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miércoles, 7 de octubre de 2015

GERMÁN GIL RICO, EL CONFLICTO COMO GLOBO DE ENSAYO

Los gobernantes totalitarios cultivan la conflictividad interna y externa. Es su razón de ser y, en buena medida, garantía de perdurabilidad. Hitler la cultivó a placer desde su clamoroso acenso al poder. Con su aquiescencia se programó e incendió el Reichstag el 27-02-1933, millares los actos vandálicos contra la disidencia, estimuló el odio y la discriminación racial. Amedrentó al pueblo alemán con el propósito de cohesionarlo en torno suyo, a su proyecto de dominación mundial y a su permanencia ilímite en el poder.

Algo parecido, salvando espacio, tiempo y “condiciones objetivas”, comenzamos a vivir los venezolanos a partir de 1999. En correspondencia con la conducta de tales especímenes, el finado Comandante  en Jefe Hugo Chávez Frías, inició su andadura política por la trocha del golpe de Estado. Derrotado, como lo fue su inspirador en Munich, una vez sobreseída su causa criminal, optó por incursionar en la lucha cívica e intentar la toma del poder mediante el voto popular, aupado y financiado por fementidos demócratas (agazapados militaristas) creyendo que serían el poder detrás del trono. Les “salió un monstruo a gatas”.
A lo largo de su campaña electoral magnificó los tropiezos económico-financieros del momento, resultante del elevado endeudamiento externo, que incidió en la acumulación de necesidades de los marginados y en la postergación de las soluciones, unidos a la abrupta caída de los precios del petróleo y el consecuencial derrumbe de los ingresos fiscales. Fue inescapable la aplicación de un programa de reajuste del gasto público que, a pesar de las compensaciones previstas y débilmente publicitadas, generó profundo malestar social. Sin embargo, el formidable impulso dado en 40 años de gobiernos democráticos al desarrollo armónico, tendente a la liberación de la mono producción, proporcionaba sólida base para superar la dificultad y lograr aceptables niveles de crecimiento. Pero esa posibilidad no la contemplaba el redomado felón.
En el período preelectoral y aún en su condición de Presidente de la República, sus discursos estuvieron plagados de insultos a cuantos se le opusieran, así como de amenazas como la de “freír las cabezas de adecos y copeyanos”, puntales de la democracia que le había permitido cobrar tan alto vuelo. Como el “enemigo” interno era su propia ignorancia, los inventó en el exterior. Abundaron y persisten las denuncias de conspiraciones para la liquidación del Socialismo del Siglo XXI, incluido el asesinato de sus líderes, empezando por el Presidente de la República.
Por esa vía se continúa persiguiendo y encarcelando a opositores; se hostigan los medios de comunicación hasta el estrangulamiento financiero, para luego adquiridos, con dineros de oscura procedencia, por grupos afines a la neo-dictadura castro-chavista; se infiltra, sabotea y reprime cualquier acto masivo convocado por la oposición o de quienes protestan en las colas esperando  “a ver si llega” algún productos de primera necesidad. Y en esa inútil pretensión de acobardar al ciudadano, el ilegítimo Presidente designado por el dedo de un moribundo, cual Hitler redivivo, pretende aglutinar en torno suyo la voluntad de la Nación, insolando las relaciones con Colombia y haciendo bullir las aguas del Caribe compartidas con Guyana.
El conflicto con Guyana responsabilizando exclusivamente a la Exxon, no es más que el ocultamiento del delito de traición a la Patria cometido por Chávez y su claque que cohonestó la dejación de nuestro derecho sobre el Esequibo. Y lo ocurrido en la “raya” con Colombia, no puede asombrar. ¿Qué esperar de amorales? Permitieron el poblamiento de la frontera por indocumentados, a cambio de votos. Ahora los deportan como abyectos criminales, sin “derecho a pataleo”. Son tropelías inspiradas en las cometidas  por Hitler en Checoeslovaquia. Globos de ensayo “para ver qué  pasa”.  
Pero cuidado. “El que da y quita el diablo lo visita” Los guyaneses, quiérase que no, son Albión y las Malvinas un espejo. Y los colombianos, maltratados y deportados sin fórmula de juicio, son venezolanos cedulados por orden de Hugo Chávez. Seguro vendrán ¿por dónde? Y a votar ¿por quién? Sólo ellos deben saberlo.
German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico

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domingo, 16 de agosto de 2015

FERNANDO MIRES, EL ESCÁNDALO DEL TOTALITARISMO, ALTA POLÍTICA, ROBESPIERRE - HITLER - STALIN – GUEVARA, DESDE ALEMANIA

“Hay una relación entre un Robespierre, contemplando como en nombre de La Revolución, rodaban las cabezas de sus adversarios, con el Holocausto, hitleriano y el Gulag estalinista e incluso, con un Ernesto Che Guevara en La Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, haciendo volar –también en nombre de La Revolución- la tapa de los sesos de los suplicantes prisioneros.”

Cuando Hannah Arendt* publicó en 1951 su libro Los orígenes del Totalitarismo las izquierdas europeas guardaron un escandaloso silencio. No es que el libro hubiese pasado desapercibido. Todo lo contrario. Las editoriales hicieron un buen negocio. La rigurosidad intelectual, el estilo preciso y lo novedoso de sus tesis despertaron interés en círculos académicos. No así en los políticos. ¿En donde residía el escándalo? Para muchos en el hecho de que Hannah Arendt comparaba al régimen estaliniano con el nazismo.


