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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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miércoles, 26 de noviembre de 2014

PEDRO ELÍAS HERNÁNDEZ, UNIR EL DESCONTENTO Y CONVERTIRLO EN CAMBIO POLÍTICO

PEDRO ELÍAS HERNÁNDEZ
El título de este artículo no pretende ser original, pero posee enorme pertinencia. Es una poderosa idea fuerza.

Cada día es mayor la convicción del peligroso y temerario rumbo que han venido tomando las cosas en Venezuela.

La conducción de los asuntos públicos se hace con enorme improvisación. El sentido común parece haber desaparecido entre quienes nos dirigen. La gente reclama soluciones y no hay respuestas oportunas y efectivas. El Estado venezolano concentra cada vez más poder, pero cada vez hay menos gobierno.

En toda la nación  la inseguridad campea en las calles, los empleos desaparecen, la escasez de alimentos, medicinas, de repuestos y equipos nos paraliza y aísla. Las zonas industriales son pueblos fantasmas, la economía productiva languidece, la carencia de agua potable nos quita calidad vida, los apagones hostigan a la ciudadanía, el acceso a una salud de calidad es inexistente y el costo de la vida limpia nuestros bolsillos.

En general, una sensación de incertidumbre y zozobra se apodera de la nación. Desidia, incompetencia, desorden, improvisación, voluntarismo, arrogancia, intolerancia, impunidad, autoritarismo, derroche y corrupción, son los rasgos más sobresalientes de la actual hora nacional. Este sombrío balance se produce luego de haber recibido los cuantiosos recursos económicos que dispensó un prolongado período de abundancia fiscal petrolera, la cual, súbitamente, ha llegado a su fin. Tal circunstancia debería generar una seria reflexión acerca del origen y destino de una riqueza nuevamente malgastada.

Los venezolanos miramos el presente y miramos también lo que existía décadas atrás y no nos gusta lo que vemos. Cada vez es mayor el número de compatriotas que no desean, ni la continuidad de lo que hay, ni el regreso a lo que había. Son los llamados “Ni-Ni”, quienes  con sobrada razón aspiran la aparición en el escenario nacional de una suerte de “tercera vía”. Las encuestas revelan que los sectores políticamente no alineados representan casi la mitad del electorado. Pero  además hay un inédito dato que se asoma: el descontento está uniendo ahora a los venezolanos que antes la polarización política había separado.

El descontento y la inconformidad respecto a lo que acontece en el país son tan profundos y extensos que han rebasado abiertamente los límites de la llamada oposición. De hecho está erosionando la zona de confort en la que cohabitan las conformaciones políticas  oficialistas  y opositoras.

Como bien decía un célebre pensador británico del siglo XIX: “El descontento es el primer paso para el progreso de un hombre o de una nación” Pero hay que hablarle a ese país descontento y nadie, o muy pocos, lo están haciendo  con la determinación y la propiedad que se requieren.

El destino de Venezuela se ve poco auspicioso. Sin embargo, tenemos la oportunidad de cambiar nuestro futuro. Para lograr este propósito, no basta alertar sobre los males que nos aquejan, sino iniciar la acción que posibilite revertir tal realidad. Podemos resignarnos  sólo a manifestar públicamente nuestro descontento y escribir sesudos documentos y artículos, pero millones de palabras impresas no generan los cambios, los cambios son los que generan que se impriman millones de palabras. Por eso hay articular un discurso que interprete y unifique  el vasto descontento nacional existente, a fin de convertirlo en cambio político. Ese cambio ya no es sólo una necesidad sino una demanda.

Hay que encontrar una alternativa viable y democrática frente al actual desmadre nacional. Sin atajos ni espejismos. Una parte del asunto pasa por identificar y descartar a quienes se autoproclaman como salvadores de la patria e intentan usurpar el sentimiento de cambio que recorre la nación. Estas expresiones políticas lejos de constituir una solución, forman parte del problema.

El país camina sobre un plano inclinado. El reto es detener esa ruta suicida. Sin embargo, el mayor problema de todos es vencer el escepticismo y no bajar los brazos. Es la hora del coraje cívico.

Este próximo año 2015, tendremos la posibilidad de ponerle una mano en el pecho al proceso de deterioro nacional. Los venideros comicios parlamentarios  representan una oportunidad singular para este propósito. Ciertamente la democracia es mucho más que la mera convocatoria a elecciones. Pero cuando la democracia casi se ha reducido sólo al acto comicial, hay que hacer uso intensivo del voto como la última trinchera democrática y la última línea de defensa del régimen de libertades.

En esos comicios para  escoger diputados a la Asamblea Nacional hay que elegir legisladores que defiendan y trabajen para cada una de las entidades por las que se postulen. Ese debe ser el verdadero perfil de un parlamentario. Basta de diputados ausentes, sin arraigo o trashumantes .

