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martes, 10 de marzo de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL GENERAL PÁEZ,

Creo que el General José Antonio Páez (1790- 1873) estuvo y está más cercano al venezolano de a pié que Simón Bolívar, o en su defecto, de cualquier otro héroe nacional en nuestro extenso Olimpo de semidioses.
Páez pareciera ser mucho más de esta tierra que Bolívar, y puede que mi apreciación sea producto del desconocimiento que dé la razón, pero para mis sentidos, Páez era el propio venezolano.

No tuvo la obra ni los sueños que su General en Jefe, pero tuvo el coraje de enfrentarlo cuando sus aspiraciones e ideales se hicieron peligrosas para el país (1829-1830), y vaya que lo enfrentó, con guante de seda, dándole todas las oportunidades para que rectificara mientras el contenía el alud de críticas, odios y malos entendidos que su empecinado intento por mantener a Venezuela dentro de Colombia habían creado.


Supo salvar la República en su momento y la llevó como pudo a buen puerto, con lo que quiero decir que se equivocó y mucho, pero allí está, cabalgando en los sueños arquetípicos de la nación.

No intento desmeritar a Bolívar, él era un hombre aparte cuyo molde fue roto cuando nació, era un “fuera de serie”, logró una hazaña asombrosa, pero quizás ese logro lo aparta de nosotros, lo eleva más allá de nuestra comprensión. Pero Páez no, Páez era un hombre que se hizo a sí mismo, desde abajo, con trabajo y valor, con perseverancia y astucia.

Guerrero, apostador, político, hombre de mundo, dicharachero, encantador, sensible, oportunista; su vida nos habla de un hombre que salió de los potreros del llano salvaje a codearse con lo más granado de la civilización occidental de su tiempo y pudo, a fuerza de puro coraje y esfuerzo personal alcanzar la riqueza, los honores y la fama.

José Antonio Páez reúne toda la aventura de ser venezolano, de socialista utópico no tuvo ni un pelo, al contrario, siempre lo atrajeron el dinero y la buena vida, y para tener el poder que se lo garantizaría, tuvo que luchar y mandar a muchos a la muerte; cuando se comprometía con una causa era el mejor aliado, el que hacía posible que los hombres obedecieran y hacía lo necesario para obtener la victoria.

Su admiración por la cultura, los buenos modales y el buen hablar los fue cultivando poco a poco, siempre buscando el roce con los hombres que él consideraba sus superiores en conocimientos e ideas, de allí la relación con la famosa Legión Británica de quienes, según un autor anónimo, inglés que publicó en 1828 el libro Recollections of a service of three years during the war-of-extermination in the Republic of Venezuela and Colombia dijo: “Cuando yo servía con él, Páez no sabía leer ni escribir, y hasta que los ingleses llegaron a los llanos no conocía el uso del cuchillo y el tenedor: tan tosca y falta de cultura había sido su vida anterior; pero cuando empezó a rozarse con los oficiales de la Legión Británica, imitó sus modales,  costumbres y traje, y en todo se conducía como ellos hasta donde se lo permitían los hábitos de su primera educación.” 

Jamás se me olvidará la escena magistralmente escrita por el edecán de Bolívar, el irlandés O’Leary, de su primer encuentro con Páez, en lo más alejado de los llanos, en medio de una noche tormentosa, en una pequeña choza, presenció una escena fáustica, donde estaba Páez tocando el violín y un pequeño negrito ciego bailando alrededor del centauro poseído por la música.

Su fama de hombre valiente y arrojado era leyenda, afortunadamente muchos estuvieron presentes, entre ellos el mismo Bolívar, quienes dieron fe de cuando, ante un crecido río Apure, uno de los más caudalosos y anchos del territorio, infectado de caimanes, condujo a su tropa elite de llaneros a nado, a contra corriente sobre los nerviosos caballos y con las lanzas en la boca, para capturar unas canoas artilladas (flecheras) de los españoles y entregárselas a Bolívar para que pudiera cruzar el río.

Su carrera política la hizo al lado de Bolívar quien le asignaba papeles cada vez mas importantes dado su ascendencia en las tropas y debido a su particular visión estratégica, de Comandante General, pasó a Jefe Civil y Militar del Estado de Venezuela, para luego convertirse Jefe Superior y culminar como Presidente de la República en 1831, una carrera donde tuvo que desdoblarse en estadista y diplomático, en magistrado y militar.

Jamás despreció a la oligarquía, gobernaba con ella y no pocas veces la enfrentó cuando tuvo que hacerlo, pero no era un resentido ni sentía odio por sus enemigos.

En su larga vida Páez fue sujeto a giros adversos de su fortuna, principalmente en tiempos de Monagas, un autócrata que se hizo con el poder y derrotó a Páez a quien condenó a prisión, primero en Caracas y luego a Cumaná. Tuve la oportunidad de conocer el castillo de San Antonio de la Eminencia de Cumaná y la celda donde Páez cumplió parte de su condena, al mediodía de mi visita, hacían 41° a la sombra, la celda era tan pequeña que apenas podía una persona tenerse en pie, era una “mazmorra de piso húmedo y donde el aire era tan sofocante que me veía obligado a tenderme en el suelo y aplicar la boca a la rendija de la puerta para poder respirar”.

Páez escribió poco, pero como hombre de acción tengo la impresión que disfrutó de la vida al máximo y llegó a ser un anciano venerable y admirado, cuando otros muchos de sus contemporáneos y amigos, murieron jóvenes, en la miseria y olvidados.

En mi opinión, Páez fue el más exitoso emprendedor de todos los héroes de la Independencia, su gestión como Presidente, que repitió varias veces y en las más variadas circunstancias, se compendian con una palabra, triunfador, aún perdiendo, ganaba, sus exilios eran productivos, sus ausencias terribles para el país.

Su último exilio lo hizo en la ciudad de New york, luego de largos periplos por Suramérica y Europa, donde gracias a diversos gobiernos extranjeros, reconociendo su valor como demócrata y hombre universal, pudo pasar sus últimos días con cierta comodidad, componiendo música para piano, paseando en su impecable uniforme sobre su caballo en Central Park, leyendo literatura inglesa y francesa, recibiendo amigos y admiradores, carteándose con sus amigos el Rey de Baviera, el  rey Guillermo IV de Inglaterra y el emperador Napoleón III, asistiendo a invitaciones de lo mas graneado de la sociedad norteamericana.

