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lunes, 20 de julio de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), LA INVASIÓN DE LOS MEDIOCRES, CRISIS UNIVERSITARIA

Que la OPSU asignara la mayoría de los cupos universitarios a los estudiantes con promedio de 20 puntos, suena muy bien, si lo dejamos hasta allí. Creo que elogiaríamos la medida. Incluso, celebraríamos el hecho de que el organismo esté aupando y premiando la excelencia académica, con la intención de promover y estimular la sana competencia entre los estudiantes. Sin embargo, resulta que, esos bachilleres summa cum laude que acapararon los cupos universitarios, son las lumbreras egresadas de la Misión Ribas, programa gobiernero que gradúa bachilleres express, en apenas dos años. Unos bachilleres en tiempo récord, con formación dudosa e ideologizada; pero, eso sí: muy leales al gobierno.

Esos jóvenes, los de la Misión Ribas, serán los futuros médicos, ingenieros, abogados y agrónomos del país, porque así lo quiere imponer el régimen. Muy preocupante, sobre todo, porque los miles de bachilleres egresados a través de este sistema, probablemente, no recibieron ni física, ni química, ni biología y tan sólo dieron un vuelo rasante por la matemática, la historia y las ciencias de la Tierra. Pues ellos, los bachilleres de la Misión Ribas, serán los que ocuparán los pupitres en las universidades. Y si todo sale como el gobierno tiene en planes, en cinco años, estos muchachos –que, insistimos, no saben de química, ni de biología, ni de matemática, ni de física, ni de ciencias de la Tierra, ni de historia; pero, que les aseguro, vieron en profundidad Comunismo I y Comunismo II- serán los encargados de construir los puentes, las carreteras y los edificios de nuestra nación. Tendrán bajo su responsabilidad la conducción de las industrias del país. Serán los futuros médicos que, en los hospitales y clínicas, curarán y operarán a los enfermos. Participarán en juicios en los tribunales y otros serán los responsables de dictar las sentencias. ¿Su formación estará a la talla del reto universitario que se les avecina? Yo, sinceramente, lo dudo. Esto es otra Oda a la Mediocridad de este desgobierno, que premia a quien no se esfuerza –pero, le es fiel- y castiga al que se destacada a punta de inteligencia y méritos.

Es verdad que todos, sin distingo, ni exclusiones, deberían tener derecho a la educación. Una nación es más próspera, en la medida que sus ciudadanos están mejor formados. Ese es el deber ser de una sociedad con aspiraciones y planes de desarrollo, como muy bien lo resumió en una oportunidad, Don Cecilio Acosta: “Educar a todos, eso es todo”. Pero, no de esta manera. No es imponiendo al mediocre sobre el alumno de comprobada capacidad y preparación. Por eso, el terror a las pruebas internas de las universidades y por eso su prohibición. Porque este desgobierno sabe qué clase de bachiller graduó. Desechar al mejor capacitado para darle oportunidad al anodino, no suena esperanzador. Y la verdad, por más que quiero concederle el beneficio de la duda a estos bachilleres express, la experiencia ha demostrado y comprobado que, al final de una carrera, sólo terminan graduándose los más aptos. Es más, me atrevo a vaticinar que la deserción del próximo período académico será muy alta. Con el riesgo de que el régimen vuelva a intervenir y, vía decreto o sentencia de un tribunal, obligue a las universidades a aprobar a los aplazados. Y copie lo que impuso en la Educación Media donde un estudiante jamás puede ser raspado. Peor aún, podría suceder como ocurre en algunos liceos públicos donde, para obtener la calificación de materias que los alumnos jamás han cursado –pero que son obligatorias en el pensum- se les promedia con las que sí han visto y, así, a la ligera, el asunto queda resuelto.

