Me
considero un consecuente cinéfilo y asiduo televidente. Por momentos los noticieros
sobre las medidas tomadas por este sistema sin entraña, se perciben
como guiones de filmes de terror y espanto.
Hasta
bufones empaquetados de cinismo saltan de la pantalla. La lectura la semana
pasada por parte de Chaderton en pleno hemiciclo de la OEA, de un panfleto
idiotizante y despótico, como discurso justificante de los atropellos
fronterizos, me hizo pensar que más allá del alegato de la existencia
de un contrabando de extracción, lo verdaderamente sustraído es la visión de
humanismo, desconocida en totalidad por este gobierno.
Ver
desfilar a tantas personar humildes llevando sus pocos enseres como carga
humillante de un capricho gubernamental, al ser despojados del respeto
ciudadano y lanzados con una sonora patada al charco de la incertidumbre,
desarticulando familias y desvinculándonos como nación que siempre acogió al
inmigrante, deja al más incrédulo con el peculiar sabor de la indignación.
Se
habla que el eco de la medida de estado de excepción y la deportación de pobres
colombianos ha repercutido, no sólo en el aumento del nacionalismo en el vecino
país y en la solidaridad con sus conciudadanos, sino en la huída casi
sistemática de más de 15 mil neogranadinos para no recibir el funesto mensaje
de salir abruptamente de nuestra nación.
Observar
el alarmante baile de la pareja presidencial por cadena de televisión
nacional, mientras más de mil humildes colombianos hacían de tripas
corazón y eran sacados a la fuerza como delincuentes, me generó estupor,
consternación y rabia por el uso de mi amada Venezuela como gallardete
de la desvergüenza.
El
paisaje de colas humanas en el umbral de los supermercados proseguirá, mientras
la escasez cobrará fuerza cuando llegue a las puertas del último trimestre del
año.
Este
éxodo colombiano separa a decenas de familias, violando cualquier tratado
internacional. Todavía no he visto a ningún supuesto paramilitar vociferar
su angustia por ser capturado, aunque por otro lado los miembros de la
guerrilla deambulan a sus anchas por nuestro territorio desde hace varios
años, ante la mirada complaciente del alto mando del gobierno.
Afirmar
que esta acción reblandecerá la situación nacional y tendremos una nación menos
agobiada por la calamitosa política del caos del socialismo, sería como decir
que tomar sopa de letras a diario ampliará nuestro vocabulario.
Nada
está claro en esta nueva ocurrencia gubernamental. Nada entretenida resulta la
película de país proyectada en los medios. La medida debe tener de cabeza a los
más avezados relacionistas públicos del Ejecutivo, pues se restará un masivo
número de votos colombianos nacionalizados a la contienda electoral de
diciembre.
Este
entuerto programado parece un thriller de los más confuso, pues si el parapeto
de Guyana no generó ni un suspiro en el chavismo, mucho menos el maltrato
xenofóbico puede alentar a que pueda seguir apostando por un régimen sin
valores ni principios. Probablemente pronto se cambiará la película nacional.
José
Luis Zambrano Padauy*
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
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