A propósito escribió sobre los Estados Unidos: “Aquí el hombre ha llegado a tener plena conciencia del valor de su individualidad y desenvolviendo sus facultades físicas, morales e intelectuales, trabaja por el porvenir, mejorando lo presente y corrigiendo las faltas de lo pasado… aquí se decide en paz, esa lucha entre la autoridad y la libertad que tanta sangre ha costado desde el principio de las sociedades… La palabra, la discusión, deciden las más graves cuestiones, y el respeto a las leyes permite llevar a cabo. Sin precipitación, las reformas más radicales. La última  guerra civil puso a prueba el valor de las instituciones y el triunfo de la buena causa…puso de manifiesto cuánto vale un pueblo libre cuando ve amenazada su existencia”.

Entiendo que hay historiadores y aficionados de la izquierda más primitiva y nacionalista, encabezados por el golpista Hugo Chávez, que le tenía una larga lista de desagravios y reclamos, empezando por su supuesta traición a Bolívar, pero quien estudie bien la historia y la época, coincidirá conmigo que no era el mejor momento para la unión a Colombia, que Simón Bolívar estaba particularmente vulnerable, física y políticamente, su entorno no era el más apropiado y habían fuerzas conspirando en su contra, si hubiera regresado a Venezuela en su momento, con sus amigos y familia, quizás el resultado hubiera sido otro, pero eso son especulaciones, lo cierto, es que tuvimos la fortuna de contar con José Antonio Páez en ese delicado momento, un predador culto y valiente a quien no le tembló el pulso de evitar caer en una trampa.

Páez fue un conservador a ultranza, le tenía alergia a los revolucionarios liberales que pretendían cambios violentos y justicia social a costa de lo que fuera para ganar poder e influencia en las masas, uno de los hechos que marcó distancia entre Páez y los liberales fueron los sucesos de 1846, Soublette era el Presidente y justo antes de las elecciones se produjo un alzamiento por parte de los revolucionarios, pero fueron rápidamente reprimidos con la contundencia que caracterizaba a Páez, el mismo General se encargó de aclarar su intervención, en el famoso Manifiesto de Maracay: “… los apóstoles de la anarquía y de la disociación llevaron su infausta misión hasta imprimir en la dócil credulidad de nuestras masas, la lisonjera cuanto extravagante idea de que iban a poseer lo que jamás les había pertenecido ni podían pertenecerles, sino bajo la más absurda e injusta usurpación.

La propiedad adquirida por justos títulos, la abundancia que sólo nace con el trabajo y con la probidad; todas estas ideas conservadoras y eminentemente sociales se han pretendido desvanecer y aun arrancar de la cabeza de los proletarios, reemplazándolas con el cebo de una universal usurpación de la propiedad, proclamada en vano algunas veces por insignes revolucionarios de otros tiempos y de otros pueblos.”

Páez muere en New York un 7 de mayo de 1873, admirado por muchos, el gobierno de Washington ordena honores fúnebres para un jefe de estado, fue el joven periodista cubano José Martí el encargado de llevar la reseña de estas exequias a los periódicos de Hispanoamérica y cuando sus restos fueron repatriados a Venezuela, guardias de honor de los Marines y de West Point encabezados por el General Pershing, héroe de la guerra civil, acompañaron al féretro hasta el puerto.

Páez fue el verdadero padre de nuestra patria, creador y defensor de las instituciones republicanas, garante de los derechos y libertades de los ciudadanos, es por ello que el chavismo le tiene ojeriza y no le perdona su brillante actuación en el nacimiento de nuestra patria.-

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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sábado, 8 de febrero de 2014

LEANDRO ÁREA, LAS CUENTAS DEL 4-F

Desde la llegada de Chávez al poder, una de sus misiones prioritarias fue la de pulverizar las supuestas cadenas de infamia que nos impedían alcanzar nuestro destino manifiesto. Era su concepción que el cordón umbilical de hazañas y de glorias heroicas había sido amputado por tres enemigos evidentes, a saber: Cristóbal Colón, quien trastocó nuestros orígenes indígenas; Páez, quien traicionó los sueños de Bolívar; y la democracia con partidos políticos, “cúpulas podridas”, que desnaturalizó al pueblo y al ejército, convirtiéndolos en pilares apolillados de nuestra identidad y soberanía. Los tres con rostro de águila soberbia.

Era la oportunidad, con epopeya golpista triunfante, de retomar aquél hilo conductor desbrozando el camino de malas hierbas acumuladas, mitos y símbolos proclives al imperio. 

Y así se dedicó y logró imponer una Constitución, cambió el nombre del país, el escudo nacional, terminó de sepultar a los partidos políticos, ofició el réquiem de las élites, dispuso de las instituciones del Estado a su gusto, se hizo de una agenda de amigos y enemigos, dividió al país, acabó con la industria, con la imagen idealizada del Libertador, impuso colores, estética de rojo, encadenó a los medios de comunicación y demás libertades cívicas, puso a la gente, al país, a bailar su joropo y regaló alpargatas, arpa, cuatro, maracas y botó a manos llenas, trago y “rancho”, él, mandamás, a gente desorientada y lambucia de líder. Militarizó nuestras vidas.

Había nacido pues una revolución millonaria y dispendiosa que a punta de petróleo permitió repartir a diestra y siniestra su decálogo atrabiliario y de segunda mano: el Socialismo del siglo XXI. 

Escogió a Cuba como continente de su contenido, sendero luminoso, y tanto aprendió de ellos que dejó en sus manos el manejo de Venezuela. La era estaba entonces  y por fin pariendo un corazón con la ayuda de una chequera interminable y ajena. En ese líquido amniótico del mar de la felicidad se reconstituía el horizonte extraviado. 

Hizo y deshizo en existencia corta si te pones a ver las tasas actuales de esperanza de vida. Intensa y violenta  la forma en que se hizo del poder y manejó a mansalva. Intensa y enferma además, por invasiva.

