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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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viernes, 23 de octubre de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, EL NUEVO TROFEO POLÍTICO,

El vuelo partió desde Aruba con un destino más allá del predestinado por  los conocedores de la aeronáutica, por un desenlace adusto como el de un equilibrista que tiene el infierno bajo su cuerda y el calabozo al final de ella. 

Cualquier juego de dados va a marcar un número signado por esa descomunal lógica judicial; caprichosa e imperturbable que sólo sirve para
aglutinar enemigos y no realmente culpables.

“Cualquier cosa que suceda, no quiero conflictos. Hay que marcar distancia con la violencia”, había dicho minutos antes, cuya misiva fue proyecta en una pantalla gigante apostada en la calle 72 de Maracaibo, a sabiendas de su sentencia a la especie de patíbulo carcelario derivado de un país sin ley, cuya justicia está a la intemperie y regida por estratagemas edificadas por patrones comunistas.

El cielo clareaba en una tarde para el olvido. El avión llegó cerca de las 5.00. Manuel Rosales llevaba ese día un pormenorizado itinerario, cuya principal meta era salir airoso para poder arribar a la tarima donde se encontraba su pueblo, con el cual no compartía desde hacía seis años por culpa de un destierro involuntario.

Ese día su destino era desafortunado y feroz. El aeropuerto La Chinita se encontraba atrincherado por funcionarios del Sebín, que no le darían tregua para cumplir con sus anhelos trazados. Se hizo acompañar por equipos periodísticos del canal internacional de noticias CNN y del diario regional La Verdad, como un cordón informativo ante posibles abusos que pudiesen generarse. Pero no hubo tregua ni tiempo para reaccionar, cuando un contingente del Sebín se apostó a las puertas del avión e hizo desembarcar a quien fuese candidato presidencial en Venezuela y quien ostenta a pesar de su exilio, un liderazgo sin parangón que moviliza masas con sólo pronunciar su nombre. Ahora tenía programada su celda de la degradación, por el vil pecado de no compartir una visión política de empobrecer al colectivo.

La imágenes captadas por el camarógrafo y el fotógrafo fueron forzadas a ser borradas por ese cuerpo de inteligencia gubernamental, que no media por el entendimiento sobre cuál puede ser el concepto de la equidad, ante el mero hecho de captar órdenes.

Hoy este gobierno tiene en sus vitrinas un nuevo preso político. La cuna de la libertad, hermoso remoquete que Venezuela ha llevado con orgullo un par de siglos, ufanada por gestar desde sus entrañas a la liberación continental con el aplomo de la valiente espada de un incansable Bolívar, colecciona ahora presos políticos como si fueran cromos de un cruento álbum de lo inhumano.

Probablemente hoy los personeros del gobierno reirán a mandíbula batiente en su conciliábulo de la ignominia. Quizá Rosales cayó ese día en las voraces fauces de una balanza judicial con inclinaciones hacia caprichos gubernamentales. Pero tal sacrificio acentúa el fin crucial de todos los esfuerzos, el cual es salir a sufragar este 6 de diciembre. Esos nuevos parlamentarios electos se ataviarán con la indumentaria de la liberación, permitiéndoles a López, Ledezma, Rosales y tantos otros que han reclamado por justicia verdadera, llenar sus pulmones con el aire diáfano de la libertad, para ensamblar el ladrillo primario del país que todos merecemos.

José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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miércoles, 7 de octubre de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY "A LAS TELECOMUNICACIONES SE LE FUERON LOS CABLES".

El fantasma del sarcasmo parece aturdirnos con una estrepitosa risotada, cuando los esquemas racionales tienden a dirigirse a una incompresible inversa. Suena burlesco recordar cómo decíamos en una cómica comparación de cantidad: “hay como arroz”. Hoy sería pecado mortal emitir tan impropia frase, pues este suplemento alimenticio yace perdido de los anaqueles comerciales y debe ser adquirido en fatigosas colas.

Ahora la frase “me estoy comiendo un cable” –relacionada a esa insoslayable necesidad económica y carencia de platos de comida en la mesa–, tiende a engrosar la lista de pronunciamientos inadecuados, pues entre las tantas epidemias delictivas se encuentra el robo furibundo de cableados de cualquier tipo, irrespetando la tranquilidad de una gran variedad de servicios.