Salvo una u otra excepción como Raymond Aron o Albert Camus, para la gran mayoría de la clase intelectual europea, la URSS, pese a sus dantescos campos de exterminio, era la depositaria de ideales sublimes nacidos en Occidente, territorio de experimentación de las ideas del intelectual más portentoso que había producido Europa después de Hegel: Karl Marx. Y no por último, la URSS era, según “los maestros pensadores”, una formación económica-social superior al orden capitalista en el proceso “irreversible” de la evolución histórica.

Por si fuera poco, Hannah Arendt dio a conocer su libro durante un periodo en el cual todavía la URSS conservaba la bien ganada imagen de “baluarte en contra del fascismo mundial”. Aunque después reiteró Arendt que bajo Kruschev y Brezhnev la URSS si bien dictatorial ya no era totalitaria –diferencia que todavía muchos politólogos no entienden- su libro no coincidía con la imagen de “la heroica URSS” de la Segunda Guerra Mundial.

Solo después de que en 1989 fuera derribado el muro de Berlín, el libro de Arendt pudo aparecer en los salones de la política. Hoy casi todos los comentaristas, incluso los que no lo han leído, lo citan.

Doce años después de los Orígenes publicó Arendt otro de sus clásicos: Sobre la Revolución. El éxito político fue esta vez mayor. En momentos en los cuales el mundo parecía estar revolucionado desde Vietnam a Cuba, aparecía un libro explicando el génesis y el sentido del concepto revolución.

Sobre la Revolución

Aunque el libro está centrado en la comparación de las revolución norteamericana de 1776 y la francesa de 1789, muchos intelectuales de izquierda creyeron encontrar en él una fuente teórica de inspiración. A pocos se les ocurrió que entre el libro de 1951 y el de 1963 podía haber un nexo. Si se hubieran dado cuenta habrían percibido que Sobre la Revolución era desde el punto de vista político aún más escandaloso que el libro sobre el totalitarismo. Mientras el primer libro se ocupaba del “fenómeno” totalitario, el segundo nos dio a conocer a su matriz. Esa matriz se encuentra –en ese punto escribía Arendt en plena sintonía con el pensamiento de Alexis de Tocqueville- en los tópicos más radicales de la revolución francesa, algunos de los cuales cristalizarían en el bolchevismo y en el nacional-socialismo.

Comparando a la revolución norteamericana con la francesa descubrió Arendt que mientras la primera solo intentó cambiar un orden político, la segunda nació conteniendo la patología representada por un enemigo meta-histórico. Y bien, ese es precisamente el punto que une a la revolución jacobina con la bolchevique y con la fascista. Mientras la norteamericana fue una revolución que tuvo lugar en un marco histórico determinado, las que le siguieron nacieron con el objetivo de derrotar a enemigos “universales”.

Los jacobinos soñaban con la destrucción del “antiguo régimen”. Los bolcheviques con el fin del capitalismo. Los nazis con el fin del judaísmo. Las tres configuraban a un Enemigo Total frente al cual no cabían concesiones.

En cierto modo Sobre la Revolución ilumina el sentido explícito de los Orígenes. A través de sus páginas se entiende como la relación establecida en los Orígenes entre bolchevismo y nazismo era para Arendt algo más que una comparación o una analogía. Esa relación era, sobre todo, una unidad, un mismo fenómeno expresado en dos formas diferentes, o para decirlo en términos conocidos: se trataba de dos cabezas de una misma hidra.

La hidra había nacido en Francia. Su nombre era La Revolución, no una revolución con minúscula sino La Revolución con mayúscula, vale decir, un proyecto histórico destinado a cambiarlo todo.

La destitución del monarca fue para los jacobinos –así observaría Claude Lefort después de Hannah Arendt- solo un medio para alcanzar la totalidad de un cambio histórico de carácter universal. Y para cambiarlo todo era necesario totalizarlo todo. Eso significa que el periodo de El Terror implantado por Robespierre no era un fin en sí sino el medio del que se valía “la historia” para alcanzar la reconciliación definitiva de la humanidad consigo misma.

Hay pues una relación entre un Maximiliano Robespierre asomado en los balcones de las Tullerías, contemplando como en nombre de La Revolución rodaban las cabezas de sus adversarios, con el Holocausto, hitleriano y el Gulag estalinista e incluso, con un Ernesto Che Guevara en La Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, haciendo volar –también en nombre de La Revolución- la tapa de los sesos de los suplicantes prisioneros.

Hubo por cierto dictaduras que pese a su infinita crueldad no lograron convertirse en totalitarias. Ya sea porque Pinochet no pudo en contra de la tradición democrática-partidista de Chile, o porque el estado renunció al control absoluto de la economía, la dictadura militar no logró completar hasta el último su ideal totalitario. Lo que no significa que este no hubiera existido: Pinochet logró al menos construir a un Enemigo Total: el “marxismo internacional”, un enemigo frente al cual todo estaba permitido.

No es seguro si hoy vivimos en una era post-totalitaria. Pero si analizamos algunos nuevos movimientos políticos veremos que la pretensión de totalizar la lucha política frente a un enemigo total no ha desaparecido todavía.

En el mundo islámico ISIS designa como enemigo total a TODO el Occidente; en Francia Marine Le Pen designa como enemigo total a la OLIGARQUÍA EUROPEA; el Partido de la Libertad Holandés de Geert Wilders a TODO el Islam; Syriza de Grecia a la TROIKA europea; Podemos a LA CASTA española y europea, y en América Latina, neo-dictaduras y autocracias intentan justificar violaciones a los derechos humanos inventando una lucha total en contra de EL IMPERIO.

La lógica meta-real del totalitarismo continúa existiendo. La tentación totalitaria comienza con la gramática totalitaria.

