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domingo, 1 de abril de 2012

ANTONIO SEMPRUN / EL CAOS EN EL QUE CHÁVEZ CONVIRTIÓ A VENEZUELA


Cada individuo es responsable de elegir y luchar por el destino que desea vivir. 
- Antonio Semprun

Chávez transformó a Venezuela en un país donde sus ciudadanos se ven obligados a tener dos vidas, la que viven desde el momento en que diariamente salen de sus hogares para convertirse en acróbatas de las calles para evitar sus huecos, lidiar con el stress que genera librarse por un día más el no haberse convertido en una estadística de la inseguridad en un país en el que se perdió el respeto por la vida y la que deben vivir cuando regresan a casa después de un arduo día de trabajo donde se auto imponen un toque de queda, deben propiciarse su propia seguridad refugiándose en sus casas porque el estado responsable de brindársela es un órgano paralitico, ciego y cómplice.

La Venezuela de la vida diurna pertenece a la mayoría de los venezolanos de a pie que salen a ganársela cada día, mientras la Venezuela de la vida nocturna es la que desde hace tiempo le pertenece a la inseguridad desatada en el país, producto de la actividad de grupos armados por el régimen ó descontrolados como consecuencia de la oceánica ineptitud para combatirlos, utilizados como arma política para sembrar miedo en la población venezolana, grupos conformados por delincuentes de la calle e integrantes de los organismos de ''seguridad'' del estado, cada vez mejor organizados que hacen que la vida en Venezuela sea una ruleta rusa que se refleja en paginas rojas cada fin de semana.La revolución de Chávez convirtió a Venezuela en un gran clan de delincuentes que al mejor estilo de los carteles de la droga se disputan territorios, bandas que usan el poder desde el poder para delinquir, otras amparadas en la impunidad y la complicidad perpetran fechorías que les generan jugosos beneficios, las acciones acometidas por estas bandas tienen un mismo doliente que paga las consecuencias, el pueblo de Venezuela.

El gran logro de estos trece años de caos y desaciertos es un país donde viven dos clase de venezolanos, quienes se auto proclaman ''revolucionarios'' que viven en la Venezuela donde no pasa nada, donde todo está bien porque el dinero robado y el abuso de poder les pone una conveniente venda en los ojos y está la Venezuela en la que vive la mayoría de los venezolanos alejados del poder y de las tentaciones del dinero mal habido que enfrentan una tragedia cada día, luchan por sobrevivir en la Venezuela de los pocos mal llamados ''revolucionarios'' que se creen una raza superior por el hecho de obedecer sin protesta a un individuo que con dadivas ajenas les compró la vida.

En esta caótica realidad convirtió Chávez al país, un mandatario virtual que pretende desde la distancia gobernar los dos toletes de país que creó, el de los "revolucionarios" que en el más mínimo atisbo de inseguridad personal se venderán al mejor postor para conservar el status quo obtenido en el mercado negro del servilismo que los hace ''señores'' y el de la mayoría de los venezolanos cansados de tanta humillación y engaños a quienes se les va la vida luchando por vivir en un régimen que los desprecia pero que se aprovecha de ellos.La revolución bonita que Chávez creo es para unos pocos, para los que se le arrodillan y carecen de voluntad propia, el resto, la mayoría de los venezolanos viven llorando a sus muertos, tratando de defender lo que con esfuerzo han construido, resolviendo el día a día, viven en un clima de intranquilidad, sin sus necesidades básicas cubiertas, la razón de esta penuria para estos venezolanos no es porque sean flojos es porque no se vistieron de rojo. La Venezuela que quiere imitar a Cuba tiene trece años viviendo entre la incertidumbre, los rumores, la imaginación y los temores.

El país vive en un estado de secreto donde sus ciudadanos desconocen la realidad de lo que pasa en el país porque todo lo tienen oculto que es la única manera de evitar que afloren las triquiñuelas con las que se hacen todas la operaciones en este régimen, hasta la salud del mandatario se convirtió en un secreto de estado, circunstancia que solo ocurre en los gobiernos totalitarios.

coronelantoniosemprun@gmail.com

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jueves, 26 de enero de 2012

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA; TERRORISMO A LA MEDIDA. SESQUIPEDALIA