Frente a una carencia casi absoluta de divisas, en la cual los costos de los productos importados son regidos bajo el espeluznante mercado paralelo, los delincuentes no han podido tener otra ocurrencia delictuosa que robarse los cables conductores de servicios como el telefónico y el internet. Pero lo más sorprendente no es la actuación de quienes se llevan lo ajeno, sino las respuestas contundentes de la empresa pública que presta estos servicios.

En días pasados de forma imprevista falló el internet. Nos comunicamos dos veces con la empresa telefónica nacional que proveía el servicio para instarlos a reparar la avería y nos respondieron que en 48 horas se subsanaría la falla. No pudimos realizar una tercera llamada, pues también nos quitaron el servicio telefónico, para no seguir causándoles mayores molestias.

Vamos en un rumbo desmedido hacia la desconexión tecnológica. Nos aplasta el infranqueable esquema del “no hay”, como si el primitivismo irrumpiera hacia la época del inicio del telégrafo y los correos a caballo.

Se prevé un fuerte deterioro de la industria de las telecomunicaciones por la falta de la moneda gringa. Las empresas del sector acumulan unos 700 millones de dólares en liquidaciones de divisas pendientes. Un ejemplo de
ello es ostentar con desconsuelo el tener la peor conexión a internet de toda Latinoamérica.

Resulta apreciable el menoscabo de las telecomunicaciones en el país, cuya calidad hace aguas cuando perdemos fácilmente la cobertura del móvil, ningún proveedor vende un *bam* para internet o la empresa de más usuarios de telefonía celular de Venezuela, advierte que no proveerá de este beneficio web a las nuevas líneas, además de acortar las llamadas
internacionales a sólo 10 países.

Aunque les duela a muchos la hegemonía imperialista del gigante norteño, sin dólares no hay inversión. Habrá que realizar un curso indio por correspondencia para la fabricación de señales de humo o amarrarle un hilo a los vasitos de cartón como en los tiempos de la infancia para lograr comunicarnos.

Entre los desinhibidos instintos de los choros y las dentelladas hambrientas de las iguanas, nos están dejando sin cables. Quizá la mejor excusa a esgrimir por el gobierno es que si no tienes energía eléctrica es innecesario contar con internet, pues ahora la costumbre es leer un buen libro a la luz de una vela.

José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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viernes, 2 de octubre de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, "EL POBRE PAÍS DE LAS MARAVILLAS".

Como el preludio mágico de una historia adaptada por el ingenio y la locuacidad de Walt Disney, les presentamos la nueva fábula dantesca de nuestra realidad nacional. Venezuela se erige como el más silvestre y humilde país de las maravillas. No porque se desprenda de la imaginación de algún insigne novelista como Lewis Carrol –quien relataba los avatares peculiares de Alicia y una serie de sinrazones encontrados en un mundo inusual–, sino porque nuestra nación está allanada de tantos subterfugios y situaciones grotescas, que pudiésemos sentir que atravesamos, no el espejo mágico relatado por este cuento, sino el espejo de la madrastra de Blanca Nieves.

Quizá en esta historia no se persiga con insistencia al conejo del tiempo como lo hacemos con un kilo de leche, el jabón o el papel higiénico. Ni tampoco se cuente con una reina de corazones que envíe a la guillotina de Ramo Verde a quien ose desmeritar a este abrumador sistema de carencias. Pero sí se convierte en el extravagante contraste de ver la realidad de un pasado anhelado frente a este advenedizo país, donde debemos gritar patria cuando nos propinan una golpiza mayúscula en los bolsillos, nos obligan a creer en independencia de los poderes y en una sarta de falsedades creídas sólo en el margen mental de un ignorante.
Ahora llevamos esa concepción de la reconocida obra de la literatura universal y la tan vista película infantil, pues cuando abrimos el grifo de nuestros baños y sólo salen suspiros de la deficiencia; se está en la paz del hogar y de improviso desfallece el fluido eléctrico o se va al supermercado y se observa la existencia de una extensa cola –obligada a realizar para la adquisición de cualquier insumo–; todos los venezolanos llegamos a exclamar casi con una decepcionante sorna y sarcasmo: “¡Qué maravilla! ¡Este país es una maravilla!”.
Claro, se genera un nuevo paradigma de vida. Antes uno se buscaba en una lista colocada en una pared para ver si se había aprobado un examen. Ahora debemos dirigirnos a un listado colgado en las puertas de los supermercados, para constatar si alguien utilizó tu número de cédula para bachaquear y has sido bloqueado para comprar productos básicos.
Lo sugestivo de tan robusto país de la ignominia es poder respirar climas y personajes novelescos. Entre ellos una andanada de científicos de la subsistencia, para palear la bonanza de las fallas. El último avezado estudio podría ser el enchufe de velón. Cuando se va la luz y el calor es extremo, podrá conectarse el ventilador a la llama de la velita. El problema es que no encuentran la manera de no llenar de cera el cableado del electrodoméstico.
Alicia tuvo la suerte de nacer en una comarca y época muy distinta a la nuestra. Tampoco contó con cadenas televisivas vociferadas para justificar los caprichos de un sistema que sólo reproduce pobres como en probeta. Pero la mayor de la suerte de aquella pequeña rubia de traje azul es que después recorrer un limbo de contradicciones, pudo despertar y sonreír de nuevo al mundo. Nosotros todavía nos encontramos a la espera para despertar de tan dolorosa pesadilla.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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jueves, 10 de septiembre de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, EL CURIOSO CASO DEL SOCIALISMO BRUTO,

