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domingo, 6 de septiembre de 2015

THAYS PEÑALVER, CUATRO ESCENARIOS: GANAR O PERDER LA ASAMBLEA

Para nadie es un secreto que estamos ante uno de los retos más duros de nuestra historia. Por eso es necesario entender los alcances reales de esta elección y los posibles escenarios de ganarlas o incluso de perderlas porque nada es blanco o negro. Pero antes debemos revisar los pros que por primera vez tiene la oposición.

El 7 de octubre, cuando los venezolanos votaron entre Capriles y Chávez, apenas el 38% de los electores veía su situación económica mal, mientras que más del 60% la consideraba buena (Datanálisis). El barril había promediado los 100 dólares y la inflación había sido la menor durante los 4 años anteriores. Mientras votábamos, los anaqueles estaban abarrotados de productos subvencionados importados gracias a la monstruosidad de 77 millardos de dólares en bienes y servicios (BCV) de los cuales casi diez fueron en alimentos (INE) y nada menos que dos millones de venezolanos habían viajado al exterior gratis a recibir su subvención de 3 mil dólares.

Si Maduro ganó o perdió las elecciones posteriores del 2013 (no es el tema de este articulo) fue por 200 mil votos. Pero le guste o no a la gente, Maduro contaba con un 50% de popularidad, una inflación acumulada del 30%, un barril en $90, un dólar paralelo en 20 bolívares y el 55% de la población, aun creía que las cosas iban bien mientras que a un 58% aun le alcanzaba su dinero para lo básico, mientras otros 2 millones de venezolanos volvían a salir a viajar gratis al planeta y se importaban 3 millardos de dólares en televisores, lavadoras y secadoras para ser repartidos posteriormente a punta de dakazos.

Por eso, por mas que existan muchos venezolanos que crean que Arias y su gallina le ganaron a Chávez, o Rosales en medio de una bonanza le ganó a Chávez, la verdad es que Capriles en 2012 podía hacer poco contra el barril a 100 dólares y la política de despilfarro, que mas que la trampa que existe y existirá, era el mayor adversario de la oposición porque nadie, absolutamente nadie cambia un sistema político donde un 60% de la población cree que la va bien o muy bien, aunque su buenaventura fuera ficticia e insostenible.

Pero en esta próxima elección, si es que llega a ocurrir, Maduro y su partido la enfrentara con el 77% de impopularidad y con un 85% de la población a la que le va mal (y le ira mucho peor con los meses), incluido el 53% de los chavistas (Datanálisis) una inflación del 180% y un dólar paralelo inalcanzable con un barril cercano a los 35 dólares que apenas dará para cumplir obligaciones. Maduro se enfrenta a las elecciones parlamentarias con casi un 70% que dice ya no alcanzarle la plata para vivir, con 72% que no cree en la guerra económica (incluido un 25% de los chavistas y un 80% de independientes) y un 70% de la población que quiere que se vaya. Por primera vez en la historia Maduro tiene hoy el 66% de los votos en contra y el 52% de las circunscripciones electorales con todo y trampa perdidas. Pues bien, aun así, ganar la Asamblea es cuesta arriba y los escenarios más relevantes que veo son los siguientes, porque paradójicamente ninguno es bueno para el gobierno.

Escenario 1: Gracias a la evidente y gigantesca trampa, el gobierno saca el mayor número de votos y la mayoría simple de los diputados. El gobierno queda solo y como único responsable frente a la mayor crisis económica de la historia de Venezuela (2015 es un año boyante, comparado al 2016). Aunado a esto, queda imposibilitado de avanzar con habilitantes, enfrenta una parálisis productiva total no solo porque se percibirá su radicalización sino por falta de recursos, junto a una situación altamente explosiva en lo social. Para poder continuar, es posible la tan acariciada idea de una dictadura de extrema izquierda, que es en el entorno internacional y económico, imposible. Pero el axioma de “todo el poder, toda la culpa” se percibirá en una sociedad que ya no aguanta más.

