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jueves, 11 de junio de 2015

NARCISO GUARAMATO PARRA, ¿ESTAMOS A LA PUERTA DE UNA HIPERINFLACION?

Venezuela está viviendo la crisis más acentuada de su historia. Aunque no haya cifras oficiales, se estima que la inflación alcanzará cifras record, siendo la variación de precios más alta del mundo.

El consumidor venezolano tiene la percepción que  los artículos que compran  se hacen más caros cada día que pasa ¿estaremos a la puerta de una hiperinflación? como las que vivieron Bolivia, Perú, Argentina y Brasil, en las décadas finales del siglo pasado.

Felipe Pérez Martí en un artículo  recientemente publicado (Efecto inflacionario de la NEP, cambio de modelo y análisis estratégico) por la Universidad Católica Andrés Bello (Venezuela 2015, economía, política y sociedad) señala que en el país están presentes  las  causas clásicas; de hiperinflación: 1) un déficit fiscal endémico de dos dígitos en puntos del PIB, por cinco años consecutivos. 2) Monetización de ese déficit  y 3) caída de la demanda real de dinero,

El proceso generador de inflación, en forma simplificada es el siguiente: el déficit se produce cuando el gobierno gasta más de lo que le ingresa. Este es un año electoral, el gobierno ofrece y ofrece sin que este claro su financiamiento. Se estima un déficit entre 10 y 12 puntos del PIB, el que tarde o temprano asumirá el Banco Central de Venezuela (BCV). Como hemos señalado en distintos artículos. Cuando el BCV financia al gobierno lo que hace es acreditar a la cuenta del tesoro el monto necesitado, es decir crea dinero mediante un simple asiento contable, Cuando el gobierno lo gasta, simplemente  saca a la calle dinero sin respaldo (inorgánico). El dinero en circulación pierde su relación con la oferta de bienes y servicios en el país presionando de esta forma el alza de los precio.

Si esta monetización del déficit continua, la presión inflacionaria continuará hasta el pinto que se produce una caída en la demanda real de dinero, ya nadie quiere  la moneda local, se le pierde la confianza al perder la propiedad de ser reserva de valor, por ejemplo, si alguien deposita sus ahorros en la banca comercial, al final del año ganará  una cantidad dada por la tasa de interés pasiva vigente, pero perderá poder adquisitivo al ser la variación en los pecios mayor a la tasa pasiva (DPF a 90 días, 15%, inflación estimada, mayor a 100%).

Ante esta situación los individuos tratarán de  preservar el valor de su ingreso. Acumularán bienes no perecederos, comprarán bienes inmuebles, vehículos, línea blanca y demandarán divisas extranjeras presionando el tipo de cambio, alimentando las presiones inflacionarias La gente usará la moneda local  para sus transacciones diarias, pero tratará de convertir sus ahorros en una moneda dura, dólares USA o euros. Al haber una escases de divisas por la caída del precio de la canasta petrolera, se incrementa la presiones al alza de los tipos de cambio.

Resumiendo,  el proceso inflacionario venezolano es alimentado por 3 vías: monetización del déficit fiscal, Sobredemanda de divisas y una disminución en la oferta de bienes.

Como se puede observar las condiciones están dadas para que Venezuela experimente un cuadro hiperinflacionario, el cual se puede evitar controlando el gasto y evitando la monetización del déficit, mediante la modificación de la Ley del BCV.

Narciso Guaramato Parra
guaramatoparra@gmail.com
@guaramatoparra

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martes, 10 de junio de 2014

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, ¡¡ DOS AÑOS DESPUÉS!!