Me considero un consecuente cinéfilo y asiduo televidente. Por momentos los noticieros sobre las medidas tomadas por este sistema sin entraña, se perciben como guiones de filmes de terror y espanto.

Hasta bufones empaquetados de cinismo saltan de la pantalla. La lectura la semana pasada por parte de Chaderton en pleno hemiciclo de la OEA, de un panfleto idiotizante y despótico, como discurso justificante de los atropellos fronterizos, me hizo pensar que más allá del alegato de la existencia de un contrabando de extracción, lo verdaderamente sustraído es la visión de humanismo, desconocida en totalidad por este gobierno.

Ver desfilar a tantas personar humildes llevando sus pocos enseres como carga humillante de un capricho gubernamental, al ser despojados del respeto ciudadano y lanzados con una sonora patada al charco de la incertidumbre, desarticulando familias y desvinculándonos como nación que siempre acogió al inmigrante, deja al más incrédulo con el peculiar sabor de la indignación.

Se habla que el eco de la medida de estado de excepción y la deportación de pobres colombianos ha repercutido, no sólo en el aumento del nacionalismo en el vecino país y en la solidaridad con sus conciudadanos, sino en la huída casi sistemática de más de 15 mil neogranadinos para no recibir el funesto mensaje de salir abruptamente de nuestra nación.

Observar el alarmante baile de la pareja presidencial por cadena de televisión nacional, mientras más de mil humildes colombianos hacían de tripas corazón y eran sacados a la fuerza como delincuentes, me generó estupor, consternación y rabia por el uso de mi amada Venezuela como gallardete de la desvergüenza.

El paisaje de colas humanas en el umbral de los supermercados proseguirá, mientras la escasez cobrará fuerza cuando llegue a las puertas del último trimestre del año.

Este éxodo colombiano separa a decenas de familias, violando cualquier tratado internacional. Todavía no he visto a ningún supuesto paramilitar vociferar su angustia por ser capturado, aunque por otro lado los miembros de la guerrilla deambulan a sus anchas por nuestro territorio desde hace varios años, ante la mirada complaciente del alto mando del gobierno.

Afirmar que esta acción reblandecerá la situación nacional y tendremos una nación menos agobiada por la calamitosa política del caos del socialismo, sería como decir que tomar sopa de letras a diario ampliará nuestro vocabulario.

Nada está claro en esta nueva ocurrencia gubernamental. Nada entretenida resulta la película de país proyectada en los medios. La medida debe tener de cabeza a los más avezados relacionistas públicos del Ejecutivo, pues se restará un masivo número de votos colombianos nacionalizados a la contienda electoral de diciembre.

Este entuerto programado parece un thriller de los más confuso, pues si el parapeto de Guyana no generó ni un suspiro en el chavismo, mucho menos el maltrato xenofóbico puede alentar a que pueda seguir apostando por un régimen sin valores ni principios. Probablemente pronto se cambiará la película nacional.

José Luis Zambrano Padauy*
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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viernes, 4 de septiembre de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, "SE APAGA EL BOMBILLO DE LAS IDEAS".