Conversando en días pasados con el profesor Víctor Márquez, presidente de la Asociación de Profesores de la UCV, recordaba que, recientemente, el TSJ a través de su Sala Constitucional, le ordenó a las universidades autónomas a cumplir con la asignación de cupos de la OPSU. Decisión aplaudida y celebrada por Maduro. Y el trasfondo de todo es que, con esto, se pretende cumplir con los lineamientos del Plan de la Patria, que no es más que el Plan de Destrucción de la Patria. Una vez más este antigobierno, imponiendo su garrote, viola la autonomía universitaria y deja sin oportunidades de estudios superiores a muchachos de excelentes promedios, pero que, para su “desgracia” no estudiaron en la Misión Ribas, sino que cursaron su educación media convencional de cinco años, en un liceo o un colegio privado. Irónico, ¿no?

¿A dónde nos está empujando esta gente que, además, sabemos, ninguno de ellos califica para los cargos que ocupan? El mismo Maduro es un ejemplo: un presidente circunstancial que llegó a la presidencia del país, con tan sólo su “licencia” de 5° grado, que lo capacita para conducir autobuses ¿Acaso no fue el Ministro de Educación quien dijo que no iban a sacar a la gente de la pobreza para que se convirtieran en escuálidos?  Mientras haya pobres y brutos ellos podrán seguir gobernando. ¿No están nuestras instituciones comandadas por personas sin preparación? Premiar la mediocridad ha sido uno de los mayores logros de este antigobierno. Con esta decisión, la sociedad entera está asistiendo al más perverso engaño ideológico, producto de una vil y ruin estrategia totalitaria. Por tanto, graduar mediocres afectos a su ideología, será otra de las vías que utilizarán para garantizarse su sobrevivencia.


José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1

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martes, 24 de diciembre de 2013

ANTONIO FRAGUAS DE PABLOS (FORGES), ¿ESPAÑA: EL TRIUNFO DE LOS MEDIOCRES?

“Ha llegado la hora de ser sincero. Es, de todo punto, necesario hacer un profundo y sincero ejercicio de autocrítica, tomando, sin que sirva de precedente, la seriedad por bandera. 


Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. 

Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes, con una huelga general, o echándonos a la calle para protestar los unos contra los otros. 

Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. 

Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. 

Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan, alguien cuya carrera política o profesional desconocemos por completo, si es que la hay. Tan solo porque son de los nuestros. 

Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre, reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia. 

- Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.. 

- Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un solo presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional. 

- Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir, incluso, a las asociaciones de víctimas del terrorismo. 

- Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. 

- Mediocre es un país que tiene dos universidades entre las 10 más antiguas de Europa, pero, sin embargo, no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir. 

- Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas. 

- Mediocre es un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada. 

- Mediocre es un país en cuyas instituciones públicas se encuentran dirigentes políticos que, en un 48 % de los casos, jamás ejercieron sus respectivas profesiones, pero que encontraron en la Política el más relevante modo de vida. 

- Es Mediocre un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza. 

- Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad. 

- Es Mediocre un país, a qué negarlo, que, para lucir sin complejos su enseña nacional, necesita la motivación de algún éxito deportivo.” 

ANTONIO FRAGUAS DE PABLOS (FORGES)

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jueves, 29 de marzo de 2012

ZENAIR BRITO CABALLERO: ¿QUIÉNES SON LOS FARISEOS Y MEDIOCRES DE NUESTRA SOCIEDAD?