El 12 de junio 2012, la denominada Revolución Bolivariana presentó un Programa de Gobierno en aras de “darle rostro y sentido a la Patria Socialista”, el cual se dio a conocer como la Propuesta del Comandante Chávez para la Gestión Bolivariana 2013-2019; siendo adoptado posteriormente por el presente Gobierno  como su Plan de Desarrollo Económico y Social, enfatizando en el manejo soberano del ingreso nacional para emplearlo en los objetivos socialistas al margen de un concreto modelo económico, entendido como un proceso impulsado por el Gobierno en función de organizar la economía sustentado en un juicio de valor sobre el país que se puede desear (cuál debe ser, qué debe hacerse) para lo cual se formulan políticas económicas que han de reflejar hipótesis basadas en ideas, una finalidad, un diagnóstico de la realidad y con estrategias  para alcanzar ese país que se aspira.
Dos años después, se estima para este 2014 una contracción económica (caída del PIB) no menor al 1,5%, siendo que según cifras del BCV durante el I trimestre de este año ya la economía experimentó una contracción cercana al 4% (en ese mismo lapso la industria manufacturera reflejó una capacidad ociosa superior al 52%); lo cual facilita inferir que la inflación al final del año pudiera superar el 80%, la escasez podría situarse por encima del 35% (en abril superó el 30% en alimentos básicos) y el desabastecimiento estaría cercano al 33%. 
Tal lúgubre panorama, se vuelve más crítico si ponderamos ciertas estimaciones que visualizan que durante el 2014 el servicio de la deuda externa consumirá el 25% del ingreso nacional por concepto de exportaciones petroleras (las no petroleras como el hierro, aluminio, acero y manufacturas son de poca importancia fiscal y mantendrán su tendencia decreciente), situación que por otra parte hará difícil cancelar la deuda con el sector privado superior a los US$ 13.500 millones. A tal escenario de dificultades, ha de añadirse, por un lado, que PDVSA mantiene una deuda (¿?)  con el BCV superior a los 475 millardos de bolívares (recientemente emitió deuda por US$ 9.500 millones); mientras que por otro lado resulta preocupante que durante 2013 América Latina captó inversiones extranjeras por un monto superior a los US$ 130.000 millones, en los cuales Venezuela participó con US$ 3.700 millones (2,8% del total); con el agravante que en dicho monto no hubo inversiones de capital ya que más de la mitad correspondió a reinversiones de utilidades (en áreas no medulares) ante la imposibilidad de repatriarlas, y el resto a préstamos con las casas matrices.
En concordancia con lo expuesto, ha de suponerse que en 2014 se profundizarán los desequilibrios macroeconómicos y se ampliará la órbita de los controles de precios en especial sobre los bienes y servicios de consumo masivo, en aras de desviar la atención en relación a la crisis económica de fondo; de igual modo se continuará atizando en mayor proporción el Sicad II como herramienta compensatoria del desequilibrio fiscal (por la vía del ingreso) a la luz de la mayor cantidad de bolívares que potencialmente recibirá PDVSA (devaluación encubierta), lo cual no impedirá que el Gobierno siga imprimiendo dinero exacerbadamente ante el impacto de la escasez  de divisas y de la “necesidad política” por mantener la tendencia creciente del gasto público, que ya en los 4 primeros meses del 2014 la liquidez monetaria creció en un 12% por un total de 227,6 millardos de bolívares (65% superior al mismo lapso 2013). Esta perversa modalidad, de emitir dinero inorgánico con la sola finalidad de aumentar el gasto público, presionará aún más sobre indeseable inflación induciendo al propio tiempo una pérdida del poder adquisitivo del venezolano superior al 14% en 2014, propiciando obviamente una caída en el nivel de vida por la vía del ingreso (pobreza en marcha) para una estratificación socioeconómica del consumidor que en la actualidad refleja, según  Datanálisis, un 2,2 en los estratos A y B; un 18,1% en el estrato C; un 36,3% en el estrato D y un 43,4% en el estrato E.
Desde un ángulo complementario, debemos mencionar que la inflación general 2013 se situó en 56,2% (sin incluir la reprimida y la suprimida), mientras que la de alimentos superó el 75%; siendo que entre abril 2013 y abril 2014 la inflación acumulada fue de 61,3% (5,7% en abril). Como un dato elocuente, vale resaltar que esta tasa venezolana fue superlativamente superior a la de Ecuador (2,7%), a la de Brasil (5,9%), a la de Bolivia (6,48%), a la de Uruguay (8,5%) y a la de Argentina (28,4%).
A manera de reflexión final, nos permitimos mencionar que compartimos la opinión formulada por la “Terca Economía” al momento de instalarse el esperado dialogo económico (¿?), en cuanto a que en esta materia no habrá ni corrección ni rectificación, salvo que las fuerzas del mercado dentro del circuito económico presionen en contrario.