Las naciones se gestan con la suculenta iniciativa de la educación, concebida bajo el paradigma de lo correcto y la rica exuberancia de la historia. Los estudiantes deben estar embadurnados más allá de la común suciedad de los lápices, sacapuntas y borradores, de un hálito de tranquilidad para emprender sus reflexivas de lo aprendido.

La realidad se desprende de otra manera. Pareciera que a todos los venezolanos nos dirigiesen al deplorable rincón de los indisciplinados de un salón de clases. Cual si fuese una coronación de la impotencia, a la hermosa acción de aprender, le han ajustado unas orejas de burro o un gorro cónico, sentándola en un taburete de espaldas al auditorio.

El deterioro de nuestro sistema educativo es ostensible y lo único que progresa son las cifras de educadores tomando la determinación de abandonar las aulas académicas, para emprender el arriesgado viaje hacia otras labores para un mejor sustento o, como en una nación en guerra, dirigirse a otro país para desarrollar su profesión doctrinal.

Hace unas semanas observaba con avidez un programa de entrevistas por un canal de televisión nacional, en el cual un joven “pro” proceso revolucionario, vomitaba cifras de la existencia de un mayor número de niños y jóvenes estudiando, haciendo comparativas con años de la llamada cuarta república. No seguí escuchando su agónico discurso y cambié de canal, a sabiendas que tales cifras eran engordadas con la desfachatez de la demagogia y con la lógica de un mayor número poblacional, incrementado en casi 17 años de involución.

Eso sí, desconocemos cuáles son las actuales cifras de escasez e inflación, pues desde hace tiempo no son emitidas por el BCV, ya que nadie creería cualquier manipulación e inventiva, al ser edificadas diariamente con el sudor y sufrimiento de millones de ciudadanos, a quienes el sueldo sólo les alcanza para entender que su calidad de vida es injusta.

Estamos en los albores de un paro nacional académico. Las universidades públicas en el pasado no eran elitescas por la clase social de sus estudiantes, sino por el privilegio de recibir una educación a la altura. Hoy los sueldos de sus profesores no recompensan su desarrollo investigativo y de conocimiento, ocupando los linderos del salario mínimo, además de prevalecer un deplorable presupuesto en estas casas de estudio.

A la hora de blandir un cuaderno y un lápiz, se agota el paupérrimo discurso de estar inmersos en una bélica economía o el pregonar cualquier subterfugio político, pues la directriz es forjar seres racionales y capacitados para caerle a trompadas a la ignorancia y ser constructores de una paz organizada con el saber de las ideas.

Requerimos de una educación rebosante en salud. Debemos defenestrar esa política de odio a nuestro pasado y de adoctrinamiento en misiones. La premisa es abrirnos al conocimiento como lo hacia el ocurrente Petete cuando abría su añoso, sugestivo y voluminoso libro, para otorgarnos gotas de sabiduría, tan necesarias en estos tiempos de cólera psicológica.

José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571*

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viernes, 28 de agosto de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, CÓMO SE ORDEÑA UNA VACA FLACA,

No sé si empezar esta reflexiva tarareando la tonada del cabestrero o sentarme a ordeñar mis ideas sobre esta vida insufrible sin los bovinos. Lo cierto es que los libros y discursos de autoayuda nos estimulan a lanzar de bruces por el precipicio a esa vaca grotesca, causante de la falta de aspiraciones y vicios existenciales.

Para los venezolanos ya la culpa no es de la vaca, sino de la carencia de ella, en vista que su evidente adelgazamiento, no sólo se vislumbra en las cifras de una degollada macroeconomía, sino en las posibilidades de su adquisición por nuestro tan menguado presupuesto.

Su excesiva esbeltez trastoca, además de la imagen metafórica de poca prosperidad, una ausencia evidente en las vitrinas cárnicas. Estamos marcando nuestro ganado alimenticio con el desventurado sello de la
inflación.

Nuestros padres pueden sentarse a contarnos con añoranza, cómo aquellos abundantes años de nacionalización petrolera son recordados como la época de oro de la economía venezolana, no por haber sido manejada con la suficiente astucia, sino porque había de todo para quienes con conciencia deseaban acceder a un variado sustento y a una coherente calidad de vida.