Son aquellos (as) que dan la apariencia de ser encantadores; todo lo fundan en la aceptación social o política. Hacen creer que están inundados de conocimientos y expresan sus opiniones, más bien sus prejuicios o caprichos, con un notorio desparpajo, con una soltura tal que por sí misma les conferiría la condición de hombres de mundo. Engañan a los incautos. Se muestran como personas serviciales o solícitas, cuando no hacen sino obedecer a cálculos mezquinos, algo que luego cobran con el carácter de una recompensa. Arrastran un egoísmo insalvable. El interés es su motivación primordial. Nunca conceden nada a cambio de nada. En su interior se saben poca cosa, pero eso lo compensan con maneras cortesanas y un andar insolente que les granjea, en ocasiones, aplausos de compromiso. Y eso los envanece.
Hablan en los pasillos, despotrican a espaldas de los incriminados, se hacen los valientes detrás del burladero de la cobardía y llevan y traen cuentos en tono de murmuración. No soportan la existencia de alguien que sea independiente u honrado, porque ellos necesitan prosperar a la sombra de alguien, con la aquiescencia de alguien. En esto son expertos. Halagan, intrigan y dejan caer ante el interlocutor de turno unas falsas migajas de preocupación sobre temas éticos. Por supuesto, confunden ética con moral. Como no tienen un sentido de lo universal, lo pequeño les merece una atención neurótica, obsesiva. El chisme y la burla les interesan como una forma de dañar un prestigio, no como una opción de ridiculizar la solemnidad.
Tienen tan poco sedimento cultural que cualquier tontería les parece una muestra encomiable de ingenio. Confunden la sabiduría con el ardid, se ufanan de sus pequeños éxitos materiales y suponen que el espíritu se reduce a la exhibición impúdica, con ojos entrecerrados, de una fe dominguera y sospechosa. La noción de Dios, por supuesto, se les prefigura como un patético cuadro de viernes Santo, con truenos, lluvia torrencial y nubes arreboladas. Quien más les recuerda su propia idiosincrasia es Poncio Pilatos. Lavarse las manos es, para ellos, una forma de genialidad o de viveza. Nunca aparecen, nada hacen con el pecho por delante, jamás se exponen a una cornada.
La oscuridad es su reino, donde más cómodos se sienten. Allí urden y alimentan envidias, recelos y aversiones, los cuales expresan con la advertencia de que eso no es de su coleto sino que proviene de la maledicencia ajena, siempre tan ruin y desvergonzada, según piensan para sí. Después de que se cruzan con un hombre de bien, en su intimidad hacen una mueca de perplejidad y descreimiento. Les parece irreal. No conciben que haya alguien distinto a ellos, que repose en sus antípodas, sin hacerle venias a la liviandad o al oportunismo.
Son, en el lenguaje común, unos paquetes que se autocomplacen. Sin jamás haber dictado una clase en una universidad de prestigio o una conferencia, ni nunca haber escrito una página siquiera aceptable en un periódico de los más leídos, fungen con vana prepotencia de poseer una inteligencia noble y cultivada. Mostrarse como son les significaría el descrédito o la muerte pública. Los libros les son ajenos. La literatura o el arte les son indiferentes, tal vez fastidiosos o innecesarios. Creen que la vida es el cuerpo, la ropa, los zapatos y un andar vanidoso por los pasadizos de un club.
 Lo subjetivo nada les dice, y lo objetivo lo conminan a las apariencias, donde el ser humano se siente igual a los demás, es decir, donde es más fácilmente aceptado por los demás. Los errores humanos, los de los otros, los califican en blanco y negro. Excepto los suyos, los yerros merecen el infierno. Nunca ven colores, jamás miran la contrafaz de las cosas, porque su talante tiende a excluir por conveniencia y a complacer por abyección.
El amor no les atrae sino como un detalle instrumental, objeto de vanagloria. La simplicidad de sus almas se regodea en la televisión, en el cine barato o en las telenovelas de truculento acontecer. Pero lo que más los distingue es la superficialidad. No les interesa la ciencia, que poco entienden, pero hacen de sus vidas una especie de ciencia-ficción, la cual adoban con un vano apego al dudoso brillo de los desechos tecnológicos. Aprovechan, claro, cuanta oportunidad aparezca de hacerse invitar, sea viajes o fiestas.
En aquéllos no ven más allá de lo que permite la ventanilla de un avión, el concreto de unos edificios o el ambiente selvático y lujurioso de ciertos parques; de éstas sólo les interesa la posibilidad de lucirse con trivialidades o de adquirir nuevas víctimas para sus indeclinables y prosaicas apetencias. Son, en resumidas cuentas, pequeños hombres y mujeres de medianos triunfos, endebles notoriedades, infatuados fariseos, mediocridades irremediables…  

britozenair@gmail.com

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