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domingo, 17 de mayo de 2015

PEDRO RAFAEL GRACIA M., NUESTRA ACLAMADA VISITANTE: GLORIA ÁLVAREZ NUEVA ¿NÉMESIS DEL PENSAMIENTO?

Desde que comencé a encauzarme en la formación en valores, mi básica formación como investigador social me obligó a cuestionar el concepto de la universalidad de algunos, tales como el respeto, el orden, la honestidad, la generosidad, entre otros. Esta duda es pertinente, primero en el contexto del viejo debate antropológico entre las corrientes del relativismo cultural versus el estructuralismo y post estructuralismo y, segundo, en el contexto de la disputa en torno a la necesidad de tomar posición ante la universalidad de ciertos discursos en boga, que amantaron en demasía del sociologismo positivista.

Una acotación necesaria…
Caminaba en compañía de unos amigos por la soleada y grata Plaza Altamira en un ambiente caluroso y pedagógico, recorriendo los animados kioscos de la feria del libro. De repente en uno de ellos estaban atentos a la presentación en un programa de alguien que por la acústica del locutor, quien en una especie de los viejos toques de tambor la anunciaba como la nueva “Mayweather” del pensamiento creativo politológico, venia a enseñarnos a nuestra “Paquianica” y desaprensiva sociedad el camino para dar el salto cuántico que nos permita cerrar el ciclo de gobiernos populistas, e iniciar para auspicio de todos la constitución definitiva de Estados, modernos, productivos, democráticos meritocráticos y demás, con una demoledora retórica que haría palidecer a los populistas que hemos tenidos que son unos cuantos, desde su presunción con pretensiones epistemológicas asumiendo ser una especie de Némesis, figura de la mitología griega,  nos señalo  que aceptemos los términos de su recetario, especialmente a los mas débiles a quienes les frustraron sus sueños los dirigentes políticos y sociales  en quienes han confiado durante años que  son los que han puesto la carne  el asador con su resistencia diaria tratando de salir se los regimenes  despóticos, que parecieran ser el desenlace final de todos, sea cual sea del pelaje ideológico que los inspire. 
No escuchamos en su elocuente discurso se refiriera a temáticas, como la indiferencia y la menosprecio de las los grupos de intereses de la America morena, quienes ayudaron a violaciones continuas y prolongadas de los derechos humanos. Convirtiéndola en la región en desarrollo que mejor ejemplifico el proceso mundial de “urbanización de la pobreza”. A fines de los años noventa, seis de cada diez pobres que habitaban zonas urbanas las deficiencias de tipo habitacional, de nutrición, de acceso a salud y educación se incrementaron año a año. 
Fue bajo gobiernos de esas elites políticas, y económicas, que los crímenes de género despuntaron y la homofobia se fortaleció. El racismo, especialmente a pueblos nativos, se extendió como práctica generalizada. No existían políticas eficientes en materia de salud pública; el narcotráfico se trataba desde las esquinas; las desapariciones se institucionalizaron como herramienta para garantizar la seguridad y el orden social. Los índices de analfabetismo se elevaron. 
La protección ambiental no era considerada como un tema relevante en la agenda pública, tampoco la homogenización de oportunidades. Hicieron uso del poder para el beneficio exclusivo de la clase política de turno y mezquinos aliados, silenciosamente, fueron fecundando el tosco socialismo bautizado como del siglo XXI. La clase política gobernante lo creo, lo inventó por autoritaria, explotadora y excluyente. Le regaló las bases de un discurso que usa la retórica de la democracia participativa para violar los principios de la misma, tal como ella lo hacía con el liberalismo. Inevitablemente, la democracia liberal se devaluó. 
Fue bajo Gobiernos de de esta estela que los crímenes de género despuntaron y la homofobia se fortaleció, mientras esa estructura evitaba los medios de acercamiento con el pueblo y sus líderes asumían posturas de deidades inalcanzables e indiferentes, el socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa que redentorismo con nombre renovado, tendía puentes hablando la mismo jerga que su electorado. Sin poses, cercanos, entonando, reuniéndolos y saludándolos “compañeros” “compatriotas”.