Pero hoy las vacas evidencian una sobredosis de gimnasio socialista. Su delgadez mantiene al país en una encrucijada, pues se deshizo el aparato
productivo, la demanda sobrepasa a la oferta y tampoco se cuenta con dólares para la importación. Semanalmente observamos aumentos de precios de todos los productos, con el espanto de la hiperinflación asustando al más valiente.

Tan famélicas vacas sólo se convierten en el monumento perfecto a la insensatez. La economía nacional tiene agria la leche derramada. Bueno, ni hablemos de la ausencia láctea, pues he visto llorar a madres por no poder comprar el vital alimento de su niño recién nacido o de las monumentales tánganas suscitadas en las colas de los mercados por una bolsa de leche en polvo.

El Fondo Monetario Internacional estima que la economía de Venezuela registrará la mayor contracción de la región, al ubicarla en 7% al cierre de 2015. Muchos versados analistas auguran una inflación más allá del 200 por ciento. Creo que hasta el terné de la Vaca Mariposa está pasando
angustias en esta desolada realidad nacional.

Ese becerro macroeconómico macilento y desencajado, con las carnes flácidas está atosigando al más pintado. Creo que nuestra economía padece la enfermedad de la *vaca loca*, con ese incoherente método de empobrecer a la nación para perpetuar el sistema socialista en el poder.

Terminaremos por asumir la misma posición de los hindúes de casi adoración y deidad de estos rumiantes. Nuestra vaca no es sagrada, sino golpeada. Anhelamos esa vaca de la bonanza, no esta frágil, enfermiza y prosaica vaca deslechada, que no se parece a cualquiera, la leche condensada no se consigue y está muy salada. Probablemente pertenezca a una hacienda expropiada y ahora improductiva.

José Luis Zambrano Padauy*
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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miércoles, 12 de agosto de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, EL SUPERMERCADO DE TRUCUTÚ

Quizá no observemos el grotesco volar de Pterosaurios sobre rupestres y rocosas montañas o al rústico cavernícola dándole con el mazo por la cabeza a su amada para demostrarle su amor. No vamos tan atrás, aunque el retroceso va en furibunda marcha. A lo mejor el Neolítico o Edad de Piedra con la capacidad de producción incipiente, se parece un tanto a la economía de subsistencia evidenciada en el país, cuando los movimientos monetarios no son trascendentes –tal vez porque nuestra moneda tiene palidez mortuoria–, sino la consecución de determinados productos.

Estamos inmersos sin poderlo evitar, en la tan extraña economía del trueque. Los insumos se cotizan en el mercado, bajo los niveles de dificultad de obtención. Y sí, deviene de una violencia casi prehistórica observada en supermercados y centros de expendio de productos de primera necesidad. Allí germina el esfuerzo para la adquisición. Entonces se enarbola el importe de cada producto por este raro baremo, en una compraventa del insumo que va más allá de costo primario.
Esta realidad ha permitido ampliar las relaciones sociales de los venezolanos. Hacemos llamadas a familiares, amigos y conocidos para consultarles sobre qué han obtenido en ese deambular por los mercados. Mi esposa recientemente intercambió papel higiénico por toallas sanitarias. También otros rubros como los medicamentos experimentan esta loca patología nacional.
Según los conocedores de este fenómeno, en la historia resulta habitual que el trueque recobre importancia en épocas de crisis económica, principalmente en casos de hiperinflación, pues el dinero pierde en gran medida su valor. Actualmente, un bolívar fuerte representa 0,0014 centavos de dólar a la tasa del mercado paralelo, careciendo sobremanera de poder ante el desbarajuste de este extravagante sistema de intercambio de productos.
Al traste con los costos de producción. Eso ya no cuenta, pues son los ciudadanos quienes establecen su valor por los golpes, insolaciones, insultos y horas de cola para comprarlos. Es preferible apelar a esta alternativa comercial y perfilar una especie de permuta taxonómica, a ver fallecer a un familiar por no lograr obtener un determinado medicamento.
Pero si el trueque se vuelve inoperante, pues tendremos que sucumbir al inhumano mundo de la especulación, en el cual un jabón de baño de 13 bolívares puede costarnos hasta 150, con tal y no terminar oliendo a cavernícola por no lograr ducharnos.
Quién se puede imaginar a Pedro Picapiedra vociferándole a Vilma porque no tiene brontosaurios para la cena. O tal vez captar a un Tiranosaurio Rex gimoteando en una esquina, porque aquí ni carne ni verduras se consiguen. 
Esta es la cruenta realidad en una nación que tiene las mayores reservas de petróleo del planeta (por ciento, combustible fósil proveniente de restos de dinosaurios y otras especies), pero contamos con una economía primitiva, en la cual ni Trucutú se sentiría de beneplácito. 
El mejor trueque a experimentar es el de intercambiar este país mancillado por el comunismo, por ese por el cual Bolívar dio su vida.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
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jueves, 6 de agosto de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, EL LLANTO DE UNA MALETA TRICOLOR