Ahora, después de tanto resumen de quince años, quedan extremaunción, crisis de legitimidad y representación, expresadas en el plebeyismo impuesto por Chávez, que no es sino el establecimiento de una sociedad bloqueada, de minusválidos y pordioseros asistidos por un patrón que dice liberarlos, esclavizándolos. Porque todo asistencialismo es una forma camuflada de dominación, que castra al individuo al hipotecarle un “yo” a través de un Estado Misionero, en donde la pobreza es comprada y pagada para que siga siendo. 

Eso dejó como legado: demagogia, pobreza y servilismo. Sus herederos de ahora lo celebran, sembrando su derrota. Quedamos también, los que queremos salir de eso. A estas horas no sé dónde reside la verdad, pero siento el volumen de la farsa.

Leandro Area
leandro.area@gmail.com

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miércoles, 31 de julio de 2013

JOSE FELIX DIAZ BERMUDEZ, 28 DE JULIO, FECHA CIVILISTA

El presidente Vargas y el Vicepresidente Narvarte se hallan en San Tomas echados por la fuerza de aquel país que presenta un aspecto bastante triste…”.

Jose Antonio Páez,
“Caudillo de la Constitución”
El 24 de marzo de 1835, don Pablo Morillo, escribía a don Francisco Martínez de la Rosa, sobre sus sentimientos, no de odio por los hechos pasados en la guerra, sino considerando: “de la mayor importancia”, la gestión de los generales Carlos Soublette y Daniel Florencio O’ Leary ante la Corte de Madrid.

Expresaba Morillo sobre Venezuela que: “Sus habitantes son muy análogos a nuestro carácter y costumbres, y sus producciones de comercio no sólo nos son muy interesantes y casi de primera necesidad…”, y además que:

“Conocía al general Soublette de reputación en el ejército del Sr. Bolívar, y al Sr. O’Leary personalmente, por haber venido a mi cuartel general de parlamentario y como Edecán de aquel: Ambos se los recomiendo a usted con el mayor interés por lo mismo que en otros tiempos nos hicimos la guerra con mucha actividad y calor; muy en el día nos miramos como buenos amigos y camaradas”.

SIMON BOLIVAR Y PABLO MORILLO, 

La comisión patriota solicitaría ante España el reconocimiento de la independencia de Venezuela. Nadie podía imaginarse en aquellos tiempos de la guerra a muerte, que el general Morillo iba a recomendar aquella misión, admitiéndose así la superación de los rencores y el avance de la historia, como corresponde a las naciones civilizadas, a los hombres y políticos sabios que no comprometen el destino de una nación.

Mientras la diplomacia pretendía persuadir, el militarismo destruía la credibilidad del país. El gobernador y capitán general de Puerto Rico daba noticias alarmantes al secretario de Estado del Rey sobre: “el mal estado en que se encuentran las provincias de Venezuela, puestas en nueva revolución por el general Mariño para derrocar a Vargas de la presidencia… a cuyo destino ambiciona y para lograrlo intrigó mucho al tiempo de hacerse la elección, pero el partido de Vargas ganó los votos a su favor…

Este lance perdido para Mariño lo irritó en tales términos que no perdió medios ni ocasión para seducir y hacer entrar en su proyecto a muchos militares que unidos a sus adictos han dado el grito vitoreándolo en Caracas y otras provincias.

El presidente Vargas y el Vicepresidente Narvarte se hallan en San Tomas echados por la fuerza de aquel país que presenta un aspecto bastante triste…”.

El comandante Pedro Carujo, entre otros, había irrumpido contra la autoridad del presidente Vargas exigiendo su renuncia, pretendiendo imponer el capricho autoritario y caudillesco.

La llamada “Revolución de las Reformas” quiso justificar con el federalismo las ambiciones de la fuerza, insurreccionando el occidente, el centro y el oriente.

El 28 de julio de 1835, fecha del civilismo, Páez entró a Caracas, derrotando a los alzados para que el presidente Vargas continuase su gobierno de derecho y civilización:

“Todo otro medio que no sea éste, - expresó Vargas- el único, eficaz y establecido por la nación toda, lleva el sello de la injusticia, de las miras individuales o de partido, que sólo pueden triunfar por la violencia y el crimen, con la opresión del pueblo y la subversión total de nuestras instituciones libres”. Páez, “Caudillo de la Constitución”, restableció así el poder civil.

jfd599@gmail.com



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jueves, 26 de abril de 2012

ANDRES URDANETA CLASE DE HISTORIA DE VENEZUELA PARA EL PRESIDENTE DE LA VENEZUELA BOLIVARIANA EN CARTA IMAGINARIA DE JOSE ANTONIO PAEZ