Tomemos conciencia a qué nos enfrentamos. No está en peligro nada más la democracia, está en cuestión la viabilidad misma de nuestra república, tal y como la hemos conocido hasta ahora.

Pedro Elias Hernández
pedroeliashb58@yahoo.com
@mcymodeloglobal

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martes, 2 de septiembre de 2014

LEANDRO AREA PEREIRA, DESENCANTO SOCIAL Y CAMBIO POLÍTICO

Los políticos de oposición, que no así los de gobierno por obvias razones, tienden a establecer una relación simplista, de causa-efecto, entre lo que el marxismo vulgar llamó “las condiciones reales de existencia”, por un lado, y las conductas políticas de los seres humanos, los grupos y las clases sociales, por el otro. Y así predicen, y tantas veces se equivocan, que a cierto desencanto social, originado en crisis económicas más o menos graves y sostenidas, corresponderían inexorablemente tendencias hacia el cambio social y político.

La verdad es que el esquema es simplista y casi que indemostrable en la práctica, y soy de los que piensan que en general no es la economía la que determina la política, sino que es más bien la sumatoria de circunstancias y variables, entre ellas la económica, las que producen el desencadenamiento de procesos de cambio, sobre todo los de mayor profundidad. La Revolución Francesa, la rusa, la china, o la mal llamada “cubana”, no tuvieron como razón fundamental de ser motivos económicos aunque es cierto que existían en los países donde se produjeron graves  estados de pobreza e injusticia social.

Parece pues que, enquistados en el facilismo del esquema estímulo-respuesta, perdemos la perspectiva del conjunto y olvidamos lo que está frente a nosotros, lo obvio, y es que ese complejo universo que designamos como “pobres”, no necesariamente, a pesar de sus pesares, aspire cambiar sus condiciones de vida. Ahora en socialismo y antes en democracia, es y fue así. Esa lectura idealizada según la cual la vida pudiera ser mejor y próspera, de libertad, justicia e igualdad, no nace desde abajo, sino que es propiciada desde arriba; auspiciada por liderazgos, élites y una cierta filosofía humanista de origen religioso. El marxismo también es una religión plebeya.

La tendencia general de la gente es a considerar suficiente lo que tiene, conformismo lo llaman, aunque alguna mejora siempre será bienvenida. Pero nada de riesgos o cambios de lealtad; complacientes con la realidad a pesar de hambre, de inseguridad y de injusticia; justificadores y racionalizadores de su situación personal.

Si agregamos a ese menú algunos símbolos y mitos histórico-políticos y los adobamos con regalos misioneros y otras dádivas de “por ahora” o  “mientras tanto”, encontraremos entonces que no es solo el desbarajuste gubernamental lo que puede llevar al cambio político consistente, sino la confluencia de factores que estamos en la obligación de entender y apremiar.

Que no es la vía electoral ni la implosión que pudiera estarse generando con fuerza en los subterráneos del poder, ni la corrupción, ni el narcotráfico, ni el elemento militar, ni la variable externa, por si solas, las que pueden determinar un cambio en el poder político, sino más bien la siempre inédita conjunción de estos elementos y otros, que hacen eclosión y encuentran cauce cuando menos se piensa. La tarea no está hecha. Hay que seguirla haciendo.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea

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LEANDRO AREA PEREIRA, DESENCANTO SOCIAL Y CAMBIO POLÍTICO

Los políticos de oposición, que no así los de gobierno por obvias razones, tienden a establecer una relación simplista, de causa-efecto, entre lo que el marxismo vulgar llamó “las condiciones reales de existencia”, por un lado, y las conductas políticas de los seres humanos, los grupos y las clases sociales, por el otro. Y así predicen, y tantas veces se equivocan, que a cierto desencanto social, originado en crisis económicas más o menos graves y sostenidas, corresponderían inexorablemente tendencias hacia el cambio social y político.

La verdad es que el esquema es simplista y casi que indemostrable en la práctica, y soy de los que piensan que en general no es la economía la que determina la política, sino que es más bien la sumatoria de circunstancias y variables, entre ellas la económica, las que producen el desencadenamiento de procesos de cambio, sobre todo los de mayor profundidad. La Revolución Francesa, la rusa, la china, o la mal llamada “cubana”, no tuvieron como razón fundamental de ser motivos económicos aunque es cierto que existían en los países donde se produjeron graves  estados de pobreza e injusticia social.

