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sábado, 3 de enero de 2015

MARCELINO BISBAL, LA ÉTICA COMO PRETEXTO

MARCELINO BISBAL
Viendo lo que ha sucedido en estas tres últimas semanas del año en relación con la elección de los rectores del CNE, de los miembros del Poder Ciudadano y de las nuevas autoridades del TSJ, he recordado las páginas que Fernando Savater escribió sobre la ética (Ética para Amador, 1991), y el ensayo de Luis Castro Leiva (“Ética y nación”, 1996). El asunto tiene que ver con la relación que existe o que debe existir entre ética, política y democracia. Conviene reflexionar, aunque sean tan solo unos breves apuntes, sobre la importancia que tienen esos tres temas en el momento presente.

Cuando los ciudadanos observamos el comportamiento de los diputados del partido de gobierno, cuando vimos cómo la mayoría simple de los asambleístas ignoró la Constitución y cuando apreciamos cómo se violentaron las más elementales reglas del debate político… entonces empezamos a releer y apreciar las notas de Savater y Castro Leiva para tratar de clarificar y de entender qué tiene que ver la ética con lo que pasó, cómo explicar desde allí –en el actual contexto político y desde la conciencia política– la conducta asumida por la Asamblea Nacional y por el Tribunal Supremo de Justicia, y cómo entender desde esas acciones la relación entre ética y política, o cómo las pone en juego el actual gobierno.

Mientras el filósofo Fernando Savater nos dice que la ética tiene que ver con la libertad, con las relaciones humanas, con el pensamiento (libertad de discurrir) y con nuestra capacidad de acción y de decisión, Luis Castro Leiva da un paso más y nos plantea que la idea y acción de libertad política se sustenta en una concepción de ética que tiene que ver con nuestras acciones públicas y cotidianas, con nuestras virtudes, con lo que hacemos y dejamos de hacer y, taxativamente, nos esboza el sentido de una ética ciudadana al expresar que “la ética se halla situada en el interior de lo político; que no es concebible en la práctica fuera de semejante ámbito, aunque la calidad de sus prácticas pueda poner en duda esa concepción. Enunciado de un modo fuerte o enfático esto puede decirse así: la ética solo es concebible y practicable como parte de la política”.

Las acciones ejercidas desde la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia nos hablan de la barbarie instaurada como forma de hacer política. Cuando desaparece la discusión, la imposibilidad de refutar ideas del contrario con razones, cuando se impone la tiranía de las mayorías, no puede salir ninguna verdad. El resultado siempre será la imposición y la forma inconstitucional. La política tiene unas reglas, tiene una ética que ha sido abrazada por la civilización-ilustración (en definitiva por la modernidad). Ella es el espacio de discusión de donde deben surgir ideas y pensamientos que hayan sido confrontados con otras ideas y otros pensamientos. Esto es precisamente lo que no se ha dado en esas designaciones. Triunfó, una vez más, la barbarie entendida en palabras de Fernando Mires como la antipolítica. Textualmente: “La política es solo una invención que nos permite, entre otras cosas, ser menos bárbaros de lo que seríamos sin la política. El dilema, por lo tanto, es otro. El dilema es si la política es subsumida en la barbarie o la barbarie es subsumida en la política”.

La antipolítica asume medios no democráticos para hacer las cosas. Esta es una verdad que no creo aprendan los que gobiernan aquí y ahora al país. Asumir la ética como principio de acción en la política debería ser una regla para quienes nos oponemos a esta manera de gobernar y esta forma de concebir la nación.

Bien harían nuestros políticos de la bancada oficialista y de los partidos democráticos en leer los textos que han sido la fuente de ideas para este breve ensayo. Sería un buen propósito en este comienzo de año 2015. La idea de hacer esas lecturas no es para dar brillantes discursos, sino para traducirlas en acciones prácticas y ciudadanas para el bien del país y su gente. Para que el dilema de Faustino Sarmiento entre civilización y barbarie se incline hacia la civilización, evitando que el des-orden se siga imponiendo en el año que se inicia.

Marcelino Bisbal
marcelinobisbal@gmail.com
@marcelinobisbal

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viernes, 8 de agosto de 2014

JOSÉ RAFAEL AVENDAÑO TIMAURY, TAUROMAQUIA Y TOREROS LUSITANOS

   El Secretario General de AD vía tweet comentó que la autocrítica no había funcionado ante el error cometido por la oposición al abstenerse en las elecciones parlamentarias de 2005 por las consecuencias que dicho acto había ocasionado. Como buen católico - así lo confiesa, además de adeco y magallanero – hace acto de constricción y arrepentimiento. Según él, esos polvos trajeron los lodos que nos ahogan. 