* Hannah Arendt fue una filósofa política alemana y posteriormente estadounidense, de origen judío, y una de las más influyentes pensadoras del siglo XX.

Fernando Mires
fernando.mires@uni-oldenburg.de
@FernandoMires1

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domingo, 5 de julio de 2015

CARLOS RAUL HERNANDEZ, LA SEGUNDA MUERTE DEL COMUNISMO

Stalin, Hitler, Mao o Fidel Castro, son voces asociadas a estremecedores sufrimientos humanos, al crimen desenfrenado en el poder, mientras muchas naciones florecían a la libertad y la prosperidad. Hoy para cualquier ciudadano medio de una sociedad democrática -francés canadiense, australiano-, suenan como ecos de delirios, equivocaciones en la genética de la historia, serpientes voladoras. Sólo que esas supuestas anomalías ya distantes, remotas, anacrónicas para quienes piensan que la historia posee alguna dirección y que va o debe ir a alguna parte, por el contrario, siempre acechan. Basta que un pistolero inescrupuloso y con talento presione a fondo las instituciones democráticas para que se dobleguen.

Monstruoso, Ricardo III sedujo en plenas exequias de su marido, a la mujer a la que había dejado respectivamente huérfana y viuda. No todas las revoluciones fueron meros anacronismos. Unas abrazaron proyectos modernos. La revolución rusa fue producto del pensamiento social europeo y desarrolló un modelo que dividió la humanidad por la mitad hasta 1989, pese a que Lenin dedicó su último aliento a retornar la propiedad privada al campo y evitar la dictadura feroz que veía en los gélidos ojos de Stalin. En veinticinco sangrientos años, este realiza el proceso de acumulación de capital que en Europa había tardado siglos. La base teórica lucía firme como canta esa oda al industrialismo y el progreso capitalista, el Manifiesto Comunista.

Repartir, repartir…

Dice el Manifiesto que la sociedad burguesa había creado los medios para producir la riqueza y la felicidad de todos, lo que hacía falta era socializarla, distribuirla. Por lo tanto debían conservarse muchos elementos de la vieja sociedad, desaparecer otros y construir la nueva a partir de tales bases. La era revolucionaria nacía maculada con la idea de que el fin justifica los medios, pero sus acciones obedecían a una lógica, un proyecto de “ingeniería social holística” en el sentido popperiano, a una racionalidad que cautivó abrumadoramente a la inteligentzia por siglo y medio hasta que todo se pulverizó con el Muro de Berlín. El modelo era intrínsecamente perverso y obligó a sus detentores a convertirse en carniceros para mantener el poder.

Tiranías terroristas  sin control de megalómanos infernales que asfixiaron la libertad, la producción de riqueza y la vida civilizada. Quienes no accedieran a arrastrarse frente a ellos, pagaban con el horror. Con el Gran salto hacia adelante (1958-1961) Mao imita a Stalin en el proyecto de convertir China en una potencia industrial. Arranca a los campesinos de su labor y trata de convertirlos en obreros siderúrgicos, con lo que produjo un genocidio que Yang Jisheng, Frank Dikötter y Paul Kennedy consideran el mayor del siglo XX, entre treinticinco y cincuenticinco millones de muertos. Ante su defenestración por el mismísimo Partido Comunista, Mao decidió emprender su verdadera revolución: devastar todo para recuperar el poder, con la coartada de “erradicar el viejo orden”.

Mao destruye todo

Empezó por el Partido Comunista, y siguió con el ejército, las universidades, escuelas, instituciones financieras, sociales, culturales (no se salvaron Confucio ni Beethoven) para sustituirlos por el Libro Rojo, y el poder pasó a una organización terrorista llamada la Guardia Roja. En este delirio barbárico se quemaban grandes obras de la cultura china, libros, cuadros, instrumentos musicales, edificios “del pasado”. La hambruna se hizo endémica y la miseria unificó a la sociedad china hasta que, a la muerte de Mao en 1976, Deng Xiaoping derrotó a la esposa de este, Chiang Ching, exprostituta de Shangai conocida en su trabajo como “Manzana Azul”, que aspiraba la sucesión. Los jemeres rojos de Cambodia, emprendieron la aniquilación radical sin etapas previas.

Era el simple odio desatado por las calles. A todo el que supiera alguna lengua extranjera, careciera de callos en las manos o usara anteojos lo asesinaba sin compasión un ejército de niños “no contaminados”. Pol Pot se dedicó metódicamente a arrasar Ponh Penh, a desurbanizar el país y campesinizarlo. Las revoluciones comenzaron con proyectos de ingeniería social, como la soviética, y ocasionaron daños terribles a la humanidad. Pero aún más terribles fueron las que sólo encarnaban resentimiento, odio y megalomanía, como los jemeres, el llamado “socialismo africano” y la Revolución Cultural. Las representaron genuinamente los niños que ponían a sus maestros en un rincón, con orejas de burro y que gastaban el ocio disparando contra pianos Stenweiss y violines de colección. En América Latina no podrá consolidarse una empresa de destrucción ciega. El proyecto bolivariano agoniza.


Carlos Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher

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jueves, 19 de marzo de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, GOEBBLES,

Joseph Goebbles (1897- 1945) es un personaje oscuro y perverso que vivirá por siempre en los pasillos de la historia marginal. La avasallante personalidad de Hitler arropa a hombres como Goebbles, que son considerados simples at lateres de las fuerzas del mal en la historia del siglo XX.