Esto dijo Chávez:  “Voy a quitar a Páez de mi despacho. No voy a destruir la obra porque es de Tito Salas, pero no merece estar en el despacho presidencial junto con Bolívar y Sucre, fue un traidor”  15 de octubre de 2006  “Nos enseñaron a admirar a Páez y a Gómez. Se hablaba del Benemérito General Gómez…Y del León de Payara…León para la oligarquía… grandes traidores de nuestra historia”  28 de diciembre de 2006.  “No hay corrupto del tamaño de José Antonio Páez y lo tenemos aquí en el Panteón, la oligarquía lo trajo aquí al Panteón claro y lo sembró aquí, no debería estar aquí, desde mi punto de vista, el traidor José Antonio Páez”  
CARTA IMAGINARIA DE PAEZ
17 de diciembre de 2006 Querido Hugo:
Es un placer dirigirme a tí en la oportunidad de aclararte algunas situaciones que al parecer fueron las que te obligaron a pensar en retirar mis restos del Panteón Nacional, donde descansan en sana paz desde el 19 de abril de 1888. Hugo, quiero saber por qué me echas esa broma a mí, tu paisano, recuérdote que nací en Curpa, provincia de Barinas (que algún divisionista convirtió en Portuguesa), el 13 de junio de 1790. 
Yo, al igual que tú, era un pata en el suelo, hasta analfabeta, porque no tuvimos ni el Acude de la cuarta ni mucho menos tu Misión Robinson, pero lo que si puedes tener por seguro es que fui un verdadero patriota, que amaba a mi país, que luchó por la libertad de los venezolanos, por deshacernos del yugo de esos españoles que nos maltrataban y explotaban.  
Yo, Hugo, no entré en ninguna escuela militar para que me dieran el comando de un batallón de paracaidistas como a tí. Yo tuve que convencer a campesinos, vegueros y cuanto bicho de uña se me presentaba para que formaran parte de mi ejército. Luego tuve que parir recursos para vestirlos, armarlos y darle bastimentos para que fueran a dar la vida por la Patria.  Créeme, yo hacía eso por iniciativa propia, ni conocía a Bolívar. Fue el 30 de enero de 1818, en el Hato Cañafistola, cuando, por fin, lo conocí. Él venía de Angostura, ejecutando la Campaña del Centro, y nos pusimos de acuerdo para la prosecución de las operaciones contra el ejército del general realista Pablo Morillo, que nos cargaba azotaos, y debo confesarte que prácticamente tuve que echarle pichón yo solo, incrementando mi ejército y ganándome los méritos y el concepto de El Libertador, con quien nuevamente me reuní el 28 de abril de 1821 para iniciar los preparativos de la Campaña de Carabobo. 
Me tocó a mi echarle pichón para incrementar mi ejército y salir de Achaguas el 10 de mayo, y a caballo (no en aviones y helicópteros VIP, como tú viajas) para incorporarme en San Carlos al Ejército Libertador.  
Por fin, el 24 de junio del mismo año libramos la Batalla de Carabobo, y debe ser que como yo tenía fama de bravo, me pusieron al mando de la primera división, o sea, la que puso el pecho, conmigo al frente. Yo no me metí asustado en museo militar alguno ni nada por el estilo para mandar a mis lanceros… 
Ah, después que ya yo había vuelto leña a los realistas fue cuando mandaron a la segunda, dirigida por el general Manuel Cedeño, pero sólo fue para que los rematara.  
Así que Hugo, la batalla la gané fui yo y la mejor prueba de ello fue que en ese mismo campo de batalla Bolívar me ascendió a General en Jefe, o sea, que esa independencia que tú celebras y que disfrutas hoy, me la debes a mí, quien fue el que se quemó el pecho peleando y arriesgó el pellejo ¿Y tú no crees que esos son suficientes méritos para estar en el panteón? No seas mal agradecido…  
Bueno Comandante, yo entiendo que Bolívar, como lo derrotaron en Venezuela, tuvo que huir a Colombia, y entiendo que los colombianos lo querían mucho ya que les dirigió su independencia, y que desde ahí mismo mandó a Sucre a liberar a Ecuador, a Perú, a Bolivia, pero de eso a querer hacernos a todos colombianos, pues, no se lo podíamos permitir, 
¿Por qué no hizo la Gran Venezuela en vez de la Gran Colombia? Ah no, no sé qué pepera tenía Bolívar con ellos, porque nos quería imponer esa Gran Colombia,ah, y fíjate que hasta el Vicepresidente era el colombiano Santander, no, que va, no nos la calamos, así que iniciamos en abril de 1826 “La Cosiata”, y rompimos relaciones con el gobierno de Bogotá, mas no con Bolívar, y planteamos la separación de Venezuela de la Gran Colombia. Sin embargo, no nos separamos, y disciplinadamente obedecí a Bolívar cuando regresó del Perú y asumió en Bogotá la Presidencia de la República, pero no, aquí los venezolanos no nos convencíamos, nos negábamos a ser colombianos y sin enfrentarme abiertamente a El Libertador tuvimos que desconocer la autoridad de los órganos de Bogotá y consumar la separación de Venezuela de la Gran Colombia a mediados del 27. 
O sea Hugo, que si yo no hubiera hecho eso, hoy no hubiera Venezuela, hoy tú serías colombiano y lo peor, tú no serías Presidente, sino un caliche más.  Entonces reconócelo, me debes el país y tu Presidencia a mí, entonces, ¿por qué me echas esa broma? Mal agradecido. 
Otra cosa que tú me debes Hugo, es la democracia, porque yo no era profesional universitario, pero leía mucho y conocía lo que se hacía en otros países para gobernarlos, me dejaba asesorar y así, el 24 de marzo de 1831, fui electo primer Presidente Constitucional de Venezuela y con mas porcentaje que tú, por 136 votos de los 158 sufragantes surgidos de las asambleas electorales. En este primer gobierno, me tocó organizar el Estado con medidas administrativas en materia de impuestos, inmigración, liberalización del crédito, educación, orden público, y asuntos internacionales.  
Me tocó difícil, hasta me tocó enfrentarme al Arzobispo de Caracas, nuestro paisano Ramón Ignacio Méndez, y enfrentar el alzamiento de los generales José Tadeo y José Gregorio Monagas (el primero con el pretexto loco de restituir la Gran Colombia y el otro con la locura de la autonomía de un Estado Oriental), pues, y no tuve que meterlos presos, ni matarlos, ni nada de eso, pude conciliar con ellos y resolver el problema. 
Pues como yo no tenía control del CNE, ni del TSJ y mucho menos de la Asamblea Nacional, no pude reelegirme, y así en 1835 tuve que entregar el poder a José María Vargas, como lo hace un demócrata, y no me quise perpetuar en el poder como al parecer tú quieres hacerlo.  
En 1838 fui legalmente electo para una segunda presidencia que asumí el 1 de febrero de 1839 y me ocupé de la educación, el crédito exterior, y el mono de deuda pública contraída por la antigua República de Colombia, y para que no creas esa paja que te han dicho de que yo era enemigo de Bolívar, es bueno que sepas que fui yo quien comenzó a solicitarle a Colombia la posibilidad de retornar los restos mortales de El Libertador y ponerlos en el Panteón del cual me quieres sacar.  
Así, sin chimbear resultados, ni infectar el REP, en enero de 1843 entregué la presidencia de la república al general Carlos Soublette, eso como una demostración de que era un verdadero demócrata y que no tenía ni tuve odios contra nuestro Libertador, sólo diferencias. 
Ahora, tú no eres quien para quitarme lo bailao, para despojarme de mi lugar en la historia, y fíjate que el 13 de julio de 1867, el Gobierno de Venezuela me expidió el título que me acreditaba como “Ilustre Prócer de la Independencia Suramericana”.  
Ahora Hugo, no se por qué tú me acusas de oligarca, de corrupto, de que me aproveché de los dineros públicos, de veras que eres un difamador. ¿Qué pretendías tú?, que luego de todo lo que luché en mi vida, de ser General en Jefe, presidente de este país por tres períodos, de darle realmente la independencia a los venezolanos y hasta luchar en la federación, ¿pretendías que después de todo eso muriera arruinado como un perro en la calle? Pues, tienes que entender que aquí hubo haberes militares y que se nos permitió a todos los que nos jodimos en guerra desarrollar una pequeña fortuna. 
Tú y tu familia son el mejor ejemplo… ¿No has visto como viven ahora todos los que salieron de allá, de tu humilde casita de la avenida Carabobo de Barinas?, ¿no les has visto las prendas de oro en sus manos y pies, en los carros que andan, en las casas que viven, como se visten?  
Hugo, y vete tu mismo, el súper avión que te compraste, los helicópteros VIP que encargaste, tus relojes, tus gastos en trajes y zapatos multimillonarios, los viajes y lujosos hoteles donde llegas. Ves que eso es muy bueno, pues, no chico, lo que es bueno pa’l pavo es bueno pa’la pava. Además, ¿que fortuna? Es que acaso tú ves que los Páez son los oligarcas de Venezuela, no, los Páez están pelando, así como tú tienes a la gran mayoría de los venezolanos y eso porque no les dejé real. Así que no seas injusto.  
Mira cámara, no seas tampoco mal agradecido, no te perdono que tus jala mecates hayan blasfemado el sitio donde reposaba la casa de mi mujer Dominga Ortiz de Páez allá en la Calle Bolívar de la ciudad de Barinas, lugar donde construyeron una plaza con mi nombre y fue erigido mi busto, obra de un artista paisano tuyo. Pues, tus vándalos seguidores, esos ignorantes de este país, quienes hambreados son los únicos que te pueden seguir, dañaron el busto y pintaron mi cara en azul y también quitaron todo el adorno de luces navideñas que había sido colocado en la misma, dejando a todos los vecinos del sector sin Navidad, por tus ridiculeces.  
Fue la única plaza en la ciudad a la cual no se adornó y lo más ridículo fue que ahora van a cambiarle el nombre a todo lo que te recuerde a mí, cuando la historia de Barinas es mi historia. Recuerda, el que escupe hacia arriba le cae la saliva. No sigas sembrando odios, pariente, tú vas a salir de esa presidencia algún día, porque el poder es efímero, no te creas que vas a ser el nuevo Fidel de América, Venezuela no es una isla y a tí no te quiere la mayoría de los venezolanos.  Fíjate en mi, cómo después de todo lo que hice, algunos malagradecidos me metieron preso, me sacaron del país tres veces y tuve que ir a morir el 6 de mayo de 1873 en el olvido, lejos de la patria, en Nueva York, allá en eso que tú llamas el imperio, en los Estados Unidos. Cónchale, chamo y el país gastó un dineral para repatriar mis restos y sepultarlos en el Panteón Nacional, para que, por una puntada de rabo, tú vengas a querer borrar casi 200 años de historia. No jile. Finalmente te recomiendo que “no le hagas a nadie lo que no te gustaría que te hagan a tí” porque vas a terminar peor que tu pana Hussein. ¡Caracha, negro!  
José Antonio Páez  Misiva imaginaria del Tcnel. (GN) Jesús González Cazorla defendiendo el papel del “Centauro de Los Llanos”.

