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martes, 17 de febrero de 2015

SIMON GARCIA, LA FUERZA DE LA TRANSICIÓN.

La transición es tema urgente y de política práctica. Urgente porque Maduro, ahogado en su nivel de incompetencia, no logra sacar al país del atolladero donde sus políticas lo han metido. Práctico, porque expresa lo que desea una novedosa mayoría que suma a opositores y seguidores del gobierno.
            La fuerza de la transición consiste en ser la última carta de la sociedad para impedir que el Estado arruine al país. En algún punto de nuestra involución, la cúpula oficialista se topará con la disyuntiva de rehacer su modelo o arriesgarse a ser desplazada, total o parcialmente, por una incontenible presión social.    
            La transición es segura, aunque ahora sepamos poco acerca de su intensidad, su ritmo o su modalidad. Las fuerzas conservadoras en el poder y los integrantes de la nueva clase de los boliburgueses no van a recorrer voluntariamente ni medio centímetro en dirección a una transición que reduzca o ponga fin a sus privilegios.
            El alto gobierno le huye a la transición. Sus últimos movimientos indican que prefiere chocar con sus bases populares y perder su apoyo, antes que recortar su hegemonía o adoptar cambios en el modelo. Se resisten a retornar a la democracia y aceptar tanto mercado como sea necesario. Pero en el seno del oficialismo puede haber sorpresas, porque hay quienes están leyendo con realismo el descontento que amenaza con barrerlos.
            La oposición requiere formular ya una propuesta de transición pacífica, democrática y progresista, Su presentación unitaria es punto central en la ruta para transformarse en alternativa capaz de albergar a la nueva mayoría plural que refuta radicalmente el modelo de socialismo autoritario.
            Lamentablemente en la oposición persisten residuos de la polarización que el oficialismo logró acuñar en la sociedad. Visiones que, nutridas por una comprensible desesperación y que terminan alimentando la desesperanza, reponen la polarización absoluta al ofrecer la transición como un choque de trenes.
            Algunos dirigentes fantasiosos buscan mejorar su presencia en el parlamento mientras administran discursos que oponen la calle a los votos. 
              Hay que rebatir sus afirmaciones con una ofensiva de ideas, porque no sólo crean desánimo y desconcierto en nuestras filas sino que bloquean la convivencia con quienes vienen del oficialismo. En la práctica cumplen el papel de opositores de la oposición, en vez de elevar sus aportes para que la MUD, y los partidos que la integran, acometan el viraje que les permita crecer del descontento, integrar las motivaciones e ideales que portan los que ya no pueden mantenerse en el oficialismo y proponer un rumbo que le de sentido de país a una experiencia de convivencia entre personas que han sostenido proyectos políticos rivales.
            Es impostergable que la MUD, el núcleo principal de la oposición realmente existente, presente su agenda sobre la transición. Finalizar la pesadilla requiere ideas de país en las cuales confiar y muchas iniciativas que prefiguren la Venezuela que está por venir.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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jueves, 19 de diciembre de 2013

VICTOR RODRIGUEZ CEDEÑO, UNA AGENDA UN DIALOGO

Tras un proceso electoral fraudulento, marcado por un ventajismo sin precedentes, se abre un nuevo escenario político, en medio de lecturas contradictorias. Las fuerzas deberán asumir sus responsabilidades y reordenarse.

El oficialismo, por su parte, deberá enfrentar las graves consecuencias que sobre la economía nacional y la vida del país tendrán las nefastas medidas populistas adoptadas y ejecutadas con fines electoreros durante la campaña. La oposición, por la suya, deberá reestructurarse y reorganizarse, de la manera menos traumática,  con la inclusión de todos los sectores del país en una nueva Mesa de Coordinación y redefinir una estrategia que vaya más allá de lo simplemente electoral.

De nuevo se habla de diálogo, un ejercicio propio de la democracia, pero en medio de graves contradicciones. El hecho de estar ante un régimen sui generis que ha abandonado el orden constitucional y los principios y valores democráticos y que centraliza el poder y recurre a los procesos electorales para legitimarse, complica la situación. Enfrentamos un régimen que si bien es cierto no surge de un golpe militar tradicional, aunque su origen se funda en los intentos de golpe de 1992, es el producto de una distorsión en la que los revolucionarios, con indudable audacia y acierto, han utilizado los medios que ofrece la democracia para desmontar un sistema de libertades que se había forjado durante décadas, en especial, desde 1958, cuando el pueblo y los militares institucionalistas derrocan la que se creía era la última dictadura en el país.