En 1993 se editó en inglés el libro Goebbles, uno de los más completos hasta el momento, su autor, Ralf Georg Reuth se valió de fuentes y recursos que los anteriores biógrafos de este genio de la propaganda nazi, no tuvieron a su alcance.
Reuth tuvo la oportunidad no sólo de contar con las biografías de Helmunt Heiber, de Werner Stephan y Viktor Reimann, entre otros, sino de los archivos personales de Goebbles que estuvieron encerrados en una bóveda de un banco en Suiza y custodiados por un abogado simpatizante del Docktor , también se valió del momento en que los diarios de Goebbles fueron publicados al menos, parcialmente, así como la liberación de extensos documentos de los Archivos Federales de Koblenz y el Centro de Documentación de Berlín.
La investigación de Reuth es de rigor académico y cuando se pregunta por qué escribir un libro sobre Goebbles responde: “… para confrontar el rompecabezas del fenómeno del Nacional Socialismo y sus orígenes.”
Y en realidad esta biografía constituye, paso a paso, la historia del partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP, siglas en alemán), la cuna del Nazismo.
La otra biografía que quiero destacar es la del historiador británico David Irving, publicada en Inglaterra en 1994 pero negada su publicación en USA debido a una fuerte oposición de grupos judíos. Irving deja establecido que para escribir esta obra vivió bajo la diabólica sombra del Dr. Joseph Goebbles por seis años.
Irving gozó de la prerrogativa que los rusos le permitieron, y fue el acceso total a los documentos mictrofilmados que habían permanecido en secreto en los archivos estadales en Moscú, luego de la Segunda Guerra Mundial (los rusos fueron los que levantaron la escena del crimen en Berlín).
Incluía este material los diarios privados y papeles personales de Goebbles de 1923 a 1945, que se sepa, Irving es al único occidental que le han dado tal oportunidad.
Es interesante notar que el pueblo alemán atraviesa, en los actuales momentos, por una profunda revisión de su historia reciente, intelectuales como Hans Jurgen Syberberg hablan de una “represión democrática” hacia los puntos de vista de la derecha alemana y que ello a ocasionado la aparición del fenómeno del neonasismo en las calles, con su secuela de violencia y racismo.
En cuanto a Goebbles, en la biografía de Reuth lo vemos en su rol más destacado, el de animal político, con un extraordinario olfato para las oportunidades, con un arrojo político que lo llevó varias veces al punto de su perdición, con una pluma incansable y una oratoria de una fuerza solo comparable al mismo Führer. Pero por sobre todo con una fe ciega en Adolfo Hitler.
Su habilidad poco común en el dominio y manejo de las masas lo llevó a ser el promotor de una campaña salvaje en contra de los comunistas, del exterminio judío y de promover las grandezas del Reich, aún en su hora más menguada, cuando perdían la guerra contra los aliados, sus llamados a la guerra total fue la causante de una mortandad innecesaria entre las tropas, que hasta el final, permanecieron fieles a la causa.
Fue un maestro del terror y la violencia, movilizaba grupos de gentes para los propósitos más descarnados como incendios, desorden público y asesinatos, su capacidad como organizador queda ampliamente demostrada en su obra La conquista de Berlín (1938), su crónica personal de cómo le ganó la capital de Alemania al partido nacionalsocialista.
Era un mentiroso experto y montaba campañas de desinformación a nivel internacional y nacional capaces de mostrar intenciones de  paz donde había preparativos para la guerra y gestos de amistad donde había provocación y amenazas, por medio de campañas de prensa en toda Europa y la creación de matrices de opinión logró, por mucho tiempo, confundir a observadores y diplomáticos, ganando un tiempo precioso para rearmar y movilizar a Alemania.
Goebbles tuvo un interés profundo sobre la cuestión cultural, de hecho fue uno de los pocos oficiales del Alto Mando con un título universitario (obtuvo un doctorado en literatura germánica) y uno de los primeros políticos modernos en incorporarla como elemento básico dentro de los planes de acción de Estado.
Como ideólogo, fue el primero en usar el elemento cultura como instrumento de alienación. Se tomó de manera muy personal la conducción de la prensa y el cine alemán, resultando, en este último, un gerente capaz, al punto, de levantar, con todo el poder del Estado en su mano, una industria cinematográfica  que no tuvo parangón en toda Europa.
Las rivalidades internas entre personeros de la cúpula nazi lo mantuvieron en un perenne vaivén político, pero gracias a su habilidad y tenacidad, y principalmente porque obtenía resultados en cada trabajo encomendado, tuvo siempre acceso a Hitler.
Pero su influencia sobre el Führer no fue tan grande como pudiéramos pensar, a pesar de que era el único capaz de sacar a Hitler de sus profundas depresiones, era temeroso ante el jefe máximo, convencido de que no podía fallar en sus decisiones, como si se tratara de un hombre tocado por los dioses, Goebbles  jamás lo contradijo, aún cuando sabía de las consecuencias que algunas de sus ordenes traerían sobre la nación alemana, como fue el caso cuando abrió operaciones en el frente ruso, siempre creyó que la "Divina Providencia" cambiaría los acontecimientos a favor del Reich.
Pero la verdadera personalidad de Goebbles se descubre en todo su diabólico esplendor en los últimos días del Reich, encerrado en el bunker en Berlín mientras dos y medio millones de soldados rusos asaltaban a sangre y fuego la capital, Goebbles el creador del concepto de guerra total, el último Canciller del Reich, manipulaba desde el bunker en Berlín la información para Alemania haciéndoles creer que la victoria era posible, que Hitler en persona dirigía la guerra y los encaminaba a la victoria, cuando la realidad era totalmente distinta.
No le tembló la mano en enviar a una muerte segura a cientos de niños y niñas alemanes, que estaban encerrados en dormitorios del partido, fueron sacados y apenas con un entrenamiento de días, llevados al frente donde fueron masacrados por las fuerzas invasoras, esas reservas de las Juventudes Hitlerianas fueron inútilmente inmoladas en uno de los actos más absurdos en la historia de la guerra.
Ralf Georg Reuth en su relato de los últimos momentos de Hitler y sus secuaces es realmente espeluznante y merece ser leído con atención, las locuras milenaristas solo tienen una salida; y es la muerte y el terror.
La biografía de Irving va más hacia lo que su subtitulo sugiere, “La mente maestra del Tercer Reich”, el propagandista consumado, el estratega ideológico que montó, paralelamente al imperio militar que Hitler construía, esa idea monumental de un nuevo imperio milenario en la tierra, con raíces en la mitología y la conciencia colectiva del pueblo alemán, como dueños absolutos de los destinos de la humanidad.
Ambos libros dan una idea mucho más detallada y profunda de este genio del mal que todas las demás versiones que hasta ahora habíamos tenido, los Goebbles de Reuth e Irving, son los retratos del demonio a cuerpo completo. –

