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martes, 13 de enero de 2015

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, AQUÍ TODO ES TAN RETRO

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA
Amigo lector, si cuando usted lee las reseñas que hacen los periódicos acerca de los actos que se supone que son oficiales —pero que, porque a los rojos se les dificulta entender ese concepto, no pasan de ser manifestaciones partidistas financiadas con fondos públicos— a usted le queda la sensación de un déjà vu; o si es de los que se cala las cadenas y cuando escucha las “sesudas” afirmaciones de Nicolasno o de alguno de los “prohombres”  del régimen no le queda más remedio que decir: “esta vaina yo la he escuchado antes, hace muchos años”; no crea que la mente le está jugando triquiñuelas.  No, es que todas esas frases cohetes, bombásticas, son solo repeticiones de los lemas que coreaban los barbudos cubanos en las décadas de los 60 a los 90.  ¿O es que usted cree que fue el expropiador sabanetense quien inventó lo de “patria o muerte, venceremos”, “lacayos del imperio”, “no volverán”, y otras zarandajadas parecidas?  Los rojos criollos las dicen porque las escucharon muy seguido cuando fueron a la isla, ya como alumnos de las escuelas de formación comunista, o como pichones de guerrilleros a recibir entrenamiento.  Si no, ¿cómo se imagina usted que fue que el ilegítimo se aprendió “La bayamesa” que —con tanto regodeo y tanto desafinamiento— canta en los actos que organizan los colonizadores cubanos en nuestra tierra?

Y si se quedaran en la retórica, pase; pero es que en las acciones hacen lo mismo que hacían Fidel y sus barbudos a mediados del siglo pasado: expropiaciones sin pago del valor de los bienes usurpados, colectivizaciones a juro que no logran ni un tercio de lo que hacían los empresarios privados, utilización de “chivatos” a sueldo —allá, porque aquí el régimen, que disfruta tanto de los hinchamientos verbales vacuos, los ha elevado a la categoría de “patriotas cooperantes” (para todos los demás, siguen siendo “sapos”), gastos en armamento que dejan a los ciudadanos sin comida ni medicina, adoctrinamiento de párvulos en vez de educación, culto a la personalidad, y mejor paro porque se me va a acabar el espacio si sigo.

Es que los detentores actuales del poder se quedaron con el pensamiento congelado en los tiempos de la Guerra Fría.  Los rusos, los chinos, los vietnamitas y toda Europa Oriental entendieron que una cosa es la teoría marxista-leninista y otra, muy distinta, lo que debe hacerse para lograr que sus ciudadanos y sus países progresen.  Hasta los cubanos, los bolivianos y los nicaragüenses lo entendieron y están cambiando los derroteros de sus respectivos buques hacia puertos de desarrollo y paz.  Ellos cambiaron, y se nota en esos países avances de todo orden.  Pero nosotros, por la estulticia de quienes mangonean en los altos niveles, seguimos en una suerte de moda retro que nos ha costado muy cara, que hace que el país arrastre los pies cuando avanza (si es que avanza) y que no garantiza futuro alguno.  Los mandantes son tan retro que un día de estos los vamos a ver en trajes Mao, o con pantalones acampanados y camisas floreadas, o con afros.

 Nos quedamos solos en la imitación de los norcoreanos en eso de vivir bajo votos de pobreza y obediencia.  Teóricamente, sería para que el país progresase, pero la verdad-verdadera es que lo que están haciendo es matarnos de hambre, de insalubridad y de inseguridad.  Con esos votos —más de vida conventual que de vida en comunidades dinámicas y modernas— lo que se ha logrado es que la nomenklatura, sus familiares y sus validos —igual allá que acá— se descare en eso de sisar del erario, amasar capitales, cometer prevaricación y darse lujos, muchos lujos.

Yo tengo mi sospecha de que el pensamiento retardatario, demodé, rezagado, de los jerarcas no se debe solo a su defectuosa instrucción formal, a su desnudez en cuanto al razonamiento crítico, o a su falta de aggiornamento sistemático.  Barrunto que también ha sido inducido en ellos.  Es por eso, que nos es tan propio, de que si vemos una película mala, o leemos un bodoque de libro, se los recomendamos a todo el mundo; porque, ¡ni de vainas que nos vamos a quedar nosotros solos con ese hueso!  ¡Pa’ mí que fueron los cubanos!  Mientras pudieron chulearnos porque teníamos plata, lo hicieron con delectación: se enriquecían y nos traspasaban las penurias que ellos sufrieron a lo largo de medio siglo, especialmente en el “Período Especial”.  Y, ahora, que nos dejaron quebrados, lo hacen por venganza: así como Kennedy y Khrushchev negociaron lo de la crisis de los cohetes en el año 63 —“tú sacas tus misiles de Cuba y yo los saco de Turquía”— sin decirle ni pío a Fidel de lo que se proponían; así lo están haciendo con Nicolasno y sus chicos alegres: no les dijeron nada de las negociaciones y el acercamiento  entre EEUU y Cuba. Y los dejaron como la guayabera, que es prenda cubiche…

Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt

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domingo, 7 de diciembre de 2014

OLAIZOLA D’ALESSANDRO, QUIÉN MANDA, QUIEN,GOBIERNA,

IVAN OLAIZOLA D’ALESSANDRO,
RN. María Corina, Salas, Arria, Tarre, Burelli y el 80% de los venezolanos estamos imputados.

Antes de que se madurara la revolución había un teniente coronel felón, hoy difunto supremo y eterno, que mandaba (obligaba a hacer cosas dando órdenes), pero en realidad no creo que gobernara (dirigir, regir o administrar mediante la creación y aplicación efectiva de leyes). Realmente creemos que así fue. Venezuela a partir de 1999 se convirtió en un gran cuartel.

El jefe del Estado dejó de ser ciudadano presidente para ser “mi comandante”. Y no fue un simple cambio de nombre, fue en realidad un cambio de conceptos. Se echaba a un lado el tratamiento civilista constitucional para dar paso a un tratamiento  militarista.

Un hombre mandaba y el resto obedecía. “Entendido mi comandante”.

Así se fue construyendo un nuevo lenguaje a usar en todos los órdenes de la actividad nacional. Batalla, guerra, revolución, combate, batallones, estados mayores, amigos, enemigos. La jerga militar se puso en práctica.

Esto trajo como consecuencia que el país se convirtió en un campo de batalla. Unos obedeciendo ciegamente a su comandante y otros haciéndole la guerra, o tratando de hacérsela.

Y el resultado fue trece años de escaramuzas, de ataques y contra ataques. 13 años perdidos que hundieron al país. 13 años que destruyeron lo construido durante los 40 años de democracia civil. Y se fue al otro mundo el comandante y su última orden, que no proclama, fue “me ponen en la silla a Nicolás, mi más obediente y disciplinado soldado de la revolución”. Y allí comenzó otra etapa de la república o de lo que queda de ella.

El elegido ni manda ni gobierna. Ganó unas cuestionadas elecciones y según sus propios copartidarios haciendo uso grosero de los recursos del Estado, bueno en esto copió al difunto.

No manda porque no tiene mando, no lo puede tener porque para mandar hay que, además de tener ese don de mando, tener alguien que le obedezca. Y este no es precisamente el caso. Y de gobernar ni se diga.

Para gobernar hay que saber hacerlo, estar preparado para ello, conocer las cosas fundamentales de una nación, saber distinguir entre lo que se debe hacer y lo que no se debe. Tomar decisiones. Consultar, asesorarse, buscar a los mejores. Es decir saber dirigir, saber administrar la cosa pública. Y de eso este señor no tiene ni idea.

En menos de dos años ha profundizado el deterioro del país. Ha cometido más disparates, errores, torpezas que su predecesor en trece años, que es decir bastante. Nadie le para. En su partido hay otros jefes, otros caciques. Se burlan de lo que dice, propone u ordena. Le hacen una cara por delante y otro por detrás. Sus peroratas televisivas, más abundantes y fastidiosa que el del otro, pero estas inodoras, insaboras e incoloras, nadie las ve ni oye.

En su gobierno cada quien anda por la libre hacen, o más bien no hacen, lo que les viene en ganas. Ni él ni sus colaboradores, que de suyo no son tales, tienen idea de cómo se dirige un país.

Los uniformados que le deben obediencia al poder civil, tienen su propio gobierno. Le dicen “mi comandante en jefe”, “Chávez vive”, “socialistas y chavistas”, pero hasta allí. En los cuarteles mandan ellos y nadie más. Cobran y se dan el vuelto.

Así que la ingobernabilidad está en su máxima expresión. Anarquía total. Nadie manda. Nadie gobierna, nadie obedece. País al garete.

Hasta cuando se podrá aguantar esto. Se oyen apuestas.    

Iván Olaizola D’Alessandro
Iolaizola@hotmail.com
@iolaizola1

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martes, 22 de julio de 2014

FAUSTO MASÓ, ¿AQUÍ VA A PASAR ALGO?, EL MÉTODO DEL DISCURSO

Chávez fue un Fidel Castro de cartón piedra, el chavismo un simulacro y Maduro el simulacro del simulacro, la última etapa, de la revolución cubana, la muerte política de Fidel Castro, la revolución por la que daban la vida transformada en una mafia en el poder, agitando desganadamente  las banderas socialistas sin que nadie las tome en serio.