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viernes, 9 de marzo de 2012

GONZALO VILLAMIZAR A: LEALTAD DE JOSE ANTONIO PAEZ

La Gran Colombia fue un recurso unitario de las distintas fuerzas que combatían contra España, antigua ilusión de Francisco de Miranda con su Colombia que imaginaba libre desde México hasta la Patagonia, esta vez  reducida al territorio de los requerimientos militares de Bolívar que se materializó  en el Congreso de Cúcuta. 
Ya liberada la Gran Colombia obviamente   las provincias adheridas se resintieron por su nacionalismo: a manera de arbitrariedad, Santa Fe de Bogotá, quizás por su sitio y  jerarquía colonial, fue la capital, quedando relegadas Ecuador y Venezuela para alimentar  separatismos.  
La idea de Bolívar fue geopolítica, igual que su proyecto del Congreso Anfictiónico de Panamá, crear una potencia capaz de hacerle frente al  coloso norteamericano que ya mostraba sus tentáculos, pero se produjo la sublevación con  sentimiento nacional  que hasta el mismo Libertador lo llevaba en el corazón, como se demuestra al pasar el río Táchira y sentirse en suelo patrio, esto en los inicios de la Campaña Admirable. 
Al encontrarse Bolívar y Páez en 1827, los arropó la solidaridad y el afecto de siempre, lazos que Páez mantuvo a lo largo de su vida, que razones de política lo hicieron protagonizar la Cosiata, pero que en 1842 lo llevaron al traslado y   recibimiento de los restos de su gran amigo, presidiendo la onda de gratitud  y adoración al Libertador que recorrió  el país. 
El mismo Bolívar reconoció el fracaso de su proyecto grancolombiano,  y estudioso como era, acepta que el régimen colonial para preservarse de alianzas peligrosas, mantuvo aisladas las provincias, solo en contacto comercial y administrativo con la metrópoli, generando idiosincrasias  locales que al llegar la independencia en cada región permitió aflorara el sentimiento lugareño, la Patria enaltecida por la  sangre vertida en la guerra  a fin de  lograr la  soberanía de su suelo.
               El chavismo ignorante, con su pretensión de adulterar la historia  califica de traidor a  Páez, cuando la historia ha sido sincera al mostrarnos genuina lealtad  entre el héroe de Carabobo y Padre de la Cuarta Republica, y Simón Bolívar, el  más alto personaje de la historia de América en el Siglo XIX, según conclusión de un reciente estudio realizado en instituciones culturales de la  Gran Bretaña.
gonvillan@cantv.net

