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lunes, 4 de mayo de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, MONOPOLIOS Y OLIGOPOLIOS,

Existe la idea generalizada de que el gobierno debe combatir los monopolios y oligopolios, y casi todos los políticos en sus discursos no sólo coinciden con este pensamiento mayoritario, sino que dedican buena parte de ellos a prometer a su electorado la más completa erradicación de tales "concentraciones económicas". En muchos casos, cuando efectivamente llegan al poder, promueven legislación contra monopolios y oligopolios. No obstante, no es difícil observar que unos y otros existen a pesar de tales declamaciones y leyes antimonopolios en la mayoría de los países del mundo.
La realidad es que, ya sea por ignorancia o mala fe, tales declaraciones son irrealizables. En este tema, parece ser mas por el segundo de los motivos que por el primero. En efecto, a los gobiernos les convienen los monopolios y oligopolios, ora estatales o privados por las siguientes razones:
En primer lugar, no tenemos que perder de vista que el monopolio/oligopolio más grande que existe en cualquier parte del mundo está conformado por los mismos gobiernos. Es a esto a lo que llamamos sintéticamente el monopolio político en nuestras exposiciones. Si consideramos a las tres ramas clásicas de los gobiernos modernos (ejecutiva, legislativa y judicial) podemos en esta cuestión hablar de un oligopolio constituido por tres poderes, cada uno de los cuales detenta un monopolio particular: uno de crear las leyes (legislativo) otro de ejecutarlas (ejecutivo) y el otro de hacerlas cumplir (judicial). En esta última condición, el gobierno sería un verdadero oligopolio político.
Ahora bien ¿por qué hemos dicho que a los gobiernos les favorece la existencia de mono-oligopolios (por llamarlos de alguna manera resumida)?. Por la sencilla razón de que al gobierno le resulta mucho más simple controlar a pocos que a muchos. Si el monopolio es privado, es más fácil cobrarle impuestos y las alícuotas pueden ser más altas incluso. Con lo que los ingresos del gobierno serán mucho mayores. Máxime teniendo en cuenta que el monopolio podrá cobrar precios mucho más altos que los del mercado. Esta es la razón por la cual los gobiernos fomentan los monopolios privados, y lo hacen de variadas maneras, por ejemplo otorgándole licencias, concesiones, subsidios, exenciones fiscales, o directamente dictando una ley confiriéndole un monopolio o exclusividad a la empresa de Juan o la empresa de Pedro, o a ambas en forma conjunta o separada (oligopolio). En una palabra, cerrando el mercado en favor de tal o cual empresa o grupo de ellas.
Otro mecanismo similar son las leyes anti monopólicas, cuyo efecto es justamente el contrario al que su nombre parece indicar. Antes de seguir, hay que distinguir entre dos clases o tipos de monopolios, los naturales y los artificiales como los clasifican autores como Alberto Benegas Lynch (h). El natural, es el que puede aparecer o no en un mercado libre, mientras que el artificial es el que siempre surge en los mercados intervenidos gubernamentalmente. El natural se llama así, porque es aquel que resulta de la elección libre, voluntaria y espontánea de una masa de consumidores que, con sus compras, prefieren a un productor determinado por sobre todos sus demás competidores. Otros autores -como Leonard Read- han llamado a este tipo de monopolios un monopolio bueno.
La antítesis de este monopolio bueno o natural, es el malo o artificial que, en rigor, se trata de la gran mayoría de los monopolio que conocemos, tanto a nivel local como internacional. En este caso, los consumidores se ven obligados y coercidos antinaturalmente a tener que comprar en ellos, ya sea porque el gobierno ha prohibido absolutamente la competencia en ese rubro, o bien le ha otorgado al monopolista, alguno de (o todos) los privilegios legales que hemos enumerado arriba. Este es el tipo de monopolio que más beneficia a los gobiernos, y por eso son los más frecuentes y los más vistos.
Los naturales son escasos y raros, porque para brotar necesitan un contexto de mercado libre y competitivo que no existe casi en ninguna parte del mundo. Y cuando emergen -si el mercado es medianamente libre- tienen corta duración, porque la competencia potencial, el factor competitivo permanente, la elasticidad de la demanda, la ley de los rendimientos decrecientes y la ley de precios tienden a limitarlos muchísimo naturalmente. Estas barreras contra los monopolios favorecen la dinámica del mercado, pero perjudican a los monopolistas del poder, es decir a los gobiernos.
Es por eso que, aquellos cinco límites naturales que el mercado libre le opone a los monopolios naturales, no operan contra los monopolios que crean, promueven, protegen o amparan los gobiernos: los monopolios artificiales. Estos no tienen límite alguno, en virtud precisamente de las prebendas gubernamentales en función de las cuales han sido implantados y maniobran en el mercado. Y ello, como decimos, está en los intereses del propio gobierno que sea así, porque contribuye al engrosamiento de sus arcas. Tales monopolios trabajan como verdaderas agencias o apéndices de los gobiernos, por lo que obviamente estos nunca van a tener un verdadero interés en su reducción, y menos aun en su supresión, excepto por causas de enfrentamiento -ya sea de tipo personal o político- entre sus directores y la burocracia política, en la que -desde luego- el mercado no tiene nada que ver, ni juega en absoluto ningún papel de relevancia, ni siquiera secundario. De darse este último supuesto, lo que normalmente hacen los gobiernos es quitarle el monopolio al "empresario" (o "empresarios") al que antes se lo había otorgado, y transferírselo a otros "empresarios" más leales, más afines o mas genuflexos al poder de turno que los anteriores. En ninguna circunstancia, a los gobiernos les conviene suprimir o reducir a los monopolios. Por lo tal que, resulta falso el mito por el cual el vulgo cree que los monopolios pueden constituir algún tipo de "amenaza" para los gobiernos, ya que de ningún modo es así.
Si el monopolio es estatal, para el gobierno la situación es muchísimo mejor. Porque, en este escenario, el control de los recursos del monopolio estatal es completamente absoluto. Todos los ingresos del monopolio van directamente a la arcas del gobierno.
Todo lo dicho es aplicable de igual modo a los oligopolios.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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jueves, 14 de agosto de 2014

CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL, LA PERVERSIÓN DE LOS MONOPOLIOS, CASO COSTA RICA

David Friedman, profesor universitario, escritor y economista estadounidense e hijo del Nobel, Milton Friedman y autor del libro  “La maquinaria de la libertad” editada por primera vez hace 40 años y publicada  en español por la Editorial Innisfree el año pasado contestó en una entrevista lo siguiente: 

“Si el Estado tiene el monopolio monetario, entonces se crean incentivos perversos que invitan a manipular la moneda para generar inflación y así crear una falsa ilusión de prosperidad”. http://www.libremercado.com/2013-01-27/david-friedman-el-dinero-no-debe-ser-un-monopolio-del-estado-1276480378/
    
En efecto, tiene razón el hijo de Milton Friedman al decir que “Si el Estado tiene el monopolio monetario, entonces se crean incentivos perversos”.  Estamos seguros que al hacer esta afirmación el escritor  se refiere también a cualquier monopolio, porque como se sabe estos corrompen las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas como veremos más adelante. 

Wikipedia nos dice que “Para que exista un monopolio, es necesario que en dicho mercado no existan productos sustitutos, es decir, no existe ningún otro bien que pueda reemplazar el producto determinado y, por lo tanto, es la única alternativa que tiene el consumidor para comprar”.  

Existe una diferencia importante entre el monopolio privado y el público, en los monopolios privados los inversionistas son los que arriesgan sus capitales, mientras que los monopolios estatales nacen y deben de mantenerse de fondos públicos y por lo general los intereses de quienes los administran  -unos pocos- prevalecen, de allí que los monopolios estatales son indudablemente más perversos que los primeros.

Los monopolios coartan además la libertad y el derecho a escoger de las mayorías, producen gollerías y privilegios donde el abuso, la corrupción y el despilfarro son el pan de cada día.

La perversión aparece también cuando por ejemplo el Estado protege monopolios que venden productos caros, que dan malos servicios y cuando mantienen planillas con gente que hace muy poco o no hace nada como lo veremos a continuación con solo tres ejemplos.

En Costa Rica, RECOPE, la Refinadora Costarricense de Petróleo, que se supone debe vender, distribuir  y refinar, tiene cuatro años de no refinar nada y mantiene la misma planilla,  paga altos salarios y nos vende malos productos. El CNP, Consejo Nacional de Producción  generó pérdidas por casi 1000 millones de colones al cerrar el 2013 y el actual gobierno pretende inyectarle más dinero en vez de cerrarlo.  El ICE, como se recordará tenía el monopolio de la telefonía celular y su servicio no solo era pésimo, sino que  nos cobraba alrededor de $100.oo (cien dólares) por una línea y teníamos que esperar meses para obtenerla, hoy día con la competencia la línea no cuesta nada, el servicio es inmediato y el usuario bajó el gasto.

La pregunta que sigue es la siguiente ¿Cuándo y cómo se corregirá toda esta perversión? La respuesta es simple, liberemos los monopolios y obliguemos a las empresas estatales a trabajar más eficientemente en beneficio de la mayoría y no de unos pocos.   

Carlos Vilchez Navamuel
carlosvilcheznavamuel@gmail.com
@carlosvilchezn

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