Tiene que llamar la atención la celeridad inusual con la que la Comisión de Política Interior de la AN arrancó. Pero no para tratar de solucionar la grave inseguridad que asuela a los venezolanos. No, lo de la mayoría de ellos es ayudar en los intentos de eternización de Su Chocante Mediocridad. Por eso arrancaron por la dizque “Ley contra el Terrorismo y la Delincuencia Organizada”. Que es solo otro intento de pasar la “Ley Sapo”. Tanto, que si contrastamos el proyecto discutido a finales del 2011 con el que tratan ahora de imponer con su mayoría espuria, se nota a la legua los añadidos que buscan seguir llevándonos al “1984” de Orwell.
Primero, intentan revivir el “estado de sospecha” que sugirió alguna vez uno de los más irresponsables figurones del régimen. Con eso contrarían algo con lo que está de acuerdo la gran mayoría de los sociólogos del mundo: no se puede predecir la peligrosidad. Con ese argumento, entre otros, fue que se derogó la “Ley sobre vagos y maleantes”. Todos los rojos se hicieron parte en esa causa. Hoy, esa ley, que nos devino de España, solo sigue vigente en la Cuba de sus amores. Por eso no dicen nada ahora. Y, por eso mismo, se contradicen e intentan llevarnos al “Mare Felicitatis”, por órdenes de la gerontocracia castrista. Lo que se busca es tener un mecanismo más de hostigamiento en un año electoral que tiene claros visos de triunfo opositor.
Preocupante también es que se trate de tipificar como obligación dar información acerca de los “actos sospechosos” de los que se tenga conocimiento. Y hay más: se invierte la carga de la prueba; no es el Estado quien debe probar que el indiciado es culpable, sino que es a quien “le echaron dedo” al que le toca demostrar más allá de toda duda que es inocente. ¡Big Brother a millón! Que una persona ande con las manos en los bolsillos y que mire de soslayo para todos lados puede hacer pensar a alguien que el sujeto es un atracador que busca a quién robar. Pero puede ser todo lo contrario: un sufrido ciudadano que teme que uno de los muchos salteadores que hay en la vía pública le arrebate la platica que sacó del cajero automático y lleva en el bolsillo. Lo que pasa es que al meter en un solo proyecto de ley los delitos de terrorismo y de delincuencia organizada podrían lograr —previo confabulación entre un sebín rojo y un chivato del mismo color— el apresamiento de cualesquiera personas; especialmente, opositores destacados. Si fuesen dos leyes distintas, los bancos pudieran denunciar los intentos de blanqueo de capitales y los ciudadanos pudiésemos caminar sin temor. Pero eso no es lo que se quiere.
Pero lo más grave es el intento que trajeron subrepticiamente de calificar lo que es un acto terrorista como; "una conducta individual o asociativa, de acción u omisión, destinada a subvertir el orden constitucional o institucional de un país, alterar gravemente la paz pública o intimidar a una población, u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo". Si leemos con detalle, veremos que ahí cabe de todo. Hasta las protestas de los damnificados que se manifiestan porque las viviendas se las están dando a los del PUS y no a ellos —los que en mala hora y después de años de falsas promesas— siguen en los refugios.
¿Por qué no se guían por la que es la definición aceptada por la mayoría de las naciones civilizadas del mundo? Esa que no ha sido posible pasar en las Naciones Unidas porque a los regímenes forajidos, entre ellos el de Venezuela, no les conviene, ya que los despojaría del arma con la cual amedrentar a quienes piensan diferente a ellos.
La definición que es aceptada casi por todo el mundo la dio Yonah Alexander, el director del Instituto para el Estudio del Terrorismo Internacional: “el uso de la violencia contra objetivos civiles al azar a fin de intimidar o crear miedo generalizado con el propósito de lograr objetivos políticos”. La palabra clave es “violencia”. Y las protestas populares, como regla general, no son violentas; es el régimen el que la ejerce contra ellas. Ya sea por medio del “aparato represivo del Estado”, para ponerlo en palabras de Althusser —alguien a quien ellos leían mucho, antes de ser gobierno—, ya sea mediante el uso de fuerzas de choque tipo “La Piedrita” o de los seguidores del expulsado de la UCV que tiran gases para tratar de acabar con la derrota electoral que se les viene encima.
Lo necesitan urgentemente. Por eso fue que el diputado Henry Hernández ya señaló que toda “la oposición es violenta". Una mentira más en el piélago de irresponsables engañifas de estos trece largos años…
hacheseijaspe@gmail.com

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