Jesús Alexis González     
Jagp611@gmail.com
@jagp611

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sábado, 18 de agosto de 2012

EGILDO LUJÁN NAVA, CONTENCIÓN INFLACIONARIA, FORMATO DEL FUTURO…

Toda conversación venezolana con algún argentino de más de 50 años, generalmente, gira alrededor de tres tópicos: los tangos, la guerra de Las Malvinas y cómo se vive en hiperinflación.

Desde luego, antes del tango y después del tango, no hay nada musical en el resto de América Latina que, a juicio del sureño, tenga más impacto y pegada, salvo un gol de Maradona o de la “pulga” Messi.
Mientras que en el caso de la guerra por Las Malvinas, la combinación reflexiva se desplaza entre la canallada política  de los “milicos” empeñados en cambiar el interés de los hijos de Río de la Plata por sobrevivir en el medio del huracán inflacionario, y la astuta alimentación con altas dosis de ultranacionalismo y la convicción propagandística de que aquello era pan comido y vino fácil para la segura celebración del triunfo ante los ingleses.
¿Y la hiperinflación?: ¡Esa es otra cosa¡. ¡0lvidáte del tango y de Las Malvinas, porque ante ese parto del peronismo, es la guerra de todos los días y los años en un país al que nunca se le ha negado en el mundo su trayectoria como gran productor de alimentos¡. ¡Un campeón mundial¡. Pero gobernado por ciertos figurones del más rancio populismo continental a los que, realmente, nunca les preocupó otra cosa que competir con la imagen y prestancia de cualquier actor de cine, apoyándose en las sumisas bondades de un pueblo depauperado, aunque feliz de que le reconociese su presencia, además de que se le dijera que se gobernaba en nombre suyo y para su beneficio. Así se lo hicieron saber y sentir Juan Domingo Perón y Evita.
Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, cada uno con sus peculiares características y condiciones políticas y económicas, pasaron por la experiencia de vivir altas inflaciones. Mejor dicho, hiperinflaciones que, como peor medicina contra sus causas, fueron administradas como excusa y razón para justificar asonadas militares. Por su parte, Ecuador, que también vivió lo suyo, optó por un recetario excepcional, la dolarización de su economía. Y, como en el caso de los otros cinco países de la región, también asfixiado por la miseria en la que estaba sumida una gran parte de su población, decidió enfrentar su problema inflacionario apuntalando esa determinación en lo que, para el momento, fue prédica histórica común en la zona: hacerlo en Democracia .
Todos esos países pudieron salir del foso de esa siniestra y costosa enfermedad económica, a partir del momento que su liderazgo político y económico asumieron que el más eficiente de los tratamientos pasaba, inexorablemente, por transitar el camino del entendimiento, del consenso inteligente y del diálogo alrededor de voluntades afines a la importancia de evitar que sus conciudadanos siguieran siendo víctimas eternas del empobrecimiento, de la miseria potenciada por las improvisaciones y la olímpica práctica del engaño.
Es decir, combinación pura y no rebuscada de otras alternativas, más allá de la sumatoria de voluntades comunes en función de un propósito similar, como del convencimiento de que, reinstitucionalizando cada país, y abriéndole espacios permanentes a la convivencia en paz y en libertad, los resultados no podrían ser mejores: menos inflación, más Democracia.
Cuando esta semana, una vez más, el Ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, el Presidente del Banco Central de Venezuela, Nelson Merentes, y el Presidente del Instituto Nacional de estadísticas, Elías Eljuri, se combinaron para hacer alardes públicos sobre la forma como durante el electoral año 2012 han logrado contener la ya treintiañera inflación a la venezolana, resultó inevitable evocar el caso de los antes citados países.