Escenario 2: La oposición saca mayor número de votos (en su tarjeta) y el gobierno, gracias a la trampa y los manejos, gana la mayoría simple de los diputados pero queda en evidencia mundial. Este escenario es terrible para un gobierno completamente aislado internacionalmente, el planeta entero se da cuenta que el gobierno es minoría y se abre la brecha para un revocatorio, abrogatorios y consultivos legales inminentes que perdería inequívocamente. Frente a un 2016 que promete ser el peor año económico de nuestra historia, con un gobierno que debe aplicar severas restricciones, recortes y paquetazos, la radicalización es imposible habiendo quedado como minoría de votos. Este escenario es quizás el peor para el gobierno y paradójicamente aunque es un revés, no es del todo malo para la oposición.

Escenario 3: la oposición gana mayoría de votos y mayoría simple de diputados. No es cierto que la oposición pueda reformar el poder ciudadano por la vía única de la Asamblea y como en el caso anterior ocurren los revocatorios, abrogatorios y consultivos para transformar la situación. Aunque es el escenario soñado por la oposición, no es del todo positivo a menos que se jueguen unas cartas que hoy suenan imposibles. Políticamente comienza la era de la “cohabitación” y por ende de la “corresponsabilidad política” con la que el gobierno tiene mucho que ganar si juega bien sus cartas. La oposición en este caso tiene que actuar de forma tan perfecta, que evite el efecto PP español (arreglarle la crisis a los socialistas, para terminar responsabilizados del mal rato y que los causantes vuelvan o continúen en el poder). En la práctica no representa el final del gobierno, pero sí de la revolución comunista, lo que de por si es un gran escenario para Venezuela.

Escenario 4: Producto de una parálisis total a finales de año, el voto castigo es tal que no hay trampa que valga y la oposición gana mayoría de votos y mayoría absoluta de diputados. Tampoco es cierto que la oposición puede transformar el poder ciudadano, pero es la estocada final de la revolución. Ya no los referendos, sino la Asamblea Constituyente es una realidad al alcance de Venezuela y podría comenzar una nueva idea de Republica. Las cartas de la oposición y evitar el “efecto PP” son las mismas del escenario anterior.

En mis próximos artículos examinaremos cada uno de los escenarios por separado.

Thays Peñalver
thays.penalver@me.com
@thayspenalver

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domingo, 11 de agosto de 2013