Después de tantas cavilaciones, humillaciones ciudadanas y la vasta cuenta de acciones delictivas en su haber, tantos y tantos venezolanos vienen tomando la decisión más contundente de sus vidas, como lo es el llevar la complicada medalla de extranjero.

Cómo cambió el paradigma del país de los brazos abiertos, a uno de los territorios del mundo que genera el mayor número de emigrantes. Las cifras son alarmantes. Dos de cada tres jóvenes desean irse de la otrora opulenta nación. Cuándo se batieron en duelo los valores y costumbres, para erigir este parapeto emocional de huir despavoridos, cual prófugos de guerra. Las razones sociales, económicas y políticas son evidentes.
Lanzamos casi a trompicones nuestras particulares expresiones, modismos, hábitos, tradiciones tan amadas y hasta los ideales más combatidos, para recibir el señalamiento del tenso dedo de la discriminación en otra patria. Pero el nivel de tolerancia ha llegado al límite. No hay calidad de vida en la tierra donde vio la luz de la vida el Libertador. Ya es perogrullada enumerar a las colas, delincuencia, escasez y misérrimo sueldo, sin contar la inquietante siembra de división y odio, como los causales de este éxodo.
Ya parece no importar el calarse así sea en estrechez, la desmeritante indumentaria de “lo que sea” para sobrevivir en el subyugante mundo de lo impropio. Trabajar de limpia pisos, niñera o de constructor pasa a la acera de lo cotidiano cuando nos convertimos en forasteros.
Lo más chinesco es que los estratos medios y profesionales son los inmigrantes, pues ven con pesadumbre un título ajustado al salario mínimo o sin localidades laborales. Más de 13 mil médicos han tornado su mirada hacia otras latitudes en los últimos años. Este socialismo enmascarado de equidad nos hace sentir como fugitivos.
Sacudirse el polvo de la nostalgia y borrar las pisadas andadas para crear una nueva historia no es una tarea sencilla. El shock cultural sobrepasa las proporciones pensadas, cuyo impacto atronador hace mella en el amor propio. Pero muchos desean llenar sus maletas con un mejor destino y se despiden de sus familias, amistades y hasta de sus propios razonamientos, para allanar la senda del riesgo.
La delincuencia está como amparada y parece llenar todas las parcelas de lo infrahumano en Venezuela. La vida se convierte en un adorno de estantería, la cual se hace añicos y sólo engrosa los pesados libros fúnebres. De ahí parte la complicada determinación de empezar de cero. De sortear la recurrencia de la memoria y afrontar el vuelo hacia la incertidumbre.
Pero la esperanza asume su turno en esta apuesta por el rescate de nuestro país. Es preferible escribir desde la abierta, franca y riesgosa explanada de mi amado terruño, a desertar en la lucha por este paraíso maltratado. 
La bomba de tiempo está sonando y nuestro voto tendrá quilates el 6 de diciembre. Sólo nosotros podremos enderezar el camino de los ladrillos amarillos, que tendrá rojo y azul en convivencia, para que brillen las estrellas.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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viernes, 31 de julio de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, EL CIRCO DE LAS INHABILITACIONES