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com

@godoy_saul

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jueves, 29 de enero de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, LA POLÍTICA DEL MIEDO,

Utilizar el factor miedo en la política es una práctica muy antigua, pero fue el comunismo el que la convirtió en un arte, Mao Tse Tung , en varios de sus escritos recomendaba mantener a la población en estado de constante agitación por medio de amenazas ficticias como invasiones, golpes de estado y otras conspiraciones, de esta manera mantenía a China en estado de permanente movilización y en alerta, que según Mao, hacían imposible planes sediciosos en su contra.

Stalin en Rusia, aunque no escribió sobre ello, no dejaba de ser un verdadero artista en provocar pánico entre el pueblo, en especial entre sus más cercanos colaboradores, manipulándolos para enfrentarlos por medio de la sospecha de traición, declaraba enemigo del estado atoda región o etnia que consolidara su control sobre el país, no letemblaba el pulso en ordenar su exterminio o suprimir a sus líderes, sus discursos y la propaganda que utilizaba, era muy efectiva para fomentar estos “enemigos instantáneos”, quienes resultaban ser simples chivos expiatorios de sus propios errores estratégicos y del modelo productivo soviético, los errores del régimen se desplazaban a otros y estos pagaban los costos.


El miedo juega un papel muy efectivo en la psicología de masas y eso lo entendió Fidel Castro desde el mismo momento que asumió el poder en Cuba, los enemigos de la revolución eran muchos y estaban continuamente atentando contra la revolución y su vida, de allí las continuas limpiezas y cacerías de traidores, los juicios sumarios, encarcelamientos y fusilamientos eran el pan de todos los días.


Durante la Guerra Fría se tomó muy en serio el desarrollo de estas técnicas de control poblacional por medio del terror, para los países detrás de la cortina de hierro, era una necesidad política mantener a las poblaciones que habían hecho rehenes, en control, y debían hacerlo de la manera más eficiente y barata, de allí surgieron una serie de manuales y directrices que conformarían lo que los académicos llaman Terrorismo de Estado y que se apoyaba en la penetración de los medios masivos de comunicación.


El Estado representa, para muchos juristas, la joya de la corona de la civilización humana, su más cara creación desde la invención de la rueda.



Como creación humana al servicio de un mejor mundo, debería elevar al hombre por sobre sus circunstancias y al colectivo más allá de sus intereses grupales. Pero en algunos momentos de la historia y para algunas ideologías, el Estado ha pasado de ser un medio, para convertirse en un fin.


Cuando los hombres en el poder se confunden con el Estado y en su nombre han actuado de manera criminal y violenta en contra del pueblo con el sólo propósito de permanecer en el poder o/y  para implantar una ideología y utilizan las armas del terror, se convierten en unos criminales más, la legislación internacional lo ha llamado terrorismo de Estado y resulta cuando la maquinaria represiva del Estado se voltea, y en vez de proteger a sus ciudadanos, los destruye.


Este tipo de situación se da en regímenes autoritarios, pero aún en democracias la tentación de acabar con la oposición o con minorías, por medios supuestamente legales e institucionales, es una realidad que no ha escapado de la observación de las organizaciones internacionales que se ocupan de proteger los Derechos Humanos.

Los crímenes producto del terrorismo de Estado son especialmente graves debido; primero, al poder que sustenta el Estado en contra de cualquier disidencia es desproporcionado debido entre otras cosas porque tiene el monopolio de la violencia, segundo, jurídicamente el Estado tiene privilegios que ningún otro ciudadano o grupo posee (la hegemonía comunicacional, por ejemplo), tercero, su poder financiero, incluyendo el uso de funcionarios y bienes públicos es de un ventajismo aplastante.


Cuando en un país cualquiera que se dice democrático los poderes del Estado están a disposición de un proyecto y de un líder, es decir, no hay separación de poderes, y las instituciones responden al mandato del tirano o de los grupos en el poder, entonces la posibilidad de que se den prácticas de terrorismo de Estado aumentan exponencialmente.



Pero más grave aún, cuando sistemáticamente y con premeditación, los diferentes poderes públicos se engranan en  quitarle a los ciudadanos medios de defensa en contra de los abuso de autoridad, se acalla cualquier posibilidad de denuncia,  se empeñan en preparar legislaciones y normas que van en contra de las libertades constitucionales, que ilegitiman a los grupos de oposición y criminalizan a las minorías entonces el terrorismo de Estado se hace realidad.