La América toda por años sufrió la vía latifundista del desarrollo agropecuario, un sistema desastroso para la democracia y que frenó el crecimiento económico llenando los bolsillos de unos pocos, casi siempre aliados del poder. El “socialismo del siglo XXI” incluyó en su discurso la redistribución de las tierras con políticas extremistas. Pasando de un extremo a otro y sin considerar prácticas participativas que investiguen las realidades de forma detallada, quebrantando los derechos individuales y colectivos. Una cadena de injusticias con nombres distintos.
Es característico de esa clase política ejercer funciones desde la prepotencia y la soberbia, particulares también de este nuevo socialismo. Ambos criminalizan la protesta y descalifican, usando el poder oficial contra cualquiera que cuestione el régimen. Por ello es normal encontrar en estos nuevos líderes rasgos de las aptitudes de la antagónica clase política. Como si se tratase del hijo que niegas y que al mismo tiempo es el más parecido a ti.
Esos sectores, antes de denunciar al socialismo del siglo XXI por todo lo que hoy le sigue punzando a Latinoamérica, deben asumir que fueron tan infame sus gestiones frente a los pueblos que gobernó como para que ellos sigan creyendo que estas caricaturas de revoluciones son la única solución. 
Debe entender que culpar a los nuevos, como estrategia de resurgimiento, lo que los deja en ridículo, por cierto que el brusco discurso de esta implacable deidad, del cual nadie pudo escapar,  como Némesis, rodeaba todo aquello conocido como Tierra, que vigilaba con ojos siempre abiertos, desde los cielos, todos los actos humanos, también conocida como Adrastea o Rhamnusia, era la diosa de la venganza, del balance y equilibrio divino, personifica el miedo a la acción incorrecta, la conciencia, mensajera de la justicia, incluso considerada la fundadora de la ley y el orden... "Aquella que distribuye". 
Todo aquel que se atreviese a cometer traición o desobediencia recibía el castigo de Némesis. Atacaba a los pecadores de soberbia, altivez y a los transgresores de la ley. También mantenía el balance, el Áurea Mediocritas (dorado equilibrio), entre la buena y mala fortuna. Con respecto a su enfoque darwinista la asemeja al de un hombre vivía en demasiada felicidad hasta el momento, Némesis debía enviarle obstáculos que enfrentar. Se obligaba compensar la situación cuando Dyke (La Fortuna) otorgaba extravagantes y constantes favores a un individuo, y lo castigaba si éste no honraba a los dioses por los favores recibidos o no compartía su suerte y riquezas con otros. En conclusión, moderaba y reestablecía el orden cuando las cosas estaban fuera de proporción, como excesos de orgullo o felicidad no merecida.
Teniendo en cuenta los recuerdos de su edad temprana, intuimos que heredo su ojeriza frente al gobierno de los Castro por la vía de sus abuelos anti-castristas, podría estar evidenciándose lo que algunos teóricos adelantan para concluir que la crítica a menudo es refugio de quejosos en su afán de convertirse en diestros de las disciplinas que critican frustrados a pesar de su “talento” , justificación que les permite verter su veneno sobre quien sí lo tiene o cuanto menos se esfuerza por realizar un trabajo digno si no meritorio, si uno indaga en la mitología griega, no tardará en descubrir que Némesis es el nombre que identifica a la diosa de la venganza, la fortuna y la justicia retributiva.
 “La inmortalidad solo abre media hoja de su puerta estrecha y deslumbrante”.

Pedro R. Garcia M.
pedrorafaelgarciamolina@yahoo.com
@pgpgarcia5

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domingo, 4 de mayo de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, LA NUEVA INDUSTRIA PETROLERA

Creo, en lo más profundo de mi mente, que el estado no debe ser empresario, siendo la principal razón que ya gobernar es una actividad harto compleja y difícil, para distraerse en manejar empresas que no tienen nada que ver con su verdadera misión.  Por lo que me inclino a dejar la actividad petrolera en manos de empresas privadas, nacionales y extranjeras, que pudieran hacerlo de manera más eficiente y productiva.