La oposición lleva 14 años repitiendo que “aquí va a pasar algo, asegurando que el chavismo carece de respaldo, atribuyendo al fraude sus triunfos electorales,  confiada que el chavismo se desmoronará por mal manejo de la economía, o por la intromisión militar, cuando en realidad el chavismo unificado con un jefe y un comando político que tomaba decisiones según las encuestas, enfrentaba  a una oposición dividida, sin una propuesta frente al país, incapaz de asociarse con los pobres, dirigida por personas de clase media y con un discurso también de clase media. Claro que con Maduro cambiaron un poco las cosas.

Desde 1999 el chavismo contó con un jefe, una estructura organizada en el verdadero partido oficial, el gobierno, recursos en abundancia y un discurso mezcla de populismo, marxismo y simple demagogia. En la oposición desaparecieron los partidos nacionales, los que existen tienen presencia en ciertos estados, y aún el partido mayor  Primero Justicia no ha sido en verdad un partido nacional. Los medios de comunicación, la CTV y Fedecámaras fueron la oposición, hasta que los primeros fueron comprador por chavistas, la CTV desapareció y Fedecámaras sobrevivió diezmada. Maduro comienza a gobernar con las instituciones controladas, la prensa arrinconada, la televisión domesticada, con una oposición que no encuentra medios para expresarse. Sin embargo carece de un plan de gobierno, ignora hacia donde se dirige, apenas se refugia en Miraflores, vive a la defensiva, mientras el país a su alrededor se desmorona por su inacción.

Chávez representó el simulacro de la revolución cubana, un culto a la violencia que sin llegar al fusilamiento se limitaba a la arbitrariedad, a la estatización a la venezolana, pagando hasta el último centavo a las empresas extranjeras, sin estatizar como Castro en un día hasta los puestos de perros caliente; Chávez fue un Fidel Castro de cartón piedra, el chavismo un simulacro y Maduro el simulacro del simulacro, la última etapa, de la revolución cubana, la muerte política de Fidel Castro, la revolución por la que daban la vida transformada en una mafia en el poder, agitando desganadamente  las banderas socialistas sin que nadie las tome en serio.

Ahora, sin embargo, el país se está cayendo a pedazos y ya desaparecieron los aumentos constantes del precio del petróleo que financiaban al chavismo. Al contrario, faltan los dólares y numerosas industrias cesan de funcionar, le falta la materia prima, no hay tapas, envases, simples arandelas.

 Los dólares alcanzan menos porque el propio gobierno tontamente se encarga de las importaciones, las que sirven para enriquecer a algunos. Anteriormente los empresarios que importasen productos que no se vendiesen se arruinaban, ahora, en cambio, con una escasez creciente parece que se importa preferentemente aquello que deja la mayor comisión. La agricultura va de capa caída por la desaparición de Agro isleña y la escasez y el desabastecimiento aumentan por día.

Todo eso lleva a concluir que esta situación no se prolongará indefinidamente, lo cual es cierto pero si recordamos el caso del peronismo que décadas después de la muerte de Perón continúa en el poder, no hay que ser tan optimista. Algo va a pasar, pero si el país no se unifica alrededor de un mensaje, una política, una estrategia, los culpables de este desastre pueden seguir gobernando en nombre de otro chavismo, después de echarle la culpa de todos nuestros males a Nicolás Maduro.

Aquí van a pasar muchas cosas pero de la propia sociedad, de la oposición, depende de que signifiquen algo nuevo, una rectificación profunda. No hay soluciones mágicas para la próxima semana, como esos que repiten bajito que Maduro no llega a diciembre. ¿Quien sabe? Pero el verdadero desafío es que el destino del chavismo no sea el del peronismo.

Fausto Masó
fausto.maso@gmail.com
@faustomaso

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jueves, 27 de febrero de 2014

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, AQUÍ, GUARIMBEADO…, SESQUIPEDALIA

¡Ojo, señores del Sebín y la DIM, no salgan todos apresurados a ponerme preso por lo que escribí al comienzo!  Lo que utilicé en el título fue un participio pasivo, no un gerundio.  O, para ponérsela más bombita, ya que ustedes de gramática no deben saber mucho —si no sabe de eso el jefe de ustedes, el nortesantandereano, que quedará para ustedes—: yo estoy sufriendo de guarimbitis, no las propongo, no las incito, no las instalo.  Vale decir, soy el sujeto pasivo que solo las sufre.  Pero como dicen que “sarna con gusto no pica”…

