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martes, 14 de julio de 2015

VICTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, INCONVENIENCIA DE LA POLITIZACIÓN E INTERNACIONALIZACIÓN DE LA CONTROVERSIA CON GUYANA

El  régimen bolivariano es esencialmente errático, no solamente en sus acciones internas que han llevado al país a su destrucción, sino en su acción exterior que implementa sin autonomía ni independencia en nombre de un nefasto proyecto político contrario a los intereses del Estado,  una especie de proyecto imperialista y de dominación sin sentido, ajeno a nuestras realidades.
El régimen ha errado sistemáticamente en el manejo de las controversias territoriales.  Las negociaciones se han hecho en secreto, inconsultamente, primero complaciente ahora con bravuconadas impropias de una diplomacia seria y, probablemente, además, sin mayor conocimiento de sus aspectos materiales y procesales.
Venezuela ha jugado a la política con Guyana y por eso las irresponsables concesiones del teniente coronel Hugo Chávez en 2007 “cuando beneficie al pueblo guyanés”. Las reacciones del régimen desde 1999 ante los actos y declaraciones unilaterales de Guyana que buscan consolidar sus derechos, nunca se hicieron en su momento y cuando se hicieron fue en forma tibia y errada, sin consistencia, lo que no puede significar, sin embargo, que tales reacciones -acciones y omisiones- por Venezuela puedan traducirse en una renuncia de sus derechos o en el reconocimiento explícito o implícito de los derechos que podría pretender Guyana.
Se trata de actos que no fueron formulados con la intención de crear una relación jurídica distinta. Simplemente posturas más cercanas al irresponsable actuar político del régimen. Actos que no podrían traducirse de ninguna manera, en consecuencia, en una renuncia a nuestros derechos e intereses porque como lo ha dicho la misma Corte Internacional de Justicia (CIJ), la renuncia -y este es el caso cuando se analizan las reacciones ante los actos unilaterales de otros Estados, especialmente en materia territorial-  ni se presume ni se infiere; la renuncia según el Derecho Internacional debe ser clara e inequívoca y ningún silencio, ni ninguna actuación de las autoridades podrían interpretarse como una renuncia en el sentido estricto del término.
En días pasados Nicolás Maduro fue a la Asamblea Nacional para fijar posición sobre la controversia con Guyana, definida en el Acuerdo de Ginebra y sometida a mecanismos propios que las partes acordaron libremente en 1966. Se trata de una controversia jurídica tal como ha sido definida por la doctrina y la jurisprudencia internacionales, incluso de la misma Corte de La Haya y no de conflictos o cualquier otra cosa.
Por primera vez en dieciséis años Maduro habló del tema y lo politizó y no solamente adentro, haciendo un “llamado patriótico” para atraer ingenuos e interesados, más bien ignorantes, a la causa de la defensa de la soberanía y construir una falsa cohesión nacional, necesaria ante la realidad de una derrota electoral que les espera el próximo 6D, como paso previo al fin de esta nefasta época; también en el plano internacional Maduro politizó el tema al anunciar misiones especiales que visitarían los países de la región para “enamorarles” y mostrar la realidad y la justicia de la reclamación de Venezuela. La no politización no significa que medios políticos, como los buenos oficios, la mediación o la conciliación, puedan ser escogidos por las partes para conocer la controversia. Tampoco que la solución práctica que se logre se funde exclusivamente en el Derecho.
Igualmente grave es la internacionalización del conflicto. Una controversia bilateral debe manejarse entre las partes en la controversia y si ellas lo deciden, en este caso específico, según el Acuerdo de Ginebra de 1966, con la participación de un tercero, es decir, un mediador, un buenoficiante o un  conciliador. Someter la controversia a órganos políticos como CELAC o de integración como CARICOM aunque ellos pudieren participar si las partes le piden, en el proceso de elección del mecanismo, es absolutamente inconveniente, un error garrafal que confundiría el debate jurídico. Más grave aún  ha sido la internacionalización de la controversia al involucrar a personas jurídicas distintas al Estado, como las empresas petroleras que participan en la exploración en algunas zonas marítimas no delimitadas aún, autorizadas por el gobierno de Guyana.
El manejo de las controversias es siempre delicado. Politizarlo e internacionalizarlo es un grave error. La publicidad es igualmente inconveniente. Por el contrario, la discreción debe determinar el comportamiento de los negociadores o representantes de las partes en la controversia. La presentación de los argumentos históricos por Maduro en la Asamblea Nacional fue absolutamente innecesaria. Ella pudo mostrar inconsistencias, debilidades, contradicciones que podrían desfavorecer más tarde nuestra posición en alguna negociación directa o en algún medio político que las partes escojan.
El camino a seguir debe basarse en la prudencia y en la adopción de medidas firmes basadas en el Derecho Internacional y no en actos unilaterales provocadores que vergonzosamente tengan que ser modificados o derogados tras los fundados reclamos de los vecinos afectados. Las negociaciones deben reestablecerse bilateralmente y después en algún mecanismo que sugiera el Secretario General, especialmente político, pues y debo insistir en ello, el recurso a la Corte de La Haya no es posible sin el consentimiento claro e inequívoco de Venezuela expresado de conformidad con el Estatuto de la Corte. El Acuerdo de Ginebra de 1966, distintamente al Pacto de Bogotá de 1948, del cual Venezuela no es parte, no constituye una base autónoma de aceptación de la jurisdicción del tribunal.
Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com
@vitoco98