Desde luego, por el aprendizaje inflacionario vivido por los argentinos. Pero también, como hecho no menos relevante que el anterior, por los distintos puentes que debieron cruzar los habitantes de los países latinoamericanos que acordaron acabar progresivamente con las causas de sus economías inflacionarias, y los caminos por los que decidieron transitar,  teniendo siempre como norte un elemento sobresaliente para que eso sucediera: adoptar políticas económicas de Estado, sin que los estados tuvieran que ser arte y parte determinante en dicho proceso, más allá de lo que les permitía y autorizaban sus respectivas constituciones.
En otras palabras, no supeditando tan relevantes como trascendentes pasos a costos políticos,  ni a la necesaria manipulación de componentes estadísticos; menos a desestimar la obligación de aclarar que una cosa es derrotar las causas de la inflación, y otra es contenerla a partir del uso desmedido de controles de precios, congelamiento, subsidios cruzados, además de importaciones amparadas en providencias  administrativas cambiarias y monetarias, al mejor gusto de los rectores de los diversos gobiernos.
Hoy el petróleo libera a Venezuela de toda posibilidad de transitar y vivir bajo el inhumano régimen de una economía hiperinflacionaria, desde el punto de vista estadístico. Es cierto. Sin embargo, como quiera que a quienes peores daños le provoca en su sistema de vida es a los ciudadanos con menor capacidad de compra, para cada uno de ellos, no cuenta tanto el cuento de Giordani y de Merentes, menos el de Eljuri, sobre el comportamiento estadístico de la inflación en julio pasado, como sí el hecho de que el efecto en su sistema de vida es tan duro como una hiperinflación.
Cada familia venezolana que ya cohabita con su hiperinflación particular. De lo que hoy se ocupa, es de tratar de conquistar una fuente de empleo digno que le permita hacerle frente  a la violencia restrictiva de ese forzoso sistema de vida. Pero esa posibilidad,  por decisión de los mismos arquitectos de la contención inflacionaria que acuden a los medios para hablar de supuestas tendencias descendientes de la carrera inflacionaria criolla, poco a poco, tiende a ser una alternativa sólo viable en el seno de la administración pública, ya que a las empresas privadas se les ha sometido a ser lo que hoy son: sobrevivientes en el medio de una antiempresarial política económica, imposibilitadas para crecer, expandirse y ser generadoras de más fuente de trabajo.
Y mientras esa verdad abofetea a quienes ahora apelan al logro político del ingreso de Venezuela al Mercosur, para, desde luego, multiplicar garantías de que tal paso convertirá  al país en la potencia económica bien soñada por los administradores de costos y beneficios de las alianzas con tres de los países que ayer vivieron en hiperinflación –Argentina, Brasil y Uruguay-, otros, los que deberían estar diseñando estrategias competitivas en ese amplio mercado, los empresarios del país, están haciendo colas ante Cadivi, los ministerios de Industrias y de Comercio, el propio Banco Central y en la Vicepresidencia Ejecutiva de la República, para que les hagan el favor de permitirles mantener activos a sus predios agrícolas,  funcionando a sus plantas procesadoras,  y abiertas las puertas de  las empresas comerciales.
Director de Fedecámaras por el Sector Pecuario,
Director de la Federación Nacional de Ganaderos
egildolujan@gmail.com/0414.3200617
Edecio Brito Escobar edecio.brito.escobar@hotmail.com

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