ISAAC VILLAMIZAR, APRENDER A PERDER

En la vida ganamos y perdemos. Las ganancias nos dan alegrías. Las pérdidas nos incomodan y nos causan frustración. Perder y ganar es el juego permanente. Desde pequeños se nos habla del éxito, de los triunfadores, de los imbatibles, de los campeones. Pero poco se nos instruye que para ganar hay que perder. Y cómo afrontarlo, menos.  No se nos enseña a perder, porque se nos inculca que el mundo es de los poderosos, de los que nunca se dan por vencidos. Craso error. Es la idea absurda de que sólo el trofeo nos da felicidad.
Más sabio sería que desde niños se nos dijera que reconocer la derrota y saber aceptarla es signo de inteligencia. Muchas veces hace falta la resignación cuando perdemos algo que escapa realmente de nuestro control, de nuestro dominio. Llega la hora de renunciar a aquello que jamás llegará en el futuro. Eso es el sentido de la trascendencia. 
¿Por qué nos duele tanto perder? Porque estamos amarrados, en extremo, a las cosas materiales como a las inmateriales. Queremos poseerlo todo. De la ambición pasamos muchas veces a  la codicia. Y tal como la afirma Rafael Santandreu, desde el punto de vista psicológico, las pérdidas intangibles son peores que las tangibles. Si se va la alegría, el éxito, el amor, la aceptación, eso nos causa un desespero peor que perder una casa con piscina, porque las cosas inmateriales son más difíciles de definir, de medir, de acotar.  ¿Y por qué nos cuestan tanto las pérdidas? 
Quizá la respuesta nos la ofrece Walter Riso cuando nos cita al maestro Eckhart, el famoso dominico, místico, teólogo y filósofo alemán de la Edad Media, quien enseñó a desapegarnos de todo, bajo tres postulados: no querer nada, no saber nada y no tener nada. No querer nada, en el sentido de no codiciar, es decir, no amarrarnos de manera desordenada a las riquezas, incluso al cielo, a las cosas buenas y a la santidad. No saber nada, en el sentido de no aferrarse al conocimiento como una forma de exacerbar el ego. Significa no acumular conocimiento, sino más bien cultivar el conocer como proceso. 
Riso agrega que pensar es mejor que tener pensamientos. Quiere decir que el hombre debe desocuparse del conocimiento para descubrir la verdad. Es que ningún conocimiento humano nos asegura y garantiza con certeza la felicidad total. Mejor dicho, el sabio no sabe que es sabio. 
No tener nada en el sentido de estar libre de las cosas y disminuir las necesidades que tenemos. Es en las situaciones límites, en una enfermedad grave, en un exilio forzoso, en una guerra, en la pérdida de un ser querido, en un revés económico, cuando nos damos cuenta que infinidad de cosas que defendíamos a muerte, de nada sirven en la vida,  que hay bienes que nos sobran, que tenemos de más y que a ellas nos hemos apegado sin sentido.
Lo prudente, lo sabio, lo que nos orienta a la felicidad es aprender de las pérdidas, de los fracasos, de las equivocaciones. Como afirma Carlos Saúl Rodríguez, los errores tienen una cara nueva cuando a partir de ellos podemos rectificar y re-aprender, revisarnos y adaptarnos a nuevos esquemas. Se gana o se aprende. 

Y no hay derrotas, sino experiencias y aprendizajes. Es que cuando te levantes, serás un nuevo ser, fuerte y dueño de una nueva visión, de un refulgente amanecer interior, de un nuevo sentir de la vida.  

isaacvil@yahoo.com

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miércoles, 10 de octubre de 2012

REBECA PERLI , EL COMPROMISO QUE CAPRILES ADQUIERE A PARTIR DE ESTE MOMENTO ES TODAVÍA MÁS ARDUO, POR NUESTRO PAÍS

Toda contienda está sujeta a dos posibilidades: la de ganar o la de perder. La aceptación tanto de la victoria como de la derrota depende de la madurez de los contendores.
En la crucial contienda electoral que tuvo lugar el pasado domingo, en la que se midió una recurrente intención de permanencia en el poder contra una propuesta de cambio, resultó vencedora la primera opción. Lo ético y lo patriótico por parte del ganador es asumir con gallardía su victoria y declararse presidente de todos los venezolanos; por parte del perdedor que reconozca el triunfo del ganador, lo felicite y le manifieste su lealtad, como de hecho sucedió. Se hace así honor a un principio elemental de la democracia: la libertad de elegir.
Pero el proceso no termina allí. Se inicia ahora una etapa en la cual al reelecto presidente Hugo Chávez Frías le corresponde ceñirse estrictamente a los principios de todo sistema democrático: total acato a la Constitución, garantía de los Derechos Humanos, respeto por los derechos de las minorías, pluralismo ideológico y político, libertad de prensa y de conciencia, no injerencia en los asuntos privados, separación clara de poderes, entre otros, y, sobre todo, reconciliación del país en pleno.
Por su parte, Henrique Capriles no queda exento de responsabilidad. Es más, el compromiso que adquiere a partir de este momento es todavía más arduo pues le corresponde asumir con entereza su papel de guía de la oposición la cual deberá persistir sin tregua en su cometido de ser crítica pero no dañina, vigilante pero no abusiva, colaboradora pero no sumisa.
El actual es el momento de que cada uno de nosotros aporte, como ciudadano consciente, la cuota que nos corresponde al engrandecimiento de nuestro país.
russoper@gmail.com

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