El diálogo exige una agenda mutuamente convenida, sin imposiciones. Si el régimen aceptara un dialogo franco, lo que parece difícil por no decir imposible, habría que incluir los temas medulares que han debilitado el sistema democrático, entre los cuales, la liberación inmediata y sin condiciones de los presos políticos; la democratización del espacio mediático y el cese del acoso a los medios y periodistas independientes; el respeto absoluto de la voluntad popular, anulando los nombramientos ejecutivos que disminuyen las competencias y las funciones de las Alcaldías; la transparencia del sistema electoral y la designación de nuevos rectores, en forma justa y equilibrada; el cese de la violencia  física, judicial y verbal y del apartheidpolítico que acorrala el libre pensamiento y el derecho de los venezolanos a expresar sus convicciones y participar libremente en la vida política nacional; la erradicación de la corrupción administrativa y la aplicación  imparcial de la justicia; la revisión de la gestión financiera del Ejecutivo, del BCV y de PDVSA lo que implica la inmediata designación de un Contralor independiente y eficiente; y, finalmente, entre otros,  la renovación equilibrada del Tribunal Supremo de Justicia y la reorganización y profesionalización del Poder Judicial.

Maduro pretende limitar su “diálogo” al Plan de la Patria, lo que es inaceptable. Se trata de un documento partidista, meramente político, cuyo análisis corresponde solamente al partido oficialista, como un ejercicio interno, pero no como instrumento aplicable a la gestión del Estado. El Plan de la Patria es inconstitucional y como lo han señalado en forma clara los académicos “…está  destinado a imponer u oficializar una sola concepción de las relaciones del Estado con la sociedad y de estos últimos con los individuos, así como del papel de lo público o estatal y de lo privado en el campo socioeconómico”. Además, el Plan busca “encuadrar a la sociedad dentro de una sola ideología (…) un plan que nos afecta a todos nosotros como venezolanos y nos obliga a seguir un camino único que va encaminado a hacer penetrar el socialismo en todos los espacios de la vida política, económica y social, como la producción y la economía; la educación; la recreación; el trabajo; la familia; los medios de comunicación, entre otros ámbitos.” El Estado comunal, definitivamente, contradice abiertamente la Constitución, lo que es absolutamente inaceptable.

Ante las reveladoras declaraciones de quienes hoy mandan podemos concluir que el régimen difícilmente aceptará un diálogo democrático y de interés verdaderamente nacional. 

Ya Maduro había anunciado que solo daría apoyo a los alcalde socialistas, la más fiel expresión de un aberrante apartheidpolítico, el mismo contra el cual luchó, en dimensiones absolutamente diferentes, Nelson Mandela hoy abrazado por el totalitarismo criollo, mientras que Aristóbulo amenaza con gobiernos paralelos, a los alcaldes que no se plieguen.

vitoco98@hotmail.com

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domingo, 23 de septiembre de 2012

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, LA AGENDA NADA OCULTA DEL GOBIERNO

El síndrome, entendido como un conjunto de fenómenos que caracterizan una situación determinada, lo hemos empleado conceptualmente con transversalidad académica, a los efectos de la preparación del presente artículo en aras de inferir sobre un aspecto de la agenda nada oculta del presente gobierno, apoyándonos comparativamente en la megalomanía de Adolf Hitler, y su similitud con el caso venezolano.
Previamente, y en complemento a nuestro artículo del 08/09/2012 titulado: Agenda Oculta (¿?), estimamos conveniente señalar que la empresa privada y corporativa tiene, como uno de sus objetivos, la responsabilidad social ante la comunidad, y para lo cual instrumentan estrategias vinculadas con los ámbitos de la educación, salud, arte, cultura, deportes, recreación, formación, sanidad, etc.

Estas estrategias, en conjunto con la necesaria participación del Estado para corregir fallas del mercado, son lo opuesto al totalitarismo y muy fundamentalmente al Socialismo de Estado, al igual que al Capitalismo Monopolista de Estado (Cuba); experiencias donde nunca llegó a existir un Estado Proletario, sino una burguesía de Estado.

