe controlar sus miedos. Prácticamente agarrado a las cuerdas levanta el trapo rojo de una guerra civil que envuelve a su vez otra afrenta a la democracia: blufear con no entregar el poder.
La opción, además de descabellada, luce inviable. La contundente victoria electoral de los venezolanos a favor del progreso no dejará margen para el regateo. Las circunstancias internacionales son contrarias a ese tipo de salidas. El apego institucional de la Fuerza Armada volverá a expresarse siguiendo al país civil. El sentimiento mayoritario de los mismos oficialistas es contrario a esa aventura de última hora.
El ataque que se montó en el Aeropuerto Bartolomé Salom, con empleados y recursos públicos, fue una barbaridad. La agresión contra periodistas extranjeros evidenció el grado de violencia que puede alcanzar una nómina municipal alentada por una prédica autoritaria. Afortunadamente la mayoría de los empleados municipales condena estos procedimientos que ellos mismos padecen.
EL MIEDO DE LOS OTROS
La verdad es que el gran representante del pasado y del atraso, el responsable de la violencia y de la impunidad tiene miedo. El pavor en su cúpula crece a medida que aumentan los indicios sobre el interés y la receptividad que le dispensan a Capriles sectores y poblaciones tradicionalmente tenidas como zonas marcadamente rojas.
Se ve venir el deslizamiento. Chávez no podrá evitar que los barrios populares que antes le dieron apoyo, ahora se vuelquen hacia Capriles. Es un sentimiento que, aunque aún sea una pequeña grieta, se siente por todas partes porque el cambio se ha convertido en una necesidad pública. En un asunto de país.
@garciasim
 simongar48@hotmail.com    

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