Por un lado empieza el aparato de propaganda gubernamental a fomentar odio y temor en contra de ciertos sectores de la sociedad, hacen aparecer a sus funcionarios como víctima de agresiones ficticias o manipuladas por el mismo Estado, creando diferentes matrices de opiniones sobre amenazas y peligros que acechan la integridad de la nación. Sus investigaciones producen un cúmulo de pruebas y conexiones falsas que indican una serie de conspiraciones y golpes, todo con el fin de aprobar instrumentos jurídicos y preparar escenarios donde la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado, sus fiscales y tribunales tengan “carta blanca” en desmontar tales grupos y situaciones, a veces, con la mayor impunidad y saltándose las garantías y procedimientos de ley.

Cuando vemos al Estado exaltando a “mártires” caídos de sus filas, manipulando crudamente las investigaciones e indicios, cuando se “encadenan” los organismos encargados de una investigación a demostrar alianzas y conexiones improbables, todo esto liderado por algunos programas en los medios, que marcan la opinión gubernamental, y preparan el ambiente para intervenciones y violaciones masivas de derechos humanos.


Los argumentos de que existe un Imperio maléfico que desde el exterior sostiene una guerra psicológica propia de las guerras de cuarta generación, que se están usando métodos para perturbar la tranquilidad y la salud mental de la población, que opositores reciben financiamiento extranjero para operaciones desestabilizadoras, todo esto sin pruebas, sostenido solo por el discurso en los medios.



Al mismo tiempo alegan, que sin ellos, los detentadores del poder, no habrá paz posible, que ellos son la única garantía de estabilidad social, estamos en presencia de una ofensiva de un estado terrorista en contra de su población, de acuerdo al investigador Peter K. Hatemi: 


“Políticos intentan levantar el miedo entre sus seguidores, elevando el espectro de inaceptables e intolerables asaltos en valores tenidos como sagrados por los otros enardecidos. Invocan el miedo para movilizar a los grupos para defender o oponerse a individuos o políticas en particular”


Es el mismo Estado el interesado en preparar el ambiente de terror dentro de la población, creando situaciones de inseguridad pública y exaltando un clima de desasosiego continuo, con el fin de acumular poderes policíacos para controlar y dominar al pueblo, justificando al mismo tiempo el clima de sospecha y miedo.


Todo este cuadro, ya tuvo antecedentes en los tiempos de Hitler, cuando hicieron quemar el edificio de la cancillería y culparon a los comunistas, la investigación corroboró la acusación del gobierno y éste, exterminó a sus molestos adversarios quedándose al final del episodio, con una serie de leyes aprobadas que les permitirían el control absoluto de la población alemana.

Albert Camus en su brillante obra El Rebelde (Alfred A. Knopf, Londres, 1956) nos ilustra: “Hitler, en todo evento, inventó el movimiento perpetuo de la conquista sin la cual no hubiera sido quien fue. Pero el perpetuo enemigo es el perpetuo terror, esta vez a nivel del Estado. El Estado es identificado como “aparato” que es la suma total de los mecanismos de conquista y represión. La conquista dirigida hacia el interior del país toma el nombre de represión o propaganda… Todos los problemas se transforman en militares, puestos en forma de poder y eficiencia. El Comandante supremo determina la política y también se ocupa de los principales problemas administrativos. Este principio, axiomático en lo que a estrategia se refiere, es aplicado a la vida civil en general. Un líder un solo pueblo, quiere decir un amo y millones de esclavos. 

Los intermediarios políticos, quienes son, en todas las sociedades, los que garantizan las libertades, desaparecen para darle lugar a un Dios que calza botas y espuelas sobre las silenciosas masas.” Las limpiezas étnicas e ideológicas son las caras más sucias del terrorismo de Estado, afortunadamente sus perpetradores son perseguidos como delincuentes internacionales y sus crímenes en contra de la humanidad son ventilados en tribunales internacionales; aunque todavía falte mucho para una verdadera justicia global, el camino está marcado y los terroristas de Estado son cazados sin piedad.

 

Saul Godoy Gomez

saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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miércoles, 24 de diciembre de 2014

JAVIER ZURRO, LAS MENTES QUE INSPIRARON A HITLER: EL PAPEL DE LOS FILÓSOFOS, EL CONFIDENCIAL, MADRID,

Adolf Hitler en Berlín en el año 1943 (CC)

¿Qué hay dentro de la mente de un genocida? ¿Qué ideas se escondían en el interior de la cabeza de Hitler? Preguntas sin respuesta desde hace más de 60 años. El mal es irracional dirán algunos. Otros argumentarán que alguien tiene que plantar la semilla para ser capaz de exterminar a millones de personas.


La idea de la pureza, la raza y la superioridad étnica fueron desarrolladas por Hitler y por varios de sus seguidores de confianza, pero tienen un origen (en ocasiones involuntario) en grandes pensadores anteriores. Todo el mundo conoce la admiración del dictador por Nietzsche, pero pocos sabrán que en sus discursos y principios también se encontraban los posos de Kant.

'Los filósofos de Hitler', de Yvonne Sherrat bucea en la mente de aquellos pensadores que inspiraron a Adolf HitlerLa filosofía fue muy importante en el discurso nazi, y algunos de sus grandes pensadores influyeron en filósofos posteriores. ¿Habría que poner en cuarentena las ideas de estos sólo porque hayan basado sus principios en gente afín al nazismo?

A todas estas espinosas preguntas intenta responder Yvonne Sherratt, profesora y filósofa, en Los filósofos de Hitler, un estudio de la Universidad de Yale que ahora publica Cátedra en la que establece los orígenes de las ideas del dictador, pero también marca a sus coetáneos y a aquellos que en el futuro tomaron sus ideas (o se opusieron a ellas).


