A
principios de noviembre se hablaba de un posible golpe militar. No se trataba
solo de rumores, sino también de artículos y comentarios públicos.
Se
decía que se produciría una conmoción social, debido a la inflación, la escasez
y la devaluación. El pueblo se alzaría contra el causante de la crisis, Nicolás
Maduro; y, como consecuencia, las Fuerzas Armadas se verían obligadas a poner
orden.
Al
ver que el botín venezolano se les escapaba de las manos, los cubanos buscaron
la manera de mantener el control sobre nuestro país. Decidieron adelantarse a
la crisis, provocando otro tipo de conmoción, y a la vez crear un nuevo
enemigo, hacia quien dirigir la rabia y la frustración popular.
Fue
así como surgió la idea de criminalizar a los comerciantes, culparlos de la
inflación y de la escasez, y promover saqueos y remates en las tiendas más
emblemáticas.
Por
el momento la estrategia les ha dado resultado, porque lograron cambiar la
agenda. Una vez más, los cubanos pusieron a la MUD a la defensiva: si apoyan a
los comerciantes, entonces están con la usura y la especulación; y si no lo
hacen, entonces aparecen como gente débil, incapaz de defender la propiedad
privada.
Pero
en su afán de mantenerse en el poder, los cubanos no sólo se han echado encima
a todo el sector comercial, sino que han despertado un monstruo, porque una vez
que la gente se siente autorizada a saquear, cualquier cosa puede pasar en el
futuro. Cuando el caos y la anarquía cobran vida propia, ya no hay fuerza capaz
de frenarlas.
El
problema de los cubanos es que en realidad no han resuelto la crisis, solo la
han pospuesto, a un costo muy alto para ellos y para nuestro país. La inflación
y la escasez empeorarán, y ya no habrá a quién echarle la culpa.
Ellos estarán
en el ojo del huracán.
@LuisSemprumH
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