Bienvenidos todos al gran circo nacional. Pasen todos que la función está por comenzar. Tenemos payasos a granel y un espectáculo burlesco sin igual. Los grandes malabaristas saltan al ruedo, para hacer alcanzar una quincena paupérrima, la peor del continente, haciendo equilibrio en la delegada cuerda de la inflación abrumadora. El éxito en taquilla es descollante, pues imperan las colas y colas para entrar a este majestuoso evento de la desazón y la angustia.
Pero la escena está servida para el más sorprendente show de la desvergüenza y el cinismo a destajo. Empieza el desfile de los inhabilitados. Todos en el palco, atenazados a sus asientos, ven como Rosales, Scarano, Ceballos, Machado y Pérez recorren la platea con el único pecado de ser probables victoriosos en las futuras elecciones parlamentarias. La paleta de colores es sólo azul. Esas equis no son asestadas a ningún rojo, pues el gran martillo contralor sólo ajusticia a su conveniencia. La voz del pueblo está afónica.
Esta extenuante función de circo ya es harta conocida, aunque varíen los estilos y la programación. El artilugio es que las cifras y encuestas no cuadran, por lo cual deben eliminar a muchos de los más populares y emocionales del cuadro candidatural. Ya no importa si el pueblo maneja lógica deductiva o se pregunta por qué en esta ruleta siempre sale el mismo número. Las leyes se manejan como antojos de medianoche y sólo trazan espirales que llegan al mismo punto: sobrevivir con cualquier pantomima, pero sobrevivir.
La realidad es que existe un país que se desploma a grandes pedazos, ante un sismo económico que le hace romper la crisma al más erudito. Los billetes son como papelillos inservibles que se lanzan al aire en este acto circense. Venezuela ocupa el primer lugar del mundo en tener el billete de mayor denominación –el tan limitado de100 bolívares–, con menor poder adquisitivo, ante la renuencia del Banco Central de editar el de 500.
Nos ahogamos en un circo invertido. Arguyen con descaro que se respetan los derechos humanos, mientras debemos colocar las cabezas en las fauces del león y nadie nos enseñó a ser domadores. Nosotros permanecemos enjaulados y los animales andan sueltos, haciendo de las suyas. Las focas aplauden en el parlamento y el bufón mayor arremete como el mandamás de la escaramuza.
El gran mago de la economía desaparece nuestra quincena ante nuestros ojos estupefactos y apenas unas bolsitas de productos se anidan en nuestras manos. Sale el elefante blanco pletórico de adulaciones, aunque sus vocablos sea el mismo plato aburrido, vociferado en los medios. También el gran mono deudor, proveniente de China, Rusia y hasta Irán, hace maromas para caer desplomado en la insufrible, desfalleciente y alocada economía venezolana.
El mejor acto lo viviremos el 6 de diciembre. Pese a que tapien las vías con desafueros, arbitrariedades y abusos de poder, la misión es salir a sufragar en los comicios para elegir a nuestros diputados en la AN. Ese es nuestro objetivo.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
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viernes, 24 de julio de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, SE BUSCA SHERIFF PARA UN PAÍS

No hace falta que irrumpa repentinamente en la entrada, con revolver en cinto, mientras bolas de estambres ruedan al compás del polvo sacudido por el viento brumoso. Ni que a galope intempestivo se dirija a detener una revuelta en la cantina o se bata en duelo con un buscado malhechor. Nadie exige que brille su placa en forma de estrella o escolte la diligencia que lleva nuestros sueños más anhelados por una patria justa y decente. Sólo aspiramos a que asiente la imperante y descomunal delincuencia, apacigüe la inoperancia gubernamental, el despilfarro burocrático y acribille con ideas las estrategias para la planificación macroeconómica.
Requerimos un sheriff que tenga su cárcel presta para acallar las espasmódicas cifras de homicidios –las cuales en 2014 llegaron a 24.980 fallecidos y una tasa de 82 muertes violentas por cada 100 mil habitantes–, impulsando acciones concretas para apaciguar el instinto asesino y edificar correccionales que proporcionen un deseo reformatorio de sus reos.
Pero nada se vislumbra. La impunidad deambula a sus anchas y todos salimos temerosos a las calles de que, al doblar la esquina, seamos apuntados en la sien para despojarnos de los insignificantes recursos de nuestra cartera. Nadie se salva a esta andanada delincuencial. Los diarios nacionales empalman titulares asombrosos, con policías y hasta escoltas de altos funcionarios del gobierno, acribillados y ultimados como si fuera epidemia.
¿Dónde está el alguacil que ponga coto a tan pavoroso panorama? El cumplimiento de las leyes se hace a la inversa, mientras las instituciones regentes y garantes del equilibrio de nuestra sociedad, se hacen de la vista gorda y con sus genuflexiones, perfilan sus dictámenes hacia el ámbito político y no por la vía de la equidad.
Parece que coexistimos en un western grotesco a lo John Wayne o Clint Eastwood. La situación es tal, que nos tocará andar a caballo o, en todo caso, en burros y mulas, porque ni repuestos se consiguen para reparar los vehículos, mientras permanecen desoladas las concesionarias.
Urgía que el veloz tren, contentivo de valiosos lingotes de oro, siguiese su rumbo como estandarte de reservas y no saqueado por bandoleros encapuchados, que sólo quieren empeñarlos y emplearlos para aumentar sus riquezas.
Estamos cansados de vivir en un pueblo sin ley, donde aparecen muertos descampados, ante un absorto cotidianismo delictivo. No pedimos que sentencien a la horca en cualquier arbolillo a los delincuentes de oficio, pero si existiese “El bueno, el feo y el malo”, como en aquel film de 1968, sea el primero quien salga airoso para que se invierta el dinero en prosperidad.
Sólo aspiramos con esperanza, el resurgir de una nación. El viejo reloj del pueblo sigue su curso y en diciembre tendremos la oportunidad de empezar a civilizar a este pueblo fantasma y sacarlo del viejo oeste, para sembrar el valioso petróleo y motorizar la economía.
José Luis
Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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miércoles, 15 de julio de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, ENAMORADO DE LOS VERDES