Hitler saluda a las tropas en Francia (CC)
Nombres como Martin Heidegger, Hannah Arendt o Walter Benjamin. Todos a examen bajo la rigurosa mirada de Sherratt.

Filósofos impunes

Tras la Segunda Guerra Mundial casi ningún colectivo quedó impune de los crímenes cometidos por el nazismo. Funcionarios, doctores, maestros… no sólo fueron convidados de piedra, sino que participaron de forma activa.

Sin embargo ha habido un grupo que ha conseguido escapar del análisis y nunca ha aceptado su papel: los filósofos.

              Martin Heidegger 
en una conferencia en 1960 (CC)

En la Alemania previa al nazismo la filosofía era considerada un símbolo nacional, eran celebridades. Sus ideas tenían mucha influencia en la sociedad, por lo que apoyar o no condenar el nazismo era un poderoso caldo de cultivo para Hitler.

La autora explica en su libro como el propio Hitler se consideraba un gran pensador, llegando a llamarse a sí mismo: “Filósofo Führer”. Su ideario quedó plasmado en Mi lucha, en el que resumió sus creencias. Hitler citó a los padres pensadores alemanes, como Kant o Schopenhauer y también se mostraba acorde con las interpretaciones alemanas de Darwin.

Ideólogos y adversarios

Más allá del “Filósofo Führer”, otros pensadores suministraron ideas al nazismo, mientras de alguna forma lo legitimaban delante de la sociedad. Cristianos, eugenistas y filósofos idealistas colaboraron y fueron premiados por ello. No hubo ni rastro de amenazas, sólo pura ambición, ya que todos acabaron ocupando puestos en universidades alemanas.
Baumler, Krieck, Schmitt (famoso como legislador de Hitler) y, sobre todo, Heidegger, que nunca se apartó del camino marcado por el Führer. La autora relata cómo este apartó a todos sus colaboradores que fueran judíos e incluso traicionó a su maestro Edmund Husserl por el mismo hecho.

También habitan en las páginas de 'Los filósofos de Hitler' aquellos que sufrieron las iras del nazismo. Como Walter Benjamin, Adorno o Hannah ArendtTambién habitan en las páginas de Los filósofos de Hitler aquellos que sufrieron las iras del nazismo. Como Walter Benjamin o Adorno, que vivió casi toda su vida como un refugiado o la famosa Hannah Arendt, que consiguió escapar de un campo de concentración para luego mantener un romance con el propio Heidegger.

“¿Cómo pudo una judía mostrar su devoción de por vida a la causa de su pueblo a la vez que su amor por un nazi”, pregunta Yvonne Sherratt al lector mientras ofrece claves para entender su comportamiento.

La persistencia nazi

La lógica diría que tras la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial todos aquellos filósofos que dieron alas al nazismo y que colaboraron con sus ideas fueron juzgados. Sherratt examina en la última parte de su obra si en los juicios de Nuremberg se juzgó a estas personas y si a partir de ese momento las universidades alemanas se purgaron de nazis.

Hitler con sus generales en 1940 (CC)
Por desgracia la mayoría de ellos salieron impunes y siguieron trabajando e incluso impartiendo clases y trasladando su ideario a sus alumnos. Los académicos judíos intentaron que se hiciera justicia, pero no se pudo “exorcizar a los demonios de los claustros universitarios", escribe la autora.

El libro ofrece una pesimista visión sobre cómo la cultura intelectual ha permitido la expansión de las ideas de Schmitt y Heidegger en las universidades europeas y estadounidenses, olvidando parte de la historia de sus autores. 

http://www.elconfidencial.com/cultura/2014-12-20/las-mentes-que-inspiraron-a-hitler_598400/

Javier Zurro
zurro@ elconfidencial.com
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@Zurro_85

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domingo, 6 de abril de 2014

PACIANO PADRON, LOS CAMISAS NEGRAS

         Los Camisas Negras son al fascismo italiano liderado por Benito Mussolini, lo que los colectivos paramilitares mercenarios son para el Socialismo del Siglo XXI, hoy encabezado por el venezolano (si es que lo es) Nicolás Maduro. Tienen en común ser grupos violentos sembradores de terror, con el propósito de eliminar o neutralizar la oposición política y así mantenerse “eternamente” en el poder, sin importar los medios.

      
   Los Camisas Negras  -como lo dije en mis reflexiones de la semana pasada- son los inspiradores de los Tonton Macoute de Papa Doc, el haitiano dictador y asesino Francoise  Duvalier. A propósito de mi artículo “Los Tonton Macoute de Maduro”, varios amigos me solicitaron escribir más sobre el tema de los paramilitares violentos, y es así como entrego hoy “Los Camisas Negras de Maduro”.

         Como ha sido dicho hasta la saciedad, paramilitares mercenarios, violentos y asesinos no son una novedad en el mundo, aparecen en los regímenes dictatoriales sin distinción de izquierda o derecha, y es lo que explica los Camisas Pardas del Tercer Reich de los nazis alemanes, liderados por Hitler, y los Comités de Defensa de la Revolución de los dictadores y asesinos hermanos Castro en Cuba; los Camisas Azules de España, Francia, Irlanda, Portugal y China; los Camisas Verdes de Brasil y Rumania o los Camisas Plateadas de Estados Unidos, entre otros.