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sábado, 25 de febrero de 2012

HÉCTOR JOSÉ SÁNCHEZ J: VARGAS, ALBACEA DE LA ANGUSTIA (3) TRANSCRIPCIÓN Y COMENTARIOS)

 “No era la hora de pensamiento. Era la hora de pasión. Tampoco fue la hora de acción. No es acción el simple braceo convulsivo. Un potro encabritado no realiza marcha alguna. Acción entraña ritmos complementarios, hacia un orden final. No era un fenómeno vital; era un fenómeno patológico de regresión y no un signo de aptitud para vivir. El compromiso de 1830 es un estatuto nuevo puesto al servicio de una organización vieja. Cuando no hay ni coetaneidad ni sinceridad entre el medio de acción y el pensamiento, la resultante es la pasión. El pensamiento era viejo; ya no era un pensamiento, era una premeditación; el año 48 sería un remordimiento.
Dos antípodas filosóficas estaban en presencia: la idea de Caudillo y el caudillo de ideas. En éste el nombre es lo de menos; se disuelve en la idea; es la encarnación de ella, no exterioriza valor, no alardea, no personaliza el mito de la hazaña; 1834 no es aun la hora en que Vargas arrastre multitudes, las ama y las esquiva, porque quiere salvarlas de la idolatría; es apóstol, no caudillo, en el sentido personal; no encarna la voluntad del dominio sino la voluntad de perfección.
La otra idea, la idea de Caudillo, se encarna en Páez, pero no es él quien la tremola; es una derivación natural de su mérito, de su valor, de sus heroicos trabajos; no puede enrostrársele el delito de ser famoso, de ser magnificado, de ser idolatrado. 
Quiere mandar y su derecho está escrito en los campos del sacrificio; es la bandera. Pero su abanderado es la forma civil de la voluntad de dominio.
Armados solamente de la Enciclopedia, los oligarcas no habrían podido hacer nada. El pueblo ya quería reivindicaciones: las sabía posibles creía ya en las posibilidades populares; Páez era su ejemplo; si él había ascendido, también ellos podrían ascender. Si Páez hubiera comprendido esto, su gloria habría sido igual a la de Bolívar.
Sólo los hombres de talento lo sabían, y supieron utilizarlo. Sin Páez, ellos no tendrían pueblo. El pueblo desconfiaba de ellos; eran ellos los  que pagaban con fichas o escapularios; ellos eran los godos; si por ellos hubiera sido, con España se habría quedado siempre el pueblo. El pueblo amó la Independencia en Boves, en Páez, surgidos de la nada, en Bolívar, que supo consustanciárseles, gritando: “españoles o criollos” y dormir con ellos en las siestas calientes y en las noches del páramo. Los oligarcas sabían todo eso; porque ellos eran la única conciencia compacta.
La voluntad de dominio no venía de 1828, ni aun de toda la guerra, venía de la hora en que la Conquista se convirtió en un mero sistema de aprovisionamiento al servicio de una Hegemonía europea, desde que la Conquista perdió su sentido filosófico de mundo nuevo. Cierto es que la guerra creó una casta militar que quiso para ella todas las ventajas de la Epopeya. Cierto es también que el cambio de frente en la política de Bolívar en 1828, inspirado ciertamente en el anhelo de salvar la idea de conjunto y prevenir a Colombia del caos, fue un error funesto, de resultados contraproducentes, que avivó los rencores regionales a la vez que separaba. En Bolívar, la política tenía una entraña de candor platónico. El concepto del Poder Moral, la idea del senado hereditario, revelan una fe solo encontrada en el campo de la abstracción. Pero esto es una prueba de que la voluntad de dominio de su sentido despiadado estaba lejos de su intención; su errónea actitud fue respaldada por la “necesidad” de dominio, pero supeditada ésta a la sincera voluntad de perfección.
En cambio, la trayectoria de la voluntad de dominio estaba viva en los herederos del señorío colonial. Ellos estaban utilizando los elementos de la revolución burguesa de Francia; esa Revolución burguesa se produjo contra el sistema de vida feudal; pues bien, ellos, con las armas de la Revolución burguesa, estaban produciendo una pre-revolución que no iba a producir una burguesía sino, por el contrario, un régimen feudal.”
hsanchezbr@hotmail.com

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jueves, 24 de junio de 2010

PÁEZ Y CARABOBO, GONZALO VILLAMIZAR A 24-6-2010

Los venezolanos en este día nos acercamos por once años al Segundo Centenario de nuestra máxima gesta en aquella guerra de perfiles épicos, la batalla de Carabobo, que junto a la batalla de Ayacucho se estudian en las academias militares del mundo, ambas planificadas por el genio militar del Padre de la Patria, sus ejecutores fueron José Antonio Páez y Antonio José de Sucre.
Penetremos en el alma de estos dos próceres eminentes: el Gran Mariscal de Ayacucho con su espíritu noble y de suprema sencillez, sin ninguna malicia en sus procederes como admirable producto del pensamiento enciclopédico y el amor por su tierra, pureza en la ilusión de libertades sin ataduras con los vicios del poder; perteneciente al grupo social con acceso a buena formación intelectual que lo dotó de fuerte convicción de su destino para desempeñar un papel en aquella magna obra de la Emancipación. Su infame asesinato muestra la presencia entre nosotros del dolor de la tragedia griega como martirio de los héroes.

José Antonio Páez es la otra Venezuela sin cuya participación no hubiéramos podido acceder a la Independencia. El es el hombre humilde y sencillo que brilló con su lanza fulminante logrando ascender en su proceso de engrandecimiento; en aquellas sabanas sin límites, junto a la maestra que le enseñó las primeras letras tan solo alcanzó una precaria educación elemental, casi analfabeto, sin oportunidades para nutrir su mente, ajeno a las preocupaciones de los círculos intelectuales de Cumaná y Caracas. El proceso evolutivo de la guerra encajó en su personalidad, de peón simple, pasa a ayudante de mayordomos, las refriegas aparecen de pronto en aquellos parajes que esconden páginas culminantes de la historia, poco a poco este jinete audaz e inteligente gana la confianza de los superiores, pasa a comandar fuerzas de su autoría, presto a desplazar al sanguinario Boves y realizar el milagro de convertir aquella masa combativa en baluarte de la revolución.