Somos una sociedad que trata exponencialmente de ser espiritual y de amoldarnos al accionar correcto. Pero el humanismo parece petrificado en el bolsillo, cuando se sale al mercado a adquirir los productos. La inflación, cual arma letal, sale disparada diariamente, sin visillos de lograrse un muro de contención.

Más allá de insuflarme de trovador empedernido, me amoldo a la frase de ese insigne poeta, Federico García Lorca, cuando en su romance esgrimía su comparativa amorosa sobre los sentimientos y un color: “Verde que te quiero verde”. Me ajusticio en contar en este momento con una contagiosa debilidad por esa pictórica inspiración; ahora señalo a la tonalidad y gama del verde como mi nueva predilección.
No, no son inclinaciones ambientalistas, ni soporíferos disgustos por una fuerza armada desarticulada y con un accionar hacia otros ámbitos. Tampoco hablo de toldas políticas o de las paredes mohosas de baños públicos. Este verde viene de otras latitudes y, pese a dominar todos los ámbitos económicos de Venezuela, se ha vuelto inalcanzable.
Sí, me refiero a esta sarta de presidentes norteamericanos enmarcados en un valioso rectángulo de papel, que su consecución tiene de cabeza a medio planeta. El dólar toma los predios del país como dominador hegemónico, pero alejado de la población. Triste es ver que a la representación monetaria de nuestro ilustre Libertador, lo han vilipendiado en el ámbito fiscal y de intercambio, burlado en la frontera por el peso y con un debilitamiento causante de fenómenos como el bachaqueo y el contrabando.
¿Se puede hablar de una Venezuela dolarizada? Estaríamos como el perro de Ricky Ricón, que tiene el dólar sólo de nombre. Nuestras desoladas carteras carecen de él, pero los precios de los inmuebles, vehículos y hasta artículos de primera necesidad tienen el rótulo enmarcado en dorado y, en este caso, en el valioso verde gringo.
Ahora los más eruditos economistas, con estimaciones financieras en mano y con el rostro subido de un tono verde enfermizo, espetan cifras según sus previsiones y reflexivas macroeconómicas, augurando para 2015 un cierre inflacionario entre 150 y 200 por ciento, llevando a nuestra nación a ser la cabeza y contar con el liderazgo supremo del país con mayor inflación del mundo.
Pero ante tan nefasto y dantesco escenario, entonado con una moralidad en escombros y una sinfonía de las angustias, apelo a una verde esperanza para luchar por una patria nueva.
La tarea es sortear vericuetos y profundizar en la convicción que desmarañar tal situación depende de la unión nacional, pese a que el dólar esté en los bolsillos de unos pocos y haya escalado desmesuradamente en el mercado negro –que también debería ser verde– , hasta el punto de incrementarse en casi 2.000 por ciento en poco más de dos años.
En nuestras manos está el abolir la política del billete norteamericano o, por lo menos, domesticarlo hacia una economía saludable. Mientras nuestro poder adquisitivo sea el peor de toda América, sólo nos quedará ver como en vitrina, a estos dolaritos cabalgando como saeta, perdiéndose en el horizonte con el llanero solitario.

José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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