Desde mis ventanas puedo ver dos de las que bloquean el tránsito automotor en el sector de la ciudad donde vivo: la Valencia que desde siempre se apellidó “del Rey”.  Ciudad que está vuelta flecos después de la gestión de un alcalde rojo que en buena hora está preso por caco y malversador —y debieran añadirle el delito de ineficiente, pero lamentablemente no existe— y por la actual gestión de un chafarote que ordena vía Twitter ataques “fulminantes” contra quienes protestan.  Sería bueno que alguien le regalara un mataburros para que vea que de las 13 acepciones del verbo “fulminar”, 9 tienen que ver con muerte. ¡Vamos, que ni a “del Bufón” llega ahora Valencia!  Veo las barreras improvisadas, las calles íngrimas, el estacionamiento del supermercado vacío (uno supone que por las barreras no pueden llegar los camiones con mercancías).  Y veo a los muchachos que aguantan sol esperando que aparezcan las tropas de asalto del régimen para fajarse con ellas; tropas que nunca llegarán porque, en verdad, esas barricadas no entorpecen la circulación general en la ciudad, solo la de nuestro sector porque la urbanización está en las afueras, casi en los boondocks, como decimos los pitiyanquis. 

Confieso que no me gustan las guarimbas.  Las odio desde que, ya hace bastantes años, cuando también estaban de moda, tuve que amenazar de tiros a unos guarimberos que me impedían que llevara a mi esposa, con cáncer terminal, a una clínica por una emergencia.  Solo cuando vieron que la cosa iba en serio, arrugaron y quitaron los obstáculos.  Pero es que no les encuentro lógica. 

Debe ser que soy bruto de la cabeza pero, ¿cómo es eso de que autoflagelándonos, hostigándonos, causándonos bloqueos a nosotros mismos, vamos a salir del títere accionado por los cubanos y sus ineptos ministros?  Las barreras serían eficientes si los bloqueáramos a ellos en sus lugares de trabajo (es un decir, ellos no trabajan: mangonean), en los sitios desde donde hacen farragosas cadenas diarias para mentir con descaro, en las guaridas de las bandas de motorizados armados por el régimen, a fin de que no puedan salir a acabar (eso creen ellos) con las movilizaciones de ciudadanos inermes pero decididos a hacerse sentir.

Recientemente, el alcalde de la ciudad acudió a un sector de clase media —en donde había ganado por paliza en las elecciones de diciembre— para solicitar que dejaran entrar a los camiones del aseo urbano para llevar a cabo la recolección de la basura que lleva varios días sin recoger.  Pues fue vituperado, caceroleado y amenazado.  Le tocó retirarse con sus camiones.  Y el mosquero, y las ratas, gozando un puyero con el banquete que se están dando.  Autoflagelación, sin duda.  Igualito que los filipinos en Semana Santa.

Yo, aunque las detesto, las aguanto pacíficamente.  Pero me duele ver, por un lado, a gente que tiene necesidad de movilizarse, porque tiene una emergencia médica, porque está en un oficio en el cual no hay cheque de quince y último sino pago por días trabajados, porque le avisaron de la gravedad de un familiar en otro sector de la ciudad, o en otra población, y no pueden desplazarse.  Por el otro, a unos muchachos que —jóvenes al fin— se activan más con el corazón que con la mente y hacen caso a las recomendaciones que hace un tal señor Alonso desde más de tres mil kilómetros de distancia.  Indicaciones meramente teóricas y sin mucho análisis que pudieran ser efectivas si fuesen acatadas por el cien por ciento de los habitantes.  Pero que no lo son si son implementadas por, cuando mucho, la mitad de la población.  Me duele la inmediatez de lo que proponen, la falta de visión a largo plazo, la falta de una estrategia sólida.  Pero es que son jóvenes.  Y, como tales, con derecho a chambonear…

Pero, como digo una cosa, digo la otra.  Pareciera que las fulanas barricadas están funcionando.  Se ve a los jerarcas como asustaditos, nerviosillos, meramente reaccionando.  Lo malo es que, con gente que no tiene mucho en la cabeza, las reacciones son desesperadas.  Muertes, heridos, torturas, vejaciones, destrucción es lo que han generado las reacciones viscerales que les surgen.  Aderezadas, eso sí, con las recomendaciones que les dan los cubiches del gerontócrata cubano al cual sirven.  Claro, sus seres queridos están en la isla; presos, pasando hambre, sin poder decir ni pío, pero lejos de las balas asesinas de los guardias nazionales.  Y solo Dios sabe cuánto le duele tener que escribir esta frase a alguien que le dedicó 34 años de su vida a esa institución.  Que fue respetada y reconocida como necesaria, y que ahora no pasa de ser aborrecida y despreciada.

Razones más, de peso, para seguir en la resistencia.  Con guarimbas o sin ellas…

hacheseijaspe@gmail.com

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