         El Duce creó, como cuerpo paramilitar en la Italia fascista, la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional a la que uniformó con “camicie nere”, camisas negras que, como algunos han dicho, fueron probablemente inspiradas en las Camisas Rojas de Garibaldi. Este grupo paramilitar mercenario, al igual que los Colectivos armados de Maduro, hacen de la violencia su arma de lucha para la intimidación, así como convierten el asesinato en el instrumento más contundente contra sus oponentes. Entre los Camisas Negras de Mussolini, como en los colectivos de Maduro, se cuelan delincuentes. Un ejemplo reciente y ampliamente conocido es el caso del “Capitán Bolívar”, quien asesinó en Los Teques a la joven Adriana Urquiola y al hijo que tenía en su vientre y que nunca pudo nacer. Este Yonny Bolívar, con arma y credencial de Comisionado de la P.N. había sido condenado a 23 años de prisión por secuestro y otros delitos, pero la Ministra Fosforito lo sacó de la cárcel de manera express y lo convirtió en su protegido, y según se dice en su guardaespaldas.

         Los colectivos hacen el trabajo sucio que el mandante no quiere dejar para los uniformados de la P.N. o de la FAN. Sus líderes tienen formación ideológica y de guerrilla urbana recibida en Cuba.

         Recientemente escuchamos a Maduro decir, “quieren vender la idea de que yo tengo colectivos armados que matan a civiles inocentes”, y poco tiempo luego los invitó a conferencia de paz a la que asistieron disciplinadamente en sus motos, sin exhibir ese día las armas con las que amedrentan y masacran a los opositores. Maduro dijo, “los colectivos se han comportado de manera impecable”, calificativo que luego repitió como loro el triste vicepresidente, quien no tiene la más elemental credencial para ocupar el cargo, a no ser el acta de matrimonio que lo acredita como esposo de Rosa Virginia Chávez, con quien todavía vive en La Casona, residencia oficial de los presidentes de Venezuela, cometiendo así peculado de uso, con el consentimiento de Maduro y la rabia, ya no oculta, de la primera combatiente, doña Cilia, quien quiere disfrutar las mieles de la casa grande de Santa Cecilia y tal vez se angustia al ver que el tiempo se acorta.

         Si bien en Venezuela se han conocido desde hace 60 años colectivos sociales en diferentes barrios o sectores de las ciudades, los colectivos de los que hoy hablamos son otros, son pandillas de terror y muerte a las que pondrá fin el gobierno que ha de surgir cuando pasemos la página de esta pesadilla con secuela de lágrimas y dolor. Ya basta, es la hora. Mantengámonos en la calle y que la calle no calle.

Paciano Padrón
pacianopadron@gmail.com
@padronpaciano

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jueves, 13 de marzo de 2014

JOSE FELIX DIAZ BERMUDEZ,¿SOMOS FASCISTAS?

El fascismo, como todo totalitarismo, se opone al parlamentarismo, a la división de los poderes, a la pluralidad política y a la existencia de una verdadera democracia

AMBOS DE ORIGEN SOCIALISTA
Una vez más, la impropiedad de quienes distorsionan la historia obliga a establecer precisiones indispensables a favor de la cultura ciudadana y la lección incuestionable del pasado. El fascismo surgió en Italia como movimiento y luego como régimen político en los años 1919 y 1922, respectivamente, liderado por Benito Mussolini, político de origen socialista, quien asumió de manera dictatorial el poder en el país.

Transcurrían los difíciles años entre el final de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, signados por una grave crisis política, económica y social en una Europa agobiada por el desempleo, la inflación, el cierre de las fábricas, la improductividad de la tierra, las huelgas obreras y las  revueltas campesinas, y en la cual ideologías radicales con influencia sobre la población más vulnerable estimuló el desprestigio del régimen democrático parlamentario, la exaltación de los nacionalismos, la recuperación de territorios, la intolerancia y el enfrentamiento, la añoranza de  un viejo esplendor.

En su conquista del poder, el fascismo italiano (como luego lo hizo el alemán) organizó a los llamados “fascios”, grupos de combate y violencia social que adquirieron el nombre de “camisas negras”,  encargados de atacar a sus oponentes de manera violenta y que fueron integrados por sectores anarquistas, socialistas extremos, ultranacionalistas y soldados desempleados luego de la guerra. Valiéndose de estos escuadrones y con la aprobación del grupos del ejército, de políticos y del mismo rey Víctor Manuel III, Mussolini ejecutó la llamada “Marcha sobre Roma” en octubre de  1922, lo cual le posibilitó alcanzar el poder que ejerció durante 21 años.

Mussolini se encargó de destruir institucionalmente la democracia parlamentaria, dictó leyes totalitarias, eliminó los partidos y los sindicatos, censuró la prensa, impulsó la existencia de un partido único y se erigió como figura superior bajo el apelativo de “Il Duce”, similar a General o guía. Su dictadura se fue haciendo cada vez más absoluta e implacable.  

El fascismo, como todo totalitarismo, se opone al parlamentarismo, a la división de los poderes,  a la pluralidad política y a la existencia de una verdadera democracia. Se estructura bajo la figura de un partido único, centralizado, con la autoridad superior de un jefe, su militancia asume una  estricta obediencia, fanático comportamiento y una disciplina casi militar. Priorizando al Estado se conculcaron las libertades y derechos individuales y fue impuesto un “nuevo orden social”. Ese movimiento alcanzó desarrollo en Europa y, en especial, en la Alemania nazi y en la España franquista, dictaduras atroces, cargadas de demagogia, odio social, represión y autoritarismo.  

Fascista no es el individuo que reclama derechos y exige libertades; fascista no es el pueblo que ejerce de manera legítima su autoridad soberana en defensa de su tradición republicana y democrática.    

La Segunda Guerra Mundial fue su resultado, en la cual perdieron sus vidas más de 50 millones de personas y se evidenciaron los más horrendos crímenes en la historia de la humanidad, hace apenas 69 años.

Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599

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