El gobierno aprovechó la ocasión para salir del closet por la calle del medio y nombro, sin rubor alguno, de manera caprichosa y con fines dolosos en lo constitucional y político a las  autoridades de los poderes públicos cuya gestión ha sido, es y será la  de servir como instrumentos dóciles, sujetos a disciplina militar y a la orden del poder ejecutivo.
   
 Se hace necesario aclarar, en lo posible, la afirmación que hace, porque parece ser ese el único argumento dialectico para instrumentar la participación a todo evento en las elecciones parlamentarias de 2015.
   Considero que esa decisión oposicionista de abstención no fue un error ya que en esa oportunidad existía una armonía plena en el sentir de los partidos, sociedad civil y las grandes mayorías nacionales. La decisión no solo fue justa y apropiada, sino que despojó definitivamente en ese momento al régimen de toda legitimidad. La insuficiencia fue evidente dada la magnitud de los resultados: altísimo índice de abstención y unos parlamentarios carentes de legitimidad que se permitieron atropellar como les vino en gana la constitución. Esa ilegitimidad palpable con todos los sentidos, no fue debidamente utilizada por la dirigencia de la época para instrumentar una política clara que hubiera podido solventar la crisis y evitar los padecimientos actuales. Es decir, el error no fue la abstención, sino permitir la continuación de la política reinante, a pesar del precedente logrado. No utilizar de manera oportuna el importantísimo e inédito acto en la historia de las luchas sociales venezolanas cuya única similitud, se me ocurre y guardando las distancias, fue la acontecida en febrero de 1936, cuando las masas caraqueñas estuvieron cerca del Palacio de Miraflores en actitud de protesta por primera vez. Este fue el error político cometido y no “confesado”. La circunstancia política en ese entonces requería de un liderazgo real y audaz. Por esa increíble privación, quizás, estamos inmersos en esta crisis. Se derritieron, así de simple, como lo hace como un bloque de hielo a la orilla de una playa tropical. Esa dirigencia, la mayoría que aún pretende dirigir, simplemente se “congeló” y se privó por completo de instrumentar la táctica conveniente para la resolución definitiva de la controversia planteada a raíz del resultado electoral. La falta de decisión y de resolución para actuar con propiedad para restituirle a la república la legitimidad y legalidad que se merece, la hemos pagado muy caro los venezolanos.
   Producto de esa ilegitimidad tenemos un CNE, TSJ, FGR, CGR y DP que actúan como los Boys Scout: “Siempre Listos”, para defender los intereses del gobierno.
   Las últimas elecciones parlamentarias generaron una mayoría de votos oposicionistas, pero en virtud de los malabarismos ejecutados por los órganos legales, aunque ilegítimos,  competentes plasmaron la “mayoría” oficialista que se permitió y aún permite la ejecución de los más grandes desvaríos políticos que conozcamos. Los diputados constituyentes del perezjimenismo de 1953 se quedaron cortos ante las ejecutorias de esta AN que tenemos: tres diputados defenestrados, uno con lesiones contundentes en la cabeza, una depositaria de golpes al alimón por parte de “un y una” colega, la negativa a legislar que es fundamental para el órgano, la colocación servil de fotografías descomunales del presidente fallecido y del actual en el podio, el inexistente funcionamiento de las comisiones legislativas, la negativa a designar el nuevo contralor cuya titularidad la ejerce una de las funcionarias más torpe e incapaz que se conozca, el irrespeto contumaz a los lapsos establecidos para la designación  de autoridades, siempre con dictámenes complacientes de la Sala Constitucional del TSJ -porque no quieren negociar, en el sentido prístino de la palabra- y actúan a lo Jalisco, un presidente de la AN que hace palidecer a Manuelote, el rustico capataz que ponía al peón José Antonio Páez a “lavarle las patas” en la hacienda donde laboraba, el irrespeto consuetudinario a los diputados por parte de funcionarios públicos subalternos, como el de la empleada de Conviasa que impidió a Ramos Allup, Velázquez y De Gracia a abordar avión en Ciudad Guayana  y pare usted de contar.
   Hay diputados de oposición que parecen haber sido electos en un Cantón suizo y no en las jurisdicciones venezolanas actuales, donde se ejerce la función parlamentaria más inocua y alejada de los parámetros que la distingue.
   ¿Será que a estos diputados, actuales y aspirantes in pectore están “inoculados” con el Síndrome de Estocolmo?
    En todo caso, lo importante es razonar con propiedad. Los dirigentes deben estar, como en 2005, a la altura de las circunstancias para interpretar un sentimiento mayoritario de las colectividades nacionales y “no temerle al cuero luego de matar al tigre”.
   Los toreros en Portugal hacen la faena pero no ejecutan la suerte final. El miura siempre sale vivo de la plaza. Parece que muchos de los dirigentes políticos activos son admiradores de ese tipo de toreo ya que, por acción, desconocimiento u omisión, intentan hacer la faena pero la dejan inconclusa.
Es hora de implementar nuevas estrategias y tácticas, apegadas a la  constitución, con decisión y de manera coherente y plena.
José Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
@cheyejr  