Cuando se entrevista por primera vez con Bolívar en 1818, ya es un oficial veterano y jefe, a los dos los aproxima buena química, la cual les durará toda la vida, admiración y fuerte apoyo por parte de Bolívar, afecto, deslumbramiento y lealtad consagrada por Páez.

La presencia del Libertador catapultó a José Antonio Páez hacia las alturas para realizar tareas grandes como atender casi la totalidad de la logística para la campaña de Carabobo, cumplir las tareas tácticas, y en plena batalla, asumir una combatividad escalofriante frente al poderoso ejército realista, su bravura lo hizo ídolo frente a un sargento español que lo auxilió y regresó a filas republicanos cuando lo afectó un ataque epiléptico.

Es el general José Antonio Páez con esfuerzo autodidacta convertido en hombre culto, un guerrero transformado en admirable presidente civilista, depositario del recuerdo y la gloria de Bolívar, fue quien primero se alzó para reclamar para Venezuela su condición de república independiente.

Este 24 de junio: ¡Gloria a José Antonio Páez, héroe máximo de la batalla de Carabobo!, ¡Gloria al Libertador!

Gonzalo Villamizar
gonvillan@cantv.net

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lunes, 24 de marzo de 2008

*CARTA (DESDE EL MAS ALLÁ) DE JOSÉ ANTONIO PÁEZ PARA HUGUITO (DIMINUTIVO POCO AMISTOSO)


*CARTA (DESDE EL MAS ALLÁ) DE JOSÉ ANTONIO PÁEZ PARA HUGUITO (DIMINUTIVO POCO AMISTOSO)


Estimado Huguito:


Es un placer para mi dirigirme a ti, en la oportunidad de aclararte algunas situaciones, que al parecer fueron las que te obligaron a retirar mis restos del Panteón Nacional, donde descansaron en sana paz por casi 119 años (desde el 19 de abril de 1888).

Bueno, Hugo, porque me echas esa broma, a mi, tu paisano, recuérdate que nací en Curpa de la provincia de Barinas (que algún divisionista la convirtió hoy en Estado Portuguesa), un 13 de junio de 1790.
Yo, al igual que tú, era un pata en el suelo, hasta analfabeta porque no tuvimos ni el ACUDE de la 4ta ni mucho menos tu MISIÓN ROBINSON, pero lo que si puedes tener por seguro, es que fui un verdadero patriota, que amaba a mi país, que decidí luchar por la libertad de los venezolanos, por deshacernos del yugo de esos españoles que nos maltrataban y explotaban.

Yo, Hugo, no entré en ninguna escuela militar para que me dieran el comando de un batallón de paracaidistas como a ti, yo tuve que convencer a muchos campesinos, vegueros y cuanto bicho de uña se me presentaba para que formaran parte de mi ejército, luego parir los recursos para vestirlos, armarlos y darle bastimentos para que fueran a dar la vida por la patria.

Créeme, yo hacía eso por iniciativa propia ya que ni conocía a Bolívar y fue el 30 de enero de 1818, en el hato Cañafístola, cuando por fin lo conocí.
El venía de Angostura ejecutando la Campaña del Centro y nos pusimos de acuerdo para la prosecución de las operaciones contra el ejército del general realista Pablo Morillo, que nos cargaba azotaos, y debo confesarte que prácticamente tuve que echarle pichón yo solo, incrementando mi ejército y ganándome los méritos y el concepto del Libertador con quien nuevamente me reuní el 28 de abril de 1821 para iniciar los preparativos de la Campaña de Carabobo.

Me tocó a mi echarle pichón para incrementar mi ejército y salir de Achaguas el 10 de mayo y a caballo (no en aviones y helicópteros VIP, como tu viajas) para incorporarme en San Carlos (Edo. Cojedes) al Ejército Libertador.

Por fin el 24 de junio del mismo año libramos la Batalla de Carabobo y debe ser que como yo tenía fama de bravo pues me pusieron al mando de la primera división, o sea la que puso el pecho, conmigo al frente, no me metí en museo militar alguno, ni nada por el estilo a mandar a mis lanceros, ah, después que ya yo había vuelto leña a los realistas fue que mandaron a la segunda, dirigida por el general Manuel Cedeño pero solo fue para que los rematara.

Así que Hugo, la batalla la gané fui yo y la mejor prueba de ello fue que en ese mismo campo de batalla Bolívar me ascendió a General en Jefe, o sea que esa independencia que tu celebras y de la que disfrutas hoy, me la debes es a mí, quien fui el que se quemó el pecho peleando y arriesgó el pellejo

¿Y tu no crees que esos son suficientes méritos para está en el panteón?
Cónchale chico, no seas mal agradecido. Bueno comandante, yo entiendo que a Bolívar, como lo derrotaron en Venezuela, tuvo que huir a Colombia, y entiendo que los colombianos lo querían mucho ya que les dirigió su independencia, y que desde ahí mismo mandó a Sucre a liberar a Ecuador a Perú, a Bolivia, pero de eso a querer hacernos a todos colombianos, pues no se lo podíamos permitir, ¿Por qué no hizo la Gran Venezuela en vez de la Gran Colombia? Ah no, no se que pepera tenía Bolívar con ellos, porque nos quería imponer esa Gran Colombia. Ah y fíjate que hasta el Vicepresidente era el colombiano Santander. No, que va, no nos la calamos, así que iniciamos en abril de 1826, "La Cosiata". Rompimos relaciones con el gobierno de Bogotá, más no con Bolívar, y planteamos la separación de Venezuela de la Gran Colombia. Sin embargo no nos separamos y disciplinadamente obedecí a Bolívar cuando regresó del Perú y asumió en Bogotá la presidencia de la República. Pero no, aquí los venezolanos no nos convencíamos nos negábamos a ser colombianos y sin enfrentarme abiertamente al Libertador tuvimos que desconocer la autoridad de los órganos de Bogotá y consumar la separación de Venezuela de la Gran Colombia a mediados del 27. O sea Hugo, que si yo no hubiera hecho eso, hoy no hubiera Venezuela, hoy tú fueras colombiano y lo peor chamo, tú no fueras presidente, sino un caliche más.