Tengo un amigo petrolero, maracucho de vieja y noble raza, que me dice: “Si hay algo que sabemos hacer los venezolanos es producir petróleo”, y con base en esa apreciación, que doy por cierta - más de cien años en el negocio no es poca cosa - el plan petrolero del país tendría una especial consideración con los empresarios venezolanos que quieran invertir en el ramo.
Sigue pendiente la principal razón en la que se fundamenta nuestra industria petrolera, ¿Es el petróleo, así como todas las demás riquezas minerales, propiedad del Estado? Y pienso que debemos solventar de una buena vez este asunto que ha creado una maldición, con su consecuente carga de conflictos y ruina. La idea detrás de que el estado sea dueño de las riquezas del subsuelo es una herencia de la colonia española, nada tiene que ver con nosotros; luego, fue aderezada con el ingrediente socialista de que el petróleo es del pueblo y el estado lo administra en su nombre. A partir de ese momento, se les ha dado la impresión a los venezolanos de que todos tenemos derechos sobre este recurso, cuando la verdad es que se trata de una ficción, el petróleo ha sido siempre de los gobiernos de turno, jamás del pueblo y, últimamente, ha sido administrado por un gobierno extranjero para su propio beneficio.
Mi propuesta es que el petróleo siga la suerte de la tierra, de quien sea propietario de su superficie. No es un invento, es la manera como se hace en países desarrollados, lo que pasa es que la utilización de los recursos minerales de esa propiedad (incluyendo el agua) tiene una serie de regulaciones y normas a cumplir, obligaciones y derechos frente al Estado, que velará por que sea explotado correctamente, si la zonificación lo permite; con esto quiero decir que, si se trata de áreas protegidas, o no lo podrán explotar o tendrán más requisitos que cumplir.
El Estado velará porque todas las obligaciones impositivas que corresponden a su explotación - impuestos, regalías, bonificaciones a que tenga derecho - sean debidamente cobradas, pues de eso vive el Estado, de los impuestos, y el petróleo genera suficientes recursos fiscales para sostener al nuevo Estado venezolano, de manera cómoda (en sus modalidades nacional, regional y local).
Si, por casualidad, las tierras donde están las reservas petroleras son del Estado, éste podrá o bien venderlas, darlas en concesiones, alquilarlas o lo que le permita la ley, pero de ninguna manera debe permitirse que el estado sea socio o tenga participación, otra que los impuestos o cánones de arrendamiento, en las empresas petroleras que exploten el recurso.
En cuanto a toda la infraestructura que existe en el país y de la que el Estado es dueño, se iniciará de inmediato un plan de privatización de las mismas, desde refinerías, plantas mejoradoras, de subproductos, oleoductos, gaseoductos, pozos, muelles, etc.
La mayor parte de estas complejas instalaciones necesitan, con suma urgencia, de una reingeniería, para ponerlas al día; algunas de ellas hay que rehacerlas, debido al grado de obsolescencia que presentan, lo que supone la inversión de un monto de dinero importante en el tiempo, que el estado no tiene, por lo que se venderán o se traspasarán a las mismas firmas de ingeniería, para que hagan el trabajo, las acondicionen y, durante un tiempo, les genere el dinero que les costó repararlas; al final de ese período, esos bienes se darán a la venta al sector privado nacional e internacional.
La inversión extranjera se privilegiará, si viene acompañada de inversión nacional privada, se tomará en cuenta para el pago de impuestos el grado de transferencia tecnológica que se quede en el país, así como la contratación de mano de obra nacional.
En lo referente a las zonas mar afuera, a ser explotadas, los territorios submarinos seguirán siendo propiedad del Estado y sus afectaciones reguladas por las leyes ambientales y del derecho del mar; una parte de los dineros, que entren por concepto de explotación de gas y petróleo mar afuera, serán utilizados en el desarrollo de nuestro frente oceánico, en la investigación oceanográfica, climática, en la agricultura submarina y en la extracción de otros minerales estratégicos; en este punto debo agregar que, siendo la industria petrolera una actividad que por su naturaleza es “sucia”, es decir, que conlleva una serie de deshechos, de destrucción del medio ambiente y del uso de productos altamente contaminantes, se aplicará estrictamente en los sitios de producción el principio del menor daño posible al ambiente, y al devolver el espacio explotado, una vez concluidas las actividades, deberá ser retornado en las condiciones más cercanas o similares a su estado original antes de la intervención.
Las reservas probadas de petróleo serán explotadas de manera racional y de acuerdo a las necesidades del país, incluyendo la creación de un fondo de inversión social que será alimentado con un porcentaje de las ganancias por la actividad nacional petrolera, en la misma tónica que los fondos noruegos o los de algunos países árabes, con el fin de afrontar necesidades futuras.
El gobierno promocionará la inversión y la investigación de energías alternas al petróleo, para ir reduciendo progresivamente la dependencia del país en los hidrocarburos. Estoy convencido de que, en algún momento, dejaremos de tener un Ministerio de Energía y Minas, y bastará con el del Ambiente, para hacer contraloría ambiental sobre las empresas que se ocuparán de esas actividades.
Estas son las líneas gruesas de un plan para deslastrar al Estado de su rol de dueño y productor de petróleo, origen de graves distorsiones políticas y sociales, poniendo el aparato estatal a dieta, eliminando el petróleo como nutriente indispensable en su labor. De esta manera, la riqueza petrolera será efectivamente repartida entre diversos sectores del país, generando polos de desarrollo independientes de los planes gubernamentales; lo más importante es que el estado venezolano podrá ocuparse de gobernar como lo mandan las leyes y de promover nuevas fuentes de riqueza.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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martes, 6 de noviembre de 2012