Parece pues que, enquistados en el facilismo del esquema estímulo-respuesta, perdemos la perspectiva del conjunto y olvidamos lo que está frente a nosotros, lo obvio, y es que ese complejo universo que designamos como “pobres”, no necesariamente, a pesar de sus pesares, aspire cambiar sus condiciones de vida. Ahora en socialismo y antes en democracia, es y fue así. Esa lectura idealizada según la cual la vida pudiera ser mejor y próspera, de libertad, justicia e igualdad, no nace desde abajo, sino que es propiciada desde arriba; auspiciada por liderazgos, élites y una cierta filosofía humanista de origen religioso. El marxismo también es una religión plebeya.

La tendencia general de la gente es a considerar suficiente lo que tiene, conformismo lo llaman, aunque alguna mejora siempre será bienvenida. Pero nada de riesgos o cambios de lealtad; complacientes con la realidad a pesar de hambre, de inseguridad y de injusticia; justificadores y racionalizadores de su situación personal.

Si agregamos a ese menú algunos símbolos y mitos histórico-políticos y los adobamos con regalos misioneros y otras dádivas de “por ahora” o  “mientras tanto”, encontraremos entonces que no es solo el desbarajuste gubernamental lo que puede llevar al cambio político consistente, sino la confluencia de factores que estamos en la obligación de entender y apremiar.

Que no es la vía electoral ni la implosión que pudiera estarse generando con fuerza en los subterráneos del poder, ni la corrupción, ni el narcotráfico, ni el elemento militar, ni la variable externa, por si solas, las que pueden determinar un cambio en el poder político, sino más bien la siempre inédita conjunción de estos elementos y otros, que hacen eclosión y encuentran cauce cuando menos se piensa. La tarea no está hecha. Hay que seguirla haciendo.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea

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viernes, 25 de abril de 2014

JOSE ERNESTO PONS B., VIAS ALTERNAS DEL CAMBIO POLÍTICO

TOCANDO PUERTAS
Los análisis populares nos llevan a entender el sentido honroso de la lucha social. ¿Quizá los ánimos se han levantado temporalmente? y ahora decayeron por la falta de consciencia social. El cansancio o la confusión entre quienes pretenden ser los dueños del pensamiento político o aquellos que con prudencia son hijos de las encuestas y las verdades que encierran estas, se debaten una pequeña porción social hoy por hoy. Lo que aseveramos es que la actitud desarrollada por las clases medias y sectores universitarios es el camino de la inconformidad política del país es la acertada.

Los actos de resistencia de días pasados (y los que vendrán seguramente) frecuentemente han sido insuficientes para vencer el miedo de la gente y su habitual sumisión, sea por la desesperanza aprendida o la indefensión adquirida; perdida de visión y esperanza, o temor a exigir los derechos la sociedad que se debate en un ir y venir, convencidos eso sí, que las cosas no pueden continuar como están.

La deslegitimación de los gobiernos generalmente se inician cuando estos hacen caso omiso de las barreras constitucionales y legales, las decisiones judiciales y la opinión pública. Reaccionando a las brutalidades, la tortura, las desapariciones, las muertes, se entiende que todo, sumado a los determinantes sociales de inseguridad, desabastecimiento, corrupción, que entre otras han hecho pensar al pueblo que sólo por la violencia se puede acabar con la permanencia del gobierno. Cabe resaltar que esta vía, es penosa y cuyo olor de sangre comúnmente es la del pueblo que exige cambios.

Se reducen las vías alternas y se presentan los escenarios que por juventud o por fragilidad social no se entienden. La clave podría ser, cosas tan sencillas que pueden acelerar la salida de una administración. ¿Como lograr desarmar la estructura montada con tanta brutalidad como es la del “imperio Castrochavista” venezolano? Se ha iniciado gracia al esfuerzo de una pluralidad de vías importantes del camino a seguir, reconociendo en estos esfuerzos, una carencia de coordinación sea por mezquindad, complacencia o intereses particulares; la cual mas tarde que temprano se sabrá o se entenderá.

Las rebeliones violentas desencadenan violentas represiones que con frecuencia dejan a la población más indefensa que antes. Sin embargo, un punto está claro, el inicio del espíritu Bolivariano ha despertado al pueblo sabio, conocedor y preparado para lograr un cambio con éxito. Cabe resaltar, que se sabe que los medios violentos, los opresores casi siempre tienen la superioridad. Destacamos sin temor a errar, que con su propia fragilidad en su cimientes, el gobierno puede o esta cayendo.

El descredito internacional, la protesta en la calle, en los rincones, en las universidades, en las escuelas, en los mercados;  destacando la miserias y el hambre, la pobreza, de casa en casa es la vía donde los pensantes logran dejar su verdad en la conciencia social, esta vía es factible y menos riesgosa para nuestros hijos, hermanos, padres y sociedad activa como decente de nuestra Nación.  En todas formas la pluralidad de acciones son todas útiles y reales vías alternas para el cambio deseado.

Jose Ernesto Pons B.
joseponschene@hotmail.com
@joseponsb

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