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martes, 15 de abril de 2014

ZENAIR BRITO CABALLERO, “LA POLITIZACIÓN DE LOS PODERES PÚBLICOS VENEZOLANOS”

No es inadmisible hablar de la politización de la justicia en Venezuela. 

La Justicia politizada no es justicia
Nuestras instituciones de justicia y de los otros poderes públicos, su móvil para acción  no están en un marco de imparcialidad. Quienes administran la justicia, la fiscalía, la contraloría, el CNE, la Asamblea Nacional, las Fuerzas Armadas, etc., etc., lo hacen con criterios políticos, y en efecto sus decisiones obedecen al poder político superior, porque son sus brazos y manos ejecutoras.

Si el soberano pertenece  a una concepción de moral política en particular, lo  inaceptable es que el resto del cuerpo de poderes sea compatible con la del soberano, pero una cosa dice el papel  escrito como leyes de la República, y otra la que impone el régimen socialista-comunista gobernante.
La unidad del Estado venezolano, no está en la idea que sus diferentes poderes sean coherentes con la concepción de moral política del soberano. No hay división de Poderes como debería ser y de carácter independiente y sin filiación partidista.
Sin embargo, un alto porcentaje del pueblo habla que la unidad genera como frutos: estabilidad, gobernabilidad, prosperidad, progreso, trabajo y gobernabilidad etc. Se acumula poder y no siempre dicho poder representa un crecimiento favorable en la administración de justicia.
Y esto es grave para los auténticos, legítimos y verdaderos valores democráticos, cuando se quiere buscar que los partidos políticos están mucho mejor y funcionan bien cuando hacen parte de la unidad.
Luego, me pregunto yo ¿qué les puede suceder a los partidos políticos que no hacen parte de la unidad? y no solo los partidos, sino dónde ubican a todo aquel que disienta del gobierno.
Magistrados, Jueces y funcionarios de control disciplinarios, aunque quieran aparentar imparcialidad  y equidad, la inclinación de su balanza moral tiene como jefe, fuerzas políticas de alianza con el PSUV.
Ayer leía a un político muy famoso por Internet llamado Ronald Dworkin (1931-2013)  y veía preocupante sus declaraciones en cuanto “una fiscal o un juez que tienen convicciones marxistas, socialistas-comunistas o anarquistas, o que se escriben en alguna tradición religiosa excéntrica, no puede imponerlas a la comunidad calificándolas de ley, por más nobles o esclarecedoras que las considere, porque no le suministran el marco de interpretación coherente que necesita”.
Es evidente y los ejemplos sobran aquí en nuestro país en cuanto a tratarse de juicios políticos, como el caso de Simonovis, Forero, Henry Vivas, 8 policías metropolitanos, el General Baduel y ahora los Alcaldes Scarano y Ceballos y muchísimos otros, donde numerosos han sido juzgados injustamente porque no obedecieron a la moral política socialista-comunista del juez.
Por tanto, el caso de los alcaldes Scarano y Ceballos, destituidos e inhabilitados por  la Asamblea, el TSJ y respaldado por el régimen del Presidente comunista (Nicolás Maduro), han sido liquidados políticamente alegando que dicha destitución se hizo en el marco de la norma de recta conducta, “el Estado de derecho”.
Se desarmaron, unos los asesinaron y otros fueron aniquilados políticamente porque son “peligrosos para este régimen socialista-comunista”, que no les conviene tener Alcaldes de oposición. 
Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito

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lunes, 6 de enero de 2014

LEANDRO AREA, LA POLITIZACIÓN DEL RESENTIMIENTO

El resentimiento es asunto complejo y perverso. Difícil para ser tratado en pocas líneas. A él se han dedicado bibliotecas enteras desde que la humanidad comenzó a expresar sus pensamientos en palabras, silencios y otras formas de decir. Propiedad de quien lo padece, tiende o puede ser contagioso. 

Peor aún cuando se convierte en plan de acción premeditado para inocular a otros de los desengaños ficticios o reales de los que se sufre, porque es en principio una enfermedad individualizada que puede convertirse en forma alterada de convencimiento, en discurso político y acción virulenta.
Hay quienes afirman que el resentimiento está en el origen del hombre y por razones hereditarias o sociales acompaña la actividad humana desde siempre, convirtiéndose en productor de hechos individuales o colectivos de menor o mayor significación. Por lo tanto, su estudio y el de quien lo padece, es de necesidad innegable pues permite explicar no solamente el acontecer cotidiano sino además los hechos históricos. Al mismo tiempo, facilita la predicción de conductas y, en lo posible, las evita, las combate o las atenúa.
Por otra parte están los que de forma tácita o expresa otorgan al resentimiento una connotación más bien positiva al razonar que esa enfermedad, especie de odio que persiste, es motor de la historia y productor de cambios. La percepción del mundo a partir de esa premisa es justificadora y alentadora de conflictos, guerras, invasiones y otras formas agresivas de la conducta humana. Según esta visión, la envidia, el rencor, el desprecio, la venganza y otros, serían energía positiva en los seres humanos que al darle sentido colectivo, “conciencia de clase”, permitiría la unidad de los que no tienen nada que perder más que sus cadenas. En una sociedad de privilegios, de injusticia, el resentimiento cobra forma de arma política.
La democracia, hasta ahora, como arquitectura de existencia plural es el sistema que engendra el menor conflicto posible, al ser una forma de vida que persigue el equilibrio social a través de la movilización, la permeabilidad y el ascenso, que son los mecanismos inclusivos que mitigan, gradualmente, la escasez de lo posible y encuentran alternativas para la solución de problemas haciendo viable el principio de la igualdad de oportunidades para todos los miembros de la sociedad.
En Venezuela el tema ha sido abordado por los que nos ocupamos de la actividad política y de la preocupación histórica. Últimamente se ha convertido en bandera proselitista. Hay una evidente manipulación de esas fuerzas oscuras que se esconden y enseñan en el perifoneo nacional, parapetadas al cobijo del poder, que al sentirse débiles más uso hacen de la arenga incendiaria, del manejo del miedo y de la invasión del otro, que es tan profunda y peligrosa como la de los espacios físicos. Cuando se politiza el resentimiento se comete un acto de irresponsabilidad mayúscula. Se crea un huracán que conoce a los que lo crearon y sin distingo nos pasa a todos por encima. 
Miremos la historia que está llena de esa experiencia traumática que es la de despertar odiando a los demás sin saber por qué. A eso es a lo que no podemos llegar por obra y desgracia de la irresponsabilidad del poder.
leandroareap@yahoo.es

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