Entonces reconócelo; me debes el país y tu presidencia a mi, entonces, ¿por qué me echas esa broma y me sacas del Panteón? Viste que eres un mal agradecido.
Pues, otra cosa que tu me debes Hugo, es la democracia, pues chamo, yo no era profesional universitario, pero leía mucho y conocía lo que se hacía en otros países para gobernarlos, me dejaba asesorar y así, el 24 de marzo de 1831 fui electo como el primer presidente constitucional de Venezuela y con más porcentaje que tú, por 136 votos de los 158 sufragantes surgidos de las asambleas electorales.


En este primer gobierno, me tocó organizar el Estado con medidas administrativas en materia de impuestos, inmigración, liberalización del crédito, educación, orden público, y asuntos internacionales.

Me tocó difícil, hasta me tocó enfrentarme al Arzobispo de Caracas, nuestro paisano Ramón Ignacio Méndez y enfrentar el alzamiento de los locos generales José Tadeo Monagas y José Gregorio Monagas (el primero con el pretexto loco de restituir la Gran Colombia y el otro con la locura de la autonomía de un Estado Oriental), pues y no tuve que meterlos presos, ni matarlos, ni nada de eso, pude conciliar con ellos y resolver el problema.

Pues como yo no tenía control del CNE, ni del Tribunal Supremo de Justicia y mucho menos de la Asamblea Nacional, pues no pude reelegirme y así en 1835 tuve que entregar el poder a José María Vargas , como lo hace un demócrata y no me quise perpetuar en el poder como al parecer tu quieres hacerlo.

En 1838 fui legalmente electo para una segunda presidencia que asumí el 1 de febrero de 1839 y me ocupé de la educación, el crédito exterior, y el mono de deuda pública contraída por la antigua República de Colombia y para que no creas esa paja que te han dicho de que yo era enemigo de Bolívar, yo fui quien comencé a solicitarle a Colombia la posibilidad de retornar los restos mortales del Libertador y ponerlos en el Panteón del cual tu me sacaste. Así, sin chimbear resultados, ni infectar el REP, ni utilizar máquinas arregladas, en enero de 1843, entregué la presidencia de la república al general Carlos Soublette, eso como una demostración de que yo era un verdadero demócrata y que no tenía ni tuve odios contra nuestro Libertador, solo diferencias. Cónchale chico y tu no eres quien para quitarme lo bailao, para despojarme de mi lugar en la historia y fíjate que el 13 de julio de 1867, el gobierno de Venezuela me expidió el título que me acreditaba como "Ilustre Prócer de la independencia Suramericana".

Ahora Hugo no se porque tu me acusas de oligarca, de corrupto, de que me aproveché de los dineros públicos, de veras que eres un difamador. ¿Qué pretendías tu?, que luego de toda lo que yo luché en mi vida, de ser General en Jefe, presidente de este país por 3 veces, de darle realmente la independencia a los venezolanos y hasta luchar en la federación; ¿Qué después de todo eso muriera arruinado como un perro en la calle? Pues tienes que entender que aquí hubo haberes militares y que se nos permitió a todos los que nos jodimos en guerra desarrollar una pequeña fortuna. Tu y tu familia es el mejor ejemplo, ¿no has visto como viven ahora todos los que salieron de allá, de tu humilde casita de la avenida Carabobo de Sabaneta en Barinas?, ¿no les has visto las prendas de oro en sus manos y pies, en los carros que andan, en las casas que viven, como se visten, el ganado que tienen? Hugo, y vete tu mismo, el súper avión que te comprastes los helicópteros VIP que encargaste, tus relojes, tus gastos en trajes y zapatos multimillonarios, los viajes y lujosos hoteles donde llegas. Ves que eso es muy bueno, pues, no chico, lo que es bueno pa´l pavo es buena pa´ la pava. Además, ¿qué fortuna? Es que acaso tu ves que los Páez son los oligarcas de Venezuela, no, los Páez, están pelando, así como tu tienes a la gran mayoría de los venezolanos y eso porque yo no les dejé real. Así que no seas injusto, no les hagas creer eso a mis compatriotas.

Mira camará, no seas mal agradecido, no te perdono que tus jala mecates hayan blasfemado el sitio donde reposaba la casa de mi mujer Dominga Ortiz de Páez allá en la Calle Bolívar de la ciudad de Barinas, lugar donde construyeron una plaza con mi nombre y fue erigido mi busto, obra de un artista paisano tuyo. Pues, tus vándalos seguidores, esos ignorantes de este país quienes hambreados son los únicos que te pueden seguir, dañaron el busto y pintaron mi cara en azul y también quitaron todo el adorno de luces navideñas que había sido colocada en la misma, dejando a todos los vecinos del sector sin navidad, por tus ridiculeces.
Fue la única plaza en la ciudad a la cual no se adornó y lo más ridículo fue que ahora van a cambiarle el nombre a todo lo que te recuerde a mí, cuando la historia de Barinas es mi historia. Recuerda: ¡El que escupe hacia arriba le cae la saliva en la cara! No sigas sembrando odios, pariente, tu vas a salir de esa presidencia algún día, porque el poder es efímero, no te creas que vas a ser el nuevo Fidel de América, Venezuela no es una isla y a ti no te quiere la mayoría de los venezolanos.

Fíjate en mi, como después de todo lo que hice, algunos malagradecidos me metieron preso, me sacaron del país tres veces y tuve que ir a morir el 6 de mayo de 1873 en el olvido, lejos de la patria, en Nueva York, allá en eso que tu llamas el imperio, en los Estados Unidos.

Cónchale chamo y el país gastó un dineral para repatriar mis restos y sepultarlos en el Panteón Nacional, para que, por una puntada de rabo que te dio, tú me vengas a sacar y borrar casi 200 años de historia. No jile. Finalmente te recomiendo que "no le hagas a nadie lo que no te gustaría que te hagan a ti" porque vas a terminar peor que tu pana Hussein. ¡Caracha, negro!

Atentamente

José Antonio Páez.