EMILIO NOUEL, “VIEJA” O “NUEVA”: ¿SERÁ POSIBLE CAMBIAR LA FORMA DE HACER POLÍTICA?

Hace unos años, alguien que no recuerdo ahora, decía que la primera consigna de los revolucionarios del siglo XIX, fue “cambiar el mundo”; luego, los movimientos políticos de los años sesentas del siglo pasado, generación a la que pertenezco, plantearon que se trataba, mas bien, de “cambiar la vida”, y que ahora en el siglo XXI, la mot d’ordre es “cambiar la política”.
Viene a cuento esta referencia a causa de un artículo reciente del amigo Henry Ramos Allup, Secretario General de Acción Democrática.
En él, titulado “La vieja Política”, se remonta a varios siglos antes de Cristo, para de alguna manera apuntalar su argumento cuestionador de aquellos que en Venezuela estarían erróneamente hoy hablando o planteando una suerte de “nueva política” o de un relevo político generacional. Tal despropósito, pareciera decir Henry, estaría desmentido por el hecho de que la política es más vieja que Matusalen.
Leamos a Ramos: “la política es sumamente vieja, lo cual no significa que sea apriorísticamente mala o buena, como tampoco lo es la cacareada ‘nueva política’, tema tan arcano y difuso como el socialismo del siglo XXI. La política es política a secas.”
En esta frase se resume lo que nos quiso transmitir el dirigente adeco.
No obstante, a mi juicio, vale la pena comentar la idea central de Ramos, sobre todo, porque la remite a nuestra realidad política, y aquí puede uno introducir elementos debatibles.
Ramos afirma que algunos que utilizan el dilema vieja/nueva política en el campo opositor, “se  tragaron completa la discursiva oficialista”, que colocaría a AD, COPEI y otros en el lado de la vieja. Los acusa de “acomplejados e impostores que refuerzan el discurso chavista”.
Aunque estoy de acuerdo con la idea de que algunos se han tragado el discurso oficialista en éste y muchos otros temas, no comparto que ella sólo contenga el binomio vieja/nueva política en los términos en que lo hace la interpretación chavista. El asunto tiene otras aristas y profundidades, más sugerentes y sustantivas.
Lo que me quedó, en dos platos, del artículo en cuestión es que la política tendría una “esencia inmutable” y que lo importante, después de todo, es su bondad o ineficacia/inadecuación a la realidad.  Lo demás sería secundario.
Por otro lado, señala Henry -y en esto estamos de acuerdo también- que la edad de la personas no determina la buena o mala política, aunque, y esto lo digo yo, siempre sea lícito preguntarse, qué se entiende por buena o mala y para quién; sobre la base de cuáles criterios se va valorar la bondad o no de ella. ¿Es buena porque se gana una elección? ¿O hay elementos intrínsecos de bondad en una política determinada, a pesar de que no se gane una elección? ¿Es necesariamente mala una política porque no se ha arribado al poder con ella en un momento determinado?
Para este modesto opinador está fuera de duda que hay formas viejas y nuevas de hacer política. Independientemente de que se tengan o no canas, o de las “esencias inmutables” de la política, hay modos de actuar en política que notoriamente no se compadecen con los tiempos en lo tocante a valores, madurez política de una sociedad, a sus expectativas y también a lo adjetivo.