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lunes, 19 de agosto de 2013

PABLO AURE, CORRUPCIÓN HABILITANTE

Quienes hemos trajinado con las leyes 
y hecho de la abogacía y la docencia 
nuestra profesión, y todo aquel que tenga 
sentido común sabe que el bandidaje 
y la pillería existente no se acaba con 
más leyes, y mucho menos con una 
Ley Habilitante que concedería 
“poderes especiales” a Nicolás Maduro 
para combatir la corrupción. 
No tengo otra calificación distinta a la 
de la farsa para considerar esa cínica 
solicitud del presidente.
Las leyes habilitantes deben ser otorgadas para regular materias especiales en situaciones de urgencia. Por lo general se entiende que deberían otorgarse en asuntos que versen sobre la economía. Jamás para combatir delitos, pues eso forma parte de la reserva legal. Es decir, a la Asamblea Nacional, el Poder Legislativo es al que compete definir los delitos y las penas aplicables. La libertad de los ciudadanos jamás puede encomendársele al Ejecutivo nacional, ni en democracia, ni mucho menos en este tipo de dictadura de nuevo cuño.
¿La habilitación de la corrupción?
De acuerdo al artículo 203 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela: “...Son leyes habilitantes las sancionadas por la Asamblea Nacional por las tres quintas partes de sus integrantes, a fin de establecer las directrices, propósitos y marco de las materias que se delegan al Presidente de la República, con rango y valor de ley...”. Esto significa que el oficialismo requeriría un mínimo de de 99 diputados que aprueben esa Ley, pues la Asamblea Nacional la Integran 165 diputados y la quinta parte (33) y al multiplicarla por 3 nos da esa cantidad: 99. El oficialismo al parecer no cuenta con ese número, supuestamente llega a 98.
Este asunto no debemos tomarlo a la ligera. El Presidente insistirá en que quiere combatir la corrupción, pero la bancada opositora se negará justificadamente a darle esos poderes. Vaya descaro: 14 años robando y ahora tienen el atrevimiento de decir que es por falta de una ley.
Carencia de la ley como pretexto
El historiador y político romano Tácito decía: mientras más corrupto es el Estado más leyes tiene.
Amigos lectores, sobre todo a los que se identifican con el sector oficialista, con responsabilidad debo aclararles que tenemos muchas leyes que tipifican delitos contra la cosa pública, entre ellos especialmente la Ley Contra la Corrupción, instrumento que ha sido modificado precisamente durante este gobierno y no tengo dudas de que con ella sería suficiente para combatir la corrupción. Eso sí: si tuviéramos instituciones al servicio de la justicia y no de bandidos al servicio de un sistema de gobierno donde impera la impunidad.
Por ejemplo, el primer artículo de la Ley Contra la Corrupción establece: “La presente Ley tiene por objeto el establecimiento de normas que rijan la conducta que deben asumir las personas sujetas a la misma, a los fines de salvaguardar el patrimonio público, garantizar el manejo adecuado y transparente de los recursos públicos, con fundamento en los principios de honestidad, transparencia, participación, eficiencia, eficacia, legalidad, rendición de cuentas y responsabilidad consagrados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, así como la tipificación de los delitos contra la cosa pública y las sanciones que deberán aplicarse a quienes infrinjan estas disposiciones y cuyos actos, hechos u omisiones causen daño al patrimonio público”.
La petición que Nicolás Maduro hace en solicitar una Ley Habilitante, es perversa, por varias razones, primero porque sería una nueva injerencia del Poder Ejecutivo en el Poder Legislativo, segundo, estaríamos en presencia de lo que la doctrina conoce como una ley penal simbólica (pretender hacer ver que se lucha contra lo corrupción pero la realidad es otra) y tercero, a todas luces pone en evidencia el cinismo con que Nicolás Maduro actúa, en este asunto de la corrupción.
Zamuro cuidando carne
Venezuela ha venido siendo saqueada bajo la mirada complaciente, primero, del finado Chávez, y ahora con Maduro y demás herederos durante estos últimos años, y no ha habido voluntad para atacar la corrupción; al contrario, la han potenciado, principalmente los que dirigen esta cosa que llaman revolución.
Este tipo de gobierno incentiva la corrupción, sobre todo de sus más allegados y de los que tendrían la posibilidad de enjuiciarlos. Acondicionan el terreno para que muchos cometan desafueros en la administración pública. Los corruptos lucharán por mantenerse en el poder o defender a quienes le han dado la oportunidad de abultar sus alforjas con dinero del pueblo.