Entremos en el tema. El paro petrolero y comercial venezolano de 2002-2003, fue asumido por el presente gobierno como una acción equivalente al llamado “mito de la puñalada” vivido por Alemania; al considerar que los partidos políticos, el sector sindical y los empresarios traicionaron los principios democráticos. Tal orientación de pensamiento, facilitó que el gobierno iniciara la separación del Estado de su tradición democrática, haciendo primar al socialismo como una opción  impuesta desde arriba vía la estructura del Estado (revolución desde arriba (¿?)); alentando en el pueblo un desenfrenado y desarticulado deseo por el acceso al poder, como vitrina de un aparente proceso de cambio (nacionalismo versus democracia para el caso alemán de 1848); hasta conformar la ilusión de una nueva República: la Quinta, la cual, según suponían, daría un traste con el pasado democrático al soslayar sus logros y resaltar  sus deficiencias (la mayoría perfectibles!!).

La intención subyacente,  es (hasta el 7-O) la desvinculación entre la nación (conjunto de habitantes de un país regido por el mismo gobierno) y el pueblo hasta asociarlo con la autoridad del Estado (como la propiciada en Alemania por Otto van Bismarck), y donde los partidos políticos tendrán (suponían) muy poca o nula capacidad de decisión.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), lo convirtieron (al ser hijo diabólico de los Estados Unidos (¿?)) en el “enemigo” (aun hoy) que impide el progreso nacional, habida cuenta de sus reiteradas (a veces necesarias) imposiciones inherentes, fundamentalmente, al equilibrio fiscal y al comportamiento de la Balanza de Pagos. Es de resaltar, que sus actuaciones en nuestro país fue asumida por una mayoría como una humillación a la patria (véase la similitud con el tratado de paz de Versalles) cargada de intenciones soterradas de corte neoliberal, lo cual alimentó la búsqueda de nuevos horizontes y emergente liderazgo, en semejanza al ascenso del nacionalsocialismo en Alemania.

Resulta bien conocido, que la guerra mundial sacó a Adolf Hitler de su existencia marginal; tal y como en Venezuela la fallida intentona golpista y el posterior triunfo electoral de sus actores (subestimados por las fuerzas vivas), colocó en situación de privilegio a un grupo que no comulgaba, desde mucho tiempo atrás, con la democracia, y de donde emergió un Presidente que como Jefe de Estado rechazaba (y rechaza) la Constitución; quien, al igual que Hitler, nunca ha deseado reintegrarse con normalidad a la vida civil.

Sostienen algunos autores, que no se halla explicación de cómo un personaje tan primitivo y desconfiado como Hitler pudo ejercer una influencia tan monstruosa sobre los alemanes (sin comentarios), salvo por su astucia y talento para narcotizar a las masas con su retórica (sin comentarios), escenificando continuamente sus sueños de grandeza (sin comentarios), y asumiendo la encarnación de un colectivo (sin comentarios); todo lo cual era apuntalado por una masiva propaganda oficial que alentaba hacia un necesario ambiente de cambio (sin comentarios).

Hitler se presentaba como la fuerza del orden; y la estructura militar que representaba justificaba su posición de Fuhrer que implicaba obediencia absoluta (sin comentarios), llegando a sembrar terror en las calles (sin comentarios), e igualmente utilizaba la capacidad intimidatoria del aparato estatal, incluida la puesta en práctica de algunas acciones que le permitieran declarar un estado de excepción, como fue el caso del incendio del Reichstag en 1933 (sin comentarios).
Hitler, pese a tener mayoría en el Parlamento, exigió una ley que lo facultara a gobernar sin él y propiciando su debilidad y disolución para convertirse en dictador por la vía de la legalidad (sin comentarios), estructurando una de las peores tiranías que el mundo ha conocido.

Finalmente, deseamos resaltar que en la Venezuela de los últimos 14 años, donde ha imperado una tendencia marcada hacia la planificación centralizada al estilo de antiguas naciones que fracasaron en una ilusión comunista, el gobierno actúa monopólicamente sobre la economía, a la par de imponer controles y sanciones, que como bien es sabido, genera escasez, ineficiencia y conductas indeseables. Es así, por ejemplo, que según el Informe 2012 del Fraser Institute de Canadá, las empresas del gobierno venezolano llevan a cabo cerca del 60% de las inversiones, e igualmente señala dicho Informe que tenemos el menos democrático, más autoritario y más corrupto gobierno de la región.

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