Y cuando digo “tiempos", no me refiero sólo a la utilización de instrumentos tecnológicos contemporáneos, a las estrategias, a modelos organizativos novedosos, a diseños de mensaje, entre otros asuntos, me refiero también a los principios y valores, al modo de relacionamiento con los ciudadanos y compañeros de partido, a la labor de pedagógica política y a los instrumentos de decisión y participación de la gente, sin que esto signifique adscribirse a la llamada “democracia participativa”, que en el fondo y la mayoría de las veces es cualquier cosa menos democracia.
Ciertamente, se es a menudo muy injusto con los partidos tradicionales, los "viejos", por causa de las ejecutorias de algunos de sus dirigentes en el pasado y el presente. Los partidos corren con la suerte de quienes los dirigen mal. Los nuevos partidos y dirigencias tampoco están exentos de las taras de los viejos liderazgos, de las viejas formas de hacer política. ¡ay, las esencias inmutables¡
Pero en Venezuela estamos en una competencia por el poder; de un lado, frente a la barbarie representada por el militarismo autoritario que gobierna, y de otro, al interior del liderazgo de la oposición democrática. Quizás ambas contiendas en el fondo sean una. Hay en ciertos sectores de la oposición, que no en todos, un pensamiento y modos de proceder que no son muy distintos a los del chavismo. A mi juicio, en ambos bandos el atraso, en lo ideológico y lo práctico, es legión. ¿Atavismos inevitables? Puede ser, pero siempre queda la esperanza del cambio posible.
Ciertamente, la política es vieja, como lo evoca Henry, y que lo que interesa, pragmáticamente hablando, es si se hace o no buena política. Queda, no obstante, por dilucidar, qué se debe entender por tal en las circunstancias actuales de nuestro país, espacio en el que tiene lugar una lucha entre el despotismo militarista y los que buscan preservar la libertad y la democracia, lo que no es tema de estas líneas.
En fin, juzgo cardinal el grave asunto de la forma de hacer política. Me atrae la consigna de cambiar la política, repensarla en sus contenidos y formas; obviamente, desde una perspectiva realista, no ingenua, ni candorosa. Los intereses, las pasiones, las ansias desmedidas de poder, las maniobras y zancadillas, siempre estarán ahí, hasta el fin de los siglos. De allí que no nos quede otra que propiciar y estimular los contrapesos democráticos para que el resultado último sea el “menos peor”. Suelo recordar al maestro Raymond Aron cuando decía que la elección en política no es entre lo bueno y lo malo, sino entre lo preferible y lo detestable. Y hasta la fecha, ésa observación parece ser la mejor guía que he conseguido en estos asuntos.
A pesar de las esencias inmutables y del escepticismo que nos acompaña, sigo apostando por que es posible un modelo de liderazgo y de organización política distintos a los amortizados que ya conocemos, y que de alguna manera nos trajeron estos lodos en que estamos hundidos. Aspirar a una nueva forma de hacer política no me luce tan inalcanzable ni utópico para el dirigente o partido político que quiera trascender la medianía imperante. Digo yo.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV

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