Si antes de Chávez veíamos hechos de corrupción en cuadros altos de la FAN, hoy, desde el general hasta al soldado, se le presenta la oportunidad y la aprovechan para desarrollar sus habilidades y destrezas. Eso sí, tienen que declararse rojos, rojitos, chavista y antiimperialista. Con el pecho hinchado como lo proclaman los jefes militares en todos los desfiles.
Este régimen no solamente es corrupto sino que está podrido desde lo más arriba hasta los niveles menos importantes. El guiso y el cohecho son el patrón que los rige.
Que se entienda bien, no escribo en sentido figurado, es así y punto. Militares y civiles en puestos clave son caimanes del mismo pozo que disfrutan y se apoderan del tesoro público.
No existe ningún capitoste “revolucionario” que escape a ser sospechoso. Analicen quiénes eran y cómo era su nivel de vida o su comportamiento habitual y compárenlo con lo que hacen en la actualidad. Lo más benigno es presumir que están incursos en enriquecimiento ilícito. Les invito leer el artículo 46 de la Ley contra la Corrupción y corroboren lo que les afirmo. Ese artículo textualmente dice: “Incurre en enriquecimiento ilícito el funcionario público que hubiere obtenido en el ejercicio de sus funciones un incremento patrimonial desproporcionado con relación a sus ingresos, que no pudiere justificar”. ¿Alguien sabía quién era Diosdado Cabello, Nicolás Maduro o Pedro Carreño (para preguntar por los más bocones) antes de llegar al poder? Les digo: unos pobres de solemnidad.
Hoy son públicas y notorias sus fortunas. Quizá no la tengan a su nombre, pero no pueden esconder los lujos que se dan y que no se corresponden con lo que ganan “legalmente”. No hablaré de los Chávez para no recordar al autor intelectual y material de este bandidaje, al creador del monstruo de la corruptela bolivariana, pero quienes conocían a esa familia en Barinas saben de qué les hablo.
En fin, señor Nicolás Maduro nadie puede comerse el cuento de que usted quiere una Ley Habilitante para luchar contra la corrupción, siendo usted el principal sospechoso. Seré bondadoso, me imagino que le han elaborado ese discurso como una estrategia para distraer la atención y hacer ver que tiene interés de luchar contra los corruptos. Pero le repito esa coba nadie se la puede creer. Son 14 años en la mantequilla nadando en dólares mal habidos.
Vergüenza Nacional
Así debería llamarse la Asamblea Nacional. No es pena lo que sentí cuando escuchaba al diputado Pedro Carreño en su grotesca intervención de la semana pasada ante sus colegas diputados y transmitida por algunos canales de televisión. Les confieso que lo que sentí fue lástima. Tener que soportar a esa cuerda de malhablados y difamadores haciendo uso de una tribuna tan importante para no aportar soluciones sino para encharcar la política nacional.
A nada de interés se refirió, lo verdaderamente interesante es haber ratificado que nuestro país está siendo dirigido por ignorantes, guapetones y bandoleros cuya característica principal es la carencia de principios y de valores. No piensen que eso es un trapo rojo para distraer la atención de las próximas elecciones. Ellos son así. Así los criaron y de ese modo se comportan. Saben “arreglar” las diferencias con insultos y golpizas. No convencen con ideas sino a fuerza de amenazas que por lo general cumplen cuando se trata de hacerle daño al adversario, para ellos considerados sus enemigos.
¿Constituyente contra esto?
Desde los sucesos de abril del 2002 planteaba una salida Constituyente para todo este desbarajuste nacional. Aquí nada está en orden ni mucho menos cumple sus funciones. Los poderes públicos no funcionan y por eso estamos como estamos.
Ahora nuevamente algunos sectores la han planteado como una manera de reconciliar al país, cuestión que comparto plenamente.
No tengo dudas de que la Asamblea Nacional Constituyente vendrá, no sé cuándo pero en algún momento la volveremos a vivir, no solo para reconciliarnos sino para darnos un orden jurídico y renovar los poderes públicos. Me explico, para reconstruir esta Venezuela que tantos golpes ha recibido.
Tendremos una Asamblea Nacional Constituyente como lo estipula el artículo 347 y siguientes de la CRBV, pero me temo que después que recojamos los vidrios y atravesemos por una transición necesaria. Imposible salir de este bandidaje que se ha apoderado del poder sin vivir momentos difíciles pero de transición. Dios quiera no experimentemos lo que Egipto padece, pero no lo descarto. Que Dios nos agarre confesados.

@pabloaure
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